
También hay otro asunto, de hecho, el más obvio de todos… que no sé muy bien cómo enfocar ni cuál podría ser la solución, y ese es el sol y el calor. Es de cajón que en plena Cartagena, a cielo descubierto, y a finales del mes de junio, va a hacer calor, eso es algo que no duda nadie. Pero lo de este año (y seguramente, es algo que irá a más y peor) ha sido sencillamente insoportable, con picos de casi 40 grados en medio de una ola de calor asfixiante. Pocas desgracias pasan para la gran cantidad de horas en las que estamos frente al escenario, tragándonos el sol de este a oeste hasta pasadas las 20:00 de la tarde. E ir a partir de esta hora y perderse la mitad de cada día, para mí, no es una opción. Acepto que el sufrimiento es, e incluso debe de ser, una parte del festival para luego disfrutar de esa sensación de victoria y auto-superación. Pero lo de este año ha sido un verdadero infierno.
Tras todo este rollo, que nunca está de más reivindicar, ahora sí, vamos ya con las crónicas, que es lo que realmente interesa.
Secret Rule: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
A decir verdad, han sido toda una sorpresa para mí. No les conocía hasta pocas semanas antes de la celebración del festival, y disco a disco, casi sin buscarlo, me fueron enganchando hasta despertarme muchas ganas de verles en directo. Para quienes no les hayáis escuchado o presenciado, juntad melodías de los primeros Within Temptation, el punto moderno de Lacuna Coil, arreglos sampleados, algunas líneas de voz lírica, y mucha personalidad propia, y obtendréis el sonido de los italianos Secret Rule, que a su vez, ha ido evolucionando con el tiempo.
Tuvieron que lidiar con el hecho de tocar a las 4 de la tarde, en un día especialmente tórrido, y ante una audiencia no demasiado numerosa, pero eso no les echó para atrás. Salieron con actitud y ganas de comerse el escenario, con un setlist bien equilibrado y parcialmente distinto respecto al que estaban haciendo en su anterior gira, en el que nos ofrecieron temas de casi toda su discografía, incluyendo recientes singles y un par de primicias en directo, alguna de las cuales todavía está por desvelar públicamente. En su contra, tuvieron un sonido al que le faltó mucho para ser bueno, aunque en verdad ese es un problema que tuvieron que sufrir la mayoría de las bandas de las primeras horas. Terminada la introducción de cánticos pregrabados, arrancaron con la cañera One More, con la voz principal sonando aún muy floja, y la guitarra de altísima, aspectos que se fueron nivelando rápidamente y nos permitieron disfrutar cada vez más del show. La bellísima Angela Di Vincenzo se tomó muy en serio su papel de frontwoman, convirtiéndose por méritos en el centro de las miradas y la dueña del escenario, pero tampoco le fueron a la zaga, ya en I Am, el guitarrista Andy "Menario" y la recientemente incorporada Sofia Basili, cuyos mástiles se elevaban al unísono en todo un ejercicio de coordinación.
Una rápida presentación sirvió de preámbulo para The Song of the Universe, que contiene una de las mejores melodías que han compuesto. Mucha química entre los componentes, con Andy y Angela (ambos fundadores de la banda) juntándose cada dos por tres, sin dejar esta última de gesticular en un estilo similar al de Sharon den Adel, y bordando cada nota de ese final a capela, con nuestras palmas como único acompañamiento. Orgullosa, la cantante nos comentaba que íbamos a ser los primeros en escuchar en vivo el primer tema de adelanto, Just a Sacrifice, de lo que será su próximo disco. Melodía pegadiza, buenos arreglos y una batería contundente en un corte cuyo estribillo muchos acabamos coreando. Este mismo año, ha habido cambios en la formación, entrando la bajista Sofia Basili y el baterista Andrea Miazzetto, a quienes se vio ya muy integrados. Sofia tardó en soltarse, pero cuando lo hizo, se mostró imparable, posando, gesticulando, y agitando su melena, todo sin dejar de tocar con mucho estilo. En la siguiente Destruction, se percibió un muy buen rollo entre ambas chicas, muy sincronizadas en movimientos, pero también entre Sofia y el guitarrista Andy. Los manguerazos que brotaban desde el foso, además, nos refrescaban que era una delicia, y nos infundían todavía más ganas de seguir moviéndonos al son de temas como la siguiente Time Zero.
Mientras disfrutábamos de ese regustillo a The Wall (Pink Floyd) en su melodía inicial, Sofia se posicionaba en el centro del escenario dando los primeros punteos, colaborando el guitarrista también con su voz, y machacando Andrea sus parches, hasta tal punto, que uno de los platos cayó desde la plataforma. Pero sin duda la mayor primicia que nos regalaron, fue tocar en directo un tema todavía no estrenado (cuyo título aún está por desvelar), y que formará parte de su próximo disco “X”, que saldrá sobre otoño. Un tema, por cierto, tremendamente cañero, con un solo vertiginoso en una onda casi powermetalera como pocas veces ha sonado en la banda. Muy contentos de poder estar allí, se despedían ya a través de Angela, que dio las gracias a todo el equipo humano tras el concierto, y a nosotros por estar ahí. Rápidamente, al grito de ‘jump! jump!’ puso a todo el mundo a botar, extra motivados por esos potentes riffs de Andy y los fluidos movimientos de Angela al frente, descargando su más reciente single Echoes of the Earth, que también sonó de fábula. Si el resto del disco mantiene esa línea, va a ser un auténtico pelotazo. Tras unas buenas embestidas a la batería, y un rapidísimo solo de guitarra por parte de Andy Menarini, este último, ya junto a sus compañeros, nos invitó a gritar tres veces la palabra ‘dai’ (algo así como ‘¡vamos! ‘¡vamos! ‘¡vamos!’). Diría, basándome en varias opiniones que escuché, que regresaron Italia con un buen puñado de nuevos fans.
