jueves, 12 de julio de 2018

Paraiso de Metal (Rock Fest Bcn 2018, Viernes 06/07/18, Santa Coloma)

Vamos a saco ya con la crónica del segundo día de este Rock Fest de incalculable grandeza. Y precisamente este pasado viernes era el día que más me gustaba de todos. Es más, cuando vi la distribución por días en su momento, pensé: joder, es como si hubiesen compuesto el running order justo a mi medida. Un cartel brutal, lleno, además, de grupazos que es bastante difícil ver por aquí, como Axel Rudi Pell, Vixen o el mismísimo Ross the Boss, que son absolutas debilidades para mí. No podía estar más emocionado, y estaba deseando que nos pirásemos ya del hotel para que empezara la gran fiesta del Metal. La parte de descanso fue muy corta, debido a la hora que nos acostamos y al calor, pero por suerte teníamos aire acondicionado en el hotel. De todas formas, aunque nos despertamos algo tocados por la gran paliza del día anterior, nada comparado con dormir en una tienda bajo pleno sol. Así da gusto. Al mirar por la ventana, vi que el cielo estaba plagado de nubes, por lo que toqué madera deseando que se mantuviera así todo el día, reduciendo el riesgo de insolación y agotamiento, ya que la primera jornada fue mortal en este sentido. La idea inicial era entrar para Tygers of Pan Tang, que vi hace bastantes años en el Leyendas y me dejaron clavao al suelo. Sin embargo, la hora a la que empezaban era muy cruel, y una vez llegamos al recinto, nos fuimos directos a la zona de hierba y sombra, en donde pudimos relajarnos y comentar las “órdenes del día”. Es una maravilla poder disfrutar de la sombra y la brisa que corre en esa zona, fue nuestro paraíso particular durante los escasos momentos de descanso que tuvimos en todo el día.

Sobre las 15:00 de la tarde, con un clima bastante bochornoso y alguna agradecida nube, nos pusimos en marcha, pero no sin antes encontrarnos con nuestros compañeros de batalla Jose y Ari, con quienes charlamos un buen rato. Así pues, antes de preparar la llegada del que otrora fuera uno de los músicos claves de ManOwaR en cuanto a composición y talento, disfrutamos de la última parte del concierto de Lacuna Coil, a quienes vi por última vez precisamente en este festival. Mientras entrábamos al recinto / comprábamos agua, nos deleitaron con su archiconocida versión de Enjoy the Silence, que queda como un guante a su estilo. Algunos otros temas que conocía eran Heaven’s a Lie (que recuerdos con el “Comalies”) o Nothing stands in our way, que parece haber cogido el estatus suficiente como para cerrar sus directos. En cuanto a look, les vi muy cambiados, con Cristina Scabbia luciendo un pelo de color blanquecino, mientras que algunos de los músicos iban con la cara pintada de blanco. El sonido fue bastante bueno (ya se predecía con Tygers of Pan Tang, desde lejos) y potente, lo justo para disfrutar sin altercados desde el otro escenario.

