jueves, 17 de agosto de 2017

¡Comiéndonos el Leyendas! (Leyendas del Rock, jueves 10-08-17, Villena)

O lo digo o reviento, jejeje. ¡Qué bien se duerme en casa! Levantarse, ducharse, desayunar sentado… que el Leyendas esté a 20 minutos de casa es algo que no tiene precio y que espero que no cambie nunca (aunque por supuesto continuaría asistiendo). Un placer inmenso no levantarse nadando en sudor y con la espalda reventada. Y por supuesto, con fuerzas para aguantar 10 días de festival si es necesario. Por suerte, la noche anterior nos acostamos a una hora decente. Yo, que no había cenado ni comido nada en más de 12 horas, me zampé un bocata de a metro y a sobar sobre las 2 y media de la madrugada, lo que nos permitió estar despiertos ya sobre las 11 del día siguiente. El primer día largo del Leyendas era sumamente interesante, con ciertas bandas que nunca he visto antes (y es que siempre queda alguna jeje) y algunas que sigo con devoción y he visto 6 o 7 veces mínimo pero no me importa volver a ver (cuantas más, mejor). Si el miércoles estuvo casi toda la tarde nublado, tirando a fresquito, hoy las temperaturas iban a subir ligeramente, con lo que el riesgo de lluvia era menor, y mejor para mí. Insomnium era el primer objetivo imprescindible, y había que cumplir a rajatabla con los horarios, por lo que tras un bañito rápido y la comida, nos fuimos cagando leches hacia Villena en busca de más emociones fuertes. Hoy sería un día con más colegas todavía, a quienes se añadirían Dani, Rafa, mi hermano, su chica y mi primo al batallón del Leyendas para ir a muerte siempre y darlo todo en cada concierto. Llegamos con el tiempo justo para hacernos un litrito fresco bajo la impagable sombra del toldo (el camping era una parrilla gigante) y acumular fuerzas.

Este año habían cambiado muchas cosas en la zona de acampada. Ya solamente quedaban dos opciones: el camping con sombra para los señoritos, en donde, al contrario que el año pasado, las carpas de lona fueron sustituidas por grandes tiras de tela (como aquel fallido intento hace unos años) pegadas para que no pasase el sol. La otra opción era la que cogimos, la más hardcore, al puto sol. Nada que explicar, salvo que el terreno estaba plagado de piedras, hierbajos, montones de cemento, y nos teníamos que conformar con una triste hilera de baños. Pero ni aun así van a conseguir que pague la sombra. La zona de sombra ocupaba casi 2/3 del festival, mientras que “las favelas” (la zona de los pobres) quedaba reducida a un tamaño ridículo, tanto que la gente al final tuvo que ingeniárselas para acampar en sitios imposibles. En serio, o que suban el precio de la entrada y tengamos todos sombra, o que a los que pasamos de ella nos aumenten el espacio, porque si esto sigue así tendremos que terminar acampando en la carretera.

Como nadie quiso venirse, arranqué a correr solo hacia el recinto. La cola era casi inexistente, por lo que pude entrar rapidito y llegar a tiempo para ponerme entre el primer mogollón que esperaba el concierto de una banda a la que debe hacer como 6 o 7 años que no veo. Insomnium me enamoró en su día por la estructura de sus temas, por sus pasajes atmosféricos, por sus melodías y por lo compacto de cada uno de sus trabajos. Esta era una gran oportunidad para volver a disfrutarles, además, justo allí me encontré con la peña mallorquina (y de canarias) con quienes lo disfruté más todavía si cabe. En los primeros compases del concierto, me di cuenta de que el sonido no llegaba a ser bueno del todo. Sonaba con suficiente volumen, pero parecía que algunos instrumentos, como la batería, estaban distanciados del resto, no había suficiente cohesión. Aun así, transmitían potencia y lo que es más importante, el feeling de sus temas sonaba intacto. Su discografía ha avanzado bastante desde aquel 2011 y la verdad es que reconocí muy pocos temas. Es posible que tocaran íntegro su último trabajo conceptual llamado “Winter’s Gate”, que estoy escuchando mientras escribo estas líneas. Aun así, por supuesto, disfruté mucho de su concierto, quizá con predominancia de las partes más ambientales, más lentas y melódicas. También hubo partes llenas de caña rápida y contundente, pero fue más bien un concierto para disfrutar de los detalles y la música en sí misma. La banda se mantuvo bastante pausada, al ritmo de las canciones que sonaban, y los pocos que éramos les seguíamos en consonancia. Sus melodías fueron perfectamente reconocibles, es un estilo incomparable (por eso me gustan tanto), los coros sonaron bastante bien y la oscura voz de Niilo Sevänen tuvo mucha fuerza. Poco a poco ese potente doble bombo se fue acoplando al sonido general sin que hubiese tanta diferencia. Conforme nos fuimos animando, empezamos a ir doblando el cuello con sus ritmos más pesados ante el telón de estrellas que portaban a sus espaldas. Reconocí alguno de sus últimos temas, uno de ellos Ephemeral, parte del EP que sacaron tras su “One for Sorrow”, mi disco favorito, fantástica y muy animada, creciente en intensidad con la que el movimiento se hizo más patente, tanto en la banda como en el público. 50 minutos no daban para mucho más, pero me dejaron un buen sabor de boca, no como grupo cañero, sino como melodías guapas y sensación atmosférica.

