sábado, 14 de julio de 2018

Paraiso de Metal (Rock Fest Bcn 2018, Sábado 07/07/18, Santa Coloma)

Es curioso como comparando el antes y el después de festivales tan distintos como el Rock Fest Bcn y el Leyendas del Rock, hoy por hoy dos de los exponentes más firmes en cuanto a eventos de Metal, uno se da cuenta como el primero ha pasado a ser uno de los más jodidos de sobrevivir, mientras que el Leyendas ha ido suavizando su dureza respecto a los primeros años, que era poco menos que una tortura inhumana. El gran problema: las brutales temperaturas que tenemos que soportar en el mes de julio en Santa Coloma, en donde uno recibe el calor directo prácticamente de sol a sol, lo que convierte en toda una odisea acudir a los primeros grupos. Aquella mañana, a pesar de el agotamiento acumulado, nos veíamos en la obligación de acudir mucho antes al recinto que las dos jornadas anteriores, primero por la presión del hotel para que nos largáramos antes de las 12:00, y segundo porque Dark Tranquillity prácticamente abrían el cartel del sábado (con permiso de Destruction, que sustituyeron a Pänzer a última hora, y Bourbon Kings). Contando que los suecos son mi formación favorita dentro del Death melódico, no existía la opción de perdérmelos, por mucha paliza de sol que tuviera que comerme. Por otra parte, intentar aparcar en los alrededores del recinto se convirtió en una auténtica pesadilla. ¿El parking “oficial”? Ni intentarlo, todos los días lo encontramos colapsado y cerrado. El parking tanatorio ya no era una opción, ya que según nos contó el jurata, le habían pegado el toque de atención por dejar colarse a la peña. En estas circunstancias, y visto que se acercaba la hora de comienzo, bajé del coche y Jose, Ari y mi chica tuvieron que continuar con la dura labor.

Mientras los servicios meteorológicos predecían que hoy iba a ser el día más amable de los tres, la realidad resultó ser todo lo contrario. El calor a la una y media en pleno festival era asfixiante, obligando a beber agua cada 5 minutos y a ponerse un kilo de crema protectora (al menos este año no dieron por culo con este tema en los registros). Me enfrentaba a la recta final solo pero con muchísimas ganas y energía. Si bien el viernes fue el día con mi cartel favorito, nadie puede dudar que el sábado fue el que tuvo los nombres más grandes de todo el festival, un lineup que culminaba con las actuaciones, nada menos, que de Scorpions y KISS, seguidos y sin vaselina. ¿Mi lema? Aguantar hasta el final o palmar en el intento. Llegué con el final de Destruction, de quienes no pude ver más que los últimos compases.

Todo dispuesto para que los Dark Tranquillity patearan el escenario. El tema elegido para empezar fue la incisiva Encircled, para empezar a quitar la cera de los oídos así de primeras, y torcer los maltrechos cuellos de los asistentes. Hay que decir que, para la cruel hora que era, había bastante gente, y también recriminar al festival que pongan a una banda de este nivel en esta posición del horario. A pesar de todo, Mikael Stanne salió hecho una flecha al escenario, doblando el lomo y dando saltos, con su melena al viento, y gritando como un poseso. Los primeros gritos de ánimo los recibió con Monochromatic stains. De hecho, fue tremendo ver como la gran mayoría conocía muy bien los temas, y ya con las primeras notas la peña se emocionaba y se echaba las manos a la cabeza de alegría. En cuanto a setlist, la banda apostó por varios discos, pero centrándose bastante en su último y gran trabajo: “Atoma”, del 2016. Clearing skies fue una buena muestra, otro chute de energía para Mikael, que no cesaba en su empeño de poner toda la carne en el asador, y para el cual se quedaba pequeño el escenario. Fue el único comunicador del concierto, pero sus compañeros transmitieron a base de tocar como una máquina perfectamente engrasada, concisa y directa, incluso Anders Iwers (ex-Tiamat), único músico que no forma parte de la formación original, y que pese a su envejecido aspecto, es un jodido crack, con una actitud digna de alabar. The treason wall define por sí sola tanto el estilo de la banda como el sonido del que ellos mismos son los padres: el sonido Gotemburgo, alternando partes rápidas con una melodía reconocible al 100% gracias al excelente sonido del que disfrutaron. Entre el infernal sol y lo que me pone esta banda, notaba como me iba deshidratando minuto a minuto, las gotas de sudor me caían hasta por los ojos, pero con temazos como The science of noise o Forward momentum… completamente imposible parar hasta caer de rodillas. O como insinuaron ellos mismos… ¡¡hacia la “Final Resistance”!!. Insisto en el tema del sonido. Alto, potente, con guitarras muy rabiosas y una batería súper contundente que te ponía en el sitio. Así da gusto, se podían apreciar perfectamente hasta los más mínimos matices de la voz de Mikael. Tras una celebradísima Atoma, el concierto dio un giro hacia los clásicos, que fueron no menos vitoreados, como ThereIn, uno de los mejores temas que han parido en sus 27 años como banda. La parte melódica se escuchó alta y clara, cantada por todo el mundo. Sin embargo, ya con Lost to Apathy se empezaron a apreciar algunos problemillas, concretamente cortes en el micro del vocalista, a quien perdíamos durante algunos segundos. La guinda del pastel para este imprescindible bolo fue Misery’s Crown, de su “Fiction”. No importaron los silencios vocales de última hora, porque se vivió un ambiente tan genial  que estos detalles poco importan cuando la actuación destila tantísima calidad. Grandes e imprescindibles. Ir a un festival y perdérselos es como darse una patada en los huevos a uno mismo.