Sin duda le veremos en el Leyendas, pero eso no es excusa en absoluto para no disfrutar también de Ross the Boss aquí, con un escenario muchísimo más grande, más iluminación y, en principio, mejor sonido. No había mucha gente debido a las horas criminales, pero los que estábamos, fuimos dispuestos a darlo todo, sangre, sudor y tal vez alguna lagrimilla por escuchar precisamente temas que es muy raro o imposible ver con los actuales ManOwaR. Por ejemplo, la primera de todas, Blood of the Kings, que llegó como un puñetazo en el estómago, o Death Tone (mi primera vez en directo). Especialmente en la primera, Marc Lopes nos dejó a todos prendados de su grandiosidad vocal y su capacidad para liderar, acercándose al límite del escenario, y dando unos agudos bestiales. El doble bombo empezó fuerte con The Oath… pero no era el que yo esperaba. Desafortunadamente, uno de mis baterías favoritos de todos los tiempos, Kenny Earl (Rhino) ya no se encuentra entre las filas del grupo, siendo en esta ocasión Steve Bolognese quien aporrearía los tambores. El Metal es pura filosofía, y Sign of the Hammer es una parte inseparable de ella, un signo de fe que llevo bajo la piel (además, literalmente) y cuyo agudo final me hizo enloquecer. Continuaba la avalancha, esta vez con un tema de cosecha propia llamado This is vengeance, que por supuesto, contenía la más pura esencia Heavy Metal de la que fue banda de Ross the Boss durante 7 años. Tanto este, como Fistful of Hate (presentado como una canción de amor jeje) me gustaron mucho, y buceando un poco entre su discografía he descubierto grandes cosas. Entre medio, más clásicos de ManOwaR como Kill with Power o Blood of my Enemies, para alzar el puño y cantar con furia, como lo hacía Lopes. Nadie puede discutir que Eric Adam es insustituible. Su tono de voz, su aplastante fuerza y la contundencia con la que pronuncia todas las palabras es algo que nunca se repetirá, pero a nivel de agudos, desde luego, este hombre se salió por los cuatro costados, haciendo gala de potencia y aplomo. Puños en alto de nuevo, reivindicando el error del cambio y la auténtica fe en el Metal con Fighting the world, emocionándonos con Battle Hyms (y gritando a saco el estribillo) y desmadrándonos definitivamente con Hail and Kill, un tema que nadie dudaba que ocuparía los últimos minutos del show. En cuanto a Ross, se le vio un tanto apalancado al principio, como si le costara meterse en el concierto. Sus solos eran tan rápidos y salvajes como siempre, pero especialmente de mitad hacia el final, donde ya comenzó a exigir ruido, aplausos y más guerra por parte del público.

Un calor tan sofocante como el que tuvimos que aguantar puede tumbar hasta un camello, y salí completamente empapado en sudor de entre la peña. Sin embargo, ni se me pasaba por la cabeza la idea de descansar, porque una de las estrellas del cartel (para mi gusto) de todo el festival estaba a punto de salir a escena: el mítico guitarrista alemán Axel Rudi Pell, junto a los tremendos musicazos que le acompañan. Y es que con una formación así… difícilmente se puede fracasar. A parte de su pasión por los solos largos y sus reconocibles riffs, uno de los principales alicientes es su fiel compañero a lo largo de los años Volker Krawczak, un bajista impresionante, muy activo a pesar de su envergadura, y con una actitud brutal a la hora de tocar, martilleando el mástil, dando golpes a las pastillas, volteando su instrumento… todo un showman en el que vale la pena fijarse atentamente. Pero sin duda, el puto número uno es Johnny Gioeli y esto no hay quien lo discuta. Comenzaron la retahíla de temas empeñados en presentar su última obra llamada “Knights Call”, portada de la cual lucían en el telón de fondo, con un diseño muy típico de sus discos. Cayeron The wild and the young y Wildest dreams, mejor asimilada esta última pero con un público aun muy parado, a pesar de las virguerías de Volker y sobre todo, del torrente de energía y locura de un Gioeli que salió completamente desmedido al escenario, corriendo, tirando de air guitar, dirigiéndose a nosotros y comunicando, saltando y dando vueltas como un descosido, un terremoto imparable en un estado físico (probablemente, el mejor de todo el festival) que se come el escenario a bocados, a parte de tener una técnica vocal que lo convierten en uno de los cantantes más solventes y solicitados a día de hoy (no hay más que ver la cantidad de bandas y proyectos en los que figura).

