¿Preparados para otra larga, poderosa y 100% disfrutable noche de Heavy Metal? Por supuesto que sí, ¿y cuando no? Eso ni se pregunta. El Storm Rock Fest es un festival concebido recientemente con la particularidad de ser itinerante, es decir, de celebrarse en varias localidades durante el transcurso de su peregrinaje. En esta, su primera edición, y su primera fecha al mismo tiempo, nos tocaba a los alicantinos disfrutar de tan atractiva propuesta, con muy buenas bandas que están despuntando por la zona en los últimos años. Entre ellas, no cabe duda de que destacaban los titanes valencianos Opera Magna, que nos ofrecieron un conciertazo para quitarse el sombrero, absolutamente prodigioso, como nos tienen acostumbrados. Junto a ellos, bandas noveles como Kronos y otras con algo más de carrera, como Raven’s Gate o Traxilium y por supuesto, Landevir y Sylvania. Cada uno con su estilo, sus matices y sus personalidades, pero entre todos formando un gran conjunto de bandas luchadoras que pusieron sus mejores cartas sobre la mesa y nos dejaron, la gran mayoría, con un gran sabor de boca, quedando para el recuerdo una noche magnífica, llena de Metal poderoso, reencuentros y nuevos colegas que, estoy seguro, formarán parte de nuevas experiencias como esta en el futuro. Encontrarnos con Popi siempre es un placer, ya que no se pierde ni una, y conocer a peña como Forti, Lola y Aarón fue un verdadero placer, poder compartir experiencia y risas y sobre todo, dejarnos la piel en la pista disfrutando de todas las bandas. Mis disculpas por adelantado a Sylvania, ya que debido a las altas horas de la noche, tuvimos que despedirnos prematuramente del festival. Y sobre todo, infinitas gracias a Jose (Kronos) y Nadher (Black Heaven) por su dura e interminable lucha para hacer esto posible y que el Metal siga bien vivo.
Hacía dos años, desde aquel Spain Death Metal Fest 2015, que no pisaba la sala Babel, un lugar que me dejó grandes recuerdos de aquella noche loca y que considero una de las mejores salas que tenemos en la provincia de Alicante, y algo desaprovechada en lo que a conciertos se refiere, diría yo, como la mayoría de las de la ciudad. Una ciudad en la que, tristemente, los eventos de este tipo cada vez son más y más raros, los garitos van deteriorándose y las grandes salas donde antaño tocaron grandes bandas se ven degradadas a albergar a un puñado de pijos engominados y patéticos modernillos de tres al cuarto. Claro, eso da más dinerito. Esta es la cruda realidad. Al menos, anoche no tuve que desplazarme más de 100 km., como es habitual, para acudir a un concierto.
No nos costó nada llegar a la sala, tras un ameno viaje, ni por suerte tampoco aparcar, a pesar de que ya en las afueras de la sala se empezaba a ver mucho movimiento, un ambiente fantástico que esperábamos que perdurara toda la noche, tanto dentro como fuera de la sala. Nuestros colegas nos ofrecieron comida y priva, y gracias a ellos pudimos cenar, ya que nuestra apresurada salida hacia Alicante hizo que dejásemos el tema de la cena en un plano secundario (lo primero es lo primero jejeje). Por suerte, fue llegar allí y coger buen rollo inmediatamente, y tras unas birritas, nos fuimos a pillar las deseadas entradas, tras lo cual nos metimos para adentro a disfrutar de la primera actuación de la noche. De hecho, pensaba que ya sería el segundo grupo, pero el sonido que escuchábamos desde fuera cuando llegamos debían ser las pruebas de ecualización y demás.