La duda de si ir a Tigres (donde finalmente acudieron Chely y los demás, gente que ha vivido la vieja escuela en sus carnes) o quedarnos para Alestorm se disipó rápido. Para estos últimos, bastaba tener algo de ganas de moverse (de lo que íbamos sobrados), un litrito y disfrutar de la alegría del principio del Leyendas, algo irrepetible. Desde lejos ya se reconocía la marca de la casa: puro cachondeo, reflejado en su bandera de fondo: dos cabezas de pato saliendo de dos pieles de plátano entre colores de lo más lisérgico. Brutal. La fiesta estuvo servida en bandeja con los primeros temas, ahí fueron desfilando algunos como Magnetic North… y es que esas melodías iniciales no solo te invitan, prácticamente te obligan a darle un buen trago al kalimotxo y… ¡¡a saltar como locos!! Fiesta y más fiesta y el ambiente 100% pirata que les gusta a ellos. No puedo negar que me parecen algo payasetes, pero saben de memoria la receta para liarla a saco con todo el mundo. De hecho, este es mi límite de humor dentro del Metal. También, por supuesto, tienen ritmos más pesados e incluso voces tirando al gutural. Ya con México tenían a toda la peña comiendo de su mano, a pesar de que muchos de los temas fuesen recientes. Lo que no había visto yo en la vida es que una enorme cantidad de gente del público se sentase en el suelo, todos al compás, a remar como si de un barco se tratase. La locura se iba extendiendo y por las pantallas se podía apreciar la barbaridad de peña que seguía el juego, algo digno de ver, y es que la música de Alestorm se podría considerar como música de borrachos. Por ejemplo, nada más inductor a la fiesta que Hangover, con todo el mundo saltando con la mano en alto y coreando el “uooo” de su melodía. ¡Fue algo genial! Sigue apoyando mi teoría Drink, otro desmadre de tema, más dado al headbanging, algo más Heavy pero con connotaciones folk (aunque su melodía ya lo es al 100% y su ritmo lo corrobora). Pura apología al alcoholismo y al desfase jejeje. Pero sin duda lo mejor y más divertido vino al final, cuando la peña desató sus bailes más locos con Fucked with an anchor (jodido con un ancla) y claro, uno no es de piedra jeje. Lo mejor de todo fue como saltaba la gente cantando el estribillo. Un concierto en el que todos nos dejamos llevar por nuestros instintos más festivos y por la alegría del momento.

