Sí señor, que placer tan inmenso volver a salir de concierto entre semana, poder pegarse un “miernes” sin preocuparse por la hora de salida ni de vuelta a casa, sin tener que dar cuentas al día siguiente a ningún pedazo de cabrón y sobre todo, disfrutando de Metal de altísimo nivel y muy buenos colegas en una sala que siempre me ha dado grandes alegrías como la Rock City de Almàssera. En particular, este concierto venía a terminar con la sequía de las últimas semanas, algo monótonas en cuanto a findes, rompiendo el hielo de la mejor forma posible con los americanos Halcyon Way, el siempre respetable y legendario Geoff Tate, que vendría a interpretar el “Operation Mindcrime” a modo de celebración de sus nada menos que 30 añazos, y unos Angra que siguen tan poderosos y en forma que uno diría que no han pasado los años ni los cambios de formación de por medio. La tarde / noche prometía mucho y desde muy temprano, ya que la hora estipulada para la apertura de puertas eran las 18:00 de la tarde, un horario imposible casi incluso para aquellos que viven en la propia ciudad de Valencia. Los horarios de las grandes ciudades se van extendiendo poco a poco, haciendo cada vez más difícil el tema de acudir a todas las actuaciones sin tener que hacer virguerías con el propio horario de la vida cotidiana. Por suerte para mí, y aunque a mi chica le fue imposible venir, me lo pude permitir. Tampoco el precio de la entrada era demasiado amigable: 30 pavos en taquilla seguramente supondrían una barrera para mucha gente que en un principio querría arrimarse a la sala. Lo importante es que allí pude estar, dándolo todo y con mis principios siempre a muerte, como tiene que ser.
Nada más llegar, me encontré con un par de colegas, Jorge y Doria, a quienes se unió en seguida el gran Manu, y por otra parte, la habitual presencia de Carlos y Popi, impagable compañía. La tarde no podía empezar más animada, contando anécdotas, echándonos unas risas y tirando de birras que no se podían abrir jeje. No nos encantamos demasiado en comprar la entrada, a pesar de que las perspectivas de afluencia no eran demasiado halagüeñas… pero en parte se puede entender por los factores que antes he comentado. El excelente espacio abierto de la Rock City (siempre lo he dicho, uno de sus mayores alicientes) dio pie a mucho más. Sentados en una mesa, siguió la sesión de palique, tanto que el poco interés que tenía por ver a los italianos Avelion se terminó esfumando. Había escuchado por primera vez su disco “Illusion of Transparency” hacía semana y poco, y la verdad es que me dejó un poco frío. Su intento de Power Metal melódico, siguiendo la estela de otras bandas coetáneas, se me acabó haciendo muy pesado por sus insistencia en mezclarlo todo con fragmentos similares al drum’n’bass y estilos similares que no me interesan absolutamente nada, y es que si a todas las bandas les diera por mezclar de forma absurda estilos que no tienen nada de feeling entre ellos, terminaríamos escuchando rumbacoregrindbakalao, y eso no tendría ningún sentido. Algunos me dirán que soy un talibán, pero me meo en eso. Es lo que hay.