Nada mejor para empezar la gran batalla que con Kronos un grupo que juega en casa. Su actuación no había hecho más que comenzar cuando entramos a la sala, pero tardamos muy poco en cogerles el rollo. Es una banda muy joven, que todavía no tiene ningún redondo grabado, eso sí, por lo visto están pegando bastante en lo que al circuito interno se refiere. Yo nunca había escuchado hablar de ellos, pero su Power Metal épico y legendario es algo que, por preferencias, me tenía que acabar gustando. El problema es que, desde el principio, soportaron un sonido horrendo, que no les dejó casi tregua hasta el final. Nada más pisar la sala, solamente se escuchaba un mogollón de sonido con guitarras demasiado distorsionadas, batería super “localera” y una voz que no se escuchaba nada clara. Pese a todo, no se amedrentaron, y su vocalista mostró buenos artes escénicos y también una buena voz, mejor en tonos medios que en altos, donde creo que desafinaba un poco. De todas formas, insisto, el sonido era muy malo. El carisma de esta se puede considerar uno de los valores diferenciales del grupo, pero también el buen hacer de su guitarra solista, quien llegado el momento, no se cortaba en ponerse en primera fila a desgranar sus veloces solos con una técnica bastante buena. La reina era una muestra perfecta del camino que pretende seguir la banda, y de hecho, nos presentaron su concierto como una especie de historia, que sigue sin duda la que será protagonista de su primer trabajo. Muerte y vida seguía por esos derroteros powermetaleros de doble bombo y guitarras cabalgantes, rápidas y constantes, con unas melodías agradables y mucha carga épica. Continuando con su empeño en agradarnos, Draco es el único tema suyo que he podido escuchar en estudio (con una producción bastante buena, la verdad), respaldada en directo por el rebotar del doble bombo y la base de bajo, otro instrumento que me gustó, a pesar de que el sonido seguía sin mejorar. En un momento dado, y por sorpresa, el guitarrista más virtuoso dejó su puesto para tocar los sencillos ritmos a la batería de la balada de su setlist, con aires bastante medievales. La vocalista se encargaba casi por completo del tema comunicativo, junto a algunos comentarios y agradecimientos por parte del guitarra rítmica, y supo mantener al público en vilo, que en las primeras filas saltaba y animaba de lo lindo.
La siguiente propuesta fue, sin duda, la más diferente y personal de todo el festival. Raven’s Gate, ofrecieron una buena dosis de Metal que se movía entre ritmos más tirando al power, pero también con tenían su protagonismo aquellos más pesados y repetitivos, machacones y con mucha fuerza. Desde luego, se adivinaba un grupo mucho más desenvuelto en directo que los anteriores, especialmente su vocalista, que sabía como moverse y ocupar todo el escenario, transmitiendo esa energía al público, que también respondió de lujo. Los ánimos que este pedía casi siempre eran correspondidos, y entre la gente se podían encontrar varios seguidores de la banda que conocían los temas al dedillo. También tenían algunos momentos excesivamente modernos para mi gusto que no me terminaron de entrar, pero en general disfruté sobre todo de su técnica y de grandes momentos muy cercanos al Metal progresivo que sí me hicieron mover la melena a base de bien. Ahí se notaba especialmente la calidad de los instrumentistas, unos solos bastante guapos y un bajista muy dado a hacer dibujos que se salían de la melodía principal, aunque en Raven’s Gate estas no ocuparan el protagonismo principal en la mayoría de sus temas. Más bien los breakdowns, presentes en muchas de sus composiciones, eran los que más hacían doblar el espinazo a la peña, contando con mezcla de registros más agudos y guturales más bestiajos. Una mezcla curiosa, sin duda, de hecho cuando vi a su vocalista entre el público pensé que practicarían algo parecido al Black / Death. Esos momentos álgidos progresivos de los que hablo estuvieron perfectamente representados en directo en, por ejemplo, Whirlwind, de su último trabajo “Blackstar Machinery”, en el que les acompañó Tania, una muchacha que fue una de las grandes sorpresas del concierto, con un chorro de voz envidiable y un registro realmente personal que era capaz de llevar casi hasta el infinito con fuerza y afinación. En la vena más power, ya para ir terminando, un tema que extrañamente me recordó en algunos momentos a algo de Sonata Arctica, “Last breath” air fortress, de su primer disco, con una batería a toda mecha, recargada de doble bombo y con un sonido ya más decente, aunque valga decir que tampoco fue el mejor aspecto del concierto, todavía muy emborronado, en el que costaba distinguir el teclado, uno de los instrumentos fundamentales en su estilo. Hablando del batería, creo que fue el miembro del grupo que más me gustó, se empleó a fondo desmelenándose continuamente destacó por su virtuosismo.
Salimos fuera a tomar el aire un rato y a seguir con nuestras destartaladas conversaciones. Los croissants de chocolate estaban cojonudos y mantuvieron a flote nuestro vacío estómago. Tras tomar otra ronda de birras (gracias de nuevo a la peña por invitar), no queríamos perdernos el siguiente concierto así que tiramos para dentro de nuevo. Hacía una noche estupenda, casi veraniega, y bajo el calor alicantino se estaba la mar de bien.