Aprovechando que muy poca gente se amontonaba entre las primeras filas de los conciertos (aunque Alestorm ya estaba muy petado para esas horas), nos desplazamos lateralmente hacia el escenario contiguo para no perder tiempo ni un segundo y ver el mismo comienzo de Rage, una banda que en aquella ocasión podía ofrecernos bien pocas sorpresas, ya que les vi un mes antes en el Rock Fest. ¿Era esto un motivo (o excusa barata) para perdérselos en el Leyendas? Evidentemente, ni de coña. Casi sin darnos cuenta, ya estaban sonando con Don’t you fear the winter, clásico de su carrera que vienen llevando a cuestas durante muchísimos años, tanto en Rage como en Refuge. Y es que hablar del maestro de ceremonias Peavy Wagner es referirse a uno de los más grandes, y no solo por su corpulencia, sino por ser el eterno líder, fundador y compositor de la mítica banda que este año he tenido el placer de ver dos veces después de muchos años (sin contar a Refuge, claro, que también pude verles dos veces el año pasado). Creo que asistió muy poca gente en comparación con la calidad de la banda, y de los temas que sonaron. Spirit of the night demuestra que la banda no ha cambiado ni un ápice, siendo esta de su penúltimo álbum, y tras más de treinta años de carrera su estilo sigue inamovible, incluso podríamos decir que su potencia ha aumentado si escuchamos con atención, por ejemplo, a Great old ones, ya menos sorprendente pero una de las más esperadas por mí, por ese pedazo de riff lleno de fuerza a cargo de Marcos Rodríguez, pero sobre todo por su solo salvaje y rápido. El mismo Marcos volvió a confesarse en público un gran fan de toda la vida de Rage, y a señalar a Peavy como a una auténtica leyenda viva (que lo es, que a nadie le quepa duda). Blackened karma fue una excelente representación de su último trabajo, también 100% Rage, con esa contundencia en sus instrumentos y un estribillo que se irá haciendo grande en directo, como también lo fue Seasons of the black. Con aquel sol pegando, que aun no había pasado tras el telón de los escenarios, hacía falta un chute extra de energía, y vino de la mano de End of all days, una de las más reconocidas. Peavy se movía con fuerza sobre el escenario, mirando a su batería y bromeando con Marcos, en un equipo que se intuye perfectamente en forma, con muy buen rollo y con mucha compenetración. Con directazos como este, queda Rage para muchos años. Su tiempo aumentaba a una hora aquí, con lo que cupo algún temilla más que en el concierto de Barcelona. Fueron sonando uno a uno From the cradle to the grave como única representación del XIII, uno de mis discos predilectos del grupo, Straight to hell o Black in mind de su disco homónimo, hasta acercarse al final con la grandiosa Higher than the sky, cuyas primeras palabras a capella por Peavy dieron una gran fuerza a la peña para cantarla sin parar. Quizá se abusó un poco de su estribillo, pero cuando la guitarra de Marcos empezó a sonar, la gente enloqueció. A modo de interludio en el tema, el guitarrista venezolano metió un fragmento del Holy Diver que le quedó para chuparse los dedos, con una voz tremendamente parecida a la de Dio que sorprendió a propios y extraños, para pasar a darle a saco de nuevo y terminar el tema iniciado.

La idea inicial era ir a ver Inquisition, banda colombiana de black metal pagano que ya llevan un chorro de años peleando en la escena. Epica, a pesar de que probablemente sea hoy por hoy mi banda de Metal sinfónico favorita, ya llevo un par de discos sin escuchármelos bien y además, si no recuerdo mal, debe de ser la cuarta vez que pisan el Leyendas ya. Lo perfecto hubiese sido ver a los dos grupos según las ganas que yo tenía, pero contra todo pronóstico, tan solo pudimos disfrutar de los 4 o 5 últimos temas de Epica, ¡¡pero bien que desatornillamos el brazo y el cuello de tanto dar bandazos!!

Es lo que tienen los Leyendas. El camino del recinto a la tienda, que este año podían ser 6 o 7 minutos de nada, se te acaba liando con tanta peña jeje. Aquí me encontré con mi colega en 1000 y una batallas (¡y las que nos quedan!) Juanmi con su novia Clau, con Dani, mi hermano Aitor, su chica Patri, mi primo David… y poco antes con mi gran colega murciano Opi (que rara vez ha fallado a un Leyendas, caiga donde caiga) y con el valenciano Manu (al que solo tuve la ocasión de saludar rápidamente). Cuando llegamos, Inquisition estaban a punto de terminar y justo en ese momento sonaba la hipnótica Cry for the moon, conocidísima (fácilmente, el tema insignia del grupo). Para no perder la costumbre metimos unos cuantos cabezazos y puños al viento mientras las pantallas nos ayudaban a entender un poco más lo que pasaba en el escenario. Mark Jansen sigue en plena forma, está hecho un hacha, compenetrándose con la gente, yéndose hacia las primeras filas y levantando su guitarra mientras toca los riffs… sabe de sobra ganarse a la peña, y es que solamente él, Simone y Coen a las teclas sobreviven de la formación original. Su sonido ha experimentado un endurecimiento progresivo conforme al paso de los discos, adaptándose a distintas tendencias pero siempre manteniendo su personalidad. Un ejemplo es Sancta Terra, de un discazo como el “Divine Conspiracy” (con el que creo que finalmente alcanzaron el 100% de su personalidad). Con un estribillo de los que hacen época, Simone disfrutó con ella acompañada con el candente ritmo de Ariën van Weesenbeek en la batería que, por cierto, menudo flecha el tío, que cambios y que técnica. Quizá noté algún problemilla de sonido, ya que no escuchaba demasiado bien los teclados, pero en general gozaban de buena potencia. En cualquier caso, bastante que se escuchaba bien, ya que estábamos muy lejos del escenario. Ahora sí, Coen destacaba a saco con su espectacular teclado curvado, con un tema nuevo que me sonó muy místico y sinfónico, con mucho coro a lo grande. Tampoco es que abusaran de demasiados pregrabados, pero para algunos temas son imprescindibles. Me encantó escuchar una vez más la facilidad que tiene Simone para cambiar de registros limpios a líricos, es una auténtica fiera en los tonos altos y su voz es inconfundible. Ella sola es capaz de cargarse a todo el grupo a las espaldas, y no solo por su belleza, sino por su presencia y su saber hacer, que es lo que importa en un concierto. Esperaba para el final la colosal Consign to Oblivion, que ya llevan unos años tocando, en la que dentro de sus casi 10 minutos, cada uno de los músicos se desenvuelve en mil y un registro, uno de mis temas favoritos sin duda, apasionado, con gran cuerpo y melodía, redonda. Una gran forma de despedirse actuación tras actuación. Creo que, por lo poco que vi, gustaron mucho más que en la anterior edición que nos visitaron.

