
Vaya por delante, que esta crónica va a constar de dos partes. En esta primera entrega, desgranaré lo que fueron las actuaciones de Freedom Call y Doro, dejándome para la siguiente, y situándolos en el cuadro de honor en el que merecen estar, a MANOWAR, cuya barbaridad de concierto todavía resuena en mis tímpanos. Lo suyo, más que una actuación, incluso más que un brutal y devastador espectáculo audiovisual, fue un auténtico regalo para todos sus fans, algo que nunca, jamás podría borrar de mi memoria aunque quisiera. Pero esa… es otra historia que, como digo, os contaré más adelante.
Comencemos un poco analizando aspectos de la organización. Lo primero gracias, mil GRACIAS a ellos por tener los cojones de traer a MANOWAR después de 11 años sin pisar nuestra península. Solo por eso, se han ganado mi respeto. El Navarra Arena es un recinto con capacidad para más de 11.000 personas, idóneo para la celebración de este evento, aunque hay que decir que algunas zonas estaban cerradas, y para la banda principal, se quedó algo justo, al menos, en el área de pista. Respecto a los precios, ya tenía pinta de antemano de ser el típico festival sacacuartos. Priva carísima, con litros de cerveza a 10 pavos (aunque los he visto de peores) y una oferta gastronómica bastante mediocre. La decisión de no dejar salir a la calle a la gente me pareció del todo errónea, sobre todo, tratándose de un festival de más de 7 horas ininterrumpidas, así como la prohibición de entrar agua o comida, algo abiertamente ILEGAL. Yo personalmente paso de contribuir a este tipo de atracos, así que no gasté un solo céntimo, ni en comida, ni en bebida, me aguanté sin cenar, bebí agua de los grifos de los baños, y arreando, que es gerundio. También he leído por ahí que se les acabó la bebida mucho antes de que terminaran los shows, algo bastante vergonzoso. Y esa luz ultravioleta tan intensa que tuvimos que aguantar durante toda la noche… se la podrían haber ahorrado. Por lo demás, poca información en redes respecto a precios en general y guardarropas, y muchas preguntas relevantes sin contestar. No puedo comentar nada sobre la zona de gradas, porque no estuve allí. En cuanto a personal, bien, te atendían amablemente y todo estaba más o menos estructurado, con dos zonas para fumadores, una de ellas en la misma entrada, perfecta para que nadie respirase nuestro humo (léase la ironía… manda huevos).
Tampoco era demasiada la información sobre puntos de acceso. Con la lluvia y el frío que hacía, fuimos hasta el primero que vimos, y nos mandaron hasta la otra punta del recinto para entrar a pista. La zona de aparcamiento del propio Navarra Arena estaba anulada, con lo que tuvimos que buscarnos la vida en un, por suerte, cercano parking gratuito. Una vez ya dentro, a cobijo de las inclemencias meteorológicas, entre unas cosas y otras el concierto de Electrikeel ya iba por más de la mitad, y entre pasar por el baños, echar el último cigarrito, saludar a gente y tal, me perdí la mayor parte de su actuación, algo por lo que pido sinceras disculpas a la banda.
