Me levanté contento e inspirado el domingo, a pesar de saber que era el último día de aquella gran fiesta y eso siempre tiende a deprimirme. Pero una jornada como la anterior, y grandes bandas que esperaban en esta siempre te hace ver el lado bueno de las cosas. Lo que podría ser una putada en otras ocasiones (y que para mí suele serlo) resultó una auténtica bendición aquella mañana. ¡Por fin un día aparecía nublado! Incluso, cuando estábamos almorzando (si es que se podía llamar así), cayó alguna que otra gota, lo cual supo a gloria comparado con el insufrible calor de los dos primeros días. Aun así… la cosa no duro mucho y se quedó en eso mismo, cuatro gotas mal contadas, y aunque no quería perder la esperanza de que al menos se pegara buena parte del día nublado, no tardo nada en aparecer el sol (tan pronto como el Uri se metió en su tienda buscando sombra y descanso jajaja), tan ardiente como de costumbre, con lo que ya sabíamos lo que nos esperaba. Las nubes no volvieron a aparecer. Sea como sea, había que ganar la última guerra del Hellfest, y por suerte aquel era el día más relajado de todos en cuanto a número de actuaciones interesantes para mí. Además, nos tomamos las tres primeras horas tras empezar el festival con calma, con tiempo para visitar lugares del recinto que todavía no habíamos visto y para disfrutar de sus instalaciones. Aun así siempre quedan muchas cosas por ver (la próxima vez, daré un paseo por esa especie de depósito de coches antiguos que vi en las fotos de la web del festival).
La banda elegida para empezar el día fue In Solitude, unos suecos que hacen un heavy metal pero con bastantes matices oscuros, probablemente marcados por su propio país de procedencia. Suenan guitarreros pero al mismo tiempo con atmósferas bastante decadentes, pero sobre todo con una buena presencia escénica. El decorado que traían no era demasiado llamativo, la portada de fondo de su último trabajo, el “Sister”, en el que basaron todo (o casi todo) su repertorio aquel mediodía, concretamente a las 12:50 de la mañana, cuando el calor comenzaba a ser terriblemente cruel. Hace ya bastante tiempo escuché un directo suyo que distribuía una revista (y que no he podido volver a encontrar) y ya me llamo mucho la atención su particular estilo. Con la propia Sister se arrancaron, ya demostrando su habilidad para mezclar toques de gente como King Diamond con los primeros Judas Priest por poner un ejemplo, y unas melodías originales, aunque hay que reconocer que no es un grupo que entre a las primeras de cambio (al menos a mí). Con una formación clásica de bajo, batería, dos guitarras y vocalista, aportaron gran solidez sobre el escenario, y unos 6 y 7 temas entre los que pude reconocer la extensa A Buried Sun, con ese comienzo similar al Doom Metal, lento y denso, o la última, que es la que precisamente abre su “Sister”: He Comes.
Crowbar eran los siguientes en la lista, aunque vistas las condiciones de calor, yo mismo dudaba de poder aguantar todo el concierto. El Sludge es un género que me gusta bastante por su cercanía al doom y su particular estilo en la batería y potentes y sólidas guitarras, pero tampoco me apasiona escuchar demasiadas horas del tirón. Aquí además el agravante era el insoportable calor. De todas formas, tenía que darles la oportunidad, ya que dos de sus discos, el “Odd Fellows Rest” y el “Sever the Wicked Hand” consiguieron engancharme bastante, aunque por el trozo que pude ver no tocaron nada de estos dos. La densidad de los primeros cortes se adueñaba del ambiente, guitarras sucias pero potentes y agresivas, y una imagen brutal que daban los tres miembros de la delantera, con dos guitarras y bajo, todos en línea y con un aspecto que intimidaba bastante, con barba, petados de tinta y con una mirada que echaba para atrás, mientras el batería no se quedaba precisamente corto soltando ostias a su instrumento. Me gustaron mucho en este sentido, y además sonaron de auténtico lujo, aunque esto en un Hellfest es algo casi de cajón. A partir del cuarto tema, vimos que mucha gente empezaba a retirarse, pero no por falta de calidad sobre el escenario, sino porque era complicado aguantar las temperaturas. Nosotros también hicimos lo propio, aunque me supo bastante mal porque cada guitarrazo y cada grito sabían llegar al alma.
