Tenía
una deuda muy, muy grande con ManOwaR,
que más que una deuda, era ya una necesidad que me estaba quemando por dentro.
Después de una larga temporada en la que no dejaron de pasar por nuestro país
(entre 2009 y 2014), ha pasado la friolera de ocho años de golpe sin poder
verles en directo. Tras ese amago, hace unos años, de anunciar su retirada de los
escenarios (que afortunadamente, quedó en nada… o eso espero) y, peor todavía,
tras la puta jodienda que resultó ser la cancelación de su actuación por parte
del Rock Fest, cuando ellos fueron el motivo exclusivo por el que me compré aquella
entrada, prácticamente se desvanecieron mis esperanzas de volver a ver a la que
siempre fue y siempre será mi banda favorita de todos los tiempos. Y sí, aunque
por estos lares odiar a ManOwaR sea
de lo más ‘cool’, más por seguir la corriente borreguil que por razones
sólidas, y dejando al margen gustos y opiniones personales respetables de cada
uno (que no verdades absolutas, que más de un ‘ilustrado’ pretende inculcar), lo
digo de forma clara, concisa y con la cabeza muy alta. Respecto a lo musical en
los últimos 10 años, creo que necesitan apartarse urgentemente de esa flagrante
vagancia / negligencia compositiva, y no siempre sus decisiones me han parecido
del todo correctas, pero aún con todo ello, por lo que han significado en mi
vida, y no solamente a nivel musical, sino como una filosofía en sí misma, yo
les sigo venerando como a auténticos dioses del Olimpo del Heavy Metal. Y
todavía digo más: con conciertos tan increíblemente apabullantes como el que se
marcaron este pasado sábado en la ciudad de Berlín, cuando dan lo mejor de sí
mismos, para mí son sencillamente insuperables en directo.
Esta es
la primera vez que les he visto fuera de territorio español y, como sucede en
muchas ocasiones, cuando una banda juega en casa, se nota. Y es que claramente
en Alemania es donde siempre han sido adorados como las auténticas leyendas que
son, recibidos siempre con los brazos abiertos. En sus propias palabras, es el
país que ha sido siempre su verdadero hogar. Nuestro viaje comenzó a fraguarse
tras la bochornosa cancelación por parte del susodicho festival barcelonés. Ya
que existen muy pocas posibilidades de volver a verles por aquí, Berlín se nos
antojaba como la mejor fecha y lugar para disfrutarles, en mi caso, por décima
vez, así que el viaje fue con premeditación y alevosía.
15 años
después de la primera vez que estuve allí, Berlín me enamoró por completo.
Aprovechamos para empaparnos de su historia y sus costumbres, a base de visitas
guiadas y por libre, visitar innumerables monumentos, museos y lugares
importantes, pasar un frío de cojones, catar todas las birras que nos dio
tiempo, y ponernos cieguísimos de schnitzels, currywursts, eisbeins (Dios, cómo
está ese codillo…) y demás, gracias a los cuales he vuelto, al menos, con 4
kilos extra. Si me quedo con algún lugar en concreto para comer, ese es el Restaurant
& Bierhaus Xantener Eck, por precio, calidad, atención… una pasada. De
nuevo, no puedo escribir una palabra más sin darle infinitas gracias a mi
chica, sin cuya infinita bondad, inteligencia y generosidad esto no podría
haber sido posible de ninguna manera.
Pero,
obviamente, para mí había un día clave, un evento cúspide que era mi principal
razón para estar allí, y que esperaba con unas ansias que no podéis ni
imaginar. En el gigantesco y emblemático Velódromo de Berlín, ante miles de
personas, y con un contundente sold out desde hacía ya unos cuantos días, iban
a presentarse ManOwaR en toda su
grandeza, en el que iba a ser el último concierto de la actual rama de la gira
‘Crushing the enemies of Metal’, tras seis fechas casi consecutivas en el país.
Y aunque disfruté enormemente de todo el viaje, aquel concierto, aquella noche,
tiraba de mis pensamientos y deseos como un porente imán, imposible de eludir,
desde que llegamos el miércoles.