Electrikeel
La verdad, no les había escuchado anteriormente, y no esperaba que su rollo fuese tan bestiajo. No me encajaban demasiado en un marco tan clásico como el de aquella noche, pero eso no fue óbice para que consiguieran ganarse la simpatía del público con un show que voló cabezas. Grupo nacido en las mismas entrañas de Iruña, tuvieron su oportunidad de oro teloneando a tan enormes bandas, y desde luego, no la desaprovecharon. Lo primero que saltó a la vista (o más bien, al oído), es el potentísimo sonido del que gozaron, con un volumen al 11, y una fuerza escénica que intimidaba. Orgullosos de su primer larga duración, “Straight Outta Depths”, no dudaron en desgranar unos cuantos de sus temas, que sonaron como un auténtico tiro entre ceja y ceja desde que llegamos, portando el emblema del Thrash / Crossover, pero con muchos ramalazos de Death Metal, muy agresivos y mordientes, dejándose la piel en cada nota. Temas cortos, pero de una intensidad ardiente, como (si no me equivoco) esa furiosa Punks que sonaba tras pasar nosotros la puerta al pabellón, aceleradísima y mortal de necesidad, a la que prosiguieron otras no menos afiladas como Hate Eternal o Kingslayers, que cuenta con su propio videoclip. Cada vez más gente se acercaba a verles, y a pesar del reducido tiempo de actuación que tuvieron, lo estrujaron al máximo, sin perder tiempo, y culminando la jugada con Till We Die, toda una muestra de principios y gran actitud, en la que los virtuosos punteos del bajista Xabier Rekalde (realmente rápidos), y las carreras, guitarra en ristre, de su vocalista Asier Bendoiro, destacaban bajo la atronadora batería de Jon Laguna, que acabaría hecho trizas dada la energía y entrega con la que tocó. Constantes cambios de posición, ademanes al público y mucho desmelene para terminar aquella acaloradísima actuación.
Freedom Call
El Heavy Metal predominaba en el cartel, y eso, sin duda, es algo bueno. Sobre todo, teniendo en cuenta la tendencia modernota que están adoptando la gran mayoría de festivales grandes, encontrar promotoras que todavía apuesten por el Metal de verdad, es una maravilla, aunque (salvo los cabezas de cartel) sea tirando de nombres que son bastante o muy habituales en nuestras tierras. Pero a nadie amarga un dulce, y precisamente de esto, Freedom Call entienden un buen cacho. Lo suyo es pura fiesta azucarada, cada uno de sus temas, casi un himno a la alegría épica, a las melodías pegajosas y rimbombantes, y al buen rollo con su público. Y así lo demostraron aquella velada, siendo el primer gran aperitivo.
Salieron montando un buen estruendo, saludando, y ya con una sonrisa fija en el rostro. Bueno, lo del estruendo, a nivel figurativo, porque en verdad, tuvieron un volumen bastante bajo durante todo el concierto al que costó acostumbrarse. Y que conste, que en ningún caso esto fue sinónimo de mal sonido, solo me refiero a que faltó darle unas cuantas vueltas a la ruedecita de los decibelios, porque todos los instrumentos sonaron realmente bien. Hammer of the Gods fue la primera apuesta. Aunque nuestros oídos tardaron un poco a nivelarse con el sonido, el tema entró como la seda. Y Chris Bay, que sabe ganarse casi sin esfuerzo a su público, ya andaba, con su guitarra a cuestas, lanzando patadas al aire y dando vueltas, algo que contribuyó en gran medida a acelerar ese gran clima que se respiraba. ¡Saltamos juntos! Nos gritaba el vocalista, al ritmo de los teclados pregrabados que iniciaban Tears of Babylon. El bajista Francesco Ferraro, que también comulgó al 100% con esa aura tan festiva, agitaba a un lado y al otro su melena, mientras pellizcaba las cuerdas y elevaba el bajo de su mástil, sin que la batería dejase de cabalgar, poniéndonos a tono para la siguiente, Supernova. Igualmente, también destacaban, apoyando a Chris en su labor, los coros de Francesco y del guitarrista Lars Rettkowitz, que demostró tener muy buen feeling, especialmente, con el cantante. La satisfacción se reflejaba en el rostro de Chris, tanto a la hora de actuar, como cuando nos saludaba, empleando un español más que encomiable para dirigirse a nosotros. Turno ahora, tras la anterior, del segundo corte que sonó de su último disco, en este caso la homónima Silver Romance, en donde se aprecia un ligero esfuerzo por parte de la banda de ampliar sus horizontes musicales, aunque manteniendo en todo momento su identidad, la esencia que les vio nacer.