Mystica alegró a aquellos que, como yo, consideran este disco de lo mejorcito de su carrera, y después habría otro recordatorio. La batería sonó muy contundente, como sucede en disco, y el solo fue algo distinto, ligeramente improvisado, con Axel en el centro del escenario, un Axel mucho más animado que en anteriores ocasiones, lanzando cuernos y palmas. Precisamente fue Bobby Rondinelli (otro que tal, jodido crack) quien continuó con un merecido y corto solo de batería que casi empalmó con Long live rock, animando ahora sí al personal, y un pequeño medley consistente en Game of sins y Tower of Babylon. Muy bonito el detalle que tuvo Johnny con su hijo, haciéndole salir al escenario y dándole un gran abrazo. Como podréis daros cuenta, todo el setlist se estaba basando en sus últimos discos, obviando los grandes clásicos, lo que no acabó de gustar demasiado, incluyéndome a mí. Tuvo que llegar The Line del “The masquerade ball”, la cual comenté con mi colega Gorka, para romper esta seguidilla, pero curiosamente se me antojó el tema más largo y pesado del concierto. Pero sin cambiar de disco, las voces del público comenzaron a sonar por encima incluso de la del propio vocalista con el ya un tanto manido medley de The Masquerade Ball / Casbah, que da mucho de sí en vivo. En Rock the Nation, ya para terminar (volviendo al “Mystica”), hicieron un abrupto parón, en plan broma, que pareció un corte de electricidad, para continuar a saco con un Johnny imparable absorbiendo toda la atención. Finalmente, entre solos y carreras, terminó el concierto, que dejó una sensación inmejorable en cuanto a currada física de los músicos (con el añadido del calor insufrible) pero un tanto agridulce si nos fijamos en el setlist.

Se acercaba uno de los grandes momentos del festival, una de las confirmaciones por la que, definitivamente, me decidiría a pagar el pastizal que valía la entrada (si es que esta no llevara en mi bolsillo ya desde Octubre jejeje). Poder ver a Vixen, la legendaria banda de Hard Rock americano, sobre un escenario, disfrutar de esos temas que en tantos momentos me han acompañado y con los que tanto he soñado despierto… francamente, no tiene precio. Obviamente, no las pude ver en los 80 (en aquella mítica gira casualmente con Scorpions que tanto envidio a los que sí pudieron asistir) por edad, y sabía que por fuerza no podía ser igual, pero aun así solté un buen grito de victoria en cuanto las confirmaron. Por este tipo de confirmaciones es sobre todo por lo que amo el Rock Fest. Llegaba el momento y, sin demasiadas pretensiones, ya se encontraban sobre las tablas las componentes originales Share Ross, Roxy Petrucci y Janet Gardner, acompañadas por la guitarrista Britt Lightning (y no Gina Stile, como se apunta en el programa del festival), que sustituye a la tristemente fallecida Jan Kuehnemund, verdadera alma del grupo. Tras un sinfín de apariciones, cambios y desapariciones, por fin parece que han vuelto a consolidarse como banda y la verdad es que si siguen con ese ánimo, tienen cuerda para rato, porque todas ellas están en un estado de forma fantástico. Con la cañera Rev it up, predecible, destaparon el show, con un sonido muy flojo, más de lo normal, que apenas llegaría al final de la gente. Por suerte, tampoco estaba demasiado abarrotado y pudimos coger un buen punto de vista. Siguiendo con su segundo disco, How much love hizo las delicias de todos, uno de mis temas favoritos, con un solo por parte de Britt muy alargado, demostrando su gran calidad y sus dotes escénicos.

