lunes, 20 de enero de 2025

¡Marea negra! (Mediterranean Metal Maniacs Fest IV, Sala Marearock, Alicante)

Alicante necesita más Metal. Y el cambio en la dirección de lo que durante muchos años fue la sala Babel, hoy transformada en la Marearock, seamos sinceros, le ha hecho un flaco favor a nuestro rollo. Una sala que apuesta, en la mayoría de los casos por bandas de punk rock y sucedáneos, una tendencia muy alejada de lo que fue antaño. Precisamente por eso me supo fatal no acudir el pasado sábado día 11 al concierto que dieron allí mismo los riojanos Tierra Santa, una banda que además me encanta y sigo prácticamente desde sus inicios. En esa ocasión tuve que decantarme por una opción más asequible, pero que también tuvo sus grandes dosis de emotividad, como fue el concierto que dio la banda tributo El Despertar del Silencio, con la participación en varios temas del mismísimo Pedro Andreu. Sin embargo, este último sábado tenía clarísimo que quería volver a alimentar mi vena metalera, y la ocasión la pintaban calva, con un cartel bastante irresistible. Y es que, tras el cambio de ciudad que supuso la tercera edición de su festival principal (que se celebró en la Garaje Beat Club de Murcia), los Mediterranean Metal Maniacs atacaban de nuevo en casa, en la capital alicantina, donde se acogió con los brazos abiertos la propuesta que nos tenían preparada. Tres bandas ‘high level’ en sus respectivos estilos, los ya más que rodados Nocturnal, Thrash ennegrecido desde Alemania, también Vultures Vengeance, banda que ha recibido excelentes críticas (y que me habían recomendado bastante) a lo largo de sus 10 años de su carrera, y el que tal vez era el concierto más especial del cartel, la puesta de largo en directo de los Whisper del gran José Vicente Aldeguer, un proyecto que me dejó atónito gracias a la calidad de su primer EP.

Pues allí nos plantamos, una vez más. En mi caso, al final me tocó ir solo (como ya me temía…), pero lo digo en plural porque a las puertas de la Marearock se respiraban aires de multitud cuando llegué, tras un rápido y cómodo viaje, y cero problemas para aparcar. En seguida me vi abrumado por la cantidad de gente conocida a la que tuve el gustazo de saludar, mucho más de lo que suele ser habitual en Alicante. Y es que en esta ocasión, mucha peña de fuera se había animado a acerarse, atraídos por el gran cartel que nos ofrecía la noche. Una alegría enorme. Lo que sí hacía en la calle era un frío que te cagas. Confiando en que las temperaturas serían más altas, salí del coche en plan chulo… y espero no haber cogido un catarrazo de la hostia. Poco duraría, por fortuna, esa sensación de frío, al entrar rápidamente en calor dentro de la sala, donde se estaba ni tan a gusto.

Y fue casi llegar y besar el santo, ya que los componentes que aquella noche iban a formar parte de Whisper en vivo, ya calentaban y preparaban sus instrumentos sobre el escenario. Whisper es un proyecto de reciente creación, y otra muestra más de las múltiples inquietudes musicales de quien lidera esta nueva empresa musical, que de tener la continuidad que sin duda merece, puede dar muchísimo que hablar, incluso más allá de la escena nacional. Hablamos nada menos que de José Vicente Aldeguer, que no necesita absolutamente ninguna presentación, y del que ya he hablado largo y tendido en múltiples ocasiones en este blog. Un privilegiado con un verdadero don para la música, cuya mejor carta de presentación es su impecable trabajo en bandas de una calidad tan soberbia como War Dogs, Chantrice, Phantom Spell o actualmente en directo, los míticos Iron Curtain. Pero es que además, su carrera en solitario se encuentra también en un momento de despegue impresionante. Ya me cautivó del todo con Gölgoth el primer proyecto para el cual se encargó de todos y cada uno de los instrumentos, dando a luz un trabajo bastante experimental llamado Crimson Skies, en el cual dejó volar muy alto su imaginación y su portentoso talento. En Whisper, creo que se ha superado a sí mismo. Los temas suenan todavía mejor, más cohesionados, con más experiencia y más matices, esta vez tirando hacia registros más rockeros y menos folk, pero también con tendencias marcadamente progresivas, y sobre todo, con mucho apego por ese sonido de los 70 que tanto le fascina, a pesar de su juventud, lo cual también es una muestra incuestionable de buen gusto. Su EP homónimo fue lanzado en 2023, y es una escucha que no puedo dejar de recomendar a todo el mundo que tenga un mínimo de criterio musical.