Melodías refrescantes y contagiosas que todos disfrutamos, algunos más parados, pero otros con saltos y manos elevadas, viendo a Francesco y a Chris marcarse un mano a mano, y posteriormente, a este último apoyarse en la espalda de su compañero Lars. No es que Chris sea un cantante extraordinario, pero cumplió muy bien con su trabajo, saliendo airoso de las partes más difíciles en temas como Union of the Strong, a la vez que se tocaba unas armonías con Lars. Sin abandonar la faceta más ‘happy’ de la banda (algo que a muchos nos encanta, y a otros no tanto, pero es lo que hay), sonaba ahora la tercera en discordia de su último “Silver Romance”, que Chris arrancó con saltos y mucha energía, mostrándose en muy buena forma física a sus 56 tacos. Tras la batería, continuando en lo que respecta a Out of Space, veíamos a Ramy Ali, de incorporación más reciente, ponerle mucho entusiasmo al asunto, levantando las baquetas a cada golpe, y obsequiándonos con alguna que otra pirueta. No les costó demasiado hacernos cantar una y otra vez los estribillos. El inicio del concierto fue muy bien llevado, y eso hizo que todo el mundo se volcase con ellos, siguiendo al pie de la letra las peticiones del vocalista y líder de la banda, que lleva ya nada menos que 27 años tirando del carro. Durante unos segundos, le perdimos de vista, pero volvió a posicionarse en el centro llevando gafas de sol y un gorrito de lo más gracioso, perfecto para el contraste con esa Mr. Evil. Los guiños a sus fans eran constantes, pero sin dejar de lado la actitud, como la que mostraba ahora Lars pisando los monitores, y luciéndose en el solo.
Todos la reconocimos a la primera nota, pero aun así, provocaron y se hicieron de rogar, antes de entrar al trapo, con la magnífica y frenética Freedom Call, uno de los pocos acercamientos a sus primeros discos. Fue también una de mis favoritas, y no lo voy a negar, fue la hostia, me subió los ánimos por las nubes, y me provocó los primeros dolores serios de cuello. Mucho coreo por parte de la gente, muchas voces en el estribillo, y puños apuntando al cielo, con ese momentazo de reprís que terminó de bordar la canción. No disponían de mucho tiempo, y decidieron emprenderla ya con los grandes clásicos, las imprescindibles en sus conciertos, comenzando por la ‘felizoide’ Power & Glory. Uno de esos temas que te carga las pilas instantáneamente, y te obliga a saltar y cantar con todas tus fuerzas, y en este caso, a mover las manos de lado a lado, imitando al gran Chris Bay. Divertida, facilona, positiva y muuuy pegajosa, el potente sonido de las guitarras (pese al tema del volumen), le dio todo un puntazo. Brevemente, el frontman presentaba Warriors, y en seguida, Francesco Ferraro volvió a las andadas con sus bandazos de melena, pasándoselo de muerte, e incluso dando saltos en esa parte más contundente, a la que prosiguió un solo combinado entre Chris y Lars, sencillo, pero efectivo. ¿Preparados para más tralla? Pues ahí llegaba Metal is for Everyone, con el doble bombo de Ramy atronando duro, Lars y Francesco a los coros, y constantes gritos de ¡Metal! ¡Metal! entre la peña. El ambientazo estaba en la cúspide, y nada mejor para rematarlo, en el mejor de los sentidos, que Land of Light. Los teclados, disparados, generaron cánticos automáticos y generalizados, exaltados todavía más por los saltos acompasados de los tres músicos, y el poderosísimo doble pedal de Ramy Ali, que sacaba humo al final del tema. Coronaron la actuación con un final ruidoso y contundente, con Francesco tocando el bajo de espaldas, y Chris agradeciendo efusivamente al respetable la asistencia y el apoyo mostrado.
Puesto que no se permitía la salida del recinto, acudimos a la zona de fumadores a echar el rato entre grupo y grupo (es lo bueno de un festival con descansos). Tranquilamente, charlamos, nos hicimos unas fotos con peña conocida, fuimos al baño, algunos a por priva, y otros quedaron guardando sitio. Y precisamente, ese era el próximo objetivo. Además de disfrutar plenamente del concierto de Doro, había que ir pensando ya en la batalla final, porque la cosa se estaba poniendo al rojo vivo. La gran mayoría de asistentes estaban ya dentro del recinto, que ahora lucía abarrotado hasta los topes, sobre todo, en las primeras filas, donde hubo gente que no abandonó su posición en ningún momento. Desde el lateral derecho, fuimos avanzando poco a poco hasta situarnos en un buen lugar para ver, una vez más, a la indiscutible Reina del Metal.
