sábado, 9 de septiembre de 2017

Llegó el Verdugo (Ripollet Rock 2017, viernes 25/08/2017, Parc dels pinetons, Ripollet, Barcelona)

Nada menos que 25 ediciones lleva ya el popular festival Ripollet Rock a base de lucha y constancia. 25 años de Metal incansable, con el apoyo de la gente y del ayuntamiento de la pequeña localidad de Ripollet donde se ha celebrado año tras año uno de los festivales de referencia de la zona, y lo que es mejor (y más sorprendente), GRATIS. Ya quisiéramos muchos tener un festival de ese calibre cerca sin tener que pagar un duro (aunque por otra parte, yo lo haría gustosamente). Además, es sobradamente reconocido por nunca haber escatimado en la calidad y el renombre de sus carteles, habiendo acogido a algunos grupazos como Epica, Dark Moor, Bonfire, Avulsed, Edguy, Iron Saviour, Axxis… para todos los gustos y colores, un maremagnum de estilos que varía año tras año sin apenas repetirse. Aparte de que el cartel de este año era bastante llamativo (solo por no perderse la tercera venida de una banda legendaria como Loudness ya valía la pena echarse los kilómetros), el 25 cumpleaños era la ocasión perfecta para romper mi maldición con este festival. Y os preguntaréis porqué cojones nunca había ido antes en 25 años. Pues cosas de esta puta vida. Sin trabajo no hay pasta, y con trabajo no hay tiempo, contando que, salvo una edición (probablemente la peor jeje), todas ellas han sido celebradas en viernes. Pero este año las vacaciones fueron condescendientes conmigo, y aprovechando el viaje de turno de todos los veranos a tierras catalanas, por fin pude vivirlo en primera persona y encima en una ocasión marcada, en la que se apuntaron a la fiesta, a parte de mi chica obviamente, mi colega Josele, con quien ya van unos cuantos bolos, y su chica Ari. Una compañía casi inmejorable para disfrutar de una de mis últimas noches de vacaciones.

Como todos ellos ya eran asistentes experimentados del festival, no fue demasiado difícil llegar ni buscar un buen sitio para aparcar. Aprovechando el jolgorio generalizado y el hecho de que llegamos a muy buena hora, nos metimos en la feria a hacer un poco el “monguer” a tomarnos unas birras y a descojonarnos de la cutrez de algunas atracciones jeje, a parte de hacer alguna que otra compra. Eran ya horas, y si no cenábamos ya, no lo haríamos en lo que quedaba de festival, así que nos acercamos al primer bar que vimos para pedirnos unos bocadillos y unos cubatas bien fresquitos y de paso ir animando un poco más el cotarro. Llenos y un poco “tajaos”, ahora sí fuimos directos a la cola de la entrada, que estaba relativamente cerca. Yo no sabía muy bien que esperar, la verdad, pero el acceso tras el habitual cacheo por parte de la seguridad fue bastante rápido. El recinto es bastante grande como para albergar este tipo de festival, relativamente despejado de momento, lo que nos facilitó bastante pillar la camiseta edición 25 aniversario y unos tickets para privar más tarde. Al mismo tiempo, ya sonaba la primera banda de la noche, a la que finalmente nos quedamos por mi insistencia.

Y la verdad, no les conocía ni de nombre. Rising Core es una joven formación catalana, aunque por lo visto había un buen número de gente viéndoles en las primeras filas. Jóvenes… pero ya van por su segundo disco, lo cual ya empieza a definir la carrera de una banda. Lo que más me llamó la atención es que hacían Metal progresivo, y para mí eso son palabras de oro. Escuché un tema como Broken (without you), aunque el sonido desde allí no era demasiado bueno, pero se apreciaba lento, contundente, con unos teclados destacables y unos riffs bastante machacones. Entre todas estas características, sobresale su vocalista Verónica Galindo, cantando en un inglés bastante aceptable, quien tuvo mucho movimiento desde el principio y unos grandes dotes de frontwoman, a parte de, como no, un excelente rango de voz, algo indispensable para hacer Metal progresivo. Noté que utilizan una afinación bastante baja y gustan de riffs oscuros, pesados, y unas melodías muy emotivas en general. El tema que más me gustó de toda la noche fue Pain Inside, aquel que más mostró su vena progresiva, con todo tipo de espectros musicales, desde ritmos entrecortados, pseudos-breakdowns, estructuras muy complejas y rapidez extrema en algunos fragmentos, destacando especialmente el batería Néstor, que tocaba de forma muy metódica todas esas líneas tan complicadas con ritmos de lo más variado. La melodía también me encantó, súper original, acercándose por momentos al Metal sinfónico, en la que Verónica pudo mostrar sus rasgos vocales y registros a plenitud, y la instrumentación casi perfecta, empalmando trozos casi ambientales con tempos de locura. La vocalista seguía entregándose al movimiento sin perder ni una sola nota, su voz se escuchaba realmente fuerte. Ya desde más cerca, aunque no quedaba ya mucho show por delante, todavía pudimos degustar más muestras de su particular estilo con Falling o Better Choices, dos temas en los que, a pesar de la tranquilidad de su cadencia, los músicos pudieron despacharse a gusto tras presentar ambos cortes al público. En sus palabras de despedida, nos pidieron que no les olvidásemos, y lo cierto es que el concierto me gustó lo suficiente para no hacerlo.