Siempre hay algún grupo que uno no conoce hasta poco antes de los festivales, y que en muchos casos, supone un extra de motivación. The Dead Daisies podrían ocupar perfectamente este puesto en mi caso. Pero cuando les descubrí / escuché… pensé: esto va a ser muy grande. Solo conociendo los grandes nombres de esta súper-banda, uno puede hacerse una idea. John Corabi al micro, el impresionante guitarrista Doug Aldrich, el atronador bajo de Marco Mendoza o la imparable batería de Deen Castronovo son razones suficientes para que esta actuación fuese absolutamente obligatoria a vida o muerte. Personalmente, ya he visto a algunos de estos músicos en acción con otras bandas, y se me caía la baba por verles a todos juntos. Corriendo al escenario, sonaba Resurrected, de nuevo con un sonido de gran potencia que hacía justicia tanto a las guitarras de Doug como a la base rítmica de Mendoza / Castronovo. Lo del sr. Aldrich restregándose por el suelo y pataleando con el solo de Rise Up fue… ¡¡jodidamente astronómico!! Solo llevábamos dos temas y ya estaba disfrutando como un perro. Corabi comenzó con las palmas, impidiendo a nadie dormirse en los laureles con Make some noise. Temas como este irradian feeling a kilotones, un rollazo guapísimo con toques de rock sureño, hard rock clásico de los 70 y guitarras más actuales. Y alguna reminiscencia a bandas de toda la vida, como el deje “aerosmithero” en Song and a prayer. Nos tocaba ahora pisar fuerte, levantar los puños y sobre todo, castigar el cuello al ritmo que marcaba Castronovo en Dead and gone mientras coreábamos el estribillo. Por cierto, el movimiento de la gente no terminaba de representar el fuego que emanaba del escenario, parece que muchos andaban perdidos cuando en realidad tenían a 5 músicos de primera división en frente. La cachonda Mexico (mola de la hostia) y su personal cover del Bitch de los Rolling Stones no hicieron sino ir caldeando poco a poco el ambiente. No sé si es que en la parte final volvieron a haber problemas con el micro, o Corabi dejaba las voces a cargo del público a ratos. El comienzo de Last time I saw the sun, con efecto wah wah en la voz, rockero hasta la puta médula, me puso los pelos de punta, girando sin control al mismo ritmo que John… pfffff, ¡¡¡adrenalina al máximo!!! Solo superada, en mi opinión por la acojonante Long way to go. Si en disco ya es brutal, en directo fue la rehostia, ahora sí se veían bailoteos entre las primeras filas, aun con todo el calurón. ¡¡Qué panzón de disfrutar!! Para rematar la jugada, otro cover de The Sensational Alex Harvey Band, con muchísima colaboración de la peña llamada Midnight moses, perfecta para cerrar un show como este, lleno de rock’n’roll y un feeling… ¡¡inmenso!! Sencillamente, una de las mejores actuaciones de todo el festival, y quien no lo quiera reconocer, que se lo haga mirar.