Hitten: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Ya formaron parte del cartel en la primera edición del Rock Imperium, y con total merecimiento, volvían a figurar en la edición 2025. Hitten son, hoy por hoy, una de las bandas más laureadas del movimiento Hard & Heavy clásico en nuestro país, y eso es algo que han conseguido a base de trabajo duro, infinidad de conciertos, y por supuesto, de ser unos músicos de un nivel indiscutible. Incluso, por momentos, parecía que un escenario gigantesco como el del Rock Imperium se les quedaba pequeño.
El hecho de tocar en casa no fue hándicap para ser la banda más concurrida del viernes hasta el momento. Hasta el escenario estaba bien engalanado para la ocasión, con estandartes del grupo y su nombre bien grande en la pantalla. Aguantando el calurón como buenamente podíamos, escuchábamos puntual la introducción que abre su último trabajo hasta el momento, esa Prelude to Passion que, como cabía esperar, dio paso a una While Passion Lasts arrolladora. Y para tormenta, la que se marcó el batería Willy Medina, al mismo tiempo que sus compañeros invadían el escenario en una entrada triunfal con mucho humo, y un sonido que, si bien no era perfecto, ya permitía escuchar todos los instrumentos sin problema. Rápidamente, la actitud, con mayúsculas, se desplegó por el escenario a través de los músicos. Lo de Johnny Lorca, es espectáculo de manual. Sus poses de rockstar rápidamente concentraron gran parte de las miradas, y sus riffs, toneladas de headbanging en las primeras filas, que rápidamente se extendieron con la siguiente Mr. Know it All. Más chorros de humo que brotaban ahora justo donde Dani Meseguer (otro que tal…) estaba de pie. A su lado, Alex Panza, un verdadero torbellino en movimiento que, además, canta de 10, tal como comprobamos en estos dos primeros temas.
Ver tanta acción en tan poco tiempo impresiona, y el show no había hecho más que empezar. Tras unas palabras del propio Alex, en perfecto español, atacaron más duro todavía con Blood from a Stone. Ahora era Johnny quien se empapaba de humo hasta los topes, pisando los monitores, saltando hacia atrás, agachándose, corriendo incansable… al tiempo que su compañero Mr. C tiraba de chulería en pleno centro del escenario. Se podría decir que lo de Hitten son conciertos meticulosamente medidos, pero al mismo tiempo, con mucho espacio para la improvisación. Y es que cuando la actitud va por delante, el resto viene solo. Ride Out the Storm llegó enlazada, casi nota con nota. Johnny se cantó unos fraseos bastante altos en ella, cosa que me sorprendió, y por supuesto, pudimos disfrutar de una de las mejores interpretaciones de Alex, que con su voz privilegiada, llegó sobradísimo a cualquier tono que se le pusiese por delante. Acompañándoles con palmas, caía a continuación Meant to be Mean, destacando enormemente las partes más virtuosas, tanto de Johnny, como de Dani, el uno despatarrándose en su solo, y el otro acudiendo hasta el borde del escenario para estampárnoslo en la cara. No solo fueron perfectamente ejecutados, sino además, con toda la pasión del mundo. Alex se descontroló, como el verdadero animal de escenario que es, en Hard Intentions, dando giros, levantando el puño y bravuconeando ante su público con una soltura difícil de explicar.
A su vez, no fuese a decaer la cosa, Dani y Johnny se enzarzaban, cara a cara, en un solo compartido que nos aceleró todavía más el pulso, espectacular maniobra que repetirían en múltiples ocasiones. Something to Hide fue la tranquila del set, y también encajó de perlas. En este concierto, todo fue ‘al natural’, nada de pistas pregrabadas, incluso el silbido fue interpretado en directo por Alex, flipándonos ya en la parte final con un agudo perfecto, limpio, y con un tono que en ese registro puede recordar especialmente a vocalistas como Tony Moore de Riot, o a Anthony Stephen de Frenzy. El contrapunto a este agradable momento de relax lo puso Twist of Fate, que entró como un auténtico tiro. Willy Medina apalizaba con ganas su batería, sin dejar de sonreír en ningún momento, y así continuó en Eyes Never Lie, una de mis grandes favoritas del set. Presentada por Alex, tanto los sonidos acústicos en las guitarras, como los dibujos de Horacio al bajo, así como el posterior solo de tapping clavado por Johnny Lorca, nos supieron a gloria. Otra de las que más me gustó (además, empalmada con la anterior), fue Hold Up the Night. Melodía 100% made in Hitten, y unas secciones de doble pedal martilleando a muerte, con las que era imposible dejar el headbanging.
Johnny y Horacio jugaban a su propio juego, pasándoselo en grande, mientras Dani desempeñaba con mucho brío su solo en primera línea de ataque. Sobre la marcha, dos compañeros de la banda registraban momentos del concierto con sus cámaras. Alex se tomaba un pequeño respiro, dejando un momento de lucimiento para el resto de músicos (como si no hubiesen demostrado ya lo enormemente buenos que son), y volvió con las pilas cargadas para darlo todo en Built to Rock, lanzando patadas al aire y cometiendo todo tipo de excesos físicos y vocales sin despeinarse. El concierto iba tocando a su recta final, y con ella, llegaron también inesperados percances. Al poco de arrancar In the Heat of the Night, el sonido se desplomó, escuchándose tan solo la batería y, muy por debajo, el resto de instrumentos. ¡Para colmo, también se rompió el soporte del micro principal! Pero Hitten llevan 15 años demostrando que son imparables, y esta fue la ocasión perfecta para reivindicarlo de la forma más literal posible, luchando hasta el final. Y fue casi entonces cuando regresó el sonido, entre chorros de humo, locuras escénicas varias, y vítores del público aclamándoles. Definitivamente… estos chicos juegan en otra liga.
