domingo, 28 de agosto de 2016

¡Plagado de Leyendas! (Leyendas del Rock 2016, Día 1 (11/Agosto/2016), Villena, Alicante)

El cartel de este año en el Leyendas era, como nos tienen acostumbrados, algo sensacional, con grandes bandas para todos los gustos y estilos en donde las confirmaciones internacionales prácticamente se han comido a las bandas de aquí, y no lo digo en tono peyorativo, que conste. De hecho, en el Viernes tan solo vi de nacional un trozo de la actuación de Leo Jiménez, con calma y la de mis adorados Hamlet partiéndome el espinazo, como siempre. Por otra parte, si de los carteles de las tres últimas ediciones tengo que quedarme con alguno, no sería el de este año. Para mí faltaban algunas bandas que le acabaran de dar ese aspecto irresistible que tenían los carteles de las dos ediciones anteriores. Lo de siempre, para gustos los colores. Esto no fue óbice para disfrutar como un auténtico enano de todas y cada una de las actuaciones que pude ver, tanto con mi chica como con mis colegas (o todos en piña), la gran mayoría soberbias, otras deslucidas por varios factores. Empezamos con la caña rockanrolera de D-A-D, Dragonforce nos devolvió a la a veces cruda y apestosa realidad de cuando el Leyendas la caga (aparte de otros motivos que no tuvieron nada que ver), Stratovarius siguen en la brecha aguantando, Holy Moses nos enseñaron lo que es una buena frontwoman, Steel Panther… carcajadas a mansalva, Anthrax sencillamente que son los putos amos, At the Gates tres cuartos de lo mismo, Leo que por fin parece haber encontrado la horma de su zapato y Hamlet que sea donde sea y cuando sea saben hacérselo para arrasar los muy cabrones. Este fue más o menos el ritmo que llevarían todos los días del Leyendas, parar lo justo, comer en momentos estratégicos, dejar todos los problemas y malos rollos a una parte y dedicarse, única y exclusivamente, a disfrutar, a vivir y a respirar Metal.

Entrada triunfal de nuevo a primera horita, con un sol bien valiente lanzando grados sobre nuestras cabezas. El recinto del polideportivo y la hierba todavía mantenían un aspecto bastante lozano, así da gusto. De carrerilla, y solos mi chica y yo, nos dirigimos directos a las primeras filas, donde había bastante poca gente (parece mentira, para una banda del calibre de D-A-D). Por poco no pudimos pillar la sombra del escenario, pero como contrapartida, encontré allí a algunos de esos colegas a quienes básicamente solo ves en conciertos aunque te gustaría ver mucho más como Paco, Chely y Indio, y a otros amigos de siempre como Xuso. Poco a poco mi atención se centró en el concierto para observar una puesta en escena bastante estrafalaria en cuanto a vestimentas. Contrastando con la elegancia del vocalista y del batería y la sobriedad de Jacob Binzer, Stig Pedersen (bajista y fundador de la banda) se enfundaba en un traje de corsario de lo más vistoso, con el cual no paraba de dar brincos y carreras de aquí para allá, siguiendo la marcha de cada uno de los temazos que se curraron. Tras ellos, un telón rezaba sin miedo ni tapujos el nombre original de la banda: DISNEYLAND AFTER DARK. Fue un concierto animadísimo, lleno de grandes canciones, todas ellas (al menos las que escuché y recuerdo) extraídas de su clásico álbum “No fuel left for the pilgrims” en una gira especial que les lleva a rememorarlo, algo que gustó mucho especialmente a los fans más talluditos. Ondeando como siempre el sonido hardrockero con aires sureños (lo que ellos llaman cowpunk), mantuvieron una actitud divertida y a la vez muy macarra, cantando de vicio su vocalista, en estado continuo de locura su bajista (que además, mostró unos modelos alucinantes de instrumentos) y sorprendiéndome a cada momento Laust Sonne, con esa manera tan clásica de tocar la batería, con mucha potencia además. D-A-D fue perfecto para comenzar el día, cada tema, desde Overmuch (la primera que vimos) a la genial Sleeping my day Away, todas imprimieron tal ritmo que fue imposible parar quieto, y esto solo fue a más conforme avanzaba el concierto, cada nuevo tema, un nuevo subidón. Hasta las partes alargadas estuvieron guapas.

