sábado, 16 de diciembre de 2017

Calabazas reunidas (Helloween, Sábado 09-12-17, Wizink Center, Madrid)

Y, ahora sí, por fin, llegó el gran día, aquel sábado 9 de diciembre que llevaba esperando muchos, muchos meses, y eso desde que se anunció el concierto… porque mirándolo de forma más global, como acontecimiento, es algo que llevaba esperando prácticamente toda mi vida, desde que conocí a Helloween con aquel “Keeper of the seven keys pt.1”, y fue uno de mis primeros discos de Heavy Metal, aunque el Rock forma parte de mi vida básicamente desde que nací. Que estos alemanes hacen mi mierda favorita y que son una de mis bandas Top 10 es algo que casi todo el que me conoce bien sabe de sobra, mi gusto y pasión por el Power Metal de corte europeo nació con ellos (padres a su vez del propio estilo), de esos solos hiper acelerados, de ese doble bombo a toda hostia y de esas voces con tonos tan altos como imposibles. Un concierto en sí de Helloween ya hubiese supuesto toda una cita ineludible y especial, lo fue en el Leyendas del Rock 2016 (la última vez que les vi, salvando esta que nos ocupa) y lo fue en el 2001, cuando les vi por primera vez. Entre ambas fechas han pasado como una docena de conciertos, pero puedo decir con orgullo que este último fue el más especial de todos, al reunir, tras 25 años de separación en el caso de Michael Kiske y casi 30 en el caso del padre todopoderoso creador Kai Hansen, a la formación actual con dos de los músicos que convirtieron a esta banda en una de las más grandes de toda la historia del Metal. Un acontecimiento totalmente sagrado, imprescindible e ineludible para mí, al que me habría jugado la vida por ir si hubiese sido necesario. ¿Y lo mejor de todo? Creo que aun superó mis expectativas.

Pues sí, otra aventurilla en Madrid, aunque el sábado no amanecí precisamente en mi mejor forma. El rato corto pero intenso en el Bastard la noche anterior pasó factura cuando tocó despertar al día siguiente. Poco a poco la cosa fue mejorando, tras varias dosis de cafeína y algunas visitas, como la del Telón de Acero, donde por fin pude pillarme una camiseta de Sangre Azul. Aprovechamos el momento para quedar con Sara y Jose, su chico, y vernos antes justo antes del concierto. Sé que acudió muchísima gente conocida a la que no pude llegar a ver y me hubiese gustado, aunque solo fuera para intercambiar opiniones del impresionante show del que disfrutamos aquella noche, un regalazo para todos los sentidos. Llegamos dos horas antes del comienzo, a la hora estipulada para abrir puertas, y había tanta, pero tantísima gente, que fue prácticamente imposible poder ver a nadie. Por suerte, la organización fue bastante notable, y aquella cola se fulminó enseguida, en cuestión de 10 minutos ya estábamos dentro, y una vez allí el personal de seguridad se comportó de forma bastante profesional guiándonos hacia nuestro destino, que primero fue el guardarropa y después la propia pista del Wizink Center, en donde aun nos quedaba una hora larga de espera allí de pie.

Suerte que aquellos 60 y pico minutos fueron amenizados con música de primer nivelón, concretamente bandas que participarán en el Rock Fest del año que viene (y para el cual ya tenemos nuestras entradas jeje) y todo ello presentado por Rafa Basa, a quien también vimos la noche anterior en el conci de Eclipse. Siempre anima una voz conocida jeje. Como curiosidad, todas las bandas que sonaron pertenecían al cartel del Rock Fest 2017, salvo Megadeth, que el propio Basa “coló” en el repertorio y después resultaron confirmados para ese mismo festival. Y digo yo… que el primer tema en sonar fue el Hail and Kill de ManOwaR… ¿podría ser que…? No, imposible… pero yo no pierdo la esperanza. Durante la espera, ya calentando el cuello para las 3 horacas que nos aguardaban por delante, mi chica me hizo venir a la cabeza que anoche era doblemente especial porque de aquel concierto iba a salir un DVD en directo. Aquello me excitó todavía más, y ya no sabía como cojones mantener la paciencia.