Y vueeeeeelta al escenario contiguo, con el pescuezo ya más achicharrado que un chuletón en una barbacoa pero con unas ganas sin límites. Tocaba en esta ocasión una banda a la que le tengo bastante perdida la pista desde hace un tiempo (más concretamente, desde el “Dystopia”, el último disco que escuché y primero con Stu Block a las voces, que demostró aquel día su enorme buen hacer y que puede cargar gran parte del peso de la banda a sus espaldas junto al “gran jefe” John Schaffer. Pistoletazo de salida con Burning Times… ¡¡y a muerte!! Stu iba concienciado a obtener cada vez más protagonismo. Sus fluidos movimientos sobre el escenario y un agudo espeluznante nada más comenzar la actuación, le situaban como el centro de atención. Precisamente Dystopia fue la siguiente, con el vocalista ocupando el pequeño saliente del escenario para entablar contacto con los fans, arrodillándose y corriendo como una bala. Una impresión inmejorable desde un principio (la última vez que les vi fue el mismísimo último concierto de Matt Barlow, en un Wacken). Tras unos cuantos temas seguidos de su último trabajo “Incorruptible” (cuyo título representa la esencia misma de la banda) como Seven headed whore o Raven wing, Jake Dreyer iba demostrando poco a poco su valía como guitarra solista, encargándose de todos los punteos con gran solvencia y mucha soltura sobre el escenario. En cuanto le tocaba el turno, se ponía al borde del escenario, levantando el mástil de su eléctrica, mientras John se mantuvo en un casi constante y discreto segundo plano, ofreciendo grandes riffs y su ilustre presencia, pero poco más. Dieron justo en el clavo (para mi gusto) con The Hunter, que es uno de los temas más especiales del “Dark Saga”, aunque bastante habitual en sus setlist, no dejó de caer como una bomba. Stu posee un timbre muy similar (casi idéntico, de hecho) a Barlow en los graves, que son una de las notas identificativas del grupo, pero bastante menos cuerpo en notas altas y agudos. Sin embargo, no tiene problemas en llegar a todo y además, en ofrecer un gran espectáculo, animando el cotarro a saco. Una última escucha a su último “Incorruptible” con Clear the way (December 13th 1862), que parece haberse convertido ya en toda una favorita, allanando el terreno para descargar su traca final con Watching over me, ante el jolgorio general, quizá un pelín desangelada (falta de ritmo) pero colmando las expectativas de cualquier fan que se precie.

Los chirriantes Mojinos Escocios empezaron a ser molestos desde el minuto 1. No entiendo porqué las organizaciones de los festivales se dedican a traer a esta clase de payasos entre bandas de tanto renombre, queda ridículo hasta decir basta. En fin… que llegado el momento, casi mejor para nosotros, porque sudamos mucho de ellos y nos fuimos a tomarnos un merecido y largo descanso (el mayor de todo el festi en horario de conciertos). Y ya tocaba, que cojones. En cuanto estuvimos en la impagable zona del estanque, caímos rollaos en la hierba, no sin antes agenciarnos un litro de sangría en el tenderete de fuera, bastante más barato. Conste que dentro solamente consumimos agua, ya que me canso de decirlo año tras año. Ni ética, ni profesionalmente se puede hacer eso de cobrar un litro de calimotxo / birra a 9 euros. Es un abuso, es de tener poca vergüenza y es un puto atraco a punta de pistola. Este es, sin duda, el peor y más rastrero aspecto del Rock Fest Bcn (y, salvo el Gineta Rock, Rock Arena y Leyendas, de la mayoría de festivales). No puedes poner precios europeos si no tienes el mismo nivel de organización de dichos festivales. Pero desde luego, conmigo a parte de la entrada no van a sacar pasta. Luego, me gustaría hacer un inciso para que todo el mundo sepa lo cochinos y viles que pueden llegar a ser. Tras media hora de cola en el puesto de los cócteles (que ya eran bastante caros de por sí), y cuando ya casi estábamos llegando para pedir, EN LA PUTA CARA, nos apagan la pantalla de los precios, y la vuelven a encender subiendo 1 euro la bebida pequeña y 3 la grande. Y lo peor no es que lo hicieran en nuestra puta cara, es que cuando preguntamos, sencillamente nos dijeron, “sí, es que acaban de subir” ¿En serio, colega? ¿Así, por la jeta, sin motivo y sin una miserable explicación? Me cagué en todos sus muertos y les grité que tenían más morro que espalda, cacho desgraciados. Desde aquí animo a sabotear dicho puesto el próximo año y a intentar no consumir dentro. Y por supuesto, a llevarse tapones para las botellas de agua de casa.

