Con el concierto de la noche anterior de los grandes Iron Savior no me quedé a gusto. Y ojo, en ningún caso por falta de calidad ni de intensidad, ya que en ese sentido quedé saciado. Me refiero a la duración y a la penosa asistencia. En cualquier caso, mis planes de hacer doblete el fin de semana se hicieron trizas hacía semanas, y ya no contaba con hacer nada el sábado. Pero un aviso de última hora me puso en alerta y al final encontré el modo de poder ir a Valencia para volver a ir de concierto, uno que me hacía, como poco, la misma ilusión que el de la noche anterior. Lo cierto es que, como ya he dicho en más de una ocasión, a mí Saurom ni fu ni fa, me molan, sí, pero no les suelo escuchar con frecuencia. Lo mismo pasa con Lépoka, les descubrí hace bien poco, pero tampoco me matan. Eso sí, hay que hacer justicia y afirmar que en directo la cosa cambia bastante, y si se les pilla el rollo uno se lo puede pasar en grande. Pero ahí, en mitad del running order de la noche, brillando con luz propia, estaban mis idolatrados Opera Magna, razón casi exclusiva para mí para estar de nuevo en Valencia por segundo día consecutivo. El viaje fue un auténtico placer, con mi gran amigo Toni y su mujer, Belén, que fue quien me alegró la tarde al invitarme a ir con ellos (¡¡muchas gracias a Tere también por el aviso!!). Hacía tiempo que no me juntaba con ellos de bolo. Pero a parte de esto, a parte incluso de los grupos, fue una noche que me dio muchísimas alegrías en forma de muchas risas y colegas. Creedme, lo necesitaba casi tanto como una buena e intensa dosis de Heavy Metal.
Empezamos la tarde, como no, buscando aparcamiento durante casi 20 minutos. En pleno sábado, en pleno centro de Valencia como está la Sala Moon, iba a ser una tarea difícil, más cuando todos los parkings de la zona estaban al 100%. Finalmente dimos con una plaza en zona azul, bastante lejos de la sala. Este es uno de los principales motivos por los que paso olímpicamente de meterme allí con mi coche. Por fin estábamos allí, Toni, Belén, Saray, Saúl, y el menda… toda la recua de peña que íbamos a darlo todo en el concierto y a quienes mando un saludo desde aquí. Dimos un bocado rápido y nos fuimos acercando a la sala, aunque todavía era muy pronto, ni siquiera habían abierto puertas ni taquilla, así que nos metimos en un bar que mi colega conocía de los años en los que la sala todavía era la mítica Roxy (y que yo nunca llegué a conocer como tal). Pillamos algo para beber, y al rato, como yo fui el único listo que fue sin entrada, me tocó ir a ponerme en la larguísima cola que ya franqueaba las puertas de la sala, con tal suerte que, tras un agradable rato de conversación con una pareja que había allí, me encontré por sorpresa con mi colega Manu, quien me salvó de un buen rato insufrible de espera, consiguiéndome una entrada al instante, por lo que le estoy muy agradecido. Como aun faltaba un buen rato para la apertura, aprovechando el golpe de suerte, me junté a tomar unas birras con él y sus colegas Jorge y Doria, con quienes pasé un rato genial, y no sería el único.
