lunes, 15 de febrero de 2016

Golpea con Ira (Hamlet + Guilles, Sábado 16/01/2016, Sala Fussion, Massanassa, Valencia)

Bienvenidos a mi enésima crónica de Hamlet en este mi blog. Y van unas cuantas, por no hablar ya de la barbaridad de veces que les he visto en directo, ya incontables. En esta ocasión, la gran duda, incluso días antes del acontecimiento, era si acudir el sábado a la sala Marearock, en Alicante, o arriesgarme a salir para Valencia el viernes a una señora sala como es la Fussion en la localidad de Massanassa. El puto horario del curro presionaba tal decisión, pero al final me la sudó (como acaba pasando siempre) y me decidí a ver el concierto en mejores las condiciones posibles, esto es, en la Fussion, ya que con todos mis respetos, la Marearock es una auténtica mierda cuando hablamos de conciertos en los que se sabe que se va a petar bastante la cosa, y no tenía ganas de ver a una de mis bandas nacionales favoritas como una sardina enlatada. Así pues, me “escapé” del curro tan pronto y rápido como pude, me puse mis mejores galas y junto con mi chica nos fuimos a disfrutar de una noche que, como todas y cada una de las que regalan los madrileños, prometía ser intensa y genial. Encontrar la sala Fussion fue tremendamente fácil, por lo que la mayor preocupación era llegar a tiempo antes de que, preferiblemente, empezaran los teloneros, objetivo que también se cumplió. Ante un viento y un frío de cojones, todavía tuvimos que esperar un buen rato a que abrieran las puertas para poder refugiarnos del temporal y tomar algo antes de entrar en acción, aunque ya me temía desde un principio por la afluencia de peña que la sala se les iba a quedar un pelín grande, aunque un grupo de tal calidad y experiencia merece llenar allá donde vayan.

La ambientación era bastante buena, con una excelente selección musical con temas de Opeth, pero como todo, la entrada tuvo sus peros. Para empezar, un extraño olor a cloaca inundaba cada rincón de la sala, es extraño, ya que es la cuarta o quinta vez que acudo y no recuerdo haber notado nunca esto. Seguidamente, tengo que denunciar que acercarse a la barra es un atraco a punta de pistola. No me parece normal, ni decente, ni de recibo que te estaquen 9 euros por un puto mini de cerveza. Esto me parece una abusión fuera de lugar. Una y no más, a partir de ahora petaca llena de alcohol entre culo y cojón y “pa” dentro, así de claro. Y no es que quiera machacar a la sala Fussion, he pasado allí grandes momentos en conciertos y, como sala en sí misma, es de lo mejor que puede encontrarse en toda Valencia, pero hay cosas que me sacan de quicio y si me callo reviento. Después, en cuanto a sonido, eso sí, ninguna pega. “Disfrutando” de la birra a precio de oro que había pagado con casi dos horas de mi trabajo, Guilles, la banda que taloneaba a Hamlet, se descubrió ante nosotros en todo su esplendor, con un sonido absolutamente demoledor. Y utilizo la palabra “descubrió” porque hasta entonces para mí eran unos absolutos desconocidos a pesar de ser “de la tierra”. Los castellonenses resultaron un gran descubrimiento, superando en dureza (por estilo) a los propios Hamlet y reventando el escenario desde el mismísimo comienzo. El volumen era tirando a exagerado (algo que me encanta) y, a la par que esto, sobre el escenario se formaba un auténtico torbellino que poco a poco iba arrasando hasta la última partícula. Buenos, muy buenos músicos desvelando sus excelentes habilidades, una banda que, después de todo, lleva ya 4 discos de estudio bajo su anterior nombre, Guilles de Rais (en clara alusión al mítico asesino Barba Azul) y la verdad es que lo petan tanto en disco como en directo. Una lástima no haber machacado un poco algunos de sus temas, porque todavía hubiese ganado enteros el bolo. Su vocalista Adrián era un auténtico chorro de voz con piernas, desbocado en cuanto a berridos y actitud escénica, sin descansar ni cansarse, sabiendo conquistar al público y dejando bien sorprendidos a aquellos que no les conocíamos. Batería contundente, riffs chirriantes y buenos solos por parte de los dos guitarristas, hicieron un setlist muy homogéneo que se me hizo bastante corto, ya que la fuerza que desprendían sobre el escenario era contagiosa y te impedía quedarte quieto. Aunque la peña se mostró un tanto distante, la banda no dejó de pedir que llenásemos las primeras filas. Su Death Metal es pura violencia, y aunque contenía algún ligero retazo más moderno, no dejó de gustarme por ello. Más que un calentamiento, yo lo llamaría un entrante de auténtico lujo, ya que consiguieron que me lo pasara de miedo en los aproximadamente 40 minutos que estuvieron tocando. Muy agradecidos, dejaron paso al descanso que enlazaría con el suculento plato principal de la noche.

