Por fin llegó el esperadísimo puente, días libres en los que poder dedicarme a mis hobbies (que son muchísimos), tomarme la vida con más relax, y por supuesto, no dar ni un puto palo al agua (y lo digo orgullosísimo: odio trabajar). Pero antes que nada, y por encima de todo, no faltaría más, un buen concierto, uno de esos de peso, de los que llevaba esperando mucho tiempo, y del que estaba seguro que iba a salir extasiado. En pleno viernes, pero con la tranquilidad de no tener madrugones ni quehaceres ni responsabilidades, fuimos tirando para el centro de Valencia con tranquilidad y tiempo de sobra, hacia una sala desconocida hasta el momento, con inquietud y curiosidad al mismo tiempo. La 16 Toneladas acogió uno de los eventos más esperados para mí de esta última etapa del año, los Firewind con el acompañamiento de lujo de Guadaña y Raven’s Gate. Aunque fue un puente bastante movidito y provechoso, podría decir sin ninguna duda que aquella noche fue el punto álgido. Una vez llegábamos a la ciudad (con algún traspiés jeje) fuimos buscando la sala. Y Valencia tendrá mil cosas buenas, desde luego, pero para conducir es una jodida mierda de ciudad, así de claro. Después de un buen rato de agobio, dimos con la calle, aparcamos, y nos metimos en el primer bar que vimos (muy simpáticos los camatas, por cierto) a tomar unas cuantas cañas mientras la gente iba poco a poco acudiendo. Por cierto, primera sorpresa con la sala, el cartel de anuncios, luz blanca y letras negras, en la escuela de las grandes salas de conciertos americanas en los 80. Una buena presentación, sin duda. A las puertas de la misma, vi a mi colega Jose, con quien estuve charlando un rato, mientras terminaba el cambio entre Raven’s Gate y Guadaña.
Por fin dentro, tras apenas espera, observamos que la capacidad de la sala era media – baja, algo un poco sospechoso tratándose de una banda sobradamente conocida y admirada como Firewind, pero en fin, pensé que al menos dentro estaríamos calentitos cuando aquello se petara hasta el techo. Pero no adelantemos acontecimientos. Reconozco que Guadaña, a pesar de haberles escuchado y visto varias veces, no era un grupo que me apasionara demasiado y habían pasado casi sin pena ni gloria entre la gran cantidad de bandas que digiero. Esa misma impresión me dieron la primera vez que les vi, hace ya unos cuantos años, pero con el tiempo han ido ganando puntos en mi clasificación personal y este concierto no hizo más que corroborar esto: suenan brutales. Desafortunadamente, en este concierto me pillaron desprevenido, ya que no he escuchado su último trabajo, Karma, que posteriormente ha sido un buen descubrimiento, y cuyos temas ocuparon gran parte del setlist de aquella noche, empezando por Aun sigo en pie y Ser uno mismo. Sobre la segunda, toda una declaración de actitud, transmitiendo el tema cantidad de potencia con un sonido atronador, y respecto al primero… pues en pie sí que estábamos, pero la gente más congelá que un carámbano. Y no fue porque la banda no se esforzó desde el principio en calentar el ambiente. Gloria y Salvador forman, no cabe duda, un dúo fenomenal, muy compenetrados en sus funciones y cada uno dando un color distinto a las canciones, desde los desgarros en la voz de él, a los alaridos agresivos de ella, imprimen mucha fuerza y personalidad al conjunto.
Desde el principio de los temas (por ejemplo, en Yo soy la ley) ya incitaban a cantar a muerte, apoyados por un elenco de músicos que se fue dejando poco a poco el cuello en la actuación, especialmente con los demoledores breakdowns y contratiempos a cargo de ese animal que tienen por batería llamado Pablo Casas, uno de los triunfadores de la noche, sudando a chorros y dejándose los brazos en cada golpe. Una de las que más me moló fue Dios del Trueno, que junto con El Bosque (sin haber escuchado antes ninguna de ellas), empezaron a mover al personal e incluso a conseguir que varios asistentes cantaran sus temas. No dejaron de incidir en la fantástica noche que estaban teniendo y animando a mover aun más la calavera. En los temas se podían apreciar claramente los samplers que utilizan en directo, y es que hay que rendirse a la evidencia: la sala en general y este concierto en particular sonaron de auténtico lujo, con una batería súper poderosa (nada de sonido localero), un bajo aplastante y unas guitarras cargadas de electricidad. Tanto bajista como guitarrista se juntaron en más de una ocasión para darlo todo, parecían quedarse con las ganas de despatarrarse, pero por desgracia el escenario era minúsculo. Sin embargo, aunque parecieran algo apretujados, la caña no cesaba con Némesis o la muy indicada Nuestra revolución, la sala se llenaba de contundencia, de baterías salvajes y de gritos combinados con mucha clase. Como hermanos fue mi favorita, me parece un temazo inmenso y sin duda una de sus mejores composiciones, y por lo visto muy querida por todos en general. Aquí especialmente sobresalió Gloria, con esa potentísima e incansable voz, siempre llena de energía y alegría a la hora de mirar al público y hacerse la dueña del escenario, una frontwoman de 10. Karma puso el broche al concierto de forma especial, con mucha furia desde el inicio pero con un parón ambiental que nos descolocó a todos, para volver a saco a poner el punto y final, de nuevo con la banda enormemente agradecida, amable y sincera que se merecieron cada uno de los aplausos que les dimos.