Dragonforce fue, tal vez, el grupo del que más orgulloso me siento de haber visto y vivido a saco en el Rock Fest, y os diré porqué. Si después de más de 10 años sin verles, me vuelvo a reencontrar con ellos en este Leyendas, os aseguro que me hubiesen entrado ganas de quemarlo todo. La primera profunda decepción fue el conocer que su vocalista Marc Hudson, debido a alguna enfermedad, fue hospitalizado ese mismo día, por lo que deprisa y corriendo tuvo que substituirle Alessio Garavello, que ha militado en bandas como Power Quest. Al menos no cancelaron el concierto… y lo cierto es que el principio era prometedor por parte de la banda, no así con el sonido, que fue bastante malo durante casi todo el concierto y pareció desmotivar a gran parte de los músicos. Cayendo Holding On y My spirit will go on pensé: pues oye, no lo hace nada mal el hombre este. ¡¡Desde luego que no!! A la hora de llegar a las notas más salvajes y entonar cada uno de los temas, se puede decir que fue un gran sustituto, y continuamente agradeciendo a la peña su comprensión, de quienes obtuvo todo el cariño a pesar de todo. La gran mierda llegó cuando, a mitad de Heroes of our Time… y al igual que sucedió el día anterior con Fear Factory, el sonido dijo basta y… ¡a tomar por el culo! Desde luego, sea de quien sea la culpa de que esto suceda… uf, debería pagarlo caro, en serio. De hecho, con tanta decepción, estuve a punto de dar media vuelta y largarme, y mira que me molan. Por suerte, tras el accidente continuaron, repitiendo el tema íntegro y siguiendo con Operation ground and pound, un tema que me gusta de verdad, pero no tanto como Symphony of the Night, tan virtuosa, tan neoclásica… deliciosa. Pero la banda se veía algo fría. Herman Li siguió siendo el puto amo del concierto por su velocidad, por sus virguerías (dando rodillazos a la guitarra incluso, o tocando con los dientes) y por su integridad y visible buen humor, a quien acompaña con el mismo frenetismo su compañero Sam Totman. El batería parecía ser el que más metido en su mundo estaba, dando una verdadera paliza a los tambores y poniendo unas caras que representan el esfuerzo que hace, mientras que el teclista emergía de vez en cuando de la sombra con su keytar para juntarse con los músicos “de cuerdas” y acaparar las primeras filas, dejándonos boquiabiertos. Con Cry thunder, gran ocasión de Alessio para demostrar de qué pasta está hecho y para despedirse con la mayor dignidad posible, Through the fire and flames cuya parte instrumental me dejó con los huevos pegados al suelo. Vaya tela como toca esta gente, impresionante. Lástima que fueron demasiados los factores en contra. Alessio hizo un papelón indiscutible, innegable, pero Marc Hudson tiene mucha más química (y mejor voz, las cosas como son) y el parón a la tercera canción nos hizo desconectar más de lo deseable.