Momentito justo de descanso bajo la sombra de los árboles, cigarrito, y a continuar, esta vez con algo bastante más animado, los Powerwolf, una banda a la que por fin puedo ver en directo (estaba marcada a fuego en mi personal running order) y sacar la conclusión de que son tan buenos o más que en disco, ya que aparte de temas que enganchan casi a primera escucha, melodías totalmente reconocibles, muchísima fuerza instrumental y un perpetuo movimiento sobre el escenario que no deja tregua, aportan un estilo visual de lo más pintoresco, con toda la cara pintada en blanco y negro y vestidos de riguroso negro, incluyendo la larga túnica del vocalista. Un detalle muy importante que jugó un papel decisivo en el concierto: había mucha, muchísima gente viéndoles, y la banda se hizo eco de ello, agradeciendo repetidas veces la masiva asistencia y poniendo toda la carne en el asador para darse a conocer como lo que son, una de las bandas que forman el verdadero futuro del power metal, particulares, atrevidos e innovadores pero sin destruir la esencia del género, creadores de épicas melodías y unas letras que hablan de terror clásico y mitos, adornadas con muchos coros y frases lapidarias. Como ejemplo, la primera Sanctified with Dynamite, caña alternada con momentos lúgubres de teclado y unas melodías bestiales, al igual que en muchos otros temas de su repertorio: la fresquísima Coleus Sanctus, con la que se vieron los primeros saltos en las primeras filas o una que particularmente me encantó, Sacred & Wild, que se me quedó en la cabeza para el resto del día, tan adictiva como resulta. Pero el mejor momento del show para mí estaba por llegar aun, con ese triplete de temas de su fantástico “Bible of the Beast”, la humorística Resurrection by Erection (y es que si lees algunas de sus letras, no les falta el sentido del humor), Raise your Fist, Evangelist, tan apocalíptica como ella sola y Werewolfs of Armenia (memorable ese momento del público gritando Uh!! Ah!!), fue sin duda los momentos que más disfruté en un concierto que se me hizo tremendamente corto. La banda seguía poniendo un entusiasmo máximo, presentando los temas y animando para que no decayera la fiesta, y particularmente los guitarristas no paraban de un sitio a otro. Con el single We Drink Your Blood y con Lupus Dei, que da el nombre a uno de sus mejores discos, pusieron fin a un concierto prácticamente redondo.
Repulsión eran interesantes sobre todo por pertenecer a la hornada de bandas pioneras (o casi) del Death / Grindcore, e imagino que deben ser una auténtica bestialidad en concierto a pesar de su limitada discografía (solo un disco del año 1989 llamado “Horrified”), pero por motivos ajenos tuvimos que tomarnos un pequeño descanso, que tan solo se alargaría hasta la próxima actuación. De todas formas, reconozco que el descanso (a parte de merecido) fue de lo más revitalizador, y además fue cuando hicimos la única comida caliente y en condiciones que pude permitirme en todo el festival, unos kebabs en pan normal, con varias salsas y patatas fritas. Una comida de lo más normalita a precio bastante elevado, pero que ostias, sentó de puta madre y me la zampé como si fuese la mayor exquisitez que cualquier gourmet haya probado nunca. Una vez más, es lo que tiene ser pobre, pero ni por un momento me plantearé dejar de ir a un festival por esto.