Camino hacia fuera otra vez, para dar otra vuelta por los alrededores de la ciudad y tomar alguna otra copa en el mismo bar de antes (el Rubik, creo que se llamaba)… al que no os aconsejo demasiado ir, al menos en aquella noche, porque son lentos de cojones y al final me quedé sin mi gintonic. De todas formas, aquella noche privé más de lo habitual, y es que con las malas influencias a veces uno se deja llevar jejeje. En cualquier caso, el grupo que nos perdimos para salir fue Regresión, concretamente desde Hospitales de Llobregat, y ¿sabéis que os digo? Que me arrepentí en el mismo momento en que llegamos y vimos su último arranque, un temazo llamado Estrella del Rock, cantidad de cañero y canalla, a veces en plan Obús, a veces en plan Beethoven R, pero solo con estas dos bandas que he citado ya os podéis hacer una idea de lo que me gustó. Además, vi a una banda que desbordaba personalidad, de esas que se creen al 110% lo que hacen sobre el escenario y lo transmiten en forma de fiesta y pasión, con unas vestimentas de lo más particular, una voz cazallera y muy guapa, y unas guitarras rockeras a rabiar. Vaticino que fue un concierto que me hubiese encantado de principio a fin, la verdad es que no esperaba nada ni parecido. Es lo que pasa por no haberles conocido antes, pero prometo que a la próxima no fallo. ¡¡Vaya feeling tenían los muy cabrones!! Y lo mejor de todo, mucha más gente que antes viéndoles y un ambientazo acojonante.

Mucha más gente, de hecho, que cuando empezaron los Jaded Heart, en donde se produjo un “sálvese quien pueda” y la desbandada de peña fue brutal, cosa que no entendí ni por asomo. Pensé que volvería a formarse el mogollón, pero lo cierto es que a pocos minutos de su comienzo, habían unos vacíos enormes entre el público. ¿Una banda de Hard Rock (o Power Hard Rock, como rezaba en el cartel jeje) que destila calidad a raudales y se les recibe así? Vaya vaya, que decepción. Puede que no sean los más conocidos en nuestro país, pero a poco que se haya escuchado de ellos, se puede decir que son maestros en lo suyo y sus melodías te acaban atrapando. Así pues, y pasando del tema, nos dispusimos a prestar máxima atención cuando el concierto abrió fuego con No reason, y un más que animado Johan Fahlberg que rápidamente, y viendo la escasa asistencia a su concierto, se puso las pilas para animar el cotarro con su gran carisma y sus ganas de divertirse y divertirnos. Ciertamente impone verle, una muralla de tío que da el callo como si no hubiese un mañana. Al principio, sin embargo, su voz chirrió bastante, se le escuchaba demasiado y bastante mal, y no sonaba demasiado afinado ante un público que parecía bastante confuso. Mucho mejor en la cañera Godforsaken, donde el sonido mejoraba muy poco a poco pero todavía no se había asentado del todo. El ritmo desde el inicio fue trepidante, pasando por cortes más puramente hardrockeros como Run and Hide, en el que el vocalista no dejó de pedir ánimos, palmas, gritos y hacer todo lo que estaba en sus manos para levantar de su sopor a los que aun no se estaban enterando de la película. Y ciertamente, lo estaba consiguiendo. En algunos temas se echaron mucho de menos los coros, no es que no se hicieran, es que no se escuchaban, con lo que el vocalista tuvo doble responsabilidad a la hora de defender algunas como Saints Denied, tirando a moderna pero con un ritmo de lo más pegadizo. Recuerdo cuando les vi por primera vez. Parece que fuese el otro día pero ya han pasado más de dos años (joder, como pasa el tiempo, ¿no?). Por suerte, el setlist en esta ocasión fue muy distinto, de hecho, una de las pocas que recuerdo repetidas fue la siguiente Justice is deserved, aunque sería un crimen no tocar este temazo.