Un telón enorme con la calabaza en donde rezaba en grande Pumpkins United Tour cubría el escenario. La oscuridad que anunciaba el comienzo no tardó mucho en llegar, con solo unos focos iluminando y la cámara ya dando vueltas entre la gente, enfocando y captando cuanto más mejor. La peña andaba ya loca, y eso que todavía no había nadie sobre el escenario. Imaginaos lo que fue aquello, la salida por fin de Sascha Gerstner y Daniel Löble, semi-escondidos tras sus instrumentos y una intensa niebla, seguidos de todo el elenco de músicos hasta juntar a 7 personas sobre el escenario, sinónimo de espectáculo garantizado. Para los que no estuvisteis allí, no podéis ni haceros a la idea de cómo fue el estallido de Halloween, con esas guitarras potentes y atronadoras mordiéndonos al cuello en la intro, la banda completamente excitada y por primera vez en la historia, Michael Kiske y Andi Deris, siempre rivales en cuanto a gustos personales de sus fans, cantando unidos el tema, cada uno en su tesitura, cada uno con sus posibilidades, y el bestiajo de Daniel Löble sencillamente ARRASANDO con el doble bombo, que lo envolvía absolutamente todo y pateaba nuestros estómagos. Joder, aquello casi me deja sin cervicales, y solo era el principio. La gente saltando, enloquecida (al menos en las primeras filas), cantando… disfrutando en el sentido más estricto de la palabra. Que gozada, que sensación tan increíble, volver a escuchar de nuevo la voz de Kiske en la banda que nunca debió dejar… ¿o si? Porque con el paso de los años, el sr. Deris se ha ganado el cariño incondicional de todos los seguidores y su calidad vocal no se puede discutir… aunque siempre se puede escuchar a algún garrulo reconociéndole todavía como “el nuevo” (y lleva casi el triple de tiempo en la banda). Lo que importa es que ahí seguían los dos, la mayoría del tiempo destacándose, saliendo al borde de la pasarela que se metía un tramo entre el público, luciendo palmito y voz mientras se cantaban el Dr. Stein. Mientras tanto, el espectáculo visual no escatimaba en gastos ni medios. Una gigantesca pantalla al fondo del escenario mostraba sin parar videos, tanto de imágenes por ordenador como caricaturas varias (incluido un amago de introducción a lo Warner Bros jeje), presentándonos también a Seth&Doc, dos calabazas bastante gamberras y “malafolla” con las que nos pegaríamos unas cuantas carcajadas. No había duda: el espíritu que se percibía y se sentía aquella noche era 100% Helloween, divertido, cañero y bastante ácido. Había gente, como yo sin ir más lejos, que todavía no podíamos creer lo que estábamos viendo y escuchando. Tras la visita del Dr. Stein a través de la pantalla, sonó el que sencillamente es uno de los mejores temas de Power Metal que se han escrito en la puta historia, esa maravillosa I’m Alive, tan feroz y rápida como en el disco, pero en la que empezaron a notarse las carencias vocales de Kiske, todavía afectado por la dolencia que incluso les hizo estar a punto de cancelar un show. El solo, descomunal, también de los mejores que han compuesto nunca, y lo más grande del asunto, el gran creador Kai Hansen interpretándolo, mano a mano con Michael Weikath, dos guitarristas absolutamente fuera de serie, excepcionales, que junto a Sascha forman el triplete perfecto de hachas.