En estas, Janet se descolgó la guitarra para darlo todo en un tema que por su ritmo lo exige: Cruisin’, y lo cierto es que, pese a haber bajado algún tono su rango vocal, sigue enamorando y sigue teniendo ese timbre único. Se acusó especialmente la falta de volumen en Cryin’, y me dolió, ya que hubiese disfrutado incluso más de haber sonado más fuerte. Sin embargo, la banda continuó en sus trece de ofrecer un buen espectáculo, especialmente Janet, que se desenvolvía con una soltura pasmosa por el escenario, mirando a sus fans y adaptando muy bien su voz actual. Tan rockeras como siempre, metieron duro con I want you to rock me, en la que ver a la srta. Petrucci fue un inmenso placer, la reina del tema sin duda, empalmando el tema con fragmentos de temas como Perfect Strangers (Deep Purple). Share Ross demostró que también tenía mucho que decir, cantando un cover del I don’t need no doctor, con una voz… ¡deliciosa! Me sorprendió que cantase tan bien, pero ciertamente esto ya se puede adivinar en sus coros. La rareza vino de parte de You oughta know by now, que desembocó en el momento más músico-trágico de la tarde, con Love is a killer, en la que obtuvo protagonismo el recientemente incorporado teclista Tyson Leslie, único integrante masculino, con mucho sentimiento. Momento increíblemente fantástico que no pudo ser más perfecto cuando, a capela, comenzaron a cantar el estribillo de Love made me, con la que me volví absolutamente loco, los pelos como escarpias… ¡¡mi tema favorito!! Tantas sensaciones, que no puedo ni explicarlas… Roxy Petrucci con una actitud súper ochentera, con gestos y detalles como si nada hubiese cambiado, excelentes coros, Janet pletórica… ¡UFFF! Tras este subidón de euforia descontrolada, una más bien inesperada Streets in Paradise formaba parte del ataque final, muy melódica, que culminaron con la gritada a mil voces Edge of a broken heart. Aluvión de sensaciones imparable, nos hartamos a gritar, bailar y saltar, y aun así, soy consciente de que no fue un concierto perfecto, sonido carente de garra, faltaron muchísimos temas (al menos no tocaron nada del horrible “Tangerine”), muy corto… ¡pero no volveré a lavarme los ojos en la vida! Ojala pueda volver a verlas en sala, sería cagarse.

Pasando mucho de Mago de Oz (aunque reconozco que fue muy tronchante el comienzo, con esas grandes palabras “Cuanto peor, mejor…” de cierto presidente retrasado), y lo que sí me jodió, de los canadienses Kataklysm para tomarnos un descanso de tanto calor y tanta peña, nos fuimos a aprovechar de nuevo la zona del estanque, con sus sombras y el bienestar que se respira allí. Varias patatas bravas y birras después, me encontré con mi colega Elena, a quien me alegré mucho de ver, su primo Robert i su colega Eddie, gente de puta madre hasta tal punto que se me pasó el tiempo volando, y Stratovarius ya estaban a punto de caramelo. Más que corriendo volando hicimos lo que nos quedaba por hacer y salimos a escape hacia el escenario Stage Fest. Que Stratovarius estén hasta en la sopa y que esta sea la decimoprimera vez que les veo no es óbice para saltarse un concierto que, casi con total garantía, va a molar que te pasas. Mi época de casi obsesión por ellos ya pasó, pero aun así reconozco que sigo escuchando sus últimos discos y que, en mi opinión, desde que tocaron fondo con aquel flojo “Stratovarius”, están viviendo una segunda juventud, como demostraron aquí y lo mejor de todo: sin modificar su estilo ni un ápice. Caminábamos a toda mecha con el Forever free de fondo, y ya estábamos a saco con el headbanging en el Kiss of judas, una de esas que no pueden faltar por nada del mundo en su setlist. Con la misma escenografía que en el último Leyendas que tocaron, clásicos a saco, por supuesto, pero otras como My eternal dream dando justicia de la enorme calidad que atesoran sus composiciones más recientes, un estribillo brutal y Jens Johansson coronándolo. Desde esa distancia, se apreciaba una guitarra muy limpia y unos solos bien definidos, aunque también experimentaron algún problema de sonido. De ese mismo disco (su última creación, “Eternal”), también gozamos de Shine in the Dark, y por supuesto, de una imprescindible como Paradise, en la que el esfuerzo de Kotipelto en las partes agudas dio sus frutos, sacándola mucho mejor que otras veces. De nuevo protagonismo para Jens y su teclado, luciéndose por unos segundos para comenzar con la melodía de Black Diamond. Algarabía general y muchas caras con una sonrisa de oreja a oreja al escuchar esta canción. Saben como distribuir los temas y saben los que más nos gustan. Pequeño solo de batería a cargo de Rolf Pilve (la última incorporación a la banda, aunque ya hace 6 años) y vuelta a la caña con toda la contundencia de Unbreakable, capaz de levantar a un muerto con tanta épica, y Hunting high and low, ahorrándose esta vez los numeritos de hacernos contar y demás, que ya empezaban a cansar. Concierto muy sólido, y tan virtuoso como siempre, con algún fallo de sonido pero con grandes temas y músicos con mucha técnica.

