jueves, 14 de noviembre de 2024

Melodic Fever (Lion Rock Fest 2024, Sábado 09-11-24, Palacio de Exposiciones y Congresos de León)

Entre la ida y la vuelta, un larguísimo viaje en coche de más de 14 horas. Nos cancelaron 3 Airbnb en Madrid, donde finalmente nos tuvimos que alojar en algo que era poco más que un zulo. Y lo que es peor todavía, también nos cancelaron la casa que teníamos reservada desde hacía meses en León, dos días antes de emprender la marcha, dejándonos completamente vendidos. Para colmo, mi chica y yo tuvimos que enfrentarnos a obstáculos casi insalvables relacionados con la maldita Dana, tan solo unos pocos días antes de salir hacia Madrid. Alguien podría pensar que se trataba de avisos del destino para que nos replanteásemos toda esta odisea que teníamos por delante, pero obviamente, no hicimos caso de esas pantochadas. El miércoles día 6, con todo bien atado al fin, salimos a nuestro primer objetivo, que fue ver a los Stop Stop en la ‘capi’. Y tras un par de días allí, ya fijamos la ruta hacia la bellísima ciudad de León, que tantas ganas teníamos de volver a visitar. ¿Mereció la pena todo el esfuerzo, sustos y sinsabores previos al viaje? Después de todo lo vivido, no me cabe la menor duda que responder con un sonoro SÍ. Porque por un festival como este, de esos que te deja los ojos en blanco con solo mirar las bandas que lo componen, merece jugárselo todo hasta el límite. Hardline, Jaded Heart, Treat, Hackers, Tyketto, Perfect Plan y The Night Flight Orchestra… ¡casi nada! Prácticamente un sueño de cartel en este país que tanto maltrata a quienes amamos con locura el Hard Rock y el AOR. Y aunque estas crónicas se han retrasado más de lo que deseaba, os aseguro que cada momento, y cada sensación de las infinitas que vivimos aquel fin de semana, siguen bien clavadas en la piel.

Tras el conciertazo que nos obsequiaron Be For You la noche anterior, por fin nos reunimos con nuestros amigos Pablo, Aitor, Ángela e Inma, con quienes, y lo digo así de claro, fue un honor cósmico compartir casa, turismo, charlas, cervezas y conciertos. Pasamos una mañana de sábado fantástica, visitando la deslumbrante catedral de León, comprando productos típicos, y echándonos unas cuantas risas, y cuando llegó la hora, mi chica y yo nos acercamos a ver a los Leather Boys al Pub Babylon, donde tuvimos la tercera dosis de Rock’n’Roll de la semana. Después de pasar un ratito por el piso a echar el último descanso antes de la gran batalla, y aprovechando el dilatado intervalo entre la apertura de puertas y el inicio del primer concierto, fuimos tirando sin prisas hacia el Palacio de Exposiciones y Congresos de León, donde íbamos a disfrutar de una noche absolutamente mágica. Gracias al amplio aparcamiento, justo al lado del recinto, no tuvimos ningún problema en dejar el coche allí mismo… ¡y al turrón!

Hardline:

Mucha gente quedó sorprendida, incluso molesta, cuando salieron a la luz los horarios del festival, por el hecho de que Hardline fuesen quienes lo iban a abrir. Sí, lo más lógico es que hubiesen sido Hackers los destinados a ocupar dicho puesto, pero me alegro de que no fuese así, ya que conociendo a la gente, el apoyo habría sido mínimo. Empezábamos fuerte, sí, pero es que con un cartel tan grandioso, ¿cómo iba a ser de otra manera?

Por nuestra parte, fue cruzar el umbral del Palacio, y comenzar la actuación, a la que nos acercamos rápidamente para disfrutar ya entre una multitudinaria asistencia de Fuel to the Fire, el primer corte de aquella maratoniana sarta de temazos y grandes clásicos que sonarían durante toda una noche. La formación de Hardline, completamente actualizada desde 2011, no tendrá el renombre de aquella súper banda que grabó los primeros y más recordados hits, pero es evidente que posee una calidad y una solidez más que digna para que los temas suenen potentes y 100% fieles. Y es que, en cualquier caso, Johnny Gioeli siempre ha continuado apostando por su banda madre, y su enorme voz, carisma y comportamiento, sigue siendo el principal símbolo de Hardline. Obviamente, la mayor parte de la atención se centraba en él, pero también, en estos primeros compases, en la bajista Anna Portalupi, a quien afortunadamente pudimos volver a ver aquí, tras su ausencia en la última gira de salas por nuestro país, hace dos años. Correteando y brincando, muy suelta y alegre, su bajo se escuchaba de perlas, como el resto de instrumentos. Qué gustazo da arrancar un festival con un sonido tan poderoso y nítido a la vez. Así, fue de lo más fácil disfrutar y meterse de lleno, con temas como la más conocida Everything. La pasión y cualidades físicas de Johnny Gioeli casi no conocen límites. Sale hecho una verdadera furia al escenario, se lo recorre varias veces antes de que puedas pestañear, se agacha, salta, da volteretas, y no deja de expresarse con sus ardientes y tajantes gestos. Conquista al público inmediatamente, y lo atrae hasta cada uno de los temas con su gran habilidad para encandilarnos.

Un frontman monstruosamente bueno que, además, demuestra muchísima cercanía a la hora de comunicarse con su público, con cálidos discursos que son una oda a la vida y a la empatía. Continuábamos escalando en pulsaciones con Takin’ Me Down. La gente estaba fresquísima todavía, y eso se notó en los gritos y saltos que emergían desde las primeras filas, transmitiéndonos parte de esa energía Marco Di Salvia, un batería espectacular a todas luces, que por su forma tan salvaje de tocar, llegué a confundir con otro. Un tema de los que más ansiosamente esperaba era Dr. Love. Con ese marcaje de Anna al bajo, tan inquieta como siempre, arrancó una de las grandes triunfadoras, llenita de gestos de complicidad en el escenario, como aquellos entre la bajista y Luca Princiotta a las seis cuerdas (que como bien apuntó mi colega Aitor, también es miembro actual de Doro). Su estribillo fue repetido una y otra vez a pleno pulmón, todos al unísono, y se agradecieron también esos coros de Alessandro Del Vecchio, aunque en mi opinión, se quedaron cortos en número. El concierto llevó un ritmo imparable hasta el momento, arropado por ese gran sonido y el apoyo incondicional de su público, pero quisieron bajar un poco la velocidad… y creo que se pasaron de frenada. No tengo nada que objetar a nivel técnico, pero creo que alargaron demasiado esta siguiente parte. Con las luces bajando de intensidad, Alessandro abría con sus teclas para un medley, que comenzó con Gioeli en el foso, cara a cara con sus fans, mientras cantaba aquello de Who Wants to Live Forever de Queen, para empalmarla con varios fragmentos y/o estribillos de temas propios, como In this Moment, Take you Home, o Page of Your Life.

