jueves, 21 de junio de 2018

Cero de cal y dos de Arena (Rock Arena 2018, Sábado 16/06/18, San Fulgencio, Alicante)

Aunque no es uno de esos festivales a los que ya se ha convertido en férreo principio asistir año tras año, el Rock Arena sigue imparable su trayectoria, trayendo a bandas de lo más surtido en cuanto a estilo y procedencia. Desde su reanudación en el 2012, en donde destacaron con luz propia los navarros Koma en una de sus últimas actuaciones antes de anunciar su (temporal) separación, hemos visto carteles de lo más espectacular, como aquel que se transformó en un festival de dos días por 10 miserables euros con grandes bandas nacionales como Nova Era o Hamlet, o sorpresas increíbles como la aplastante actuación, hace tres años, de los thrashers Death Angel. Se podría decir que dependiendo de sus posibilidades, los carteles varían en cuanto a la relevancia de sus nombres, pero siempre suele haber algo fijo: su gran ambiente y su público. Este año, y debido a la maravillosa libertad que me proporciona mi estado actual, decidí acudir junto a mi chica tras conocer la propuesta para este 2018, mucho más interesante para mi gusto que la del año anterior. ¡¡Yyyyyy allá que nos fuimos!! Carretera y manta, sin más compañía. Pero no lo hicimos para llegar justo al principio, sino a las bandas que realmente nos resultaban interesantes. Para mi gusto (que cada uno tiene el suyo) los horarios no estaban bien distribuidos. Una de mis prioridades, en principio, eran los Bloodhunter; el problema es que ellos abrían cartel, y después quedaban todavía demasiadas horas para los Tierra Santa, sin grupos interesantes (repito, para mi gusto) lo que podría haberse hecho un tanto largo. Pero me dolió perderme a los primeros, así que en la próxima oportunidad que tenga, ¡a disfrutar de su directo! El resto del cartel lo conformaban Juan Saurín, Alhándal, Nudo y para cerrar, Azrael y los albaceteños X-Trueno.

Tirando por la ruta más rápida, el camino hasta el destino fue poco más que un suspiro, pero tan punto llegamos, nos dimos cuenta de que el recinto había vuelto a cambiar respecto al último año que vinimos, volviéndose a celebrar (por suerte) donde renació el festival, en el recinto de la Plaza del Mercadillo. Como todos los años, algo que es muy de agradecer para aquellos que vienen desde lejos, hay un pequeño terreno, “muy apañao” para poder desplegar las tiendas de campaña y dormir a pierna suelta llamado Paraje del Oasis, con plazas limitadas, aunque a las 8 de la mañana haga tal calor que uno corre el riesgo de morir asado cual pollo dentro de la tienda. Sin duda, un buen detalle pese a todo.

A las 23:35 tenían la hora prevista de inicio los riojanos Tierra Santa, uno de los referentes en cuanto a Heavy Metal nacional se refiere, que no viven precisamente su mejor época, pero a los que tampoco nadie puede acusar de haberse rendido. Por suerte y sin que sirva de precedente, la cosa iba con cierto retraso. Y digo por suerte porque llegamos más justos que la piel del culo. Buscando aparcamiento, vimos que el recinto estaba hasta los topes, motivo siempre de alegría. Pasando de las paradas de ropa y demás, y solo deteniéndonos para pillar un litro de kalimotxo en la barra, nos fuimos adentrando entre la multitud hasta llegar a un sitio más que decente: había mucha peña esperando, pero se podía respirar y encontramos un buen y cómodo hueco.