Para no saltar de power metal a power metal, decidimos pasarnos, aunque sin el 100% de atención (con unos cubatitas bien buenos y mucho bailoteo fiestero) por el concierto de Korpiklaani, un valor seguro si quieres dar unos cuantos botes y disfrutar con su folk cachondo y muy entretenido. La hora de la gran fiesta la marcaron ellos con sus instrumentos, a parte de guitarras y percusión, podemos ver violín y acordeón, y esos ritmos que saben a caverna, a seres mitológicos y a ritos paganos con todo el humor del mundo. Veíamos un trozo, saltábamos y bailábamos un rato, y nos íbamos a dar un garbeo, para volver a los pocos minutos y disfrutar de unos cuantos temas más. El concierto estuvo plagado de himnos y de alegría, la gente disfrutó a lo grande. Además, he de recordar que en la cuarta edición tuvimos que perdérnoslos por causas de fuerza muy mayor (léase: el diluvio universal) y por fin podían estar dándolo todo en Leyendas. Se les veía muy contentos, especialmente a su bajista Jarkko, un tipo genial, con una sonrisa perenne en la cara, sin mover ni un milímetro su instrumento pero continuamente dando paseos de una parte a la otra del escenario. De los ánimos ya se encargaba bien su vocalista Jonne (quien colaborara también en Finntroll, otros míticos escandinavos), quien no paraba de botar e incitar al desfase festivo junto a sus largas rastas. Sus vestimentas siguen siendo de lo más llamativo, muy acordes con su música y las costumbres del entorno que inspiran sus temas. En esta ocasión no vi formarse congas (claro que también estábamos un poquitín lejos) como es habitual en la mayoría de sus conciertos. Unos toquecitos de alcohol le quedan de muerte a este concierto para enfatizar las ganas de moverse, aunque nada como poder escuchar temazos en vivo y en directo como Wooden Pints, la celebradísima Vodka o Beer Beer. El último trozo, con estos temas, fue especialmente intenso, y si te fijabas en las primeras filas, básicamente todo eran melenas y manos en el aire celebrando aquella entrañable hora que nos transportó a todos a los bosques del norte.

Stratovarius continuaban la jornada, con mucha ilusión por volver a verles y comprobar si continúan por el buen camino. Es de ley reconocer que los últimos discos no han absorbido tanto mi atención como lo hacían en su día, con aquellos maravillosos “Episode” (del que por cierto, tirón de orejas, no sonó un solo tema) o “Visions”. La dudosa suerte que ha tenido la banda durante su carrera ha sido compensaba con la fuerza de voluntad de Kotipelto y Jens Johansson de perpetuar el legado de la banda contra todo obstáculo. “Eternal” es su más reciente plástico, del que extrajeron varios temas como la inicial My eternal dream o más adelante Lost without a trace. A pesar de los coros de la primera y su genial solo en plan neoclásico (ambas partes se escucharon muy bien) me costó entrar en calor, cosa que definitivamente consiguió Eagleheart, que por su melodía, su sencillez y a la vez capacidad de adicción es uno de mis temas favoritos en sus directos, a pesar de que Kotipelto no se siente demasiado cómodo cantándola, como le pasó con otras más exigentes como Against the wind, el tema más antiguo que cayó (y vaya recuerdos más guapos me trae). En cualquier caso, al vocalista no le vi ni peor ni mejor que en las últimas veces, sigue manteniendo exactamente el mismo timbre en temas medios y bajos, pero su registro se va encogiendo poco a poco, claro. Digamos que no lo hizo para nada mal, pero su voz ha vivido tiempos mejores (que por suerte he tenido el placer de ver). En cuanto a setlist, la mayor alegría fue SOS, que de vez en cuando se deja caer en su repertorio pero no es habitual. Los coros sonaron disparados y el tema sonó muy compacto en general. El sonido les acompañaba relativamente, y si de algo disfruté a lo largo del concierto fue del sonido del bajo de Lauri Porra, un verdadero fenómeno del cual no aprecias su trabajo del todo hasta que lo escuchas con tal claridad. Esos dibujos, esa agilidad y esa fiereza al tocar… me encantaron. Las notas en solitario de Jens Johansson (quien llevaba un pajarito de pega en su teclado) ya anticipaban ese tema bandera de los finlandeses, Black Diamond, con toda la carga emocional que conlleva. Timo sacó la papeleta con mucho esfuerzo, y Matias Kupiainen con esa técnica y virtuosismo sigue demostrando porque fue elegido para cubrir a Tolkki tras su ya lejana fuga. Para una banda siempre es duro continuar sin su fundador, pero Stratovarius sigue sacando trabajos de mucho nivel, como el EP del 2013, cuyo tema homónimo Unbreakable ocupa un puesto privilegiado en el setlist, dando paso a la despedida con la (para mí) sobrevalorada Hunting High and Low, aunque es cierto que sigue gustando mucho a los fans por su facilón estribillo, y da pie a Kotipelto para tramar relación con su público.

