Aunque me patee el culo reconocerlo, gracias a la zona de sombra este Leyendas fue mucho menos agotador y pude estirar bastante más de lo habitual dentro de la tienda. Y es que aunque el jueves no fue demasiado extenso en cuanto a conciertos, ya había cierto cansancio acumulado de dos días trajinando de aquí para allá. En cuanto al cartel, para muchos hoy era el día fuerte, y por lo que vi, mucha gente se compró solamente la entrada del viernes, aunque ambos días estuvieron más o menos equilibrados en asistencia. Un cartel que habla por sí solo de la fulgurante evolución de este festival, que allá por el 2006 empezó como una especie de tributo a todas esas grandes bandas que cimentaron la historia del rock en nuestro país y hoy en día lucha por lograr ser el número uno de España, con grandes leyendas internacionales consagradas (W.A.S.P., Michael Schenker o Annihilator) y bandas que pegan fuerte en el panorama actual, como Arch Enemy, H.E.A.T., Delain o Battle Beast. Ante este despliegue (sin olvidar por supuesto las bandas clásicas que representan la esencia del Leyendas) la ilusión era máxima. La mañana transcurrió tranquila, ultimando las compras justas para sobrevivir, haciendo un poco de vida social con unos vecinos de lo más agradable, y ya desde el primer grupo, antes de las 4 de la tarde, decidimos ponernos las pilas y a pesar de las insufribles horas (por el calor) nos plantamos en las primeras filas aun a riesgo de sufrir una más que posible insolación.
El guitarrista Manuel Seoane, desde hace un tiempo ya girando con su banda Burning Kingdom, tuvo la dudosa suerte de encabezar el cartel del viernes. Pero que ganas había de verles, irresistibles. Ya desde hace tiempo llevo escuchando todos sus proyectos, porque me parece un guitarrista excepcional, con aires (MUY merecidos, ojo) de gran estrella, y además con notables preferencias por el hard rock / AOR clásico y de buen gusto. Para su último disco, ya a nombre de su banda, ha sabido rodearse de muy buenos músicos, de entre los cuales destaca un nombre, Danny Vaughn, el más conocido de todos, por ser el vocalista de bandas como Waysted o Tyketto. El público, comprensiblemente, llegaba hasta el mismo límite que la sombra, y conforme esta se alargaba, iba acudiendo más gente. Probablemente antes de empezar ya se sabía que iban a dedicar gran parte del concierto a su último disco, que me parece genial, aunque debo de ser el raro, porque el primer trabajo del guitarrista en solitario sigue siendo mi favorito. De todas formas Watching as it Burns es un excelente comienzo, pero el movimiento empezó a notarse de verdad con Big Bang, aquel tema compuesto por Niagara con el injustamente olvidado Fernando García a las voces, y felizmente rescatado para el primer disco de Manuel Seoane. A muchos les traería grandes recuerdos. Manuel, pese a ser el alma del grupo, no acaparaba todo el plano escénico, aunque quisiera o no, muchas de las miradas se centraban en su gran virtuosismo, unos solos impresionantes, y una versatilidad como guitarrista fuera de toda duda, aparte de tener mucho gancho, siempre sonriente y apasionado con su instrumento. La rítmica That’s My Boogie, dio paso a otras de su “Simplified” como From On High, Falling Down o We are a Wall, siempre con ese aroma AOR tan agradable, y con unas melodías deliciosas. No podemos olvidarnos del gran trabajo del resto de la banda, especialmente de Danny no paró ni un segundo de correr ni de hablar con la peña, y temas como la citada Falling Down o Killing Time me gustaron más todavía que en disco. La esperadísima para mí Livin’ Now me llenó de buen rollo hasta límites insospechados, y para terminar uno de sus singles más comerciales, Rock on the Radio.