Pero
resumo, por el bien del lector, hasta el momento en que nos pusimos a la cola,
dos horas y pico antes de comenzar el concierto. Fue una espera durísima, larga
y muy pesada, pero aguantamos estoicamente. Hacía un frío que cortaba la piel,
nevando a nuestro alrededor. Aquel día ya empecé a notarme enfermo desde por la
mañana (los climas tan fríos destruyen mi salud), pero en ese momento ya era
vencer o morir, sin vuelta atrás. Se percibía fuego en el ambiente. Gritos de ‘Manowar!
Manowar!’ sin cesar, una expectación enorme. Allí, entre la marabunta, y aferrado
a mi entrada como si fuese el mayor tesoro del mundo, temblaba más por la
emoción que por el insoportable frío. Una vez ya dentro del recinto, y tras un
buen susto con nuestras entradas, que el personal resolvió de forma muy rápida
y profesional, lo mismo que la organización del acceso al lugar (vamos,
igualito que en España…), pillamos una gran
jarra de cerveza, un tentempié, y nos situamos bastante cerca del escenario,
con todavía hora y media por delante que gestioné como pude, impaciente,
nerviosísimo, no podía esperar a que cayese ‘el telón’. Como he dicho siempre,
para mí ManOwaR es el zénit, el
punto álgido de disfrute musical al que puedo llegar, musicalmente hablando, y
en términos específicos. Nunca una banda me ha transmitido su música o sus
letras con tanta fuerza como ellos. Y al igual que las nueve veces anteriores
que les he visto en directo, era muy probable que este concierto marcase otro
punto inolvidable en mi vida.
La
introducción escogida para la ocasión, tras caer las luces de golpe, fue la
guerrera March of the Heroes Into Valhalla, perteneciente a su EP “The Final Battle I”,
en lugar de la pieza que abre sus conciertos habitualmente, The miracle and the
finale, del gran Miklós Rózsa. Con un enorme petardazo de chispas y fuego que
casi nos fríe el cerebro arrancó, a un volumen absolutamente brutal y salvaje, Manowar,
su mejor carta de presentación. DeMaio dando bandazos a su melena, con esa
mirada firme que le caracteriza, Eric Adams de cara a su público (que le
recibió con estruendosas voces) y un solo de Michael Angelo Batio, como han
hecho todos los guitarristas que han pasado por la banda, bastante distinto al
original pero igualmente fulminante. Tras ese grito de guerra con el nombre de
la banda, y tras la pertinente ostentación de volumen y ruido, volvieron a
crujirnos las cervicales ‘a golpe’ de Kings of Metal. Durante ella, se
puso de manifiesto, todavía más, la estremecedora pulcritud del sonido.
Mientras Batio y DeMaio hacían coreografías con los mástiles, esos alucinantes
estallidos tras cada fraseo nos hacían hervir la sangre. Además, fue perfecta
para que Eric continuase calentando su voz, que llegaría a unos límites casi
incomprensibles para un señor de 70 años. De nuevo, sin respirar casi, abría Dave
Chedrick con esos mamporrazos a la batería el Fighting the world,
potentísima, llegando de pleno a nuestro estómago esos golpes de bombo, y que tuvo
como punto álgido ese acercamiento al público de los tres músicos, con paso
firme, vacilón y directo. Triunfo arrollador, la peña enloquecida y totalmente
volcada. Ya en los primeros compases de la actuación, era imposible mirar hacia
el escenario y no ver cientos de brazos formando la señal del martillo. El
ambiente, más que caldearse, se había convertido en un infierno, o mejor dicho,
¡¡en la entrada a las mismísimas tierras de Valhalla!!
