miércoles, 16 de agosto de 2017

¡Comiéndonos el Leyendas! (Leyendas del Rock, día zero, miércoles 09-08-17, Villena)

Está visto que, sea por A o por B, todos los años me toca hacer las cosas a última hora, deprisa y corriendo, para que no me pille el toro con el Leyendas del Rock. Mierda de trabajo… Menos mal que cuento con la inestimable ayuda de mi chica (a quien quiero dar las gracias por todo antes que nada), que se encargó de dejarlo todo bien dispuesto y preparado para poder sobrevivir en estos cuatro días que, normalmente, suelen ser los más duros y a la vez los más gratificantes de todo el año. Sí “hamijos”, de nuevo otra edición del Leyendas del Rock llamaba a la puerta, y no sabéis cuanto deseaba que por fin llegase este día, aun a sabiendas de que los cuatro días iban a pasar volando, casi como un sueño. Olvidarme del trabajo, de los problemas, volar a mi mundo de evasión, a la que ya por decreto puede ser considerada la tierra del Metal gracias a las 5 ediciones que lleva acogiendo ya la ciudad casi vecina de Villena. Y aunque suene a tópico y ya lo haya dicho más de una vez, cada año se supera, y este ha sido, probablemente, el mejor Leyendas de la historia para mí, y no solo (que también) por todos esos grandes colegas que he visto y con quienes he compartido en mayor o menor medida algún concierto, sino por los grupazos del cartel, por la incansable lucha para ver a todos los posibles (que es de lo que se trata un festival, de echarle huevos, no pasarse la mitad en la puta tienda y la otra mitad viendo los conciertos sentado frente a la pantalla), y por la sensación de gloria y de satisfacción que se me quedó una vez terminó la última banda.

Por supuesto, la parte negativa tras cuatro días tan intensos, sin parar ni un segundo, de concierto en concierto, headbanging por aquí, colegas por allá… es el tremendo síndrome de abstinencia que me invade mientras escribo estas líneas, y no va en broma. El paraíso existe para mí, y es un festival. Volver a la cruda realidad no es fácil, porque el dolor de cada músculo y cada articulación me recuerda lo grandísima e intensa que ha sido la experiencia, pero al menos no tengo que soportar el jodido despertador cada mañana estando en vacaciones. Y recordando, por supuesto, el dolor se atenúa. Por supuesto, buscaré todos los conciertos a los que pueda ir de aquí a final de año, y aunque el Leyendas es algo único, no hay que perder nunca la seguidilla. Pero eso no es ninguna novedad en mí.

La cuestión es que terminé de trabajar a las 14:00, comí (más bien engullí) y terminamos de preparar todos los bártulos, a pesar de que el plan era no quedarse a sobar allí ninguna noche. Un buen cargamento de bebidas energéticas, algún tentempié, una botella de Absolut para ocasiones muy puntuales, las entradas, algo de pasta para sobrevivir… y sobre todo, toneladas de ganas, de ansias de concierto, de locura por que la gran fiesta diera comienzo.

Alrededor de las 16:30 aproximadamente pusimos rumbo a Villena (las bandas anteriores no me interesaban demasiado, francamente) para llegar con tiempo a lo que queríamos ver, echar un trago, reunirnos con los colegas en la tienda (que ya estaba montada desde aquella mañana) y disfrutar de uno de los poquísimos momentos de relax que tendríamos en los cuatro días siguientes. Mi objetivo era claro: tenía una cuenta pendiente muy importante con una de las más grandes bandas que ha dado el Thrash Metal en este puto país: Angelus Apatrida.