A partir de aquí los temas estuvieron más repartidos entre los dos vocalistas. Cuando Deris anunció “algo oscuro”, ya imaginaba que algo del “The Dark Ride” se acercaba y, por ende, tenía que ser If I could fly. Probablemente hablamos de su disco más extraño y marginal, aunque con el tiempo he aprendido a apreciarlo a pesar de todo. Con este primer lento de la noche, la gente comenzó a mostrar sus verdaderas emociones, cantando a pleno pulmón mientras Andi demostraba que estaba en un estado de forma excelente. De hecho, es increíble que apenas haya perdido un ápice de su voz y que cada vez cante mejor. Y lo de cautivar al público es cosa suya. Mientras la pantalla mostraba uno de los videos más “románticos” el vocalista se acercaba a todos sus compañeros, congeniando con ellos al 100%, incluso se vieron muchos gestos de afecto entre el y Hansen. Llegamos al que quizá fue el tema más dudoso de un, por otra parte, setlist exquisito, Are you Metal, cantada íntegramente por Andi. Y no digo que sea un mal tema, de hecho, estaría por decir que fue uno de los más coreados de toda la noche. No se puede negar que su estribillo tiene “punch”, pero incluso dentro del disco hay temas mucho mejores, y ya que estamos, me parece un sacrilegio que no tocasen nada del “Gambling with the devil”, una verdadera joya muy olvidada en sus directos.

Ya lo comentamos mi chica y yo desde un principio: estaban atacando fuerte, muy fuerte, con temas de alta gamma, mucho material de los Keepers y exhibiendo a la bestia Kiske todo lo posible y Kai por su parte se paseaba por el escenario, reinándolo, imbuyéndolo con toda su personalidad y esencia, y por supuesto, con grande solos y haciendo coros en Rise and Fall junto a su antiguo compañero que para mí fue uno de los puntos álgidos de la noche, divertida, eufórica, llena de luz, y con uno de los momentos más descojonantes de toda la noche cuando en la pantalla se mostraba a un ahorcado subiendo y bajando sin parar. No podía disimular mi felicidad de poder estar viendo aquello. Si antes he comentado una elección mejorable, en el caso del “Straight out of hell” me pareció totalmente al contrario que escogieran Waiting for the thunder, con un estribillo enorme y demostrando que con más de treinta años a sus espaldas, es una de las bandas con una carrera más homogénea y coherente, y aun siguen en estado de gracia con temazos como este. Sorprendentemente, la cantó muchísima gente. Pero lo que estaba deseando a estas alturas, es ver a los vocalistas cambiando sus papeles, y creo que el perfecto ejemplo (valga la redundancia) fue Perfect Gentleman, además de una reconfortante sorpresa cuando Kiske apareció de repente para unirse a Andi. Más tarde llegarían otras joyitas del “Master of the Rings”, uno de mis discos favoritos.

De tanto en tanto, los tres guitarristas, cada cual más acojonante que el otro, se acercaban a primeras filas para marcarse unas buenas sesiones de solos que la gente observaba babeando. Sascha es un jodido cohete, con una actitud bestial, una seguridad aplastante sobre el escenario y técnicamente soberbio. Michael Weikath (uno de los dos miembros que quedan de la formación original) es tremendamente preciso, rápido como el rayo y con una personalidad, le pese a quien le pese, insuperable. Y bueno, lo de Kai Hansen aquella noche fue de órdago, de quitarse el sombrero. No solo actuó de solista, corista y animador, sino que tenía una buena sorpresa guardada para nosotros, nada menos que un Medley de la época “Walls of Jericho”, auténticos Helloween, los más aguerridos y contestones, empezando con la fulgurante Starlight, siguiendo con la arrolladora Ride the Sky (pffff, para cagarse encima colegas) y terminando con Judas, quizá la más querida de todas. Un momento en el que, por supuesto, Kai fue el auténtico protagonista, cantando mejor o peor, pero con su insustituible y reconocible voz y sobre todo, estilazo a la hora de tocar y saber estar sobre las tablas. Incluso Sascha y Weikath quedaron un poco en segundo plano ante su magna fuerza y por supuesto, la brutalidad de Daniel tras sus, alucinen, no dos ni tres, sino CUATRO bombos. Pero aunque se pueda pensar, el momento no llegó hasta la cima de su intensidad… hasta que no empezó a sonar la grandiosa Heavy Metal (Is The Law). Joooooder… y esa misma mañana comentaba que era muy difícil que la tocaran y de repente ahí estaba yo, jodiéndome las vértebras al trepidante ritmo casi atroz de la batería y los guitarrazos de Hansen. Uno de los temas que más me han marcado siempre (solo hace falta ver mi firma jeje) y por fin poder disfrutarla en vivo y en directo… es algo que no olvidaré jamás (ni mi cuello tampoco jeje).