Momento cumbre del día. Cabezas de cartel a la vista, en principio de dudosa elección, pero pensándolo fríamente, Blind Guardian es uno de los grupos más grandes que ha dado la historia del Metal más puramente alemán. Una banda de esas que, por culpa de que en su día estaban hasta en la sopa, llegué a aborrecer un poco, pero no solamente por eso, sino por su poca sangre y sosería en directo. Al final, en todos los festivales, siempre con el mismo setlist, con los mismos movimientos y escenografía… me acabaron quemando. Pero una buena época sin verles hasta el año pasado renovó mis ganas por este grupazo, aunque su concierto en el Rock Fest Barcelona 2016 no fuese precisamente el cenit de la alegría y la innovación. En el Leyendas prometía ser algo grande, aunque repitieran el setlist de Barcelona, solo con que mejoraran un poco su actitud. Su salida al escenario sin un triste telón hacía pensar lo peor. El inicio, con un grandísimo sonido, fue igual con The ninth way, pero ahí terminaron las coincidencias. Y es un buen tema, pero no es la explosión que muchos de nosotros buscábamos. Esta misma, sin duda, llegó con Welcome to dying, aflorando su época más cercana al Thrash Metal, con la batería de Frederik Ehmke a pleno rendimiento, sin fallar ni una sola nota. Este chute de velocidad pareció encender la llama, con muchísima más gente viéndoles que el año pasado en Barcelona. Antes de cada tema, Hansi daba una pequeña descripción de este, y no tuvo que esforzarse mucho para que la gente empezara a gritar cuando mencionó Nightfall, todo un emblema de la banda, y con la que cantamos tan alto que desde lejos apenas se escuchaba al vocalista, a quien por cierto se le vio bastante esforzado en todos los temas, dando más agudos de lo normal y poniendo bastante énfasis en su trabajo. Aunque eso sí, el tema de moverse yo creo que desde que dejó de tocar el bajo en la banda no lo lleva demasiado bien.

Aquella noche, por cierto, era su cumpleaños, y fue felicitado como merecía, diciéndonos que ese era el mejor regalo de la historia. Prophecies, extraída de su último trabajo, sonó muy bien, pero me cortó un poco el rollo, y es que el estilo de la banda de mitad de carrera hacia adelante me cuesta un poco. Sin embargo, a partir de aquí fue todo puro placer auditivo, un regadío de temazos que nos tocó a todos la fibra sensible. Y es que así de golpe, estando un poco despistado, nombró Mordred’s song y solo de pensar en ella se me pusieron los pelos como escarpias. ¡Cuánto tiempo sin escucharla en directo! Esa melodía, ese espíritu… buf, me encanta, precisamente fue mi canción favorita de Blind Guardian una buena temporada. De nuevo con Born in a mourning hall y Bright eyes se restableció el movimiento sobre el escenario, y es que tanto Marcus como André (este último especialmente un puto fiera) a las guitarras parecían estar más cargados de energía, con más entusiasmo aquella noche, saltando, correteando por el escenario, cruzándose entre ellos y agitando la melena, no solo en los dos primeros temas como suele ser habitual en ellos. En esta ocasión, los fans de la casi-vieja escuela estabamos de suerte. Y es que hace bien poco, la banda estaba girando para tocar íntegro su “Imaginations from the other side”. No tuvimos tan inmensa suerte, pero sí es justo decir que en este concierto tuvimos el placer de degustar nada menos que 6 temazos de uno de sus discos más grandes y exitosos, como las dos mencionadas anteriormente, Another holy war (¡¡menudo cañonazo!! Épica y potente) o la que cierra el disco And the store end, con la que me puse como una moto a mover el puño. Por supuesto, no podía faltar la mismísima Imaginations from the other side, cuyo estribillo fue uno de los más cantados de todo el festival. Estábamos un pelín lejos y al principio me costó hasta reconocerla, pero luego la alegría fue inmensa. ¿Gran repertorio no?