Lo primero es lo primero, y para mí son los conciertos, y tras un cigarrito digestivo, ahí volvíamos a estar, al pie del cañón, esta vez con una banda de la que no quería perderme ni un solo segundo, unos viejos conocidos que tantas alegrías auditivas me han dado a lo largo de su carrera, y por que no decirlo, los mayores estandartes del power metal en su nación de origen, Brasil. Por si alguien no les ha reconocido todavía, quede claro que hablo de Angra, banda a la que tuve ocasión de ver por primera y hasta ahora única vez en el año 2005 (no ha llovido ni nada) y que si bien en aquella ocasión salí del concierto con sensación un tanto amarga (fue una situación un tanto extraña…), esta vez me dieron todo lo que necesitaba y terminé eufórico perdido. Pero vayamos por partes. Obviamente, el dato más significativo y remarcable era su actuación con nuevo cantante desde la marcha del maltrecho Edu Falaschi. Y no hablamos de cualquiera, sino del formidable Fabio Lione de Rhapsody of Fire, Vision Divine, y sustituto de multitud de vocalistas de forma temporal, como sucedió en Kamelot. Sé que mucha gente no ve con buenos ojos esta nueva etapa, pero personalmente Fabio es uno de mis vocalistas favoritos de siempre, y no puedo sino rendirme a su calidad y entrega sobre las tablas. Edu era un cantante excepcional, pero creo que Fabio tiene nivel de sobra para cubrir su reemplazo, aunque obviamente no llegue a todos sus registros y mucho menos a los de Andre Matos, pero su timbre de voz es de alguna forma bastante similar al primero, y sus cualidades en directo indiscutibles. Sinceramente, espero que se queden con él y graben un disco que les vuelva a llevar donde merecen estar, ya que sus últimos trabajos no me han entrado del todo y de los cuales, por suerte, no abusaron, ya que en 50 minutos deben sonar clásicos a mansalva. Y por suerte, así empezaron, con la mismísima Angels Cry, en la que Fabio demostraría que puede con todo, siempre adaptando las partes altas. El estilo progresivo que siempre ha sido tan simbólico para Angra fue ensalzado en Nothing to Say, con mucha técnica y un lucimiento especial para el batería del grupo, Bruno Valverde, que entró este mismo año en la formación. Tal vez Powerwolf habían dejado el listón muy alto en aquel escenario, pero Angra mostraron su valía con temas como Lisbon o una que me causo gran alegría, Rebirth, todas ellas salpicadas por esas armonías vocales tan particulares y propias de la banda, uno de sus rasgos de identidad sin duda. Me faltaban muchísimos temas cuando de pronto empezó Carry On, que seguramente marcaría el final del concierto con su frenético ritmo y esos sudores de Fabio, que hizo un gran papel pero sufrió especialmente con ella. Hasta aquí llegábamos… ¿o no? Pues sorpresa sorpresa, a punto de acabar el tema, suena como un cañón el principio de Nova Era, mi TEMA de Angra que me hizo salirme de mis casillas por inesperada, y de nuevo a ritmo de doble bombo a piñón y a castigar de nuevo las vértebras con pasión desenfrenada, y ese solazo increíble por parte de Kiko Loureiro a una velocidad de vértigo que me supo a gloria bendita. Despedida, esta vez sí, ¡¡por todo lo alto!!
La mitad del último día estaba acabando. Una primera mitad en la que básicamente tuvimos buenas raciones de power metal de toda clase, bastante caña, muchísimo calor y grandes bandas. Casi parecía estar hecho adrede, ya que en los mainstage era el estilo predominante hasta aquel momento, con alguna rareza que no me impresionó lo más mínimo, como Alter Bridge y su… ¿¿Power Metal Avant-Garde?? (y perdonen el atrevimiento, pero me ha salido del alma jejeje). En cualquier caso, y debido al criminal sol que aun azotaba aquellas tierras, decidimos darnos un voltio por las carpas, ya que allí se estaba cociendo algo muy grande.