Puestos a pedir, me habría gustado escuchar algo de los dos primeros discos, ya que no llegué a verlos con esas giras. Pero al margen de esto, no sobró ni un solo tema en su, por otra parte, fabuloso repertorio.
91 Suite:
No creo que quepan muchas dudas a la hora de encumbrar a los murcianos 91 Suite entre lo más selecto y granado del melodic Rock / AOR de este país. Es una banda que jamás me cansaré de ver, y repito lo ya dicho en innumerables ocasiones: deberían participar en todos y cada uno de los Rock Imperium. Lo cierto es que solo han prescindido de ellos en una edición, así que por mí, la cosa va perfecta. Su inmensa calidad, elegancia y clase superior, así lo exigen. Por lo tanto, un año más, ahí estábamos al pie del cañón para disfrutarles, y comenzamos a hacerlo a partir de esa primera Seal it With a Kiss. Con mucho humo en el escenario (un recurso del que tiraron bastante), Jesús Espín, Paco Cerezo y los suyos nos dieron desde el inicio una lección magistral de buen gusto con sus melodías, sus coros y su entusiasmo, ya especialmente visible en el batería David Koto, que no paraba ni con sus manos, ni con su cabeza. Jesús terminó de calentar ya su voz antes que concluyese este primer asalto, y en Times They Change hizo también un trabajo fenomenal. Los cabalgantes ritmos emergentes de la guitarra de Iván González, y su gran solo, nos pusieron en onda, mientras el propio Jesús iba juntando hombros, uno a uno, con todos sus compañeros, acercándose a la gente, y demostrando, en general, un torrente de energía imparable.
Nos dedicaba a continuación unas palabras, no carentes de humor, y también en inglés para todos los que vinieron desde fuera, un detalle muy suyo y del que muchos deberían tomar ejemplo. Maravillosa, sencillamente genial esa Give me the Night, que con su pegajoso estribillo, nos puso a todos a saltar, cantar y bailar, coreando incluso las primeras notas de guitarra. Con una gran coordinación escénica entre Jesús, y el siempre elegante Antonio Muñoz a las cuatro cuerdas, este último y David bordaron cada tempo y cada detalle, por pequeño que fuese, perfeccionistas como son. Ese final a castañazo limpio, y doble bombo a saco (incluso uno de los platos se fue al suelo), nos llevó hasta otra celebradísima como fue Starting All Over. Y es que su último disco hasta el momento, “Back in the Game”, es una joya, una absoluta delicia de principio a fin, y de él extrajeron la mayor parte del setlist. Y no puedo continuar esta crónica sin hablar del soberbio y prácticamente perfecto sonido del que gozaron, sin duda, uno de los más equilibrados de todo el festival. Los teclados, incluso, sonaban en su punto justo, el bajo no molestaba como en la gran mayoría de actuaciones, y esas guitarras crujían que daba gusto escucharlas. Esto no sorprende tanto cuando caemos en la cuenta de que no era otro que el gran Borja Bueno quien se encargó de su ecualización, un auténtico mago de las mesas que convierte en oro todo lo que toca.
Y, joder, qué gustazo escuchar así de bien a una banda cuya calidad musical es, ya de por sí, estratosférica. Iván González nos encendía con sus riffs en primera línea de ataque en All for Love, al tiempo que Paco tiraba de buenos coros, e incluso Antonio se arrancaba con unos slaps en su bajo. La experiencia es un grado, y Jesús hizo galas de toneladas de esta a la hora de actuar y desprender carisma por todo el escenario, cantando cada vez mejor, sin que ni siquiera los tonos más complicados se le resistiesen. A parte, también hubo sorpresitas en el setlist. Give me Your Heart, con su irresistible ritmo, es uno de los nuevos temas que presentaron, y que será incluido en el próximo disco que servidor ya espera como agua de Mayo. Jesús, como el pozo sin fondo de energía que es, conectaba con sus compañeros, marcaba el ritmo con el pie, y bromeaba atando con una cuerda invisible a ambos guitarristas para situarlos mano a mano. Obviamente, tampoco podían faltar los clásicos eternos de su discografía, como Hard Rain. Para ir sobre seguro, el vocalista hizo una ‘prueba de sonido’ con nuestras voces antes de que esas potentes bases rítmicas, esos despatarramientos de Iván, y esos alardes vocales de Jesús nos deslumbraran más que el propio Sol.
Magníficos esos teclados de Daniel Morata (aunque en este caso, sí eché de menos un poco más de presencia) en Perfect Rhyme, una de mis grandes favoritas, de ensoñadora melodía, geniales armonías de cuerdas, y un groove para caerse de culo. Para complementar la enorme elegancia en la que estuvo envuelta, David metía esas figuras en el aire con sus baquetas. Otra imprescindible en sus repertorios, Wings of Fire (lo cual, marcaba casi el final del show), fue destapada con un pequeño solo de batería por parte de David, y una parte instrumental, en la que pudimos apreciar, entre muchas otras cosas, la impecable técnica al bajo de Antonio Muñoz. Fue una de las más cantadas del concierto, a la que sucedió el tema más reciente que han grabado, See the Light. Mientras David aporreaba a piñón su batería, Jesús demostraba una vez más que, con toda su pasión y su clase superior, estaba sembradísimo a nivel vocal, y sobrado en cuanto a fuerzas. Además, en este show no estuvo excesivamente hablador, lo cual permitió que encajasen todos los temas posibles. Por poner un ‘pero’, eché de menos mi favorita del “Back in the Game”, que es Sunrise of your Love… y poco más. Y es que muy poco negativo se puede decir de una actuación pulida hasta el extremo y tan marcada por la calidad. ¡¡GRANDIOSOS 91 Suite!!