Landevir añadía otro nivel de status a la noche, y es que probablemente estamos hablando de la banda más veterana de todo el cartel. Provenientes de la cercana localidad de Elda, ya había escuchado algún tema suyo anteriormente, pero hasta anoche nunca les había visto en acción. A parte de la formación tradicional (cantante – dos guitarristas – bajo y batería), ellos cuentan un componente más: Pablo Guerra a la flauta, que les da un toque más medieval y folclórico, sin duda uno de sus rasgos de personalidad más notables. Quizá este instrumento es el responsable del endulzamiento de muchas de sus canciones, de melodías más suaves que algunos calificaron de excesivamente “moñas”, pero la verdad es que a mí, en conjunto, me encantaron, y fue una de las actuaciones que más disfruté de la noche. La simpatía de la banda fue algo que se hizo de notar desde el mismo inicio (o al menos, cuando entramos a la sala, que habrían transcurrido como mucho 1 o 2 temas). Esclavos de una ilusión, tras ese inicio tan lento, desencadena en unos ritmos muy festivos, con mucho gusto folk, que daban muchas ganas de saltar. He de decir que, en mi opinión, su nuevo vocalista Jose suena fenomenal en directo, con unas líneas bastante comedidas en cuanto a registro, pero que en momentos puntuales es capaz de destacar enormemente, mostrando un chorro de voz que ya quisieran muchos. En los momentos más sentimentales, sabía añadir mucho feeling a los temas, guardándose al público en el bolsillo. La letra de Alba fue una de las que más me gustó, un medio tiempo con una buena melodía. También a nivel musical se percibía aquí un nivel bastante elevado. Tampoco sonaron demasiados temas que demandaran excesivo virtuosismo, pero me fijé en muchos detalles de las guitarras y el bajo que le daban mucha vida a ciertos temas. La balada de su concierto, junto al medio tiempo Amor Prohibido (del que hicieron una versión más lenta y acústica el año pasado) bajó un poco el ritmo, y a la gente se le notaba algo cansada ya a estas alturas, pero intencionadamente volvieron a remontar el vuelo con La vida te espera, una versión del Eye of the tiger de Survivor perfectamente reconocible desde el principio, a la que añadieron sus ingredientes personales para adaptarla a su estilo, quedando muy resultona y original en algunas partes. No fue el único cover de la noche, y francamente, no supe identificar el siguiente, imaginaos si hacía tiempo que no escuchaba Dream On, de los hardrockeros Gotthard. Quizá una segunda versión con el poco tiempo que tenían para tocar resultó algo excesiva, pero eso no quiere decir que no lo hicieran de lujo, en plan más calmado y acústico que la original. No se despidieron sin antes dar el placer al público de tocar uno de los temas más deseados (reclamada hasta el infinito jejeje) Las mil y una noches, con una melodía 100% alegre, tremendamente festiva, muy del rollo Ñu o Saurom, que subió en intensidad al principio para poner de nuevo a todo el mundo a saltar. El cantante, con su simpatía, hizo el resto, dando un gran colofón a un show del que salí bastante contento y satisfecho.