Una de
las cosas que más me gusta de los conciertos de ManOwaR es que casi siempre cae algún tema de esos más escondidos
de su discografía. En esta ocasión, y sin alejarse del “Fighting the world”, la
poderosa Holy war fue la escogida. Como anécdota, el tema tuvo que ser
recomenzado al encontrarse Eric cogiendo su bebida, algo que se resolvió de
forma fluida y con buen humor, y ahora sí pudimos disfrutar de esas retumbantes
baterías de Dave Chedrick, imprimiéndole una potencia arrolladora al tema,
especialmente esa apisonadora sin frenos que era el doble bombo. Algo bajada de
tono, pero igualmente impresionante la labor de Eric Adams en ella, quien con
el paso de los temas se coronaría, sin ningún tipo de dudas, como la gran
estrella de aquella noche. También comenzaba a ‘írsele la pinza’ al Sr. Batio,
con un solo que nos dejó clavados al suelo, por delante y por detrás del mástil
a una velocidad inhumana como muy pocos guitarristas pueden tocar. Se quedaba
solo ahora el vocalista, ante la algarabía generalizada, para invitarnos a
cantar con él, y terminar dando esos impresionantes ‘picos’ vocales que siempre
fueron su mayor y mejor arma. Es evidente que no se encuentra en el momento
culminante de su carrera (a ver quién es el guapo que llega a los 70 años cantando
como lo ha hecho él durante 40…), su voz suena erosionada y su rango mucho más
bajo. Pero es precisamente esa VOZ, ese timbre, esa modulación, esa calidez,
esa pronunciación, ese torrente de fuerza que transmite… lo que hace que ManOwaR sigan siendo únicos, por muchos
tributos o intentos de imitarles, ni siquiera por quien tenga el legítimo
derecho a hacerlo. Sencillamente, con o sin las marcas del tiempo, no se puede
comparar con ningún otro vocalista de Heavy Metal del mundo.
Terminó
ese ratito tan comunicativo presentando Immortal, extraído de su
reciente EP “Highlights from the Revenge of Odysseus”, un tema que me parece
muy flojo, repetitivo y, quitando ese mensaje tan épico que siempre llevan
implícito las letras de la banda, poco más a destacar salvo, una vez más, la
sublime y apasionada interpretación de Adams en esa parte más calmada, seguida
por grandes llamaradas que brotaban desde el escenario como un volcán. Otro
pequeño desliz se produjo en el inicio de Gates of Valhalla, esta vez
parece ser que por problemas técnicos en el instrumento de DeMaio. ¿Pero sabéis
qué? Fue realmente placentero escuchar por partida doble ese melódico cantar de
Eric Adams que impregna el tema de magia, con una sensibilidad de otro mundo, y
valga decir que ambas veces estuvo absolutamente perfecto, sin un solo quiebro
de voz, sin desafinar lo más mínimo… de verdad, me puso el corazón en un puño,
igual que esa parte en la que todo el mundo gritó junto a él para rematar el
tema o las escena con Dave poniéndose de pie en su batería (literalmente)
mientras la machacaba. Un músico que, por cierto, tengo que decir que me
sorprendió muchísimo para bien, con una pegada feroz y muchísima entrega, creo
que DeMaio debería tenerle muy en cuenta como fichaje a largo plazo.