Todo clásicos, buen rollo con la banda, actitud bastante buena… salvo las pintas que me lleva el Hansi. Sigue pareciendo un ejecutivo. Entre lo del bajo y su corte de pelo, perdió su fuerza, como si de un Sanson del Heavy Metal se tratase. Y es que me suda los huevos lo que diga la gente, está claro que ser Heavy no se basa solo en el aspecto y vestimentas, pero desde luego ir vestido como un jodido pringao con pintas de niño bueno (y conozco a bastantes xD) no ayuda precisamente. Pero tras este inciso, volvamos al concierto porque todavía quedaba lo mejor. Otro de los momentos más emocionantes y casi lacrimógenos llegó a continuación, con la que es probablemente la canción a la que más cariño tienen los fans (y los frikys jeje) de la banda: Bard’s song (in the forest). En plan acústico, la potencia de las voces del público abrumaba al propio Hansi, que sonreía pletórico mirándonos. Imprescindible sentir este tema con los ojos cerrados y degustando cada nota. Si hay alguno 100% insustituible, es este. Pero no nos íbamos a quedar con sabor melancólico, ya que Mirror Mirror fue la hostia en vinagre. La eché de menos en Barcelona, y es que es uno de mis grandes temas de la banda. Aquí el que sufrió de lo lindo fue el cuello, reventado a base de headbanging con toda la emoción del momento. Un subidón brutal con toda la peña cantando las notas de su parte instrumental, ¡¡¡una fiesta brutal!!!... que terminó con la grandiosa y épica Valhalla, cabalgando a toda pastilla por nuestros oídos, que vibraban de intensidad. ¡¡A muerte!! ¡¡Hasta que se nos caiga la cabeza al suelo!! Gritábamos algunos. La intensidad de la recta final fue algo que no esperaba ni de lejos. Consiguieron sacarme fuera de mí, y mira que les he visto veces, pero entre la sorpresa de And the store ende, Mordred’s song y este finalazo a 100 por hora… uf, ¡me quedé para el arrastre! Todo ello, por supuesto, con la gran compañía de mi hermano y parte de la familia.

Pero no, ni de puta coña era hora de rendirse. Con la medianoche acercándose, nos dirigimos con algunas dudas y cierta inquietud al escenario pequeño. Masterplan, que increíblemente tocaban allí esa noche en lugar de estar petando el escenario principal. ¿Por qué? Pues por varios motivos, probablemente. El principal es que Masterplan, el grupo-escisión de Helloween en su día con Roland Grapow y Uli Kusch (ya hace tiempo fugado) podrían haber sido, perfectamente, el relevo generacional de las grandes bandas del power metal, tanto en Alemania como a nivel mundial. Con toda la calidad de sus músicos y su creatividad compositiva, prácticamente CREARON un power metal totalmente distinto, más potente, con más pegada, con melodías extrañas, originales y adictivas, y con unas letras totalmente genuinas. Lo tuvieron absolutamente todo, incluyendo a la mala bestia Jorn Lande a las voces. Y por último, lanzaron un disco, el “Masterplan”, que fue una auténtica maravilla, absolutamente redondo, un disco calificable con un 10 redondo sin ningún tipo de duda ni discusión, de los mejores de la historia. ¿Cuál fue el problema entonces? Quizá el segundo disco, pese a ser excelente, no llegó al nivel del primero, y a partir de ahí fueron en caída libre, con un tercer disco más flojo, con cambios de formación, la salida de Uli y de Jorn, su reincorporación y una absurda segunda salida, entre otras cosas, hundieron al grupo en el olvido, cuando podrían haber llegado a ser reyes absolutos. Por eso nuestras dudas e incertidumbre. Porque cuando les vi por primera vez en 2003 quedé maravillado. Pero esta vez, 14 años y varias mutilaciones después… ¿tendría gracia? Pues hay que confesar que tuvimos una suerte enorme y sí, el resultado final fue bastante satisfactorio. Nos tocaron el “Masterplan” casi entero y de forma casi exclusiva, para algarabía y regocijo de los que lo consideramos una obra maestra.