El rato pasaba de forma tan agradable, con la increíble temperatura que hacía, y dándole a la húmeda sin parar, que por poco se me fue de las manos el tema de la hora, y cuando me di cuenta, Halcyon Way ya llevaban un ratito sonando, así que en comuna decidimos entrar para ver que tenían que ofrecernos en directo. Estos ya no eran totalmente desconocidos para mí, aunque nunca profundicé demasiado en su discografía. Me suenan a bandas que me molan, como Sanctuary o Brainstorm, pero a las que nunca les he terminado de pillar el punto al 100%. De todas formas, estoy seguro de que sorprenderían a más de uno con un directo contundente, con mucho buen rollo y muy buen sonido, algo por suerte habitual en la Rock City. Las pintas invitaban a meterse más adelante, y le daban al conjunto un rollo más agresivo. A pesar de que hace ya casi 4 años que no sacan disco, vinieron con un buen repertorio de temas muy homogéneos, que rápidamente pusieron atentos a todos los espectadores. Su mayor atractivo para mí fue darme cuenta en seguida de que la técnica instrumental de los músicos estaba bastante por encima de la media, con lo que solamente apreciar el trabajo de estos ya hizo que el concierto se me pasara volando. Pero tampoco podemos olvidar otra de sus grandes bazas: sus numerosos y pegadizos estribillos, algo en lo que es experta esta banda, con temas como Save your Tears, en la que el batería Aaron Baumoel (que no tengo claro si forma parte del grupo de forma oficial) se pegó una buena currada, luciéndose con cantidad de virguerías y una actitud de hierro al pegar. La pareja formada por Jon Bodan (guitarra solista) y Skyler Moore (bajista) se encargaron, además, de cascarse las gargantas a base de guturales de lo más intenso, y es que en algunos temas quedan como anillo al dedo, a pesar de lo raro que pueda parecer en un principio. En este sentido, tienen un estilo abierto de miras, pero siempre en el buen sentido. El gigantesco vocalista Steve Braun se dejaba la piel para intentar caldear el ambiente, algo que tenían un tanto en contra por la relativamente poca gente que había viéndoles (aunque, francamente, más de la que yo esperaba), pero poco a poco se ganó al público con preguntas, bromas y todo tipo de chascarrillos entre tema y tema, mostrándose muy cercano y dando la sensación de tratarse de una pequeña fiesta familiar, mientras sonaban las contundentes Desecration Days y Inside Looking Out (The Icon & The Ghost), mucho material por suerte del único disco que conozco, el ”Buding the Towers”, material muy recomendable para los amantes de este estilo en particular, con riffs y solos muy complejos, estribillos que llegan de primeras, mucho guitarreo, breakdowns revienta-vértebras y cero treguas.
Si a todo esto le añadimos unas birritas con Carlos y Popi, el bolo ideal para ir abriendo boca. No tardé mucho, tras salir de la sala con bastante calor, en encontrarme a mi colega Iván, con quien siempre es un inmenso placer hablar e intercambiar opiniones, sobre todo del veranito próximo, con los festivalones que ya casi se pueden empezar a vislumbrar al final del túnel, y a quien mando un saludo desde aquí (ojala algún dels meus col·legues de per ací hagués fet una boda com la teua jejeje). El tiempo, de nuevo, se volvió a ir de las manos, ya que cuando me encontraba de camino a la sala para ver al ex-líder de los Queensryche en solitario, me volví a liar con Manu y compañía (¡¡que grandes sois cabrones!!) y se me pasó el arroz. Tuve que pirarme corriendo sin mirar atrás para que nadie me volviese a liar jeje, y así llegar aunque fuese a la segunda parte del concierto. También esto tiene una explicación razonable, y es que habiendo ya visto (hace bastantes años, eso sí) a Queensryche con la anterior formación, incluido Geoff Tate, interpretando el “Operation Mindcrime” entero, junto con temas de la segunda parte (y además, les vi por partida doble), el concierto que nos ocupa perdía algo de valor e interés. Sin embargo, en cuanto entré, situándome en buena posición, a los pocos minutos me arrepentí de no haberlo hecho antes, porque lo que vi allí fue a un Geoff Tate algo desmejorado físicamente pero con un buen chorro de voz todavía, y a una gran banda, muy entregada y lo más importante: capaces de interpretar un disco tan técnico a la perfección. Lo extraño es que, salvo a Scott Moughton (inconfundible, con esa expresión de