Doro:
Como digo, ver a la artista alemana en la península es de todo menos raro. Pero al mismo tiempo, también es una garantía total de concierto de calidad intachable, de temazos, de potente Heavy Metal clásico, y de mucha, muchísima comunión entre músicos y banda, especialmente de la mano de la inconmensurable Doro Pesch, que sigue viviendo su sueño encima de los escenarios desde hace ya la friolera de más de 40 años, y lo hace con una pasión irrefrenable, con una dedicación absoluta por sus fans, y con un carisma tan gigantesco como profundamente encantador.
No hubo grandes sorpresas en el setlist, mayormente basado en temas de Warlock, aunque por supuesto, tampoco faltaron algunos de los éxitos de su más reciente carrera en solitario. De hecho, incluso me gustaría que incluyera más de estos, pues sería una forma de refrescar el repertorio, al mismo tiempo que le daría más voz a sus discos propios. Esto no quiere decir, en absoluto, que no disfrutase de todo aquello que sonó, viniese de donde viniese. Y con un arranque como el que propuso I Rule the Ruins, es fácil triunfar desde el primer acorde. A sus 60 años, la rubia alemana luce impresionante, tanto física como vocalmente. Estrictamente enfundada en cuero negro, anillas y tachuelas, salió como un tiro a escena, dando muestras de que su voz iba a funcionar al máximo nivel, y de que su cariño hacia sus fans no ha menguado ni un ápice con los años. Con la sonrisa por delante, y lanzando al viento su melena una y otra vez, atacaba ahora con Earthshaker Rock, atronando ya la batería de Johnny Dee, y levantando ya múltiples ¡eh! ¡eh! entre el gentío. Pero también Bas Maas buscaba su protagonismo, un guitarrista infalible que hizo gala de una actitud y unas maneras espectaculares durante el show. Primer corte propio de la mano de Time for Justice, acompañada de un sonido buenísimo, fuerte y muy claro. Doro, hecha un completo terremoto, se movía de un lado al otro del escenario sin dar tregua, atrayendo a la peña sin remisión, y cantando cada vez mejor; y esto es complicado cuando no paraba ni un segundo quieta, cantando, animando, pidiendo voces y palmas continuamente, acercándose a sus compañeros…
Le siguió Burning the Witches, una de las más solicitadas en sus setlists. No falla, está claro, entre otras cosas gracias a la calidad de los músicos y a ese vozarrón incansable por el que apenas se nota que hayan pasado tantos años. Las guitarras sonaban especialmente bien, gruesas y contundentes, y realzaron aun más la fuerza de temazos como este último, o Fire in the Sky, otro de cosecha propia. Además, la banda también contó con parafernalia escénica, como esas erupciones de fuego que emergían del borde del escenario cada dos por tres. Pura tralla desenfrenada, con toda la banda ejerciendo el headbanging al unísono, e incitándonos a hacer lo mismo, o en el caso de la siguiente Raise your Fist, a levantar el puño, atendiendo a las palabras de la propia vocalista. Esta, entre tema y tema, nos dedicaba unas cariñosas palabras, emocionada como estaba, de agradecimiento y asombro por la que se estaba liando bajo sus pies. La bajada de luces le sentó como un guante a Für immer, creando ese ambiente tan íntimo que siempre se busca con ella, y por supuesto, la estrecha colaboración con el público. Para la ocasión, y solamente en esta (si no recuerdo mal), uno de los guitarristas se puso tras el teclado. No era otro que Bill Hudson, que en esta gira, o al menos, en este concierto, sustituye al habitual Luca Princiotta. Un momento muy emotivo, en el que Doro volvió a dar el Do de pecho, modulando su voz de forma magistral, muy elegante, y la batería de Johnny Dee retumbaba con poderosos efectos de eco. Tal vez fue alargada un poco más de la cuenta, pero funcionó a las mil maravillas. Remontaron el ritmo inmediatamente con Hellbound, volviendo a la discografía de Warlock, y retomando Bill Hudson su puesto original, descamisado, luciendo musculatura y una forma bastante agresiva de tocar su guitarra.
