sábado, 30 de diciembre de 2017

Gamberrock (Backyard Babies + Jolly Joker + Capitan Booster (Viernes 15/12/2017, Sala Repvblicca, Mislata, Valencia)

Nos despedimos mi blog y yo de este año 2017, que empezó bastante flojo en cuanto a conciertos, costó bastante arrancar la movida, pero que ha terminado siendo de los más fructíferos y moviditos que recuerdo en este aspecto. Y no podía terminar de mejor forma, cumpliendo aquello de “una promesa es una promesa”.  Para el último bolo de este año (a falta de alguna sorpresa inesperada pero improbable) contamos con un gran cartel, que se tradujo en una gran fiesta de Rock’n’Roll en el sentido más estricto de la expresión, en una sala que últimamente me ha dado grandes alegrías como la Repvblicca de Mislata. Lo de la promesa viene a cuento si nos remontamos a aquel Leyendas del Rock del 2015, una de las ediciones en las que más he disfrutado. En ella, había un grupo marcado a fuego en mi running order: Backyard Babies. Esperaba un concierto muy rockero y divertido, pero lejos de quedarse ahí, terminó resultando en uno de los mejores que vi en todo el año, y me marcó cantidad, tanto que prometí que cuando volvieran de gira por España en fecha y lugar accesible, no me lo pensaba perder por nada del mundo. A principios de año fiché una de sus paradas en nuestro país, y esperaba con ansias que llegara esa noche. El detonante para no perderme aquel concierto llegó cuando al suculento plato principal se añadió una guarnición de auténtico lujo, unos Jolly Joker a los que me moría por ver (por primera vez) espectaculares puro Hard Rock americano desde Valencia, y unos sorprendentes Capitan Booster, una banda que también jugaba en casa. A pesar de mi ruinosa economía en números rojos, cogí el coche rumbo a Mislata cegado como un burro, dispuesto a disfrutar hasta caer de rodillas.

Salí solo, y llegué con el tiempo pegado al culo, demostrando una vez más lo criminales que pueden llegar a ser los GPS, con apenas tiempo para engullir como un pato el bocata que me había preparado minutos antes de largarme de casa. El vendedor ambulante de birras que pasaba cerca del coche me vino de perlas para ayudarme con unos tragos y de paso ponerme a tono y calentarme un poco, que hacía un frío de cojones. Una vez dentro de la sala, del patio al interior, el calor empezaba a ser reconfortante, y más todavía lo fue cuando me encontré, según lo hablado antes, con Popi (por cierto, ¡¡muchas gracias por la birra!!) y sus colegas. Ahora sí, cervecita en mano, gente de puta madre y Capitan Booster a punto de empezar. Pillamos un buen lugar, con buena vista, en una sala cuya entrada todavía estaba en pañales.

El concierto comenzó extrañamente con el telón de fondo de los Backyard Babies ya colgado, algo que no me gustó demasiado, así como un sonido bastante irregular, más de lo mismo. Sin embargo, cuando mi colega me comentó que el grupo fue formado por los dos guitarristas originales de Uzzhuaïa, el show comenzó a atraer mi interés, también por el primer tema en sonar Tacones y Carmín, que me transmitió muy buen rollo. Bien mirado, aunque distinto, sí se aprecia en el estilo de estos chicos de donde viene parte de su formación: guitarras en primera línea, mucho riff asalvajado y actitud bastante alocada y chulesca. He de decir que no les conocía absolutamente de nada, pero las letras poco a poco me fueron enganchando, a pesar de que muchas veces se entendían a medias. Me gustó que no fueran las típicas letras de tantas y tantas bandas españolas, o al menos, que las historias no fueran contadas de la misma manera. También contaban con gran protagonismo de coros, que como el resto de instrumentos, se podrían haber escuchado mucho mejor, pero denotaban mucho trabajo detrás. Fijándome en el vocalista, era difícil mantener los pies quietos. El tío es puro nervio encima del escenario, y aunque sin tener una voz realmente espectacular, sí que posee un gran carisma, aunque quizá algo más de comunicación con el público y una estética más cuidada le ayudarían más todavía. De hecho, fue el bajista quien se dirigió en contadas ocasiones al público, a parte de estar muy compenetrado en todo momento con Israel y Alex, más conocidos por ser artífices de aquella pedazo de banda llamada Uzzhuaïa, y que sin duda fueron la piedra angular del concierto, especialmente este último, que no pudo parar ni un puto momento de moverse, de arquear la espalda y darle caña al cuello, llevaba la música en las venas y es lo que supo transmitir durante cada minuto. La más conocida 6 puñaladas fue una de las grandes triunfadoras, junto con otros temas tan fogosos y macarras como San Francisco y Mátame. Muy distinto el estilo vocal de Rafa, rasgado y en ocasiones forzando por encima de lo normal. Tan particular que en alguna estrofa incluso llegó a recordarme a algunas bandas Indy como Los Piratas, pero con mucha más garra y actitud, claro está. Alex e Israel se reunían de tanto en tanto, mano a mano, para aumentar todavía más el nivel de espectáculo, y fue pasada la mitad del show cuando lograron arrancar numerosos bailoteos y gritos de la peña, pero para mí el gran momentazo llegó con la descarada Galway city tales, un auténtico temazo, divertida, rabiosa, enérgica y abrazando totalmente el punk rock, que llevó a Rafa por registros que parecían imposibles para su voz, acompañada siempre por los coros de Rafa Bonet, Israel y Álex, mientras estos dos se desgañitaban de placer en el solo. No pude dejar de moverme ni cuando se terminó, se me quedó totalmente grabada en la cabeza, su gran melodía, su arranque y su rollo tan guapo. Fueron ganando puntos exponencialmente a medida que sonaban sus temas, que en un primer momento no hubiese dicho que me iban a enganchar tanto, como otra de mis favoritas, Hierve la sangre, con una melodía cojonuda. Sin duda pienso que esta gente tiene un futuro a largo plazo si se sabe apreciar el buen Rock’n’roll vacilón, con buenas letras y grandes guitarras. Su versión de Turbonegro (bastante apropiada, tanto para su estilo como para la tónica general de la noche), nos dejó un gran sabor de boca a los pocos que duramos hasta el final de su actuación.