Las 4 y media de la tarde, desde luego, NO era un buen momento para la actuación de un grupazo como Moonspell. El calor pegaba tanto que cegaba y quemaba la piel donde no llegaba la sombra. Sin embargo, Fernando Ribeiro y los suyos no se amedrentaron por esto. Que Moonspell hagan un directo genial no debería ser ninguna sorpresa después de haberles visto tantas veces, pues es una banda que se deja caer bastante por aquí, pero lo del Leyendas sinceramente se salió de madre. Durante todo el concierto, el frontman se dirigió a nosotros en un casi perfecto castellano, mejor de lo habitual incluso, se nota que ha mejorado gracias a el bajista Aires Pereira de origen venezolano. La cuestión es que el bochorno no les impidió comenzar tocando de pleno el Death Metal con Finisterra y Night Eternal, o mejor dicho, ese estilo tan particular, con la inconfundible voz de Fernando y la frenética batería de Gaspar que hizo temblar los cimientos del recinto. Siempre rodeados de una atmósfera lúgubre, Moonspell son maestros en los suyo, sin bajar el listón y sin ningún problema de sonido, ya que todos los instrumentos se escucharon perfectamente. Para alegría de los fans de sus primeras obras, hubo mucho de estas en el setlist, y Opium (su tema bandera, sin duda) sonó incluso antes de lo previsto, siendo reconocido en los primeros segundos, seguido de un corte absolutamente genial como lo es Awake!, nunca bien reconocida, esa especie de tango oscuro que a mí personalmente me encanta. Cada vez la banda se crecía más y las melenas no paraban un segundo, también motivados por que cada vez su público era mayor. El setlist fue un alucine en general, grandes obras de su discografía (Scorpion Flower, Ataegina…) intercaladas con algún corte de su último disco por ahora, el “Alpha Noir”, como En nome do medo, cantada íntegramente en portugués, que hay que decir que sonaban para chuparse los dedos. Con Vampiria (que por momentos me puso los pelos de punta, ya que sonó mucho más potente que en disco) abrieron la retahíla de clásicos, que culminarían con dos imprescindibles: la casi blacker Alma Mater, y Full Moon Madness, tras un pequeño discurso de Fernando, que a ratos bromeaba, pero se tomó el concierto muy en serio, siempre con los gestos y movimientos tan teatrales que le caracterizan. Una lástima que por culpa del horario tanta gente se perdiera este bolazo.
Creo que a Hell le vino que ni pintado el clima de aquellos momentos, porque verdaderamente parecía un infierno, aunque desde luego para nadie es plato de buen gusto tocar pasadas las 5 de la tarde con un calor tan seco y agobiante. Una de las bandas que más expectación y curiosidad despertó de todo el festival, a la gran mayoría por su forma de actuar, su escenario especial que ellos mismos llaman Church of Hell y unas aptitudes teatrales que rompen con la mayoría de formas de presentar y desarrollar un concierto. A mí particularmente, más que por esto me interesaba verles en directo por su música en sí, porque al escuchar sus dos discos de estudio me he tenido que rendir a sus pies. Porque detrás de todo el montaje que llevan, hay una banda que ha lanzado un par de obras sublimes, disfrutables a cada segundo, potentes, variadas, y sobre todo, para amantes del rollo, muy técnicas, mucho más que la media de bandas de este estilo. Se podría definir como un Heavy Metal clásico, potente, sin modernidades pese a las fechas de lanzamiento y jodidamente técnicos, con pasajes que se acercan al metal progresivo y melodías que enganchan a la primera, dos facetas que en ocasiones son difíciles de compaginar. Sobre el escenario sudaron la gota gorda, todo hay que decirlo, pero se curraron un directazo apoteósico. Estaba tomando unas birras con los colegas en la zona de la barra, pero en cuanto escuché la genial Age of Nefarious salí pitando hacia el escenario, esta vez más concurrido que en conciertos anteriores. Y es que como digo, a tenor de lo visto en algunos videos, esta banda prometía un directo intenso y veloz que se hizo realidad conforme pasaban los temas. Siempre orgullosos de su nación (Reino Unido), hicieron todo lo posible para que el concierto no perdiera ritmo, cosa fácil por otra parte al encadenar toda esa lista de temazos, entre los cuales los componentes (salvo el vocalista) se quedaban quietos, impasibles, con una mirada fija y penetrante, hasta que de nuevo empezaban a dar caña, con un respetable cada vez más animado. Y es que puede que Hell solo cuenten con dos lanzamientos, pero no son ni mucho menos unos novatos, ya que empezaron a rodar en la New Wave of British Heavy Metal, aunque es necesario aclarar que su carrera nunca ha sido constante y no fue hasta hace 3 años cuando retomaron en serio (o eso espero) su andadura. Lo cierto es que fue un auténtico espectáculo verles, mientras iban desgranando temas de la talla de la coreada Land of the Living Dead (que creo que aun resuena en mi cabezota) o Plague and Fire, entre muchas otras, no paraban de moverse, especialmente David Bower, con la libertad que le proporcionaba el micrófono tipo headset, creo que uno de los pocos vocalistas a los que he visto usarlo. Sus habilidades teatrales hicieron todavía más grande el concierto, ahora corría, ahora se agachaba, ahora saltaba… de un lado al otro del escenario como un torbellino, y lo más importante de todo, cantando muy bien, sacando todo ese amplio registro vocal que posee. Todo esto aderezado con un ambiente muy heavy y oscuro al mismo tiempo que estoy seguro les hizo ganar muchos adeptos a su culto pagano.