Tras esta breve presentación de esta nueva andadura, vamos a centrarnos en lo que fue el concierto, su gran y esperado debut en los escenarios. Una pieza disparada, muy bonita, épica y sinfónica, se encargó de traer las primeras notas a aquella noche de sábado. Con los músicos ya listos, y todos de cara a la batería, destaparon el show sin mayores preámbulos, mostrando la faceta más cañera del disco con Whitchfinder’s Dream, el tema más largo. Un ritmo que en seguida nos cautivó a los muchos, muchísimos que esperábamos con ansias aquella actuación Y he de decir, antes de continuar, que la sala logró una concurrencia en dicho concierto que no se repetiría, ni de lejos, en el resto de la velada. Salvo algún acople puntual, sobre todo en los primeros compases, el sonido fue el que merecían, realmente bueno. Algo por encima del resto al principio, pero con una presencia deslumbrante, las teclas de Ramón cobraban un gran protagonismo con esos movimientos rápidos y ese sonido Hammond que les viene como anillo al dedo a los temas. Josevi Aldeguer, aunque se podría haber puesto tras el instrumento que le diese la real gana (tal es su habilidad como multiinstrumentista), escogió hacerse cargo de las guitarras, con una solidez que ya resultó pasmosa desde el primer acorde.

A su izquierda, otra de las grandes caras conocidas, Alberto Rodríguez, camarada de Josevi en War Dogs, que tampoco se quedó corto, encargándose también de guitarras, armonías vocales, incluso algunos trazos guturales, como sucedió en este primer corte de la noche. La parte final, especialmente progresiva, me viene estupenda para destacar el enorme currazo del resto de los músicos que acompañaron a Aldeguer, Emilio a la batería, David al bajo, y el ya nombrado Ramón (uno de los grandes protagonistas del show) a las teclas. Tras este primer envite, el griterío fue casi ensordecedor, una muestra de cuán querido es el artista por su público. Emocionado, nos dedicó unas palabras de agradecimiento, y aprovechó para darnos una sorpresa inesperada para muchos, como fue la presentación de un tema nuevo llamado Pathways. No solo disfruté a saco del propio tema, sino también por el hecho de que este indica una intención de continuidad para Whisper. Los efluvios setenteros volvieron a inundar el escenario, más patentes incluso. Alberto y Josevi compartían gran pasión a la hora de tocar, juntando hombros, cruzando punteos, desarrollando armonías, y clavando partes enormemente complejas, perseguidas en ocasiones por las rápidas teclas de Ramón, con un dominio impecable. También, en esa parte central más suavizada, destacaron las cuerdas de David al bajo, otro músico que se lució a lo grande, aun sin intención de destacar en la parte escénica.