Reconozco que, aunque prefiero un tipo de Black Metal más true y clásico, Dimmu Borgir siempre me han gustado, mucho antes de convertirse en lo que casi casi uno diría que hoy en día es una fan-band. La primera vez que les vi no pudo ser más perfecta: en Wacken, con una enorme orquesta sinfónica y una ambientación verdaderamente impresionante. En el Rock Fest, a pesar de no traer tan ostentoso montaje, sabía de antemano que no iban a decepcionarme, aunque el último disco me haya parecido muy flojucho. La noche caía, y por poco, creó el marco perfecto para que la banda de Shagrath y Silenoz pudieran descargar con toda la maldad su infernal directo. Con ese sonido tan… peculiar que caracteriza el último trabajo “Eonian”, aparecieron en escena junto al batería Galder y el resto de músicos de sesión, con un buen montaje, fuegos a porrillo y muchos, muchos coros e instrumentos disparados con la casi ambiental The Unveiling, seguida de Interdimensional Summit, que no está nada mal y también forma parte del último disco. Por aquí iban a ir los tiros a partir de ahora. Shagrath incluso cambió varias veces de atuendo, desde chalecos con flecos a vestiduras más puramente blackers de nueva impronta, mientras las antorchas no dejaban de escupir fuego en el medio de aquella mágica noche. Muchos fans pero también muchos furiosos se apilaban entre las primeras filas, pero un poco más atrás estuve de auténtico lujo, sin empujones ni agobios, algo que agradecí especialmente para la mitad final.

El sonido rozaba la perfección, a lo mejor faltaba un pelín de contundencia, pero la batería se escuchaba alta, clara y brutal, algo estupendo para poder uno deleitarse con todos los cambios de ritmo y tecnicismos varios, uno de los instrumentos más destacados de la banda. Disparada se escuchó también la intro de Gateways, mientras sobre el escenario, los músicos, ensombrecidos por la genial iluminación, escondían sus rostros bajo macabras capuchas, para seguir dando cera con el tema en sí. No estuvieron muy dados a los discursos, pero sí es cierto que el esfuerzo del vocalista por animar y enervar al personal fue notable con ese AI! AI! casi constante que me ponía eufórico, llegando uno de los puntos clave del concierto, tras Dimmu Borgir, en la que los teclados se escucharon muy bien, con Puritania. Vaya puto trallazo de tema del “Puritanical Euphoric Misanthropia”. Si os soy sincero, pensaba que iba a llegar a Helloween con el cuello doblado, y más en los momentos en que mi cabeza casi tocaba el suelo. Aquí sí fuimos todos al unísono, y el desmelene fue absoluto, de una intensidad brutal que casi termina con mis cervicales. Cada golpe de bombo fue un puñetazo en todo el páncreas. El setlist fue bastante moderno, olvidaron discazos como el “Stormblast” o el “Spiritual Black Dimension”, pero también hubo algunos que sacaron la parte, como el Progenies of the great apocalypse, que nada más ser anunciada produjo, otra vez, la enajenación de todos sus fans. Y otra vez metiéndole una cera al cuello inhumana. Pensé que este sería el final (del concierto y de mi pescuezo), pero aun nos tenían reservada la genial Mourning Palace, lo único que sonó de su “Enthrone Darkness Triumphant”