mala leche en su cara jeje), no conocía a ninguno de ellos, pero puedo decir sin dudar que me terminaron convenciendo todos y cada uno de ellos, desde el enérgico, simpático y joven Kieran Robertson a la guitarra, que cargó con gran parte del peso de la banda en cuanto a animar al respetable se refiere, a Josh Watts a la batería, que demostró ser virtuoso y solvente, genial para poder llevar al directo temazos de la talla de The Mission, uno de los más representativos del que sin duda es uno de los mejores discos de Metal de toda la historia, y que como digo, se interpretó de cabo a rabo sin descanso, en orden e incluyendo los interludios (Electric Réquiem, My Empty Room…) en los que Geoff se tomaba un descanso. Cierto es que me perdí grandes temas del principio, pero llegué a tiempo para ver la sorprendente aparición de Emily Tate, hija del vocalista: ambos se coordinaron codo con codo para cantar Suite Sister Mary, él con su feeling habitual y ella con una voz aceptable (que no excelente), sin llegar a los dotes que tenía Pamela Moore, pero con mucho encanto y luciendo una gran belleza. Pero sin duda mi favorita siempre fue The Needle Lies, cañera y poniendo a 100 a todos los músicos sobre el escenario. Y por cierto, a estas horas la sala ya estaba completamente abarrotada, desbancando mi idea, por suerte, de que la entrada sería tirando a pobre. Y es que Geoff Tate con su vozarrón y su carisma, siempre tendrá tirón, quizá no tanto como en sus tiempos de gloria, pero se lo sabe hacer para encandilar a su público, apareciendo en escena hecho todo un galán, con su sombrero y su chaleco, elegante y entregado, y sobre todo demostrando aun porque fue uno de los vocalistas más influyentes de todos los tiempos en el estilo. Nosotros, por nuestra parte, también disfrutábamos como chavales de los grandes hits Breaking the Silence o I Don’t Believe in Love: se escuchaban tanto nuestras voces en los estribillos que a veces no se apreciaban los detalles de las guitarras o el bajo, y eso que no hubo ninguna queja en cuanto al sonido del concierto. El gran final correspondió, como no podía ser de otra forma, a Eyes of a Stranger, en la que tanto la banda como el vocalista pusieron toda la carne en el asador, especialmente este último, genio y figura, que se esforzó incluso más que en anteriores temas para llegar a las partes más altas. Su interpretación no fue absolutamente perfecta, se escucharon algunos gallos y algunas idas de voz en los tonos más jodidos, pero en general triunfó sin duda como frontman y como cantante.
La noche estaba ya bastante avanzada, pero todavía quedaban huecos para salir otro rato con los colegas antes de que comenzara el plato principal de la velada, quienes habían caído en la tentación de hincarse una pizza pedida a domicilio desde la sala jeje. Justo antes de entrar en la sala, con bastante antelación para ir pillando un buen sitio, vi por sorpresa a mis colegas Paco e Indio, con quienes hablé sobre el inminente concierto y me contaron su accidentada llegada a la Rock City. Acto seguido, ya estaba dentro, junto a el siempre presente Popi y Carlos (un verdadero entendido en esto del Power Metal) con quienes me dispuse a disfrutar de los enormes Angra, como un niño, como siempre, aunque quizá con algunas reservas preconcebidas.
Muchos y muy traumáticos han sido los cambios y las etapas por las que han pasado los brasileños a lo largo de su carrera. Perder a un vocalista como Andre Matos es algo que nunca dejará de pesarles, pero sobrevivieron y renacieron con un discazo como “Rebirth”. Otro nuevo cambio de vocalista les sobrevino, Edu Falaschi se marchó, y por segunda vez tuvieron que vivir la mala experiencia, y fue ahí cuando se incorporó Fabio Lione, superando también el desafío como banda. Uno de sus principales compositores, el afamado Kiko Loureiro (un guitarrista verdaderamente impresionante) dio el salto hace tres años a Megadeth, con lo que hoy por hoy tan solo Rafael Bittencourt queda de la formación original. Pese a todo, siempre han perseverado, con cabezonería y sobre todo, con muchísima calidad, que es lo que realmente les da ese valor añadido como banda. Y aquí les teníamos. Tercera vez para mí, con fechas muy espaciadas entre sí. De hecho, la última vez que les vi todavía estaba Loureiro entre sus filas, y es por eso que esta vez tenía pequeñas dudas sobre cómo iba a estar el bolo.