El teclista cargó con mucho peso en ellas, llegando incluso a hacer uso de su melódica voz para cantar algunas de sus partes, que encajó realmente bien. El vocalista, entre estrofa y estrofa, nos mandaba como siempre un mensaje desde el corazón, lleno de agradecimiento y cariño. Un ‘surtido Cuétara’ de algunas de sus mejores baladas, que culminaron con la interpretación completa de una última, llamada In the Hands of Time. Johnny se soltó en ella por completo, deshaciéndose en pasión al cantarla, con esos gestos que no puede omitir, con esa actitud desbordante imposible de contener. A pesar de su lento tempo, había que ver los hostiazos y el frenesí con el que aporreaba Marco Di Salvia, ¡tremendo! Tampoco puedo dejar de citar esa parte de Luca Princiotta, hasta arriba de blues. Sin embargo, como dicho, y a pesar de las brillantes interpretaciones, dejaron que la gente se relajara demasiado. Algo que, por supuesto, iba a cambiar en esta segunda parte del show, empezando por esos pesados riffs de Life's a Bitch. Impresionante cómo Gioeli aguanta el tipo con temas que hace más de 30 años que grabó, qué privilegio de voz, pero igualmente sería injusto no nombrar esas armonías tan bien curradas de Alessandro con los coros. Anna y Luca cada vez daban más muestras de química entre ellos, ya fuese cruzando posiciones, encarándose, o apoyándose espalda contra espalda, pero sobre todo, formando una sección de cuerdas excelente. Las armoniosas teclas de Alessandro volvían a servir de entrante para otra de las grandes del setlist, Fever Dreams, con todo su regustillo AOR.

Contando con muy buenos destellos de la superior técnica de Luca, y una batería muy contundente, fue de las que más manos levantaron, y voces hizo resonar, es lo que pasa cuando un estribillo es tan sencillo y a la vez pegadizo como este. Casi casi tan pegadizo, de hecho, como las líneas melódicas de I’ll Be There, que tampoco dejamos de corear ni un instante, mientras Johnny no dejaba de crecerse, rezumando pasión infinita por cada uno de sus poros, tanto al cantar como al moverse, y también al despedirse, como sucedía ahora. Johnny daba las gracias a todo el mundo implicado en lo de aquella noche, desde los técnicos de luces, hasta todos y cada uno de los asistentes. Para hacer más contundente aún la llegada del tema más esperado, infiltró antes de este un pasaje del In the Air Tonight de Phil Collins para, finalmente, explotar a lo grande con Hot Cherie. Entre espectaculares redobles de batería, guitarras de sabor ochentero, y ese estribillo que cantamos a mil y una voces (¡verdaderamente ensordecedoras!), Johnny lo daba absolutamente todo, girando sobre sí mismo, y corriendo sin parar hasta perder el aliento. Como no querían hacer el típico paripé de salir y volver a entrar, no se demoraron con el último disparo, correspondiente a la fulgurante Rhythm From a Red Car, en la que el cantante se vio al límite, ayudado por los coros de Del Vecchio y los nuestros propios, pero terminó sacando el tema con nota, y aprovechando para presentar a toda la banda, que se despidió con una gran reverencia.

Jaded Heart:

Pese a que el festival estaba recién comenzado, y la gente se encontraba aún (supongo, y espero…) pletórica de fuerzas, no todos, ni mucho menos, se quedaron a ver la actuación de los Jaded Heart, una banda que no cuenta con una legión de excesivos adeptos en nuestro país. En mi caso, he de confesar que me molan bastante, aunque sobre todo, su época más hard rockera y melódica, con la que ostentaban muchísima más personalidad. Por el contrario, pienso igualmente que han perdido bastante tirón en la fase actual, más metalera, de su trayectoria. Con esta ya es la tercera vez que lo compruebo en directo, aunque también es cierto que el concierto tuvo momentos muy potentes que lograron engancharnos.

Sea como sea, ahí estuvimos dando el callo desde el primer tema. Stand your Ground, una bastante guerrillera para empezar, que a pesar de la entrega de sus músicos (especialmente, del cantante Johan Fahlberg), no llegó a tener el impacto deseado, por desgracia. Y en parte, fue debido a algo que marcó su actuación en gran parte, no por culpa suya ni por falta de ganas, sino por el sonido. Mucho peor que el de Hardline, mal compensado, inestable y con un volumen bastante disminuido, fue un bajón para muchos, que abandonaron el lugar tras unas pocas canciones. No obstante, los alemanes seguían en su intento de conquistar con una cañera Blood Red Skies, cuyo estribillo ya fue mucho más apreciado, siendo ahora el bajista Michael Müller (único miembro original que queda en el grupo) quien pedía palmas. De todas formas, y bajo unas luces quizá demasiado opacas, continuaba siendo Johan quien llevaba los pantalones en la actuación. Acto seguido, y machacando sus parches, el batería Johnny Dee, con quien la banda contó para cubrir este show de forma extraordinaria, abría para una de las que más gustó en general, Schizophrenic. Mejora ligera del sonido en su transcurso, pero insuficiente, que culminó con un desgarrador agudo del vocalista.