Con la mayor duda de todo el festival, que era elegir entre Stryper y Leprous, finalmente me decidí por los primeros. Una vez más me encontraba refrescando el gaznate cuando Sing Along Song comenzó y rápidamente me situé lo más adelante posible, pues la peña empezaba ya a animarse a ver conciertos. Stryper aparecieron en escena como siempre con una sonrisa y bendiciones para todos sus fans, y como pudimos comprobar, con un setlist de temas bastante clásicos y alguna que otra versión de su disco “The Covering”. Loud’n’Clear sorprendió a propios y extraños al sonar tan temprana, siendo uno de sus temas más heavys y cañeros, aunque interpretada de forma un tanto “seca”. Y es que a pesar de la buena actitud y simpatía de la banda, les costó arrancar, o al menos esa impresión me dieron. De primeras, mucho protagonismo se lo llevó el “To Hell With the Devil” con un buen puñado de temas como Calling on You (una de mis favoritas por su energía positiva), el medio tiempo hard rockero Free o More than a Man, seguiditas y sin parones, con una banda ya más entregada y asentada, que supo ganarse poco a poco al público entre la todavía más que solvente voz de Michael Sweet, con su indiscutible carisma, que fue alternando solos con su colega Oz Foz, una de las bases fundamentales del sonido Stryper. Regresó hace poco su bajista Tim Gaines, después de muchísimos años alejado de la banda, que completa el colchón rítmico junto a un batería por el que siempre he sentido debilidad, uno de mis favoritos dentro del hard rock, el estrafalario Robert Sweet, cuya pegada, pasión y entrega nunca dejan de sorprenderme, y ya es la cuarta vez que les veo en directo. Especialmente en los temas más rápidos, desmadra su melena e incluso en medios tiempos su forma de aporrear la batería es espectacular, le da un feeling muy especial a los temas (como All for One, por ejemplo). El comienzo de Breaking the Law hizo saltar chispas, y lograron despertar a los que todavía estaban medio empanados, pese a que me suena un tanto light versioneada por ellos. Con ella, se abrió la veda para las versiones, y le siguió Shout it out Loud de Kiss. Su sonido fue bueno especialmente al final, y lucieron los clásicos atuendos que refuerzan su identidad: hasta los instrumentos tenían un diseño a rayas. Una acertadísima Soldiers Under Command, nos devolvió a sus tiempos más heavys, grandiosos esos coros muy parecidos a los del disco y los altísimos gritos de M. Sweet y el gran Oz Fox retorciéndose con sus solos, incluso en versiones como la última Ain’t Talkin’’bout love que tras una despedida enlazaron con la imprescindible To Hell With The Devil, gritada por todo el mundo. Quizá no estuvieron tan inspirados como en otras ocasiones, y dejaron olvidado su último trabajo que me parece un auténtico discazo, pero el listón quedó bastante alto. A mí el concierto en general me gustó bastante, pero como de todo hay en este mundo, también he escuchado críticas bastante duras.
