Queríamos salir hacia las seis y media de la tarde para Murcia, para llegar a buena hora, aunque al final se nos retrasó un poco la cosa. El viaje fue muy entretenido y rápido sin parar de cascar. Nada más llegar, mi chica y yo fuimos directos al concierto de Orphaned Land, mientras que nuestra colega Elena se fue para la Sala Spectrum, en donde se celebraría el Unholy Sabbath, tercera edición, montado por la organización Heavy Metal Espectros. La cosa es que ambos conciertos tenían horarios muy distintos, casi hechos a medida para poder empalmar ambos eventos y hacer un doblete brutal como el que terminaríamos haciendo, y para mayor jolgorio, la Garaje Beat Club y la Spectrum están separadas por 3 minutos a pie la una de la otra.
No pudimos alcanzar la actuación de Systemhouse 33, banda de Groove Metal totalmente desconocida para mí salvo cuatro temas contados. Un pequeño tirón de orejas en este sentido para algunos medios de información, que daban lugar a la confusión, ya que originalmente en primer lugar tocaban Paratra (que no me molan una mierda) y finalmente fueron Systemhouse 33, que sí habría disfrutado. Llegamos ya a las puertas de la Garaje (este año creo que voy a batir el record de ir para allá) justo para pillar una entrada y reclamar la mía, echar un cigarro rápido en la puerta, pillar un litro de kali ya dentro (como siempre, un aplauso por los precios que mantienen con la bebida en esta sala) y acercarnos a las primeras filas del concierto donde ya estaba sonando, tras la intro, el primer tema de la noche, que fue Reliving the Feeling. Muchos ya conocíamos a los Subterranean Masquerade, pero muchos otros no. Y de todas formas, creo unos y otros, la gran mayoría, quedamos muy satisfechos y sorprendidos para bien con la actuación. Quien crea que esta banda se puede equiparar con Orphaned Land por procedencia y estilo, no va del todo encaminado ya que estos apuestan más por riffs más divertidos, con más musicalidad si cabe, sin dejar atrás por supuesto esos evidentes toques orientales, ni las voces guturales ni el rollo progresivo que tanto me gustó, en el que tenían cabida partes más ambientales y psicodélicas que recordaban al estilo de los 70’s, entre Pink Floyd y Rush. Pero sin duda, lo primero que nos llevó a la gran sorpresa fue la actitud y forma de moverse de su vocalista Davidavi Dolev que, aunque lleva tan solo unos años en la banda, ya ejerce un dominio impresionante y no le costó demasiado esfuerzo meterse de lleno al público en el bolsillo con saltos, piruetas, sonrisas, vueltas, más saltos desde el mismo bombo de la batería… una energía desbordante, un carisma que saltaba a la vista y sobre todo, una voz enormemente versátil que era capaz de saltar entre registros con una facilidad pasmosa, de tonos medios / graves a guturales rotos, o de emotivos falsetes a rasgados más agresivos... Sin duda, fue él el centro de las miradas, aunque también me gustaría destacar el papel(ón) que tuvo el jovencísimo batería Jonathan Amar, que a pesar de su apasionada cara de mala hostia, se lo pasó en grande y le metió unos trabucazos a la batería a matar.
Y es que el tema de la formación de esta banda para este 2019 en directo tiene miga, me ha costado un buen rato averiguar y asegurarme concretamente de la que vimos aquella noche en la Garaje Beat Club. Al citado Jonathan se le unió el guitarrista Omer Fishbein para el principio de la gira, aunque luego volvió Or Shalev, que fue al que vimos en acción junto al fundador Tomer Pink, también guitarrista, y al bajista Golan Farhi. No hubo rastro, sin embargo, del teclista Shai Yallin ni del vocalista gutural Eliran Waitzman.