Ante unas luces intensas, los componentes fueron apareciendo uno a uno, y no tardaron mucho en empezar a dar garrote con Travelers of Time, un potente aperitivo que desembocó en la más conocida Nothing to Say, que suele ser casi fija en sus directos, fue como el gran subidón para los fans tras el tema nuevo. Y es que su nuevo disco está recién sacado del horno, “Omni” (de ahí el título de esta entrada, claro), y es la reafirmación de su estado vital tras la segunda resurrección que se produjo con “Secret Garden”. Realmente les tengo un poco perdida la pista desde aquel (en mi opinión) flojucho “Aurora Consurgeons”, pero el material nuevo que sonó en vivo me pareció una maravilla, reafirmándose con más convicción que nunca en esa vena progresiva que siempre tuvieron y que con cada lanzamiento es más patente en sus composiciones. Y es que fragmentos como la apertura y desarrollo instrumental de Angels and Demons me vuelven jodidamente loco, poder ver como los músicos se coordinan con tanta exactitud es una delicia. Decir quien destacó sobre los demás es imposible, pero es cierto que Marcelo Barbosa pronto se hizo con el control de las partes más virtuosas, impresionándonos a todos. Como detalle curioso, me sorprendió que el teclista fuese el mismo que tocó con la banda de Geoff Tate. Doble sesión para él. Newborn me y War Horns nos devolvían a la etapa más actual de la banda, la primera con ese sonido más crudo y endurecido que les caracteriza en sus últimos trabajos y una parte progresiva acojonante, una auténtica locura. Rafael sacó en ella, por primera vez, una guitarra de lo más surrealista, que solo tenía contorno, mástil y cuerdas. War Horns, como uno quiere esperar de ese título, fue un tema 100% power, como en los viejos tiempos, con un meticuloso e impresionante trabajo en la sección de cuerda. Desde luego, la cosa quedaba clara y las dudas disipadas de un plumazo ya a estas alturas del show. Los músicos de los que se rodea el sr. Bittencourt son canela fina, oro puro. Marcelo Barbosa seguía dejando con la boca abierta con su brutal técnica, pero a nivel personal, junto a este, hay un músico que necesito destacar, y ese es Felipe Andreoli y su bajo de seis cuerdas. Hacía mucho tiempo (salvando honrosas excepciones, como Alejandro Penella de Opera Magna) que no veía, que no disfrutaba con tanta intensidad de un bajista sobre el escenario con tanta técnica, tanta soltura y unos movimientos tan fluidos a lo largo y ancho del mástil. Para mayor goce, su instrumento se escuchaba a las mil maravillas, con lo que el disfrute fue por todo lo alto. Si alguien no les ha visto nunca, que haga el favor de apreciar el trabajo de este hombre, porque de verdad es algo extraordinario, el colorido que saca de su instrumento, como puntea con él a toda velocidad… me quito el sombrero ante este señor.
Y aunque suene raro, creo que si mucha gente no apreció al 100% el trabajo y la gran habilidad de los músicos, fue porque la presencia y el gran carisma de Fabio les eclipsaron parcialmente. Y es que el vocalista italiano destroza por donde pisa, con su personalidad rompedora, sus grandes dotes de escenario y una voz que le convierten, como bien dijo Rafael, en uno de los mejores tenores del mundo, así de claro. Supo pelear y dar el do de pecho en temas muy complejos de todas las épocas de la banda, desde Acid Rain y su melodía con múltiples subidas y bajadas (y que fue una de las mayores sorpresas que nos aguardaban en el setlist preparado para la noche, con Fabio bajándose a cantar entre nosotros… por primera vez) a aquellas como Final Light entre el humo del escenario o Insania (con unos coros pregrabados, que le daban mucha fuerza al tema) que, no por ya estar adaptadas para su voz dejan de ser menos complejas. Es cierto que se le vio sudar a mares, y no solo por el calor. Los temas de Angra exigen un 120% de su voz, más que los de cualquier otra banda en la que milita actualmente, y a veces llega por los pelos, pero su gran experiencia y técnica siempre le salvan la papeleta con un sobresaliente alto. Por lo demás, estuvo muy simpático con el público, sin excederse a la hora de dirigirse a nosotros, pero haciéndolo en los momentos juntos y en varios idiomas, animando en todo momento con coreografías y gritos.