No todo sonaba espantosamente mal, en verdad. Algunos coros sí se escucharon bien, y sobre todo, el crujido de esas guitarras de Peter Östrosen en la sorprendente Anymore, una de las pocas que sonaron de su etapa más melódica, justo del año en que Michael Bormann abandonaba el grupo tras grabar el “Trust”. Müller fue cogiendo vuelo, pateando cada vez más el escenario, apuntando hacia el cielo con su bajo, e implicándose para que también nosotros moviésemos el culo y cantásemos los temas. Les costó, desde luego, pero también contaron con su círculo de fans en las primeras filas. También el técnico estuvo pendiente durante todo el tiempo de actuación, desde un lateral tras los bártulos. Johan volvía a nosotros, con el puño en alto, para presentar Heart Attack, de su último disco homónimo del 2022. Me sorprendió lo bien recibida que fue, y me alegré por ello. Se levantó bastante movimiento (sobre todo, en la primera línea de ataque) y las cuerdas de Müller y Östros sonaban cada vez mejor, aunque sin llegar en ningún momento a resultar notables. En cuanto terminó el tema, salí a echar un pitillo. No podía aguantar más, y prefería volver a tiempo para el final, es decir, para los temas más renombrados de la banda. No sé cuantas me perdí, a lo sumo tres o cuatro, pero qué suerte la mía al llegar justo a tiempo para el que fue mi corte favorito del setlist, ese Tomorrow Comes del “Helluva Times” que tan buenos recuerdos y sensaciones me trajo consigo.

Aquí sí que (yo y muchos, en verdad), nos dejamos la garganta acompañando al grupo. A pesar de actuar como batería sustituto, disfruté bastante de los detalles y la contundencia que aportaba Johnny Dee a la banda (desconozco por qué Bodo Stricker no pudo acompañarles). Me quedé un poco descolocado, eso sí, cuando el vocalista anunciaba ya la despedida, pensaba que todavía quedaban más temas. Pero efectivamente, Paid my Dues (version de la cantante Anacstasia, registrada también en el “Helluva Times”) contenía tintes de adiós. Para ella, contaron con un amigo invitado que salió a cantar. No pude verle bien, ni recuerdo su nombre, pero lo que sí es seguro es que añadió una capa de modernidad al ya de por sí contemporáneo sonido del corte. También tiene cojones que una versión de un tema pop sea uno de sus mayores éxitos, pero así son las cosas a veces. Unos coros más que decentes (bien ejecutados, pero empobrecidos por el sonido), y más virguerías de Michael Müller al bajo dejaron igualmente su huella en esta su última aportación de la noche. Lo que más me gustó, en general: el nervio que tiene Fahlberg sobre el escenario, algunos temas como Anymore, Tomorrow Comes o Schizophrenic, y la calidad de Müller al bajo. Lo que menos: que olvidasen casi por completo su época más clásica, y el sonido, que fue sin duda el más flojo de todo el festival. También es una lástima que no incluyan a un teclista en su formación, aunque en verdad, para el estilo que practican actualmente… tampoco les encaja mucho.

Treat:

Como sucedió más tarde con la mayoría de las bandas restantes, fue Jason Cenador, de MariskalRock, quien se encargó de presentar a Treat ante un recinto de nuevo bastante lleno. La gente estaba ávida de mucho más Hard Rock melódico, ahora de la mano de unos de los pioneros y más grandes representantes de la escena sueca de este rollo, desde los primerísimos 80. A pesar de que ya iba a ser la tercera vez que les veía en vivo y en directo en este mismo 2024, para mí era otra de las más deseadas y obligatorias bandas del cartel. Además, prometieron un setlist especial, en el que iban a combinar lo mejor de sus dos etapas. Y voy a ser rotundo ya de primeras: para mí, Treat fueron los grandes vencedores de este Lion Rock Fest 2024, por muchísimos motivos, quizá a la par que The Night Flight Orchestra.

La introducción que dispararon para ir anunciando su entrada, ya era una pista sobre cuál sería el primer corte escogido. Y sin duda, con Skies of Mongolia, dieron de lleno en el clavo. Un tema vibrante, bailable y potente al mismo tiempo, con el que consiguieron casi sin esfuerzo alborotar sumamente a todos los asistentes, que no fueron pocos. Y para mejorar todavía más la apuesta, el tema se escuchó de auténtico lujo, algo que todos deseábamos que se perpetuara en el resto. Tal vez la voz de Robert Ernlund, que estuvo inconmensurable durante toda la actuación, sonase un poco más alta que el resto de instrumentos, pero solo fueron detalles poco importantes: todo estuvo en su sitio, sonando a un volumen muy elevado pero de los que no te taladran los tímpanos, y lo suficiente claro para percibir el talento musical de todos los integrantes. La parte más ochentera del show fue disfrutada tanto como aquella más moderna, y Ready for the Taking sonó también acojonante. Que rollazo más guapo el de este tema. Fabulosas las baterías golpeadas con tiento por Jamie Borger, genial de nuevo Ernlund en todos los tonos, sobre todo en los más complicados, y de puta madre esos coros que, aunque muy probablemente llevaban un colchón pregrabado, aportaron mucho punch a los temas. Y del ambiente que se respiraba en el público… solo se puede decir que fue fascinante, uno de los más ardientes de toda la noche. Se lo estábamos poniendo muy fácil, y muy sonriente, se acercaba ahora Ernlund para saludarnos brevemente y presentar el siguiente tema, Papertiger, que también hizo las delicias de los fans (entre quienes me encuentro) de ese discarral llamado “Coup de Grace”.

Hubo tantas palmas como voces siguiendo el ritmo marcado por las teclas de Patrick Appelgren, pero Anders Wikström, que también buscaba protagonismo, tampoco dejó de contonearse en primera línea. La meticulosidad con la que compusieron su setlist, perfecto para mantener el ritmo e ir avivando las llamas continuamente, quedó patente también en Home of the Brave, con una de esas melodías que te secuestran, uno de esos estribillos que no pudimos dejar de cantar hasta el final. Había que estar allí para entenderlo. Cientos de voces al unísono coreando, y las teclas de Patrick sonando perfectas. Qué puta gozada, tan solo cuatro temas y aquello estaba siendo increíble. Algo menos celebrada, pero igualmente bienvenida fue Riptide, de su “Tunguska”. La simpatía arrolladora del vocalista no hacía más que crecer, y se acercaba, entre frase y frase, a saludar y a señalar a las primeras filas. El tema fue coronado con un buen punteo de Anders Wikström, y tendría continuación inmediata con Soul Survivor, en la que me dio la impresión de que el volumen subía aún más. Las vibraciones y la energía que despertaron fueron dignas de ser vividas en persona. Y Freudian Slip, con sus guitarras extra pesadas, y una base rítmica aplastante, dejaron claro que la banda sigue en un estado de gracia compositiva inagotable, aunque sea con tintes algo más modernos. Desde su vuelta al ruedo, allá por el 2006, no han dejado de sacar discazos, y este último “The Endgame” es una auténtica golosina de principio a fin, un perfecto ejemplo de cómo evolucionar un sonido de forma respetable, al menos, en mi opinión.