La alternancia de temas de entre las distintas bandas de Doro fue nota habitual en el concierto, y ahora era el momento de pasar por su último CD de estudio “Conqueress - Forever Strong and Proud”. A lo mejor no fue la más indicada para mantener elevado el ritmo, pero he de decir que Children of the Dawn me llegó bastante, un tema realmente sentido, que fue interpretado por Doro con la mayor de las pasiones. La cantante, que ya nos tenía comiendo de su mano, volvería una y otra vez a profesar agradecimientos a todo el mundo, incluidos los organizadores del evento, a decirnos que nos quería, y a lanzar besos a diestro y siniestro. Qué grande es, y que humildad revela siempre. Su nombre es leyenda viva y lo será por los siglos de los siglos, y merece todo lo que se ha ganado. Revenge es una que no me esperaba, y precisamente por ello me cayó como un auténtico patadón en las costillas, haciéndome gritar hasta la afonía. Batería a toda hostia, Bill y Bas cruzándose entre ellos, y la cantante compitiendo en una auténtica maratón de resistencia vocal. Tampoco me olvido de su bajista Stefan Herkenhoff, cuya presencia escénica e instrumental no fue menos clave, aunque quizá su sonido fue el que menos destacó. Un regalo que suelen ofrecernos en directo es su particular versión del Breaking the Law de Judas Priest. Al principio, en registros más suaves y acústicos, para luego dar el subidón, con Bill y Bas haciendo rugir sus guitarras a lo bestia y marcándose unos mareantes molinillos de melena. Doro, que alternaba con gran soltura frases por arriba y por debajo (tonalmente hablando), se acercaba a primera línea de escenario, para vernos cantar de cerca, tan enfervorizados como nos tenía a todos.
Y como era de esperar, el momento del All We Are fue de los más sonados. Ni uno solo de nosotros dejó de cantar, levantar puños al aire, o bailar con tan mítico hit, pero es que, además, la fiesta se desparramó también por encima de la tarima, con gestos de complicidad constantes, muy buen clima entre músicos, lanzamientos de púas, partes alargadas para regocijarse en ellas, y ahora sí, en ese marcaje rítmico, el bajo sonó de auténtica fábula. El solo final de Bill Hudson no hizo sino encender aún más la llama. Pero aquello no iba a terminar así. Porque tras el corto parón, se escondían todavía dos grandes. La primera, Metal Racer, lo volvió a poner todo patas arribas, eléctrica y contundente, con ambos guitarristas arqueando la espalda a piñón. La siguiente y última también me cayó como una bomba, y es que True as Steel es puro mensaje, identidad y un fuerte golpe sobre la mesa de los más elevados, necesarios, y firmes principios. Tanto como a nosotros, emocionó al batería Johnny Dee, que no dudó en hacer unas cuantas cabriolas con sus baquetas mientras le daba cera a gusto a los parches. La propia Doro lo pasaba tan en grande, que se quedó un rato frente a nosotros, cantando el Livin’ After Midnight de sus adorados Judas, que sonaba disparada. Pero en un gesto bastante feo, a mitad de esta, les cortaron el sonido, y alguien del personal salió al escenario, y prácticamente se llevó a Doro del brazo, aunque esta nunca dejó de cantar y mostrarnos su más sincera sonrisa. Pese a las incontables veces que he visto en directo a la banda, el concierto se me pasó en un suspiro, y diría que es uno de los que más he disfrutado nunca.