Pensando que seguidamente tocaban Traxilium, banda a la que, por supuesto, tampoco quería perderme, dimos otra vueltecita bajo la templada noche, a echar la última ronda de tragos (al menos para nosotros dos jeje) y a sentar el culo un ratito, no más que lo justo, antes de que empezaran los alicantinos. Menos mal, repito, menos mal que este fue el parón más corto que hicimos durante la noche, porque cuando entré y vi a F. Javier, Alejandro, Enrique, Adrià y Rubén (Opera Magna) sobre el escenario casi me da la triquinosis. Al grito de ¡que ya están tocando! corrimos despavoridos a insertarnos entre las primerísimas filas del concierto, para vivirlo en toda su intensidad, como ha de ser siempre. La última vez que les vi, hace unos meses en la Rock City de Valencia, tuve que conformarme, debido al mogollón de peña, con verles desde mucha distancia, pero eso no se iba a repetir la pasada noche. Por suerte, todavía sonaba la intro (tocada en vivo, por supuesto) Rojo escarlata, de su último y grandioso EP, “Del amor y otros demonios (acto 2)” y prácticamente la vimos entera salvo los primeros coros disparados. Ahora sí ¡por fin! un sonido potente, atronador, muy claro y a volumen bastante alto, lo cual se acusaba todavía más estando al lado de los bafles, y un gran comienzo de los músicos, perfecto sin duda para que ellos fuesen calentando los dedos y las manos y nosotros los cuellos, porque lo que vino a continuación, cada minuto del show, fue sencillamente espectacular. Para siempre, como era de esperar, abrió el setlist cantado, recibiendo el descomunal Jose V. Broseta una gran ovación a su salida, y es que entró en el escenario hiper motivado, lleno de energía y por supuesto con una voz tan increíble como siempre, llevando al directo de forma impecable uno de los mejores temas de su último trabajo. El alboroto inicial del público no se hizo esperar ante tan apabullante comienzo, pero todavía tenía que subir. Porque ya no quedan temas de su primer trabajo, el añorado “El último caballero” en su setlist, pero Horizontes de gloria no puede faltar jamás, 100% powermetalera, con su adictiva melodía y el excelente trabajo de los músicos (a parte de Jose, claro, F. Javier y Alejandro se salieron a lo grande, y es que toda la parte instrumental les quedó de auténtico lujo). Calientes ya público y banda, continuaron con su segunda parte de “Del amor y otros demonios” (en cuyos temas se basó la mayor parte del setlist) con la melódica pero potente Donde latía un corazón. Pero el corte merece muchos más adjetivos que eso. Porque en la música de Opera Magna, a parte de la dedicación en las melodías y la caña que son capaces de meter, están esos detalles instrumentales, esos dibujos musicales que si uno se fija bien, son capaces de dejar boquiabierto incluso al más rodado. Tanto en pasajes de batería (contratiempos y arritmias intencionadas), bajo (su velocidad y sus dibujos), guitarras (detalles de tapping, esquemas complicadísimos)… no les hace falta mucho para demostrar que técnicamente están, sencillamente, a otro nivel muy superior.
Corazón delator introdujo al disco “Poe” en el repertorio (para mí, el mejor disco que tienen), un corte muy representativo de la evolución de la banda en esta etapa, sin abandonar esa épica envolvente, pero sumergiéndonos al mismo tiempo en ese aura más trágica y neoclásica que se puede respirar en sus melodías. Rubén, que destaca en los mejores momentos con fantásticos y rápidos movimientos, puso el broche de oro a un tema, que a parte de las tremendas subidas de tono que tiene, termina a nivel vocal con uno de los pasajes más exigentes de cuantos han compuesto, lo cual no es problema para J. Broseta, que hizo unos alardes descomunales, con una apabullante ostentosidad técnica en unos tonos que destrozarían la garganta de cualquier otro cantante. Y es que, hablando de él y escuchándole tanto en disco como en directo, es fácil afirmar que, en el panorama nacional, no tiene ni un solo rival. Así de sencillo. Y mira que he escuchado y visto a decenas de vocalistas, pero muy pocas veces algo igual a su forma de cantar. Hablando de buenas melodías, se lucieron también con Hijos de la tempestad, con un estribillo fantástico, que pone los pelos de punta y que vuelve a hablar claramente de la calidad compositiva de la banda y de todos los músicos a nivel individual. Este es otro de los temas en los que se puede apreciar claramente su evolución a nivel compositivo, cada vez más brillante. De nuevo Rubén a la carga con esos teclados neoclásicos, que durante todo el concierto casaron de maravilla con las guitarras de Enrique y F. Javier (una coordinación absolutamente perfecta), y que abrían Un sueño en un sueño. Otra de las que puso al límite el vozarrón de José Broseta al ritmo cabalgante de los potentes ritmos de Adrià a la batería. Ambos bordaron el tema, pero especialmente Broseta nos volvió a dar una magistral lección con esa voz dorada en tonos altísimos, pero también en las tesituras más suaves. A parte de todo esto, su labor como frontman a la hora de mantener en vilo a la peña es encomiable. No para de aquí para allá, de mover su melena, de pedir colaboración… es un gustazo inmenso verle subido a un escenario por todas sus capacidades.