Ernlund vino a presentarnos el siguiente tema de la lista, y con el llegaba uno de los momentos más esperados por mí de todo el festival, uno de esos en los que las emociones se desbordan hasta límites casi incontenibles. Bases de teclado aterciopeladas, melodías hechizadoras… We Own the Night, exprimió hasta la última gota de sangre de mi corazoncito AORero, y como todas y cada una de las veces que la he visto en directo, me transportó muy, muuuy lejos. Una maravilla ensoñadora que engalanó el festival de noche y neón, y encima, con un final bastante virtuoso por parte de Anders Wikström, que sin llegar a romper aquel éxtasis, le sentó como un guante. Eso sí, aquí volví a notar especialmente que eran más que probables esas ayudas de coros disparados, aunque esto no resta nada de mérito al brillante recital que nos estaban regalando. Mirando de nuevo a sus primeros discos, Rev it Up volvió a subir la electricidad al 11, y también las coreografías y revoluciones, rescatando esencia ochentera a raudales, y con un cantante todavía pletórico paseándose de punta a punta del escenario, deleitándose al ver cómo nos lo estábamos gozando. Hubo una pausa con fondo pregrabado, pero no se alargaría mucho. Cambio de guitarra para A. Wikström, y a la carga con otro de sus grandes hits del “Coup de Grace”, Roar. Otro valor fijo en directo que garantiza mantener los ánimos bien arriba, los cánticos del público, y un ritmo bien contundente. Y si además, el sonido es tan bueno como lo seguía siendo, mejor que mejor. Al final de esta, Anders y el bajista Nalle Påhlsson se echaron un codo con codo, con gran compañerismo.

Cortaron lo justito y necesario entre tema y tema, aprovechando a piñón el tiempo que tenían, y ya en la recta final, llegaba la hora de sus más grandes singles. Get You on the Run fue inmediatamente reconocida, ante el jolgorio de todos… ¿hace falta repetir que la cantamos hasta reventar? Pues sí. Y mientras tanto, con sus toneladas de clase y saber estar, Ernlund paseaba, dejaba y volvía a coger el palo del micro sobre la marcha. Muy motivado, Nalle nos sonreía mientras martilleaba sus cuerdas, y Anders nos deleitaba con un solo de tapping cuadrado a la perfección en Conspiracy. Tal vez otra de las mayores sorpresas fue Changes, que es la primera vez que les veo en directo, bien engalanada por esos coros a tres bandas. Por su parte, el cantante aprovechó su parte media para presentar a sus compañeros. Este no podía disimular su alegría por el rotundo triunfo que había sido su actuación, y para ponerle el lazo definitivo, pocas mejores que World of Promises. Ya no digo el estribillo, sino que hasta los punteos de guitarra fueron coreados por todo el mundo. Los saltos, los brazos en alto, la ilusión en cada rostro… todo el mundo vibraba enormemente a su compás, y como muestra, un botón. En cierto momento, el sonido se cayó por completo. La sincronía entre público y banda fue tal, que cuando volvió a la normalidad, tanto Ernlund como nosotros seguíamos cantando exactamente por el mismo punto.

Si hasta aquella noche ya era fan absoluto de la banda, ahora soy fan y medio. El mejor sonido, y el mejor setlist que he disfrutado de ellos ¡¡Qué bestialidad de concierto!!

Hackers: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Es cierto que tenían el tiempo de actuación más corto de todo el festival (algo que a mí me pareció cuestionable), pero los canarios Hackers disfrutaron de una posición destacada dentro del cartel, entre el soberbio concierto que nos ofrecieron los Treat, y la retahíla de clásicos que nos tenían preparada los americanos Tyketto. Por otra parte, también es verdad que ello fue un arma de doble filo, y bastante gente aprovechó esta franja para cenar, sea por preferencias musicales, o por el desconocimiento de la banda. Eso sí, quienes nos quedamos a muerte con ellos, pudimos disfrutar con gran intensidad del poder de sus canciones… mientras el equipo de sonido nos lo permitió, claro está.

Que conste que no lo digo por cumplir, ni por hacerme el interesante, pero la de Hackers fue una de las confirmaciones por las que el cartel del festival ‘me obligó’ definitivamente a recorrerme media geografía. No son fáciles de ver en la península, y creo que sus dos trabajos se encuentran entre las mejores obras del más elegante y suave AOR en español de la última década. Y sin haberles visto anteriormente, estaba convencido de que su actuación me iba a llegar hasta el tuétano.

Fue uno de los conciertos menos concurridos, pero sus más acérrimos fans, sobre todo entre las primeras filas, nos dejamos la piel para animarles y arroparles como se merecieron. Ellos eran bien conscientes del hándicap horario, y no dudaron en emplear sus mejores armas desde el inicio. Ya las pudimos ver y sentir en El Poder de Una Canción: coros excelentes, teclas que sonaban celestiales, cuerdas bien definidas y percusiones suaves pero con la presencia justa. Indiscutiblemente, faltó elevar mucho más el volumen del conjunto, pero todo sonaba limpio, y transmitía la esencia misma del disco. Y desde luego, en mi opinión, hicieron maravillas con lo que tuvieron. Muestra de ello fue también la siguiente Mil Recuerdos, un tema cargadísimo de nostalgia pero con un puntito muy simpático en sus letras. Pensaba que la reservarían para la recta final, pero afortunadamente no fue así. Muy animados y cada vez más visiblemente contentos, Fran Alonso a la guitarra, y el bajista César González iban abandonando sus posiciones para unir fuerzas, encarándose y apoyándose entre ellos. Y qué se puede decir de Víctor Guardia, al frente de la banda. Su presencia solo se puede tildar de gigantesca, y su actitud y forma de cantar, apasionadas a más no poder. Un carisma de esos que te va atrapando conforme van cayendo los temas, y una voz soberbia, que clavó todos y cada uno de los temas. Decidió acertadamente no perder demasiado tiempo, y tras un breve pero conciso saludo, sonaba ya la siguiente Juego de Cobardes.