Demasiados conciertos perdidos, demasiadas ocasiones desperdiciadas… hacían que llevase, al menos, tres o cuatro años sin ver un concierto suyo “como está mandao”, por lo que no pensaba perderme ni un solo minuto. La entrada al recinto de conciertos del Leyendas siempre es un momento único, una enorme bocanada de aire fresco, como si todo lo demás quedase atrás. Los primeros compases fueron compartidos entre concierto y colegas, disfrutando de los temas y también de toda la gente que nos habíamos reunido para verles. Entrando en calor poco a poco, de repente Angelus Apatrida nos obligó a hacerlo a marchas forzadas. Mostrando el mismo empuje y ganas que siempre, Guillermo y los suyos se dedicaron a caldear el ambiente como mejor saben: a golpe de feroces baterías y riffs afilados como navajas. Muy contentos por estar allí otra vez, ya nos advirtieron que no nos traían nada nuevo, solo los temas habituales, eso sí, cargados de mala leche y buen rollo a partes iguales. Y es que se nota que les encanta lo que hacen, y lo hacen con toda la pasión del mundo. Son grandes músicos a los que he visto ir mejorando a pasos agigantados desde la primera vez que les vi, cuando solo tenían en el mercado aquel primer “Evil Unleashed”, hace ya más de diez añacos. Siguen siendo los mismos, pero más potentes y técnicos. La gran coordinación entre ellos es apreciable en todo momento, desde los acercamientos entre Guillermo y David (su compañero de batalla a las guitarras) o los guiños de José a Víctor en la batería. Fue el primer atisbo de conciertos en el Leyendas 2017, pero me alegré de sobremanera, al menos en principio, al ver que el sonido era más que decente. Tan solo la guitarra de David parecía estar muy baja de volumen, el resto sonaba bastante bien. Versus the World inició la recta final, marcada por grandes movimientos entre la peña, circle pits (animados con toda la mala leche por su vocalista y guitarra) y demás. Sonido 100% thrash en Corruption, y actitud acorde tanto en banda como en público. Los riffs machacones ponían a todo el mundo en órbita, y el trallazo de Serpents on parade no rebajó precisamente el ritmo, con un doble bombo de locura. Un poco de todo, como podéis ver, desde mandanga de reciente factura hasta clásicos, incluyendo en este último grupo esa excelente Thrash Attack que tanto gusta a sus fans y que siempre desata un torbellino de arena y polvo allá donde la tocan. Sorprendentemente, cambiaron de sitio estas, para dejar que You are next ocupara el privilegiado lugar final en el setlist. ¡Y había que verles guerrear! Todo mi apoyo para esta banda a la que le queda ya poco que demostrar. Siempre grandes, siempre arrasadores pisen donde pisen.

Aquel día de presentación, que cada vez se hace más y más grande hasta el punto de que ya puede considerarse uno más del festival casi en igualdad de condiciones, fui ya sabiendo cual sería la banda que me iba a gustar más. Me pareció absolutamente increíble (e inconcebible, porque no decirlo…) que mucha gente desconociese quienes eran los que iban a subir a continuación sobre el escenario: Last in Line. Mi adoradísimo Vivian Campbell (Def Leppard), el legendario Vinny Appice, Phil Soussan (que sustituye al tristemente fallecido Jimmy Bain) y un excelente Erik Norlander a los teclados. De verdad, a quien esté en la movida y no le suenen estos nombres, ya podía ir haciendo las maletas y volverse a casa. La banda de Dio en estado puro, un auténtico homenaje al más grande, a la VOZ en mayúsculas, que nos dejó hace ya 7 años y pico. El mundo del Metal siempre estará de luto, pero sus antiguos compañeros mantienen su música viva en directo, complementados a la voz por Andrew Freeman, un hombre al que tendré que seguir más de cerca, porque su papelón en este concierto fue algo antológico (emular a Dio… no hace falta decir más). Y eso que me dije a mí mismo: voy a ver este concierto desde un lugar discreto y tranquilo en la medida de lo posible, Angelus Apatrida ya han dado mucha guerra y no es plan de quedar hecho polvo ya el primer día. Iluso de mí. En cuanto escuché los primeros redobles de Vinny a la batería y el agresivo riff de Stand up and shout, con toda la fuerza de sus tiempos, fue como si algo tirara de mí, y corriendo despavorido fui a colocarme en todo el meollo para recibir los temas con toda la intensidad que merecen, además, con auténticos maestros del Heavy como son mis colegas Indio, Pakete, Chely o Costera (dando caña con su hijo Iván a hombros). ¡¡A repartir estopa!! Aquello sonaba de auténtico lujo, y es que no hay nada como tener a gran parte de los músicos originales para mantener la esencia de temas como Straight to the heart o Evil eyes. Todo 100% clásico, extraído de los dos  primeros trabajos de Ronnie J. Dio, auténticos pilares del Heavy Metal clásico como son “Holy Diver” y “Last in Line”. Esta selección no podía disgustar a nadie. Incluida la intro, Holy Diver se mostró en toda su plenitud, con la consiguiente algarabía general de la peña, que cantó con todas sus fuerzas. Un inmenso gustazo ver a Vivian Campbell sonriendo después de tantos problemas de salud, y levantando la guitarra por encima de su cabeza mientras la toca. Fue, sin duda, el gran protagonista del show, toda una figura idolatrada por muchos (entre los que me cuento) que sin embargo, no hacía sombra a sus compañeros. Vinny se esforzó al máximo para que su instrumento plasmara con total fidelidad cada golpe de los temas en disco, y dejó una actuación perfecta, bordada. Las acústicas nos llenaban de nostalgia con los acordes de Don’t talk to strangers, pero no se dio demasiadas concesiones a la caña, seguidamente con los potentes riffs de Last in Line, también cantada de forma ensordecedora por todos. Tan solo hubo una presentación de un tema propio, y ese fue Starmaker, que dedicaron a Jimmy Bain, uno de los grandes bajistas del Heavy Metal, y la verdad es que como todas las nuevas suenen como esta Starmaker, vale la pena continuar el legado (con su música, no con ridículos hologramas). No quiero olvidarme de Andrew Freeman, que hizo una actuación formidable. Tanto en el cuerpo de su voz, como en los agudos y en los rasgados, se pudo vislumbrar claramente el estilo y la enorme influencia del pequeño gran hombre. Creo que dejó a todos más que satisfechos. Por su parte, el teclista Erik Norlander tuvo momentazos de protagonismo, como el comienzo de Rainbow in the Dark, una de las estrellas de la tarde, con la que muchos empezamos a castigar seriamente la voz (no hace falta mucho más para quedarse afónico jeje). Andrew aguantó el tirón muy dignamente, para desplegar toda su potencia vocal en We Rock, cuyo convincente estribillo coreamos todos a morir.