La noche ya había subido algunos grados para compensar el frío de la calle, y unos cuantos más que quedaban por subir. Y es que las ganas que tenía de poder ver, por fin, a Jolly Joker en directo eran casi comparables a las que tenía de ver a los suecos Backyard Babies. Es injusto que haya tenido que pasar tanto tiempo cuando en disco les he escuchado bastante, pero nunca se ha dado la coincidencia de poder asistir a uno de sus muchos conciertos (especialmente por Valencia). La espera llegaba a su fin. Un directo, en resumen, cojonudo, marcado especialmente por la calidad de sus músicos, las barbaridades guitarreras de Yannick, la jodida espectacularidad de Alex Rayder (sin duda, el músico más espectacular de toda la noche) y el desparpajo de Lazy Lane al micro, sin duda un equipo de lujo, una maquinaria perfectamente engrasada que hicieron arder el escenario a base de Hard Rock de pura cepa, del más cabrón y canalla. El sonido tampoco les acompañó al 100%, pero mejoró al del concierto anterior. En ocasiones todo se escuchaba en su sitio, incluso el bajo de Luke destacaba por su consistencia, pero en otras todo se volvía un poco inestable. Cuando llegó Hey you, ya se habían ganado al público a base de temazos, saltos, unos solos bestiales y muchos no dábamos crédito a la forma de tocar del mencionado Alex, un batería que dará muchísimo que hablar, porque tiene la pegada, tiene la imagen y tiene la puta actitud para dejar de piedra a todo el mundo. Tenía ganas especialmente de ver como sonaban los temas de su segundo álbum, con el que creo que perfeccionaron más todavía su sonido, añadiendo melodías con más gancho, como la de Perfect Life, que me encantó, mientras Lazy no dejaba de comerse el escenario a bocados, pateando cada centímetro de suelo, haciendo volar al micro y cantando de puta madre con ese timbre entre Vince Neil y Phil Lewis. El guitarrista Yannick continuaba flipándose con su instrumento, y es que con esa forma de tocar puede hacer lo que le salga de los cojones, dominando al 100% las cuerdas y con una actitud de mucho peso en temas que, sencillamente, son un tiro entre las dos cejas como la incendiaria Fuck it all (pfff, “panzá” de castigar el cuello) que cierra su primer redondo, o la más comercial pero también cañera Full of beans, una de las más bailadas y “desmelenadas” de toda la noche. ¡¡La cosa estaba que ardía!! Estos personajes estaban armando una escandalera de miedo, la Repvblicca se iba a caer hasta los cimientos como continuaran así. Su nuevo batería le ponía tanto ímpetu que por momentos incluso se levantaba de los tambores, o hacía malabares con los palos a cada golpe, o directamente parecía querer cargarse la caja a hostias. Repito, impresionante. Pedazo de gamberrada fue Sucker, con toda la peña cantando en el estribillo, mientras guitarrista y cantante se regodeaban en la chulería que emana de este tema. Este último estuvo tremendamente simpático con el público, sin parar de animar y pedir que lo diéramos todo, por si su música no fuera de por sí una exigencia de dejarse la piel. Ni siquiera se quitó las gafas de sol en todo el concierto, en un alarde de chulería barata. Brutales.