No me quedé ni para la despedida de los de Oslo, ya que iba con el tiempo pegado al culo si quería ver Helloween con buena perspectiva (y esto era algo de vida o muerte). Tras unos cuantos vaivenes entre la gente, ya el recinto ultra-masificado, por fin conseguí meterme, desde un lateral, entre las primeras filas, ante la infructuosa tarea de encontrar a mi novia entre las decenas de miles de personas que esperábamos el momento. Al final desistí y mis sentidos se centraron en disfrutar al 100% de la gran Halloween que, a modo de introducción de la ceremonia, destapó el tarro de las esencias. Su retumbante batería, Kiske saliendo ante la feliz mirada de todos… fueron unas sensaciones únicas, que se transformaron de incredulidad a saltos gigantescos en la divertidísima Dr. Stein. Ya no tuvimos a Doc y a Seth como pasara en Madrid, pero la pantalla no dejó de emitir videos de lo más cachondo, en los que se deja entrever el auténtico espíritu de buen rollo de los alemanes. Hay momentos de esos que uno piensa que no va a ver en su vida, y de nuevo ahí estaba Kiske cantando el I’m Alive, junto a su querido amigo Kai Hansen, que nos brindó el espectacular solo… yo a estos momentos, sinceramente, no les puedo poner precio, porque no lo tienen. Es estar ahí en medio, saltando a saco a pesar de los pinchazos en las lumbares, desgañitándote a cantar, con los ojos como platos… es pura felicidad. Incluso la sensación que me transmitió el fuera de serie Dani Löble a la batería fue la misma que en Madrid, donde fueron tres de las mejores horas de mi vida, que se condensaron en dos aquí.

Abandonó Michael Kiske el escenario para dar paso a su compañero, y estoy seguro que a partir de ahora gran amigo, Andi Deris, con Are you Metal? y Perfect gentleman, a la que volvió a unirse el vocalista calvo junto a los teclados disparados. Deris volvió a dejar el pabellón a una altura casi inalcanzable, ni siquiera por el propio Kiske que, o bien volvió a no tener una gran noche, o bien empiezan a quedarle grandes los temas de Helloween. Sea como sea, ambos hicieron un gran equipo, con mucho compañerismo y feeling, con gran coordinación y unas voces muy acompasadas. Pero no solo de Deris / Kiske ha vivido Helloween. Hubo un hombre que fue quien plantó la semilla, y aquella noche nos iba a enamorar con una sorpresa con la que muchos quedaron embobados (incluido yo, y eso que ya lo vi venir) y además, cantando sorprendentemente bien un medley compuesto por Starlight / Ride the Sky / Judas y por supuesto, tocándonos enterito el Heavy Metal (Is The Law). Power metal con doble bombo a saco, agudos casi espeluznantes, muy buen humor y solos vertiginosos porque… de esto va el Power Metal, ¿no? Pues eso, BRUTAL, un acontecimiento que ningún fan del Metal en general debería perderse. Subidón bestial, que no perdió intensidad pese al medio tiempo de If I could fly, bien interpretada por Deris y por el público a grito pelao. Hubo novedades en el setlist respecto al de Madrid, y no todo fueron recortes. Me dolió (no sabéis cuanto) eso sí, que eliminaran A tale that wasn’t right y Forever and one, algo casi imperdonable pero como contrapartida, utilizaron el tema nuevo que han compuesto con esta formación, ¡¡Pumpkins United!! ¡¡Qué esto sea el primer paso para nuevo disco conjunto!! ¡¡Y ese flipante solo a 3 guitarraaaaaaaas!!

La ausencia de baladas no implicó falta de momentos emotivos, ya que el solo de Ingo, mostrado por pantalla y acompañado por el de Dani levantó los más clamorosos aplausos. A partir de aquí, continuaron “jugando” con temas de ambas épocas en lo que a vocalistas se refiere, algo por aquí del “Keeper of the seven keys I” (y compuesta por Kiske), A little time, precedida por un pequeño fragmento de Livin’ ain’t no crime que nos dejó con ganas de más, o la otra novedad, March of time, que incomprensiblemente no sonó en Madrid y aquí me cayó como un bombazo, al tiempo que me reunía con mi chica y con Gorka. Mi adrenalina se disparó al máximo con este tema (y parece que también la de Weikath, ya que fue uno de sus momentos de esplendor escénico). Vuelta a terrenos de Andi, extractos del “Master of the rings” y del “Time of the oath” con Sole Survivor y la energizante Power que volvió a incendiar el Rock Fest, puños de cuero en alto. De nuevo, un jodido 10 para mr. Deris.