La hora se me fue un poco de las manos, y no tuve en cuenta que la cola era tanto para pillar entradas como para entrar al concierto, pero por suerte desfilaba rápido, y poco después me encontraba viendo a Lèpoka por primera vez, una banda a la que apenas conocía salvo de oídas, pero que me preguntaba qué es lo que tendrían para, en tan poco tiempo, haber ganado tal legión de fans, ya que la sala estaba bastante petada. Hablando de la sala, me gustó mucho ya de primeras, amplia, bien distribuida, con un sonido bastante bueno (dependiendo de la banda aquella noche) y bien adecuada. De los precios ni hablo porque hace siglos que me niego a que me roben el dinero con los abusivos precios que suelen tener estos lugares. Lo cierto es que me pusiera donde me pusiera, el concierto se veía de puta madre, así que pillé una zona más o menos despejada y centré toda mi atención en los castellonenses. Como digo, gran sorpresa al ver la sala tan llena, muy buenas vibraciones desde el principio y peña bailoteando en las primeras filas al son del estilo folk-Metal de la banda. A pesar de que por sus portadas pueda uno suponer que son la clásica formación de folk blandengue y fiestero, entre sus temas guardan más de una sorpresa. Lo primero que me llamó la atención fueron sus vestimentas, como si de monjes gregorianos se tratase, ataviados con túnicas marrones y cinturones de cuerda y pintados como guerreros. Ya había escuchado algún tema e inequívocamente, el timbre de su vocalista Dani me recuerda poderosamente al de Jose (ex –Mago de Oz) y en cuanto a estilo, tampoco andan desencaminados, yo les definiría como una mezcla entre Mago y Saurom, así a bote pronto, con un espíritu bastante gamberro y alcohólico que supone su principal valor añadido. Como ejemplo, esa divertida Yo controlo, que alzó por los aires a toda la sala cantando su estribillo con todas las fuerzas. Por otra parte, siete personas sobre el escenario pueden dar mucho juego, y más cuando hablamos de uno decente, no como el de la noche anterior jeje. El movimiento era constante, y el buen rollo entre ellos enorme, los guitarristas intercambiaban solos juntos, su vocalista no dejaba de hacer locuras varias, y Zarach, junto al violinista Samu, fue el encargado de la mayor variedad musical, tocando gaitas y flautas. A pesar del aire festivo y desenfadado de sus canciones, sí que me impactaron un par de riffs muy potentes y machacones, con un sonido grave y bastante más agresivo que el resto. Por cierto, pudimos ver al guitarrista encargado de dichos riffs cambiar varias veces de instrumento. Beerserkers fue otro claro ejemplo de su apología al alcohol, con bastante mala leche en su letra, mientras toda la sala seguía volcándose con ellos, especialmente entre las primeras filas. Goliardos forma parte de su último trabajo, con el que parece que están que lo rompen a tenor de lo visto aquella noche. Ritmos y estribillos que invitan a saltar y a darlo todo, especialmente si uno lleva un par de cubatitas en el cuerpo. Desafortunadamente, no era el caso. Para cerrar su actuación, un trallazo bastante cañero llamado Chupito, corta pero bastante directa, y sobre todo, pura fiesta.
Mentiría si no dijera que durante toda la parte del concierto que vi, una pequeña parte de mi mente no dejó de pensar en el próximo grupo: Opera Magna, y desear que llegara rápidamente. No es que no disfrutara con la actuación de Lèpoka (aunque tampoco se puede decir que sea mi rollo 100%), de hecho creo que se han ganado a pulso su reputación con su buen hacer, pero de casi todos es sabido ya mi absoluta debilidad por el combo powermetalero valenciano desde su primer disco. Sabiendo de antemano que, como siempre, iba a ser algo grande, ni siquiera salí a echar un piti, simplemente avancé todo lo que pude hasta coger un sitio en el centro y en la parte de delante, aunque si he de ser sincero, no era nada cómodo. Bastante apretujados y con el aire acondicionado bastante bajo, el calor empezaba a pesar. Pensaba que la sala se vaciaría por unos instantes en el descanso, pero las primeras filas continuaron inamovibles hasta el comienzo. Pero la verdad es que todo esto me la empezó a sudar cuando comenzó a sonar la parte instrumental de Rojo Escarlata, introducción de su último trabajo “Del amor y otros demonios, acto II”. Alejandro Penella ocupó la posición central del escenario, ostentando una técnica brutal como siempre, a quien se le unieron el resto de la banda, en una primera demostración de su inmensa valía como músicos, acoplándose a la orquestación disparada y ya haciendo auténticas virguerías con sus instrumentos. Las primeras notas, cargadas de fantasía, de su Para siempre comenzaron la verdadera batalla, con la salida a escena de José Broseta regalándonos los primeros agudos y ante el griterío generalizado. Impresionante y tremendamente motivador ver la sala hasta los topes, algo que ya se notó desde el principio en los miembros de la banda, cuya mirada era de sorpresa ante tan recibimiento. Con esta carta de presentación, podrían haber guardado para más tarde Horizontes de Gloria, habrían triunfado igualmente, pero una vez comenzaron desencadenaron uno de los momentos más intensos de la noche, con todo el mundo metiendo headbanging, alzando las manos... un ambientazo increíble, y esto también se veía encima del escenario, con Alejandro sonriente sin dejar de impresionar con sus movimientos y Broseta poniendo una pasión fuera de toda duda al cantar, tanto en su voz como en sus movimientos. El solo del sr. Nula, como siempre alucinante, nos dejó a todos boquiabiertos. Fue un subidón enorme, a pesar de que llevan tocando prácticamente el mismo setlist desde hace ya un tiempo, pero son temas tan completos, tan técnicos y porque no, tan bonitos y musicales que uno no se cansa nunca de verles en directo.
