Me levanté aquel día con muchísima ilusión y ganas de mucho más. No iba a dejar que la ligera tristeza por el hecho de que este fuese el último día de un Leyendas tan esperado y disfrutado me afectase. De hecho, y a pesar de que el dolor en ciertas partes del cuerpo iba pesando ya un poco, en general me levanté bastante fresco, preparado para ver a todos los grupos que me echasen. Y por supuesto, íbamos a ir a por todas, planteando el día de la forma más extrema posible. Si en anteriores jornadas llegamos al Leyendas casi todos los días para ver al primer grupo, esta vez iríamos más allá, acudiendo a los conciertos que se iban a dar en el escenario de la zona de acampada entre las 14:00 y las 16:00 aprox., donde predominaría el Hard Rock melódico, y eso son palabras mayores para mí. Además, dos grupos que descubrí hace relativamente poco, ambos seguidos y muy atractivos para mi gusto. Por pedir, quisiera que me los hubiesen puesto otro día, quizá el primero o el segundo, pero las cosas son como son, y aunque sabía que empezar el Leyendas 3 horas antes me iba a pasar factura, no pensaba rendirme de ninguna manera. Terminaría el Leyendas hasta el final, por todo lo alto, o caería de rodillas en el intento, como siempre he hecho y siempre haré mientras me quede salud. Tuvimos tan poco tiempo aquella mañana que todo fue al trote. No pudimos comer en casa, ya que nos levantamos una hora antes de partir hacia el festival. Ya veríamos como sobrevivíamos. Con un poco de retraso debido a causas ajenas, Kurro, mi chica y yo llegamos allí muy justitos para el concierto de Hard Love y lo primero que hicimos, obviamente, fue posicionarnos para poder verles bien.
El grupo ya llevaba unos minutos tocando, pero no fue difícil encontrar un buen hueco ya que la carpa estaba bastante despejada de gente, no había mogollones ni demasiado alboroto. Y es que bandas como esta son más para disfrutar de sus melodías y músicos que para liarla, obviamente. A eso fuimos. El primer tema que vimos entero fue Hermanos de sangre, un tema con más tintes Heavys que Hardrockeros, y a la banda se le veía encantada, a pesar de que no había demasiada gente, pero es esa alegría que también da la intimidad y la sencillez. Jamás te olvidaré es una clásica balada de rock español, con una melodía muy guapa, bastante moñas pero muy atractiva y con un ritmo de esos que tanto me molan, tan ochentero. Y es que no se puede negar de qué fuentes bebe la banda, escuchando temas como este y Si tú no estás: Niagara o Sangre azul son sus principales influencias, mezclado con la voz personal de Pedro Oliva, capaz de llegar bastante alto, un guitarrista solita muy solvente (y compositor) como Gsus Sánchez y ritmos guapos a cargo de José Guardiola. En cualquier caso, su vocalista ya se encargó de presentar a la banda más tarde. Para romper un poco más el hielo se marcaron una versión bastante sorprendente, más por estilo que por época: el Maldito sea tu nombre de los Ángeles del Infierno, que quedó guapísima, clavando el solo de guitarra y con Pedro apoyado por un segundo vocalista con unos agudos espectaculares y gran resistencia para cantar un tema tan jodido. Con unas guitarras que fueron progresando en velocidad, comenzó Al pie del cañón, uno de esos temas que, sin conocerlos, son como una bocanada de aire fresco que te invitan a seguir adelante siempre, sin importar lo que cueste, con un estribillo potente y 100% coreable. Lástima no haberles visto empezar, porque lo que consiguió engancharme de lo lindo. A ver para cuándo otra ocasión.
Aprovechando el descanso entre grupo y grupo, nos fuimos a dar una vuelta y terminé pillando lo más barato y rápido de la, por otra parte, amplia variedad de comida que se nos ofrecía en la carpa de la zona de acampada. Nos permitimos incluso sentarnos para comer con tranquilidad gracias a los taburetes que nos habíamos llevado. Pero la verdad es que allí la necesidad de descanso no era tanta gracias a la sombra.
El año pasado nos vimos tan hechos polvo que tuvimos que perdernos las bandas del último día en el camping. Pero en este caso, hacía tan solo unos meses que conocí, gracias a mi chica, a una banda de Madrid llamada Strangers, que me enamoraron a primera escucha. Lo suyo es el Hard Rock añejo, ochentero, con muchas melodías guapas, ritmos macarras y cañeros, un teclado en primera línea con mucha presencia, y todos los músicos con un gran nivel. No podía perdérmelos para terminar de confirmar lo buenos que podían ser sobre un escenario, y no me decepcionaron en absoluto, es más, creo que con un sonido mejor (el de la carpa era tirando a regulero, con baterías bastante “localeras”) y con un buen escenario, pueden llegar a dar un grandísimo espectáculo, aunque por supuesto, ninguna queja del concierto de aquel día, que me dejó más que satisfecho. Abrieron fuego con puntualidad y fueron tirando con Ángel, cantada en inglés como todo su repertorio (buena actitud para triunfar, joda a quien joda) de forma suave, con unos teclados magníficos y que sonaban para chuparse los dedos, melódicos y agradables, tal como les había escuchado. Puro Hard-AOR de corte clásico que sin embargo se fue tornando un poco más duro con los siguientes temas como Take me Away, pero sin perder ese feeling ni esa chulería que destilaban encima del escenario. Demostraron que eran capaces de ir todavía más allá, y poner a prueba su valía como músicos en una versión que me dejó boquiabierto.
Nos dejaron claro que eran fans de los ochenta, de las buenas bandas clásicas y de los teclados, y se atrevieron con Separate ways (Worlds apart). En cuanto escuché el principio… joder, vaya subidón. Y al loro, porque les quedó impresionante. El guitarrista Miguel Martín con una seguridad aplastante, la gran presencia de Carlos Jiménez a las teclas y sobre todo, el aplomo y la sorprendente voz de Óscar O'brien merecieron todos los aplausos recibidos y muchos más. Como ellos dijeron, ¡¡el año que viene al escenario grande!! Continuaban la movida con temas de cosecha propia como Never Stop, que abre su último disco, "Survival", de la que recordaron el videoclip, muy guapo, por cierto, pero si me permitís, no tanto como el acojonante riff y el rollazo de los teclados que dominan el tema, Hard rock de calidad con muchísimo feeling, que no desentona con las grandes bandas de los 80. Las personas invitadas que hicieron coros ayudaron mucho al sonido de la banda, a parte de añadir más variedad visual. Charly se mostró todo el rato sonriente y divertido, con esa forma tan particular de tocar el bajo, con unas líneas muy buenas, al mismo tiempo que su compañero Abel le imprimía ese puntazo a la batería que nos hacía recordar más todavía de donde vienen sus temas. Aunque no se puede tildar menos que de temazo aquel con el que cerraron, Forbbiden Love, de su primer disco llamado “Emotions”, que me trajo a la mente una mezcla del hard rock nacional con bandas americanas (entre, pongamos, Niagara y Danger Danger), por ritmo, por teclados y por la forma de cantar. No dejéis de escucharles y estad atentos, porque son la hostia de buenos y merecen llegar alto. Ojala tengan razón y el año que viene les veamos dentro del recinto principal.