Ya teníamos a todos los miembros del grupo sobre el escenario ante una gran ovación, y sin más, abrieron fuego con Quinto Elemento y el single Caín, los dos primeros temas de su último trabajo “Quinto Elemento”. Mucha gente se sabía ya los temas y cantaba, pero en general faltaba mucho ánimo para empezar, más movimiento y calor, eso sí, el sonido era absolutamente genial, casi perfecto diría yo. Con esto, ya tenían mucho terreno ganado. La cosa fue mejorando con Nerón, en donde ya se vieron los primeros cuernos arriba, e incluso la banda se fue mostrando más animada. Los primeros temas parecían indicar que este concierto no iba a ser uno de clásicos, lo que en principio no resultó demasiado motivador, y tuve miedo que tras hacerme los kilómetros, estos Tierra Santa fueran a ser los que tantas veces me decepcionaron justo antes y después de su ruptura con conciertos que hacían bostezar y poco más. Por suerte, las expectativas y el entusiasmo fueron creciendo de forma exponencial, tanto entre el público como entre los de la banda al mismo tiempo que descendían poco a poco en su discografía, empezando a caer joyitas como Juana de Arco o Corazón Indomable, aquí el concierto dio un vuelco casi inimaginable. La gente se volvió loca coreando los estribillos a cuernos alzados, y las guitarras, tanto de Ángel como de Dan Díez, el componente más reciente del grupo, sonaban tremendamente heavys, tanto o más que al principio, y su coordinación se dejaba notar abiertamente. Hay que destacar el concierto que nos ofreció este último, adaptándose perfectamente al estilo de la banda, sin excesivos alardes, pero con una gran actitud, siendo junto al vocalista el más entregado de aquel show. Las guitarras cabalgantes abrieron para Pegaso, uno de los cortes más deseados y celebrados, siguiéndoles la batería de David Karrika, a todo trapo, con un bombo incluso más afilado que al comienzo, perfecto para un tema súper Heavy que mantuvo su esencia mientras Ángel nos pedía que cantásemos más y más fuerte. Tras este aluvión de emociones y headbanging, se detuvieron unos cuantos temas en su mítico (y para mí, punto álgido de su carrera) “Sangre de Reyes”, La sombra de la bestia o la propia Sangre de Reyes, acercándose a estas alturas mucho a aquel concierto en el pasado Leyendas del Rock que tan buenas sensaciones me dejó.

Continuaban sonando como un auténtico cañón, sólidos, cada vez más Heavys e imparables, Ángel y Dan juntándose para meter caña a los riffs y como siempre Roberto a su bola con su instrumento arriba y abajo, con un estilo tan peculiar. Apocalipsis, que da título a su sexto álbum de estudio, puso la nota más original con su melodía, pero quedó algo coja en la parte del solo, le falto algo de fuerza. Esto no pareció notarse excesivamente en el empeño de la gente ni en el de los músicos, que demostraron que también pueden dar cera con temas de su segunda época como La leyenda del holandés errante, todo un temazo, o Alas de fuego, uno de sus mayores éxitos de su “Indomable”. Como sorpresa, aunque quizá no fue la más adecuada, cayó un tema del “Mejor morir en pie”, concretamente Otelo. Un disco muy poco interpretado en directo, y que supone tal vez su trabajo más flojo, moviéndose por sonidos más comerciales, rozando el AOR, que nunca les encajó demasiado bien como banda. Estos retazos siguen presentes en su estilo, y aunque Fuego en el paraíso y su buen estribillo, o Moby Dick (bastante más potente) son dos de los mejores temas de su último disco, esta parte supuso un pequeño enfriamiento del concierto, tan solo roto bruscamente por La momia, aunque hay que recalcar que todas ellas fueron cantadas con mucha pasión por parte de Ángel, y con unos detalles realmente buenos por parte del batería durante todo el concierto. Pero el final que nos tenían preparado sí que era de auténtico lujo, comenzando por la añeja El bastón del diablo, que pese a su pausado ritmo, consiguió poner las voces del público otra vez hasta el límite, y el vocalista y líder demostró que todavía se atreve con los tonos más altos que lucía en sus inicios. A modo de bis y ya casi despidiéndose, los primeros acordes de Legendario, por supuesto, sirvieron de preparación para uno de los momentos más cañeros a puño levantado, todo épica, todo fuerza, que remataron tocando seguidas las dos partes de su gran hit La canción del pirata, claro ejemplo de que, a pesar de que técnicamente no despuntan, sus composiciones son de dominio público Heavy, incluso la letra de aquel poeta llamado Espronceda. Salvaron la papeleta de forma excelente, recibiendo multitudinarios aplausos por ello (aunque ya  no terminen con aquello de “¡¡¡somos TIERRA SANTA!!!”.

Pensándolo bien, hubo momentazos en el concierto, y lo cierto es que me dejé la nuca a base de bien, sin poner freno. Necesitábamos unos minutillos de descanso, así que fuimos a por otro litro a la barra, sudando por el calor (a pesar de las horas) y la intensidad con que vivimos el concierto. Aprovechamos también para dar un rulo por las tiendas, muchas camisetas, colgantes, etc. y algunas caras conocidas, como la de mi colega Ángel, con quien hablé un rato durante el inicio del siguiente concierto.