No creáis que el resto de la banda no se lo curró a muerte. Bajo los potentes zambombazos de su batería Axel Kruse, Peter Östros también vivió el concierto, sobre todo la primera mitad, lleno de entusiasmo, levantando la guitarra, tocando muy bien los solos e incluso en momentos de máxima intensidad emocional, arrodillándose ante nosotros, algo en lo que le siguió más de una vez el bajista Michael Müller, posiblemente el que más vueltas dio por todo el escenario. La banda ha logrado mantener su identidad pese a las idas y venidas de músicos, endureciendo notablemente su sonido en los últimos discos, especialmente a partir del “Sinister Mind”, pero conservando esa magia en sus coros y melodías tan buenas como las de Not in a million years o Nightmare’s over del “Fight the System”, en las que su estilazo era perfectamente reconocible y dejando a las claras que este es uno de los discos que mejor ha entrado. Y es que, aunque uno no se conociera ni uno de sus temas, era muy fácil disfrutar de su show por la gran entrega y energía de sus músicos (¡¡vaya sudada se estaba pegando Axel a los palos!!). El tiparraco (lo digo por el tamaño) de Johan Fahlberg lo estaba pasando en grande y lo demostraba cantando con alegría y una gran voz, muy al límite en Love is a killer y sin apenas apoyo de los coros, pero al final le salió fetén. A parte de las muchas bromas y chascarrillos del vocalista para interactuar con la peña (soltando hasta en un par de ocasiones aquello de “salut i força al canut”), también llegó su momento de ponerse serio y mandar a tomar por el culo a todos esos terroristas hijos de puta (los de fuera y los que nos gobiernan, espero jeje) y dedicarles Schizophrenic, una de las más sonadas y celebradas de toda la noche. Llegando al final, parece que los músicos habían bajado en revoluciones, pero Johan seguía totalmente envuelto en llamas. Rescue me sonó en tesituras muy heavys, ya con un sonido bastante normalizado en el que los instrumentos se llevaban más o menos bien (aunque en ningún momento fue perfecto ni de lejos), animaron bastante esos repiques de cuerdas bombo y sobre todo, ¡ese pedazo de estribillo enorme! No dejéis de escuchar el disco completo, ese último “Guilty by design”, ¡una joyita! Hacia el final, ¡oh, sorpresa! incluso hubo alguien que pidió algún tema, y acertó de pleno con With you, en el que los teclados de Henning Wanner tomaron mucho protagonismo en esa melodía tan particular. Y como guinda, por fin, algo del “Helluva Times” (mi favorito sin duda), aunque fuese una versión, Paid my dues fue descaradamente la mejor acogida de todo el setlist en general, aunque me faltaron muchos temas que sí tocaron hace dos años en Sedaví, como Life is beautiful o la potente Hero, pero bueno, al menos el setlist fue distinto y muy variado. En cualquier caso me gustó muchísimo y salí incluso más encantado que al principio.