Cuesta creer que hace ya la friolera de 8 añazos que no veía a los Annihilator en directo. Tengo grandes recuerdos de aquel bolo en Gernika en el 2006; lo que vimos en aquella ocasión estuvo a rebosar de un increíble virtuosismo, actitud y unos músicos excepcionales. Pero creo que esta vez, en Leyendas 2014, fue todavía mejor, rodeado de grandes colegas con los que se disfruta todavía más un concierto “comentando las jugadas” y dándole caña burra al cuello cada vez con más ganas conforme avanzaba el concierto, que en general fue una auténtica locura a ritmo de Thrash Metal. Desde luego, no se puede negar que Jeff Waters se encuentra en una forma excelente, sobre todo a nivel técnico, inspirado y como siempre rodeado de musicazos. Para empezar, algo de su último disco, Smear Campaign y No Way Out. Todavía no me he puesto con el “Feast” pero por lo escuchado tiene que ser brutal a la fuerza, porque estos dos cortes se me quedaron en la cabeza casi a primera escucha, con mucha tralla y estribillos muy atractivos. Intercalada entre ambos, King of the Kill nos trajo el sonido más clásico de Annihilator, quizá uno de sus mejores temas. El concierto iba tomando un ritmo imparable por segundos, a pesar de que el sonido al principio, como pasó con muchas bandas, no era del todo bueno, perdía intensidad y la volvía a ganar, y no precisamente por el viento o factores externos. Con Set the World on Fire y Alison Hell estos problemas fueron remitiendo, y la intensidad de este último hizo que nos olvidáramos de cualquier aspecto negativo, ya metidos de lleno en el ajo. La batería sonó seca y aplastante, y las guitarras tanto de Waters como de Padden estuvieron compenetradas y mordientes desde un principio. Pero en estos momentos lo que más destacó fue el bajo, que posteriormente ya tuvo menos presencia (aunque lo hizo de puta madre en general). Momento de gran intensidad y esencia thrash con retazos de melodía con I’m in Command y Brain Dance. La máquina de la aniquilación seguía firme y engrasada su avance, con unos solos de la hostia y unos riffs que están al alcance de muy pocos compositores de Metal, y es que Jeff Waters es toda una eminencia en este terreno, un visionario, un loco del mástil que sabe combinar como nadie más solos estratosféricos de los que te la ponen dura y unos riffs que no dejan títere con cabeza. Solo prestándole atención a él te puedes pasar todo el concierto disfrutando como un cerdo, pero es que, como digo, no elige a precisamente cualquiera para acompañarle. Con toda esta intensidad, el concierto se me quedó muy, pero que muy corto, creo que media hora más me hubiese dejado casi saciado, y además de Road to Ruin y Human Insecticide, habrían caído muchos más clásicos de la banda, aunque por suerte dejaron a un lado sus discos menos afortunados y se centraron de lleno en lo que la peña quería escuchar: guitarras ultra-técnicas, un buen nivel vocal y ese sonido tan particular.
Con Arch Enemy, en las últimas horas de sol, llegó el desmadre absoluto, la guerra sin concesiones, una batalla para darlo absolutamente todo sin importar las consecuencias con los mosh más brutales del festival. Abandonamos los espacios abiertos para meternos de lleno en la maraña humana que ya poblaba el recinto del Leyendas, ante una de las actuaciones más concurridas y esperadas del día. No podemos hablar de “…los de Angela Gossow…” por dos razones, porque esta ya no está al frente de la banda y porque realmente siempre fueron “los de Michael Amott”. Ahora toca, como ya sucedió allá por el 2000, adaptarse a un nuevo cambio de vocalista, algo que, no lo vamos a negar, siempre es el cambio más traumático para una banda. Yo mismo tuve mis dudas al principio cuando anunciaron la marcha (que no la separación) de una vocalista como Angela Gossow, que tanto prestigio les ha dado en los últimos años, y la entrada de Alissa White-Gluz, más cuando The Agonist tampoco son precisamente una de mis pasiones. Pero al cesar lo que es del cesar, porque la vocalista peliazul ARRASÓ con todo sobre el escenario, como una apisonadora sobre paja, como un helicóptero que arranca cabezas con sus hélices. Y esto es así, y fuera de fanatismos baratos, hay que saber reconocer las circunstancias. Tal como comienza su “Khaos Legions”, así lo hizo el concierto, con Intro incluida (Khaos Overture) y Yesterday is Dead and Gone, y desde este primer tema yo personalmente me rendí a sus pies, ante una actitud demoledora, unos gritos atroces y una profundidad desgarradora, un huracán hecho de rabia pura que dejó hechos cenizas los tablones, presentando también varios temas de su último trabajo, como War Eternal o más tarde You Will Know my Name que aunque sea algo irregular, tiene unos detalles increíbles en las guitarras, esos sutiles toques de música clásica tan utilizados por el grupo elevados a la máxima potencia. No faltaron los grandes clásicos. En Ravenous machacaron sin cesar los instrumentos y esos cuellos que por momentos parecían romperse en pedazos, arropados por una auténtica locura en las luces del escenario que nos volvieron