A Kai se le veía radiante, con una sonrisa perenne, con ojos de estar emocionado ante aquello que estábamos viviendo. Y volvió a regalarnos su voz (y de nuevo genial) junto a Kiske y Deris en How many tears en toda su extensión. La combinación de los 3 fue algo de nuevo mágico. Markus Grosskopf parecía ir por libre, saltando de aquí allí, manipulando su bajo como si fuera de jugete y tocando con una técnica de quitarse el sombrero, como siempre. Parece que juega con las cuerdas, que hace lo difícil como su fuese cosa de niños… toca como un jodido Dios y además transmite una alegría inmensa. Por algo es y siempre será mi bajista favorito. Su intervención en Eagle fly free también se hizo de notar, con ese duelo de bajo / guitarra con sus compañeros. Kiske, para mi sorpresa, cantó de auténtico cine, posiblemente la mejor de todas, mientras Kai se fue corriendo hasta la pasarela del otro escenario para dedicarnos sus bromas, sus muecas raras y por supuesto, un solo acojonante.

Le decía a mi colega que, con el poco tiempo que quedaba, dudaba mucho que metieran el Keeper of the seven keys. Llegado el momento, pensé que me había equivocado, pero solo en parte, ya que solo hicieron la parte acústica más lenta y un estribillo, con Kiske a la voz. Mejor para él… porque en Madrid pensé que le iba a estallar la cabeza jajaja.

De nuevo todos juntos, todos reunidos, aprovecharon para hacer las pertinentes pero innecesarias presentaciones de esos increíbles músicos que todos conocemos de pe a pa, mientras una base de acompañamiento a manos del maestro Hansen amenizaba las palabras de los vocalistas. La melodía de su guitarra fue poco a poco pareciéndose, hasta que claramente se transformó en… ¡¡la de Future World!! ¡¡Desparrameeeeeee!! Alegría sin límites ante tan magno temazo y todo, absolutamente todo el mundo saltando, cantando y vibrando en un ambiente como pocas veces se ha vivido en un Rock Fest. Ya para redondear el espectáculo, estalló (literalmente) I want out, cantada a dos voces, mientras millones de papelitos blancos aclaraban la noche, y unos enormes balones con caras de calabaza malvada rebotaban entre la gente y volaban por el cielo. Con la poca voz que me quedaba, lancé los últimos gritos del día y me quedé tan a gusto como agotado. Para mí, a pesar de haberles visto hace medio año en un show de una hora más, y para casi todo el mundo, el mejor concierto de todo el festival. Y he aquí el mejor ejemplo de la diferencia entre lo que es hacer un concierto y montar un espectáculo.

Volví medio cojeando hacia donde había quedado con mi chica junto a Gorka. El agotamiento empezaba a pesar seriamente, aunque hasta que uno no se apalanca no se da cuenta en toda su plenitud. Es lo que pasó después de aquella maravilla de concierto de Helloween. Por desgracia, y por asuntos personales que no voy comentar, me fue imposible ver a los thrashers canadienses Annihilator, y no sabéis cuánto me jodió… suerte que a finales de este mismo año pienso ir a verles a Valencia. Cuando comenzaron, sonaban como una puta ametralladora, el doble bombo arrancando la piel a tiras y las guitarras rompe-dientes y lacerantes a saco. Pero por mucho que lo intenté, el destino estaba en mi contra. Lo único positivo es que, una vez llegamos a Mollet, donde teníamos el hotel, y al ser una hora más temprana, encontramos aparcamiento casi a la primera. Yo por mi parte, ya estaba deseando volver a levantarme, porque el sábado era el último día y había mucha, mucha tela de por medio, pero tendría que tener paciencia e intentar descansar lo máximo posible… o moriría en el intento.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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