Como datos curioso, he de nombrar que, por una parte, era el único concierto de esta parte de la gira de los Hamlet en los que llevaban teloneros (estupendamente bien elegidos, por supuesto) y por otra, y por suerte para mí, era el bolo que más tarde empezaba. De otra forma, tendría que haberme perdido a los teloneros.

Tras un arduo (y algo torpe, según me dio la impresión) cambio de telones de fondo y tal, la espera se hizo algo más larga de lo normal, aunque yo ya iba calentando las vértebras para un nuevo asalto de la banda madrileña, que ya va por su decimoprimer (casi nada) disco de estudio incluyendo ese “Peligroso” de principios de los 90, pioneros casi absolutos del sonido groove-Metal en nuestro país y referencia para cantidad de bandas. Amados y odiados a partes iguales (aunque todavía no alcanzo a saber la razón de esto último), ya he comentado muchas veces que, en realidad, practican un estilo en general bastante ajeno a mis gustos, pero estos Hamlet siempre serán mis Hamlet, y les sigo y les tengo muchísimo cariño desde sus primeros trabajos, esto es, desde hace más de media vida. Es por esto que cada vez que veo su nombre en algún cartel y anuncian un concierto que me quede medianamente cerca, se me ponen los ojicos tiernos y no puedo evitar acercarme, a pesar de tantas y tantas veces que les he visto ya.

La última vez fue precisamente en Valencia, en la Rock City, donde dieron un bolaco acojonante que, de hecho, fue el primero de la gira de su más reciente trabajo, “La Ira”, y tocaron el disco de cabo a rabo.

Tras montar toda la parafernalia clásica, que en este caso fue bien poca, ya estaba la banda al completo encima del escenario, con muchísimas ganas en la mirada, con caras de querer darlo todo con la mayor ilusión del mundo, dando nuevamente una lección de perfección en cuanto a directo se refiere. Con Limítate y esa explosión sonora del principio, empezaban muy, pero que muy bien. El hecho de que a veces la peña tenga horchata en las venas es un caso aparte, pero lo cierto es que el comienzo resultaba muy prometedor. Y digo esto porque, incluso tras la siempre deseada Egoísmo (para mí, siempre uno de los mejores temas y más brutales de la banda), con un Molly que arrasó vocalmente, no llegó a calentarse el horno del todo. Eso sí, a estas alturas yo ya estaba cubierto en sudor. Y es que ver al vocalista tan motivado me puso la sangre hirviendo. Sus alaridos sin fin y ese sentido solo de Tárraga redondearon el tema, lleno de rabia y mala leche hasta los topes. Muérdesela fue el empujón definitivo y, en su parte rápida, provocó hondonadas de hostias a mansalva, y a partir de aquí el movimiento fue más continuo entre el público. Estos tres temas fueron una antesala para su particular espacio dedicado a “La Ira”, que si bien no tocaron completo, si nos desgranaron una buena parte de él, empezando con las rítmicas y relativamente melódicas Lamento y Nadie más, que afortunadamente la peña comenzaba a reconocer poco a poco. Más lenta pero bestial, Ser o no Ser (que pronostico como una fija de este disco en sus futuros directos) fue una de las más vividas para Molly, que descontrolado, sin parar un pie ni un segundo, recorría el escenario de punta a punta, usando la tarima de la batería, los bafles, o cualquier cosa que cogía por en medio para saltar, aterrizar, y de nuevo volver a la carrera como un loco. Otra para terminar con la primera parte, Irreductibles, con una de mis letras favoritas de este nuevo y tremendo trabajo. Como interludio, algunos temas de toda su carrera, como Vivo en él (¡cuánto tiempo sin disfrutarla en directo!) o la queridísima Antes y Después, que me trae muchísima nostalgia de ver a unos jóvenes Molly y compañía hace más de 15 años cantándola y tocándola como siguen haciendo a día de hoy. Clásico imprescindible para saltar y reflexionar. De una de sus composiciones más melódicas pasaron rápidamente, sin vaselina, a una de sus más oscuras, lentas y decadentes canciones, Deja Vu. Un verdadero placer deleitarse con la locura que se vivía sobre las tablas, diría que incluso más que bajo ellas, con un Tárraga muy loco, lleno de energía, dando saltos sin cesar, como poseído. Hasta Álvaro Tenorio, que normalmente suele estar más concentrado y comedido, lo daba todo físicamente, entre el headbanging y la magnífica técnica que posee al tocar (no obstante, es uno de mis músicos preferidos de la banda). El “nuevo” guitarrista, Ken HC, que entró en sustitución del gran Alberto Marín (a quien, siendo sincero, todavía echo bastante de menos…) se le notó mucho más integrado en la banda, imprimiendo bastante potencia con sus riffs, aunque los solos de la banda siguen quedando a cargo de Luís.