locos. De más allá del Wages of Sin no hubo nada y fue una lástima, porque no son discos que merezcan ser olvidados. Todo giró en torno a la época Angela, y uno de los momentos más brutales, tanto encima como debajo del escenario fue Dead Eyes See No Future, donde los gritos de Alissa se mezclaban con los de la peña, enrabiada con toda esa potencia de un sonido casi perfecto, sin fisuras y con un volumen demencial. La marcha de Christopher Amott también fue un duro golpe para la banda, pero su sustituto Nick Cordle, aunque no tan aclamado como la vocalista, se trabajó un concierto de quitarse el sombrero, perfectamente sincronizado con el solista, que por supuesto también fue la estrella principal del espectáculo. En las partes instrumentales, sin duda brillaban ambos con luz propia. En As The Page Burns (un tema que además me encanta en lo instrumental) de nuevo se volvió a sentir Alissa dueña del escenario, en una forma increíble, escupiendo su colección de gritos más feroces, headbanging a muerte, y comiéndose el escenario centímetro a centímetro, cuando de repente atravesaron nuestros oídos los primeros los primeros compases a ritmo de doble bombo de We Will Rise, uno de las piezas que mejor funciona en directo por su contundente y pegadizo estribillo, pero creo que sobre todo por el puente. Ya casi llegando a la hora, me sorprendió ver tan abajo No Gods No Masters, y sobre todo Nemesis, que parece haberse convertido en uno de sus temas bandera para el directo, de un disco como “Doomsday Machine” que nunca llegó a engancharme del todo, aunque se hizo una gran selección. Haciendo retrospectiva una vez terminado el concierto: un par de cosillas: Una es que me hubiese gustado escuchar algún corte del “Rise of the Tyrant”, que sí me encantó en su día, y dos, los solos y la pasión que desprende Michael Amott sobre el escenario me dejaron una vez más pasmado. Y por supuesto, mención aparte para Alissa, que si no conquistó para siempre a todos los fans de la banda, en poco tiempo lo conseguirá.
La noche se fue cerrando del todo poco a poco pero aun quedaban muchas estrellas que brillaron con mucha luz. El ritmo de conciertos era imparable y este año el cartel del Leyendas no daba concesión alguna, empalmando grupos de una calidad enorme que hacía muy difícil tomarse un descanso para tomar un trago o comer algo. Aunque ya eran horas, yo preferí pasar sed y hambre para coger un buen sitio y poder ver a los que probablemente se quedaban como cabezas de cartel de aquel viernes, los genuinos y míticos W.A.S.P.
Si la emoción con la espera no era suficientemente grande, era conveniente recordar que en su gira especial del 32 aniversario (cumplen como banda los mismos años que yo jeje) traían un setlist muy especial, con temas clásicos de toda su carrera pero haciendo hincapié en su más grande obra (en mi opinión) el "Crimson Idol". Así que, si las 4 o 5 veces que les he visto anteriormente ya disfruté con locura, imaginaos que panzada de nervios en Villena, a pesar de que es bastante habitual que toquen gran cantidad de material viejo. Tras una extraña introducción, a base de interferencias sonoras, en la que se alternaban pedazos de temas de la banda, saltó la banda a escena, incluido el aclamado Blackie Lawless, con On Your Knees, gran tema y clásico casi imprescindible, que mezclaron al final con The Torture Never Stops que me costó bastante reconocer, pero no estoy seguro de que fuese la más adecuada para abrir. O eso, o pilló a la gente algo fría, porque el movimiento era bastante limitado incluso en las primeras filas. No lo entendí muy bien, porque el sonido era alto y claro y todos los músicos salieron encendidos a escena. Bueno… tal vez no todos. Blackie llegó hasta su micro y allí se quedó. Es innegable, incluso desde un primer momento, que su voz, aunque ha padecido el paso del tiempo de forma significativa, sigue siendo fuerte y característica, jugando con partes melódicas y trozos altísimos sin que parezca morir en el intento. A este nivel, ha luchado de igual a igual con el paso del tiempo y ha salido muy bien parado, pero en cuanto a su físico… se ha dejado por completo. Incluso la última vez que les vi, hace 3 o 4 años (¿tanto? Joder…) el ahora orondo vocalista todavía no presentaba tantos kilos de más y quizá su sobredimensionada imagen cortó algo a la gente, ya que como consecuencia se movía menos que un gato de escayola. Pero bueno, tampoco voy a ser tan duro, lo cierto es que conforme pasaban los temas la cosa mejoró mucho, y pasada The Real Me su fantástica versión de los Who incluida en “Headless Children”, se creció bastante y con la cachonda y sexual L.O.V.E. Machine también lo hicimos todos (aunque yo ya estaba on-fire desde el primer guitarrazo jeje) para llegar al clímax en Wild Child, que si bien podría haber tenido algo más de actitud salvaje por parte de Blackie, en cuanto a voz resultó genial, y el resto de la banda se desmelenó de lo lindo con ella. Es uno de MIS temas de siempre de la banda, así que ya me encargué personalmente de dejarme con ella la poca voz que me quedaba.