En la parte más oscura de su disco “Poe”, hay un tema llamado “El demonio de la perversidad”, más agresivo, más malvado, en el que Broseta nos mostró todos los matices de su voz, desde sus agudos más extremos, hasta sus guturales, y poco después salió del escenario para dejar lucirse al resto de músicos en una parte instrumental de órdago. Sigo admirando mucho a Penella, me parece un bajista increíble que capta gran parte de mi atención en sus directos, la sutileza y la velocidad en sus movimientos no es fruto de un día precisamente. En El corazón delator, por ejemplo, fue algo impresionante, los cambios, los dibujos… todo con una técnica magistral, muy superior a los bajistas a los que el Power nos tiene acostumbrados. Sencillamente, me encanta, tanto como ese baladón llamado Después de ti, que deja de lado las ñoñerías típicas para ofrecernos una composición magistral a nivel instrumental con esa mágica y adictiva cadencia. Ojo, mucho ojo aquí con los detalles de F. Javier Nula, hay que leer entre líneas este tema para fijarse en las locuras que hace este hombre con su guitarra. Increíble soltura, velocidad y una técnica que te deja con los huevos en el suelo. Que nadie se equivoque. Nula no es un guitarrista. Es un jodido MAGO de la guitarra, y si no es el mejor guitarrista que tenemos en este país, está sin duda entre los 5 mejores. Ver como recorre el mástil, como toca esos arpegios a toda hostia… es simplemente acojonante e incomparable. Y respecto a José Broseta… ¡¡cómo modula su voz!! Tanto en las partes más bestias como en las más suaves… es un maestro de la voz, y de él se puede decir lo mismo que de J. Nula, como mínimo, entre los tres mejores vocalistas que tenemos. Y esto no es algo subjetivo.
A pesar de todo, la banda no gozó del buen sonido de otras ocasiones. Al principio, el teclado de Rubén (otro que tal, impresionante su labor) se comía el resto de los instrumentos. A ratos era el batería quien sufría estos problemas, y también Broseta se quejó de que su voz se escuchaba muy poco. La ecualización, por lo visto, no estaba depurada del todo, pero por suerte, sin llegar a la perfección, fue a mejor con cada tema que sonó. Al igual que mucha gente, me encantaría que metieran en el setlist algún otro tema de “El último caballero”, al que últimamente tienen bastante marginado en directo. Es verdad que su estilo ha evolucionado mucho desde entonces (y además, en el mejor de los sentidos), pero siempre es un placer escuchar Power clásico de tanta calidad como aquel primer trabajo. Sin embargo, tampoco se puede afirmar que temas como Donde latía un corazón carezcan de fuerza, ya que en este caso, es arrolladora. La forma en la que el cantante domina su potencia vocal me deja absolutamente loco, con registros agudísimos, otros más operísticos, y con un aguante casi inhumano. Y le aguardaba una prueba todavía más dura. Por alguna razón, el ritmo entre el público había bajado un poco (no el mío, sin embargo), pero solamente con escuchar la intro (El cuervo) de que abre su “Poe” (para mí, su mejor trabajo hasta ahora), narrador incluido, todo el mundo volvió a estar alerta, hasta que de nuevo se desató la tralla con El pozo y el péndulo, pieza maestra intocable, un tema que es capaz de causar sensaciones tan intensas como la fuerza con la que es interpretado por la banda, José llegando a unos tonos imposibles de auténtica locura, mientras Alejandro hace bramar su bajo, atronando Adrián su batería y por supuesto, Javier Nula despuntando en los solos, junto a su compañero Enrique Mompó y su sólida y frenética base rítmica. Acto seguido, tras tantas emociones que me provoca este tema, llegó algo más relajado e hímnico como Hijos de la tempestad.