Tan grande como los Unleashed, algo tan brutal como su death metal atronador y lleno de ansias guerrilleras. Llegamos algo tarde y solo pudimos ver algo más de medio concierto, con las carpas divididas entre la peña que quería ver a estos salvajes vikingos suecos o cogiendo buen sitio para Equilibrium, que tocarían inmediatamente después. Decidimos quedarnos a mitad de camino, donde se podía disfrutar perfectamente de los temas de ambas bandas. Unleashed es una banda que hacía una barbaridad de años que no veía, tantos como 6 o 7, pero lo que si recuerdo es el gran sabor de boca que me dejaron aquella vez. En este Hellfest era una de las prioridades, porque es una banda que me merece un respeto enorme, por los años que llevan en el ajo y por la solidez de sus principios y música, aunque por poco me los pierdo. El vocalista lo anunció a gritos To Asgard We Fly!! Obviamente, el “pollo” ya estaba montado, y no solo por el tema anterior a este, cuando nosotros llegamos, sino por la enorme tralla que saben dar estos suecos desde el primer minuto. Midvinterblot no dejó títere con cabeza, en las primeras filas se podían ver unos remolinos (y una nube de polvo, por enésima vez) acojonantes, que recordaban a una batalla campal épica, pero no se quedó corta tampoco Hammer Batallion, una de mis canciones favoritas y sin duda la más aplastante de aquel directo. Por lo pronto, gozaron de uno de los mejores sonidos de todo el festival en el escenario Altar, y eso se notaba por ejemplo cuando el batería aporreaba con ganas, precisamente como si llevase un puto martillo en sus manos, a ritmo desbocado, una auténtica locura, mientras las guitarras machacaban tus oídos (y por ende, tus vértebras). Mucha participación también de la gente en Death Metal Victory, otra de sus declaraciones de principios, haciendo los acompañamientos en el estribillo, movidos por la bestia parda de vocalista, Johnny Hedlund, que además sujetaba el bajo como si fuese un hacha de guerra. Y por fin, aunque marcase el final del bolo, me alegré de poder ver algo del primer disco de la banda (“Where no life Dwells”) cuyo honor correspondió a Before the Creation of Time que para no romper la racha que llevaban, resultó ser una auténtica somanta de palos, con voces cavernosas y guitarras asesinas.
Sinónimo de fiesta, de grandes temas y de batallas destructivas son estos Equilibrium, a los cuales llevo extrañamente tres años seguidos viendo en escenarios de importantes festivales europeos, pero que todavía no he podido hacerlo por aquí. Aunque, si se piensa bien, no es tan extraño que su popularidad y reconocimiento haya subido como la espuma en tan pocos años (para una banda que cuenta como poco más de 10 años de existencia) y es que a veces, en este paradójico mundo de la música, a veces es la propia música (valga la redundancia) la que es reconocida y hace al grupo, y no estúpidas estrategias de marketing o absurdos maquillajes, vestuarios, o baratijas raras. Y de sus cuatro discos no se puede extraer otra cosa que no sea calidad. Empieza el concierto, por ejemplo, con la fiestera Was Lange Währt a golpe de doble bombo y melodías muy folclóricas, marca de la casa, pero sobre todo con ese ambiente que quieren transmitir de convertir un concierto en un desmadre absoluto. Y nada menos que Blue im Auge le siguió que la soltaron así, sin vaselina, para el deleite general, sabiendo que es un tema con el cual es fácil que se te vaya la pinza y acabes por los suelos en medio de toda la vorágine destructiva. Satisfechos de su labor, la banda nos miraba desde arriba con una sonrisa, especialmente su vocalista, que disfrutaba casi tanto como nosotros, o la nueva belleza de la banda, Jen Majura al bajo, que curiosamente sustituye a otra mujer como Sandra van Eldik. No son los únicos cambios en la formación desde la última vez que les vi, pues Dom es el nuevo guitarra solista desde hace solo unos meses y se le veía entusiasmado. No todos fueron cortes mega-rápidos, también hubo medios tiempos, eso sí, con una carga épica bestial, como Karawane, que dio un pequeño respiro para lo que vendría a ser el sprint final, con Der Ewige Sieg, un auténtico temazo que abre su último disco (y es single al mismo tiempo) y con el que la banda sigue demostrando su fidelidad al estilo, pero sobre todo con un bombazo llamado Unbesiegt en donde pudimos ver todo tipo de tullimientos y magulladuras, de gente que salía incluso sangrando del centro del meollo pero con una sonrisa en la cara.