Sryper:
La de los americanos Stryper era una de las actuaciones más esperadas y valoradas, como mínimo, de aquel segundo día. Aunque no son pocas las veces que los reyes del Rock cristiano han pisado nuestra tierra, ver a una banda de Hard / Heavy estadounidense, en términos generales, siempre habría de ser algo especial por su rareza. Sin embargo, no fue finalmente el concierto soñado por todos, ya que a pesar de ser más que correcto en general, pincharon en determinados aspectos, con mayor o menor responsabilidad.
Con una escenografía prácticamente nula (no hubo ni siquiera telón), y cero preámbulos, arrancaron con la, por otra parte, muy pegadiza Sing-Along Song, del aclamado “To Hell With The Devil”, que a su vez, fue el disco más representado, entre otros muchos de la época clásica. Con esto, ya imaginaréis que el concierto estuvo petado de grandes himnos muy coreados. También el guitarrista Oz Fox, y el ex-Fire House Perry Richardson cantaban algunas partes del tema, complementando las líneas del gran Michael Sweet. Todavía más melódica y cantada, sin faltar las buenas armonías vocales que ya cayeron en el primer tema, fue Calling on You. Hablar de Robert Sweet es hacerlo de uno de los baterías con más carisma y estilo propio de cuantos ha tenido el Heavy Metal. Sus contundentes movimientos, y su tremenda pegada, son parte crucial del sonido Stryper, y además, una de las mejores bazas que tuvo este concierto. En Free veíamos sentir y vivir cada nota a Perry Richardson, que apenas abría los ojos, y en la más actual Divider, otra aplastante demostración de la inmensa pegada de Robert, siempre ladeado sobre su taburete y con la melena al viento. Desde el “God Damn Evil” nos tocaban Sorry, que bajó un poco las pulsaciones, pero que contó también con esos buenos coros tan afines a la banda desde sus inicios.
Y a pesar de que la ecualización llevaba desde el inicio siendo un poco mediocre, desde donde yo estaba sí se apreciaba la potencia de las guitarras de Sweet y Fox, pesadas y fuertes, especialmente en algunas como Loud’n’Clear. También escuchamos en ella uno de los poquitos agudos que Michael se dignó a lanzar, y una pisada de bombo estruendosa como pocas. Al final de The Rock That Makes Me Roll, llegó la primera lluvia de biblias, mientras predicaban la palabra de su dios. De momento, estaban convenciendo, pero no flipando, al menos, en lo que a mí respecta, y es la misma sensación que he tenido en las últimas veces que les he visto. El frontman nos dedicó un sincero agradecimiento, para proseguir, desde el “Soldiers Under Command”, con esa guapa pieza llamada Surrender. Perry, en uno de sus momentos de gloria, blandía arriba y abajo su mástil tanto como su melena, muy metido en el concierto, y demostrando que aún le quedan muchas ganas y actitud. También participó estrechamente en las voces de All for One, junto a Oz y Michael, que les quedaron de puta madre. Al tratar de iniciar el siguiente tema, sonaban (si no recuerdo mal), los primeros acordes de No More Hell to Pay, pero con miradas entre ambos hermanos, cayeron en la cuenta de que se habían equivocado, y con soltura y habilidad, cambiaron de tercio hacia More Than a Man, potente y heavymetalera.
Cogiendo mucho protagonismo, las guitarras de Michael y Oz (quienes también nos deleitaron con sus vertiginosos solos), sonaban realmente poderosas y en primera línea. Pero si hubo una que me hizo especial ilusión escuchar, fue Always There for You. Sí, podéis llamarme moñas, pero siempre he creído que esta canción tiene una luz muy especial en su melodía y armonías. A parte de que es bastante raro que toquen algo del “In God We Trust” en directo, justo en ese momento se iba ‘apagando’ el Sol y encendiéndose la iluminación, y todo ello contribuyó a que me resultase un momento muy mágico. Muy apasionado en sus cantares y gestos, Michael lo hizo realmente bien a pesar de que su voz no es sino una sombra de lo que fue, pero también se lució junto a su compañero Oz: verles juntos punteando, con el mástil elevado, era casi como ver doble por su exactitud. Ahora sí, pasaron a la canción con la cual se habían equivocado antes, No More Hell to Pay. Muy bien se escucharon, al menos en el inicio, esas escalas de bajo, y algo más confuso, el solo de Michael, que ejecutó a gachas. Dos buenos temas, aunque un pelín insípidos, como When We Were Kings (que da nombre a su último álbum) y sin descanso, The Valley, nos llevaron hasta el parón de los bises, que ya os aviso, fueron con diferencia los temas más vitoreados y disfrutados del show.