Es difícil decir que no a unos clásicos eternos como Uriah Heep, portadores del rock desde finales de los años 60 y aun dando guerra de la buena. Sin embargo, pensamos en repartir el tiempo que teníamos por delante, y la verdad es que más complicado todavía era, por mi parte, negar la actuación de los míticos Holy Moses, banda que se me ha escapado hasta ahora y que en unos minutos tendría al alcance de mis oídos. Deprisita para no perdernos nada, acudimos al escenario Mark Reale en la que fue mi única visita del viernes. Si allí tocaron muchas bandas míticas y de culto a lo largo del día, los alemanes se llevaron la palma. En cuanto a actuación no podría asegurarlo ya que solo les vi a ellos, pero de lo que estoy seguro es de que su en la escasa hora que tuvieron para demostrar su poder, hicieron temblar el corazón de los cimientos del leyendas con su endiablado speed-thrash de corte clásico y machacacuellos, agresividad máxima, unos músicos cojonudos (los solos de guitarra, las baterías aplastantes, y el ametrallador bajo… tremendos, os lo aseguro) y una frontwoman, mejor dicho, LA FRONTWOMAN. Y es que últimamente hay mucha tendencia a poner a féminas al frente de bastantes bandas, pero como Sabina Classen, con esa voz tan guerrera y su actitud implacable, he visto muy pocas en mi vida por no decir ninguna. El concierto desde el principio con Finished with the dogs o Hellhound fue algo aplastante, digno de ver y de escuchar, y si había que dejarse el cuello en algún concierto del día de hoy, era este. En un momento dado me encontré con mi colega Juanmi y Clau, y comentamos lo bestiajes que son estos tipos. Desde luego, por estatus deberían haber tocado en alguno de los escenarios principales. Los guitarristas y el bajista andaban locos, con headbanging cantidad de bestia y la batería parecía que iba a fundirse de un momento a otro. Se respiraban vientos de guerra, y gran parte del público estaba inmerso en un remolino gigantesco que no paraba de absorber a más y más gente, mientras la banda continuaba sacudiendo fuerte, con toda su potencia, y con aliados en forma de temas como World Chaos o Panic. Importaba una mierda que los temas fuesen de discos de hace 30 años o de hace 2 (del 2014 data su último disco “Redefined Mayhem”), porque todos ellos contenían una buena dosis de rabia, sonando igualmente tralleros hasta límites de locura con una batería increíble. Intentar seguir el ritmo de esta con el cuello era garantía de lesión irreversible. Después de haber vivido con tal intensidad el setlist de aquella noche, aun me da más rabia no haberles visto antes. El doble bombo a saco de Current of Death era un telón perfecto para la agresividad vocal de Sabina, que no se cansaba de gritar como un animal, incluso a modo de último regalo, Too drunk to fuck, un cover de los Dead Kennedys cojonudo. ¡Cuello echando humo, señores! Menuda descarga de ira.

Mis gustos dentro del Metal y el Rock como tal tienen pocas fronteras (otra cosa ya son estilos que no tienen nada que ver con ambos, como el metalcore). Por eso, igual que vengo de disfrutar de una burrada de concierto de thrash metal como dieron los Holy Moses, me dirigía a pasar un gran rato con los cachondos de Steel Panther, aunque nunca sospeché que me iba a reír tanto con ellos (CON ellos) la verdad.