En fin, por suerte el mosqueo se nos pasó rápido, charlando, hasta el tiempo voló, mientras tocaba en el Stage Fest Phil Campbell and the Bastard Sons. Por suerte, no nos quedaríamos sin ver al mítico guitarrista, pero vamos por pasos. Dos horas de descanso ya fue algo respetable, y aunque Sôber tampoco me emocionen demasiado, el aliciente de tocar con una gran orquesta fue suficiente como para movernos de nuevo a la batalla, a afrontar la recta final sin un segundo de respiro. Estaba preparado para morir por el Metal. Algo que ya se intuía es que los madrileños Sôber se iban a tocar íntegro su disco “Paradÿsso”, con motivo de su 15 aniversario y de la edición de un disco para la ocasión: “La sinfonía del Paradÿsso”. Probablemente fuera una de las bandas más alejadas del Metal tradicional, pero eso no impidió a miles de personas acercarse a verles. Incluso, doy fe, muchísima gente conocía los temas de carrerilla, y sus voces acompañaban a las de Carlos Escobedo y compañía. La verdad es que la presentación no podía ser más espectacular, con una enorme bandera de fondo y la Barcelona Rock Orchestra a sus pies, dándole ese trasfondo sinfónico a esos temas que, quien más y quien menos, todos hemos escuchado alguna vez, cuando Sôber estaban en la cúspide de su carrera. Así, aunque llegamos un poco tarde, pudimos disfrutar de temas como Blancanieve o Lejos, que me trajeron muchos recuerdos (precisamente, este fue uno de los pocos discos del grupo que escuché en su día, atraído por el hecho de que su batería era Alberto Madrid, militante en proyectos como los míticos Conato de Violencia, entre otros). Pero sin duda, la que más me llegó fue Eternidad (valga la redundancia, una eternidad sin escucharla), uno de los singles clave de su carrera en donde me acordé de mi colega Juanma. Iban bastante a piñón, pero encontrando el tiempo justo para comunicarse con sus fans e incluso alguna broma sobre su “calvicie” jejeje. La verdad es que a esas horas el calor continuaba dando una caña bestial. Gracias al acompañamiento orquestal, Mis cenizas me sorprendió mucho, con una ambientación que quedó muy ochentera: fue una de las que más disfruté.

Pero ya llegando al final del bolo, algo llamó poderosamente nuestra atención. Donde otros años estaba la fachada del castillo del terror, este año lo habían convertido, ni más ni menos, en un recorrido con vagoneta por su interior, al más puro estilo de las atracciones vintage de las ferias. Nos acercamos en seguida a verlo. En pocos segundos, saqué la conclusión de que necesitaba subir para continuar viviendo, así que inmediatamente nos pusimos a la cola y nos dimos un buen viaje y unas cuantas carcajadas jejeje. BRUTAL.

Poco después, volvimos a encontrarnos con nuestros colegas Josele y Ari, y nos fuimos derechos al puesto de Johnny Walker, donde, alucinen, se repartían “muestras” de Black Label con ginebra. Creedme, lo probamos a base de bien, y ya nos fuimos para el concierto de Stryper de cabeza, bastante animados por las “muestras” jeje. Al turrón.

