sábado, 6 de agosto de 2016

Guerra en familia (Exodus, viernes 05-Agosto-2016, Sala Rock City, Almàssera, Valencia)

Se suponía que iba a ser ayer viernes 5 de Agosto el día en que empezaría mis vacaciones, pero finalmente y por suerte estas se adelantaron. Pero esto no tenía nada que ver para que, igualmente, la noche no fuese celebrada como es debido, a lo grande. El viernes venía fuertemente marcado por un evento que llevaba meses siguiendo, desde que anunciaron que las leyendas del Thrash Metal de la Bay Area Exodus volvían a Valencia, después de poco más de un año de su última visita, junto a Testament. En esta ocasión iban a tocar ellos solos, sin ni siquiera teloneros. Un concierto express, sin adornos, solo Rock City, Exodus, y muchos fans melenudos locos repartiéndose de leches a diestro y siniestro. Tampoco quiero sonar excesivamente quejica, ya que para una de las pocas ocasiones que tenemos la feliz oportunidad de ver a bandas de este calibre en Valencia no voy a poner objeciones. Eso sí, aunque fuese alguna banda telonera no hubiese estado nada mal, siempre te llevas alguna sorpresa en este sentido, y hay muchas formaciones con un gran nivel en el territorio que podrían haberles acompañado muy dignamente. El caso es que, también, me parece un poco excesivo el precio de la entrada. 27 euros en taquilla pican bastante para una sola banda, aunque sea del tamaño de los americanos, es un importe bastante superior a la media. Para este viaje, las cosas no pintaban muy bien, pero aunque fuese solo, iba a acudir a la cita 100% asegurado. Sin embargo, cuando mi amigo Kurro dijo de acompañarme, la cosa mejoró, y allá que nos fuimos, con todo el buen rollo y ganas de doblegarnos la columna a base de desmelene. Llegamos y tuvimos bastante suerte para aparcar; todavía no parecía haber llegado todo el mundo.

Como todavía era buena hora, nos pasamos por el bar, en donde habíamos quedado con unos buenos colegas: José Luís y Yerai, junto a Cris, y pasamos un rato de lo más agradable, charlando de conciertos, bandas, gustos personales y del inminente Leyendas del Rock, uno de los eventos más esperados del año y en el que más colegas y buen rollo suele tener uno. En cuanto tomamos unas birritas y se acercaba la hora, nos fuimos cada uno por nuestro lado a hacer los últimos preparativos antes de la batalla, y luego nos volvimos a encontrar todos dentro de la Rock City. En la fantástica terracita de la sala (algo que no se puede pagar con dinero, especialmente ahora con este calor) volvimos a refrescarnos la garganta y también estuve charlando un rato con mi colega Mauricio, que tampoco se pierde una. La cuestión es que entre unas cosas y otras, se me fue un poco la hora de la cabeza, y en cuanto escuchamos los primeros acordes sonar, entramos en la sala a reacción. Cual fue mi sorpresa cuando vi que, desafortunadamente, la entrada no estaba a la altura de lo que yo esperaba: una sala llena solo al 75%. La ventaja es que, ya desde primeras, me arrimé a primera fila y tenía al grupo ya haciendo el cafre a tan solo 2 metros de distancia. Sin embargo, algo no terminaba de encajar. No reconocí el primer tema, pero la gente estaba totalmente inmóvil, algo que debió dejar algo fríos a los componentes de la banda. Ellos sudaban la camiseta igual, por supuesto, hasta que llegó el momento en el que un empujón se convirtió en 4, y así, con Blood in, blood out se armó un torbellino de destrucción que pasó de cero a cien en 1 segundo.  Tanto, que me tuve que separar del mogollón a riesgo de que me volaran la dentadura.

Y es que la banda bien lo merecía. A pesar de la frialdad inicial, los 5 músicos venían con las energías a tope, aun después de haber hecho ya tres fechas seguidas en nuestro país. El riff inicial de And then there were none volvió a poner en movimiento la maquinaria del público. Su vocalista, el reaparecido Steve Souza, demostró volver a estar plenamente integrado de nuevo en la banda. Además, su simpatía, carisma y vozarrón le convierten para mí en el vocalista perfecto que nunca debió dejar de tener la banda. No faltaron temas de la época Rob Dukes, como la un poco extraña Children of a worthless god, cuyas partes limpias cantó muy bien y berreando a tope cuando era necesario. El duelo de guitarras fue antológico, con Lee Atlus y Kragen Lum (quien desde hace un tiempo sustituye a Gary Holt, de quien obviamente no pudimos disfrutar aquella noche) juntos en primera fila disparando a matar con sus guitarras. Me extrañó mucho que tan solo tocaran un tema del “Pleasures of the Flesh”, un discazo imprescindible. Deranged fue la elegida. Con la locura de moshpits que se estaba liando, especialmente con este último trallazo, el vocalista se dirigía a nosotros con gran simpatía y entusiasmo, entre otras cosas para que, según dijo, cuidáramos unos de otros y nos ayudásemos si alguien caía al suelo. Un fan le ofreció un trago de birra y él dijo: no gracias, solo tomo mota (marihuana), para que os hagáis una idea de lo simpático que estuvo durante el show. Eso sí, a la hora de tocar temas tan tralleros, su actitud cambiaba y se transformaba en un animal sediento de tralla, con la voz al máximo y pidiendo sangre. Aunque dejasen muchos discos por tocar, la parte positiva es que se cebaron cantidad con el “Bonded by Blood”, su ópera prima, por ejemplo con Piranha o su uno de sus temas insignia: Exodus. Que yo recuerde, de entre todas las veces que les he visto, este tema es una novedad para mí en vivo, toda una sorpresa. Mención especial, de nuevo, para los dos guitarristas actuales de la banda, que dejaron el pabellón altísimo. Los solos brutalmente rápidos no tienen secretos para ellos. En cuanto se posicionaban en el límite del escenario, sabías que te iban a soltar unas cuantas notas por segundo, empezando por Kragen Lum (situado a la parte derecha según veíamos el escenario nosotros) y luego Lee Atlus, normalmente en ese orden, partiéndose los punteos sin problemas como los grandísimos músicos que son. Por supuesto, también citar el gran trabajo del bajista Jack Gibson, ya que su instrumento sonó fenomenal y siempre demuestra una actitud de lo más old school.