Porque ojala pudiera pensar que Steel Panther provienen de los 80, con ese hard rock tan marcadamente glam de la época, pelos cardados y ostentosidad. Sin embargo, y aunque provienen de los mismísimos Los Angeles, Steel Panther es una banda que parcialmente parodia aquel estilo en cuanto a estética y actitud, aunque su música es 100% del rollo, Hard Rock ochentero americano con alguna escapada hacia el Heavy metal. A diferencia de mierdas como Gigatron y esa clase de bandas, los americanos se tocan de putísima madre, y se toman muy en serio perpetuar ese rollo tan ochentero, aunque ni siquiera sus melenas sean de verdad. Si los 80 ya murieron, siempre es de agradecer que una banda relativamente joven continúe ofreciendo ese estilo tan añorado. No obstante, en unos pocos años han alcanzado tal fama que les ha llevado a tocar, por ejemplo, con Scorpions en una de sus más recientes giras. Más que un concierto al uso, lo de Steel Panther fue un show con todos los elementos que ello conlleva. No solo hubo temazos, también cantidad de diversión, mucho humor, y también muchas tías. Un soplo de aire fresco sin duda. La parte negativa es que viéndolo como concierto tuvo demasiados parones que pudieron cortarle el rollo a más de uno, por eso digo que si alguien que se los perdió tiene la ocasión de verles, que se tomen su actuación como un espectáculo de variedades más que como un concierto típico. La presentación de los primeros temas fue una auténtica bomba, el escenario completamente iluminado, mucha actitud glam (aunque fuese medio de coña jeje) y una energía desbordante para Eyes of a Panther, Tomorrow Night… esos coros, esos solos, esos contorneos… que maravilla poder vivir esto. Michael Starr estaba en plena forma y se lució desde el minuto 1, también vocalmente estuvo brillante, gritando cuando le venía en gana y un 10 como frontman. Rápido cayó Fat girl (Thar she blows), uno de mis temas favoritos. El uoo uoo del público sonaba alto y claro, se respiraba alegría, entusiasmo, diversión, y la banda parecía compartirlo en su totalidad. Satchel (guitarrista) está hecho un auténtico crack. No necesita otro guitarrista porque lo borda, y encandila al público con sus poses y sobre todo con sus solos y riffs, se come el escenario y vuelve a la carga una y otra vez. Letras festivas y desternillantes a saco, 100% estilo americano, como Party Like Tomorrow Is the End of the World o Asian Hooker (que habla de una prostituta asiática). A partir de aquí empezó a bajar la consistencia en el ritmo del concierto. Entre presentación de la banda, chistes continuos (mientras Lexxi Foxx se echaba litros de laca en su larga mel… digo, peluca) varios solos, los temas se distanciaban entre ellos más y más. Starr cada vez tenía a la peña más cerca de la palma de su mano. Se lucía cantando Turn out the lights, Ten strikes you’re out (divertidísimos topicazos del hard rock americano) y no paraba de pisotear el escenario sin cesar. El protagonismo femenino no tardó en aparecer, y no solo por los temas que continuaban el show (Girl from Oklahoma y 17 girls in a row). Justo antes de estas últimas, invitó a subir a una muchacha (que estaba de toma pan y moja) a la que siguieron otras tantas 16 para, después de soltarles todas las barbaridades posibles, Michael Starr les invitó a quedarse y participar el resto del concierto, en estos temas y otros tan cachondos como Gloryhole y el desmadre que armó Party All Day (Fuck All Night), con todo el mundo coreando y gritando a pleno pulmón. ¡Momentazo! No sé si las chicas entenderían bien las cosas que  Michael les “dedicaba” o los temas que cantaba para ellas, pero casi más les valía que no jejeje. Después de casi dos horas de descojone y disfrute constante, su mayor himno Death to all but Metal acabo con toda la peña saltando a piñón, entre las primeras filas muchos empujones y un ambientazo que vi en muy pocos conciertos de esta edición. Para mí, sin duda, uno de los grandes triunfadores del festival.