Todavía no hacía falta acercarse mucho para ver los conciertos a una distancia decente y con buena visibilidad. Los soldados de su Dios, Stryper, llegaban al Rock Fest para combatir a blackers y maleantes similares a base de invocar a Cristo, a la madre que lo parió, y repartir sendas biblias. Una actitud que no puedo tomarme de otra forma que no sea con cachondeo. Pero desde luego, lo que no es cuestión de broma es la calidad de los músicos y los temazos que tienen repartidos por toda su carrera. Ahí sí que son putos amos. Y aunque sea tirando de bastantes temas nuevos, empezaron el show con Yahweh de su penúltimo trabajo “Fallen”. El disco en general no me gustó mucho, pero hay que reconocer que, aunque en tesituras más modernas, el tema tiene algo, a parte de esos grandilocuentes coros disparados, su cadencia hace que se quede en la cabeza más tiempo de lo esperado. Y por supuesto, el inmenso placer de ver al sr. Oz Fox tocando la guitarra como los mismísimos dioses, un genio y figura que es un valor añadido a una banda ya de por sí tan grande. Los solos salen de sus prodigiosas manos como si fuera un juego de niños, y su despatarramiento y actitud siguen recordando a los gloriosos 80. Otros, como The Valley, no impactan tanto, pero tienen cierta esencia que recuerda a sus primeros trabajos. Pero aunque empezaron con temas recientes, nos tenían un gran setlist preparado (de los mejores que les he visto), abriendo fuego definitivamente con All for One (aunque el “Against the law” tiene mucho mejores temas) y Calling on you. Un tanto pastelosas ambas, sí, pero no digáis que no molan para ir creando ambiente y motivar a la peña que haga coros. Michael Sweet no se mostró demasiado hablador, pero en cuanto a cantar, rozando el 10. Creedme, en pocas ocasiones le he visto con tanta forma. A veces parece que no pasen los años por él, cuando escuchas Free o Surrender cantadas en esos tonos tan agudos que adapta perfectamente a su rango actual. Para mí, la estrella como músico de Stryper siempre ha sido y siempre será Robert Sweet. Su estilazo, su contundencia, sus movimientos ultra heavys, y su precisión le convierten en un batería supremo. Siempre que le he visto ha actuado con una potencia arrolladora, y suele ser el centro de mi atención en sus bolos. Al nivel de los más grandes, como Mikkey Dee o Tommy Aldridge. Salvando alguna modernidad más (que no está del todo mal) como God Damn Evil o Sorry, ya solo quedaban clásicos en su repertorio, cuando solo habíamos alcanzado el ecuador, como Soldiers under command, himnazo al canto, a partir de la cual pasaron a celebrar el cumpleaños de Perry Richardson, bajista que sustituye al de toda la vida de Stryper: Timothy Gaines pero al que se le ve completamente integrado. Remontándose al “To hell with the devil” y mandando a hacer gárgaras su guitarra, Michael Sweet cantó The way, llevando un sombrero con mucha clase y con una energía inesperada, culminando con un agudo bestial. Esto marcó un gran estallido de ánimos entre el público, ya dispuesto a cantar entera esa mítica To hell with the devil a puño levantado. Lo dicho, uno de los mejores conciertos de Stryper que he visto (y ya van unos cuantos). Mientras sea así (y se dejen de mamarrachadas como versiones mierdosas y chandaleras de sus clásicos), serán muchos más.

Seguramente, su actuación tras los americanos Stryper no fue una coincidencia, ya que a partir de cuando al sr. Mustaine se le fue la olla con la religión y tal, se niega a tocar después de bandas paganas. Y ciertamente no apostaba demasiado por ellos, siendo su anterior actuación en el Leyendas un tanto cansina y seca. Pero me alegra decir que me equivocaba de punta a punta, pues lo que nos trajeron aquella noche fue algo de órdago, un sonido y un setlist para caerse de espaldas, unido a la misma espectacular presentación que ya pudimos ver en Villena el año pasado. Entre videos y sonidos extraños a modo de intro, empezaron MUY fuerte, con muchas ganas, con Hangar 18 (no os digo más…), con un Mustaine muy poderoso y vivo, liándose a cabezazos y tocando furiosamente, una actitud que nunca debió perder. La sucedió casi enseguida The Conjuring (toda una sorpresa) y Sweating bullets, sonando ambas potentes y guitarreras, sazonadas con alguno de sus temas más recientes, pero formando los temas de toda la vida el auténtico grueso del concierto, además, con un Kiko Loureiro en estado de gracia, pletórico y reluciente, encargado de los solos a pachas con Mustian y de los coros, que sonaron realmente bien. Las ganas de atacar directos a la yugular se notaban cuando uno de los primeros GRANDES en caer fue Tornado of Souls. Atentos, como siempre, al solo, en una de las mejores interpretaciones que he visto de este (al mismo nivel, como mínimo, de Chris Broderick, palabras mayores), con una definición milimétrica, ayudado por supuesto por el pulidísimo sonido del que disfrutábamos. Hablamos de uno de mis solos favoritos de todos los tiempos, así que no está nada mal, ¿no?. Ya puestos, no había vuelta atrás. Mucha más guerra con Take no prisioners, y una batería súper técnica (como en todos los temas del “Rust in Peace”) por parte del sobradamente experimentado Dirk Verbeuren, que también hizo un show para chuparse los dedos. Con esta cohesión general, y con este repertorio, es coser y cantar meterse a la peña en el bolsillo. Incluso Dystopia, She-Wolf y Trust sonaron fantásticas, pese a la ligera bajada de intensidad. Aun con todo, no podemos pedirle peras al olmo, y el líder de la banda se mostró tan antipático como siempre. Sin apenas saludar o presentar los temas, sin el más mínimo contacto con la peña, tan solo al final soltó aquello de “God bless you all” y a tomar por culo. Pero todo esto casi se olvida cuando, llegando al final, vino otra avalancha de mandanga de la buena a modo de bises, con Symphony of Destruction (todo el mundo a botar) o Peace Sells, similar al cierre que tuvo en el Leyendas, sin olvidar la monstruosa Holy wars… the punishment due, en la que introdujeron una parte con un solo muy alargado a cargo del propio Dave (que el cabrón tampoco es manco, precisamente…). Reconozco que este concierto me aportó muchísimo más de lo que esperaba, y hacía muchos años que no veía a la banda en esta forma. A veces, es lo que tiene Megadeth, una de cal y una de arena… ¿pero no podrían todas sus actuaciones ser como esta, joder? A nivel de setlist, de iluminación, de montaje, de musicazos… ¡¡Bravo!!