Como ya he dicho antes, de Hard Rock iba la movida en el principio de aquella última jornada. Para mí eso era empezar a lo grande. Rápidamente, fuimos casi al trote a la tienda, a dejar lo que no nos hacía falta y a coger lo imprescindible y seguidamente nos fuimos hacia el recinto de los conciertos. Me tocó bastante los cojones ver como, de nuevo, y justo antes de la apertura de puertas, había una cola larguísima para la entrada. Lo siento mucho, pero no me pensaba perder ni un segundo de Eclipse por nada del mundo, ya que era una de las actuaciones más esperadas para mí. Si el día de antes tuvimos que chuparnos la cola entera mientras los listillos de turno se metían por el otro camino, esta vez el listo iba a ser yo, así que nos metimos sin pensarlo en la cola de los “rápidos”. Es lo que hay, o respetamos todos el turno o a ver quien es más listo.
Sea como fuere, y mientras charlábamos con el gran Alan, a quien nos encontramos de camino, fuimos progresando, y una vez dentro, nos fuimos a la carrera, adelantando al personal, para situarnos entre las primeras filas con la vana esperanza de coger algo de sombra. Y ya que era algo casi imposible, optamos por coger un buen litro de kalimotxo jejeje, y directamente al mogollón. Allí, además, nos encontramos felizmente con Pedro, Mamen y con su hijo, gente verdaderamente encantadora tanto para un concierto como para una noche de fiesta loca. Eclipse, si, otra banda que repetía del Rock Fest, ¿y qué? La ilusión estaba por las nubes igualmente, y por suerte, cambiaron ligeramente el setlist. Buen golpe de efecto con Vertigo, que pese a ser uno de los muchos temas nuevos que tocaron, tiene una buena pegada y ya tiene una buena acogida, acompañada seguidamente por un clásico de la banda como Bleed & scream, la mezcla perfecta de potencia y melodía que Eclipse nos proponen a día de hoy. Una banda con temas llenos de frescura, melodías cojonudas y una enorme personalidad, gracias entre otras cosas al carisma de su vocalista. En The Storm y Wake me up se mostró imbatible, al cantar, al correr de aquí para allá, no dejaba de saltar y pedir ánimos, pasaba por delante y “arrancaba” el micro del palo para seguir sin descanso… ¡todo un fenómeno! Y derrochando simpatía en todo momento, al igual que otro de los miembros más queridos, su batería Philip Crusner, que se levanta en cada tema para saludar. Sufrió una pequeña caída al subir las escaleras, pero todo continuó con normalidad. En Jaded, que es uno de mis temas favoritos de su nuevo “Monumentum” (Erik se aseguró de que todos lo hubiésemos escuchado jeje) el vocalista se colgó la guitarra para asistir a su compañero a Magnus Henriksson, aunque ni eso le mantenía demasiado quieto en el escenario. Cambio de guitarra (esta vez acústica) para Battlegrounds, que fue celebradísima, y la más cantada sin duda. Y es que esa melodía es increíblemente buena y adictiva, perfecta para el formato acústico. Como digo, hubo bastantes cambios en el setlist. Mantuvieron algunas del disco nuevo, como Downfall of Eden (también con Erik a la guitarra), metieron algunas de su anterior trabajo como Blood enemies y desafortunadamente eliminaron una de mis favoritas como es I don’t wanna say I’m sorry. En cualquier caso, siguieron faltando muchos temazos, y es que su discografía está plagada de ellos. A cambio, nos regalaron una enorme Stand on your feet, muy dada a la participación del público en los coros, al igual que lo fue Battlegroud. Gracias a estos ánimos y al empuje siempre imparable de la banda, les volvió a quedar un concierto redondo, que muchos mantuvieron como el mejor de la jornada casi hasta el final. Y al loro, porque en Diciembre pienso irme a verles a Madrid. ¡No puedo dejar de escucharlos!
Todos sabemos que eso de intentar ver a dos bandas, mitad y mitad, del escenario grande y pequeño, normalmente no suele salir bien entre que te encuentras a gente conocida y tener que atravesar la marabunta de peña. Por suerte, parecía ser que el día más flojo en cuanto a asistencia fue el sábado, lo que nos dio un buen comodín en este sentido. Con esperanzas de ver unos cuantos temas, piramos hacia el concierto de Vhäldemar, que no me explico como todavía siguen relegados al escenario pequeño. El día que les den la oportunidad de tocar en el grande, lo revientan. Porque el que no les ha visto en directo, no tiene ni puta idea, pero la lían, y mucho, doy fe después de unos cuantos conciertos. Y parece que tienen cierta predilección por el desmadre en el Leyendas del Rock. Llegamos con una potentísima Breaking all the rules con la que me fui directo entre la peña y lo primero que vi, puño en alto y melena al viento, fue a un Carlos Escudero ya muy caliente, desmelenado, comiéndose el escenario y con el público comiendo de su mano. Su voz, pese a no destacar especialmente, contiene la furia y la energía esencial para cantar Heavy Metal de muchos quilates, y sobre todo, posee una actitud de acero, es puro fuego encima de un escenario y en este sentido no duda en cargarse al grupo a las espaldas. Un auténtico fiera que debe terminar reventado de cada actuación, pero para mí eso es pura lucha y demuestra unos cojones enormes. Y al loro con Pedro J. Monge, menudo pedazo de bestia con la guitarra. Sus dedos recorren el mástil a la velocidad de la luz y sigue siendo un inmenso placer verle tocar, dedicarse a su instrumento por unos minutos, y más si se le une el teclista Jonkol Tera para marcarse un duelo vertiginoso con su imponente keytar, que lució de lo lindo, mientras Carlos les miraba alucinado. Una lástima llegar con tan poco tiempo, no llegamos a escuchar nada de nueva factura, aunque sí cayó una abrasadora Black Thunder, de su último largo llamado "Shadows of Combat", que Carlos cantaba con furor, cada vez con más entrega y fuerza, mientras la batería de Gontzal García retumbaba en cada centímetro de la carpa. Poco a poco se fue desmadrando la cosa, especialmente su vocalista Carlos Escudero, una máquina de hacer Heavy Metal en el sentido más estricto. Trago a trago y cabezazo a cabezazo se fue envalentonando con uno de los temas que se ha convertido en todo un emblema del espíritu de la banda (y también una de mis favoritas): Metal of the world. Cuando la presentaron, la gente se emocionó y lo dimos todo desde el primer minuto, con unos coros que sonaron bastante bien pese a que el sonido de la carpa no era el mejor. Y es que esta gente hace ya años que debería tocar en alguno de los escenarios grandes. Imagino el estruendo y el desfase que podrían llegar a crear. La cosa estaba ya muy caliente, y Carlos no soportaba ya quedarse en el escenario (y mira que no para quieto ni un segundo, lo vive como pocos frontman que yo haya visto nunca) y pronto se fue acercando a las columnas laterales, para bajarse de este y zambullirse entre la gente, mientras cantaba la conocida Energy, se subió a las gradas, las recorrió de punta a punta, dando la mano a las fans, parándose con algunos, "robando" algunos tragos de litronas ajenas... y por supuesto, elevando el nivel de desfase general a su cuota máxima. ¡Brutales, joder! ¡Esto es HEAVY METAL!