La siguiente línea en los horarios creaba un conflicto a la hora de elegir banda. Los recién incorporados (como aquel que dice) Dark Angel son unas leyendas del Thrash Metal de la Bay Area cuyos inicios se remontan a principios de los 80 con unas dotes bastante técnicas. De The Black Dahlia Morder solo me han llegado buenas críticas, aunque realmente tan solo he escuchado algún tema suelto. Y Mad Sin probablemente era la que más me apetecía. Sin embargo, lo apretujado del horario y la avalancha de bandazas que se nos venía encima prácticamente nos obligó a retirarnos a las tiendas a coger algo de comida (de entre lo poco que nos quedaba ya) y descansar el cuello un ratito, teniendo que prescindir también de bandas como Behemoth (de los que daré buena cuenta en el Leyendas) o Vreid, para afrontar, ahora sí, “le grand finale” de este Hellfest de ensueño.
Volví hacia el ruedo con tremenda motivación por el próximo concierto, mis queridísimos Paradise Lost, una banda a la que guardo absoluta devoción a pesar de su irregular carrera y algunas putadas, como haber cancelado al menos dos de las actuaciones en las que he querido verles. Pero su música me llega, esos estribillos desgarradores y esas guitarras oscuras, perversas, pero sin embargo tan reconfortantes. Debido a una gilipollez mental puntual que tuve, nos equivocamos de escenario y acabamos en el de Soundgarden. Entre el cansancio y la confusión de gente… pensé por unos momentos que iban a tocar en algún Main, que en realidad estaba ocupado por otra banda que no me interesaba en absoluto, así que corriendo casi a empujones llegamos hasta el Altar, donde por fin entramos en zona Paradise Lost, concretamente con Gothic, un pedazo de historia de la banda en sí misma, atronadora, oscura y cambiante como sus propios inicios, coros femeninos incluidos y con Enchantment, seguidamente, creando un grandísimo ambiente (al menos tocaron una de mi disco favorito, el “Draconian Times”). La asistencia de público era notable, con más de la mitad de las carpas llenas para verles. Las cosas se volvieron un tanto extrañas por momentos, ya que incluyeron, algo fuera de lo habitual, algunos temas de su época más electrónica. De todas formas temas como esta Erased o más tarde Isolated, también animaron muchísimo a la gente (especialmente a unos paisanos que teníamos al lado). Siempre he preferido que se centren en su época más metalera. Y es que, por ejemplo, justo en el momento más oportuno, empezó Faith Divides Us – Death Unites Us, una jodida maravilla que me puso todos los pelos de punta de principio a fin, desde los pies a la cabeza, uno de los temas más deprimentes de toda su carrera con un estribillo increíble que por suerte es fija en su setlist, casi empalmada con el triste comienzo de Tragic Idol, de su último diamante en bruto del mismo nombre. A estas alturas, reconozco que tras One Second y Say Just Words me dejó algo frío no tocaran nada más del último disco, como Fear of Impending Hell o Honesty In Death por ejemplo, que hubiesen hecho temblar los cimientos del Altar.
