miércoles, 1 de marzo de 2023

Hammer of the Gods (ManOwaR, Sábado 25/02/2023, Velódromo de Berlín)

Tenía una deuda muy, muy grande con ManOwaR, que más que una deuda, era ya una necesidad que me estaba quemando por dentro. Después de una larga temporada en la que no dejaron de pasar por nuestro país (entre 2009 y 2014), ha pasado la friolera de ocho años de golpe sin poder verles en directo. Tras ese amago, hace unos años, de anunciar su retirada de los escenarios (que afortunadamente, quedó en nada… o eso espero) y, peor todavía, tras la puta jodienda que resultó ser la cancelación de su actuación por parte del Rock Fest, cuando ellos fueron el motivo exclusivo por el que me compré aquella entrada, prácticamente se desvanecieron mis esperanzas de volver a ver a la que siempre fue y siempre será mi banda favorita de todos los tiempos. Y sí, aunque por estos lares odiar a ManOwaR sea de lo más ‘cool’, más por seguir la corriente borreguil que por razones sólidas, y dejando al margen gustos y opiniones personales respetables de cada uno (que no verdades absolutas, que más de un ‘ilustrado’ pretende inculcar), lo digo de forma clara, concisa y con la cabeza muy alta. Respecto a lo musical en los últimos 10 años, creo que necesitan apartarse urgentemente de esa flagrante vagancia / negligencia compositiva, y no siempre sus decisiones me han parecido del todo correctas, pero aún con todo ello, por lo que han significado en mi vida, y no solamente a nivel musical, sino como una filosofía en sí misma, yo les sigo venerando como a auténticos dioses del Olimpo del Heavy Metal. Y todavía digo más: con conciertos tan increíblemente apabullantes como el que se marcaron este pasado sábado en la ciudad de Berlín, cuando dan lo mejor de sí mismos, para mí son sencillamente insuperables en directo.

Esta es la primera vez que les he visto fuera de territorio español y, como sucede en muchas ocasiones, cuando una banda juega en casa, se nota. Y es que claramente en Alemania es donde siempre han sido adorados como las auténticas leyendas que son, recibidos siempre con los brazos abiertos. En sus propias palabras, es el país que ha sido siempre su verdadero hogar. Nuestro viaje comenzó a fraguarse tras la bochornosa cancelación por parte del susodicho festival barcelonés. Ya que existen muy pocas posibilidades de volver a verles por aquí, Berlín se nos antojaba como la mejor fecha y lugar para disfrutarles, en mi caso, por décima vez, así que el viaje fue con premeditación y alevosía.

15 años después de la primera vez que estuve allí, Berlín me enamoró por completo. Aprovechamos para empaparnos de su historia y sus costumbres, a base de visitas guiadas y por libre, visitar innumerables monumentos, museos y lugares importantes, pasar un frío de cojones, catar todas las birras que nos dio tiempo, y ponernos cieguísimos de schnitzels, currywursts, eisbeins (Dios, cómo está ese codillo…) y demás, gracias a los cuales he vuelto, al menos, con 4 kilos extra. Si me quedo con algún lugar en concreto para comer, ese es el Restaurant & Bierhaus Xantener Eck, por precio, calidad, atención… una pasada. De nuevo, no puedo escribir una palabra más sin darle infinitas gracias a mi chica, sin cuya infinita bondad, inteligencia y generosidad esto no podría haber sido posible de ninguna manera.

Pero, obviamente, para mí había un día clave, un evento cúspide que era mi principal razón para estar allí, y que esperaba con unas ansias que no podéis ni imaginar. En el gigantesco y emblemático Velódromo de Berlín, ante miles de personas, y con un contundente sold out desde hacía ya unos cuantos días, iban a presentarse ManOwaR en toda su grandeza, en el que iba a ser el último concierto de la actual rama de la gira ‘Crushing the enemies of Metal’, tras seis fechas casi consecutivas en el país. Y aunque disfruté enormemente de todo el viaje, aquel concierto, aquella noche, tiraba de mis pensamientos y deseos como un porente imán, imposible de eludir, desde que llegamos el miércoles.