La segunda en caer, ya más sobria musicalmente hablando, fue Place for Fairytales, con la cual ya todo el mundo comenzó a saltar y a aplaudir, muestra de la gran afinidad que hubo entre la peña y la banda, mayormente gracias al vocalista Davidavi Dolev, que se comió entero el escenario en cada minuto. Siempre se le vio muy animado, pero en algunos momentos se desbocaba y se volvía literalmente loco, alternando registros más duros con otros más melódicos y siempre, siempre muy entregado a sus labores tanto de vocalista como de frontman. Con temas de su último disco, como Nomad, fue avanzando un setlist muy variado en lo musical, unos temas muy técnicos interpretados a la perfección en directo pese a que el sonido nunca fue perfecto y le faltaron algunos decibelios. Por ejemplo, los solos de Or Shalev al principio no se escucharon bien, o el micro del vocalista se cortó en ciertos momentos, pero este último seguía dándolo todo, ondeando los brazos en el aire y contagiándonos con su buen humor para seguirle en todo lo que nos mandaba. De hecho, aquella misma noche era su 31 cumpleaños, y el resto de la banda le sorprendió con una tarta cuyas velas apagó expresando su deseo de que ojala todos los años fuesen como este. Como regalo, nos ofrecieron un nuevo tema, Ascend, que vendrá incluido en su próximo trabajo que tendrá por nombre “Mountain Fever”. Utilizando una bonita máscara de madera, se tocaron Kippur, guapísima, también de su último trabajo hasta el momento “Vagabound”, seguida de As you are, que fue culminada con un grandísimo y merecido aplauso por parte del público. Siguieron conectando increíblemente con todo el mundo y para los bises del final escogieron Hymn of the Vagabound, cuyo final vino marcado por la subida masiva de gente al escenario mientras la banda interpretaba sus últimas notas, así que imaginaos el gran clima que se vivió con tantas voces coreando el estribillo. Por pedir, habría estado bien que las proyecciones de fondo hubiesen lucido un poco más y algo más de volumen, pero difícilmente podríamos haber salido del concierto con una sensación mejor.
Muy satisfechos con el bolo, salimos al exterior de la sala a coger un poco de aire. La lluvia nos había dado cierta tregua desde hacía unas horas y por suerte pudimos ir saliendo tranquilamente y fumar al agradable clima nocturno murciano. En cuanto a asistencia, no demasiada, la verdad, la justa para que no hubiese huecos demasiado vistosos entre la peña, pero no excesiva para poder respirar a gusto y movernos a nuestras anchas, que es como me gusta a mí vivir un concierto.
Nos pillamos otro litrito y al turrón, esta vez entrando con un poco más de tiempo para poder ver el concierto desde el primer segundo. Entre aplausos, la banda apareció en el escenario, sin muchos saludos iniciales, muy concisa y yendo directamente a encargarse de los temas. Un tanto fríos, diría yo incluso, al igual que sorprendentemente el público, sin demasiado movimiento en la primera en caer que fue The Cave, que es la primera también de su “Unsung Prophets & Dead Messiahs”. Y aquí he de abrir un paréntesis en la crónica para aclarar que dicho disco fue para mí uno de los mejores del 2018 dentro del Metal en todas sus vertientes, un trabajo impresionante, inundado de emociones en formato progresivo / oriental, grandísimas melodías y profundidad, en definitiva, un disco imprescindible y probablemente lo mejor que han hecho nunca. Desafortunadamente para los que piensan como yo, no cayeron demasiadas de dicho álbum, así que voy a centrarme en ellas como se merecen, porque todas ellas sonaron rebosantes de sentimiento. En este primer corte, de más de 8 minutos de duración, hubo espacio en el escenario para todo. La excesiva seriedad inicial se fue diluyendo poco a poco. Ambos guitarristas, tanto Idan como Chen (este último luciendo melena con ventilador de frente incluido), fueron mostrando cada vez más complicidad, chocando espaldas y haciéndose guiños con frecuencia. Pero de lejos, fue la teclista Sharon Mansur, una música desconocida de muy reciente incorporación al grupo, quien encendió la llama. Su trabajo se hizo de notar desde el principio, su instrumento sonaba alto y fuerte, pero cuando salió a escena con su teclado portátil y se posicionó al lado de Chen, su enorme belleza y su ardiente sensualidad quedaron tan al descubierto ante nosotros que yo, sinceramente, me quedé pasmado. No nos dio tiempo casi a respirar… y literalmente hicieron saltar a toda la sala con una bomba llamada All is One. Se arrancaba por palmas el cantante Kobi Farhi al ritmo de su impetuosa y exótica melodía. Los coros sonaban fuertes y la fuerza innata del tema nos llegó al corazón a todos. Imposible no volverse loco cuando un tema es tan jodidamente bueno y suena así en vivo, perfecta combinación de sabor oriental y progresión con la máxima técnica y talento interpretativo, parecido a lo que se podría decir sobre Barakah, cuya parte central me dejó hipnotizado. Normal que el barbudo de Uri Zelcha terminara desmelenándose a base de headbanging.