Uf, como me he explayado con esta última crónica, pero es que me encantan Jaded Heart desde hace muchos años y apenas he tenido dos ocasiones para verles. Y aun no me he quedado a gusto, que conste. Ahora sí que no había tiempo para descansar. Seguidamente, toda una leyenda como Loudness arrasaría el parc dels pinetons, recinto del Ripollet rock. No estaría mal ir a pillarse unos litros a la barra, dijimos. Crasísimo error por nuestra parte… ya que aquello fue lo peor que vi en todo el festival. Justo en ese momento (aunque esto era de prever) absolutamente todo el mundo se volcó hacia la barra, cuyo personal no dio abasto ni de lejos, y no digo que no trabajasen bien, pero aquello fue un ejemplo de pésima organización. Por lo menos media hora de cola, con una peste a sudor insoportable, apretujados sin poder ni respirar y aguantando cosas como continuos cortes de luz. No valía de nada rezar para que no empezase el concierto. Escuchamos casi completa desde la barra (al menos ya en primera fila) el primer tema, gritando sin cortarse aquello de ¡¡Rock’n’roll Crazy nights!! Y con unas ganas flipantes de salir de aquel infierno. Para Like hell ya éramos libres, pero nos tocaba pagar el precio por haber tardado tanto: tuvimos que ponernos bastante lejos y en perspectiva más bien lateral, algo que por suerte se fue solucionando poco a poco. Ahora sí, la ambientación era pletórica, todo el Ripollet Rock unido ante las bestias japonesas, mientras alzaban el puño a ritmo de esa última o Heavy Chains. Ya con el cuerpo y la mente situados en el lugar, empecé a disfrutar a saco, por pura inercia. La citada Heavy Chains fue una jodida pasada a nivel vocal, al igual que las dos anteriores. Increíble el nivel que conserva, tras tantísimos años en una banda bastante exigente, el vocalista Minoru Niihara, nunca suficientemente valorado. Su técnica es impresionante, tanto para llegar a los agudos como a la hora de hacer auténticas peripecias con su voz, cambios bruscos, falsetes complicados… y viéndole en acción, parece que a sus 57 tacos nada puede pararle, aunque su aspecto físico sea muy distinto a aquellas fotos locas de cardados y chulería que mostraba en los 80. Así es muy fácil sentirse en el paraíso. Ya habían dado a sus fans lo que querían escuchar, una buena dosis de su “Thunder in the East” del 1985, pero no era más que el comienzo, muchos de nosotros estábamos deseosos por ver con qué nos iban a sorprender próximamente, y de primeras fue con la rockera Loudness o la desenfrenada Let it go, en donde brillaron sus raíces ochentenas, ¡¡y vaya agudos por parte de Niihara!!. Impecable ejecución, al igual que la caserísima Black star oblivion¡¡cañonazo joder!! ¡¡A mover la cabellera como condenados!! Y ojo, mucho ojo con su batería Masayuki Suzuki, militante en la banda desde 2009, especialmente en estos temas tan frenéticos. No hay otra forma de describir su forma de tocar que “como una puta locomotora”, arrasador, aplastante. Su forma de apalear la batería es disciplinada y metódica, al más puro estilo japonés, y su extravagante aspecto termina de convertirlo en un músico muy destacado, que ya me convenció en anteriores conciertos, pero me terminó de cautivar en este. Hasta ahora no hubo tregua con la caña, hasta que llegó una preciosa balada en japonés llamada Ares’ Lament, toda una rareza de su discografía y mi pregunta fue, ¿cómo se puede Niihara atrever actualmente a cantar algo en tonos tan elevados? Y la cuestión es que le quedó impecable, y encima en muchos de los temas alargaba la parte vocal final, inyectando un extra de feeling a los temas. Vuelta a la movida más guapa, con ese aire ochentero de Rock this way.

A algunos asistentes se les veía bastante cansados (exceso de alcohol, altas horas... etc.) pero la verdad es que yo me lo estaba pasando teta y no tenía sino halagos que soltar en cada tema. Loudness nos dieron aquella noche una lección absolutamente magistral de tocar Heavy Metal, del clásico, del auténtico, y en gran parte el culpable fue, como no, su inmenso guitarrista. Que Akira Takasaki es un jodido monstruo y un maestro de las 6 cuerdas, eso nadie que esté en su sano juicio lo pone en dudas. La forma en la que toca, a la velocidad de un relámpago, como “pajea” el mástil de la guitarra y el añejo regusto neoclásico en sus melodías y solos le convierten en un show por sí solo. Solo por verle a él merece acudir a un concierto de Loudness, sin contar las virtudes anteriormente mencionadas del resto del grupo. The sun will rise again fue una de las canciones más actuales que metieron en el setlist, pero estos son perros viejos, de los que no cambian nunca, y casi da igual de qué época toquen, todo suena muy Heavy y potente. Aunque no pusieron tanto énfasis en ganarse al público como Jaded Heart, por ejemplo, tenían terreno ganado desde el principio, ya que era mucha la expectación por verles. Gran acierto de la organización por traerles. La recta final supuso un empujón extra, un subidón de caña que empezó con la atronadora Metal Mad y tuvo el punto culminante con In the mirror, posiblemente la que más me gustó de todo el concierto, y es que un tema como este puede levantar a un muerto, de nuevo con un Suzuki hiper concentrado, aporreando su instrumento con una fuerza tremenda y un tempo calculado al milímetro. Rápida e imparable, esos riffs corta-cuellos sonaron tan tralleros como en el disco, y fue la que precedió a su gran final, con Crazy Doctor (de nuevo, como me encanta ese estilo neoclásico en los solos de Akira, lo mejor del tema sin duda) y la conocida S.D.I. que hasta ahora no ha fallado en ninguna de sus visitas. ¿Eché algo de menos? Pues sí, ya puestos habría estado de puta madre algún solo de Masayuki Suzuki o del mismísimo Akira Takasaki, que me dejó completamente alucinado durante todo el bolo. Un puñetazo en la cara de HEAVY METAL.