Los dos grandes monstruos del cartel se acercaban, y con ellos, la despedida definitiva de aquel glorioso e irrepetible Rock Fest Bcn. Por mucho que pasen los años, dudo que volvamos a ver un cartel similar en mucho, mucho tiempo, por lo que había que emplearse a fondo en estas últimas tres horas, dejarse el cuello, las piernas, el espinazo… ¡lo que hiciese falta! ¡¡¡A MUERTEEEEEEEEEE!!!

Repetimos unos cuantos chupitos de ese whisky tan bueno que regalaban en el puesto de Johnny Walker (insisto en lo de “regalaban”, brutal), de nuevo con la grata e imponente presencia de mi colega Elena, con la que charlamos un ratito antes de perdernos entre el mogollón de gente, para ver a los alemanes Scorpions, en la que iba a ser mi cuarta vez con ellos. Una emoción tremenda recorría mis venas, acordándome de aquel conciertazo que dieron en Wacken 2012 bajo una intensa lluvia para chapar el festival. Nunca me han fallado, ni lo iban a hacer en esta ocasión. Para ir abriendo boca, preparando el terreno poco a poco y entre un gran despliegue multimedia, Going out with a bang fue solo una pequeña muestra de los medios y el sonido de los que íbamos a disfrutar. Incluso a una gran distancia, los alemanes sonaban impecables, con un volumen muy alto y altísima fidelidad. Fue uno de los poquísimos temas de pasado el año 2000, nada del “Humanity”, nada del “Comeblack” y ni rastro del “Sting in the tail”. Se notaba que querían apostar, a muerte, por sus grandes clásicos, y como no, la primera en caer fue Make it real, que levantó a un público cansado poro a poco, a su ritmo, continuando con The zoo, muy bien interpretada por Klaus, por cierto. El tema es que el vocalista siempre ha tenido, desde sus inicios, un timbre increíble para tesituras agudas, tan natural que incluso hoy en día saca los agudos casi sin esfuerzo, y aunque algunos temas hayan sido bajados de tono, su trabajo es impecable, además de poseer una afinación deliciosa y absolutamente perfecta. ¡¡¡A sus 70 años!!! De impresión. Eso sí, como todos los vocalistas que rondan su edad, necesita tomarse sus descansos, aunque por supuesto estos son amenizados por Matthias, Rudolf, o Mikkey “jodida bestia parda” Dee. En este caso, la ocasión vino perfecta para que el propio Matthias, a golpe de wah wah con su micro, diera comienzo a la instrumental Coast to coast. Pletórico de fuerzas, Klaus volvió a escena para ofrecernos ese regalo con el que la banda suele obsequiarnos en todos sus directos. Si en Wacken 2012 tocaron Rythim of Love (inolvidable, apoteósica…), en esta ocasión fueron todavía más atrás para traernos un medley de temas de los 70, comenzando con Top of the Bill y alguna como Speedy’s coming metida de por medio. ¡¡Una pasada!! Bailoteos y cuernos en un nuevo tema instrumental, Delicate Dance, interpretada junto a Ingo Powitzer, técnico de la banda. El concierto comenzó a coger un nivel de intensidad increíble a partir de este momento… y no fue de otra forma que a base de baladas. Solo Scorpions puede conseguir esto.

