Si dije que el concierto que dieron los Deströyer 666 en Valencia el pasado Sábado fue algo que (por suerte) se salió de lo habitual en ciertos aspectos… comparado con el de este lunes día 8 fue algo de lo más normal. De hecho, no creo que todo el mundo esté preparado para disfrutar de la descarga que sufrimos (en el buen sentido, claro) en la CSA La Residencia de Valencia por parte de dos bandas acojonantes como Fvnestö y La Casa Fantom. Reconozco que hasta pocos días antes del show no me había parado a escuchar a ninguna de las dos, pese a que me sonaban de oídas, de verlas en algún cartel que otro. Por suerte para mí, la verdad es que cada día que pasa y cada bolo al que asisto miro menos el tema de los estilos. Claro está que ante los sub-géneros que no me gustan absolutamente nada como el metalcore o el nu metal no voy a malgastar mi tiempo ni mi dinero en ir, pero dentro del Metal lo cierto es que ya me da casi igual el palo que toquen. Lo del lunes fue prácticamente improvisado días antes, cuando algunos colegas tuvimos la tarde disponible, y qué mejor manera de aprovecharla que yendo de concierto. Hacía ya mucho tiempo que no pisábamos La Residencia, concretamente desde el gran concierto que dieron allí los Speedwolf, nada menos que 6 años atrás. Una okupa la hostia de guapa, con muy buen rollo y donde se respiran muchas ganas de música y de disfrutar (su lema: Entra al concierto o MUÉRETE. Llegamos, y por suerte cenamos algo antes de entrar, ya que aunque se decía que habría cena, no era gratis. Una vez dentro, tomamos unos cubatitas a precios muy razonables y comentamos aspectos de aquel fantástico antro de mala muerte.
El tema de la entrada fue una gran iniciativa, entre 5 y 10 euros, podías pagar lo que creyeras que valía el concierto. Dimos alguna propina y cuando ya sonaban los primeros guitarrazos, entramos tras la pesada cortina que separa el espacio del concierto del resto de la planta. Un lugar aislado y oscuro en donde no se puede fumar, cosa comprensible, y está bastante bien aislado del resto. Fue como meternos directamente por la boca del mismísimo infierno.
Y precisamente así sonaban los locales Fvnestö, infernales. Derelict sonaba cuando nos situamos, entre mucha más gente de la que esperábamos encontrar, por cierto. Su pesada cadencia y sus cambios de tesitura fueron un pequeño aperitivo que ya ponía a las claras el estilo y la intención de la banda. Apenas hubo luz en toda su actuación, toda la banda y público estuvimos envueltos en una oscuridad de un azul tenue que ambientó perfectamente esos riffs cargados de agonía y desesperación, que ejecutaban tanto Rizos como Ape. Este último también se encargaba de las voces, que dieron esa nota de originalidad en su música, desgarradas y gritonas, pero no de forma casual, sino con la intención de dotar a sus temas de un aura muy negra, ese punto Black que destilaban tanto las citadas voces como algunos riffs de guitarra. El bajista Txuli desafortunadamente quedó atrás de Rizos por temas de espacio (un escenario muy pequeño, tampoco se podía pedir más), aunque obviamente por el estilo que practican, su instrumento tuvo mucho peso, denso y retumbante. Las guitarras disonantes fueron una constante en todo el concierto, tanto en formato acústico (como empezaban algunos temas, como About to die) como en su máxima expresión de brutalidad. Hubo una parte muy interesante en la que todos se aceleraron a saco, un ritmo totalmente rompedor con la tónica general, aunque tras un par de escuchas en profundidad a su único álbum por el momento, “Fvnestö”, no he conseguido localizar de qué corte se trata, puede que cambiaran el tempo de alguna parte para el directo, o puede que fuese alguna cover, el caso es que fue uno de los momentos más intensos del bolo en cuanto a caña pura y dura.
Aunque la voz de Ape sonaba terroríficamente desgarradora, en ciertos momentos también hacía gala de registros más forzados y mortecinos. El sonido en general fue mucho mejor de lo esperado, especialmente en el instrumento del que para mí fue el mejor músico de la noche, la batería de Marco… ¡¡Menudos castañazos que mete el colega!! Como para mandar a tomar por el culo los parches de la batería. Y a nivel rítmico, una labor tan intachable como imprescindible, ya que tocar con esa velocidad no debe ser nada fácil aunque pueda parecer lo contrario. Gran variedad de golpes y una gran pegada, incluso en ciertos momentos que sus compañeros perdían milimétricamente el ritmo, el les llevaba al sitio. Más arpegios acústicos, como en la deprimente Procession to the Nowhere, que abre su trabajo del 2018 (una escucha muy recomendable) con parones casi silenciosos, cambios de melodía notables y un aura muy oscura, deliciosamente lenta y agobiante. Riffs de auténtica paranoia sensorial donde no cabía un solo rayo de esperanza o felicidad. Con el último tema (creo que fue Requiem for Cinics) llegó el solo más largo y currado del concierto, que fue disfrutable pese al sonido tan embarullado que tuvieron en los últimos minutos. Poco antes de sonar esta, ya nos advirtió el vocalista: ‘Ahora vienen La Casa Fantom, que os van a petar los oídos’. Y no tenéis ni la más mínima idea de cuánta razón llegaba a tener. Tras muchas partes instrumentales envolventes, riffs largos y densos de pura pesadilla y ese inconfundible tufo a Black Metal, los valencianos dejaron paso a los noruegos tras un buen rato para cambiar escenario. Pude felicitarles al salir porque en verdad me quedé con un grandísimo sabor de boca de su actuación.
