David ya ocupó esa posición durante la temporada en la que Pete tuvo problemas con su brazo, y en esta ocasión, siendo la primera vez que le veía en directo, dejó el listón por las nubes. Y Adrián Perales… bueno, sencillamente digamos que no necesita presentación. Lo petó a saco con [IN MUTE], acompaña en directo a Opera Magna, ha pasado por las filas de directo de Noctem, y es el batería fijo de Bloodhunter. Un currículum a todas luces impresionante, y además, tocando muchos palos estilísticos. Pero nunca imaginé llegar a verle con una banda como Corazones Eléctricos, y eso es algo que confirma todavía más su gran polivalencia y su capacidad de adaptación. Así pues, aunque con distinta plantilla, el espectáculo estaba servido. Y por supuesto, el Rock’n’Roll corriendo por las venas.
Impacientes, nos colocamos entre las primeras filas, luciendo la 16 Toneladas una entrada más que digna, pero en donde se podía estar cómodamente sin demasiados agobios. El inicio se retrasó unos 15 minutos, entre humo y buenas canciones, pero la introducción disparada marcó el punto de no retorno. Saludaban los músicos, y Pau metía corriente a su guitarra para abrir a todo trapo con Por ti, en donde la distorsión se adueñó ya del escenario. Con ese ritmo frenético, los músicos se mostraban entusiasmados, al galope, y sin ni siquiera pestañear, empalmaron, mediante los golpes de Adrián Perales, con la noventera Cama de Faquir. Como ya es costumbre con este tema, y para alardear de la fantástica base de seguidores que tiene, Pau nos dejó cantar a capela las dos primeras estrofas, para seguir calentando él mismo sus cuerdas vocales, que estuvieron a la altura en los tonos más difíciles. El gran ambiente estuvo presente desde el primer minuto. No faltaron los estribillos cantados, ni los bailes, ni los aplausos que el grupo se fue ganando a cada movimiento. Cimarrón me parece un tema inmensamente especial, una letra con la que metafóricamente me siento muy identificado (y no es la única). Contó con teclas disparadas, y por supuesto, con los martillazos a la batería del gran Adrián Perales, al que cada vez se le veía más suelto. Tras un breve saludo, otro tema de esos que brillan con luz propia, y nunca mejor dicho, como En las Estrellas, cuya melodía fue interpretada (¡y coreada!) a las mil maravillas, con muchísimo feeling, y ahí estuvo también el primer cara a cara de cuantos se marcaron Pau y David.
La banda pasaba ahora a tesituras más místicas con Sueño de una Noche de Verano, una de esas letras que te hace viajar muy lejos, y más todavía en directo, donde el tema me sonó mucho más poderoso que en disco. De nuevo fue Adrián el encargado de abrirla, y las guitarras acústicas de Pau daban paso, repentinamente, a toda una descarga de electricidad que nos llegó a la médula. David sonreía al público entre pulsación y pulsación, y con el cruce de miradas cómplices entre él y Adrián, el buen rollo se extendía cada vez más sobre las tablas. Una de las más cantadas de esta primera parte del show fue Fuera de Sí. Su punteo, hasta arriba de Rock’n’Roll, y los atronadores enlaces de Adrián entre compases, incitaron también a ello, al tiempo que David, aun sin tener micro, también la cantaba, ya completamente inmerso y sin rastro de nervios. El estruendoso fin que le dieron, nos dejó los oídos tiernos, aunque pudimos descansarlos durante unos segundos, cuando se producía el primer cambio de instrumento por parte de Pau. Y fue, precisamente, para traernos otro de esos cortes que siempre se me meten bajo la piel como es A Contraluz. Sentimiento a borbotones, como no podía ser de otra forma, y un gentío cada vez más venido arriba, viendo cómo Monteagudo se retorcía a la hora de tocar el solo. El vocalista dedicó unos instantes fugaces a agradecer nuestro apoyo, y decirnos que somos la mejor respuesta a la pregunta que plantea ¿Quién Salvará al Rock’n’Roll?.
Nunca, repito, nunca debería de faltar esta en sus directos. Con teclas pregrabadas, y Adrián sintiendo el ‘groove’ en todo su cuerpo, la intensidad llegó a ser exorbitante, y Pau la enfatizaba todavía más gritando aquello de ¡¡A muerte Valencia!! Entre el público había asistentes jóvenes, algo que desgraciadamente es poco común en este tipo de música, pero que vino a demostrar lo bien que funciona la iniciativa de la banda al dejar entrada libre a los menores de 25 años. Una propuesta con la que más bandas deberían seguir el ejemplo. Normalmente, los conciertos de Corazones Eléctricos suelen tener una parte central más relajada, con más medios tiempos, pero en esta ocasión, no fue tan acusada, y el concierto tuvo un ritmo de infarto en todo momento, gracias a temas como Todo por el Aire (bestial ese estallido de guitarras distorsionadas), y Contra las Cuerdas, en donde la potencia de la electricidad se multiplicó por dos. Y digo esto último porque, como invitado de excepción, tuvieron en una segunda guitarra a su manager y amigo José “Pepo” Suárez, que le metió a los riffs con mucha destreza, haciendo gala de su gran experiencia y dilatada carrera en el Rock. Se quedó también en Aullar Contigo, una de mis favoritas de ese “De Amor y Rabia” que no deja de fliparme. Entre ambas guitarras, con distintos sonidos, hubo gran conexión, pero también mucha complicidad, bromas incluidas. Cada vez que llegaba el estribillo, Pau se centraba delante para vérnoslo cantar, y entre baile y baile, me gustó mucho ese sonido tipo ‘wall of sound’ que le sacaron a las cuerdas.