A Steve le encanta soltarnos palabras en castellano y aquella noche estaba de muy buen humor, preguntándonos si estábamos disfrutando la noche, si bebíamos cerveza o si fumábamos “mota grande leño”. En ese momento de comunicación vocalista-público, nos preguntó si conocíamos su último trabajo “Blood in, blood out”, del que ya sonó el tema homónimo al principio. Me encantó que escogiesen Body Harvest para continuar, ya que es un tema muy variado en ritmos, en partes, y también muy cañero, con un gran estribillo 100% thrasher. De nuevo, fantástica la acogida, dando idea de lo bien que ha caído el disco por aquí. Las cosas empezaron a ponerse muy serias, y el riff de A lesson in Violence lo ratificaba. Un tema que dedicó al gran Lemmy Kilmister, tristemente fallecido este año, y sin el cual la música thrash no hubiese existido nunca. Las aceleradas guitarras iniciales dieron paso a una auténtica guerra que se vivió intensa bajo el escenario: circle pits, mosh sin piedad… y un par de buenas hostias que me llevé de regalo. Desde luego, lo petaron a base de bien. Seguía la tralla sin parar con Blacklist y War is my sheperd (en la que llegó a subir un fan al escenario); esta vez si que se habían obcecado con temas veloces y ya nadie podía pararles, mientras la demencia aumentaba bajo el escenario y raro es aquel que pudo librarse de una embestida. En casi todos los espacios entre tema y tema la banda se mostró tremendamente humilde y agradecida, aplaudiéndonos casi tanto como nosotros a ellos, hasta que llegó la hora de su primer (y brevísimo) paso por los camerinos, tras el cual volvieron a la carga, nada menos, que con Bonded by Blood, cuyos coros resonaron en el infinito. Quizá fue en temas como este, en los que quieres que te sangren los oídos, en donde se echó en falta un volumen más alto. El sonido era bastante bueno en general (aunque la batería de Tom sonaba ligeramente “localera”), pero le faltaban unos cuantos puntos de potencia. Hablando de Tom, sus piernas, brazos, y los parches de su batería estarían echando humo a estas alturas, porque no veáis que mala bestia, machacando con todas sus fuerzas, haciendo excelentes juegos de doble bombo y mostrando un poder indiscutible. Cuando nombraron el “Fabulous Disaster”, ya me puse en guardia, sabiendo lo que se avecinaba. Y es que The toxic waltz, a parte de ser mi tema favorito de Exodus, me vuelve completamente loco. Desde su letra, que habla de cosas como “baila el vals tóxico, dale una patada en la cabeza a tu amigo y pásalo bomba” (¡¡BRUTAL!!) a su ritmo completamente desmadrado, es una verdadera locura en la que me encanta partirme el cuello y gritar hasta que las cuerdas vocales se me descompongan. Curiosamente, no fue la que más desfasó a la peña, pero me sonó a gloria bendita. Casi igual que también disfruté del último golpe, Strike of the Beast de nuevo tema antiguo que hizo las delicias de todos. Tom Hunting estratosférico, Lee y Kragen al máximo nivel, Jack agitando su melena (y su bajo) y por supuesto, el gran Souza con una grandísima voz, más madura pero igualmente estridente y agresiva. No sabría decir con qué músico me quedo de este concierto, pero en general hubo muchísimo nivel técnico, y sobre todo, un aire muy familiar, en parte debido al pequeño tamaño de la sala y del escenario, en el que recíprocamente pudimos conectar de forma muy cercana con la banda.

Celebramos tan gran noche con una última cerveza en la sala. Mi colega y yo nos volvimos muy satisfechos, con dolor de cuello y con la cabeza y los oídos todavía petados de Metal, música a toda leche y con las vistas puestas en este próximo Leyendas del Rock, que está a la vuelta de la esquina. Este verano, por suerte, está siendo de lo más fructífero en cuanto a conciertos y festivales así que, señores, nos volvemos a leer en unos días, como siempre, dándolo todo y un poco más.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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