Todos los músicos de la banda avanzaban hacia el frente para despedirse ya, y darnos las gracias por el apoyo. Pero sabíamos que no podían irse de rositas sin tocar ese par de pelotazos que caerían a continuación. Con fuerzas renovadas, embistieron con Soldiers Under Command, donde Perry la liaba a cabezazos, nosotros cantábamos a pleno fuelle, y obtuvimos dos de las cosas que más se echaron de menos: uno de esos agudos imposibles de Michael Sweet (¡vaya, vaya!), y algunas poses de Oz Fox, que se mostró demasiado estático en la mayor parte de la actuación. El que también se soltó enormemente fue el propio Michael, con partes en las que se recorría entero el escenario con su guitarra. Así lo hizo en el último tema(zo) de su setlist, que fue, como no podía ser de otra forma, To Hell With the Devil. Tan bien recibida fue, que en ocasiones nuestras gargantas ensordecían incluso ese colchón de voces a tres bandas entre Oz, Perry y Michael, quien por cierto, se volvió a marcar un grito de aúpa al final. Llegados a este punto, tan solo les quedaba decir adiós, y repartir el último stock de biblias y púas que trajeron consigo. En resumidas cuentas, un concierto con momentos muy superiores a otros, al que en general le faltó un poquito de brillo, pero sin que esto opacara la calidad interpretativa de los grandes músicos.
Raudo, corrí a las fuentes para llenar mis botellas de agua, y al baño para no tener que preocuparme de ninguna de las dos cosas durante las dos horas siguientes. Que el Rock Imperium 2025 ha tenido la asistencia más escueta de sus cuatro ediciones, es algo difícilmente discutible. Entre otras cosas, porque todavía recuerdo el alarmante agobio del primer año, cuando Scorpions visitaron el festival por primera vez. Vale, el espacio útil para el público era mucho más reducido, pero aun así, no pensé que esta vez hubiese tanta diferencia, quedando muchas más zonas vacías. Esperando ya entre la muchedumbre, me coloqué lejos del escenario, donde no se respiraba apenas aglomeración. Justo entonces me encontré con mi colega Alfonso, junto a quien fue un placer disfrutar de los primeros compases.
Scorpions:
Poquísimas son las bandas que han llegado a lograr el hito de sobrevivir durante nada menos que 60 años. Muchas menos todavía pueden vanagloriarse de seguir en activo, y de entre ellas, muchísimas menos de haber conseguido estar todas esas décadas sin separarse o hacer parones en su recorrido. En este último exclusivo y selecto grupo, podemos situar, con la cabeza bien alta de orgullo heavymetalero, a los germanos Scorpions.
Fueron presentados y venerados con todos los honores merecidos, como las verdaderas leyendas históricas que son, mostrando, en la introducción de aquel descomunal espectáculo que montaron, muchas imágenes de toda su carrera, gran cantidad de datos, y fragmentos de algunos temas. Y es que, para hablar de los 60 años de existencia de una de las bandas más influyentes, y más grandes de la historia del Heavy / Rock, primero hay que lavarse bien la boca. La pantalla, gigantesca. El sonido, impresionante. ¡Todo listo para meter cera!
Sin olvidar la iluminación, verdaderamente acojonante, que les acompañó ya desde el primer tema. Como si de un gran estallido se tratase, Coming Home cayó con un gran estruendo, luciendo esa batería de Mikkey Dee elevada sobre una enorme pirámide con sus correspondientes luces, entre cientos de detalles, colores y animaciones que daban vida al escenario. Tras un par de cortes muy animados, como Gas in the Tank y Make it Real, fuimos vislumbrando ya la que sería una de las principales debilidades del concierto, aunque tampoco fue algo tan dramático como algunos pretenden afirmar. Ante esto, hay que hacer un pequeño ejercicio de entendimiento. El vocalista ha estado aquejado no hace mucho (con cancelación incluida de varios conciertos) de una fuerte laringitis que le dejó prácticamente sin voz, y a sus 77 años, estas cosas no se van de la noche a la mañana como cuando uno tiene 20. Sí, estuvo muy estático, salvo en las muchas ocasiones que nos acercaba su micrófono, o se daba un garbeo por los alrededores del soporte, pero a mí no me pareció que cantase tan horrible. Bajito sí, pero afinando relativamente bien, lo cual para mí ya es loable para una voz tan musical como la suya. Eso sí, nada que ver con sus compañeros, claro. Pawel Maciwoda y Rudolf Schenker se cruzaban entre ellos a lo loco, en plan sprint, y no hablemos ya de los hostiazos que propinaba el sueco Mikkey Dee con sus baquetas.
El solo hecho de ver a este hombre en acción ya paga la entrada de sus conciertos con creces. Y si, además, le añadimos un escenario tan bestial, y unos efectos especiales constantes, como aquellos que adornaban a los músicos en las pantallas durante The Zoo, se convierte en un evento imprescindible. Los balanceos de Rudolf (que parece que esté hecho un adolescente) y el wahwah en el micrófono del no menos grande Matthias Jabs, nos distrajeron de algún que otro gallo que se le escapaba a Klaus, que conforme avanzaba el concierto, y sin llegar a ser el que todos conocimos otrora, mejoraría notablemente en este aspecto. Con el propósito de dejar descansar su garganta, pronto cayó la instrumental, y siempre infalible, Coast to Coast, marcada por esos bestiales castañazos de Mikkey y por supuesto, el talento de Matthias y Rudolf en primera línea. En lugar de retirarse tras el telón, Klaus, para sorpresa de muchos, también empuñó su propia guitarra para aportar al tema, terminando los cuatro ‘cuerdas’ en línea y desafiantes. Lo que vino a continuación fue todo un homenaje a los más tiernos inicios de su carrera, regalándonos un medley formado por fragmentos de Top of the Bill, Steamrock Fever, Speedy’s Coming o Catch Your Train, rememorando así discos como “Virgin Killer”, “Fly to the Rainbow” o “In Trance”, y especiando este tramo con aroma setentero. Y continuando con los grandes éxitos, Bad Boys Running Wild fue el primer gran éxito, con mayúsculas, a nivel de participación del público.