No tardaron en sobresalir en el aire los puños del respetable, fans y amigos, animando y apoyando a una formación que se vio en todo momento arropada. Staring at the Stars es uno de esos temas que, con una sola escucha, ya te das cuenta de que tiene un brillo especial, y no se puede definir de otra forma que pura inspiración. Estaba deseando que la tocaran, aunque eché de menos esa preciosa introducción de teclado del disco. Con un solo flipante de Jose Vicente, que cada vez se mostraba más suelto en el escenario, y unas fluidísimas teclas por parte de Ramón, rápidamente nos envolvió en esa atmósfera de ensueño que crea, esas melodías que te transportan, y esas complicadas estructuras que son una auténtica delicatesen, suaves pero con mucho gancho, pulidas, calculadas, y muy bien acompañadas por los compases marcados por Emilio a la batería. Este último también estuvo espectacular, siempre tan elegante, metódico y exacto, y perfectamente compenetrado con su compañero David en el colchón rítmico. Obviamente, Aldeguer no se iba a hacer acompañar de músicos mediocres, y como era de esperar, todos ellos demostraron con creces su valía, haciendo gala de una técnica incuestionable. Más guitarras cargadas de decenas de detalles y un feeling enorme en A Little Bit of Rock, que empalmaron con la anterior.

También la gente se soltó a la hora de cantar los estribillos, acompañando a Josevi. Cantar no será su valor más destacado, pero doy fe de que se defiende estupendamente, y creo que en directo lo hizo todavía mejor que en disco, modulando bien su voz y llegando sin problemas a donde tenía que llegar, contando con el respaldo de los coros de Alberto y su profundo registro. Uno de los temas más pegadizos y más destacados de este primer y único trabajo, que continuaron con la que fue la única versión de la noche. Moonchild, de Iron Maiden. También incluida en el trabajo, sirvió de despedida por todo lo alto, y creo que todos los presentes nos emocionamos mucho cantándola. Me gustó mucho el resultado, sobre todo las partes vocales modificadas, la excelente integración del Hammond, que compitió en velocidad con ambas guitarras, y esa demostración final de virtuosismo rítmico por parte de Emilio tras los parches. Probablemente, por ser un sonido que me encanta, por la calidad de sus músicos, y por el recibimiento que tuvieron, fue el concierto que más me moló de todo el cartel. No sería el más impactante en cuanto a energía escénica, y se me quedó demasiado corto, pero solo por escuchar temazos y músicos de ese nivel, música con mayúsculas, ya le otorgo esa clasificación personal. Lo dicho, impaciente por recibir más noticias de futuro sobre este proyecto, que pienso seguir con lupa.

Continué topándome con colegas, algunos a quienes hacía bastante tiempo que no veía. Y es que al final, todos los buenos vamos a morir al mismo sitio jeje. A pesar del terrible frío (para algunos, que otros iban hasta en manga corta…), el calor de la gente se hacía palpable en la calle. Muchos reencuentros y fotos de grupo de asociaciones que allí se reunieron, y un gran ambiente de los que da gusto respirar, con conversaciones sobre música, sobre los conciertos, nuevas amistades… El clima perfecto para reposar un ratito y volver a afrontar la noche con más ganas todavía.

Con Vultures Vengeance se acabaron las delicadezas, y nos metimos de lleno en terrenos del más auténtico y ortodoxo Heavy Metal, del que, le pese a quien le pese, no morirá por los siglos de los siglos, en gran parte gracias a bandas que siguen tirando del carro, como en este caso los alemanes. De hecho, conforme fueron cayendo las bandas, el percal se fue endureciendo a pasos agigantados, una buena medida para que no decayese la fiesta. No quise perderme ni un solo minuto de actuación. Por lo que me los han recomendado, y por lo que he escuchado, estaba casi cantado que iba a ser una movida realmente explosiva. Y demostraron algo de inmediato, nada más plantarse sobre las tablas: una sobresaliente y verídica actitud. Con unas guitarras afiladas y chirriantes, y un gran énfasis, que liberaron de golpe, Chained by the Night estaba destinado a ser su primer pelotazo. Todo iba como la seda, la peña iba entrando y flipando en las primeras filas… hasta que tuvieron que detener el primer tema por un pequeño accidente con el pedal del bombo. Hubo aquí un pequeño parón que cortó bastante la dinámica. Pero por suerte, aquello no había hecho más que empezar, y todavía quedaba mucho concierto para recuperarla. No se demoraron mucho, y recomenzaron el tema, como tiene que ser, y ahora sí, nada pudo detener su torrente de energía. Punteos a toda mecha, y un Tony T. Steele muy emocionado y con unas ganas incontenibles de repartir estopa, al frente de su banda, marcando cánones y mostrando ya un comportamiento de lo más aguerrido y Heavy.