Sus sedosos compases iniciales nos metieron aún más de lleno en aquella noche de neón y melodía, sonando de maravilla, con tempos perfectamente dirigidos por Alex Sánchez a la batería y César a las cinco cuerdas de su bajo. Por desgracia, en este momento nos llevamos el primer susto de la noche, y el sonido al completo nos dijo ‘adiós, muy buenas’. Como muestra de empeño, la banda continuó tocando, Víctor cantando, y nuestras voces percibiéndose más altas que nunca, pero pronto se centraron en intentar resolver el incidente, ante el enorme disgusto del público y el suyo propio. Todo volvió a la normalidad salvo el micro del cantante, cuyo problema también se solventó poco después. Nuestra gran ovación les insufló un torrente de ánimos, y volvieron a crecerse sobre el escenario con Respirar Rock & Roll, con ese rollo tan guapo y ‘tan Whitesnake’ que desprende. No estoy seguro de sí llevaban apoyo pregrabado, pero esos armonías corales alimentadas por César y Fran sonaban de auténtica fábula, al igual que los pasajes de Alex, que hacía del ‘menos es más’ un verdadero arte a la hora de tocar. Ya bien entrado en calor, Víctor se quitaba el chaleco para continuar desplazándose por el escenario y seguir con sus ademanes, trasladándonos su pasión con cada nota y cautivándonos a cada paso. Volviendo a su primer disco “Empezar de Cero”, recordaban Historias que Contar, en la que relucieron como nunca las teclas de Elvis Pescossa, imprescindibles en el sonido Hackers. La banda volvía a mostrarse en su máximo esplendor, Fran nos sonreía al mismo tiempo que bordaba sus riffs y elevaba el mástil de su guitarra, y aunque como digo seguía faltando mucho volumen, todo sonaba envuelto en una elegancia espléndida.

Quizá el suyo no era un estilo para todos los paladares auditivos, pero su calidad escénica, técnica y musical quedó como algo categóricamente indiscutible, y para mí llegó a su más elevado clímax en la preciosa Mi Dulce Condena. Víctor se nos acercaba, siempre llevando sus gafas de sol, luciendo barba canosa, y una estatura tan grande como su personalidad y devoción al micro. Al igual que los teclados, la guitarra desbordaba feeling en cada una de las partes y matices, y por suerte, se apreciaba hasta el más mínimo detalle. Pero justo en esos momentos en los que uno deseaba que aquello no terminase nunca, durante los primeros minutos de Si Te Vas… todo, el sonido y las luces, volvió a caer de golpe. El enfado entre los que allí estábamos fue considerable, pero para más inri, esta vez nada se pudo hacer por retomar el concierto. Unos cuantos nos quedamos allí, gritando palabras de ánimo, esperando los interminables minutos en silencio, y aferrándonos a la vana esperanza de escuchar, aunque fuese, un último tema de despedida que, desafortunadamente, nunca pudo llegar. Así pues, el concierto me dejó unas sensaciones muy dulces en lo que respecta a la propia banda, pero también muy amargas por este desagradable ‘coitus interruptus’, esa enorme decepción de la que me costó mucho recuperarme, siendo como digo una de las actuaciones más esperadas para mí de todo el festival. Creo que sería un merecido acto de justicia que la organización volviese a contar con ellos para la próxima edición.

Tyketto:

No voy a negar que la nefasta experiencia que viví con el abrupto e injusto final del concierto de Hackers, me dejó bastante tocado y con mucha mala hostia encima. Por muchas ganas que tenía de ver a Tyketto, una de las bandas más exclusivas y complicadas de ver por estos lares, no podía quitarme de encima el disgusto y la sensación amarga de que se hubiese truncado la única oportunidad que he tenido hasta ahora de ver a los canarios. Pero al final, son cosas que, por mucho que a uno le toquen las pelotas, no se puede hacer nada, y hay que terminar digiriendo.

Por otra parte, ahora la aglomeración volvía a ser masiva, siempre teniendo en cuenta el hecho de que en esta edición, por desgracia, hubo menos gente… Para más de uno con el que hablé, el de los americanos fue el concierto que mejor sonó de la jornada. No sé si yo diría tanto, pero la verdad es que en cuanto a potencia y definición instrumental, sin duda estuvo entre los mejores. Al principio me costó distinguir bien a Danny Vaughn, pero tal vez fuesen ya mis cansados oídos. Sea como fuere, el primer envite vino de la mano de Remember my Name, tema del último disco que la banda ha grabado hasta la fecha, el “Reach”, y del que no sería la única en caer. Con mucho afán de movimiento y energía, rápidamente Danny se adueñó con mucho postín del escenario, llenándolo completamente con su gran presencia y voz. Viendo algo parada todavía a la peña (empezaban a notarse los estragos de tantas bandas seguidas), tanto el bajista Wayne Banks como el guitarrista Harry Scott Elliot pidieron palmas para animar el cotarro, siguiendo las teclas marcadas por Ged Rylands para Meet me in the Night, pasando ahora por su segundo álbum. Danny se arrancaba a dar saltos en ella, demostrando con creces que, tanto vocalmente como a nivel físico, se encontraba pletórico. Por cierto, el citado bajista Wayne Banks les echó una mano de forma puntual para esa noche, sustituyendo al habitual Chris Childs.