Sacada adelante de forma aceptable por Klaus, y contando con las imparables carreras de Pawel, dio paso a otro corte instrumental, y otra sorpresita. Compuesta originalmente por Matthias Jabs, Delicate Dance contó con chulísimos efectos de neón en pantalla, y también con el técnico de guitarras de este último, llamado Ingo Powitzer, invitado ocasional en esta pieza. También resaltaron, en varias partes, los bajos de Pawel. Esta parte central del show fue, con mucho, la más emotiva de las casi dos horas. Rudolf con su acústica, daba comienzo a Send me an Angel. Una tema bastante complicado para Klaus, al quedar su voz más expuesta. Muy concentrado en afinar bien y sincronizarse con los coros pregrabados, tampoco dudó en acercar su micro al público. Y os voy a decir algo. Su interpretación no sería perfecta, pero os aseguro que me pasé todo el tema con los pelos de punta, sintiendo cada nota del tema, al contrario que los palurdos que prefirieron verla a través de una diminuta pantalla. Para no romper el encanto, nada menos que Winds of Change fue la canción elegida, otra que nos puso los sentimientos a flor de piel, y que lanzó al mundo un mensaje tan bello como vigente y necesario a día de hoy. Rudolf con su acústica al principio, y Matthias con la eléctrica, bordaron esas notas que hace tantas décadas forman parte de la historia de la música, con mayúsculas. Ni que decir tiene que, cantada a mil voces desde el público (incluso a capela), cobró una dimensión sensorial alucinante, al mismo tiempo que la pantalla mostraba hermosas imágenes de un muro transformándose poco a poco en pájaros volando. Momentos que por sí solos definen todo un festival. Buscando subir poco a poco el ritmo, la todavía melosa Loving you Sunday Morning (muy justita de voz), nos dejó con una parte instrumental, primero entre Mikkey y Pawel, quien con casi todas las técnicas posibles, hizo gala de un virtuosismo impresionante a las cuatro cuerdas, para finalmente quedar solo Dee tras su batería. Os podéis imaginar el estruendo que metió este pedazo de bestia, y además, con un espectáculo visual a la altura de su habilidad. Ahora sí, volviendo al trapo, a esa energía que siempre les caracterizó, reemprendieron la marcha con Tease Me Please Me. Bajo una tormenta de luces parpadeantes, y muy buenos coros por parte de Pawel y Matthias, Rudolf nos mostraba por primera vez su famoso ‘molino’ de brazo, rascando con ahínco sus cuerdas. Se hizo de rogar, pero al fin llegó Big City Nights, mi tema favorito de la banda, muy bien aliñada con el virtuosismo de Jabs, las continuas vueltas y vueltas de Rudolf, esa alineación final de los cuatro astros, y nuestros cánticos desnudos, a petición de Klaus, ¡hasta fuimos protagonistas de la gran pantalla! El cantante aguantaba el tirón como podía. Sus movimientos se veían pesados, lentos y vacilantes sobre el escenario, era obvio que se encontraba cansado y en baja forma, y no obstante, siempre tenía unas palabras para su público. Arpegios que marcaron a fuego el Rock, y melodías universales, se volvieron a escuchar en la incomparable Still Loving You. Si en Winds of Change fueron miles de voces las que corearon, ahora se podrían contar por decenas de miles, y si además, estuvo avalada por el apasionado y excelso trabajo de ambos guitarristas, quedó como otro de esos momentos Top del show. A su vez, era un indicio de que la fiesta llegaba a su fin. Simulando la despedida, la banda se retiraba entre sinceros y acalorados ‘oes’, pero todavía estaba por llegar una de las partes más marchosas, conformada por dos colosales hits como Blackout, con desbocados gritos de Rudolf y mucha entrega por parte de todos los allí presentes, y cómo no, la inefable Rock you Like a Hurricane, que puso a todo el mundo a cantar, saltar y hacer air guitar con esos grandiosos riffs como si no hubiese un mañana, dejándonos boquiabiertos con ese gigantesco escorpión que fue emergiendo al fondo del escenario. Rudolf, a golpe de molinillo, culminaba los últimos acordes, y al alejarse definitivamente de nosotros, podíamos leer en la espaldera de Klaus ese ROCK AND ROLL FOREVER. Y es que, 60 años no son una eternidad… pero casi, casi.
Quién sabe si les volveremos a ver. En toda su historia, se han dejado caer mil y una veces por estas tierras, pero todo tiene su fin. Esperemos que esa efusiva despedida que nos ofrecieron no sea definitiva, y si las condiciones lo permiten, que nos vuelvan a dar un buen baño de himnos históricos, como hicieron en esta inolvidable actuación.
GloryHammer: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
GloryHammer es una banda tan extravagante en muchos sentidos, que nunca he sabido a ciencia cierta si realmente se toman en serio a sí mismos, o lo suyo es simple y llana parodia. Su cuidado universo, surrealistas disfraces, o su exagerada épica sideral, pueden inclinarte a pensar tanto una cosa como la otra, y el hecho de que empleen el Delilah de Tom Jones como introducción a su concierto, no ayuda precisamente a decidirse. Pero una cosa está clara: su talento como músicos, y la calidad de los cuatro LP que han lanzado hasta el momento, es incontestable. Si te gusta el Power Metal extremadamente grandilocuente, este era un concierto que no debías perderte.