Ni por estas descansaron los músicos. Jose continuaba pletórico, algo impensable tras tanto esfuerzo, y siempre manteniendo sus virtudes teatrales sobre el escenario, agitando la melena sin parar y siendo muy expresivo. Los coros se escucharon bastante bien, y su coreable estribillo triunfó a lo largo y ancho de la sala Moon. El grupo no dejó de agradecer tanta presencia y tantos ánimos, y más cuando se trata de su propia ciudad. Desde luego, si musicalmente hay algún motivo por lo que sentirse tremendamente orgulloso de ser valenciano, ese es Opera Magna. Ya se iba asomando el final, pero cuando disfrutas con tanta pasión de un directo, da la sensación que acabe de empezar. Nueva lección de música a un nivel espectacular con Por un corazón de piedra, correspondiente a su primer acto de su trilogía por ahora inacabada. Es curioso como la voz de Broseta también ha evolucionado a lo largo del tiempo, sin dejar de utilizar asombrosos agudos, añade partes más graves, más ásperas y casi guturales, ganando incluso más personalidad y calidad como vocalista. Recibida con gran alegría, La herida y su melodía sencillamente genuina e inconfundible pusieron punto final a un concierto cuya duración se me antojó insuficiente a todas luces.
Desde la primera vez que escuché a Opera Magna supe que no estaba ante un grupo de Power Metal al uso. La suprema calidad de todos y cada uno de sus músicos impresiona, y se desmarcan de casi cualquier otra formación y a años luz de otras con mucho más renombre. Y con alardes de técnica como este, sigo reiterando lo mismo. Ahora que Dark Moor hace tiempo que han abandonado el Power, sencillamente Opera Magna no tienen rival en el panorama nacional, así de claro.
Terminé el concierto tan a gusto que ahora sí era hora de salir a fumar. En la (curiosa) zona de humo, me encontré de nuevo con Popi, y más tarde con Manu y sus colegas, con quienes me pegué unas buenas risas mientras nos relajábamos. Saludos también a Jorge y a Doria, da gusto conocer a peña tan agradable y tan de puta madre. El tiempo de nuevo volvió a jugarme una mala pasada, hablando hablando y sin quererlo me perdí parte del principio del concierto de Saurom, aunque se podría decir que por esa noche ya tuve mi gran regalo con el concierto anterior. Este era, básicamente, para dar cuatro saltos y pasarlo bien, aunque sin tanta intensidad. Y lo digo, no faltaría más, sin ánimo de menospreciar la labor de Saurom. Reconozco que, casi sin buscarlo, ya les he visto unas cuantas veces, tanto como Saurom Landerth como con su nombre actual, y cada vez disfruto más en sus conciertos al ir reconociendo los temas. Así pues, nos entramos toda la tropa y lo cierto es que lo pasamos de puta madre en los primeros temas que vimos haciendo el cabra y echando fotos a cada cual más desparramada mientras sonaba de fondo El saltimbanqui, tema que cada vez me gusta más por su entrecortado estribillo, o La batalla con los cuernos de vino, inspirada en el mismísimo Quijote. Y es que Saurom siempre se ha valido de leyendas e historias míticas a la hora de componer sus temas, desde literatura española hasta novelas fantásticas, especialmente en El señor de los anillos, y una de las más queridas de aquella época es la de La posada del poney pisador, la cual me alegré bastante de llegar a tiempo para verla. A pesar del cansancio, cada vez me iba animando más. Y es que hay que conocer que la banda rebosa simpatía encima del escenario, mucha alegría y ganas de hacer las cosas bien, y todos podemos dar fe de que lo consiguen.