Un final de lo más virtuoso que casi empalmaron con su tema más reciente hasta la fecha. Those Who Sold the World formará parte del inminente nuevo disco “Dust Age”, y no quisieron desaprovechar la ocasión de mostrárnoslo en vivo. Otro excelente curro en la sección de guitarras, sonido cada vez más duro, y unas baterías cabalgantes de parte de Damian Baldasso, que por momentos, parecía volverse loco… ¡vaya forma de maltratar los parches! También disfrutamos de unos grandes cambios rítmicos, que seguirían siendo santo y seña de algunos de los siguientes temas. En casi todo momento se esforzaron por acercarse a su público, por ejemplo, durante Fates Weaver, en la que Tony se inclinaba ante los monitores para interpretar un solo ante nuestras narices, mientras sus compañeros Claudio Scialabba al bajo y D.D. Fury a la segunda guitarra pateaban duro el escenario. Pinchos, cuero, melenas al viento… no hay que darle más vueltas, esto es HEAVY METAL, verdadero y genuino, y no la inmundicia que algunos pretenden vendernos como ‘la evolución del Metal’. Poco tiempo perdían entre tema y tema, y casi todos ellos eran presentados, como la siguiente Pathfinder’s Call, otro fogoso trallazo en el que el cantante / guitarrista hizo gala de todos sus recursos vocales, gritos feroces y tonos altos mientras se balanceaba de un lado a otro, inquieto a más no poder, terminando Damian de pie tras la batería antes de dar la estocada final. The Knightlore es la canción que da título a su primer LP, recibida con los brazos abiertos. Estaban sembrando vientos sin cesar, y lo que cosecharon fueron unas primeras filas que cada vez vivían el concierto con más empeño.

Como dije, se notó una buena vaciada de gente, pero los que se quedaron, se agolparon delante y lo dieron todo entre headbanging y cuernos al aire. Incluso el bajista, algo más calmado, pegó un subidón en esa parte más machacona, juntando espaldas con Tony. A ese trabajado final instrumental, le sucedieron otras tantas como Rise of the Morning Star, con unas luces parpadeantes que parecían estallar, muchos cambios guapos de ritmo, y un desmelene total, tanto arriba como debajo del escenario. Ah, y Damian Baldasso volvió a concluir el tema de pie, preparado enseguida para reventar las baquetas en la siguiente A Curse from Obsidian Realm. Qué gustazo verle tocar, tan solo fijarse en él le encendía a uno la sangre. En realidad, el sonido distaba de ser perfecto. La distorsión era excesiva, y faltaba bastante claridad en las voces, que sonaban como algo tapadas por el resto del barullo, pero aun con todo, se dejaban escuchar bastante bien. Tras la contundente y old school Towards the Gates of Unknown (¡ojo, de su primera demo!), Tony, Claudio y D.D. pisaban los monitores a la vez, mirando al público de forma desafiante, y encendiendo la mecha (que realmente, nunca se llegó a apagar) con A Great Spark from the Dark, la que abría en este caso su primer larga duración “The Knightlore”. Al tiempo que metía sus riffs lacerantes y sus punteos de locura, Tony estrellaba sus puños contra los de su público, empatizando a tope, y metiéndoselo todavía más en el bolsillo.

