Más concretamente, en la sala Terra, que no había visitado nunca hasta aquella noche, pero que me dejó muy gratas impresiones. Con la luz justa, más bien oscura, y con una decoración muy guapa y original. No demasiado grande, pero de sensación cálida, de garito de toda la vida (de hecho, ya tiene casi 40 años de vida). Aquella noche sonaba buena música, como no podía ser de otra forma (aunque algo típica), y para redondear, posee una zona de fumadores decentemente amplia. Una sala perfecta para conciertos de entrada reducida como (por desgracia) lo fue el del domingo. Lo único que no me gustó nada fue la columna, que hay justo en medio y delante del escenario. Pero la mayor duda, la que terminaría de decantar la balanza, sería la sonoridad que nos ofrecería el propio concierto.
Porque si había algo que no me suscitaba la más mínima duda, y menos habiendo disfrutado ya antes de su bestial directo, era la potencia de la mortífera explosión de actitud y electricidad que se nos iba a llevar a todos por delante. Aunque esta vez fuese en un escenario considerablemente más pequeño, y la asistencia fuese muchísimo más moderada que en su última visita a nuestro país, no parecen la típica banda que vaya a achantarse por este tipo de circunstancias. Y aquí, en la Terra, lo ratificaron de un modo implacable.
Con la introducción empleada, ya llegaron, literalmente, los primeros truenos, y se formaba una buena humareda en el escenario. Su vocalista, cuero y tachuelas en mano, y guitarra en ristre, nos saludaba con un ‘Bona nit, Castellón!’. Y sin más preámbulos, entraron a matar, luciendo un volumen acojonante, con Primeval Desire, que también sirvió para despejar dudas sobre el sonido. Elevadísimo y potente, con unas guitarras lacerantes, unas baterías que nos golpeaban en el estómago, y unos bajos súper metálicos, tan solo estaba de más la excesiva saturación inicial, que fue mejorando progresivamente. Los virtuosos punteos de bajo de Yogesh Pradhan, precisamente, fueron una pequeña muestra de cómo se las gasta esta gente en cuanto a técnica. Y habría mil y una más. Por el momento, Girish Pradhan mantenía colgada su guitarra, aunque eso no le impedía moverse como un terremoto por el escenario, pateándolo con ansia, rasgando cuerdas, y dejándonos con un palmo de narices con un inacabable chorro de voz que parecía no tener límite, mientras sonaba ya, empalmada, la siguiente Ride to Hell. Ante un atronador y espontáneo ‘¡eh eh!’ que emergía desde el público, la banda continuó escalando en poder escénico y virtuosismo técnico. Indudablemente, uno de los músicos más destacados (sino el que más…) de la noche fue el inmenso Suraz Karki.
Su comportamiento en el escenario, sus pulcros y vertiginosos solos, y sus miles de toneladas de actitud hacían que uno no pudiera apartar la vista de él. Absolutamente magnético, y con un aura de guitar hero de la hostia, apoyaba continuamente el pie sobre el monitor, se alejaba y acercaba, se alborotaba el pelo sobre la marcha, metía coros, se daba unas vueltas, se agitaba, se agachaba… joder… ¡Qué clase más DESCOMUNAL! Y por supuesto, también se entregaba a gusto al headbanging, como el resto de sus compañeros, en cambios rompe-cuellos como los de I’m not the Devil, también empalmada (¡y van tres!), en la que Girish Pradhan continuaba mostrando un aguante vocal de otro planeta. Con Love’s Damnation y su guapísimo rollazo ochentero, llegaba uno de mis momentos favoritos del concierto. Girish se descolgaba su guitarra, y se soltaba definitivamente por el escenario, haciendo piña con su hermano Yogesh, macarreando todo lo que podía, y cantando de puro lujo. Pero es que, para más inri, tanto bajista como guitarrista intercambiaron sus instrumentos, demostrando su polivalencia y enorme calidad como músicos, en pos del espectáculo. Puros 80s musicales y visuales, que continuaron con la más relajada Wounded, de su segundo álbum “Rock the Highway”. Suraz y Yogesh volvían a sus roles habituales, entre unos sentidos coros a dos voces, pero ahora era Girish quien absorbía la atención de todos, vaciándose por completo de feeling en esos primeros compases del tema.