Probablemente sea la banda de folk-rock por excelencia en España, y cada vez atraen a más público, seguramente la mayoría de gente de fuera se movió por ellos. Sus temas están llenos de expresividad, que conjugados con la energía y el buen rollo de la banda, crean una combinación con la que es prácticamente imposible no moverse, cantar e incluso emocionarse, como lo hace en ocasiones su vocalista Miguel Franco, como él dice, a veces es una tortura pasar de temas alegres a canciones tristes y melancólicas, como lo fue el paso de ¡¡Vive!!, que es puro optimismo e invita al salto fácil sin poder evitarlo a otras más filosóficas como Vida o de desengaños amorosos (como indicó el propio vocalista). Entrábamos poco a poco en la parte más light y casi popera de su setlist, en donde suenan temas en los que la banda ha dejado más de lado su parte más metalero y folklórica. Soñando contigo y la inesperada El pozo de Aran, una versión bastante fiel a la original, añadiendo instrumentación extra de la mano del multiinstrumentista Narci Lara, lucen bonitas y tranquilas melodías, pero hacen que el concierto pierda bastante fuerza.
Sin duda, gran parte del éxito de la banda viene de la actitud tan simpática y positiva de Miguel Franco, que sabe como hacer que sus temas lleguen a cada uno de los espectadores, presentándolos, a veces hablando un poco más de la cuenta, pero siempre expresando buenos sentimientos y alegría, y porque no decirlo, una voz bastante más versátil de lo que parece en un primer momento. Junto al bajista José Gallardo, es probablemente el músico que más se curra la parte escénica. Para mí, uno de los puntos álgidos del concierto, como suele ser, fue Sueños perdidos, puro feeling en su melodía, un estribillo francamente genial para dejarse la voz gritando. Ahí podíamos ver a Santi con su chulada de keytar paseándose por el escenario y compenetrándose con sus compañeros Raúl y José. No iba a terminarse el concierto con tan melancólica canción, no hay concierto de Saurom que no termine como una auténtica juerga medieval, como bien dice la propia Fiesta o inspira El círculo juglar. A última hora me volví a reencontrar con Toni, Belén y toda la tropa, con quienes compartí los últimos temas del bolo y ese curioso círculo que el vocalista invitó a crear en el centro del público. Una lástima que finalmente no cayera Dracum Nocte, al parecer tan solo la tocan en Catalunya, pero la divertida La Taberna nos dejó con un gran sabor de boca, y lo mejor de todo, con parte de los miembros de Opera Magna y Lèpoka uniéndose a la fiesta y dando saltos todos juntos sobre el escenario. Desafortunadamente, la noche tocaba a su fin cuando rondaban las 2:30 de la mañana, y era hora de retirarse o de liarse hasta que saliera el sol. La primera opción nos pareció más sensata y poco a poco volvimos al coche, en donde me zampé casi dos bocadillos enteros de la gula que tenía tras muchas horas sin comer.
Una noche tan interesante musicalmente como lo fue socialmente, ante todo con mucha diversión y que me dejó con las ganas de liarme de fiesta con mis colegas Manu y compañía, pero otro día tendrá que ser (prometido queda jeje). Incluso la vuelta a casa fue de lo más divertido y sin ningún problema.
Puede que haya pasado hambre de conciertos con la ya típica sequía de principios de año, pero hacer un doblete de fin de semana tampoco es que ocurra muy a menudo, así que me doy por satisfecho… ¡de momento!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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