Entre los buenos coros de D.D. y un aguante vocal encomiable de Tony, veíamos al fondo a un Damian Baldasso que no bajaba de revoluciones ‘ni pa Dios’, con sus espectaculares movimientos y tremenda pegada. Muy motivado en la nueva City of a Thousand Blades, el bajista se dejaba cuello y melena por el camino, y también me fijé mucho en su poderosa forma de tocar, tal como en la aceleradísima Dust Age (podremos escucharla ya el próximo 21 de febrero en el disco homónimo), que subió una burrada la temperatura. Las cuerdas sacaban ya humo, igual que nuestras cervicales, y pasaron ahora a tesituras más machaconas con On a Prisoner's Tale, pero eso sí, sin descuidar ni un ápice la velocidad y el virtuosismo que les caracteriza. No sé si sería por el relativo empañamiento sonoro, pero esos registros tan a lo Hansi Kürsch que le noto a Tony Steele en disco, no me parecieron tan evidentes en vivo. Sea como sea, con sus agudos, dio muestras constantes de esencia y buen hacer, igual que en su faceta como frontman, presentando a continuación el que sería el último disparo de su concierto: Dead Men and Blind Fates. Muy cantada, y recibida con los puños en alto y ese constante ‘eh eh’, fue perfecta para un final electrizante, que dejó el pabellón bien alto. Tras la foto de rigor, Tony se dirigía a nosotros con un ‘See you next time!!’, antes de desaparecer entre bambalinas.

Como anécdota más bien divertida, contar que , fuera de la sala, mi colega Anna y yo nos pusimos a hablar con un auténtico mastodonte belga. Me sorprendió su osadía de ir en puta manga corta cuando hacía un frío casi inaguantable en la calle, y pasamos muy buen rato charlando sobre bandas y bromeando. Ignorante de mí, desconocía que estaba hablando con el mismísimo John Berry, batería de Nocturnal, que posteriormente arrasarían el escenario hasta sus cimientos. Esto sucedió antes del bolo de Vultures Vengeance, pero ahora, vamos a dar otro salto hasta el último bolo de la noche.

Quedaba menos gente aun que en el concierto anterior, pero desde luego, ganas no faltaban. Nocturnal era, sin duda, la banda más mítica de aquel cartel, y es que a sus espaldas caen ya 25 años de carrera, que se dice pronto. Aunque, a diferencia de las dos anteriores, ellos no llegaron presentando disco nuevo, el setlist que nos tenían preparado era de auténtico infarto. Y no se anduvieron con chiquitas con Satanic Oath, que marcó el punto de partida. Su Thrash / Black infernal se hizo el dueño y señor de la sala, con la batería a todo trapo, las cuerdas sacando chispas, y su vocalista, Invoker, inclinándose sobre el escenario, llevando siempre a cuestas el soporte del micro. Sin parar un instante, Black Ritual Tower fue iniciada a castañazo limpio por John Berry desde su batería, para seguir al trapo con la velocidad habitual, y destacando esos punteos de Avenger tan maidenianos que le ponen la gotita de melodía al tema. Fue aquí la primera de las muchas veces en las que el plato y el soporte se fueron a tomar por el culo. Y es que fijándonos en la violenta forma de tocar de John, no es de extrañar. Ahora sí, hubo un pequeño momento de parón, roto al poco por la contundencia de Beast of Hades.

Lejos de amilanarse, John volvía a la carga, masacrando sus parches sin mesura, y ya se vieron entre el público los primeros mosh de la noche, al tiempo que también Invoker apuraba su primera birra. Los imparables riffs de Avenger iban calentando cosa fina al personal, que se desbocó de mala manera en Preventive War, dando lugar a empujones y hostias varias. No tardaría en llegar el momento en que alguien besaría el suelo. Avenger, padre de la banda, se iba viniendo más y más arriba con cada tema, al igual que su compañero Incinerator a las cuerdas de su bajo. El calor subía peligrosamente, y el estruendo rebotaba cada vez más en las paredes de la Marearock, prosiguiendo con temazos de la talla de Tormentor, en donde el vocalista nos acercaba el micro para escuchar nuestros berridos, y Temples of Sin, que todos recibimos con clamorosos ‘¡eh eh!’ y cuernos en alto. Pasada la parte más machacona, fue una de las que más encabronadas sonó de todo el concierto, pero tampoco le fue a la zaga esa Rising Demons. La cara de John Berry, casi fuera de sí, hablaba por sí sola, entre los alaridos de Invoker, y esos gestos de complicidad entre Avenger e Incinerator, espalda contra espalda para marcarse unos punteos de lo más furioso.