La actuación de los vikingos Amon Amarth era sin duda la más esperada de la tarde, y la responsable de atraer a suficiente gente como para batir el record de la historia del leyendas del rock, con el día más concurrido de todos los tiempos. A parte, en British Lion nos permitimos un pequeño descanso, que sería el único en aquella jornada antes de caer rendidos. Al contrario de lo que hizo la mayoría de la gente (no me jodas que todos los que había viéndoles conocían a la banda…) nosotros preferimos irnos a echar un trago con tranquilidad antes que ver a una banda que no nos interesaba demasiado solamente por ver a Steve Harris. Y menos mal, parecía ser cosa del destino, porque justo cuando nos refugiamos bajo el toldo en las tiendas, comenzó a llover de forma bastante copiosa, y nos hubiésemos calado vivos (no me importa en un grupo que me guste, pero si apenas les conozco…). Mientras tanto, estuvimos todo el tiempo charlando con Pinxo y Nuria, que estaban allí de tranquis. La cosa es que, pocos minutos antes, cesó el mini-temporal y, ya de noche, volvimos al campo de batalla para enfrentarnos a Amon Amarth y a sus barcos vikingos, junto a Kurro y su hermano Alexis. Antes, fuimos a la barra de los listos (la de la derecha) a pillar algo para beber, y mientras, empezaron dando caña con Pursuit of vikings (sorprende que fuese la primera). Por lo visto, no iban a andarse con zarandajas, y llevaban un buen montón de temas brutales y cavernosos bajo las mangas, vestidos de gala por un montaje tremendamente espectacular, con dos barcos vikingos enormes que acaparaban casi todo el escenario, por donde los músicos podrían moverse, algo distinto, mucho más grandioso que el ya de por sí bestial montaje del Rock Fest Barcelona 2016. Así, mientras As Loke falls sonaba, la imponente figura de Johan Hegg se paseaba por las plataformas con paso firme, y con la misma soltura que los dos guitarristas agitaban descontroladamente sus melenas. Cry of the black birds siempre, siempre es una de las más esperadas por mí. Puede que ya no tenga nada de la brutalidad de sus primeros trabajos, pero en cuanto a transmitir sensaciones, pocas la superan. Me encanta su melodía y su ritmo, que gana incluso potencia en directo. Su cadencia entrecortada me hace autodestruir el cuello de forma casi inconsciente, casi tanto como la rabiosa Deceiver of the gods o la cavernosa y agresiva Destroyer of the universe, otra de mis favoritas e imprescindible en directo, de las que te hace sacar fuego por la boca mientras la melena no para.