Nos retiramos porque terminaba ya la última canción, porque si no de allí no me mueve ni cristo. Pero ya poco les quedaba y el trato era también ver la mitad de otro de los grandes nombres, esta vez en cuanto a Thrash Metal, del festival. Tankard, uno de los big four alemanes dentro del estilo que nos tuvimos que perder hace dos años por culpa de la intensa lluvia y que yo personalmente hacía muchos años que no veía en directo. Tal como veíamos el asunto de animado, volamos para ponernos en un sitio seguro para mi colega Kurro (que estaba tullido) pero en donde se pudiera respirar bien el ambiente, y escuchar de lujo los berridos de su gran vocalista (en todos los sentidos) el mítico Gerre, aunque es evidente que ha perdido unos cuaaaantos kilos desde la última vez que le vi. Esto no ha mermado su gran presencia en el escenario ni su personalidad, por supuesto. La clásica Chemical invasion nos dio la bienvenida de la forma más contundente posible, los gruñidos de Gerre, la mortal batería de Olaf Zissel... y ese par de hachas junto al bajista recorriendo, devastando el escenario. Y es que los temas de la banda en directo, gracias a la bestial energía de sus miembros, me suenan más aguerridos, más rápidos y potentes en directo. Rules for fools continuó la locura, con las primeras filas haciendo todo tipo de "figuras" brutales, un temazo (y "videclipazo") que me recuerda que hay que aprovechar a saco la juventud y vivir a tope, y que les jodan el culo a aquellos que van de mega-maduros por la vida y a quienes nos quieren imponer sus reglas. Todo eso es lo que transmite la energía y entusiasmo de unos Tankard infalibles en directo, y a quienes tenía muchas ganas de ver. Los solos de Andy Gutjahr sonaban especialmente fuertes, una parte fundamental del sonido alemán del grupo, desenfrenados, frenéticos y salvajes.
Recordé también los grandes momentos de la primera vez que les vi, aunque todavía no habían grabado uno de sus hits más actuales y también sonados: A girl called cerveza, dedicada como siempre a la bebida que siempre ha sido el gran amor del grupo. Viendo el desfase general, gritamos al unísono aquello de ¡¡yiiiiiiiiijaaaaa!! y nos dejamos llevar por el calor del personal, teniendo que aguantarme para no irme a partirme la cara entre las primeras filas del concierto. Vaya trallazo, y vaya solo guapo también. (Empty) Tankard no necesita ningún tipo de presentación. Con su ritmo inicial, te va preparando para la gran masacre, y cuando empieza a meter tralla, no puede uno sino destrozarse el cuello al ritmo que marcan los fraseos de Gerre, completamente integrado en aquella traca mortal. El estribillo, coreado por todo el mundo, sonó más fuerte que nunca, mientras nosotros continuábamos dándolo todo hasta reventar. Las líneas de bajo fueron especialmente notables. Por este y otros motivos, es muy importante que el sonido de un concierto esté siempre a la altura, y este año el Leyendas nos estaba dejando en general muy contentos. Porque bandas como esta son el doble de destructivas cuando el estruendo es alto y claro.
La siguiente actuación en teoría también habría de ser partida, ya que al mismo tiempo que Battle Beast tocarían en el escenario Azucena, los brutales blackers noruegos Vreid harían lo propio en la carpa. Los finlandeses son una de las formaciones que, a pesar de sufrir numerosos cambios en su formación desde su arranque, más fugazmente han ascendido al estrellato de las bandas de nueva creación. Cuentan en la actualidad con cuatro discos (y el primero es del 2011, imaginaos), todos con grandes temas y buenísima factura, de entre los cuales su última creación, "Bringer of Pain", fue la protagonista absoluta del show. Straight to the heart es un gran ejemplo de cómo abrir fuego en un concierto: la mezcla perfecta de ritmo, melodía y contundencia para enganchar, y sobre todo, un estilo 100% escandinavo, inconfundible, cuyos principales culpables son Pyry Vikki y Juuso Soinio, bajista y guitarrista respectivamente, y únicos miembros fundadores de la banda que quedan actualmente, pero la arrolladora personalidad y sobre todo, tremendo vozarrón de Noora Louhimo también ha tenido mucha culpa del éxito incontestable de la formación finlandesa. Me cuesta verla sin esa estrafalaria cresta (aunque manteniendo sus enormes pestañas y su estilo visual tan particular), pero desde luego, en cuanto a magnetismo y poder de convicción, pocas frontwoman son capaces de hacerle sombra. Barbaridades vocales como las de Bringer of Pain o actuaciones escénicas como la que se curró en Familiar Hell (con una melodía alucinante, por cierto) bastaron para enamorar a un público que cayó rendido de primeras a los pies de la banda, mezclando temas más melódicos con otros más brutacos. Pero una de las que me parte en dos (recuperada de su segundo disco "Battle Beast") es Black Ninja, con toda esa fuerza y ese estribillo, junto a los dotes escénicos de Noora es un torrente que arrasa allá donde suene, con TODO el mundo que les veía levantando el puño para hacer los coros de ¡¡NINJA!!. Además, en esta se les unió el rubio batería Hannes Van Dahl de Sabaton, que imprimió su estilo personal al tema. Los dos guitarristas también mostraban una actitud de lo más vacilona, acercándose a la peña para meterles sus solos "en toda la cara" y crear más ambiente todavía. En pocos conciertos he visto un público más entregado que el de aquella tarde, pero Battle Beast estaban ganando cada aplauso con el sudor de su frente. Algunos dicen que la voz de Noora en tonos más limpios no es lo mismo que su primera cantante, Nitte Valo, pero la verdad es que yo en Far from heaven la vi fantástica, con una personalidad vocal única, demostrando que sus tesituras son casi infinitas. Ya quedan muy pocas cantantes como esta, y cada día es más complicado encontrar algo realmente HEAVY cantado por una mujer como en este caso. Aquí terminaron las concesiones en cuanto a velocidad, si acaso Lost wars fue una de las más extrañas del setlist pero con un buen estribillo, aunque demasiado industrializada para mi gusto, y Bastard son of Odin nos devolvió a ese estilo melódico-festivo que tiene la banda en algunos temas, quizá con el corazón de la melodía muy popero, pero recubierto de duro Metal (además de un poderoso solo). Otra en la que uno puede encontrar ciertos toques de otros estilos es Touch in the night, aunque en general es una delicia a pesar de sus reminiscencias discotequeras, también recuerda muchísimo al techno-pop de los 80 y todo lo que suena a esta época por muy raro que parezca, me encanta, además con una melodía adictiva, dejando para el final King for a day, recordando también al Metal de los 80 y con el teclista Janne Björkroth como uno de los protagonistas, y es que la música de Battle Beast necesita este instrumento como parte imprescindible de su sonido. Uno de los concierto de los que todo el mundo salió encantadísimo, referenciándolo como uno de los mejores del día. Lo cierto es que yo también lo haría, pero todo lo que vendría a continuación daría mucho que hablar.