Saltando de leyenda en leyenda, de conciertazo en conciertazo, llegamos al grupo que, a pesar de verles desde tan lejos y de la escasa visibilidad, y de la absoluta fe que tenía en ellos, me reventaron los esquemas de aquella jornada, por brutalidad, sonido, actitud y fidelidad. Hablo de unas auténticas leyendas noruegas del black metal añejo que sin embargo introdujeron elementos cruciales para otras bandas que les siguieron y les tomaron como verdadera inspiración. Ellos son Ihsahn, un genio que no necesita ni presentación, Samoth a la guitarra y el temible y violento Faust a las baterías, acompañados por músicos de lujo como Sechtdamon a la guitarra rítmica y Einar Solberg a los teclados, que sienta esa base sinfónica en ciertas partes tan características de la banda. Señoras y señores, los TRUE EMPEROR. Una oportunidad enormemente atractiva y probablemente única de volver a verles en directo aunque solo sea una gira temporal de reunión con motivo del vigésimo aniversario de su todopoderoso “In The Nightside Eclipse” del que como se esperaba tocaron todos los temas, además de una forma ortodoxa, en el orden del disco y sin demasiadas concesiones al descanso. De aquello solo podía salir un espectáculo brutal y memorable, y con las primeras Into The Infinity of Thoughts y The Burning Shadow of Silence puedo dar buena fe de ello que, más que nunca, aquello se convirtió en un auténtico infierno de guitarras afiladas hasta el extremo y un ambiente lleno de muerte y maldad, secundado por las atroces baterías de Faust, al que vi en muy buena forma y que mantuvo el tempo correcto en el 99% del minutaje de cualquier tema. Los gritos del vocalista se escuchaban cristalinos como el agua y conseguían helarte la sangre en Cosmic Keys to my Creation and Times y Beyond the Great Vast Forest. ¡Aquello fue casi un sueño para mí! Y menuda tralla asesina, casi me llegué a arrepentir de no haber estado en las primeras filas y dejar a Black Sabbath en un segundo plano, aunque les hubiese visto desde el quinto pino. No bajaron el ritmo en ningún momento y las notas malignas y la agonía musical seguían siendo las protagonistas de la velada con Towards The Panteón pero especialmente en The Majesty of the Nightsky con esa increíble parte ambiental, una de sus más malévolas creaciones. Ihsahn guardaba las apariencias pero sabes que su mala ostia va por dentro y aunque observes su cara llena de serenidad, puedes pensar que en cualquier momento va a saltar a degollarte como a un carnero. Su voz rabiosa lo decía todo. Las más exitosas de todas entre la peña, que no dejaba de zurrarse la badana entre las primeras filas, fueron también las últimas del disco, I am the Black Wizards y Inno a Satana, una verdadera oda al maligno, perversa y demoníaca. Dos piezas inesperadas hicieron el papel de bises, Ancient Queen, un auténtico regalo a los fans extraída de su primera demo, y Wrath of the Tyrant, también perteneciente a sus primeros y más crudos trabajos. Con esto se despidieron por todo lo alto, dejándonos medio sordos y con la columna hecha un chicle.
Llegó el momento del clímax. Estoy seguro de que era un momento concreto por el que más de una y de dos personas pagaron el importe entero del festival casi por verles en exclusiva. Los míticos y genuinos Black Sabbath se alzaban como uno de los principales ganchos del festival, junto con Aerosmith y Iron Maiden. Como era de esperar, su montaje fue uno de los más espectaculares, manteniendo la gigantesca pantalla de fondo que ya utilizaron Aerosmith la noche anterior para sacar imágenes del mismo concierto y otras sacadas de video clips y otras idas de olla en tono lisérgico típicas de la banda. De hecho no es para menos, porque el acontecimiento que estábamos a punto de vivir tendría un claro sabor setentero, con un setlist basado en los discos de la primera época de la banda, la más clásica, aunque ni Ozzy ni Tommi ni Geezer sean ya unos chavalines precisamente. En cualquier caso, puede ser una de las últimas oportunidades para verles, y aunque estos días disten mucho de los setenta, igualmente poder disfrutar de esos temazos densos, agobiantes y cargados de atmósfera negra es puro privilegio, ver en directo a los considerados padres tanto del Heavy Metal como del Doom Metal, amén de grandes influencias de otros géneros (es la puta raíz de nuestro rollo) era algo que no iba a dejar indiferente a nadie. A pesar del tremendo cansancio acumulado y el dolor de cuerpo que muchos teníamos a esas horas, nos supieron dar un buen subidón con War Pigs, la primera en sonar que ya nos puso en órbita, previa salida de Ozzy al escenario para darnos su bendición. Al menos, desde donde yo estaba, se apreciaba que el señor de la oscuridad cantó bastante bien, nada que ver con aquel desastroso concierto con su banda en Zaragoza 2007. Los temas fueron escogidos de entre sus cuatro primeros discos y el “13”, el más reciente de todos. Into the Void también fue claramente reconocida con los primeros acordes, a la que siguió Snowblind, única en sonar de su “Vol. 4”. Se notaba que la elección de temas estaba bastante condicionada por las posibilidades actuales de Ozzy (tampoco esperaba yo un Hole in the Sky, por ejemplo). Creo que, de todas formas, hizo un buen trabajo de acuerdo a su edad y su estado, incluso se pegó alguna carrerita por el escenario, saltó, hizo palmas todo el rato y además varias de sus tonterías habituales para animar el cotarro. No se puede negar que ganas le puso y además resultó de lo más divertido jeje. La densidad de los temas, que estoy seguro encantó a sus más acérrimos fans, resultó algo cargante para los que no lo eran tanto, y más a esas horas y a estas alturas del festival.