Otra pega es que debido al incidente en las barras, tuvimos que ver el concierto desde muy lejos, algo que por suerte iba a cambiar en el próximo, otra de esas bandas por las que vale la pena ir a un festival aunque esté a tomar por el culo. Cristal Viper nacieron como una gran promesa del Heavy Metal más clásico en la actualidad, la respuesta polaca al aluvión de bandas del estilo nacidas en sus países vecinos. A día de hoy, ya son mucho más que eso, uno de los grupos más aclamados de la escena más actual, aunque esto es relativo, ya que cargan con 5 discos ya a sus espaldas, el último de este mismo 2017. Fácilmente nos plantamos entre las primeras filas, después de un rato de descanso y de comprobar que finalmente no nos tocó la guitarra que sorteaban con las papeletas de la priva y demás. En fin, de tantos conciertos, en alguno me tocará algo jeje. El recinto y las primeras filas en particular quedaron prácticamente vacíos, con lo que pudimos acomodarnos bien cerca del escenario sin agobios. Sin embargo, tan punto empezó el grupo, con las ganas que tenía de verles, empezó la pesadilla. La pesadilla auditiva, para más señas. De primeras, caja y voz. No se escuchaba absolutamente ningún otro instrumento. Y además, el sonido de estos dos era horrible, pésimo, tan malo y descaradamente fuerte que cada golpe de batería o grito era como una puñalada a los tímpanos. Eso no quita que su vocalista saliera hecha una furia, lanzando unos agudos brutales, imposibles y cual Atila, destruyendo a cada paso. Su bajista ocupaba la primera línea del escenario, y no paraba de levantar los brazos en plan “¡moveos, coño!” una y otra vez … pero si la gente ya no estaba para muchos trotes, y muchos no conocían al grupo y se quedaron por pura curiosidad… solo les faltaba esto. Tras dos minutos, con un dolor tremendo de oídos ante tal despropósito sonoro, decidí (en realidad, decidimos) poner punto y final a la noche, ya que no de lejos se escuchaba bien. Parece que al cabo de un buen rato, ya sonaban las guitarras, pero para entonces ya habíamos recorrido un largo trecho hacia el coche. Mala suerte, a la próxima será, pero me dio muchísima rabia tener que perdérmelos por incompetencia de los técnicos de turno…

La experiencia en general fue satisfactoria, sobradamente gracias a Jaded Heart y Loudness, que se salieron por los cuatro costados. Ahora mismo me hubiese encantado quedarme al bolo de los Regresión, a quienes no perderé de vista. Y sobre todo, haber meneado el cuello hasta morir con Crystal Viper, ya que seguro que terminaron siendo la hostia en vinagre, pero ante tal horror de sonido no vale la pena ver un concierto en esas condiciones. Sin duda volvería al Ripollet Rock, un gran ambiente, precios bastante tolerables y siempre una gran selección de bandas, pero veo que tras tantos años siguen habiendo muchos aspectos a mejorar, como el sonido en general y la organización en cuanto a la barra y demás. Por otra parte, el recinto es genial, amplio y con buena visibilidad, y el escenario también está a un gran nivel.

Con un cansancio notable y con un sabor agridulce por el último no-concierto, buscamos el coche, atajando por unas rutas no demasiado aconsejables si uno no quiere acabar destripado en mitad de la nada, pero al final llegamos sanos y salvos. Ya poco quedaba de mis vacaciones, pero volví a casa contento por haberlas exprimido al máximo. A ver si al próximo año me vuelve a pillar en días libres y vuelvo. Por suerte, en estos días que escribo la crónica, y aunque ya me ha tocado volver a la puta rutina del curro, tengo un buen aluvión de conciertos por delante, por lo que el final de año se presenta calentito.

¡Hasta la próxima, peña!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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