Y tanto Olavi como Johan, a meter unos solos increíbles, que se escuchaban bien, sin más, desde donde estábamos. Y es que, como ya he dicho antes, fue inédito e impresionante la cantidad de gente que había viéndoles. Más que en cualquier otro momento de cualquier otro Leyendas en toda su historia, a pesar de que también era la primera vez que se cobraba entrada para el primer día. Aquello creaba un buen ambiente, pero también se notaba que mucha gente estaba allí por curiosidad más que por otra cosa. Desgraciadamente, tuvimos que conformarnos con una posición muy alejada del escenario (no había más cojones, literalmente imposible avanzar) y aun así el sonido era bueno, salvando lo que se llevaba el fuerte viento que soplaba por momentos. Death in fire fue acompañada, como muchas otras canciones, por llamaradas y chispazos varios, chorros de fuego de colores, etc. etc. para complementar el montaje escénico que traían. Gracias a la segunda pantalla pudimos disfrutar de ciertos detalles. Disfrutamos también por estos momentos de la impagable compañía de mis colegas mallorquines Biel, María, Alex, Joan, Irene, Jorge… y muchos otros que se unieron a la fiesta, todos juntos disfrutando de temazos como Runes to my memory, War of the gods y del incansable ventilador de Johan Heggs, hecho siempre un monstruo, y cuya voz no bajó el tono ni por asomo. En cuanto a comunicación tampoco estuvo demasiado simpático, pero como siempre, nos invitó a alzar los cuernos y a echar un buen trago en honor de Raise your horns (como no), una de las más fiesteras, con saltos y cabezazos a saco entre las primeras filas. Me se de uno al que se le pasaría el frío de golpe con los primeros riffs de Guardians of Asgaard (la favorita de Alexis), y es que es todo un himnazo para levantar el puño y apretarlo con fuerza. Para contrarrestar el fresquito que empezaba a hacer, incluso apretujados entre la gente, las llamaradas no dejaban de emerger del escenario, creando el ambiente idóneo para los últimos compases con otra de mis favoritas: Twilight of the thunder god, un auténtico trueno, potencia y melodía juntas, uno de los cortes bandera de su Death melódico que gana adeptos con el paso de cada día, y los mantiene con directazos como este. Uno de los grupos que nunca me canso de ver.

Y para terminar, mi segundo objetivo en la noche. Sacarme otra pseudos-espina, y es que hacía bastantes años que no veía a los andaluces en directo, siempre por temas de descanso o de elección. Y lo sé de sobra por experiencia: tienen un directo que acaba enganchando y enamorando, bien sea por el carisma de sus músicos, bien por el increíble talento de Paco Ventura (un guitarrista único en el panorama nacional) o sencillamente porque sus setlist están plagaditos de grandes temas e himnos inmortales. Sea como sea, nunca les he visto sin disfrutar como un enano (y es que hay que saber disfrutar de todo, desde el grindcore más cerdo hasta el rock andaluz más refinado). Y esta vez, a parte de acompañarme mi chica, compartí el bolo también con mis padres, una ocasión muy especial para disfrutar con ellos lo que en su día fue (y sigue siendo) parte de su historia musical y también de la mía cuando era solo un moco de cuna. Me impactaron bastante los teclados iniciales de Necesito respirar, pensé que se habían vuelto locos al empezar con un tema tan mítico, pero tan solo fue un avance para empezar a calentar el ambiente. La peña se emocionó bastante, y siguió estándolo con Aprendimos a vivir (bastante parecida, por cierto, en ritmo y estribillo), Palabras de libertad (¡¡¡que clásica!!!) o Niños, que no recuerdo haber visto en directo y me gustó especialmente por la dedicación de Manuel Martínez a la voz y por su sonido en general, y que abría su legendario “Sin Tiempo”. No fue la única en caer de tan magnífico álbum, pero no fueron tan sorprendes. Con todo, hicieron un repaso muy meritorio por casi todos sus trabajos (con lo que ello conlleva…) y con la misma ilusión, Manuel nos traía desde temas “de mitad de carrera” como Hay un lugar o Tierra de libertad, con sabor añejo del calibre de Qué difícil es soñar (melodía hipnótica para todos los públicos). También hubo versiones, todas las ya consabidas, de entre las que destacó, por supuesto, su Abre la puerta, de Triana, bastante adaptada, con nuevos ritmos y cambios, pero creo que muy pocas bandas como Medina Azahara para respetar su esencia andaluza y su personalidad. En definitiva, un tema que me encandila, me apasiona y que escucho desde que nací… imaginaos que recuerdos. Y por otra parte, si de temas actuales hablamos, no podemos pasar por alto la inmensa Córdoba, ganadora de la mejor canción nacional del año 2003, incluida en el disco “Aixa”, y una creación maestra en sí misma. Escucharla en vivo me puso los pelos de punta, a pesar de que ya lo he hecho muchas veces antes. Y ver a mi madre tan emocionada cantándola fue también algo muy grande :D. Su melodía es algo fuera de serie, un momento que no se olvida fácilmente.