Aquella noche la banda estuvo muy, muy compacta, el feeling entre ellos era tremendo, se lo pasaron en grande, pero de nuevo Molly volvió a destacar de entre todos ellos, ofreciendo una actuación digna de quitarse el sombrero. Estuvo imparable, aplastante, dando unos gritos impresionantemente sólidos, agudos y salvajes, sin cortarse un pelo ni convertirlos en partes melódicas como a veces hace. La única representación de su “Pura Vida” fue En Mi Nombre, ocasión para J. Molly para descansar un poco sus cuerdas y sirviendo de enlace para otra nueva ristra de temas de “La Ira”, vividos incluso más intensamente que los primeros. Fue por esta parte, más o menos, cuando tuvimos ocasión de comprobar el éxito del vocalista madrileño entre las féminas jeje, pero también un pequeño sobresalto cuando subió sobre un bafle que casi se cae bajo del escenario. Por suerte, todo quedó en una anécdota, pero se llevó un buen susto. Ciudad De Dios, por su caña y su presencia está llamada a convertirse en otro clásico de los directos, letra dura y ritmo impecable, del mismo modo que Imperfección, el primer tema que salió a la luz de este disco y que ya muchos conocían de pe a pa. Religión sobresale por ser el supuesto single, una declaración de principios no solo para la propia banda, sino para todos aquellos que amamos el Metal.  Gustó mucho, y fue de las más movidas por su contundencia de esta recta final. Una muestra de lo que he dicho hasta ahora de Molly fue su interpretación de Dementes Cobardes, uno de mis temazos favoritos de la banda, acompañado como no por Paco Sánchez, que siempre está en su sitio demoliendo su batería y cantando los temas a su manera (en modo percusión jeje). El ambiente hacía ya rato que estaba bien caliente y con los siguientes temas no podía bajar el ritmo. En su clásica Denuncio a Dios (de nuevo con un Molly enloquecido), la banda hizo un llamamiento a una sentada general y… ¡lo consiguieron!. Todos a ras del suelo hasta que la parte más agresiva hizo su entrada, y de nuevo se armó el caos. Algo así, pero sin sentada, ocurrió en Tu Medicina, triunfo seguro en directo. Como veis, “Insomnio” sigue teniendo buena cabida en su setlist habitual. Tiempo de reivindicar lo justo con Un Mundo en Pausa, muy potente, como todas las canciones de ese gran “Amnesia” (al que opino que deberían sacar más partido en directo, ya que para mí se trata ni más ni menos que del mejor disco de toda su carrera). En esta recta final se dedicaron a no dejar ni un solo disco sin recordar, arremetiendo tras los bises con la sorprendente Imaginé para volver a aminorar un poco el ritmo (aunque su riff me sigue pareciendo mortal) y provocar que de nuevo fuese subiendo poco a poco. Raro me parecía a mi que no fuesen a tocar Irracional hasta que llegó el máximo momento de desfase, con un enorme wall of death en el que participamos prácticamente todos los asistentes. Momentazo, con toda la peña cantando a viva voz y alguno ya pidiendo a la desesperada ese JF, que llegó minutos después y no hizo sino avivar el fuego más todavía. Tras el trozo cantado casi a capela, la banda puso toda la carne en el asador, Tárraga ya casi llegaba hasta el puto techo, Paco sudaba como un cosaco, Álvaro era todo melenas ya… y Molly nos ofreció unos gritos para finalizar de esos que llevan tanta rabia que te ponen los pelos de punta.

Por esto y mucho más no puedo resistirme a ir a un nuevo concierto de Hamlet, incluso aunque les haya visto varias veces en un mismo año. Y es que, como todo en esta vida, si algo mola… ¿Por qué no repetir? No soporto a esa gente que no va a los conciertos alegando: es que ya les he visto X veces, blablabla. Yo con bandas como Hamlet ya van casi 30, y muchas más que habrá. ¿Por qué? Por que me encantan y porque la experiencia ya me ha enseñado sobradamente que nunca jamás decepcionan.

El viaje de vuelta se hizo muy corto en la mejor compañía, aunque si hubiese sido por ganas, yo aun me habría quedado allí filtrándome unas birras si no me hubiesen robado 9 euros por cada una. De este concierto me quedo, sobre todo, con haber conocido a una banda magnífica como Guilles, con su gran sonido, y sobre todo con la brutalidad y la rabia que demostró Molly. ¿Cuándo será el próximo? Hagan sus apuestas jeje.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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