Los momentos especiales no terminaban, seguían sucediéndose unos a otros, y lo que vino a continuación, pese a que bajó mucho el ritmo de la actuación, me pareció de lo más increíble de todo el show, cuando un pipa acercó al límite de la pasarela un par de taburetes para que Kiske (de vuelta al escenario) y Deris se marcaran a dúo nada más y nada menos que dos de los temas más bonitos y profundos que nunca han compuesto estos genios, de distintas épocas, pero con idéntico espíritu. Si tengo que elegir una de las dos, me quedo con Forever and One (Neverland). Joder, es que lo recuerdo y me siguen entrando escalofríos, con las armonías a dos voces, la pasión en las guitarras y de nuevo un sonido de batería colosal y esa melodía que te pone los pelos de punta… junto a, casi encadenada, A tale that wasn’t right. ¿Qué decir de ella? Que fue una de las más deseadas y coreadas, pero lo cierto es que Kiske no hizo con ella el trabajo que se esperaba. En las partes bajas la clavó, pero el tema de los agudos se le fue un poco de las manos, aunque debido a sus problemas vocales recientes, es comprensible. Andi parecía inyectar movimiento al propio Michael, que a veces es bastante sosete en directo. Con todo, otro momento para el recuerdo eterno. Turno de Deris con I can, que no cayó como sorpresa porque la suelen interpretar. Lo sorprendente fue la forma en la que el vocalista la cantó, clavando cada puta nota, un 10 para Andi que por esta vez se comió a su compañero vocalmente hablando.

Si tenía que haber algún momento para recordar a los caídos, esta era la gira, el concierto y el momento perfecto para hacerlo, y darle protagonismo merecido al tristemente fallecido Ingo Schwichtenberg hace ya más de 20 años pero todavía en el recuerdo de los fans de Helloween por su impecable trabajo hasta el, por otra parte mediocre, “Chamaleon”. El propio Dani Loble fue, digamos, quien hizo los honores. En la pantalla, emotivas imágenes del propio Ingo tocando su instrumento, que sonaba por los altavoces, al que poco después “se unió” el propio Dani para tocar “junto a él”. Un detalle precioso por parte de la banda hacia el maltrecho batería y hacia sus fans.

Pero Helloween es todo lo contrario a una banda triste, así que no podían permitir que este fragmento más sentimental (contando también las baladas) dejara este sentimiento en todos los que estábamos allí abajo, así que algo divertido como Livin’ ain’t no crime hizo el papel perfecto, aunque lástima que solo sonaran unas estrofas, empalmada a modo de medley con Why?, que abrió la veda del “Master of the rings”. Eso es justo lo que yo esperaba, a parte de los temas clásicos de siempre, alguna sorpresa escondida. Le toco de nuevo a Deris, como tema de su época que es. La cosa estaba volviendo a inflamarse de nuevo, solo le faltaba la chispa definitiva del Soul Survivor, ¡¡vaya subidón!! Solo con esto, el setlist ya había superado mis expectativas con este par de temazos inesperados. Particularmente esta última sonó mejor que nunca.