El tiempo se me estaba pasando volando, entre temazo y temazo, las ganas que tenía de verles y poder compartir el concierto con buena peña, que es algo que siempre se agradece. Tenía que resarcirme del pecado de no haberles visto nunca a base de headbanging a saco mientras sonaba Rockin in Stereo, de mis favoritas del segundo trabajo. Hablando de esto, por cierto, ya va tocando un tercero, del cual nos adelantaron incluso un temilla en los primeros compases. Habrá que seguirles la pista. Impresionante el ritmo general del concierto, que lejos de desinflarse, parecía cobrar nueva fuerza con cada tema, y es que la peña también estaba súper entregada. El final fue puro desmadre con Russian Roulette (aunque todavía quedaba algún otro temilla, si mal no recuerdo) con un Yannick saliéndose de madre, contoneándose y metiéndose unos solos del cagarse, pajeando su guitarra a saco, e incluso se dio un paseito por la pasarela para dejarnos más alucinados si cabe. Y es que menudo jefe, cómo toca y la seguridad que muestra sobre el escenario… un monstruo.

Cuando me quise dar cuenta, ya casi se estaban despidiendo, y a pesar de las peticiones del público, su tiempo no dio para más, en verdad es que se me hizo cortísimo, se me pasaron los minutos como segundos, y es que el rollo que hace esta gente es, hoy por hoy, lo que más me llena, y al mismo tiempo es complicado ver en estas tierras bandas de este estilo y menos con una calidad tan puntera. Recomendables al 100%, te mole más o te mole menos esta movida, pero hay que verles en directo a toda costa.

No daba tiempo a mucho más, porque tenía claro que quería pillar un sitio guapo para el concierto de los grandes protagonistas de la noche. Pero antes, salimos a tomar el fresco, a respirar un poco de aire y a echar unos cigarritos, mientras escuchábamos historias de lo más descabelladas y tronchantes. La única putada de pasar los ratos entre conciertos con buena gente es que casi no te enteras del paso del tiempo, y ya mirando el reloj, corrimos a plantarnos donde pudiéramos ver el concierto bien pero sin agobios. Y es que no me gusta demasiado el formato de la sala Repvblicca, demasiado concentrado, y dependiendo de donde se ponga uno, sonido regulero y visibilidad pobre. Por suerte, no fue el caso. La sala no llegó a estar a reventar, y dudo mucho que esto se debiera a la calidad de los grupos, sino al precio de la entrada. 28 € es una sobrada monumental, en serio, al final voy a tener que pedir en la puerta de la iglesia para poder entrar. Solo esperaba que el concierto realmente valiera lo que pagué por el, aunque hay que decir que hasta ahora se había amortizado cada céntimo. Y no exagero si os digo que, solamente con el primer tema, ya se amortizó el resto. Luces, telón de fondo, y cuatro macarras greñudos ocupando, por fin, el escenario, y Th1rte3n or nothing literalmente arrasando, con una fuerza inmensa, y un sonido, ahora sí, para quitarse el sombrero. Con este puto tema no pude hacer otra cosa que volverme loco a saltar y a descoyuntarme, con esos aires tan sobrados y llenos de chulería que destila el riff. Mucha gente critica que el último disco de estos suecos (que ya tiene casi tres añitos) no es todo lo bueno que debería ser, que le falta garra y mala hostia. Puede que tengan razón en parte, pero a mí me parece un buen disco, y temas como este son incontestables, 100% directo, explosivos y machacacuellos. Pero bueno, si alguien quedó descontento, estoy seguro de que sí o sí Dysfunctional professional le callaría la boca, con otra erupción de melodía gamberra a la cara, directa como una navaja. Si en el primer tema me descontrolé, este me hizo meterme un poco más adelante y empezar a notar los empujones de la peña. La verdad es que las sensaciones  y las expectativas no podrían ser mejores con este comienzo. Una movida distinta a la que suelo acudir, punk rock en la onda sueca de los últimos años, herederos directos del sonido de bandas como Turbonegro o Social Distortion. Y lo llevan en la sangre, se nota a la legua en temas como Tha clash, mezcla de melodías vocales cojonudas y ese toque amenazante en ciertas partes.