Harto de que siempre pongan las mismas bandas nacionales en los escenarios grandes, prefería mil veces antes acercarme a ver a Diamond Head, los clásicos de la NWOBHM, al escenario pequeño antes que a los tantísimas veces vistos Saratoga, aunque sea con la "renovada" formación. Una vez estábamos bajo la carpa, empezamos a ver el grupo, y desde luego a primera vista había muchos cambios respecto a la primera y única vez que les he visto. Para empezar, parece que hubo otro de tantos cambios de vocalista, sustituyendo al joven Nick Tart que vi en Granada hace 12 años por un más apropiado (a primera escucha) Rasmus Bom Andersen (totalmente desconocido para mí). Como ha quedado claro ya, Sean Harris difícilmente volverá a la banda, por lo siguen peleando para mantener su estatus de clásicos unos cuantos años después de su reunión. Sinceramente, no escuchamos más que un par de temas, ninguno de ellos de los míticos, que sonaban un tanto modernos. Nos replanteamos la situación, ya que mirando hacia adelante en el running order del día, nos dimos cuenta que, sumado a lo que ya llevábamos a las espaldas, nos las íbamos a ver putas para terminar el día vivos sino descansábamos. Preferimos irnos al camping a descansar durante unos escasos minutos y reponer todas las fuerzas posibles. Yo desde luego, lo tenía claro. Magnum era para mí uno de los conciertos más importantes del festival y no pensaba perderme ni un solo segundo de este.
Tras unas cuantas risas exprés, nos levantamos decididos sabiendo que ya pocas ocasiones de sentarnos tendríamos, y yo con varios temas de Magnum ya casi sonando en mi cabeza. Por suerte, vimos que no había mucha gente, al menos no tanta como yo había imaginado. La visibilidad era perfecta desde donde estábamos, sitio perfecto para disfrutar de un concierto tranquilo y armonioso, al que además le tenía especiales ganas tras la única oportunidad que tuve de verles hace años, que fue frustrada por terceros... Creo que fue por entonces que me juré a mi mismo por mi propia vida que nunca nada ni nadie, por ningún motivo, volvería a joderme un concierto. La cuestión es que ahora gozaba de una especie de paz interior que me venía perfecta para degustar el momento. No demoró mucho su salida el gran Bob Catley, a quien ya he tenido el placer de ver muchas veces con Avantasia, y la excelente banda que le acompaña. Tenía muchas esperanzas puestas en ellos, sabía que no me decepcionarían, pero su concierto me dio mucho más de lo que esperaba, intensas emociones, melodías grandiosas, elegancia a raudales y muchísimo brillo propio. SORPRESÓN mayúsculo como primer tema, llamado Soldier of the line, excelente, una elección soberbia para empezar con un ritmo templado, agradable, sin excesos, que daría paso a algo todavía más grande. On a storyteller's night terminó por acaparar la atención de aquellos que aun se hallaban algo despistados y esperaban una buena razón para quedarse definitivamente a ver a los de Birmingham. Los ademanes y en general el carisma y la vivacidad de los movimientos de Bob Catley empezaron a coger fuerza, desplegando poco a poco su, pese a sus casi 70 años, fuerza escénica y sus dotes teatrales. Quizá no sea un torbellino sobre el escenario (lógicamente), pero con sus toneladas de personalidad y su hipnótica forma de recorrer el escenario tiene de sobra para triunfar.
Sus comienzos como banda datan de principios de los 70 y su carrera discográfica ha dado a luz, sin contar directos, 19 discos, aunque si no recuerdo mal, solo tocaron temas de cuatro o cinco álbumes distintos. Supongo que no quisieron calentarse el tarro en este sentido, pero en cualquier caso me alegro de conocer bastante bien su último trabajo, ya que fueron muchas las que cayeron de este, empezando por la que da nombre al disco, Sacred blood “divine” lies y la fantástica Crazy old mothers, ambas bastante exigentes pero que salieron muy bien paradas, y no solo a nivel vocal, sino también por parte de los musicazos que forman la banda, como el omnipresente bajo de Al Barrow, que tuvo mucha importancia en todo el concierto, ya que sonó de maravilla, o por descontado, las teclas de Rick Benton, reciente incorporación a la banda, que crearon una atmósfera de cuento de hadas. Escuchando el tema Your dreams won't die, uno se pregunta cómo puede ser que tras tantísimos años Magnum aun puedan componer canciones tan grandiosas como esta. No esperaba que la tocaran, y os juro que se me pusieron los pelos de punta. Una de las mejores melodías que han compuesto nunca, esencia 100% Magnum y por supuesto, un feeling infinito que me hizo enamorarme más todavía de aquel concierto. How far Jerusalem, que abre su legendario "On a Storyteller's Night" (su disco por excelencia) supuso otro de los puntos álgidos de la noche, se da por sentado que es uno de sus discos / temas más deseados y queridos. Me encantó la actuación de Bob en todos los sentidos. Puede que no tenga el rango más amplio, ni la potencia más apabullante, pero el sentimiento que pone al cantar, todo el soul que guarda dentro... es algo que muy pocos tienen, y eso le hace único y enorme. Otra que vino por sorpresa es Twelve men wise and just, otra de esas melodías que te atrapa conozcas a la banda o no. Muchos se quejarían de que metieron demasiado de su último disco, pero siendo así de bueno... ¿porqué no hacerlo? Encanto puro y duro, magia y duende en temas clásicos como la balada Les morts dansant o All England's eyes, de nuevo representando toda esa magia de los 80 en sus melodías, con unos teclados fuertes y unas guitarras que lo inundaban todo. Especialmente el final fue una gozada, aunque lo disfrutásemos un poco lejos, ya que tocaba ir cogiendo sitio para la inminente llegada de los Rhapsody (reunión) mientras sonaban When the world comes down y Vigilante (de esta última no estoy 100% convencido, ya que estábamos intentando deshacernos del mogollón para encontrar un buen hueco en el otro escenario). El vocalista nos despidió a todos con muchísimo cariño, dándonos las gracias y deseando volver pronto. ¡¡Nosotros también lo deseamos!! Sé que muchos disentirán después de lo que vino, pero para mí, el mejor concierto del sábado. MA-RA-VI-LLO-SOS.
