Con el Zurbarán Rock, este año en concreto, me ha pasado lo
mismo que con el Monsters of Rock Cruise… ¡quién me iba a decir a mí que
volvería, y sobre todo, tan pronto! Y es que el año pasado, todo salió
prácticamente rodado, tanto el viaje, como el tema del alojamiento y el propio
festival. Lo pasamos de lujo, compartí el fin de semana con mogollón de colegas
y nuevas amistades, y lo vivimos muy intensamente. Me dejó un sabor de boca
inmejorable, pero he de decir que esta edición del 2024, en lo personal, superó
a la anterior en todos los sentidos. La cosa es que hasta unas pocas semanas
antes de su celebración, para mí era algo poco menos que inaccesible por falta
de medios y compañía. Sí, miraba una y otra vez el cartel, babeaba ante él por
la espectacular variedad y calidad que había logrado reunir este año, deseaba
fervientemente poder asistir… pero no dejaba de ser una ilusión a fondo
perdido, así que con el tiempo, me lo fui quitando de la cabeza por motivos de
fuerza mayor. Sin embargo, sorpresas te da la vida, acercándose las fechas, mi
gran amigo Popi (que es un liante nato jeje), me acabó convenciendo para ir. Y
como ya digo, ganas no me faltaban, así que… blanco y en botella. Al grupo se
unieron rápidamente otro viejo colega, Alan (vocalista y letrista de
Perversió), y Pedro, quienes fueron también imprescindibles en las buenas
sensaciones que me dejó, en general, este inolvidable viaje, y a quienes me
faltaría espacio en todo este blog para agradecerles su compañía, amabilidad y
generosidad. El mismo viernes, tras un madrugón considerable, nos pusimos en
marcha con muchas ganas de plantarnos en Burgos y empezar a disfrutar del festival,
del aluvión de conciertazos que estaba por llegar.