No es muy complicado venarse a tope y dejarse llevar con esta gentuza. A pesar de que les vi un pelín más parados que en aquel brutal concierto del Leyendas 2015, dieron el callo con mucha actitud, pisando muy fuerte y siendo tan irreverentes y salvajes como en disco. Sobre todo noté el “bajón” en Nicke Borg, mucho más comedido, porque en lo que respecta a Dregen… sigue siendo un animal de acequia, un auténtico despojo humano que se mueve por el escenario por puro instinto, casi arrastrado por la pasión con la que maneja su guitarra, saltando, corriendo, gesticulando sin parar, luciendo su esquelético y estropeado aspecto sin pudor. Cuando las llamas estaban bien encendidas, Nicke cambió de guitarra, y nos ofrecieron la tranquila y casi acústica en su totalidad Bloody tears, que entre el relajado tempo y su popera melodía bajaron un poquito la intensidad del show, pero no les costó demasiado volver a venirse arriba con Brand new Hate, en la que pusieron a absolutamente toda la sala a cantar y a botar desde el lema inicial. La banda se entregaba, pero mucha gente comenzó a perder el ritmo. Heaven 2.9 tampoco pareció ser bien entendida, a mí es un tema que me encanta y me evade. Puede que no sea de las más cañeras, pero tiene un feeling muy especial, y Painkiller otro tanto de lo mismo, buena melodía pero quizá un poco más lenta de lo que la peña esperaba. Eso sí, el solo fue para mearse encima. Con toda la locura que Dregen transmite de por sí, en momentos tan intensos es para mirarle a él y a nadie más, porque te acaba contagiando.

Lo mejor es que para mí eran todo temas conocidos, por lo que continuaba disfrutando sin parar, casi al frenético ritmo que Peder Carlsson aporreaba su batería. Es un tipo que dio muchísimo espectáculo sobre el escenario y mucho que hablar, y es que su forma de tocar es puro sentimiento, parece que se meta tras los tambores y se olvide del mundo, solamente hace falta mirar su cara de felicidad constante (probablemente, también influenciada por otros factores jeje). Tras un fragmento de concierto menos movido, llegó de nuevo la macarrería, ese sabor punkarra (con influencias americanas, sin duda) y el descaro absoluto sobre el escenario con el sr. Borg ahora sí plantando cara y maltratando su guitarra en I’m on my way to save your Rock’n’Roll. Sus potentes baterías pusieron de nuevo nuestros cuellos a arder, y esto ya sería un no parar, porque sobre todo Bombed (Out of my mind) y la esperadísima Nomadic fueron incendiarias, especialmente esta última, que casi me cogió por sorpresa y me metí por delante a hacer el gamba con un completo desconocido mientras cantábamos a saco (y lo bien que lo pasamos jeje). Acojonante, una de mis favoritas de toda su carrera, con la que llegó el final del concierto… ¡antes de los bises!. Fue uno de los momentos más conflictivos, ya que les costó demasiado recuperar el ritmo. Otro trozo acústico comenzado por la acústica de Nicke Borg tras su vuelta (un bonito corte llamado Abandon, de su penúltimo disco, que luego se aceleró bastante) ocasionó algún que otro cabreo, pese a que a la banda no le faltaba precisamente empuje y determinación, y lo que hacían, lo hacían con el corazón. Incluso se pudo ver a algún gilipollas tirando vasos al escenario. En fin… pronto volverían a callar la boca a esta minoría con temazos de la talla de Minus Celsius, posiblemente la más querida y esperada de todo el concierto. Aquí las luces brillaron más que nunca, Dregen se tiró al suelo a mitad de tema para seguir tocándola así, “to desparramao” e incluso el bajista Johan Blomqvist, que estuvo casi en todo momento en un segundo plano, se fue de farra por todo el escenario. Solamente con escuchar los primeros segundos del riff, todo eran manos arriba, flashes y saltos, es como si la banda lanzase un último grito en plan “¡aquí seguimos, cabrones!”. A todo esto, comentar que la banda (sobre todo Nicke), estuvo muy hablador y simpático, comentando entre otras cosas que estaban encantados de estar allí y que hacía 15 años que no pisaban Valencia y que sin duda volverían. Esperemos que sea verdad, porque gracias a ellos no imagino mejor forma de terminar la temporada de conciertos que con este rock tan gamberro que es pura adrenalina en sus mejores compases.

Me despedí de los colegas y… otra vez el puto GPS me volvió a jugar una mala pasada para salir, pero por lo demás, fue una vuelta llena de temas en la cabeza, tanto de Capitan Booster, como de Jolly Joker y de Backyard Babies, grandes momentos vividos aquella noche entre cerveza, buena gente y hard rock / punk de calidad suprema.

Y por lo demás… que tengáis un feliz año nuevo 2018 y toda esa mierda, a disfrutar, a hacer el gamba todo lo posible hasta caer y a castigaros los tímpanos con buen Rock y Heavy Metal a toda hostia. Nos volvemos a leer al año que viene.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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