Pero resumo, por el bien del lector, hasta el momento en que nos pusimos a la cola, dos horas y pico antes de comenzar el concierto. Fue una espera durísima, larga y muy pesada, pero aguantamos estoicamente. Hacía un frío que cortaba la piel, nevando a nuestro alrededor. Aquel día ya empecé a notarme enfermo desde por la mañana (los climas tan fríos destruyen mi salud), pero en ese momento ya era vencer o morir, sin vuelta atrás. Se percibía fuego en el ambiente. Gritos de ‘Manowar! Manowar!’ sin cesar, una expectación enorme. Allí, entre la marabunta, y aferrado a mi entrada como si fuese el mayor tesoro del mundo, temblaba más por la emoción que por el insoportable frío. Una vez ya dentro del recinto, y tras un buen susto con nuestras entradas, que el personal resolvió de forma muy rápida y profesional, lo mismo que la organización del acceso al lugar (vamos, igualito que en España…), pillamos una gran jarra de cerveza, un tentempié, y nos situamos bastante cerca del escenario, con todavía hora y media por delante que gestioné como pude, impaciente, nerviosísimo, no podía esperar a que cayese ‘el telón’. Como he dicho siempre, para mí ManOwaR es el zénit, el punto álgido de disfrute musical al que puedo llegar, musicalmente hablando, y en términos específicos. Nunca una banda me ha transmitido su música o sus letras con tanta fuerza como ellos. Y al igual que las nueve veces anteriores que les he visto en directo, era muy probable que este concierto marcase otro punto inolvidable en mi vida.

La introducción escogida para la ocasión, tras caer las luces de golpe, fue la guerrera March of the Heroes Into Valhalla, perteneciente a su EP “The Final Battle I”, en lugar de la pieza que abre sus conciertos habitualmente, The miracle and the finale, del gran Miklós Rózsa. Con un enorme petardazo de chispas y fuego que casi nos fríe el cerebro arrancó, a un volumen absolutamente brutal y salvaje, Manowar, su mejor carta de presentación. DeMaio dando bandazos a su melena, con esa mirada firme que le caracteriza, Eric Adams de cara a su público (que le recibió con estruendosas voces) y un solo de Michael Angelo Batio, como han hecho todos los guitarristas que han pasado por la banda, bastante distinto al original pero igualmente fulminante. Tras ese grito de guerra con el nombre de la banda, y tras la pertinente ostentación de volumen y ruido, volvieron a crujirnos las cervicales ‘a golpe’ de Kings of Metal. Durante ella, se puso de manifiesto, todavía más, la estremecedora pulcritud del sonido. Mientras Batio y DeMaio hacían coreografías con los mástiles, esos alucinantes estallidos tras cada fraseo nos hacían hervir la sangre. Además, fue perfecta para que Eric continuase calentando su voz, que llegaría a unos límites casi incomprensibles para un señor de 70 años. De nuevo, sin respirar casi, abría Dave Chedrick con esos mamporrazos a la batería el Fighting the world, potentísima, llegando de pleno a nuestro estómago esos golpes de bombo, y que tuvo como punto álgido ese acercamiento al público de los tres músicos, con paso firme, vacilón y directo. Triunfo arrollador, la peña enloquecida y totalmente volcada. Ya en los primeros compases de la actuación, era imposible mirar hacia el escenario y no ver cientos de brazos formando la señal del martillo. El ambiente, más que caldearse, se había convertido en un infierno, o mejor dicho, ¡¡en la entrada a las mismísimas tierras de Valhalla!!