Despidiendo con todos los honores a Pepo, siguió la marcha con algo que hacía mucho tiempo que no tocaban, y que fue otra de las grandes sorpresas (pero no la última) del setlist. Volver a Empezar entra también dentro de ese espectro de temas, por decirlo así, más espirituales y filosóficos que el inmenso talento compositivo de Pau Monteagudo tiene a bien regalarnos. Aunque se echaron de menos los coros, los primeros compases guiados por David y Adrián, fueron una verdadera delicia. Tras dar el vocalista un sentido agradecimiento a ambos compañeros por su inestimable ayuda, caía Renglones Torcidos de Dios, que fue la única en la que vimos a Pau con la acústica colgada. Añadiendo referencias a la terrible Dana, tomó un cariz tan más emotivo que consiguió ponerme los pelos como escarpias, y además, fue cantada con un feeling cósmico, y agraciada con humo e iluminación idónea. Uno de esos momentos que llegan a ser definitorios de todo un concierto, de toda una noche. Pero ojito, que aún quedaba mucha mandanga que repartir, y con los músicos dando el 100% más que nunca. Fueron retomando progresivamente el ritmo con otra a la que se echaba de menos, El Monstruo, sonando duro y aplastante ese bombo de Adrián, para continuar pisando fuerte y empalmando con Érase Una y Otra Vez, pesimista, protestona, cabreada, cargadísima de rabia y energía. Al tiempo que Adrián castigaba sin piedad sus parches, Pau se desataba por completo en el centro del escenario, enloqueciendo y agitando en plan salvaje su guitarra.
David también cambiaba ahora de instrumento, aprovechando la banda para pedir un aplauso para su técnico de sonido. De forma muy explícita, Pau dedicó a su pareja Tú, que también pertenece a “De Amor y Rabia”, en la que destacó el enorme curro en la batería. Y como un auténtico bombazo, casi sin preámbulos, estallaba sobre nuestras cabezas Canción Urgente, que puso la 16 Toneladas patas arriba. Gritos, bailes, melenas al viento, sudor y puños en alto entre el público… y una distorsión de locura. La ovación, creedme, fue totalmente proporcional, pero no descansarían hasta dejarnos hechos polvo, con la acelerada y calentorra Camino al Sur. Un chutazo de adrenalina desbocada en la que David y Pau se turnaban el centro del escenario para dejarse el cuello. Y esta fue, exactamente, la cadencia que el concierto tomaría hasta el final. Porque cuando los charles de Adrián anunciaban ya desde lejos a la picante Valentina (mientras Pau nos recordaba el puesto del ‘merchan’), el fuego se avivó todavía más, dejando el escenario en cenizas. Y sobre estas, todavía dispararían un último tiro de la envergadura de La Destilería, sin ni siquiera hacer el descanso de los bises, a piñón fijo. Si hacía un rato gritábamos a pleno pulmón aquello de ‘todo por el aire’, en esta ocasión fue más bien ‘todo por el suelo’, porque ahí mismo es donde terminó Pau Monteagudo, revolcándose y tocando la guitarra a la vez, con la pasión completamente encendida hasta el último acorde.
Vaya puto conciertazo, colegas. Tan vibrante y enérgico que nos dejó a todos con el cuerpo deshecho. Y es que cuando predominan la entrega y la creencia en el más puro sentido de la música, cuando todo suena como debe de sonar, y el público se implica del modo en que lo hizo aquella noche, los Corazones Eléctricos no pueden fallar ni haciéndolo adrede. Bandas como ellos son el verdadero futuro del Rock’n’Roll en nuestro país, aquellas que tienen hambre voraz de escenario, vocación de enamorarnos con todos y cada uno de sus temas, y la inevitable necesidad de dejarse el culo en cada gira y en cada actuación. Un millón de gracias, Pau, por tu música.
Dejando a un lado ya el concierto, me molaría despedir la crónica recordando la magnífica velada, o mejor dicho en este caso, el magnífico día que pasamos en Valencia, con comilona incluida, con la inestimable compañía de amigos como Popi y su padre, y muchos más colegas que se unieron después a la fiesta, entre quienes me hizo especial ilusión encontrarme a grandes como Guillermo o Marc, y conocer a esa peña de Euskadi tan de puta madre. ¡Así da gusto, joder!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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