Entre banda y banda, salimos a la calle a echar un pitillo (hacía una noche excelente) y estuvimos tentados de ir a echar otra birra al bar, pero ya estaba chapao, y dentro con los precios que había prefería morir de sed a gastarme un duro. Husmeando por la sala, vimos un enorme panel al lado de la puerta de los baños en donde había expuestas cientos de entradas y sorprendentemente tan solo vi una que yo también tengo (lo cierto es que, aunque tengo más de 300, la mayoría eran de principios de los 90 para atrás y tanto no me alcanza la edad jeje). Estuvo curioso, pero poco a poco nos fuimos centrando en el escenario, donde ya resaltaba la bandera de fondo de los Firewind. El cambio se hizo bastante pesado (producto, sin duda, de las incontenibles ganas de que empezaran). El primero en aparecer sobre el escenario fue Johan Nunez, el batería, quien daría mucho que hablar, a quien siguieron uno a uno los grandes músicos. Y una vez estuvieron encima Henning Basse y sobre todo, el incomparable Gus G…. ¡¡¡comenzaba la fiesta!!! Y lo hizo de una forma… demoledora, con Ode to Leonidas, y aquí uno se daba cuenta de lo que ha calado el último disco ya entre los fans, a pesar de ser de este mismo año. Pero con temazos como este y We defy, tiene el éxito garantizado.
De momento, no había el revuelo entre la peña que yo esperaba, pero sí que nos juntamos 5 o 6 haciendo el animal, desmelenándonos que fuimos contagiando las ganas alrededor. Pensaba que tras la pobre asistencia a Guadaña, cambiaría radicalmente con el grupo principal, pero no fue así del todo (incomprensible y desgraciadamente…), pero al menos los que lo vivimos al máximo tuvimos espacio para sacudirnos a gusto. Mientras Henning calentaba la voz y Gus le sacaba ya brillo a las cuerdas, hubo para todos los gustos, piezas clave como Head up high, que sonó muy pronto, o Few against many, del disco con cuya gira les vi por primera vez en La Gineta. Y si aquel concierto fue memorable gracias a la suprema y divina actuación de Gus G. entre otros factores, aquí brilló más el conjunto en general, hubo más compenetración y más cercanía con la gente, gracias sin duda al carisma del vocalista, a la simpatía de Bob a las teclas / guitarra rítmica y la jodida actitud Gus como solista y líder indiscutible de la banda. Between heaven and hell arrancó unas cuantas ovaciones, para mí fue una sorpresa, y Henning hizo uno de los mejores trabajos de todo el show. Valga decir que su voz está muy alejada ya de aquellos gritos desquiciados, imposibles y sobrehumanos que se marcaba con Metalium, mucho más “cascada”, y a veces sus agudos se convierten en casi guturales, pero se adapta como un guante a los temas de toda la vida de la banda, y por supuesto, luce especialmente adaptada a temas nuevos como Back to the throne.