Lástima que nos perdiésemos Enlighten me, pero las notas de Spirit never die nos hicieron correr como posesos hacia el mogollón. Habiendo pasado de Arch Enemy, sería muy cruel que el concierto fuese una mierda, pero por suerte no fue así. El sonido, obviamente, era mucho más pobre, pero aun así los instrumentos se escuchaban bastante bien. Roland hacía de maestro de ceremonias, líder indiscutible del grupo, al mismo tiempo que Rick Altzi resultó ser mucho mejor frontman de lo que imaginaba, incluso mejor vocalista de lo que le había escuchado. Porque los temas nuevos como Keep your dream alive no son tan exigentes, pero agüita con los primeros como Kind hearted light… uf… no creo ni que el propio Jorn pudiera cantar hoy en día ni la mitad de ellos con garantías. Pero Rick se esforzó mucho y sacó la mayoría de notas sin problemas, y temas como el último citado o Soulburn, con ese ritmo tan aplastante y metalero me pusieron la sangre a hervir, a parte de traerme recuerdos impresionantes. Crystal nights me cogió también por sorpresa (hacía tanto que no la escuchaba…) y me volvió a recordar porqué llegó a ser de mis favoritas. Por cierto, genial el trabajazo de Kevin Kott, su nuevo batería, al que se le notaba muy experimentado. Y es que para sustituir a Kusch o a Terrana… telón. Tras una versión de la relativamente desconocida The Chance (Helloween) que no tuvo excesiva acogida, emprendían la recta final, ya con la peña on fire, con el doble bombo a piñón de Heroes, con un Rick muy forzado (se nota que el tema fue compuesto para Kiske) que la sacó a duras penas, y es que a estas alturas parecían ya pesarle las cuerdas vocales. Desde luego, si puede con un setlist como este, puede con todo. Disfruté muchísimo con esa melodía tan happy. O mejor dicho, disfrutAMOS, ya que tuve el placer de compartir precisamente este concierto con mi viejo colega Rage, antiguo compañero de numerosas batallas. ¡¡Y es que Masterplan siempre fue lo nuestro!! Aunque ya solo quedase la bestiaja Crawling from Hell, podrían haberlo hecho mucho mejor. El tema les quedó de lujo, pero a partir de aquí, se pegaron al menos 10 o 12 minutos con el uoooo uoooo de las narices, intentando animar a la peña ya bastante cansada y que quería más caña para no dormirse (yo por ejemplo, habría matado por Bleeding Eyes, o porque no, el Lost and Gone de su “Mk II”). Echaron el último fragmento del tema y salieron bastante bien parados, la gente les aplaudió merecidamente, pero con una hora escasa de concierto… no es de recibo invertir 10 minutos en chorradas cuando podrían haber metido al menos 2 temas más.

Lo siento por Triptykon que son una banda difícil de ver por estos lares, y aun más porque Celtic Frost me gustan y seguramente Tom G. Warrior iba a tirar de gran parte de su repertorio… pero Raven son más lo mío, Heavy Metal de la NWOBHM, clasicotes, rápidos, luchadores, eléctricos… una de las bandas más míticas de la escena de aquellos días que, sin llegar a haber sido realmente enorme, fue y sigue siendo totalmente representativa de este nuestro género. Y eso que tampoco me hacía especial ilusión volver al escenario pequeño, porque siempre me plantea serias dudas sobre el sonido. Por otra parte, ya eran unas horas bastante crueles para cenar. El problema es que cuando hay tantos conciertos imprescindibles y seguidos como hoy, lo primero es lo primero, y la comida tiene que esperar. Viendo a los Raven fue un gran momento, bocata en mano y Heavy Metal a toda hostia atravesándonos los oídos. Vimos un ratito desde las gradas, el principio, hasta que terminé mi cena y no pude aguantar más allí (no soporto ver los conciertos sentado…) por lo que me adentré un poco yo solo para ver mejor el concierto. Y desde luego, no se puede decir ni de lejos que estén viejos o acabados, todo lo contrario. Solamente con la forma de moverse, con esa actitud, con ese maremagnum que es su batería repartiendo porrazos, y con ese sonido que ha perdurado a lo largo de, ojazo, ¡¡casi 40 años!! 40 años aguantando evoluciones, cambios, sobreviviendo a los tormentos de las nuevas épocas y manteniéndose auténticos incluso en sus últimos discos. Su último trabajo, el “ExtermiNation” de hace solo dos años, es sencillamente la hostia (de hecho, me encantaría que hubiesen tocado Fight). Al que también da gusto es a su vocalista, bajista y fundador de la banda John Gallagher, con un vozarrón que parece mentira que tenga su edad… Unos agudos que te ponen la piel de punta y te atraviesan el estómago al feroz ritmo de sus temas clásicos y nuevos (da lo mismo, ellos nunca han cambiado, y así es como debe de ser siempre), y un headbanging y carreras casi continuas... ¡¡que putos jefes!! Junto a su inseparable hermano Mark Gallagher, también fundador (en el 76, tócate los huevos) completa el power trío junto al batería Joe Hasselvander. Lástima que estuve lejos para fijarme en su instrumento con detalle, pero el resultado deja a las claras que aun tienen un sonido y una pegada únicos. Rock until you drop, o lo que es lo mismo, ¡Rock hasta la muerte! Ese es el espíritu, y también uno de los últimos temas de la noche, entre el Rock y el Heavy Metal. Me alegré ver especial movimiento entre las primeras filas, y la carpa bastante llena. La banda estuvo muy agradecida en todo momento, el público les devolvió la energía que ellos invirtieron en forma de aplausos. Llegó Faster than the speed of light, imprescindible (sabía que no podía faltar, a pesar de que es la primera vez que les veo) y sorprendentemente, una versión del Born to be wild bastante más Heavy y acelerada y potente que la original. Excelentes, y no soy el único que comentó lo mismo (a mi colega Popi fue otro a quien le encantaron, igual que a Chely, Indio y toda la tropa). No me arrepiento en absoluto de la decisión tomada.