Y es que lo que vino... no fue moco de pavo. Precisamente era uno de los 3 grupos más esperados de todo el festival junto a quienes terminaban de tocar. De todos los que me conocen es sabido que Rhapsody siempre ha sido uno de mis 5 grupos sagrados, por lo que la situación tenía el suficiente interés para mantenerme en tensión. A parte de esto, no se trataba ni de Rhapsody of Fire, ni de Luca Turilli's Rhapsody, sino de una gira aparte de esas dos formaciones, en la que se reúnen de forma temporal los músicos de la primera formación de la banda para dar una gira única e irrepetible, eso sí, con la única excepción del que para mí es uno de los mejores teclistas del mundo: Alex Staropoli, lo que pese a quien pese resta mucho valor a esta gira. Yo por suerte, en su día ya pude verles varias veces con todo el equipo completo. Y es que es casi imposible hacer un seguimiento de las dos formaciones actuales existentes (sin contar la de esta reunión) y de sus miembros, con varios cambios de una a otra y viceversa, fugas de última hora, sospechosos reemplazos... Por una parte, tener dos grupos Rhapsody nos ofrece calidad por partida doble, ya que sus discos siguen poseyendo una calidad impecable, pero por otra dan una imagen bastante pobre de intentar aprovechar a toda costa el éxito que han cosechado en todo el mundo. Actualmente, en Rhapsody of Fire, por ejemplo, tan solo queda Staropoli, el resto son miembros recientes. Por otra parte, en Luca Turilli's Rhapsody sí podemos encontrar a Patrice Guers, a Dominique Leurquin y al propio Luca, pero ni rastro de Lione o Holzwarth. A parte de la salida de Staropoli de esta nueva reunión (temporal, insisto), lo que no me terminaba de convencer era su intención de tocar solamente temas del "Symphony of enchanted lands", su segundo disco, con motivo de su casi-20 aniversario.
La potencia desmesurada de su comienzo la precedió aquella mítica intro (todavía casi insuperable) de Epicus Furor, que sirvió para ir calentando el ambiente, como anticipo de brutal épica para lo que nos esperaba pocos minutos después con Emerald Sword; impresionante ver a la banda empezar con el tema que normalmente utilizan para cerrar, lo que también supuso, de una forma totalmente ridícula, ver a mucha gente abandonar el concierto tras escuchar el único tema que conocían. De verdad, me parecen patética esa actitud. Pero para los seguidores más true de toda la vida de la banda italiana solo fue un anticipo, un hostiazo de grandiosidad que sin demora empalmó con Wisdom of the kings, que me parece todavía mejor, con un estribillo petado de doble bombo a cargo del sr. Holzwarth que me puso frenético, y con un inicio de teclado que es la jodida descripción de diccionario de épica de fantasía. Puño en alto pues, y a agitar la melena como un condenado hasta reventar las cervicales. Su parte instrumental llenó de alegría el Leyendas. Las expectativas aumentaron, casi tanto como los subidones de adrenalina en estos primeros minutos. La banda estaba a un nivel espléndido, como siempre, liderados por un Fabio que se comía literalmente el escenario, y por un Luca Turilli espectacular, tan apasionado como siempre, retorciéndose en sus solos al mismo tiempo que su maniática perfección le impedía fallar una sola nota. Pasaron a temas menos conocidos pero igualmente gloriosos como Beyond the gates of infinity, con un estribillo memorable, y rompieron con la dinámica, para sorpresa y alegría de muchos, con Knightrider of doom, de más reciente factura, un tema que particularmente me encanta. El mismo ritmo poderoso que llevaba el doble bombo se contagiaba a mi cabeza y mis puños. ¡¡BRUTAL!! Y es que Alex Holzwarth es un batería aplastante, técnico y contundente, uno de mis favoritos por méritos propios. Punto de bajoncete (en cuanto a ritmo, que no en cuanto a emoción) con Wings of Destiny, con una magistral interpretación de Fabio tanto en lo vocal como en lo escénico. Dedicaron la magnífica Riding the winds of eternity al maestro y amigo suyo Christopher Lee, que colaboró con ellos en numerosas ocasiones. Actor legendario con alma de Metal. Además, hacía muchísimo tiempo que no escuchaba este tema, y me refrescó unos grandes recuerdos. Gracias al buen sonido del que gozaban, las melodías se escuchaban cristalinas como el agua, cada instrumento brillaba con luz propia. La orquestación disparada empastaba perfectamente con la música interpretada, y los teclados pues... eso... sin Staropoli, disparados también, sonaban de lujo pero no aportaban espectacularidad visual como lo hubiese hecho el teclista. Una decisión absurda e incompresible. Cortaron con su segundo disco, ahora sí, pero de qué manera, como absolutamente nadie esperaba, tocando COMPLETA Symphony of enchanted lands. Imaginaos, si no estuvisteis allí, el griterío de la peña, ensordecedor y súper emocionado ante el anuncio. Con su gran variedad de tesituras y sus 13 minutos de longitud, todos los músicos tuvieron ocasión de lucirse, tras una densa cortina de humo y luces azules que dejaban poca visibilidad pero crearon una profunda ambientación.