Concretamente, Send me an angel supuso para mí un momento de evasión absoluta, de largarme a otro mundo. Ya no solo en su momento, sino que ahora al escuchar el tema, se me vuelven a poner los pelos como escarpias, una emoción incontenible. Grandiosa balada, que fue seguida nada menos que por Winds of Change, más aclamada incluso, con la peña silbando al unísono con Klaus, levantando las manos (imaginaos, miles y miles de personas) y con un trozo cantado en español. Durante 10 minutos, fue uno de los momentos más increíbles de todo el festival, pero en vistas de darle un puntito más de marcha a la cosa, Tease me please me puso de nuevo a todo el Rock Fest a bailar, a ritmo de rock’n’roll y con los tremendos mamporrazos de Mikkey Dee a la batería. Pero si hay algo que nadie, nadie en absoluto esperaba, fue la subida al escenario de alguien como el mismísimo Phil Campbell. El mismo Klaus lo presentó, y hablando en clave de amistad y respeto se metieron una pedazo de versión del Overkill de Motörhead, dedicada al Dios Lemmy con imágenes de su persona, que se caga la perra, con un volumen (seguramente adrede) subido hasta límites destroza-tímpanos. Fue un momentazo que nos dejó a todos absolutamente pasmados, tener a dos de los músicos de la última formación de Mötorhead interpretando uno de sus temas fue algo que yo no olvidaré mientras viva. Como el bueno de Mikkey Dee al parecer no se había desquitado lo suficiente, la emprendió de nuevo con su instrumento para darnos un recital de cómo reventar la batería a palos (un gustazo soberbio), y además, mientras su instrumento se elevaba hasta el cielo mediante una plataforma, una exquisitez rebosante de lujo y ostentosidad. Después de tanta sorpresa inesperada, estoy seguro de que muchos teníamos una gran sonrisa en la cara y los ojos como platos. Ahora solo nos quedaba meterle al cuello toda la cera posible con la caña de Blackout, que jamás falta ni falla en sus conciertos, y de Big City Nights, con pura esencia ochentera, que terminó de rematar mi afonía. Still loving you, no por más predecible resultó menos profunda. Apenas se escuchaba a Klaus mientras cantaba, al amparo de su compañero Rudolf con los arpegios, debido al clamor del público. Solo faltaba coronar la cima, ponerle la guinda al pastel, y como un torbellino, llegó el riff de Rock you like a hurricane para poner a tooooooodo el mundo a saltar, cantar, abrazarse, emocionarse… en fin, que son momentos a los que uno no puede (ni debe) poner ningún precio. Alfombra roja y corona para Scorpions y la hora y media de intensas sensaciones que nos regalaron.

Llegábamos al límite de las fuerzas, que coincidían con el final que nos tenían preparados los norteamericanos KISS como gran colofón de la jornada y del festival, y uno de los puntos álgidos en lo que a espectáculo puro y duro se refiere. En el resto de apartados, sinceramente… fue un buen concierto, pero con muchas carencias. Pero en cuanto a dar la nota más espectacular, volvieron a demostrar que en creatividad, sentido de lo comercial y carisma visual, pocas bandas son capaces de hacerles sombra, por no decir ninguna dentro del Rock. Aun así, superar lo de Scorpions iba a ser tarea delicada. Tras la voz en off con el típico mensaje: You wanted the best? You got the best! The hottest band in the world… KISS!! Y al mismo tiempo que sonaba Deuce, se veía bajar desde el techo del escenario a Tommy, Paul y Gene posicionados y con sus instrumentos. De momento, en lo único que me había equivocado era en el tema inicial, aunque resultó ser el segundo jeje, Shout it out loud fue la definitiva explosión de KISS entre la peña, con fuegos artificiales y explosiones varias, filigranas visuales, y espectáculo a todo lujo. Incluso Paul se esforzó (leyendo, claro) en decirnos unas palabras en español. Muy pronto cayó una de las estrellas de la noche, I was made for loving you, probablemente una de las canciones más famosas de la historia del rock… o casi mejor dicho, del disco. El directo hizo justicia con ella y el alboroto fue general, aunque también hay que decir que Paul hizo una carnicería con ella a nivel vocal. Al contrario que Klaus Meine, a Stanley le queda poca, muy poca voz. Eso sí, ¡los fuegos y truenos que no paren! Aunque KISS tienen que empezar a entender que no solo de show visual vive el público rockero. Eric Singer, de lejos el mejor músico de la banda, demostró sus dotes dándole a base de bien a I love it loud, aunque se echó de menos la oscuridad del estudio con que fue grabado el “Creatures of the night”. Tommy Thayer es un gran guitarrista, esto es innegable, pero para mí es el “menos bueno” de los que han pasado por la formación. Nunca tendrá la técnica de Frehley, ni los alardes de Bruce Kulick ni el glamour de Vinnie Vincent, pero desde luego, como guitarrista es infinitamente mejor que como cantante, como vino a demostrar en Shock me (que tampoco es demasiado complicada). Luego, por suerte, sí que nos deleitó con un corto pero intenso solo de guitarra, en el que acabó disparando cohetes desde su mástil. Gracias a la peña, Love gun sonó de lo más animado, conservando ese toque épico en su melodía y ese gancho en directo, porque desde luego no fue gracias a Paul, que volvió a demostrar que está bastante acabado vocalmente. A ver, no me entendáis mal. Dejando a un lado la parte de espectáculo y demás, el concierto estuvo de puta madre, bailé, disfruté, salté y canté a pleno pulmón, y como yo, todo el mundo.