Reencontrado con mis colegas Rafa, Kurro, Xuso mi primo David y Cambala, estábamos frente a frente para presenciar una actuación tan esperada como imprescindible en todo festival que se precie. Unas leyendas con un nombre tan grande que apenas debería de caber en el cartel. A pesar de que tenía muy reciente su actuación del Rock Fest, mis ganas tras aquel conciertazo no habían hecho sino aumentar para volver a verles, no sé si mejor, pero desde luego con más tiempo, más temas y sobre todo la calidad musical que destilan a raudales siempre. Porque Anthrax han de ser siempre valorados como lo que son, auténticos monstruos del Metal, hoy y siempre, y probablemente la banda de los BIG FOUR que mejor ha envejecido. Nos situamos en una posición bastante buena por cercanía, pero algo incómoda para el sonido. Todos los colegas estábamos bastante ávidos de thrash del bueno, cuando You Gotta Believe dio el pistoletazo de salida. En esta ocasión, por fin vi un auténtico desmadre en Caught in a mosh, algo que eché de menos en otros conciertos de los americanos, y es que es un tema veloz y desafiante que incita a todo menos a la paz y tranquilidad. Lo mejor de todo es que siguen sonando 100% a Anthrax, sin que el paso de los años parezca haber hecho mella en su esencia. La reunión de los miembros originales fue (parece) definitiva, y lo puedo decir a viva voz, POR FIN pude volver a ver después de tanto tiempo a Charlie Benante tras los timbales, algo que le añadió más chicha al bolo, y es que verle tocar Madhouse o Got the Time es un inmenso placer, ya que siempre ha sido uno de los miembros más habilidosos y también más queridos de la banda. Ya veis que el setlist es muy similar a las últimas veces, algo lógico, pero roza la perfección de tal forma que muy pocos temas se pueden añadir o quitar. Añadieron temas recientes con mesura como Evil Twin o Fight ‘em till you can’t, pero es que además son temas tan cañeros y respondones que pueden volverte tan loco como los clásicos de toda la vida. Los miembros de la banda, como siempre que les he visto, estaban completamente colgados, melenas a saco, corriendo e incluso chocándose entre ellos, y por supuesto Scott Ian dando el callo como es habitual en el, regocijándose con el tema versionado de su otra banda (S.O.D.) March of the SOD (con el que mi colega Xuso flipó a tope jejeje). Y es que no es para menos. Esa actitud, esas ganas de conectar con el público como Belladona, que es un vocalista y frontman extraordinario, demuestra a cada segundo… Esa es la esencia que convierte a una banda en triunfadora. Puños levantados y gritos enloquecidos para Antisocial, otro himnazo de la banda (que en realidad es un cover) infalible, imprescindible, más algún otro tema nuevo como Breathing Lighting y por último, quizá la mayor sorpresa a nivel de repertorio. ¡¡I’m the man fue un auténtico puntazo!! Y Scott Ian fue a saco con ella, ya lo creo, sin parar de mover la cabeza y con su típica mirada penetrante. Celebración final de una grandísima actuación, desde luego, con Indians en la cual la banda se despidió entre gritos y ovaciones y peña, nunca mejor dicho, haciendo el indio.