Se aproximaban las 2 de la madrugada, hora ya complicada por el cansancio acumulado, pero quedando bandas interesantes en el cartel, no tenía ni la más mínima intención de largarme todavía. Es algo raro, que no suele funcionar, pero a aquellas horas, y con mucha gente sobándola, el recinto era transitable, y decidimos ver mitad y mitad de las dos bandas que tocaban en distintos escenarios. Para empezar, a las 2:00 empezaban los Ciclón, banda que me encanta desde que les conocí en sus inicios, y que intento no perderme nunca en directo, aunque como en esta ocasión, solo pudiera ser un trozo. Mi objetivo como punto de corte era un tema en concreto. Aprovechamos los 20 minutos de cambio para descansar un poco las lumbares (de donde salían ya rayos) y afrontar la recta final a tope. En cuanto vi amagos de aparición, me situé entre las primeras filas y poco después empezó el show con En tu celda, que también abre su segundo trabajo, un corte ideal para dar caña desde el principio, rápida y bastante Heavy, que es lo suyo, el Heavy-rock de los 80 siempre ha sido santo y seña de la banda. La gente parecía un tanto parada al principio (y yo a lo mío jeje), o más bien, demasiado borracha para reaccionar. Para mí cada tema fue una bocanada de aire fresco, una buena mezcla entre sus dos discos que conozco muy bien, como Manos siniestras o Hoy como ayer, una de cada. La banda estuvo en todo momento contenta y agradecida por el hecho de que estuviésemos allí a aquellas horas en lugar de viendo el concierto de Obús. Como ya vimos en el Metal Lorca del año pasado, en la cañera y reivindicativa Basta ya, apareció de repente un demonio portando una maleta llena de dinero (que más tarde lanzó al público) y personalizando a todos esos cerdos hijos de puta que nos gobiernan, ladrones de guante blanco, demonios disfrazados. Uno de sus temas más mordaces que en directo suena fetén, dura y con muy buena voz por parte de Kike, que dio incluso más de lo habitual para levantar a la peña. No pretenden ser los mejores músicos, ni los más llamativos ni bestias, pero como dice la canción, tienen un corazón Salvaje, y lo demuestran en cada concierto, con música que mezcla letras combativas con buenos riffs y solos directamente importados de aquellos mágicos 80. Les gusta, lo viven y les da igual que sea ante 50 que ante 2000 personas.  Verles, también por su estilo y vestimentas, es hacer un viaje al pasado, y esto siempre me ha gustado. Tienen buenos solos, un batería que da el cayo, pero quizá destacaría sobre todo sus melodías, como en Sol Naciente, mi tema favorito, y es que ese puente… ¡me encanta! Tiene una fuerza arrebatadora, y aunque cada vez tenía menos ganas de abandonar el concierto, sabía que Obús también nos iban a dar “pal pelo” con esos temas de toda la vida que todos conocemos (o deberíamos...).