El ambiente que la música de la banda crea es insuperable. Jóvenes y mayores unidos por el Heavy Metal y unos músicos increíbles que lo estaban dando todo. La voz de Manuel Martínez daba el cayo, acertaba las notas y apenas soltó ningún gallo, como en otros conciertos un poco más “desastre” que les he visto. Paco Ventura fue el puto amo, tanto en los solos, en la coordinación y en tocar su instrumento de espaldas y hasta con la lengua, y no puede ocultar en su trabajo su fascinación por los grandes guitarristas internacionales. ¡Lo que haga falta! Todos sabemos que muy pocos pueden hacerle sombra. Las melodías ambientales eran cosa de Manuel Ibáñez y su teclado (que sonaba alto y claro, por cierto), otro veterano de la banda. El punto de juventud también estuvo sobre el escenario, ya que desde hace ya unos añitos, la formación cuenta con la contundencia de Nacho Santiago a la batería y la agilidad y energía de Juanjo Cobacho al bajo. De hecho, no recuerdo si ya estaban la última vez que les vi, pero de lo que estoy seguro es que especialmente con este último la banda ha ganado en vistosidad, ya que aparte de un virtuoso, es un torbellino de cojones sobre el escenario, con un actitud fuera de toda duda. Precisamente eso, Velocidad, era lo que caería a continuación, otro clásico atemporal que la banda lleva por bandera en casi todos sus conciertos. Obligación para todo el mundo de levantar el puño con este tema, al igual que por supuesto y ahora sí, Necesito respirar, su canción estandarte (también del gran “Sin Tiempo”). Fue alargada pidiendo la colaboración del público, quien cantó hasta la última sílaba. Pero sabíamos que tenían más balas en el cargador, esta vez en tesituras más nostálgicas con Paseando por la mezquita (otro viaje en el tiempo hasta mi infancia, triste y melancólica). Mucha gente no lo sabe, pero el siguiente tema, Todo tiene su fin, pertenece a Los Módulos, una banda española de finales de los 60, aunque hay que reconocer que los cordobeses la aceleraron y la hicieron suya hace ya mucho tiempo y es imprescindible en sus directos. Para decirnos adiós, se marcaron un trozo instrumental, presentando a la banda, y sonando fragmentos de Enter Sandman, Highway to Hell, Smoke on the waters… y cada miembro presentado destacando con su instrumento Disfruté como no imaginaba que lo haría de nuevo aquella noche, para mí, y salvando a Last in Line, lo mejor de aquel día, con un ambientazo espectacular y un setlist de lo más reconfortante.

Podría decir que, como primer día (lo que yo llamo “día zero”) fue uno de los más aprovechados y disfrutados de cualquier Leyendas, con bandas de primer nivel, y no me perdí a ninguna que me interesara. Fue un interesante adelanto, más bien tranquilo para lo que vendría en los días siguientes, pero vivido con muchas ganas y alegría, sobre todo cada vez que pensaba que se acabó trabajar en dos semanas y pico. Bastante frescos todavía, volvimos a casa disfrutando de aquel momento de anticipo de un festival que prometía ser de lo más destructivo.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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