El vocalista presentaba cada tema a grito pelao, y con Thrash Attack la volvieron a liar parda. Gente en volandas, y otros que se iban al duro suelo, gracias al inmenso barullo que se estaba formando en las primeras filas, y al hecho de que a estas alturas la sala parecía una pista de patinaje. Fijaos que solo pensaba ver unos cuantos temas del concierto, pero me lo estaba pasando tan bien, se me calentó la sangre de tal forma, que decidí quedarme hasta el final. El cuello ya nos ardía a quienes cada vez nos acercábamos más a la banda (intentando esquivar los peligrosos mosh en mi caso jeje) y vivíamos el concierto con más intensidad, y Nuclear Strike la elevó todavía más, si cabe. Un pequeño pero veloz solo de batería sirvió de preámbulo al tema, un bombazo que provocó que la gente empezase incluso a subirse y tirarse del escenario como si les fuese la vida en ello. Y otra vez el plato al suelo, pero en esta ocasión ya ni se detuvieron. Ni siquiera ante el hecho de que el micro de Invoker dejase de funcionar, y fuese Incinerator quien se tuviese que encargar de las voces durante Void Dweller.

Ya solventados los problemillas, era el turno de Speed Metal Attack, un cover de Bestial Desecration (banda con la que Nocturnal compartió un split allá por el 2005). En esta, los registros del vocalista nos recordaron a los primeros discos de Slayer, con quienes comparten no pocos rasgos musicales. Era más que evidente su enorme gustera sobre las tablas, regodeándose en cada fraseo, en cada grito, y doblegando el cuello sin parar. El concierto casi tocaba a su fin, y sinceramente, se me hizo mucho más corto (y divertido) de lo que esperaba en un primer momento. Con John golpeando a muerte, otra vez el plato mordió el polvo en Merciless Murder pero como si nada continuó la vorágine de destrucción. Como muestra, ese castigo cervical que se auto infringía el bueno de Avenger, ejecutando al mismo tiempo sus riffs con gran pasión. Y anunciado como el último corte, Awakening the Curse of Souls puso el resto. Peña sobre el escenario, y debajo de este, y mil golpes y empujones, atendiendo a las provocaciones del batería John Berry, quien se ponía de pie tras su instrumento. Los punteos rapidísimos de bajo, junto a los fulgurantes acordes de Avenger, mientras el cantante apuraba su última lata de birra, pusieron un punto y final de oro, que nos dejó con el cuello roto.

Pero mi principal motivo de alegría de aquella noche no fue por estas tres grandes actuaciones, ni siquiera por encontrarme con tantísima gente conocida. Fue, en términos más generales, por la enorme acogida que tuvo el festival, y esto al final es algo clave para garantizar la continuidad de estos eventos y las asociaciones que los llevan a cabo, como en este caso, la familia de los Mediterranean Metal Maniacs, cuya gran labor quedó plasmada, entre muchas otras cosas, en la impecable organización de todo, y en la rapidez para resolver los imprevistos que se presentaron. Creo que muchos no son realmente conscientes del descomunal trabajo, y de la vital importancia que tienen este tipo de asociaciones para la supervivencia del Metal underground, acercándonos bandas que de otro modo sería prácticamente imposible ver por estos lares, al otro lado de los grandes macrofestivales y eventos multitudinarios que muchas veces solo apuestan por el A-B-C de turno.

Un enorme abrazo para todos aquellos con quienes tan buenos ratos pasé, Juanmi, Mauro, Aitor, Anna, David, Cristina, Roge y Manu, Doria, a los siempre currantes Enrique y Vanessa, y por descontado, a tooooda esa marabunta de Valencia que le echó huevos para montar un bus, acercarse hasta Alicante, y engrandecer aun más la noche. Repetimos muy pronto.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


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