No creo que pretendieran bajar los humos, pero sí un poco las revoluciones con Sleeping in the Fire, una de sus más famosas baladas con la que nos pusieron la carne de gallina a más de uno, aunque es una lástima que puestos a hacer medleys, no hubiesen metido algo de Hold on to my Heart, porque esta si que me saca los lagrimones fijo. Al lado del grandioso trabajo de Mike Duda, tanto al bajo como a los coros (que sonaron un poco bajos para mi gusto) muchos seguimos echando en falta al gran Chris Holmes, con esos solos, esas poses y esa irreverencia que muchos ni siquiera hemos visto en directo pero sí en tantos videos. Pero no por esto se puede acusar ni mucho menos a Doug Blair (que ya ha trabajado sus años en W.A.S.P., el jodido), guitarrista con varias entradas y salidas de la banda, que siempre me ha dejado más que satisfecho con su energía y su habilidad al mástil, en cuanto se descamisa es una auténtica fiera cuya guitarra se hace de notar como la que más. Solo los que estuvisteis allí en primeras filas os podéis imaginar el revuelo, tras este rato de semi-tranquilidad, que fue I Wanna Be Somebody, uno de los momentos clave del concierto, donde hasta Lawless se vio más desatado. Un pequeño descanso, con algo similar a la intro, para destapar otra de las sorpresas del concierto, un pequeño medley homenaje a uno de sus más queridos discos, “The Crimson Idol”, más de 10 minutos de pura esencia W.A.S.P. que nos regalaron fragmentos de varios temas del disco, como The Invisible Boy (con esa estremecedora intro), I am One y The Gispsy Meets the Boy, para culminar este recordatorio con la inmensa The Idol, pieza maestra sin duda, de nuevo los pelos de punta con la introducción. Y una vez más comprobé en primera persona lo bien que aguanta la voz de Blackie, incluso en los trozos más limpios y desnudos, consigue no desafinar ni sonar vacía para que no se apague el fuego que ellos mismos han encendido, aunque eso era complicado de todas formas, ya que el frontman no dejaba de animar ni por un momento. Supongo que como todavía quedaba tiempo, nos hicieron un regalo en forma de Chainsaw Charlie (Murders in the New Morgue) que es habitual en sus setlist pero que no han tocado en casi ningún bolo de esta gira. Se lo supieron hacer de puta madre para terminar con otro pico de intensidad, de la mano de Blind in Texas, otro de esos momentos en los que miras a tu alrededor y ves manos levantadas y gargantas que gritan hasta quedarse afónicas. A lo mejor no fue el concierto épico que muchos esperaban, pero de entre las veces que les he visto ha sido de lo mejorcito, a pesar de los años.