Nótese, y a no ser que yo no lo haya entendido bien, del gran detalle, de llevar un pañuelo palestino tal como están las cosas (siempre la puta religión de por medio…) entre el país natal de los integrantes del grupo y aquellos que ponen su nombre al tipo de pañuelo. No en vano, hubo más referencias al respecto más tarde. El propio Uri, que ya estaba on fire, continuaba alzando el mástil de su bajo durante el transcurso de The Kiss of Babylon (The Sins). Por si la noche todavía no tenía suficiente sabor oriental, tanto esta como Ocean Land (The Revelation) se encargaron de remarcar dicha esencia, ambas muy celebradas y esta última con esos suculentos coros finales sonando en toda su grandeza, apoyando esa fantástica melodía vocal de un Kobi que, si bien comenzó algo flojo el concierto, costándole un poco llegar a los tonos más elevados, ahora se encontraba en toda su plenitud, incluso aumentando su nivel de simpatía con varios intentos de comunicarse con nosotros en nuestro idioma. Aunque quedan un poco escondidas en disco, las preciosas notas de bajo iniciales con ese dibujo tan trabajado me llamaron mucho la atención en Like Orpheus. Obviamente se notó la ausencia de Hansi Kürsch, que colabora en estudio, pero Kobi estuvo especialmente soberbio en ella, luciendo un gran nivel en las melodías más del Este.
Llegaba el momento de un pequeño discurso por parte del vocalista, unas palabras de aire conciliador pero provocador por otra parte, denunciando ante nosotros las mentiras y la manipulación de los medios de comunicación y los gobiernos, que utilizan los fanatismos religiosos como un arma de doble filo y enfrentan a dos pueblos que deberían ser hermanos por sangre, no enemigos mortales por religión. La verdad, no esperaba menos de ellos que este emotivo discurso, y los inspirados aplausos no tardaron en llegar, y se prolongaron durante un buen rato. Tampoco cortaron demasiado el ritmo del concierto, aunque a nivel de intensidad musical sí se notó un pequeño desnivel, aunque no por We do not resist, que fue la que contuvo toda la fuerza y el significado del pequeño discurso de Kobi, tampoco por el pequeño pero sentido interludio compuesto por voz y teclado, y por supuesto tampoco por Let the truce be known, una puta maravilla de canción desde la primera a la última nota, una composición inspiradísima, con un dramatismo e intensidad que te ponen los pelos de punta. Sinceramente, no me la esperaba y me dio un enorme subidón de adrenalina, especialmente en el estribillo… me dejé el cuello entero con su poderoso y brutal riff. Y tendríais que haber visto a Kobi cantarla… joder, toneladas de sentimiento y potencia… Otra canción perfecta para definir al Metal oriental por sí sola que, como dijeron ellos hacia el final, EXISTE, y por eso estamos todos aquí esta noche. Y por cortes como este, adoro a Orphaned Land. La bajada de intensidad que he mencionado se refería (en mi opinión, claro está) a la parte en la que interpretaron In Propaganda y All knowing eye, sublimes para mí en disco, pero a las que les falta algo de atractivo en el contexto de un directo. Quizá por esto tenían guardada bajo la manga esa más accesible Sapari, para animar un poco más el cotarro y pedir al público que la cantara bien alto. También animó la presencia de Sharon, la teclista, tocando con una baqueta el plato de la batería en ciertas partes. Seguíamos envueltos en toda esa esencia oriental cantando las partes más melódicas de In Thy Never Ending Way, con ese epílogo que quedó llenando el silencio tras la salida de los músicos del escenario, con esa voz en off y un piano disparado. Se despidieron, pero no tardaron mucho en reaparecer, dando las gracias por el apoyo y el calor, y presentando uno de sus temas de honor, Nora El Nora (Entering The Ark), que por última vez puso a saltar a toda la Garaje al ritmo serpenteante de sus melodías y con Uri, Chen y Idan, los tres cuerdas de acero, levantando sus mástiles simultáneamente.
Su música puede dar para mucho espectáculo, y en este punto se puede opinar que la actuación de Orphaned Land nos podría haber ofrecido algo más visual en este sentido (ya que las proyecciones de fondo tampoco destacaban gran cosa), pero el buen hacer de los músicos, su impecable técnica y ejecución de los temas, su gran setlist y el más que aceptable sonido del que gozaron superaron con creces esta pequeña carencia. Para mí fue un auténtico conciertazo el de las dos bandas. Qué nivel, señor@s...
Tras el bolo, bastante acalorados, buscamos algún sitio para cenar, y tomárnoslo con calma, ya que el concierto al que había asistido Elena todavía estaba en los primeros compases y teníamos unas cuantas horas por delante. Además, hay una gran verdad: Garaje Beat Club + Concierto + Bocatica y + = combinación ganadora, con esos pedazo de bocatas que se marcan.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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