Seguidamente, una deliciosa selección de temas, aunque todos pertenecientes a la primera época de Rhapsody, antes de la inclusión de la coletilla Of Fire, como la única representante de su primer obra, la poderosa Land of Immortals. Por supuesto, aquí Fabio dio el callo, pero tuvo que esforzarse más de lo normal, ya que es bastante jodida de cantar debido a sus tonos altos. Pero el cantante sigue sorprendiendo, demostrando que es un todoterreno, un vocalista excepcional, de registros y recursos casi infinitos. Por algo es uno de mis favoritos. Sin él, ninguna de las bandas volverá a ser ni la sombra de lo que era, por mucho que Dominique Leurquin sea un guitarrista enorme, con una soltura y rapidez asombrosa, o Patrice Guers un bajista en el que siempre me encanta fijarme por su enorme técnica y su estilazo al tocar. Deberían dejarse de historias raras y darle al público lo que quiere ver: ¡ESTO! Incluidos solos como el que Holzwarth dio en Leyendas, atronador, con una base sinfónica de fondo disparada y una precisión milimétrica, haciendo colaborar a la peña o, tras un pequeño discurso en castellano, una demostración fabulosa de potencia vocal por parte de Fabio cantando la composición clásica Nessun Dorma, que estuvo a punto de hacerme saltar las lágrimas. Esa canción siempre me ha tocado la fibra, y Fabio dejó claro que tiene unos registros operísticos para quitarse el sombrero, profundos, potentes y estremecedores, que retumbaban en nuestros oídos, con un talento aplastante. Dawn of Victory con sus guitarras dobladas o Rain of a Thousand Flames, con ese extra de potencia y majestuosidad, pusieron a caldo de nuevo a la gente, se veía y se sentía mucho más movimiento, pero al mismo tiempo, el público permanecía embobado para captar aquel gran e irrepetible momento. Sin embargo, aun quedaba lo más grande, y pensaba que ya a esas alturas no la tocarían... pero las primeras flautas de Lamento Eroico os juro que me pusieron los pelos como putas escarpias, seguido de la enorme sensibilidad de Fabio a la hora de cantarla, de nuevo con registros casi operísticos y el complemento de los coros disparados, sonando con una potencia bárbara... fue algo absolutamente mágico y espeluznante que me caló muy hondo, cantando con el puño apretado cada sílaba. Todos sabíamos que faltaba algo destructor, y para levantar de nuevo los ánimos, el trueno de Holy Thunderforce con su batería al trote, explotó en Villena, arrasándolo todo a su paso, ante una verdadera locura. Lástima lo del teclado pregrabado, que apenas se escuchó, pero sí pudimos disfrutar del solo de Turilli en toda su amplitud. Para muchos, y con razón, fue la mejor actuación, ya no del día, sino del festival entero. A parte de lo dicho, un solo pero: debería habérsele dado más protagonismo a la voz de Fabio en cuanto a sonido, ya que sonó un pelín distorsionada y poco acorde a su actuación, que fue sencillamente perfecta.
Poco antes, durante el concierto de los Magnum, se anunciaba un cambio en los horarios que a más de uno le mosqueó bastante. Sin cambiar el tiempo de actuación, Lujuria pasaron a ocupar el puesto de Bloodbath y viceversa. No llegué a saber cuál fue el problema y causa de este cambio, pero lo cierto es que me tocó bastante lo cojones, ya que mi idea era ver a Tierra Santa y "chapar el garito". A pesar de que Lujuria me molan bastante, no las tenía todas para esperarme a verlos hasta el final y ahora estaba obligado a aguantar hasta las 3:30 para ver a Bloodbath. Y me juré a mi mismo que no iba a perderme ni un solo grupo que me interesara, por lo que habría que aguantar hasta la muerte.
A partir de este momento, emprendí una mini-aventura en solitario. Mi chica se retiró a descansar y a ver el concierto por la pantalla. Mi colega Kurro estuvo un buen rato conmigo, pero finalmente también se retiró. Pero mi voto de resistir hasta el final era sagrado e irrompible, así que busqué un buen lugar para ver a Sabaton, sin agobios, pero con una distancia razonable y buena visibilidad. Pensaba que después de Rhapsody este concierto me sabría a poco, pero lo cierto es que consiguió engancharme rápidamente con dos clásicos ya como Ghost Division y The Art of war, apelando al nombre de Sun Tzu, pese al cansancio ya de unos cuantos conciertos empalmados sin piedad. Y es que hay dos elementos claves en los conciertos de Sabaton: la energía y ganas de gustar que desprenden en directo y el cariño que les profesa su público, especialmente, según dicen, el español. El primer tema de su último disco en caer fue Blood of Banockburn, al que seguirían unos cuantos distribuidos por el setlist. He de confesar que, las pocas veces que lo he escuchado, me ha dejado un gran sabor de boca, conteniendo su estilo inconfundible pero yendo un paso más allá en cuanto a buenas melodías y estilo compositivo. La citada es una de mis favoritas. Me inquieté bastante cuando su vocalista Joakim Brodén, único miembro original restante junto a su compañero bajista Pär Sundström, anunció que iban a tocar algunos temas poco habituales y rara vez presentes en sus setlist. A la vez que me alegré de escuchar los primeros coros de Attero Dominatus, me decepcionó un poco, ya que esperaba algo más especial, algo de su Metalizer, por ejemplo, que me encantaría, pero que nunca llegó. Eso sí, fue coreada por la peña como si no hubiera mañana, al mismo tiempo que parte de sus letras aparecían entre imágenes históricas por la enorme pantalla que respaldaba a la banda, y que ofreció un espectáculo visual casi igual de importante que el que ofrecieron los músicos. Continuaron, a buen ritmo, alternando temas de su último disco ("The Last Stand") como el tema homónimo The last stand con Panzerkampf, que puso a botar a todo el mundo, o la sorprendente Sparta con Screaming eagles, un tema rápido y contundente que tocaron bajo aviso previo, y es que su reciente "Heroes" ya gusta tanto como cualquiera de sus discos más clásicos. En la pantalla, nuevas y espectaculares imágenes acompañaban los temas, siempre sin salirse de esa temática 100% bélica y guerrillera que, sinceramente, no sé hasta qué punto me gusta. Creo que hay mucho desequilibrado y mucho gilipollas por el mundo, y a veces ponen tanta insistencia en este tema que parece que hagan apología de la guerra. Pero ojo, solamente es mi opinión; aun así puedo disfrutar plenamente de sus temas, que es lo importante.
Carolus Rex, por ejemplo, me saca de quicio, se me mete en las venas. Es un TEMAZO bestial, lleno de fuerza, de orgullo, incluso de arrogancia que me pone muy bruto. Obligado cantarla puño en alto. La voz de Joakim pareció carecer de toda la fuerza del disco, pero las guitarras sonaron tan potentes que el escenario parecía derrumbarse con cada puazo. Uno de los grandes protagonistas, a pesar de los zambombazos de Hannes Van Dahl o de los imponentes trozos pregrabados, fue el impresionante tanque que forma parte del decorado de esta gira, que en muchas ocasiones escupió fuego y estruendosos disparos (de pega, claro), estando en ocasiones el escenario casi cubierto de fuego y chispas, en un show de lo más salvaje mientras sonaban piezas como Swedish Pagans o un buen puñado de temas nuevos que quizá bajaron un poco el ritmo del concierto hasta que llegó Primo Vitoria, que supuso un subidón tanto para la banda como para el público. Joakim y los músicos representaron un tronchante gag en el que el vocalista sufría un placaje y era noqueado en medio del escenario. A pesar de su bélico aspecto, son muy divertidos, comunicativos y simpáticos, y entre ellos se lo pasan teta.