No hay piedad ni respeto para el cuerpo ni tregua contra el cansancio. Sin tiempo casi ni de asimilar la lluvia de thrash que acababa de caer, nos dirigíamos de Guatemala a guatepeor en cuanto a caña burra, a ver a otros maestros que apenas se han dejado ver por aquí en sus casi treinta años de carrera. Eso sí, también hay que decir que ha sido una banda con muchos parones y una carrera muy seccionada. Para ver a At the Gates hasta ahora, tuve que recurrir a distintos festivales europeos como Wacken o Metalcamp, pero por fin tenía la ocasión de verles a 20 minutos de casa. Todos los colegas movimos el culo hasta el escenario contiguo para empezar de nuevo otra sesión de desmadre, headbanging y castigo corporal. Estuvimos casi todo el concierto bastante delante, ya que sorprendentemente no había casi nadie (joder, que falta de respeto…) y se podían encontrar muchos huecos. El torbellino de Gotemburgo empezó a hacer estragos con algún tema de su último disco (Death and the Labyrinth) para patear culos seriamente con Slaughter of the Soul, nada menos, temazo brutal y arrollador, en donde se pudo confirmar la excelente salud de la banda, las carreras sin fin de Tomas Lindberg, y sobre todo, la apisonadora humana, Adrian Erlandsson. La madre que lo parió… este tío quería asesinarnos a base de machacar los palos, un batería formidable, excepcional, con una técnica bárbara. La cosa estaba al rojo vivo, el descanso entre tema y tema prácticamente no existía, si sonaban varios temas de su “At war with reality”, alternaban con otros de su legendario “Slaughter of the soul” como Cold, Nausea o Under a Serpent Sun, canela fina para nuestros torturados oídos. La peña tampoco paraba de repartir cera, pero el ritmo en este sentido había bajado unos puntos respecto al día, probablemente porque ya era algo tarde. At the Gates no se amedrentaron por la hora y siguieron disparando temazos ya clásicos de su disco del 1995. Básicamente el setlist se repartió a partes iguales entre este y su último trabajo, de esta forma pudimos escuchar ambos discos casi enteros. Breakdowns machacones entremezclados con ritmos frenéticos, de los que te hacen reventar más todavía el maltrecho cuello. La iluminación fue bastante sobria y la oscuridad fue parte del concierto, aunque había un foco encarado al público que me estuvo jodiendo durante un buen rato. Aun así, como no paré quieto, no fue un gran problema. Las piernas y la espalda pedía clemencia, y aun quedaba lo mejor de todo, ese finalazo con Blinded by Fear (ya reconocida por la introducción) y The night eternal, curioso y sorprendente para terminar pero sin duda efectivo tema.

Tras At The Gates nos desbandamos un poco. Mi chica y yo nos fuimos a descansar un rato durante la actuación de Leo Jiménez, algunos se retiraron definitivamente y con otros quedamos para el bolo de Hamlet, el último que veríamos aquella noche, pero de obligada asistencia como fan de toda la vida de la banda madrileña, a pesar de que el cansancio a aquellas horas me impedía casi estar de pie. Antes que canta un gallo volvimos a estar casi todos juntos, y todavía, entre el descanso en las mesas y la sentada entre colegas, aun vimos un buen trozo del bolo de Leo Jiménez, aunque sin prestarle toda la atención, más que nada por lo lejos que estábamos. No es que tenga demasiado escuchados sus dos discos en solitario (con la banda con la que rula ahora), pero sí reconocí más de un tema, como el single de “Animal Solitario” Desde niño, Hambre (con un pequeño discurso sobre la situación del mundo) y Tu destino. Algún día debería ponerme a escuchar más a fondo estos discos, hubo temas que sonaron muy bien y me gustaron por su potencia, y por supuesto la voz de Leo sigue siendo algo intocable para el resto de los mortales. Como colofón nos ofreció la gran Resurrección de Saratoga (un tema que sé que personalmente le encanta), además de anteriormente varias de su anterior banda 037, y una de las mejores versiones que se han hecho en este país, Hijo de la Luna, acompañado perfectamente en todo momento por la gran banda que lleva detrás.