Y es que ya digo, estábamos gozando de un sonido tremendo, que se expandía por todo el Wizink Center sin perder fuerza, compacto y directo, en donde se podían distinguir cada uno de los instrumentos (a pesar incluso de los tres guitarristas) y especialmente, los de uno de mis músicos favoritos, Markus Grosskopf. Si el resto de la banda destacó a lo grande, él no podía ser menos. Quizá no tuvo su parte de solo como Kai o Dani, pero el simple hecho de verle tocar, haciendo virguerías con el bajo, con la mano por delante y por detrás del mástil, correteando, sonriendo, disfrutando… y sobre todo, pasándoselo en grande y ofreciéndonos su increíble técnica. Si es mi bajista favorito de todos los tiempos es por su forma de tocar, por la sutileza con la que acaricia las cuerdas y sin embargo a veces es tan rápido que se pierde de vista. Y desde luego, aporta un buen rollo extremadamente amigable de cara al público.

Tras unos instantes de pausa, los golpetazos de batería me pillaron desprevenido y enseguida reconoci Power. En esos momentos, es cuando uno cierra los ojos y piensa ¡¡ESTO ES CAGARSE!!, al tiempo que inmediatamente empieza a dar cabezazos como un descosido. Vaya temazo joder, la maquinaria de Helloween totalmente engrasada, con solos complicados y unas líneas vocales por parte de Deris que transmitían a saco. Las cámaras seguían volando por encima de nosotros, y aunque ya casi nadie les prestaba atención, estoy deseando que salga el DVD para comprarlo y ver si se captó el espíritu de aquella bestialidad de concierto como debe de ser. Estábamos llegando al primer bis, pero tenían que tocarse algo que dejara a la gente con ganas de más. How many tears fue, a mi parecer, una pieza excelente para este cometido. La gente quería más y más de Michael Kiske (a quien su colega en las voces, hablando durante todo el concierto en castellano, llamaba bromeando Miguel). Para los que ya le hemos visto un montón de veces con Avantasia y con Unisonic, no es ninguna sorpresa que su comportamiento sobre el escenario es bastante pasota y poco activo, aunque aquí vocalmente se esforzó muchísimo junto a Kai y a Andi, lanzando un agudo final asombroso, que nos dejó a todos helados. Los dos cantantes, formaron una pareja increíble, con muchísima química sobre el escenario, y en repetidas ocasiones bromearon y juguetearon con las voces del público mano a mano.

Su retirada fue breve, pero todavía quedaba un buen trozo de concierto para cumplir con lo prometido. Mientras tanto, la gente estaba sorprendentemente despierta para tratarse de Madrid, y es que Helloween nos había conquistado hasta los huesos, sin poder parar de cantar aquello de Happy Happy Helloween (aunque hay quien no sabe cuando parar, como los que estaban delante nuestro xD). Al menos hasta ahora no vi el agobio y avalancha de móviles de otros conciertos. ¿Será que la gente se está concienciando de que vale la pena echar 2 o 3 fotos y dejarte la puta piel en el concierto en lugar de verlo entero a través de la pantalla como un jodido gilipollas? No lo sé, pero por suerte aquella noche no llegó a los extremos de otros conciertos gigantes en los que he estado este mismo año.

Habiendo visto tantas veces a la banda, y calculando el tiempo que quedaba de concierto, más o menos ya se sabía que esperar. La banda salió de nuevo a escena, muy animados todos ellos y Markus con una sonrisa de oreja a oreja, como siempre. Eagle fly free abrió fuego de nuevo, ahora sí, poniendo a Michael Kiske al límite de su resistencia, de la que no salió demasiado bien parado, haciendo bastante uso del falsete (cuando esto es algo inaudito en él) y cansándose más de lo normal. Pero al menos me he quitado la espina de verle entonar un tema eterno, sinónimo del Happy Metal que ellos mismos crearon. Lo mejor de este tipo de temas tan rápidos era, sin duda, el sonido apabullante del doble bombo, que te golpeaba el pecho en cada impacto, un deleite absoluto para los oídos. Dani hizo uno de los conciertos más apoteósicos que les recuerdo, pero ya definitivamente, cuando empezaron a meterle al Keeper of the seven keys, no tuve más remedio que arrodillarme ante su trabajo. Cantidad de registros, pegada tremenda, actitud firme y poderosa…El sonido le ayudaba, pero nada tendría sentido si no fuera un batería tan excepcional. Sascha por su parte también tuvo un enorme protagonismo, siempre derrochando simpatía y buen hacer con su greña a lo Tim Burton, con unos solos deliciosos y mucho carisma en su estilo. Y siento bastante tener que decirlo, pero con este tema Kiske tocó fondo. En algunas de sus partes se llegaba a perder su voz, y en otras, en las más extremadamente agudas, sus caras eran una verdadera oda al agotamiento. En un tema tan exigente, me temía que pudiera sufrir más de lo deseado y así fue, la sacó como buenamente pudo (al final, incluso con la ayuda de Andi) pero lo pasó mal.