La siguiente banda nos guardaba también no pocas sorpresas en cuanto a setlist. Si bien es cierto que la asistencia del público no pudo compararse en número con la de los riojanos Tierra Santa, contaron con muchos de sus fieles, sobre todo pegados a las primeras filas, aunque mucho más dispersos unos cuantos metros atrás. Gran tema para comenzar, Todo o nada, de las que mejor me conocía. Con este tema pudimos comprobar que tampoco el sonido tenía nada que ver con la anterior banda. Mientras que Tierra Santa sonaron directos al cuello, potentes, altos y eléctricos, Azrael no tuvieron tanta suerte en este sentido. Tras unos cuantos cambios (imagino) en su ecualización, la cosa fue un poco a mejor pero nunca llegó a alcanzar el nivel deseado. Eso sí, sin duda la banda salió a muerte, a darlo absolutamente todo aunque fuésemos ya muy pocos viéndoles. Destacó muy activo Juan Manuel Salas y su bajo, cabeceando y viviendo la música con mucha pasión, recorriendo todo el escenario de punta a punta y haciendo ademanes a la peña desde su posición. Lo mejor de esta banda es que, salvo múltiples cambios de vocalista (algo que por otra parte suele ser lo más traumático), su formación permanece casi intacta desde su nacimiento, por lo que la coordinación entre sus miembros y la sensación de cohesión es máxima. Marc Riera, por su parte, lleva ya casi 10 años entre ellos, ya les he visto unas cuantas veces con él, y a pesar de que tiene un rango relativamente limitado, se esfuerza cantidad y como frontman no se le puede echar nada en cara. Aquella noche en particular, estuvo brillante, aunque su voz sonara muy apagada. Muy comunicativo en todo momento y con mucho afán de animar a la peña, anunció que, con motivo de su recopilatorio honrando sus 25 años de carrera, íbamos a tener una larga retahíla de clásicos aquella noche de casi-verano, y cumplieron su promesa desde el primer segundo, interpretando temas como Tres y el Apocalipsis o Al amanecer, con mucho sentimiento. Sin embargo, el barullo de sonido que se formaba en ocasiones deslucía bastante y quizá la gente no se entregó del todo debido a esto último. El teclado no se escuchaba apenas, pero cuando sonaba uno de sus solos a cargo de Javi Saavedra, la música dejaba casi de serlo debido al mezclote que se producía.

Otro de los momentos cumbre de su concierto fue Volver a nacer, una de mis favoritas, de su archiconocido “Mafia” (probablemente su disco más famoso), en donde Marc dio todo lo que pudo, con buenos agudos y desafiando al pobre sonido con una voz potente. El ambiente que se vivía en aquella noche del Rock Arena era una delicia, muy amigable. Por sorpresa, me encontré con mi colega Carlos y su chica, junto a quienes vivimos a tope la recta final del concierto, dejándonos la voz en el potente estribillo de Más allá del cielo y comprobando como, de principio a final, Mario Gutiérrez se comportó como una auténtica fiera, con unos solos refinados pero directos, tocados con mucha pasión y pulidos hasta el extremo, siempre dando el callo junto a Marc. Sin duda, uno de los mejores músicos de toda la noche. Animando sin parar, reclamando palmas y puños arriba, poco a poco y casi sin darnos cuenta, fue llegando a su fin aquel repaso de clásicos, que tuvo su culminación con Sacrificio entre los gritos del respetable. Decidimos dar todo lo que quedaba con este tema, headbanging a piñón fijo e intentar disfrutar hasta el último minuto. Quizá el sonido dejó bastante que desear y merecieron tener más atención, pero a mí personalmente me dejaron bastante satisfecho. La prueba: el concierto entero se me pasó volando, como si hubiesen tocado 10 minutos. A ello contribuyó también, como no, la buena compañía y el fantástico ambiente de la noche.

Y sin más, tocaban las campanas de la vuelta. En verdad, solamente disfrutar de dos grupos en el Rock Arena se me hizo muy extraño… fue para mí el más corto de la historia, aunque no por ello dejé de pasarlo de muerte. Últimamente esta bastante movido el panorama, pero aun así lo necesitaba como agua de mayo. Esto solo fue un pequeño calentamiento, minúsculo, para el próximo evento que se nos viene encima, nada más y nada menos que el ROCK FEST BARCELONA, en donde me pienso pegar una de las palizas más grandes de mi vida empalmando grupos. Seguramente volveré para contároslo… pero quien sabe jajaja.

¡¡A MUERTE, HOSTIAS!!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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