Cada vez más gente acudía a verles, y aunque claramente el reclamo principal eran los temas de su mítico “Don’t Come Easy”, la banda supo intercalar muy bien material de este último y del resto de su discografía, aunque como cabía esperar, fueron recibidos con más discreción, y tuvieron menos representación. El susodicho disco hacía acto de presencia, precisamente, con mi tema favorito de Tyketto, que es la magnífica Wings. Toda la magia de su melodía quedó perfectamente plasmada allí mismo, nos embelesó a todos, y fue la que definitivamente hizo que olvidase todo el mal rollo que acarreaba minutos antes. La voz de Danny, potente y gruesa, parece no haber perdido ni un ápice de su fuelle en los más de 30 años que nos separan de sus inicios con esta banda. Realmente impresionante, y ya os digo, que no hizo sino ir a más conforme se calentaba. Él lleva ya 16 años viviendo en nuestro país, y aunque no domina completamente el idioma, sí se dirigió a nosotros con graciosos pero entendibles chapurreos, a los que en todo momento impregnó de buen humor. Muy bonito el gesto de dedicar la siguiente canción a todos los afectados por la horrible Dana. En Strength in Numbers, volvía a electrificarnos esa guitarra de Harry, quien también se movía por el escenario con una fluidez y comodidad pasmosas. Su chulería y actitud quedaron bien plasmadas en cada uno de sus movimientos. La mezcla de teclas y bajos también sonaba de maravilla, perfectamente ecualizada, y en estas mismas condiciones, llegaba Reach. Danny empuñaba por primera (pero no por última) vez su guitarra acústica, armonizando su voz con el teclista Ged Rylands, cuyas cuerdas vocales también tuvieron mucho que decir.

Parece que algo sucedía con la batería, ya que hubo una persona del staff husmeando por ella, pero finalmente, quedó en nada. Por cierto, era también el gran Johnny Dee quien ocupaba ese puesto tras las cajas, así que doblete para él en este festival (recordad que también tocó junto a Jaded Heart). El vocalista, en una de las pausas, nos comentaba lo mucho que le gustaría hacer pronto un ‘full show’ en nuestro país, antes de pasar al siguiente corte, Rescue Me. En ella, me quedé con detalles, como el buen curro de Johnny a los platos, o la precisión de Harry a la hora de ejecutar las partes más complicadas, cada vez pisando las tablas con más bravuconería. Exactamente la misma que mostró en otra de mis graaaandes favoritas del setlist, que me puso la adrenalina a 100, y no fue otra que Burning Down Inside, que llegó con una fuerza arrasadora. Cuanta actitud en Harry y Wayne, a ambos lados de Danny, y cuantos saltos y voces desde el público… Fue algo flipante ver a todo el recinto con las manos en alto, dando palmas, cantando y vitoreando a la banda con un constante ‘¡eh eh!’. Y aprovechando el bombeo, y el punto de calor en el que se encontraba el show, la saltona Lay Your Body Down encajó a las mil maravillas. Abría para ella J. Dee, que mantuvo un control y una pegada más que notable, Danny nos pedía ayuda, y la reacción del respetable no se hizo de esperar, completamente sumergido en la actuación. Otro temazo a la saca, y van ya unos cuantos.

Afortunadamente, no sonó nada del “Shine”, un disco demasiado alejado de su estilo clásico, que nunca me gustó. Las cuerdas acústicas, empuñadas por Danny, volvieron a sonar en Sail Away con una soberbia interpretación que fijó nuestras miradas, y una voz que fue una auténtica delicia. Para prolongar el cariz especial de aquel momento, y durante la siguiente The Last Sunset, Johnny abandonó la batería, y cogió su aro de sonajas. Ged Rylands hizo lo propio, situándose al lado del frontman para acompañar con palmas su guitarra acústica. El cuarto acompañamiento fueron también nuestras palmas, durante unos instantes en los que sentimos más cerca que nunca a la banda, en un ambiente muy íntimo, muy cálido, junto a aquellos músicos que estaban dado todo cuanto tenían. Eran los compases finales de, a su vez, el último show que darían en este 2024, pero el envite final fue de los que muchos no olvidaremos jamás. Y es que, por descontado, no podía faltar Forever Young, el gran exitazo que les catapultó a la fama por todos los medios existentes, y que marcó uno de los momentos más jodidamente bestiales de todo el festival. La entrega fue absoluta por parte de todos, Wayne blandiendo la melena, Danny motivado a más no poder y cantando de locura, y el guitarrista Harry Scott Elliot haciéndonos sentir en los 80 con todas sus poses. La marea de manos en el aire, y las fortísimas voces del público al entonarla, fueron apabullantes, y para rematar, el tema fue culminado con un final espectacular y estruendoso de cojones.

Todavía faltaban dos bandas, dos de mis más esperadas, por cierto (Perfect Plan y The Night Flight Orchestra), aunque a pesar de su indiscutible calidad, lo tendrían difícil para superar tres conciertazos de oro puro como fueron los de Hackers, Treat y estos últimos Tyketto.

Perfect Plan (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Llegaban esas horas en las que el cansancio va ganando terreno a la euforia. Para muchos fue así, y en el concierto de Perfect Plan se notó una importante vaciada, a pesar de que era la primera vez que la banda liderada por el guitarrista Rolf Nordström y el inconmensurable Kent Hilli visitaban nuestro país. Una de las bandas más cercanas al AOR que ilustraban el cartel, con una carrera que despegó fuerte hace tan solo seis años, y no ha hecho más que consolidarse con la llegada de cada nuevo disco, actualmente tres de estudio más un directo. De todos ellos, nos hicieron un buen resumen en el setlist.

La introducción de aires militares, y una iluminación bien vistosa, prepararon el terreno para los suecos que, con gran elegancia y distinción, pisaban el escenario a la vez que atacaban con Time for a Miracle. Y además, nos sorprendían con un sonido muy depurado, en donde la voz de Kent y las teclas Leif Ehlin, dos elementos cruciales en su estilo, brillaban especialmente. De hecho, con total seguridad fueron los que mejor sonaron en aquel escenario, ya que Jaded Heart no tuvieron ni de lejos su mejor noche, y Hackers terminaron de forma tajante por problemas del equipo. Tras un enfático ‘Thank You Spain!!’ por parte del vocalista, subían el pulso rítmico con Bad City Woman, potenciando las melodías y bajando la carga eléctrica. Los coros, junto a la impresionante voz de Kent Hilli, llenaron por completo el tema, y el subidón del solo, con el guitarrista Rolf Nordström elevando su guitarra, terminaron de redondearlo. Este último no dejó de sonreír prácticamente en todo el concierto, dedicándonos sus más entusiasmados movimientos y sus mejores punteos, como sucedió en la fantástica What About Love, muy cantada por un público que empezaba a cogerle el rollo a la banda. De todas formas, dadas las horas, el cansancio acumulado, y el sutil sonido de Perfect Plan, todavía les harían falta unos cuantos temas más para encender del todo el fuego. En 2019 grabaron como single una versión de Survivor, Didn't Know It Was Love, que aquella noche dedicaron a la memoria del icónico Jimi Jamison. Para la ocasión, les acompañamos con muchas palmas, aunque la desaparición durante unos instantes de la guitarra de Rolf nos puso a algunos el corazón en un puño.