La siguiente en caer fue World on fire, un botón de muestra para que veáis lo bien repartido que estuvo el setlist entre los distintos discos de la banda, aunque con gran protagonismo de este reciente “Immortals”. Hubo de todos los discos, tan solo me faltó algo del “Forged by fire” (Un Tyranny o un Hate world hero habrían arrasado), pero con este último especialmente lo flipé con el vozarrón de Henning, sin excesos, pero con una adecuación vocal enorme y sobre todo un comportamiento en el escenario encomiable, haciendo gala de todo su carisma y su pasión. Y es que no lo puedo negar, sigue siendo uno de mis vocalistas favoritos aunque su rango haya bajado muchísimo y en contadas ocasiones su voz suene un tanto inestable, su timbre y la fuerza de su tono me siguen encantando. Tiempo ahora para descansar su voz y que los músicos pudieran dar candela a rienda suelta sobre el escenario. Ahora sí, el mago de la guitarra Gus. G se salió por los cuatro costados y cobró todo el protagonismo que merece. Una soltura, una velocidad y una técnica tan apabullantes que todo el mundo se quedó pasmado mirando su instrumento. Y no es para menos. La forma de tocar de este hombre le hace destacar muy por encima de la mayoría, quedándose al nivel de los más grandes guitarristas de la historia. La facilidad increíble con la que ejecuta unos solos brillantes y ferozmente rápidos hace pensar que está hecho de otra pasta. Recuperando su vena más power, Hands of time fue un auténtico bombazo, vuelta al desmelene y al abuso de las cervicales a golpe de doble bombo a cargo de Johan, que hizo un trabajo espectacular durante todo el show. Entre tema y tema se concentraba, respiraba hondo, y después se entregaba a la batería como si no hubiese un mañana, con unos zambombazos que temblaba el escenario. Tras War of ages, también de nueva factura, en la que el propio Gus hizo una breve presentación de su nuevo disco (constantemente interrumpido por el teclista jeje), llegó el turno de este último, con un solo de teclado que se mantuvo en todo momento a la velocidad del trueno, veloz y fulminante, con notas tan agudas que dejó en coma a nuestros maltrechos tímpanos. Sin embargo, creo que el concierto de Guadaña sonó todavía mejor que este, aunque en general está claro que la sala suena de puta madre (ya me lo había advertido mi colega Popi).
No es que Firewind sea una banda especialmente dada a las baladas, muy pocas se pueden contar en su discografía, pero con Lady of 1000 sorrows han dado en el clavo, con la fórmula perfecta de adaptar su estilo a la cadencia necesaria para un tema de este tipo, melódica, pegadiza y cargada de feeling, de las que encanta a primera escucha y no aburre en absoluto. Y si bien he dicho que en pequeños momentos Henning Basse tuvo altibajos vocales, aquí estuvo espléndido, especialmente en los tonos altos, demostrando una resistencia y una técnica suprema. Tema que siempre me ha parecido un tanto extraño pero con mucho gancho (¡¡y qué estribillo, señores!!), Mercenary man daba paso a la recta final con gran alboroto, por fin había llegado ese punto en el que todo el mundo le daba a la melena a base de bien, seguida de la arrasadora I am the anger, de nuevo triunfando con un estribillo que, pese a su corta existencia, todo el mundo conocía. Y es que la música de los griegos añade a los cánones del Heavy Metal y el Power un extra de potencia en sus riffs y estribillos que es marca inconfundible de la casa. Por su parte, el bajista, que se fue creciendo poco a poco pese a ser el miembro más tímido del grupo, en esta última alcanzó su máximo grado de desmelene, “arrejuntándose” con Bob para meter tralla y agitándose a saco. Pero los que conocemos bien a la banda sabíamos que no terminaba aquí la cosa.
Los minutos se me hicieron largos, porque no estaba saciado ni de lejos, necesitaba mucho más porque me habían dejado “on fire”, algo como por ejemplo un tema guerrillero de la talla de Live and Die by the Sword, con la explicación de que su nuevo trabajo es conceptual y hace honor a la historia de su país, sus guerras y sus personajes más célebres. Con sus ánimos y su esfuerzo, el bueno de Henning prácticamente nos obligó a ir calentándonos con el inicio de Falling to pieces, cuyos teclados, definitivamente y por fin, pusieron a toooooda la sala a botar de alegría con su composición más célebre del “Allegiance” y posteriormente alucinar con los solos de Gus G., que si bien no tomó protagonismo absoluto como en otras ocasiones, si que brilló como la estrella indiscutible que es, que incluso se bajó por el público, dando vueltas entre nosotros, para que la gente apreciara su trabajo desde bien cerca. De nuevo, me tengo que arrodillar ante su infinita superioridad y actitud.
Y pasada la clásica photo finish, esto puso final a una noche que se me hizo cortísima, pero a cambio fue muy intensa. Ni siquiera me quedé saciado del todo, y es que a pocos conciertos de este año he acudido con esas ganas y esas expectativas, que incluso acabaron superándose. Muy grandes Firewind, y bestial ese nuevo trabajo llamado “Immortals”, variado, potente y con una gran producción y temazos que todo el mundo pudo disfrutar aquella noche.
Eso sí, con lo único que quedé descontento es con la asistencia en general. Que a una gira de una banda tan gloriosa como esta no acudan ni 200 personas… es poco menos que para echarse a llorar. Por una parte, claro, ellos se lo pierden, pero por otra da bastante miedo a que, para una próxima ocasión, tanto esta como otras 100 bandas de calidad que han sufrido estas calamidades ni siquiera se molesten en mirar hacia aquí a la hora de hacer una nueva gira. Y es que al final la gente tendrá lo que merece…
¡Saludos desde el Antro!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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