Ahora sí que ni se nos pasó por la cabeza salir. El recinto estaba hasta las trancas de gente, era imposible casi moverse, y eso que no estábamos muy adelantados. Poca gente salió del mogollón, algo con lo que yo contaba para poder buscarme una mejor posición para la gran batalla sagrada. Pero había que hacerlo, costase lo que costase. Nunca me ha gustado empujar ni molestar, pero en aquel momento, se convirtió en algo imperativo si quería llegar a estar, como mínimo, entre las 10 primeras filas, y lo más centrado posible. Finalmente, lo conseguí, junto a mi chica. Y a partir de ese momento, asfixiado como una sardina, apretujado y empapado en sudor, los nervios empezaron a gobernarme. Tenía tantas, TANTÍSIMAS ansias por volver a ver a mis Dioses, que la espera se me iba a hacer muuuy larga. La espalda iba doliendo ya cosa mala. Mi rodilla hacía de las suyas. Me moría de hambre. Los pies empezaban a estar triturados. Me sentía bastante deshidratado y agobiado por tanta gente apelotonándose, y tenía que aguantar una hora entera así. Pero, ah sí, lo tenía bien claro: de allí solo me iban a sacar en camilla. En unas horas, os contaré cómo continuó esta noche incomparable.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Hola Javi :) Soy Rockberto el de Sounds Like New. Madre mía!!!!! Qué pedazo de crónica te has marcado. Qué envidia me das con esa profusión de detalles al que yo nunca alcanzo, soy mucho más lacónico. Me alegro mucho que te molase tanto el festival y espero con ansia lo que queda con Manowar como protagonistas. Un abrazo para ti y para tu chica, crack!!!!
ResponderEliminar¡Hombreee, Roberto! ¡Grande ahí! ¡Muchas gracias por tus palabras! Lo importante es conseguir plasmar la intensidad de los conciertos, sea de la forma que sea. Que al fin y al cabo, son una de nuestras grandes motivaciones en esta vida. Este Kingdom fue un festivalazo que no olvidaré jamás. Porque lo que has leído moló y estuvo a gran altura... pero lo que falta... madre mía. Qué puta locura. Todavía estoy en shock, tío. A ver si me da tiempo a publicarlo sobre las 19:00 o así. Otro abrazo enorme para ti, y muchísimas gracias por leerme.
ResponderEliminarMuy buena crónica...ELECTRIKEEL fantásticos y muy poco tiempo.Sonaron muy bien. FREEDOM CALL para mí una grata sorpresa,pues los conocía pero no les había prestado nunca la suficiente atención.. estuvieron super inspirados.DORO se marcó un concierto fantástico, que grande!! Bandaza la que la acompaña.Todos sonaron muy bien. Cosa rara sobretodo con los teloneros a los que se les suele bajar la ruleta "... Enhorabuena a la organización,SE NOTA QUE LO QUE PREPARARON LO HICIERON COMO SI PARA ELLOS SE TRATASE,COSA RARA HOY DÍA EN MUCHOS EVENTOS.SOIS GRANDES⚡⚡⚡⚡⚡🔥🤘🤘🤘
ResponderEliminar¡Hola! Muchas gracias por comentar. Pues así fue, a grandes rasgos. A mí personalmente, Freedom Call me gustan mucho y les disfruté a tope. Dieron un concierto dinámico y divertido con algunos de sus cortes más animados y pegadizos. Lo de Doro fue subir otro escalón. Entre su voz casi inalterada por el tiempo, y el elenco de músicos con el que se rodea, triunfó a base de carisma, temazos y buen hacer. De Electrikeel solamente vi los últimos temas... lástima, porque sonaban muy, muy potentes. Pero en cuanto a la organización... sí, muy agradecido por traer (al fin) a Manowar por aquí, mi banda favorita de todos los tiempos. Pero tuvieron muchos puntos flacos que hay que mejorar en próximas ediciones, como un personal de seguridad abusivo, o la imposibilidad de pagar en efectivo en las barras. Por no hablar de los precios, un robo a mano armada. Aunque esto último, por desgracia, ya es habitual en todos estos eventos. Un saludo.
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