Afortunadamente, quedó ahí la cosa, y el resto del concierto pudimos seguir disfrutando de un sonido muy bien ecualizado y sin movidas. Fighting to Win, con una de las interpretaciones más aterciopeladas de Kent Hilli, no ayudó demasiado a olvidar el cansancio. Tal vez una balada de este tipo, aunque bonita, no fuese la más adecuada, aunque gracias a la magnífica representación de la banda, a las florituras de Mats Byström al bajo (que nos enfocaba con una lucecita al principio) y al torrente vocal de Kent, la gente aguantó el tipo y colaboró bastante. El frontman dedicaba ahora unos minutos a agradecer a la organización, el haberles traído por primera vez a España. Las teclas de Leif Ehlin sonaban muy bien encajadas en el conjunto sonoro, algo que por suerte, fue una constante en casi todas las actuaciones, y también el bajo de Mats, prácticamente perfecto, grueso y potente. Así continuaban, elevando el nivel de caña, con Better Walk Alone, propiciando incluso algunos saltos desde las primeras filas con su contundente estribillo, para continuar por la senda de Nobody’s Fool. Kent no es lo que se dice el frontman más cercano o dinámico del mundo, pero insistió varias veces para escuchar nuestras palmas y voces, mientras la banda hacía pausas rítmicas con esa finalidad. Contrastaba, por tanto, la gran energía con la que Rolf Nordström se desenvolvía en el escenario, siempre contento y radiante, en temas como Heart to Stone. Alguien comentaba a mi alrededor que le estaban pareciendo muy planos, y tal vez tuviese razón en parte, aunque solo por el talento de sus músicos y por las contagiosas melodías de casi todos sus temas, creo que merece disfrutar de su directo.

Opino que no siempre es imprescindible la innovación cuando hay calidad de sobra, como en este caso. Y sobre todo, cuando hay estribillos tan guapos como el de Gotta Slow Me Down, con los que es casi imposible no ponerse a bailar. Tiene un rollazo inmenso, y además contó con un frenético solo de teclado que me encantó. De hecho, creo que fue una de las grandes ‘culpables’ de que esta parte final del show se volviese más intensa en todos los sentidos. En Surrender, los coros fueron de gran importancia, algo más moderna, pero sin perder del todo la esencia clásica. Kent se acercaba al borde del escenario, mirando al público, haciéndonos algún que otro guiño, pero sin descuidar su increíble voz y forma de cantar, que mantuvo a un nivel grandioso de principio a final del show. Rara vez cambió una sola nota de ningún tema, ni de los más exigentes, y eso ya es algo que no se ve todos los días en vivo. Durante la acaramelada Heaven in Your Eyes, ya casi tocando el final, me gustaron sobre todo los papeles de Mats y Rolf, no solo en lo musical con todos esos detalles y dibujos en sus cuerdas, sino también en cuanto a sincronía escénica. Los coros a cinco voces (contando a Kent), maravillosos y sonando de película. Como era de esperar, reservaron para el gran final el que es el mayor hit de su carrera, la ‘AORera’ In and Out of Love que fue, con bastante diferencia, la más coreada de todas, y que personalmente disfruté una burrada. Kent Hilli también se vació del todo en ella, ofreciéndonos una lección de canto absolutamente magistral con su privilegiada voz.

The Night Flight Orchestra (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Creo que no fue solo impresión mía el hecho de que este Lion Rock Fest contó con menos asistentes que el anterior, y en caso de ser así, me resultaría ciertamente triste. Este año para mí el cartel era mucho más atractivo, y si bien es cierto que no contaba con bandas tan multitudinarias (al menos, en nuestro país) como H.E.A.T. o Eclipse, hay que valorar infinitamente el esfuerzo de sus organizadores por arriesgar y brindarnos la ocasión de ver un gran número de bandas nada habituales por aquí. Una de esas joyas, tal vez la mayor y más brillante de todas, era The Night Flight Orchestra, con quienes este segundo Lion Rock Fest daría el carpetazo por la puerta grande.

La marea de gente cambió de un escenario a otro. Aún faltaban unos minutos para el siguiente show, debido a que Perfect Plan terminaron un poco antes de la hora prevista. Y mientras algunos, por incomprensible que suene, abandonaron el recinto, muchos otros esperábamos con unas ansias incontenibles esta última golosina que el festival nos deparaba. Todos dispuestos y preparados para este alucinante viaje nocturno intergaláctico de músicos estelares y melodías de una calidad astronómica. Y por si fuera poco, justo antes de su inicio, recibíamos la dulce noticia de que habrá un tercer Lion Rock Fest, algo que nos subió considerablemente la adrenalina.

Dada la introducción empleada, lo más probable era que abriesen con Violent Indigo, y sin embargo, correspondió a Midnight Flyer, del “Amber Galactic”, aquel comienzo de la fiesta final. Ataviado con una capa de efecto multicolor, gorro, gafas de sol, y elegante traje, Björn Strid salió a nuestro encuentro, sin ocultar en ningún momento sus enormes ganas de echarse unos bailes. Eso sí, de momento, dosificó mucho su voz, que iría en crescendo conforme fuesen cayendo los temas. Esto mismo se puede decir del sonido, en general, que al principio no me pareció tan bueno como el de otras bandas, sonando las bases rítmicas demasiado saturadas, y muy por encima del resto de instrumentos. Curiosamente, también en este primer tema estuvo en primera línea Sebastian Forslund, a quien rara vez volveríamos a ver el pelo. Sometimes the World Ain't Enough, con su adictiva melodía, y esos bongos que tan bien palmeó el bueno de Sebastian, fueron levantando los primeros contoneos de un público todavía tímido y cansado, aunque era cuestión de tiempo que esto último cambiara radicalmente. A pesar de las horas, a pesar del reto extra de levantar unos ánimos muy erosionados, a la banda se le veía muy cómoda sobre el escenario. Los movimientos, las vestimentas, y por encima de todo, la enorme simpatía que inspiran todos sus músicos, nos fueron cautivando cada vez más.