En cualquier caso, el espectáculo era memorable, y esto es algo que siempre hay que saber apreciar, y más cuando estás viendo a los mismísimos creadores, aunque de antemano sabíamos que no habría nada de la época Dio ni Martin. Temas como la clásica Black Sabbath crearon un auténtico subidón en unos y el más profundo sopor en otros. Yo continuaba disfrutando de esos guitarreos de un Tommi Iommi absorto en su instrumento, concentrado al máximo y sin apenas dar un paso adelante ni atrás, aunque esto tampoco es nada nuevo, él nunca ha sido de los que se comen el escenario, simplemente se dedica a su trabajo, a ejecutar esos movimientos por los que es conocido como *El Rey del Riff* y no sin razón. Age of Reason te hace pensar lo elogiable que es que el último disco no haya cambiado de estilo ni un ápice respecto a los primeros. Fue un placer escuchar algunos cortes de su opera prima con un sonido potente y actual, aunque eso les restara algo de esencia setentera, como Behind the Wall of Sleep (que es como estaba alguno a estas alturas jajaja) o la que le siguió, tal como en el disco, N.I.B. que fue alargada con un solo de bajo por parte del sr. Geezer Butler, para demostrar su pericia y disfrutar del merecido protagonismo. Poco después, con la instrumental Rat Salad, le tocó lucirse a Tommy Clufetos, un batería con bastantes tablas que ha tocado con gente como el propio Ozzy o Alice Cooper, y que no hay duda de que fue uno de los protagonistas de todo el concierto, con un gran poder en la pegada y un virtuosismo que, a pesar de la longitud del solo (unos 15 minutos por lo menos), supo mantener el interés. Al ser el miembro más joven de la banda, fue también el que más leña dio a nivel escénico. Lo siguiente ya fue un gran pack de clásicos conocidos por todo el mundo, incluso parecía que todo el mundo sabía la letra de God Is Dead?, último tema en sonar del “13”. Iron Man (que fue coreada incluso en las partes instrumentales, ¡¡genial!!), Children of the Grave, con ese grandioso riff y por supuesto Paranoid, el ultimo cartucho. “Pero… un momento…”, pensé yo. ¿Que pasa con los 20 minutos que quedan del concierto? Tras la algarabía de Paranoid, era bastante extraño que volviesen a salir, y así fue. Se fumaron 20 minutos de concierto por toda la cara, y nadie sabe el porqué, bien por temas de caché, bien por el cansancio entre los componentes… la cuestión es que acortando el solo de batería a la mitad y completando su tiempo de actuación podrían haber tocado por lo menos 3 o 4 temas más (como Electric Funeral o la que más eché en falta, la soberbia Planet Caravan), pero bueno, más vale eso que lo que hicieron en Zaragoza 2009, donde ni siquiera salieron al escenario…
Llegados a este momento, el epitafio del festival, y con mis adorados Opeth por delante, incluso me llegué a plantear si volver ya a las tiendas. Aunque ya teníamos todo el equipaje recogido, nunca va mal tomarse las cosas con un poco de antelación extra. Lo pensé fríamente, porque aparte de todo esto, mis piernas ya casi no reaccionaban, y los pinchazos del cuello empezaban a ser bastante jodidos (casi no podía ni girar la cabeza). Pero finalmente mi conclusión fue ¡a la mierda! Había que continuar hasta el final. Mejor morir aquí si hace falta que trabajando. Así que me abrí paso a duras penas entre el montonazo de gente que esperaba a los progresivos Opeth, respiré hondo, y me dispuse a vivir los últimos momentos del Hellfest 2014 con una de mis bandas favoritas