Cuando la banda se despidió, sabíamos que estaban de coña, por setlist y por horario, era algo improbable. Aprovecharon el momento para hacer memoria de todos los grandes caídos, como Ronnie james Dio, Lemmy, el propio Ingo, Malcom… etc. y presentaron a los 7 miembros de la formación de esta gira, recibiendo cada uno un más que merecido aplauso. El video con la historia de Seth & Doc, compañeros durante todo el bolo, llegó a su fin con un, como no, tronchante desenlace, muy digno de estos cachondos alemanes. Tras su retorno, que sería el último, Kai Hansen se hizo de nuevo dueño del escenario, aquel que siempre le ha pertenecido, y nos colocó un solo que para mi gusto fue muy corto. Lo estaba esperando, no podían tardar… y de repente, comenzaron a sonar esas primeras notas 100% adorables y reconocibles de Future World. A favor del calvo vocalista, he de decir que aquí estuvo a un nivel algo mejor, alcanzando partes terriblemente altas con relativa facilidad y sin tantos fallos, pero lo más alucinante fueron los tres guitarristas en la pasarela con ese pedazo de solo tan impresionante. Puro estado de felicidad para nosotros, los del público, con otro de mis temas favoritos de toda la vida, y no me refiero solo a Helloween. El final estaba casi cantado, pero no iban a tocar I want out así, por las buenas, y largarse. Tras la explosión generalizada entre el público (increíble ver a TODO el mundo saltando como salvajes, con todo el buen rollo y cantando a muerte), aquello fue un completo espectáculo. Decenas de gigantescos globos, negros y naranja, fueron arrojados para que la peña hiciera de las suyas. Una especie de interludio a un ritmo más relajado, mientras Kiske y Deris competían entre ellos por ver quien tenía la mitad de público más escandalosa, fue bastante original y al mismo tiempo, se reconocía esa complicidad entre Markus y Hansen, que nos miraban emocionados desde atrás. Cuando todo llegó a su fin, los 7 magníficos con Kai Hansen en el centro absoluto, salieron para una última despedida y foto, con un griterío impresionante, la gente pidiendo más a pesar de las, ojo, 3 horas de reloj de concierto mientras millones de papelitos blancos y naranja flotaban en el aire. Y por supuesto, yo me negaba a aceptar que aquel paraíso terrenal terminase.

Según palabras de la banda, este ha sido el concierto más grande e impresionante que han dado nunca en España. Puede ser por la formación, por el montaje, por el recinto, por el sonido o por el intenso entusiasmo de la gente, pero sea por lo que sea, no hay duda de que este concierto se quedará en mis retinas y en mis oídos como uno de los mejores que he visto en toda mi vida. Helloween arrasaron, esto es innegable, y no admite discusión. Las más de 15.000 personas que nos reunimos aquella mágica noche en el Wizink Center, la del 09/12/2017, sabemos bien de lo que hablamos, de un concierto grandioso que nos ha marcado. La novedad de ver de nuevo a Kiske y a Hansen con su banda madre fue algo muy especial, demasiado para vivirlo solamente una vez, así que ya cuento los días que faltan para volver a vivirlo en el Rock Fest 2018.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


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