El problema es que están TAN endiosados, van tan sobrados y con tantos aires de superioridad (como hacen gala en sus discursitos)… que al final como músicos demuestran bastante poco y uno se queda con ganas de algo más. Pero en cuanto a temazos, ni una sola queja. Lick it up tenía que sonar obligatoriamente. Muy pocos temas de la década de los 80 (mi favorita, a grandes rasgos) por lo que era un motivo más para vivir esta a tope. Aquí llegó el esperado momento en que, a golpe de bajo, Gene Simmons se elevó hasta las nubes en su plataforma y comenzó a escupir sangre, tocando y cantando God of Thunder. Aunque casi todo el mundo lo ha visto en videos, dvds., etc. verlo en vivo y en directo no tiene precio. Sorpresas a nivel de setlist hubo pocas, quizá la mayor de todas fue Flaming youth, del “Destroyer”, que no suelen tocar (dicho por ellos mismos), aunque la repercusión entre el público fue moderada. Lo mismo se puede decir de Say Yeah o Psycho Circus (y con la honrosa excepción de War machine) aunque esta última estuvo convenientemente engalanada con el recorrido que el mismo Paul Stanley dio encima de su tirolina para situarse encima de una de las torres que había entre la gente, para terminar allí el tema. A continuación (toma flipada) afirmaron que el Rock a nivel mundial solo podía tener un himno, ¡y ese era Rock and roll all night! Fantasmadas aparte, la verdad es que el tema fue un pasote. Paul destrozó su guitarra a hostias contra el suelo, y cientos de miles de papelitos disparados volaron por el cielo y toda la peña alzando su birra y cantando al son de aquella maravillosa fiesta de Rock, a pesar del cansancio, a pesar de las penurias que habíamos vivido con todo el calor... es imposible no enloquecer con temas como este. Y aunque su tiempo prácticamente había terminado, y a no ser que a última hora ampliaran su contrato… los KISS hicieron algo que les honró, y mucho. Superada la hora y media prevista de su actuación, continuaron sacando clásicos de la chistera, como Cold gin (de su primer álbum) o la imprescindible Detroit rock city, otro momento que todo rockero que se precie ha de ver aunque sea una vez en la vida en vivo. Ese solo, ese riff… pura historia, señores. Solo les quedaba ya despedirse, y lo hicieron con otro momento a recordar: con otros millones de papelitos cubriendo el cielo y Eric Singer cantando Black Diamond, todo hay que decirlo, mejor que Paul y Gene juntos jejeje.

Si fuera por mí, aun habría continuado la fiesta. A pesar de que estaba hecho tabaco, el pensamiento de que estos tres maravillosos e inolvidables días tocaban a su fin… me hacía estar en cierto modo triste, por lo que me resistía a abandonar el recinto, sin parar de mirar atrás como si aun esperara que comenzara otro concierto. He leído que Lujuria hicieron un buen concierto, con dedicatorias y recuerdos para el gran Manzano (actualmente superando un cáncer, del que todos esperamos que salga), pero con un tributo a AC/DC de por medio… no gracias. La cosa es que mucha gente se quedó a verles (tanto a T.N.T. como a Lujuria) pero a mí no era el plan que más me apetecía. Quedamos con Josele y su chica para la vuelta, esta vez a una hora y pico de allí, aunque resultó ser menos duro de lo que imaginé.

En fin, otro Rock Fest Bcn que termina, otro éxito absoluto, pero ya llegando a un nivel de cartel… difícilmente superable. Aunque, por otra parte, si el año pasado con Aerosmith, Deep Purple, Avantasia y Alice Cooper ya dije que era imposible superarlo… ¿quién sabe con que nos sorprenderán el año que viene? De momento ya hay un anuncio en firme, pero no de grupos: la edición del 2019 serán 4, sí, 4 días, a un precio inicial y súper reducido de 150.-€. Lo cual me parece una abominación en ambos sentidos, sobre todo si contamos que sobrevivimos por los pelos y lo que costará la entrada a precio final. Ya ya… ahora me quejo mucho. Pero volveré.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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