Una de
las posibles exclusividades de poder verles en Berlín se hizo efectiva a
continuación, cuando comenzaron esos arpegios, por parte de DeMaio para abrir la
versión alemana del Heart of Steel (Herz aus Stahl), la que es mi
balada favorita de la banda, y que además fue engalanada con unos truenos
ensordecedores al unísono del estribillo, durante el cual, todo el velódromo volvió
a alzar esa señal del martillo. Una sólida sensación de hermandad se hacía
dueña del recinto, y aunque tampoco faltaron imbéciles que buscaban camorra
(una minoría, claro), en general el ambiente era casi idílico, cantando unos
con otros, abrazándonos sin conocernos de nada… sintiéndonos unidos por ese arrollador
Heavy Metal que hacía temblar la noche berlinesa. Sensación que no haría sino
aumentar cuando sonó ese himnazo llamado Warriors of the world, que
comenzó eléctrico para dejar paulatinamente casi solo a Eric, susurrando el
inicio, para explotar y levantar a todo el mundo. Imaginaos 8.000 ensordecedoras
voces cantando esos coros al unísono… no hace falta añadir nada más. Se
adelantaba Eric Adams para presentar a sus compañeros de grupo, y dejaba paso a
un pequeño solo en el que, con una coordinación total, Joey DeMaio y Michael
Angelo Batio, reconocido como uno de los guitarristas más rápidos del mundo,
ejecutaron una parte instrumental con sabor a folclore español (que tanto le
gusta al bajista), con mil notas por segundo, dejándonos a muchos boquiabiertos,
y sin romper demasiado el ritmo del concierto. Continuaron haciendo temblar los
cimientos del gigantesco velódromo con una de las más esperadas en todo
concierto de ManOwaR que se precie: Hail
and Kill, intensa y mortal, que incluso inició grandes moshpits en la parte
delantera del público. Tanto, que hasta los de seguridad tuvieron que ponerse
serios. El solo de Batio, de nuevo, espectacular, con una actitud fuera de toda
duda y coronado por esos desgarradores alaridos de Adams al final. Contando ya
este último tema, el siguiente tramo del concierto fue demencial, una
demostración de potencia y furia sencillamente aplastante que nos volvió locos,
continuando sin perder ni un solo minuto, y a saco, con Dawn of Battle,
de la que, al contrario que la última vez que vinieron a España, sí
interpretaron esa sublime parte lenta, con el foco iluminando únicamente a
Adams, que a viva voz, sin triquiñuelas de sonido ni acompañamientos, volvió a
demostrar por qué sigue siendo uno de los mejores cantantes del mundo. Pelos como
escarpias. Pulso a 1000, que no nos dejaron recuperar, empalmando,
literalmente, con uno de los mejores temas de su última etapa.
De nuevo, doble bombo directo a las entrañas, sangre ardiendo,
orgullo latente y puños arriba para celebrar esa altiva y poderosísima King
of Kings. Más que el machacón bajo de DeMaio, más que el solo clavado de
Batio, el verdadero rey fue, una vez más, Eric Adams, que hizo gala de una
técnica de respiración magistral para aguantar la cantidad de fraseos, y que
nos dejó también unos espléndidos registros operísticos. Un verdadero tour de
force para el vocalista, al que todavía le quedaba enfrentarse con una de las
más exigentes, que no siempre tocan en vivo, por lo que escuchar The Power
fue todo un privilegio , y sí, otra vez literalmente empalmada con la anterior,
sin descanso ni respiro, bajo la abrumadora muralla sonora formada por Dave
Chedrick. Llevando su voz al límite con esos gritos, Eric pasaba de una parte a
otra del escenario para mirar de tú a tú a todos sus fans, y los marcados
punteos épicos de Joey, en medio de la vorágine destructiva, marcaron para mí
uno de los momentos álgidos del concierto, en uno de mis temas favoritos de
toda su carrera, y no solo por lo musical, también por su mensaje. Otra gran
inesperada en el setlist fue, a continuación, Fight until we die, que
cierra su “Warriors of the world” por todo lo alto, y la última de aquella
impresionante empalmada de temas, que demostró de nuevo el maratoniano e
imparable aguante que Eric muestra en cada uno de los conciertos, entre las
llamaradas que continuaban surgiendo del escenario. Vuelvo a incidir en el
sonido general del concierto. A pesar de la tormenta de decibelios, del volumen
aplastante que siempre ha sido santo y seña de la banda, la claridad era
impoluta, cristalina. A pesar de que parecía que cada nota te traspasaba, no era
una agresión constante a los oídos. Muy pocas bandas son capaces de sonar
combinando esos aspectos de una forma tan extremadamente perfecta. Cuando
hablan de la calidad sonora superior en sus conciertos, no se tiran el moco,
precisamente. Hay que escucharlo en vivo para creerlo. Otro punto que me dejó
pasmado fue la iluminación, un espectáculo en sí misma, y todo perfectamente
coordinado. En definitiva, una producción de rotundo 10.
Quedaba el escenario completamente a oscuras, y pudimos
apreciar la ascensión, en la parte trasera, de una descomunal águila de ojos
rojos (de su “Battle Hymns”, claro), que presidiría el resto del concierto.