Muros de cartón piedra, columnas, escaleras, plataformas, insignias… mientras que otras bandas salían sin ni siquiera un triste telón de fondo, el escenario que los escoceses nos tenían preparado, desde luego, era casi digno de cabeza de cartel. De entre la densa oscuridad del escenario, y con la introducción (la de verdad) sonando, los músicos ocupaban sus puestos ante el griterío generalizado. Y es que, a pesar de las tardías horas, y de la salvaje desbandada que hubo tras el concierto de Scorpions, bastante gente se quedó a verles. La apertura, con The Land of Unicorns, nos dio justo lo que esperábamos: guitarras muy veloces, agudos despampanantes y un doble bombo al que le faltaba poco para sacar humo, pero el sonido, para ser sinceros, no era bueno y sí bastante confuso. La batería sonaba extraña, la voz muy por debajo de los instrumentos, y las guitarras no rugían con la fuerza que se le debe exigir a una banda de estas connotaciones. Sozos Michael, el nuevo vocalista de la banda, trató de ganarse rápidamente al respetable, con movimientos constantes, asomándose del escenario, y luciendo una gran voz en cualquier tonalidad. La bailable He Has Returned corresponde a uno de sus últimos singles, y con ella, fueron subieron unos cuantos grados a la noche.
Como es habitual, emplearon bases disparadas en casi todos los temas, pero el talento de los músicos siempre estuvo por encima, destacando en esta última el trabajo de ambos guitarristas, Mike Barber subido en las alturas del escenario, y Paul Templing a la izquierda del vocalista, marcándose un notable solo, además de los coros. Sozos Michael era un vocalista sin demasiada experiencia en directos hasta que subió a un escenario con GloryHammer, por lo que su carisma no esté al mismo nivel que el del anterior cantante. Sin embargo, su simpatía fue cuajando en nosotros cada vez que saludaba, o presentaba temas como el siguiente Fly Away, en la que dejó claro que su timbre suena mucho más natural en los tonos elevados que el del primer Angus McFife. La bestial pegada y velocidad de Ben Turk a la batería, hacía temblar su estructura cada vez que se ponía en plan bestia, lo cual sucedió de forma casi constante. Sozos nos invitaba a corear una melodía a capela, y pronto nos dimos cuenta que se trataba de una parte de Angus McFife. Inmediatamente atronaría nuestros tímpanos con una épica devastadora, formando equipo bajista, vocalista y el guitarrista Paul Templing, llevando su virtuosismo un paso más allá, y encandilándonos con las partes rápidas y el estribillo del tema.
Tras un pequeño parón con la perfectamente escogida Also Sprach Zarathustra de Strauss, y bebiéndose una jarra entera de cerveza de un trago, el bajista James Cartwright seguía el juego de la narrativa fantástica con su loco discurso, dejando paso a Wasteland Warrior Hoots Patrol, que fue recibida con puños en alto y gritos de ‘Hoots!’ ‘Hoots!’. Los momentos cómico-teatrales no tardaron en llegar. Y no hablo de esas poses de Paul Templing (que había modificado su indumentaria) o de los gestos de Sozos, sino de la especie de ‘orco extraterrestre’ que se paseó por el escenario empuñando un saxo de pega (¡!). Las partes habladas del bajista terminaban de aportar ese toque melodramático al tema, que inmediatamente, enlazaron con la esperada Gloryhammer. Entre cambios de posiciones, y el clamor del animado público, apareció de vuelta el extraño ser, a quien Angus McFife II (el cantante, vamos), arrebató el Martillo de la Gloria, usándolo desde entonces en sus coreografías. Él mismo nos contaba a continuación algunas de sus hazañas en el espacio exterior, antes de que la banda la emprendiese a todo trapo con On a Quest for Aberdeen, su más reciente single. Nada nuevo bajo el sol, pero por supuesto, muy cañera y divertida, que es lo que cuenta, con un velocísimo solo compartido entre ambos guitarristas.
La poderosa Keeper of the Celestial Flame of Abernethy, en la cual Mike Barber hizo uso de voces distorsionadas, desató considerablemente la energía del público… aunque nada que ver con los que supondría Universe on Fire, uno de sus temas estrella por antonomasia. Auténtico desmadre en las primeras filas, con bailes frenéticos, volteretas y hasta empujones. El momento de ver a ambos guitarristas subidos en la plataforma, tocando a lo bestia, danzando y pataleando como dos críos en una discoteca, fue tan grotescamente divertido que casi me mata de risa. Hootsforce siguió en la misma línea, aprovechando el subidón, y alimentando todavía más la fiesta que habían conseguido levantar, aunque más épica y coreable, si cabe. Dejando el humor a un lado, lo cierto es que tanto en lo vocal como en lo instrumental, la ejecución de ambas fue impecable. Sozos, con un sentido agradecimiento, se despedía de nosotros, pero todavía quedaría el envite definitivo con la infalible, ineludible y descaradamente powermetalera The Unicorn Invasion of Dundee, donde la banda dio el resto. Luchas a martillazo limpio, movimientos retorcidos, baterías a toda hostia, y un último agudo por parte de Sozos que nos puso la piel de gallina. Como guinda del pastel, esa ceremonia final, en la que se coronó al personaje The Hootsman, Astral Demigod of Unst (James Cartwright) como dueño y señor de todo el universo. Ver para creer… vaya fenómenos.
Decapitated: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Es lo que tiene un cartel tan razonablemente variado como el que suele tener el Rock Imperium en todas sus ediciones. Puedes pasar, de golpe, de estar machacándote en un pogo con Municipal Waste, a cantar himnos de puro Rock con D-A-D, o sumergirte en un universo paralelo de oscuridad con Leprous. O como fue el caso que nos ocupa, de disfrutar de un concierto lleno de infinita épica y humor como el que dieron GloryHammer, a adentrarte en la furiosa y visceral técnica que ofrecen Decapitated. Final de la segunda jornada, pero como decían los Barricada… ¡vaya final!