Vamos pues ahora con La Casa Fantom, en aquel momento en que ya íbamos entonados a base de birras y soltar las barbaridades más grandes. Y tengo que insistir, vaya locura nos esperaba dentro. Entramos y ya caía Cursed, de su recentísimo trabajo, “Burning Eyes” como duro granizo sobre nuestras cabezas y creo que no estábamos aun preparados para un terremoto de tal magnitud. Nos golpeó, nos explotó en las sienes como pura dinamita sonora y los temas que vinieron a continuación como Note to self (del mismo disco) o Red Horizon no fueron sino una continuación de dicho chaparrón implacable. Sobre el escenario solo encontrábamos, con ya llevan haciendo desde el 2000, año de fundación de la banda, a Lars a la batería y a Bard al bajo. Nada más y sin embargo, suficiente para desplegar su arrollador y único estilo. El encargado de poner las voces en los primeros compases fue Lars, con el micro casi vertical encima de su cabeza, soltando unos alaridos casi espeluznantes que se te metían hasta el tuétano de los huesos, aparte de ser una auténtica bestia a la batería que golpeaba con maldad sus parches, con ritmos cambiantes y otros machacones hasta la saciedad. Pasados unos minutos, fue Bard el encargado de cantar, con un estilo vocal quizá algo más moderno que le daba ese micropunto core al sonido. Lo cierto es que intentar por encima definir su estilo es un completo despropósito. Noise-sludge-mugre-post-punk-crust-experimental-hardcore con cierto toque medieval en esencia… y la cosa continuaría y continuaría. Todos estos estilos al mismo tiempo o tal vez ninguno en realidad.
Un sonido muy distinto a casi todo lo existente, llevado a extremos de profunda locura gracias al aberrante nivel de volumen que había en aquella habitación, algo que llegaba a desquiciarte el cerebro, y no digamos los tímpanos jejeje. Entre interludios instrumentales, larguísimos y repetitivos, intentábamos situarnos emocionalmente y cogerle el rollo al asunto, aunque reconozco que al principio me fue bastante complicado. Entre tanto ruido, la voz de Lars se perdía por momentos entre las tinieblas sonoras que rugían de los dos instrumentos. Ambos músicos fueron intercambiando su labor vocal durante todo el concierto. Empalmaron los temas sin descanso, sin piedad para nuestros oídos, sonaba Demons y sin un segundo de tregua ya teníamos Feed the Trees, un tema que por cierto va mucho con su filosofía. Porque lo de esta banda es BRUTAL, con mayúsculas. No solamente viven en casas hechas en los árboles, sino que además fabrican ellos mismos sus amplificadores, pedales y todos los equipos de apoyo musical. Realizan giras kilométricas con solamente una furgoneta y el equipo. De hecho, ya es la cuarta vez que tocan en La Residencia (y a la vista estaba que con gran resultado, por la capacidad de congregación de peña un lunes) y tienen por delante 8 fechas más de las 12 que darán en nuestro país. Casi nada… Su vida en el bosque y su filosofía son extrapoladas a su música, pero no en forma de la calma ambiental que reina en aquellos parajes, sino en forma de la furia y la rabia que e s capaz expresar la más despiadada naturaleza. Conforme seguían cayendo los temas, Show me the way o Insides out, a aquellas alturas del concierto la atmósfera ya nos había cautivado por completo y además con una intensidad y un aura casi de otro planeta, casi extrasensorial diría yo. Su exceso de ruido, el volumen, la inquieta y atronadora batería, la extrema repetición de las partes instrumentales… todo ello nos transportó, de alguna forma, a un estado mental casi etéreo, como si de un vórtice sonoro / psicotrópico se tratase. Una especie de trance del que uno no podía escapar, y que nos hacía movernos ya casi por inercia, sin pensarlo. Fue una de las experiencias más extrañas y a la vez casi adictivas que he tenido nunca en un concierto, os lo aseguro. Era puro y literal ruido, pero al mismo tiempo todo era premeditado, los músicos tocaban de la hostia y todo el mundo parecía estar al mismo nivel espiritual, bajo los efectos de aquella droga sónica. La emprendieron con su última canción, Burning Eyes, de nada menos que 16 minutos y pico de sonido extremo y locura en el más amplio sentido de ambos conceptos… y cuando terminó, sentí una extraña sensación, ya casi no sabía vivir sin aquella paranoia ultra subida de volumen. Poco a poco fuimos recuperando los sentidos, pero tardamos un buen rato en retomar una conversación normal tras aquel envite de furia desgarradora que fue la música de estos La Casa Fantom.
Definitivamente, no es un estilo que todo el mundo pueda disfrutar, muy condicionado por el entorno y el momento, pero aquel lunes fue el día, lugar y compañía perfecta. También les felicité por aquella insana descarga, y he de volver a darles las gracias por su amabilidad al haberme hecho llegar el setlist completo de aquella noche. Como era algo más temprano de lo que esperábamos, nos tomamos la última birra, pero no nos hicimos mucho el remolón a la hora de volver a casa. Digo lo mismo que he dicho al principio, no hay mejor forma de disfrutar un lunes, o cualquier día, que asistiendo a un concierto, y si es una experiencia como esta mejor que mejor, tan intensa y abrumadora como descolocante y desgarradora. Algo que realmente recordaremos durante muchísimo tiempo.
P.D. Debido a la casi inexistente luz del escenario, no pude hacer ni una sola foto que valiera la pena.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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