Llegó el, para algunos, temido discurso de Joey, que aparecía de nuevo sobre el
escenario. Unas palabras dedicadas a los fans, a su enaltecimiento, a agradecer
y a volver a reivindicar su mensaje acerca del auténtico Heavy Metal. 5 o 6
minutos entretenidos, llenos de amabilidad hacia el público, y que terminó con
el bajista bebiéndose la cerveza de un solo trago. Y ahora me pregunto, ¿ese es
el puto drama que algunos llaman ‘pasarse medio concierto hablando’? Es cierto
que en determinados conciertos los ha alargado más de la cuenta, pero no es
menos cierto que, sin querer decir nombres, he visto a vocalistas que
literalmente SÍ se han pasado medio concierto soltando paridas y chascarrillos,
y no he visto a nadie quejarse. Pero claro, no son ManOwaR.
Lo que no me gustó demasiado fue que, para abrir los bises,
tiraran de Laut und hart, stark und schnell, un tema bastante insípido que
sacaron hace tan solo unas semanas, dedicado en especial a sus fans alemanes.
Por otra parte, estaba casi cantado que la iban a tocar, pero al menos el
glorioso sonido hizo que hasta un tema menor como este, que no emocionó a todo
el mundo, sonara como un cañonazo. Como es natural, guardaron artillería pesada
para el final. En Battle Hymns, en lugar de comedirse, el cantante salió
al escenario, casi desde el primer acorde, dando unos gritos de órdago… pero lo
mejor fue esa parte central, de una emotividad tan abrumadora que a muchos nos
fue imposible reprimir las lágrimas, señal del martillo en alto, gracias en
gran parte a la forma de cantar del Rey Eric Adams. Uno de esos momentos que no
olvidaré mientras viva. La explosión, literal, de la gente en la parte final
fue algo que difícilmente se puede explicar con palabras: saltos, gritos,
coros… emoción desbocada a raudales hasta llegar a la demoledora energía de Black,
wind, fire and steel, con ese bajo de DeMaio sacando humo, pero no más que
la incansable garganta de Adams (flipantes esas últimas estrofas gritadas), y
en general, pudimos ver una formación que, para el poco tiempo que llevan
rodando juntos, dio la impresión de funcionar como una maquinaria recién
engrasada. Con la guitarra en una mano y el bajo en la otra, Eric inició el
recurrente ritual de despedida, que terminó con DeMaio reventando a conciencia
las cuerdas de su bajo y ese siempre contundente: ‘WE WILL RETURN!!!’ que tanto
me habría gustado escuchar aquí una última vez… y que difícilmente de volverá a
producir.
Sin embargo, al final no hay mal que por bien no venga, y
posiblemente, de haber tocado en Barcelona, no habríamos ido hasta Berlín a
verles, y os puedo asegurar que el ambiente que vivimos allí fue absolutamente
mágico, una pasión y una devoción que rara vez he percibido aquí a la hora de
recibir a la banda, que a su vez, dio uno de esos conciertos que sirven como
perfecto ejemplo para callar más de una boquita, y también para reafirmarme en
mi seguridad de que nadie me transmite y me hace sentir como ellos. Cuando
despedimos el recinto, no sin antes cantar, mano sobre el pecho y ojos
cerrados, esa majestuosa Army of the Dead Pt II pregrabada, mis
emociones estaban disparadas, en completo éxtasis, por una parte, tristeza
porque las dos horas se me pasaron en un santiamén, pero por otra, una
felicidad que cuesta describir con palabras, por una noche de la que jamás
olvidaré ni un solo minuto. Definitivamente, necesitaba a ManOwaR de vuelta en mi vida.
Quisiera, para despedir esta extensísima crónica, mandar
saludos al grupo de catalanes que nos encontramos a las puertas del concierto,
que también tuvieron que desplazarse hasta Berlín para poder verles, y sobre
todo, a mi colega italiano Gigi, a quien fue un inmenso placer conocer y
compartir con él la última parte de concierto, cantando a medias esos grandes
himnos de la historia del Heavy Metal.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
ManOwaR (Sábado 25-02-23, Velódromo de Berlín)
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