Estábamos muy cerca del final, y creedme si os digo que muy pocas veces en la vida he visto un tema nuevo que funcione tan bien en directo como Shiroyama, siguiendo con su temática bélica pero trasladándola a tiempos del shogun y de samuráis. Lo tiene todo, personalidad, letras, dinámica... convencido estoy de que rara vez volveremos a ver un directo sin ella, al igual que ese último pelotazo llamado To hell and back. Era cuestión de tiempo que esta canción alcanzase su estatus de estrella ya que tan solo sonar sus primeras notas, todo el mundo empieza a botar a saco y es perfecta para cerrar la gran fiesta que siempre consigue hacer la banda sueca.
Hasta este momento, por los conciertos, el buen rollo y el ambiente en general, se estaba convirtiendo en el mejor día de todos, a pesar de que el cuerpo ya empezaba a estar al límite de la resistencia, mogollón de dolor de riñones y de pies, oídos destrozados... La distribución de las bandas había sido genial, y llevaba unos cuantos conciertos seguidos que me estaban dejando alucinado, lo que solo hacía que aumentar mis ganas de disfrutar. Pero ante el cambio de horario inesperado, vimos un buen hueco para parar a cenar (que ya era la 1:00 y yo ni siquiera me había acordado de cenar, tan concentrado como estaba), así que fui a buscar a mi chica y nos arrimamos a dar un pequeño pero infructífero garbeo por las tiendas y, por tercera y última noche, al sitio más barato que encontramos para comer. Allí mismo, justo a mi lado, vi a Erik Martensson (Eclipse), y pude felicitarle por el gran show que nos habían ofrecido unas cuantas horas antes, además de decirle que nos volveríamos a ver en diciembre en Madrid. Pronto encontramos un sitio en las mesas, ya que la mayoría de gente ya había cenado. Aprovechando, quedamos con mi colega Kurro para afrontar la batalla final, que nos dio mucho más de lo que prometía. De fondo, escuchábamos el divertido y a la vez siempre auténtico discurso que Oscar Sancho da en sus conciertos sobre hermandad, amor al Metal y humildad. Quizá no era el mejor momento, pero siempre le queda genial, es un tío al que admiro mogollón y que siempre ha dado la vida por el Leyendas y por nuestro rollo. Entre bocado y bocado, muertos de hambre, escuchamos temas a todo trapo como Cinturón de castidad, Estrella del porno o la mejor de todas, Corazón de Heavy Metal, con Oscar vestido con una extravagante gabardina y cantándolas con todas sus fuerzas, poniendo toda la carne en el asador, como siempre. Por lo que escuché, tuvieron una invitada muy especial, Amaro "la tigresa de Barcelona", quien se cantó unos cuantos temas con ellos con una gran voz, pero también invitaron a salir a la palestra al mismísimo Marcos Rubio, a quien la gente del Metal le debemos casi todo en este país. ¡¡¡Siempre lo digo y siempre lo diré, grandes Lujuria y grande Oscar!!! ¡¡Por el puto Rock'n'Roll!!
Y joder, no voy a negar que me subieron los ánimos un puñao. A las 2 de la madrugada habíamos quedado con mi hermano y toda la tropa para ver juntos a Tierra Santa, pero por algún despiste, al final nos quedamos solos en el mismo sitio, bastante lejos, y les vimos desde allí, avanzando algunos pasos conforme avanzaban los temas. A estas alturas de la noche y viéndolo con perspectiva, uno se piensa que ya lo ha visto todo. Ver a Tierra Santa, concretamente, era algo casi opcional en un principio. El último disco que sacaron, "Mi nombre será leyenda" es, con diferencia, el peor de toda su carrera, y recuerdo que la última vez que les vi, en el Sonisphere del 2013 en Barcelona, me resultaron lentos, desapasionados y hacia la mitad del concierto ya estaba a punto de dormirme. Las sensaciones no podían ser peores para una banda que, aparte del bluf con el último disco, prácticamente acababan de reaparecer y ya parecían estar acabados otra vez. Pues bien, esas eran las expectativas que tenía aquella noche. Vamos, que si llegan a tocar los últimos, ni les veo. Pues bien, mire usted lo que son las cosas que tiene la vida.
Mis Tierra Santa, riojanos de pura cepa, los que tenían un sonido tan particular, aguerrido, cañero... esos, y no los del Sonisphere 2013, fueron los que salieron al escenario Azucena. No se cortaron ni un pelo al empezar, no se pararon ni a saludar, y arrancaron con Alas de fuego. Pensé: joder, ¡¡pues esto no está nada mal!! Pero poco a poco, con más y más ganas de acercarme a verles mejor, empezaron a sonar las notas a toda hostia de la inconmensurable Pegaso, llenas de fuego y de Metal, con un ritmo cabalgante plagado de fuerza, con un sonido tremendamente HEAVY y con una batería arrolladora. Como un torbellino, como un tubo de escape escupiendo llamas, y con un Ángel San Juan totalmente pletórico, motivado, con una voz fuerte y con todos sus "agudos", siguieron cayendo temas: Indomable e incluso Apocalipsis, de una época ya bastante menos aguerrida, sonó de lo más duro con sus teclados. Todo ello sin descanso, sin un segundo entre tema y tema, y para que nadie bajara el ritmo, la épica Tierras de Leyenda y su doble bombo arrasaron definitivamente en un ataque sonoro que no tenía fin. Ángel no dejaba de mover la melena, encararse al público con actitud y vivir la música como hacía mucho tiempo que no le veía. Aquel concierto me estaba trayendo unas sensaciones enormes, casi nostálgicas, de aquellas primeras veces en las que en sus conciertos dominaba el Heavy Metal rápido y sin tregua. Aquí no hubo zarandajas ni mariconadas de esos discos flojos como "Mi nombre será leyenda" o "Mejor morir en pie", sino discazos con mucho protagonismo como "Sangre de Reyes" (sin duda, su obra maestra para mí) con Juana de Arco (¡tantísimo tiempo sin verla en directo!), la misma Sangre de reyes o La sombra de la bestia, en donde si destacaron los teclados pero no en el estilo flojucho de sus últimos discos, sino para recubrir al tema con más gancho y épica. Para la gente que les veía por primera vez debió resultarles un concierto potente pero dentro de lo normal, pero para mí, que llegué a aburrirme con el pausado ritmo de sus últimos shows, me estaban dejando alucinado, sacándome fuerzas de donde ya casi no quedaban para levantar los puños y no dejar de meter headbanging en cada uno de los temas, totalmente on fire.