Pero lo que es imposible dejar de percibir, es su inmensa calidad como músicos. Sin duda, uno de los primeros puntos de inflexión del concierto fue Divinyls, en donde toda la sala se arrancó definitivamente con las palmas y los coreos, al mismo ritmo con el que Mats Rydström se pavoneaba de un lado al otro del escenario con su bajo, su atuendo tan ‘disco’, y tocando de auténtico lujo. Anna Brygård y Åsa Lundman, a la derecha del escenario, nos regalaban continuas sonrisas y sus deliciosas voces. Más conocidas como las ‘Aeromanticas’, su presencia es algo ya imprescindible en los directos de The Night Flight Orchestra, aportando también mucha simpatía, y reforzando ese ambiente y estética única que la banda ha ido creando a su alrededor. Copa en mano, brindaban en el despegue de este mágico vuelo, al compás de Living for the Nighttime. Muy contundente, y sonando mucho mejor que al principio, la sección rítmica formada por Mats Rydström y el batería Jonas Källsbäck rodaba como la seda, y estuvo plagada de excelentes detalles, como dibujos de bajo o contratiempos muy marcados. También molaron a saco esas guitarras tan setenteras a cargo de Rasmus Ehrnborn, que se cargó a las espaldas las partes más complejas de este instrumento. Björn, ya desatado vocalmente, nos pedía que no parásemos quietos. Pero… ¿cómo dejar de bailar ante un temazo de la talla de Burn for Me? Y más, cuando esta ostentó una sección instrumental prácticamente perfecta, con una coordinación intachable entre Mats (que cubre en directo a Sharlee D’Angelo) y Rasmus.

Tantos músicos implican un perpetuo movimiento sobre el escenario, y esto también nos motivó cosa mala. El sarao cada vez cogía más fuerza, y continuaba por medio de Gemini, con todos los integrantes muy metidos en su papel, y bajando un pelín el ritmo, con Something Mysterious. Pero precisamente son temas como este último los que más te sumergen en el universo sonoro que siempre ha sido santo y seña de la banda, cadencias y ambientaciones profundas que te abstraen y te transportan hasta un viaje nocturno del que es imposible escapar. Rasmus Ehrnborn abría con su guitarra la triunfal Satellite, que levantó un gran número de voces desde el respetable, y Björn nos preguntaba sobre la marcha qué tal lo estábamos pasando. Este se despojó definitivamente de su capa en Paralyzed, otro corte tremendamente especial gracias en parte a unos bongos tan hipnóticos como los bailes de Åsa y Anna, y unos bajos espectaculares. El teclado fue otro instrumento que ganó una barbaridad conforme mejoró el sonido, mezclándose perfectamente con el resto de instrumentos, y formando un conjunto vibrante junto a los tambores o el arenero que agitaba de vez en cuando Sebastian. El single White Jeans, extraído de su último disco hasta el momento (“Aeromantic II”) marcó el subidón final antes de los bises, y todos danzamos con él hasta quedar exhaustos. Cabe destacar también los coros femeninos y unos teclados que John Lönnmyr acabó tocando levantado de su taburete.

Tras el silencio (que no dejamos consumar con nuestro griterío), volvieron los músicos a la palestra, brindando y agradeciendo nuestra presencia. Sin dejar que nos enfriásemos lo más mínimo, se lanzaron a tope con Stiletto… ¡y todo el mundo a bailar otra vez! Con ella, el desmadre y las ganas de fiesta llegaron hasta tal punto, que incluso se formó un tren humano que fue transitando entre el público. Lo mejor de todo, esa parte final improvisada en la que Björn nos dejó boquiabiertos con su ‘soul’ y su impresionante chorro de voz. El carismático vocalista se despedía, ahora sí, de todo el mundo, con un nuevo brindis, y recordándonos que este había sido su último concierto del 2024. Pero antes de que marchasen con todos los honores, pudimos gozarnos esa West Ruth Ave, impregnándonos del buen rollo que desprendían las coreografías de ambas azafatas y del ritmo irrefrenable de esos bongos que, de forma completamente espontanea, nos hacían dar palmas y mover el cuerpo hasta el final, quemando las últimas energías que nos quedaban. Sencillamente grandiosos, uno jamás va a fallar si apuesta por ellos, ya sea en disco o en directo. Mil gracias por esto, Lion Rock Fest.

Por esto, y por todo. Porque fue una noche completamente única, irrepetible, un cartel de esos con los que a diario soñamos quienes ya estamos cansados de ver siempre las mismas bandas y estilos en los festivales de este país. Y ampliando todavía más el espectro, para mí fue un fin de semana que quedará por siempre en mi recuerdo, acompañado por mi chica y por amigos de la talla de Aitor, Ángela, Inma y Pablo, gente tan grande y tan enormemente sabia, que a su lado uno se siente muy pequeño. Se pueden formar equipos casi igual de buenos para ir de festival. Pero nunca mejores. También, por supuesto, mi enorme agradecimiento a Rosa, nuestra casera, que con muy poco tiempo (tras una cancelación criminal de última hora), nos abrió las puertas de su hogar con una amabilidad y una confianza que siempre tendremos presente. Para todos los mencionados, van dedicadas esta crónicas. No sé si habrán estado a la altura, tratándose de tan grandísimas bandas, y tan especial evento. Pero os aseguro que he puesto el alma en ellas, y he disfrutado como nunca escribiéndolas. También quería mandar un saludo a toda la gente con la que me fui encontrando por León, dentro o fuera de los conciertos, a Camilo y Eli, a Jose de Vallecas, a Josune de El Mirador del Rock, a Rafa y Estrella, a José Rojo, a Mary McGun, a los putos Leather Boys, a Txema Bustillo, a aquellos con quienes compartimos el tapeo del sábado, a José Antonio Armero y a Diego Sixx... y a quien se me pueda haber olvidado. Un abrazo a todos, y hasta la próxima.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

El Antro del Metal - Lion Rock Fest 2024, León

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