No podemos olvidar tampoco a uno de los grandes valores, un diamante en bruto del que Angra ya lleva disfrutando desde hace años, el pequeño gran Bruno Valverde, que merecidamente recibió una presentación a parte, y es que con 27 añitos, el chaval es un puto cañón siempre a punto de explotar, un jodido killer que igual revienta la caja que le prende fuego al doble bombo, con una fuerza y destreza impensables en un músico tan joven. Incluso tuvo su momento de solo, en el que dejó clara su gran valía y nos invitó a participar en el ritmo. Madre mía, por momentos… ¡¡parecía que la batería fuese a volar por los aires!!
Muy pocos esperábamos la balada Lisbon cuando anunciaron un tema de su “Fireworks” (el único de la noche). Un movimiento arriesgado a aquellas horas, y sin embargo muy agradecida tras tanta caña. Además, nunca la había visto en directo, con lo que la alegría fue doble. Ya puestos, una lástima que no metieran nada más de este disco, un poco olvidado. Pero obviamente venían presentando su recién nacido “Omni”, del que cayó por último Magic Mirror, con un grandísimo trabajo, para variar, de Fabio Lione. Nos íbamos casi ya a los bises, pero no sin antes vivir uno de los momentos más sinceros y relajantes de toda la noche, cuando Rafael Bittencourt sacó de nuevo su particular acústica para interpretar una pieza de ensueño llamada Lullaby for Lucifer (a algunos se nos aceleró el corazón pensando que iba a caer Heroes of Sand…), y hablarnos en un tono muy íntimo de lo que ha tenido que sufrir la banda y lo agradecido que estaba por contar con unos músicos tan fantásticos. La banda se despidió, pero nadie en su sano juicio se iba a mover de ahí sabiendo lo que aun quedaba. El final fue bastante predecible, pero no por ello carente de emoción. Rebirth siguió, con ese comienzo, con la tónica acústica de la mano del miembro más antiguo del grupo, y pronto repartió unas grandes sensaciones entre el público, que no nos cansábamos de escucharles y de pedir más. Y por si alguien se había “aplatanao” con esta pequeña bajada de ritmo (que no de calidad), un trueno llamado Carry On llegó de repente para arrasar al ritmo cabalgante que marcaba Bruno Valverde. Fabio, dispuesto a sufrir el calvario de tener que emular a Andre Matos, sacó sus mejores galas vocales y desde luego esfuerzo no le faltó. En la parte progresiva (otra vez, que puta gozada el trabajo de Felipe Andreoli… buf), directamente empalmaron con el principio de Nova Era, y más de uno, como yo jejeje, dimos un salto de alegría… ¡¡¡y a SACO!!! A repartir cera al cuello mientras todo el mundo alzaba los cuernos y disfrutábamos como perros de uno de sus mejores temas, un gran desmadre que Fabio culminó a lo bestia, bajándose de nuevo entre el público a cantar y lidiando con los mosh y los empujones, cantando su estribillo mientras Barbosa interpretaba con una perfección impoluta el grandioso solo.
¿Quién no se va a quedar con ganas después de esto? El concierto se me hizo cortísimo, la verdad, y es que tampoco es que hicieran un setlist demasiado extenso, pero es de todos sabidos que a mayor disfrute, más fugaz el paso del tiempo. El hecho de meter bastante material de su reciente “Omni” (al que aun tengo que meterle mucha más caña) no me importó en absoluto, es más, me reafirmó en que son capaces de seguir superándose y componer cada vez mejor. Esto, unido a deliciosas sorpresas como Acid Rain o Lisbon y por supuesto, todos los colegas con los que me encontré antes, durante y después del show, convirtieron aquella noche de miércoles en una inolvidable más.
Y si no pasa nada, este próximo sábado, otra buena dosis de Power con los italianos Secret Sphere en el Paberse. ¡Un saludoooo, bastardooooos!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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