Así que, entre aplausos, tiramos hacia el escenario Azucena, y poco a poco fuimos pillando el rollo hasta llegar al sitio. El concierto estaba bastante petado de gente, mucho más de lo que pensaba; eso demuestra que por suerte siguen teniendo gancho. No sabía si estaría preparado para volver a ver a Fortu con el pelo corto (a este paso, ninguno de los 4 músicos tendrá ni un pelo xD). Conforme llegamos, y ya acercándonos a la gente, no me pude contener y empecé a saltar como un poseso con Te visitará la muerte, gritando aquello de …¡¡¡¡Y yo por si acaso vivo como Dios!!!! Me encantaría haber llegado al principio, porque es uno de los temas en los que más disfruto siempre, por la mala leche con la que la canta Fortu y por como se vive bajo los escenarios. Si embargo, a estas horas ya habían encarrilado la ristra de clásicos imparables, como otra de mis favoritas, con un mensaje que es 100% filosofía para mí… Que te jodan, ¡¡que le jodan al que se rinda y al que cambie!! Los gritos más salvajes llegaron con El que más (toda una macarrada de temazo), aunque hoy vi a Fortu bastante más comedido que de normal, tanto en agudos como en movimiento (a ver si el corte de pelo ha afectado a su vitalidad jajaja), en esta canción en particular le vi bastante flojo, de hecho. Su voz no tuvo el grosor y la rabia que normalmente posee, esa que nos hace destrozarnos la garganta a nosotros también. Eso sí… me quito el sombrero con una reverencia ante los músicos que le acompañan. Desde Fernando Montesinos, haciendo retumbar su bajo que daba gusto, cantando hacia la gente con mala leche, hasta Carlos Mirat, una auténtica bestia del averno a los palos, salvaje, virtuosísimo… ¡¡mortal!! Sin duda alguna (y ya lo he dicho más de una vez) uno de los mejores baterías que ha dado la historia de este país. Da gusto verle aplastar sus tambores en temas como Autopista (y eso si la gente, con los griteríos, te dejaba apreciar su instrumento…) y él solo ya aumenta en un gran porcentaje la espectacularidad del grupo, un verdadero animal desbocado, haciendo virguerías y tocando cosas imposibles.

Cada vez que escucho Dinero dinero uf… me cuesta pensar en el hecho de que el vocalista se cortase el pelo en un programa de esos para jodidos subnormales… y su cochina relación con Telecirco… en fin, a veces pienso que debería dejar de tocarla en directo por respeto. Eso sí, si la veo como auto-mensaje, me siento muy orgulloso de ser así :D. Juego sucio es otra que tal, pero al menos me recuerda que la banda sigue ahí repartiendo caña tras más de 30 años de carrera, y eso por si mismo es un hecho de actitud. A todo esto, no lo he mencionado antes, pero nada más empezar a ver este concierto, lo primero que noté fue un sonido explosivo, con un volumen atronador y una claridad absoluta, especialmente en el bajo y batería. Un estruendo sorprendentemente claro y alto, que me llenó más si cabe de gozo, ¡así sí que da gusto joder! Ver como sonaban los temas con esa potencia les da un valor añadido enorme. Ese riff de Va a estallar el Obús que te impide dejar de mover las piernas, fue pura motivación, un chorro de energía interna para empezar a agitar el puño, castigar las cuerdas vocales y no parar hasta el final. ¡Vaya himnazo! Un placer infinito poder verla una y otra vez, aunque en general me faltaron muchos temas; supongo que alguno de ellos caería de los primeros, pero en general fue un show muy compacto, sin descanso, tan electrizante como cualquier otro. Al final, y como nota divertida, Fortu ocupó el puesto de Carlos Mirat a la batería (se defiende, el tío, jejeje) mientras este hacía locuras por todo el escenario, entre otras, tocar con las baquetas una escalera y subirse hasta lo alto para saludar. La verdad, una pena no haberles visto enteros, pero esto de los solapamientos es la mierda que tienen.

Buscamos a los colegas, pero todo el mundo se había largado ya a casa. Disfrutando del momento, de haber peleado a muerte durante todo el primer día, gritado hasta no poder más y viendo todos los grupos estipulados, con el cansancio redentor en la espalda y cuello, nos fuimos tranquilamente hacia la tienda y de ahí, con mi viejo relámpago gris, a casa, a dormir bien a gusto. El día siguiente, en principio, era el día más fuerte a nivel de bandas, aunque a veces las sensaciones fluyen independientemente de lo que uno quiere o piensa. Me dormí entre grandes pensamientos de Blind Guardian, Masterplan, Obús… no existe droga que de un sueño más placentero y reparador.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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