Momento Hamlet es momento de darlo todo, siempre, sea donde sea y la hora que sea, y eso que al final entre unas cosas y otras apenas habíamos descansado. ¿Y qué hostias importa? Yo no me pensaba perder el concierto de ninguna manera. Pensaba que el agotamiento me haría contenerme un poco, pero en cuanto sonaron las primeras notas de Limítate, ya estaba por los putos aires. Y al igual que yo, todos mis colegas y toda la gente que había allí esperándoles. Tampoco es que intentara vivir el concierto con un ritmo más sosegado. El setlist fue a la yugular desde el principio, con Vivo en él, y más tarde una dosis de “Ira”, corta pero intensa, con Imperfección y Mi religión, que fueron cantadas con una rabia inusitada por parte de Molly. El vocalista se veía motivado, a pesar de las horas y la relativa poca gente que había viéndoles. Es la primera vez (por fin, joder) que actúan en el Leyendas en 11 ediciones, vinieron a dejar el listón bien algo y lo consiguieron. Tárraga saltando más alto que nunca y castigando su instrumento, el bueno de Ken HC motivado a tope y cómo no, Paco aplastando como siempre su batería con cada golpe y cantando la percusión de los temas desde atrás. Antes y después consiguió de nuevo alborotar a la peña, que llevaba una marcha sorprendente, saltando sin parar sobre todo en los temas conocidos. Deja Vu supuso algo de bajón en estos momentos, creo que “Amnesia” es un disco impresionante que tiene temas mejores, aunque todo depende de gustos, por supuesto. Con los 70 minutos que tenían para tocar, recortaron ligeramente los setlist de sala, especialmente en temas de “La Ira”, pero no podían dejar fuera la acojonante Egoísmo, que ha sido santo y seña de la banda desde sus inicios, y además sonó de puta madre, con una contundencia muy adecuada (para romperse el espinazo, vamos) y con Muérdesela consiguieron un gran wall of death, motivado por el propio Molly, que como digo hizo todo lo posible para que la peña no ni se acordara del cansancio acumulado. Doy fe de que lo consiguió. Lo de Denuncio a Dios, a parte de la mala leche con que se tocó, fue un espectáculo cuando después de la “sentada general” hubo un ataque de saltos por parte de toda la peña, ¡¡puro desmadre!!. Seguían con el protocolo de dar 0 tregua a la caña con Tu Medicina (que no abandonan nunca en directo y con razón) y Un mundo en pausa, con Molly y Tárraga cantidad de locos por el escenario. Hay que decir que el vocalista pasó un buen rato a hombros del propio público, donde cantó temas enteros a pesar del desequilibrio y los empujones. ¡Eso sí que es dejarse los huevos en un concierto! Irracional, obviamente, lo petó, con esa tralla, corta pero intensa, un gran grito para terminar y dando paso a la mítica J.F. en donde los gritos fueron aun más desfasados, se acortaron las pausas habituales y se concentró la energía y mala baba que desprende el tema. Hamlet ya lo han demostrado en más de una ocasión: por muchos factores adversos que tengan, siempre son capaces de dar el máximo de sí mismos y triunfar por encima de todo. ¡Siempre grandes!

Ahora sí, nivel de satisfacción al máximo, el mismo que el de dolor de cuello, dos cosas que deben ir de la mano en un festival. Renqueando por las agujetas y los pies cargados, nos acercamos a la tienda, y aunque todavía quedaba un pequeño viaje de vuelta a casa, no tardamos demasiado en llegar. El tema es que, como novedad, me informaron de que empezaban a formarse asquerosas raves en el camping. En serio, si fuera por mi les pincharía fuego a todas, ya los que las montan también. No tengo nada en contra de las drogas, cada uno puede hacer lo que le salga de los huevos porque es su vida, pero a molestar con música de mierda que se vayan a su puta casa y que no nos jodan a los que queremos descansar. Me dan ganas de asesinar en cada festival que escucho ese vomitivo ruido cerca de las tiendas, que no tiene absolutamente nada que ver con nuestro rollo y solo es para gente que va hasta el culo de drogas. Repito, que monten las raves, pero en sus putas casas. Y bueno, resumiendo, ante la posibilidad de tener que ponerme de mala sangre por esa basura, no arriesgamos y nos fuimos a casa, donde la tranquilidad y la comodidad estaban garantizadas. El primer día de Leyendas completo había sido un éxito absoluto, aprovechado al máximo posible, y no era plan de ensuciar la sensación por culpa de unos cuantos imbéciles. Y sin duda, esperaban dos días más al borde del colapso.

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