Me alegré muchísimo de ver lo llena que estaba la sala, pero sobre todo de la vitalidad que desprendía la gente, sin parar de saltar y de meterle al headbanging sin parar, al menos en las primeras filas, movimiento y calor que se mantenía incluso en temas más lentos, que esta vez fueron seguidos. La primera fue especialmente emotiva. Rubén y Jose, a capella salvo por las teclas de su compañero, se cantó El retrato Oval entero, con un aplomo enorme, brindándonos un momento único, en el que el mejor vocalista que tenemos nos fascinó a todos, protagonista absoluto de la escena, con su afinación y sus infinitas capacidades, tanto vocales como teatrales. La siguiente, fue Después de ti, que sonó sobrecogedora. Jose supo transmitir el 100% de esa sensación triste que envuelve la canción, y la parte instrumental, más compleja de lo que parece, brilló con luz propia. Pero lo más estremecedor fueron esos fragmentos más pesados con melodía épica de fondo y los brutales gritos del vocalista… buf… lo que digo, para quitarse el sombrero ante ellos. Y si ya estaba bastante emocionado con estos dos temazos, a continuación vino lo que para mí fue lo mejor del show: El pozo y el péndulo. Casi indescriptible el subidón de adrenalina que supuso para mí. Y no es que estuviese cansado precisamente, pero es que nada más escuchar la primera nota de este tema me pongo frenético. Sus coros, sus voces, su ritmo… todo está en una conjunción tan perfecta, que su melodía neoclásica se antoja como algo simplemente celestial. Uno de los mejores temas que se han compuesto nunca en la historia del Heavy Metal nacional, y esto no me lo puede negar absolutamente nadie. Justo antes del solo, cuando la composición alcanza su parte más dramática, su clímax total, viendo a Jose lanzar esos agudos impensables… para mí es imposible disfrutar más, y observé que todo el mundo estaba igual que yo. ¡¡MA-RA-VI-LLO-SA!!. F. Javier Nula… bueno… decir solamente que es un gran guitarrista es algo injusto e insignificante, porque este hombre no toca la guitarra, la hace hablar, la acaricia, hace auténtica magia con ella, sus dedos vuelan sobre las cuerdas, no solo a una velocidad casi imperceptible, sino con una sutileza y una sensibilidad casi indescriptible. No basta escucharle en disco, hay que verle en directo para quedarse definitivamente de piedra. De hecho, en esta ocasión le vi especialmente contento, muy motivado y feliz de estar allí arriba. Eso sí, su trabajo no quedaría completo si su compañero Enrique no estuviese apoyándole con esos riffs técnicos y veloces que ejecuta de forma tan sólida y su colaboración en muchos de los solos. Poco más de lo mismo se puede decir de Alejandro Penella. La primera vez que les vi, hace nada menos que 10 años, quedé absolutamente prendado de su forma de tocar el bajo. El veloz retumbar de sus dedos en las cuerdas no hace más que demostrar que tiene una técnica fulminante, exquisita. Y cuando en una banda destaca el bajista, me encanta seguir sus líneas y movimientos. Y con Alejandro esto me ha pasado siempre. A parte, de todas esas melodías y figuras que hace escapar de la base principal, su capacidad compositiva también es fantástica, su concentración es absoluta y el resultado es uno de los mejores músicos que encontramos en Opera Magna. Y eso, señores… es mucho decir.
Éxtasis máximo, un clímax incendiario para afrontar uno de los últimos temas de su concierto, Por un corazón de piedra, que forma parte de su última obra. ¿Podría Jose con un tema tan bestia y exigente, en la última parte del show? Porque si nos fijamos detenidamente en ella, tiene tela… Pero la respuesta es obvia: por supuesto. Puede que ya no estuviese tan fresco como al principio, pero su interpretación fue impresionante de nuevo, un torrente casi infinito de voz que tocó las notas más altas con gran convicción… y nosotros el cielo con ellas. Y no solo eso, también nos brindó sus registros más rasgados y agresivos. Cuando el vocalista anunció La herida y por consiguiente, el final de la actuación, no me podía creer lo rápido que se me había pasado… ¡¡necesitaba más!! Así que me dispuse a dejarme la voz que me quedaba en uno de los temas más queridos por bandas y público, con una orquestación sublime, que empasta a la perfección con el estribillo. Los coros de la gente no pararon de ayudar a Jose en su labor. Os aseguro que no dejé de saltar en toda la canción. Cuando se despidieron, antes del clásico photo-finish, recuerdo que Jose dijo: si os ha molado, contádselo a vuestros colegas y a todo el mundo.