Una de las cosas que más me gusta de los conciertos de ManOwaR es que casi siempre cae algún tema de esos más escondidos de su discografía. En esta ocasión, y sin alejarse del “Fighting the world”, la poderosa Holy war fue la escogida. Como anécdota, el tema tuvo que ser recomenzado al encontrarse Eric cogiendo su bebida, algo que se resolvió de forma fluida y con buen humor, y ahora sí pudimos disfrutar de esas retumbantes baterías de Dave Chedrick, imprimiéndole una potencia arrolladora al tema, especialmente esa apisonadora sin frenos que era el doble bombo. Algo bajada de tono, pero igualmente impresionante la labor de Eric Adams en ella, quien con el paso de los temas se coronaría, sin ningún tipo de dudas, como la gran estrella de aquella noche. También comenzaba a ‘írsele la pinza’ al Sr. Batio, con un solo que nos dejó clavados al suelo, por delante y por detrás del mástil a una velocidad inhumana como muy pocos guitarristas pueden tocar. Se quedaba solo ahora el vocalista, ante la algarabía generalizada, para invitarnos a cantar con él, y terminar dando esos impresionantes ‘picos’ vocales que siempre fueron su mayor y mejor arma. Es evidente que no se encuentra en el momento culminante de su carrera (a ver quién es el guapo que llega a los 70 años cantando como lo ha hecho él durante 40…), su voz suena erosionada y su rango mucho más bajo. Pero es precisamente esa VOZ, ese timbre, esa modulación, esa calidez, esa pronunciación, ese torrente de fuerza que transmite… lo que hace que ManOwaR sigan siendo únicos, por muchos tributos o intentos de imitarles, ni siquiera por quien tenga el legítimo derecho a hacerlo. Sencillamente, con o sin las marcas del tiempo, no se puede comparar con ningún otro vocalista de Heavy Metal del mundo.

Terminó ese ratito tan comunicativo presentando Immortal, extraído de su reciente EP “Highlights from the Revenge of Odysseus”, un tema que me parece muy flojo, repetitivo y, quitando ese mensaje tan épico que siempre llevan implícito las letras de la banda, poco más a destacar salvo, una vez más, la sublime y apasionada interpretación de Adams en esa parte más calmada, seguida por grandes llamaradas que brotaban desde el escenario como un volcán. Otro pequeño desliz se produjo en el inicio de Gates of Valhalla, esta vez parece ser que por problemas técnicos en el instrumento de DeMaio. ¿Pero sabéis qué? Fue realmente placentero escuchar por partida doble ese melódico cantar de Eric Adams que impregna el tema de magia, con una sensibilidad de otro mundo, y valga decir que ambas veces estuvo absolutamente perfecto, sin un solo quiebro de voz, sin desafinar lo más mínimo… de verdad, me puso el corazón en un puño, igual que esa parte en la que todo el mundo gritó junto a él para rematar el tema o las escena con Dave poniéndose de pie en su batería (literalmente) mientras la machacaba. Un músico que, por cierto, tengo que decir que me sorprendió muchísimo para bien, con una pegada feroz y muchísima entrega, creo que DeMaio debería tenerle muy en cuenta como fichaje a largo plazo.