David Karrika sudaría la camiseta a base de bien tras la batería, ya que estaba haciendo un curro excelente, y tampoco recordaba a Gonzalo tan emocionado al bajo (y eso que sus caras raras siempre le delatan). El tema más reciente que salió a la luz fue La leyenda del holandés errante, y a mi entender es de lo mejorcito que han compuesto. Además, en disco suena mucho más light, con una batería más suave, pero en directo pegó el trueno, como siempre hablando de lucha y libertad. La momia también llevaba bastante tiempo descartada en los directos y aunque me gustan más otros temas del "Tierras de Leyenda", con los fuegos llameantes y las chipas les quedó "feten" (no recuerdo haber visto antes a la banda con este tipo elementos espectaculares). Unos segundos se tomó Ángel para saludar y dar las gracias, aunque es sabido que no es demasiado hablador. Relajaron un poco el ritmo con El bastón del diablo, un medio tiempo de su segundo disco, la más antigua en sonar junto a la mítica Legendario. Pecado mortal no tocar este tema en alguno de sus conciertos (y lo he llevado a sufrir...). Cuando empezó, representó el mayor momento de locura para el público, con esos punteos tan grandilocuentes, guitarras cabalgantes y un Ángel entregado al 100%. Además, siempre es un chute de energía enorme, yo al menos la viví como si fuese el primer tema de todo el festival... ¡A MUERTE!. Para redondear un concierto prácticamente perfecto, redondo, y de 10, todos sabíamos que faltaba la doble Canción del pirata, que dado el frenético ritmo del bolo, no tardó en llegar. Aquí el griterío de la gente se hizo patente. Como en casi todos los temas, dejó cantar a la peña algunas frases, y nadie falló. La parte lenta fue cantada con mucho sentimiento por Ángel, y la entrada de las contundentes baterías, representó el subidón final. No me queda más que quitarme el sombrero ante ellos, y reconocer una actuación de las que hacen época de una banda por la que ya apenas daba un duro, y aquella noche me cargaron las pilas a tope con un concierto, nunca mejor dicho, legendario para mí.
De hecho, si hubiese sido uno de los últimos conciertos que les vi, probablemente estaría bostezando y no sé si hubiese aguantado para los Bloodbath. Pero en cuanto mi colega me preguntó, ¿qué hacemos ahora? Dije emprendiendo la marcha: ¡¡hacia Bloodbath!! con los ánimos a tope y dispuesto a acabar de reventarme el cuello con esos bestiajos. Además, con infinita suerte, nos encontramos allí con los colegas mallorquines, en donde sería la última oportunidad para disfrutar un bolo con ellos en este Leyendas. Al igual que nosotros, estaban hechos puré, pero como debe ser, disfrutamos todos el concierto a piñón fijo, a dejarnos la puta piel. Hablamos de una banda que es realmente difícil de ver en nuestro país, donde los festivales, a nivel de Death Metal, siempre apuestan casi todos por las mismas bandas. En este sentido, otro aplauso por el Leyendas por traerles, aunque al final les tocase actuar en la peor hora de todas. Poco alentador el principio. El primer tema trajo consigo un sonido de bajo horroroso, altísimo y distorsionado que se comía con patatas al resto de instrumentos. Suerte que solo duró unos segundos, porque menudo susto... A partir de aquí el concierto transcurrió con su volumen atronador pero con mucha claridad, la justa distorsión para una banda como Bloodbath, pero con protagonismo de todos los instrumentos. Estoy seguro que la marcha de Mikael Åkerfeldt supuso un duro golpe para la banda y para sus fans. La salida de un fundador siempre lo es. Y más todavía si contamos que no a todo el mundo gusta el estilo de Nick Holmes. Casualmente, a mí me chiflan Paradise Lost y me encanta Nick, otra cosa sería comprobar que tal su papel en Bloodbath. No solo echamos en falta a Åkerfeldt, también el baterista fundador Dan Swanö abandonó la banda hace tan solo unos pocos años, pero aunque resulte extraño, su sustituto Martin Axenrot dejó el pabellón por las nubes y para mí fue una de las estrellas de la actuación, con una pegada brutal y demoledora, unos cambios de ritmo ferozmente rápidos y cantidad de recursos.
Al cabo de unos temas, hizo su aparición So you die, sin duda una de las mejores y más esperadas. Nick, por el momento, me estaba gustando mucho. Se nota que no ha olvidado sus guturales de los primeros tiempos de Paradise Lost, y dio mucho de sí. Todos en la banda iban pintarrajeados de forma bastante terrorífica, aunque apenas se apreciase con los juegos de luces, que también destacaron. En Breeding death Martin volvió a demostrar su valía y su enorme velocidad. Los blast beat de todos los temas sonaron acojonantes, claros y rápidos como cuchillas, y la fiesta se iba animando poco a poco. Aun quedaba mucha gente con ganas de hostiarse, pero por suerte no éramos muchos los que aguantamos hasta última hora y se podía buscar refugio. La variedad de ritmos y contratiempos llegó a su máximo apogeo con Cancer of the soul, guitarrazos rápidos y Nick con unos guturales tremendos, graves, cavernosos, su particular voz al servicio del Death Metal más clásico. Mis colegas mallorquines disfrutaron especialmente de Like Fire, ya que algunos de ellos militan en la banda Devouring (no dejéis de escucharles, son la hostia) y hacen una excelente versión de este tema, de lo más clásico del repertorio. No hace falta decir que las melenas al viento coparon todo el espacio vital posible. Que el sonido haya sido excelente hasta el final habla muy bien del festival: nunca antes habíamos podido disfrutar de tanta calidad en este sentido, sea en el estilo musical que sea. En realidad y salvando a Insomnium, Bloodbath fue la única banda extrema que pude ver en todo el festival y por supuesto, también se beneficiaron de toda la potencia de esta gran mejora. El final de fiesta vino a cargo de Eaten, que vivimos con especial intensidad al tratarse del último tema de todo el Leyendas, ya agotados, pero con ganas de apurar el sprint final.
Tras las oportunas despedidas, fuimos haciéndonos a la idea de que tocaba irnos cojeando hacia el camping y desmontar las tiendas, recoger los bártulos e ir cargándolos en el coche. Al mismo tiempo, ir asumiendo que, ahora sí, el Leyendas del Rock terminaba, y tocaría aguantar 365 largos días para volver a vivir la experiencia. Por suerte, tenemos una buena planificación de aquí a finales de año, con grandes conciertos y festivales (que si no, no aguanto ni de coña jeje). Y es que son ya 10 ediciones a las que he asistido, con la diferencia de que antes el Leyendas era, digamos, el festival opcional, complementario de cada verano, pero ya el cariño y la constancia lo han convertido en uno de los principales. Cada año se hace más dura la espera, la vida a veces pesa demasiado, pero siempre nos quedará tanto el recuerdo como la esperanza de una nueva edición.
¡Hasta la próxima, peña!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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