A kilómetros se escuchaba, se olfateaba y se podía sentir la clase, la elegancia y la experiencia sobre los escenarios que solo un grande entre grandes puede emanar. Debería haber sido casi obligatorio que todos los que andaban por el recinto del Leyendas se congregaran ante él para rendirle pleitesía, pues estamos hablando de una auténtica leyenda, como tal, un maestro, mentor y principal influencia de cientos y cientos de guitarristas de rock. Una personalidad difícil, arrogante en ocasiones, pero absolutamente imprescindible para entender esta música. La electrizante imagen de Michael Schenker, en carne y hueso y como siempre acompañado de su fiel Flying V se presentaba en Villena por primera vez en la historia (como muchas otras bandas este año) para tomar el escenario y hacerlo suyo sin rival que le pueda plantar cara en su campo, pero es que además no vino precisamente solo. El vocalista que daría la cara esta vez en la banda (bajo el nombre de Michael Schenker’s Temple of Rock, uno de los muchos proyectos del alemán) era ni más ni menos que Doogie White, un viejo conocido asociado a bandas de la talla de Malmsteen, Rainbow y más recientemente, Rata Blanca. Su voz está llena de matices, es profunda, con un gran rango y un timbre inconfundible, de la vieja escuela de los vocalistas del hard rock más clásico y genuino. Si grandes guitarristas de la talla de los mencionados lo han elegido para cantar entre sus filas, Schenker no iba a ser menos, a pesar de que personalmente hubiese preferido a Graham Bonnet o Gary Barden, a quien ya vi hace unos años encabezando la formación. Después, por fuerza hay que mencionar a Francis Buchholz y Herman Rarebell, bajo y batería, ambos pertenecientes a Scorpions en otras épocas, y a la guitarra rítmica Wayne Findlay, quien también hizo las veces de teclista. Todos ellos estuvieron fantásticos musicalmente hablando, pero fueron Doogie y sobre todo (lógicamente) Schenker quienes destacaron. Desgraciadamente, el hambre apretaba, y vi un buen trozo del show desde bastante lejos, pero sin dejar de prestar atención al espectáculo. Para bien o para mal, hay que decir que temas de cosecha propia cayeron más bien pocos, pero bien escogidos, como Assault Attack, Into the Arena o Armed and Ready. Esta última, por ejemplo, me resultó un tanto extraña sin Gary Barden. El resto, para disipar dudas, fueron temas extraídos de su carrera con Scorpions y UFO. ¡Casi nada! Así, pudimos disfrutar, además con miembros de aquella formación de la banda, de Lovedrive, y Another Piece of Meat, puro placer auditivo, contando con un equipo de sonido bestial que te metía cada punteo de guitarra, cada golpe de batería directo en el cerebro. Era algo que no debía fallar cuando se trata de tan magna personalidad. ¡Ah! Se me olvidaba citar que empezaron con Doctor Doctor, así, por las buenas, sin vaselina, provocando los primeros cánticos entre la peña con este infalible temazo en directo. Igualmente, la recta final estuvo compuesta por temas de UFO, una impresionante selección que hizo las delicias de todo el mundo, como Lights Out o Too Hard to Andel ¡Cuánta genialidad junta! Solo por el setlist valió la pena quedarse, pedazos de historia del rock interpretados como solo esta formación podría. Doogie White también dio el do de pecho. Su voz se adaptaba de maravilla a la mayoría de canciones. A Shoot Shoot le siguió Rock You Like a Hurricane, que obligó a todo el mundo a coger una guitarra “imaginaria” y agitar el cuello a ritmo de ese legendario riff del maestro, a quien daba verdadero gusto ver tocar, totalmente sobrio, sin problemas, animado, disfrutando tanto como nosotros y transmitiendo magia en toda su plenitud, como siempre debió de ser. Cuando ves a alguien con ese peso, con esa personalidad hacer un solo extra largo como el que se marcó en Rock Bottom (para mí el mejor tema del bolo), con esa precisión a la hora de coger la guitarra, su postura, su habilidad con los dedos madurada a través del tiempo… solo podemos hablar de un jodido guitar hero de altos vuelos. Espero que nos siga deleitando muchísimos años más con sus directos y composiciones.