A mitad de este último (algo que repetiría en varias ocasiones), el vocalista volvería a empuñar su guitarra, engordando el sonido unos cuantos puntos. Seguían subiendo los ánimos, la gente ya acalorada y muy volcada con ellos, animando, alzando el puño y gritando todos los estribillos, disfrutando a muerte con este de show de altísima categoría. Como si de un gesto de agradecimiento por todo ello se tratase, nos tenían preparada una sorpresa que nos voló la cabeza. No fue un tema de su discografía, sino de The End Machine, una superbanda (y con todas las de la ley) que Girish Pradhan comparte con leyendas del Rock y el Metal como son George Lynch o Jeff Pilson. Así, Killer of the Night entró como la seda, con guitarras de tesituras acústicas por parte de Suraz, y una interpretación vocal de Girish que nos hizo tocar el cielo, como sus inhumanos gritos. Continuaban llegando vientos refrescantes con su último single hasta el momento, Kaal. El frontman conectaba inmediatamente con el público, tirando de un carisma tan grande como su naturalidad al hablarnos. Y en cuanto al sonido del tema… ¡buf! Una puta apisonadora, sobre todo en las partes de la guitarra de Suraz (ultra graves) y los afilados bajos de Yogesh. Parecía que la sala se iba a venir abajo, el calor aumentaba, y no dejó de hacerlo con la hímnica Hail to the Heroes, en la cual, también nuestras voces cobraron gran peso.
Girish nos animaba fervientemente a ello, siempre con una sonrisa en el rostro. Estaba clarísimo que, a pesar de la relativamente pobre asistencia, se encontraba muy contento y motivado de estar allí, ante un público que comía ya de su mano. También el batería Nagen Mongrati se mostró muy cómodo en esos ritmos más hard rockeros, siendo en todo momento un auténtico metrónomo. Cuando, en el fragor del combate, nos propusieron un último tema, no me lo quería creer. El concierto iba a ser muy corto, pero es que además, ¡el tiempo se me había pasado como si hubiesen tocado 10 minutos! Es lo que tiene tanta intensidad concentrada, tanta calidad, y el hecho de que uno se lo esté pasando como un gorrino. La última bala de la recámara parecía ser Rock 'n' Roll Is Here to Stay, buen tiro para acabar, en donde Suraz Karki volvió a ganarse un protagonismo casi absoluto. Mientras la base rítmica sonaba más contundente que nunca, el astro de las seis cuerdas nos regaló un buen puñado de poses que parecían sacadas de un videoclip de los 80, volviéndose de frente y de lado, levantando el mástil, y pisoteando el monitor, de nuevo, con una actitud que se salía de cualquier gráfica existente. Nada menos que dos solazos, además, empalmando uno de ellos con un final tan a-tro-na-dor, que nos dejó los tímpanos hechos puré.
Estalló una gran ovación, y no se hicieron de esperar los gritos pidiendo, o mejor dicho, exigiendo, un tema más. No podían dejarnos así. No podía ser que uno de los mejores conciertos que he visto en todo este puñetero año durase apenas una hora raspada, y Girish, con una sonrisa de oreja a oreja, nos confesó que ‘ellos también deseaban que una noche así no acabase nunca’. Afortunadamente, tenían un último obsequio para nosotros, algo que nos spoilearon con esa última dedicatoria: Every Night, Like Tonight. Como cabía esperar por lo visto hasta ahora, la banda puso todo lo que le quedaba en ella, reluciendo todos ellos, unos crecidísimos Yogesh y Nagen, quien parecía tocar cada vez con más saña, Girish saludando sin perder un solo tono de su prodigiosa voz, y Suraz Karki dando la nota con un estilazo y unos solos mastodónticos. Pero también sería injusto olvidar la enorme intensidad con la que los del público la vivimos. Difícil sería que cayese otro bis, pero aun así, volvimos a insistir, expandiendo unos sonoros ‘oes’ por toda la sala, ante los cuales, la banda nos saludó con una agradecida reverencia. Qué locura… ¡¡obscenamente buenos!!
Cuando hablo de que perfectamente puede haber renovación generacional de bandas, sin necesidad de modernizar las tendencias musicales, me refiero a grupos como este. Y que quede claro: desde YA mismo, necesito volver a verles, y cuanto antes, mejor. Quien no lo haya hecho todavía… no tiene ni la más remota idea de lo que se está perdiendo. Hoy por hoy, y dentro de su estilo, poseen sin duda alguna uno de los mejores, más enérgicos, auténticos y apabullantes directos que se pueden ver sobre cualquier escenario, y eso es algo que ya he comprobado dos veces en persona. Es sencillamente imposible quedar indiferente ante ellos. Y para los que afirman que no han salido buenas bandas de Heavy Rock en los últimos 20 años… mejor que se dediquen a coleccionar sellos. Aunque, seguramente, también dirán que ya no pegan como los de antes.
Por último, me veo obligado a transmitir la enorme sorpresa y alegría que me llevé cuando vi a tantísima gente conocida de Valencia, tant@s amig@s y compañer@s de batalla, que se acercaron hasta la Terra de Castellón para una cita tan especial. Y menos mal, porque en verdad, hubo más gente de fuera que de casa, y la sala hubiese quedado demasiado vacía sin ell@s, demasiado triste para una banda de un talento y estatura tan demenciales como las de estos Girish and the Chronicles. Ni el hecho de que fuese domingo era excusa para ello, y al final, quedó claro quién tiene buen gusto y criterio de verdad. Un abrazo enorme a todas y a todos. ¡¡Y vista la Terra!! (en todos los sentidos).
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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