Una de las posibles exclusividades de poder verles en Berlín se hizo efectiva a continuación, cuando comenzaron esos arpegios, por parte de DeMaio para abrir la versión alemana del Heart of Steel (Herz aus Stahl), la que es mi balada favorita de la banda, y que además fue engalanada con unos truenos ensordecedores al unísono del estribillo, durante el cual, todo el velódromo volvió a alzar esa señal del martillo. Una sólida sensación de hermandad se hacía dueña del recinto, y aunque tampoco faltaron imbéciles que buscaban camorra (una minoría, claro), en general el ambiente era casi idílico, cantando unos con otros, abrazándonos sin conocernos de nada… sintiéndonos unidos por ese arrollador Heavy Metal que hacía temblar la noche berlinesa. Sensación que no haría sino aumentar cuando sonó ese himnazo llamado Warriors of the world, que comenzó eléctrico para dejar paulatinamente casi solo a Eric, susurrando el inicio, para explotar y levantar a todo el mundo. Imaginaos 8.000 ensordecedoras voces cantando esos coros al unísono… no hace falta añadir nada más. Se adelantaba Eric Adams para presentar a sus compañeros de grupo, y dejaba paso a un pequeño solo en el que, con una coordinación total, Joey DeMaio y Michael Angelo Batio, reconocido como uno de los guitarristas más rápidos del mundo, ejecutaron una parte instrumental con sabor a folclore español (que tanto le gusta al bajista), con mil notas por segundo, dejándonos a muchos boquiabiertos, y sin romper demasiado el ritmo del concierto. Continuaron haciendo temblar los cimientos del gigantesco velódromo con una de las más esperadas en todo concierto de ManOwaR que se precie: Hail and Kill, intensa y mortal, que incluso inició grandes moshpits en la parte delantera del público. Tanto, que hasta los de seguridad tuvieron que ponerse serios. El solo de Batio, de nuevo, espectacular, con una actitud fuera de toda duda y coronado por esos desgarradores alaridos de Adams al final. Contando ya este último tema, el siguiente tramo del concierto fue demencial, una demostración de potencia y furia sencillamente aplastante que nos volvió locos, continuando sin perder ni un solo minuto, y a saco, con Dawn of Battle, de la que, al contrario que la última vez que vinieron a España, sí interpretaron esa sublime parte lenta, con el foco iluminando únicamente a Adams, que a viva voz, sin triquiñuelas de sonido ni acompañamientos, volvió a demostrar por qué sigue siendo uno de los mejores cantantes del mundo. Pelos como escarpias. Pulso a 1000, que no nos dejaron recuperar, empalmando, literalmente, con uno de los mejores temas de su última etapa.

De nuevo, doble bombo directo a las entrañas, sangre ardiendo, orgullo latente y puños arriba para celebrar esa altiva y poderosísima King of Kings. Más que el machacón bajo de DeMaio, más que el solo clavado de Batio, el verdadero rey fue, una vez más, Eric Adams, que hizo gala de una técnica de respiración magistral para aguantar la cantidad de fraseos, y que nos dejó también unos espléndidos registros operísticos. Un verdadero tour de force para el vocalista, al que todavía le quedaba enfrentarse con una de las más exigentes, que no siempre tocan en vivo, por lo que escuchar The Power fue todo un privilegio , y sí, otra vez literalmente empalmada con la anterior, sin descanso ni respiro, bajo la abrumadora muralla sonora formada por Dave Chedrick. Llevando su voz al límite con esos gritos, Eric pasaba de una parte a otra del escenario para mirar de tú a tú a todos sus fans, y los marcados punteos épicos de Joey, en medio de la vorágine destructiva, marcaron para mí uno de los momentos álgidos del concierto, en uno de mis temas favoritos de toda su carrera, y no solo por lo musical, también por su mensaje. Otra gran inesperada en el setlist fue, a continuación, Fight until we die, que cierra su “Warriors of the world” por todo lo alto, y la última de aquella impresionante empalmada de temas, que demostró de nuevo el maratoniano e imparable aguante que Eric muestra en cada uno de los conciertos, entre las llamaradas que continuaban surgiendo del escenario. Vuelvo a incidir en el sonido general del concierto. A pesar de la tormenta de decibelios, del volumen aplastante que siempre ha sido santo y seña de la banda, la claridad era impoluta, cristalina. A pesar de que parecía que cada nota te traspasaba, no era una agresión constante a los oídos. Muy pocas bandas son capaces de sonar combinando esos aspectos de una forma tan extremadamente perfecta. Cuando hablan de la calidad sonora superior en sus conciertos, no se tiran el moco, precisamente. Hay que escucharlo en vivo para creerlo. Otro punto que me dejó pasmado fue la iluminación, un espectáculo en sí misma, y todo perfectamente coordinado. En definitiva, una producción de rotundo 10.