¿Pero a quién puede no gustarle una banda como esta, que convierte la música en magia de una forma tan artística? ¡¡Ganas terribles de verles otra vez!! Desafortunadamente, tendremos que esperar un tiempo, ya que en breves van a verse inmersos en una gira por Méjico, según me explicó el mismo Jose. Como ya le dije, les deseo toda la suerte del mundo, espero que arrasen tanto como lo hicieron el pasado viernes, vencedores absolutos. Dicen que nadie es profeta en su tierra, a mi me resbala que sean de al lado de casa o de la jodida Patagonia, simplemente veo que son enormes y que si se hace justicia, pronto estarán en lo más alto del panorama.
Ahora si que la sudada que me metí fue buena… salí empapado a la calle, donde a pesar de las horas, continuaba haciendo muy buen clima, incluso relajante, después del subidón con los valencianos. Después del que para nosotros era el plato principal, nos íbamos a tomar la noche con más calma, pero eso sí, sin querer perdernos a Traxilium, unos powermetaleros también de Alicante, recomendadísimos por mi colega José Luís.
Los cogimos ya empezando, pero no llevaban demasiado rato. Eso sí, el número de personas que estaban viéndoles era muchísimo menor que en el anterior concierto. Por suerte, el sonido seguía siendo muy bueno: desde el concierto de Landevir había mejorado notablemente. Traxilium es una banda joven que cuenta en su haber un EP y un disco llamado “Contra el abismo” del año pasado, con una producción bastante buena. Y es que a pesar de su juventud, un servidor ya les ha visto formar parte de varios carteles (entre ellos el del Rock Arena, si no me equivoco), aunque nunca he tenido la ocasión de verles. En realidad, salvo Opera Magna, este festival supuso el descubrimiento en vivo de varias bandas para mí. Destaco al vocalista, con una buena voz, bastante versátil sobre todo en tonos bajos y altos, que hizo lo imposible para levantar al público, ya bastante afectado por el cansancio tras tantas horas de conciertos. A golpe de doble bombo, En mi tormento fue una muestra de la potencia de sus temas, enmarcados en el Power Metal por varios detalles, pero añadiendo detalles como guturales y ritmos más potentes de lo habitual. Los virtuosos solos de sus dos guitarristas, muy compenetrados, ofreciendo un buen espectáculo de velocidad. De nuevo nos encontrábamos ante otro tema llamado La herida (casualidades), con una introducción aun más potente y con David Simarro cantando una melodía muy guapa en el registro que mejor se le daba, pero sin dejar de tanto en tanto de deleitarnos con agudos y potentes alaridos. Parecía que la peña empezaba por fin a levantar el vuelo de vez en cuando, aunque no muchos permanecían en las primeras filas. Me gustaron especialmente algunos solos a dos bandas y los agresivos riffs de algunos de sus temas. Quizá la voz quedó en algunos momentos demasiado sepultada por la base rítmica, y no me pude quedar demasiado con sus letras, aunque como digo la originalidad de algunas de sus partes añadía frescura al conjunto. Su vocalista David nos presentó Nuestro interior, uno de los últimos temas del show, con buenos coros y algunos guturales que contrastaban con las voces habituales pero que casaban a la perfección con sus riffs tan heavys. Escuchando su disco, veo que está lleno de buenos temas, por lo que van a pasar a estar en el grupo de mis bandas pendientes de escuchar mejor, ya que siendo de tan cerca es muy probable que me encuentre con ellos en alguna otra ocasión. Aunque sin realmente sobresalir, tenemos aquí muy buenos músicos y un vocalista que da la talla sobradamente.
Y una vez más, ahora para despedirnos, fuimos a charlar un rato con los colegas (aunque la mitad estaban ya derrotados jajaja) y agradecer la cena y las birras, para volver con calma hacia el coche. Me supo mal perderme la actuación de Sylvania, pero lo cierto es que ya eran unas horas bastante intempestiva y nos quedaba un ratito hasta casa (esta vez sin contratiempos jeje). Con todo, muy buen sabor de boca se nos quedó de esta primera edición del Storm Rock Fest. Espero de todo corazón que la cosa siga rodando y que pronto nos sorprendan con otra edición, con nuevas bandas que conocer y nuevos estilos.
Por último, quiero dedicar esta crónica a mi colega Tere, que por causas de fuerza mayor, se tuvo que perder el festival. ¡Hasta la próxima!
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