A estas alturas de la noche, tras pensarlo bien durante todo el día, creo que las ideas ya estaban bastante claras. En lugar de Behemoth, Alquimia de Alberto Rionda apetecían mucho más. Tras haber machacado sin compasión desde hace un tiempo su reciente y único disco, he de decir que me parece de lo mejor que se ha compuesto en este país en muchos años. Volviendo descaradamente a tocar de lleno el Power Metal, Rionda vuelve a sacar su vena más virtuosa y sinfónica, un inmenso placer para aquellos que adoramos sus primeros discos, como servidor. Chez García, colaborador habitual de Avalanch a las teclas, Rubén Lanuza, proveniente de Amadeüs, al igual que una de las mejores voces en directo que he visto nunca en una banda española, Israel Ramos y el batería de origen cubano Leo Duarte, versátil y experimentado en bandas de jazz y otros estilos, completan la formación junto al creador de todo este proyecto al que auguro mucho éxito y longevidad. Otro gran aliciente de acudir a este concierto era poder ver en directo temas de Avalanch, que Rionda ha rescatado para la ocasión en sus directos. Como era de esperar, la introducción Mutus Liber dio el pistoletazo de salida para El Lobo y el Arca, a golpes de power metal / doble bombo, con un durísimo comienzo para Israel Ramos, del que sin embargo salió vencedor absoluto, impresionando a propios y extraños, incluso a mí que ya le vi con Amadeüs, pero esta vez incluso en tesituras más agudas, sin despeinarse lo más mínimo el tío, clavando cada nota exacta al disco. La ovación del público, como era de esperar, fue masiva, y su simpática presencia y su energía añadieron todavía más enteros al concierto, que continuó con Dama Oscura. Vaya temazo más increíble, un auténtico 10, desde el primer punteo ya engancha pero es que el estribillo es capaz de ponerte los pelos de punta!!. Lo suyo es transmitir fuerza a raudales. El sonido de la guitarra de Rionda y del teclado parecían no entenderse demasiado bien al principio, pero por suerte se solucionaron los problemas, y la batería que en disco no me acaba de gustar (por la producción) sonó mucho más natural en vivo. La selección fue inmejorable en mi opinión al incluir Aliento, otra de las más grandes y con más gancho de un disco hecho con el corazón, y es que se notaba que Rionda lo vivía como si fuera su última actuación. Pelayo desató auténticas alabanzas, primer tema de Avalanch en caer y además uno de los que rara vez se podían ver en sus conciertos. Si había dudas sobre si Israel podría llegar a todas las notas o Alberto ejecutar a la perfección su solo, quedaron totalmente resueltas. El vocalista no dejaba de pedir palmas en cada tema y hacer saltar, y la gente, pese al cansancio y las horas, respondía. Divina Providencia fue una de las más coreadas, y para mí marcó uno de los momentazos del Leyendas, gracias a su armónica cadencia, ese riff pesado que predispone al headbanging y esa base tan sólida. Unos minutos demasiado cortos pero de gran disfrute. Temas como La Fuente Dorada fueron interpretados con la debida sensibilidad que precisan, y al mismo tiempo con toda la energía que los músicos ponen en escena. El ambiente estaba caldeado, perfecto para el “momento Avalanch”, que comenzó con Torquemada, por derecho propio una de las mejores canciones compuestas en este país, rápida, con mensaje y tremendamente virtuosa. Los solos ejecutados a la perfección y de nuevo unas líneas vocales impresionantes, capaces de llegar a todas las alturas. Probablemente estemos hablando del mejor vocalista que haya acompañado al Sr. Rionda en toda su carrera. Amadeüs nunca me llegaron a gustar del todo, por lo que me alegro de poder verle a su lado en esta nueva andadura. Xana no podía faltar hacia el final, aunque fue una sorpresa inesperada para la mayor parte, que se echó las manos a la cabeza cuando empezó a sonar, aunque pienso que “El Ángel Caído” debería haber tenido más peso aun. Cambaral tampoco habría estado nada mal. Con la profundidad que antaño tuvo Víctor García y la fuerza de Ramón Lage, Israel se volvió a salir de madre con este sagrado temazo, con la ayuda de un público que cantó hasta desgañitarse. Culminaron con otra de cosecha propia de “Alquimia”, llamada Sacrificio. Mención especial para el notas que bailaba coplas en medio de la gente. Pero en lo que al concierto respecta, la banda terminó de poner toda la carne en el asador, con una despedida final sobria pero emocionante, de las que te dejan con muchísimas ganas de más. Espero que hagan una gira más extensa y lleguen a estas marginadas tierras, porque no pienso perdérmelos.
¿Y luego? Luego nada. Rondaban las 2 y media de la madrugada cuando llegamos a las tiendas. La hamburguesa con patatas que nos zampamos al principio del concierto de Michael Schenker nos dejó medianamente saciados tras más de 10 horas sin catar ni el aire, pero al final de la noche es cuando el cansancio acumulado se hace de notar. Ni Panzer, ni Vita Imana, ni siquiera Wild, de los que he oído excelentes críticas, eran suficiente aliciente como para volver a los escenarios, y fue la mejor decisión acostarse, caer rollado como un tronco para dormir unas pocas horas y afrontar el sábado con garantías, que aunque el viernes fuese el día fuerte, nos esperaban grandes momentos en esta cruenta pero reconfortante batalla que siempre es el Leyendas del Rock.
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