Seguramente debido al arduo proceso de desmontar el grandioso escenario y parafernalia que trajeron Scorpions, esta vez no hubo cambio de escenario, y el show de Decapitated se celebraría en el mismo que la anterior banda. Por suerte, el cambio fue bastante rápido, y varios minutos antes de la hora prevista, los mortíferos polacos ya pateaban el escenario. Bajo un telón que mostraba la portada de su último disco, “Cancer Culture” (2022), y tras una introducción grabada, no se anduvieron con zarandajas a la hora de escupirnos el primer corte, una A Poem About an Old Prison Man con la que los sonidos más brutales y los blastbeats más rabiosos sacudieron el recinto Batel. Aprovechando los segundos más pausados, su nuevo vocalista gritaba a pleno pulmón ‘Rock Imperium, make some fuckin’ noise!!’, encabronando todavía más al personal. Con más variedad rítmica, pero con la técnica más flamante siempre por bandera, Just a Cigarette atronaba a continuación. Puesto que por el momento la banda no cuenta con un bajista fijo, en sus conciertos suelen alternar entre Matteo Bassoli, y el que ocupaba esa noche el escenario, Pawel Pasek, que se marcaba unos punteos de bajo con el mástil casi en vertical. El vocalista se iba creciendo, sabe dominar al 100% sus facetas de vocalista y frontman, y no hay duda de que posee una gran presencia escénica. Con los gritos más chillones y descarnados que nos trajo Earth Scar, la temperatura subía considerablemente. El guitarrista, líder y fundador Waclaw Kieltyka se cruzaba a paso ligero con su compañero Pawel sin dejar ambos de crear una auténtica orgía de notas, riffs entrecortados y lindezas técnicas varias envueltas en la más pura bestialidad.
Mentiría si dijese que el sonido fue realmente bueno. Tampoco estuvo entre los peores, pero los bajos, sobre todo cuando quedaban más desnudos, retumbaban que dolían. Las implacables y machaconas baterías de James Stewart en The Blasphemous Psalm to the Dummy God Creation también hicieron gala de un virtuosismo tan pasmoso como inalcanzable para la gran mayoría de los mortales, y comenzaron a desatar moshpits entre las primeras líneas. De hecho, me atrevería a decir que había algo más de gente viéndoles que a GloryHammer. Tocados muy de lleno por la más desgarradora tragedia, la formación de Decapitated ha sufrido casi incontables cambios a lo largo de su carrera. Hace tan solo un año, el vocalista Eemeli Bodde pasó a formar parte de sus filas, y creo que con el tiempo será incluso más apreciado que el anterior por los fans del Death más clásico, aunque precisamente, si la banda posee un signo distintivo, es ese punto moderno en sus composiciones que, personalmente, nunca me gustó del todo. Sin embargo, y también para mi gusto personal, lo compensan con una técnica absolutamente demencial, que fue la parte que más disfruté. Los cambios radicales de tempo, plasmados a la perfección en Last Supper, sus estructuras de guitarra y rapidísimos dibujos de bajo, fueron para volverse loco, sin que su vocalista dejase de provocar a los asistentes una y otra vez. Tras un respiro corto, pasaron a Sensual Sickness, y tanto "Vogg", como James y Eemelí, se partían las cervicales en ella sin compasión, ante un avasallador muro de doble bombo. Extremadamente compleja, pero ejecutada con un talento y una precisión digna de estos titanes, Spheres of Madnes dejó algunos de los breakdowns más potentes del concierto, y una velocidad realmente impresionante en esos punteos de Pawel Pasek al bajo.
Uno de los cortes más clásicos de su discografía, tras la que la banda hacía una pequeña parada, para regresar, puño en alto, bajo una pieza disparada de aires guerrilleros. Nos preparábamos para otra sesión de brutalidad y velocidad sin concesiones, que arrancaba con Cancer Culture. Lástima que, en general, la iluminación fuese insuficiente para apreciar del todo los detalles y las virguerías de cada instrumento, aunque a veces, los intensos y constantes headbanging y molinillos de sus componentes tampoco nos lo permitían, como sucedía en 404. El solo de vértigo de Vogg, para mí el mejor y más espectacular de todo el concierto, volvió todavía más locos a los fans de las primeras filas, donde el pogo ligero de los primeros temas había degenerado en una batalla campal de empujones y polvo por doquier. Ante tal emoción, Eemeli nos proclamaba su sincero agradecimiento por haber aguantado allí hasta esas horas. La recta final no decepcionaría en absoluto, formada por temas actuales, como Kill the Cult, que no hizo sino envalentonar más aún a los del circle pit, y dos de su último trabajo, Suicidal Space Programme, con algunos de los blastbeats más furiosos que vimos, e Iconoclast, en donde, entre deslumbrantes virguerías técnicas, cambios exactos y punteos asombrosos, Eemeli soltaba hasta la última gota de sudor, recorriéndose de extremo a extremo el escenario, pisando los monitores, dejándose el cuello en los headbangings… Dada la hora exacta que tenían para actuar, tuvieron que recortar un par de temas respecto a sus últimos setlist, pero esto ni les amedrentó, ni rebajó un solo gramo de la agresividad y calidad musical que tuvo el concierto.
Se había dado ya todo… porque no se podía dar más. Última banda del viernes, que también dio mucho de sí con grandísimos conciertos, aunque si he de escoger solo unos pocos, me quedaría con los de 91 Suite, Hitten y Scorpions. Al día siguiente tocaban diana desde primera hora, así que más me valía ir retirándome ya a descansar. Porque además, lo del sábado iba a ser algo espectacular en muchísimos aspectos. Mucho más, incluso, de lo que podía llegar a imaginar.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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