del cartel. Devil’s Orchard me sorprendió cantidad. No esperaba que fuesen a tocar algo de su extraño (pero magnífico, en mi opinión) “Heritage” pero mucho menos que fuesen a abrir con este primer tema, técnicamente impresionante, para variar. Nunca sabes por donde te van a salir Opeth, ni en disco ni en directo, y esto es parte de su magia. Tras el descoloque inicial, cerré los ojos y me dejé llevar por su encanto, y es que me parece un tema sublime. No menos especial es Heir Apparent, un auténtico diamante, un soplo de aire fresco, aunque no apta para principiantes ni para los que ya estaban soñolientos. La banda, desde luego, no lo estaba, y esos riff entrecortados sonaron a las mil maravillas, casi tanto como los guturales, después de mucho tiempo sin ellos, por parte de Mikael Akerfeldt, llenos de rabia y oscuridad. Su tiempo fue injustamente corto, y el escenario tampoco les hizo justicia, sin embargo se les vio muy animados, hasta divertidos en ocasiones, como el propio Akerfeldt, que se dirige al público siempre con mucha frialdad, sin mostrar absolutamente ninguna emoción (por lo visto se las deja todas en las maravillas que compone) pero que siempre suelta algún chascarrillo que te hace reír, como “sé que muchos estáis aquí porque es el último grupo del festival”. Cuando presentó Demon of the Fall sonó un gran aplauso, acto que se repetiría muchísimo hasta el final del concierto. Un gustazo ver como absolutamente todo el mundo se volcaba con ellos a muerte, aplaudiendo, gritando, alabando esa increíble calidad técnica que el grupo tiene, torrentes de estructuras complejas y cambios de ritmo casi hipnóticos. Encauzando la recta final, de los discos “Deliverance” “Blackwater Park”, sonaron precisamente sus temas homónimos, de nuevo con pasajes tan profundos que uno no puede sino rendirse ante esa espiritualidad que desprenden ambos. Especialmente Blackwater Park, cuyos 12 minutos fueron tocados íntegramente y con una exquisitez al nivel de muy pocos. Por pedir, podrían haberse tocado algún adelanto del disco que tienen calentito en el horno y a punto de salir.
Gratísimas sensaciones en mi vuelta a las tiendas, y como siempre Hellfest sorprendiendo. Si la primera noche había una proyección de luz hacia todo el suelo del recinto que le daba aspecto “leopardino”, la segunda fueron rayas de cebra, y en esta tercera y última noche, todo el suelo estaba lleno de algo parecido a huellas digitales. Con estos detalles consiguen alegrar a uno aunque esté medio muerto por tanto ajetreo. Una vez en la tienda, y con todo ya preparado, llegaba el peor momento de este y de todos los festivales, la marcha. Y no solo por lo penosamente cansado que resulta, sino por el hecho de no saber exactamente cuando va uno a volver a ser tan feliz… Y es que este Hellfest fue muy especial por muchas razones. Vi a bandas que nunca había visto, descubrí algunas otras, estuve rodeado de buena gente con quien pude desquitarme hablando de Metal y de muchísimos otros temas… La vuelta resultó bastante menos cansina que la ida, pero esto es algo que sucede siempre, debido quizá al cansancio y a que se tienen tantas cosas en la cabeza que el tiempo pasa más rápido.
Por este verano, desgraciadamente no más festivales europeos. Pero el año que viene… ¿qué será? ¿El ultra-masificado Wacken? ¿El paradisíaco Metaldays? ¿o el hoy por hoy, mi favorito, Hellfest? El tiempo (y el puto dinero) lo dirán.
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