Quedaba el escenario completamente a oscuras, y pudimos apreciar la ascensión, en la parte trasera, de una descomunal águila de ojos rojos (de su “Battle Hymns”, claro), que presidiría el resto del concierto. Llegó el, para algunos, temido discurso de Joey, que aparecía de nuevo sobre el escenario. Unas palabras dedicadas a los fans, a su enaltecimiento, a agradecer y a volver a reivindicar su mensaje acerca del auténtico Heavy Metal. 5 o 6 minutos entretenidos, llenos de amabilidad hacia el público, y que terminó con el bajista bebiéndose la cerveza de un solo trago. Y ahora me pregunto, ¿ese es el puto drama que algunos llaman ‘pasarse medio concierto hablando’? Es cierto que en determinados conciertos los ha alargado más de la cuenta, pero no es menos cierto que, sin querer decir nombres, he visto a vocalistas que literalmente SÍ se han pasado medio concierto soltando paridas y chascarrillos, y no he visto a nadie quejarse. Pero claro, no son ManOwaR.

Lo que no me gustó demasiado fue que, para abrir los bises, tiraran de Laut und hart, stark und schnell, un tema bastante insípido que sacaron hace tan solo unas semanas, dedicado en especial a sus fans alemanes. Por otra parte, estaba casi cantado que la iban a tocar, pero al menos el glorioso sonido hizo que hasta un tema menor como este, que no emocionó a todo el mundo, sonara como un cañonazo. Como es natural, guardaron artillería pesada para el final. En Battle Hymns, en lugar de comedirse, el cantante salió al escenario, casi desde el primer acorde, dando unos gritos de órdago… pero lo mejor fue esa parte central, de una emotividad tan abrumadora que a muchos nos fue imposible reprimir las lágrimas, señal del martillo en alto, gracias en gran parte a la forma de cantar del Rey Eric Adams. Uno de esos momentos que no olvidaré mientras viva. La explosión, literal, de la gente en la parte final fue algo que difícilmente se puede explicar con palabras: saltos, gritos, coros… emoción desbocada a raudales hasta llegar a la demoledora energía de Black, wind, fire and steel, con ese bajo de DeMaio sacando humo, pero no más que la incansable garganta de Adams (flipantes esas últimas estrofas gritadas), y en general, pudimos ver una formación que, para el poco tiempo que llevan rodando juntos, dio la impresión de funcionar como una maquinaria recién engrasada. Con la guitarra en una mano y el bajo en la otra, Eric inició el recurrente ritual de despedida, que terminó con DeMaio reventando a conciencia las cuerdas de su bajo y ese siempre contundente: ‘WE WILL RETURN!!!’ que tanto me habría gustado escuchar aquí una última vez… y que difícilmente de volverá a producir.

Sin embargo, al final no hay mal que por bien no venga, y posiblemente, de haber tocado en Barcelona, no habríamos ido hasta Berlín a verles, y os puedo asegurar que el ambiente que vivimos allí fue absolutamente mágico, una pasión y una devoción que rara vez he percibido aquí a la hora de recibir a la banda, que a su vez, dio uno de esos conciertos que sirven como perfecto ejemplo para callar más de una boquita, y también para reafirmarme en mi seguridad de que nadie me transmite y me hace sentir como ellos. Cuando despedimos el recinto, no sin antes cantar, mano sobre el pecho y ojos cerrados, esa majestuosa Army of the Dead Pt II pregrabada, mis emociones estaban disparadas, en completo éxtasis, por una parte, tristeza porque las dos horas se me pasaron en un santiamén, pero por otra, una felicidad que cuesta describir con palabras, por una noche de la que jamás olvidaré ni un solo minuto. Definitivamente, necesitaba a ManOwaR de vuelta en mi vida.

Quisiera, para despedir esta extensísima crónica, mandar saludos al grupo de catalanes que nos encontramos a las puertas del concierto, que también tuvieron que desplazarse hasta Berlín para poder verles, y sobre todo, a mi colega italiano Gigi, a quien fue un inmenso placer conocer y compartir con él la última parte de concierto, cantando a medias esos grandes himnos de la historia del Heavy Metal.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


ManOwaR (Sábado 25-02-23, Velódromo de Berlín)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2