Solamente por el hecho de volver a una sala como la The One, ex Nave 8, con la cantidad de recuerdos y conciertazos que se han forjado allí, ya vale la pena salir de fiesta una noche cualquiera, aunque sea un lunes y buen día, casi independientemente del grupo que toque. Si a esto le añadimos un buen ingrediente, como ver por primera vez a Max Cavalera al frente de sus Soulfly, acompañados por los veteranos Fuckop Family y toda la mala leche y verdades que desprenden en directo, la cosa sube bastantes enteros. Pese a no ser bandas que entran dentro de mis gustos habituales, fui bastante dispuesto a disfrutar con aquello que pudiese encontrarme. Y casi lo mejor de todo, y sin que sirva de precedente: no fui solo, sino con unos cuantos colegas (Kurro, Monty, Jose) a los que se unió Xuso, Javi (Alcoy), Avul y demás gentuza con la que nos encontramos. Así es como se crea un marco ideal para un concierto cuyo estilo no es precisamente mi favorito pero que uno ya sabe de antemano que lo va a pasar teta. Agradezco cantidad a Ricky (Fuckop Family) el detalle de guardarnos 4 entradas a precio de anticipada y encima de las guapas, de taco, contribuyendo también a que la noche saliera bastante económica. Así pues, back to The fuckin’ One, una sala a la que no acudía desde el concierto que dieron Los Suaves en el 2013 (no ha llovido ni na) y que, a pesar de ser una de las salas más grandes de toda la provincia, sigue estando completamente desaprovechada, utilizándose para movidas raras en lugar de montar conciertos guapos. Con la de bandazas que han pasado por allí… quien la ha visto y quién la ve.
Lo importante es que nos íbamos de bolo, una vez más, entre colegas y con un rollo cojonudo. Llegar y aparcar fue de lo más fácil, pero más aun lo fue trincarse unos cuantos litros de cerveza, dar un par de bocados y pasar un buen rato de risas y chismorreo, perfecto para ir entrando en calor. De camino a la sala, me encontré con Javi que siempre está en todas partes (peña que no se da por vencida), con Arturo y con Ricky (Fuckop Family) y con mi amigo Xuso, que se unió a la fiesta hasta el final. La putada es que entre unas cosas y otras nos perdimos a la primera banda, Scila, también Alicantinos quienes, según he escuchado, no desentonaban para nada en este cartel.
Ya dentro de la sala, y tomándonos “la última”, tras haber pasado por la zona del merchandising, vimos el inicio de los villeneros Fuckop Family, con la intro de los Chichos incluida. No es extraño, ya que hablamos de uno de los pioneros en nuestro país del fusion-core, donde podemos encontrar un mezclote de infinidad de estilos, como el flamenco, el rap, el reggae… y sobre todo, mucha, mucha mala hostia y verdades como puñetazos en la cara en sus letras y en su actitud. La gente todavía estaba algo fría, pero al menos estaba, dando mucho ambiente en los primeros temas del concierto, como La cultura del odio, tema elegido a modo incendiario. Me gustó especialmente la letra de Kinkilleros, basada en historias y cine kinki (del que soy un gran fan). El rollo de tener dos cantantes como Ganga y Abadía es genial, ya que ambos se compenetran estupendamente, cada uno con su estilo, continuamente dando vueltas por el escenario y creando mucho feeling con la peña. Spain no brain busca denunciar la insultante situación cultural y política que vive actualmente nuestro país, y lo hace como mejor saben: directos a la yugular y sin pelos en la lengua. Hay que mencionar también el trabajo del percusionista, que empasta a la perfección con el de su compañero Paco a la batería. Las ganas y el buen rollo de Ricky y Arturo consiguieron también, finalmente, poner a toda la peña a botar, especialmente en los temas más conocidos. El propio Ricky intercambió su lugar con el cantante Ganga, y se puso a cantar junto a su compañero la celebrada Esto no es vida, y dieron el zapatazo final (volviendo a la formación inicial) con Levante corruption. Subieron la temperatura de la sala unos cuantos grados, envalentonando a la peña a saco. Desde luego, en su estilo hay muy pocas bandas que les tosan.
Salimos al recreo (es decir, a echar unas caladas) al patio de la sala, que ya casi ni recordaba. Hablamos un ratillo con varios colegas, y pronto para dentro, ya que el jurata nos avisó de que el concierto estaba a punto de empezar. Fue algo bastante falso, ya que todavía, según la hora estipulada, faltaban al menos 20 minutos. La cosa es que dentro se estaba casi mejor que fuera, y como se podía respirar cómodamente entre las primeras filas sin sufrir un colapso de calor, me quedé allí, y pronto llegó el resto de la peña. El atrezzo del escenario constaba de una gran malla de camuflaje que cubría amplis e instrumentos, y una ristra de balas enrolladas en el micro de Max Cavalera, que fue el último en ocupar su posición mientras, ante un gran clamor, entraban su hijo Zyon, Mike y Marc Rizzo. Fuerte el comienzo a nivel de setlist, con la que podría haber sido una explosiva Frontlines, que muy pronto, tras la emoción general del inicio, quedó muy deslucida por lo que iba a ser la nota dominante durante todo el resto de la noche: un sonido malísimo, en donde solamente se podía distinguir la batería (más concretamente, el bombo) y ligeramente la voz de Cavalera. Así, transcurrieron varios temas más, que podrían haber impactado muchísimo más entre la gente como Prophecy, Fire o sobre todo la coreadísima Blood fire war hate. La gente disfrutaba, sí, pero daba la impresión de que había un “algo” que nos permitía dejarnos llevar del todo, esos problemas técnicos que pueden llegar a empañar un concierto y le restan muchísima fuerza. Porque desde luego, por músicos no será. Mike, al bajo, demostró la actitud más metalera sobre el escenario, con diferencia, pareciendo haber salido de los tiempos más thrashers de Sepultura, a parte de realizar una buena labor con los coros, que a estas alturas todavía eran prácticamente inaudibles, aunque parecía que poco a poco el sonido iba mejorando. No menos cantada fue Rise of the Fallen, si no me equivoco, la única en caer de su disco “Omen”.
Pero no todos los problemas de su concierto fueron culpa de la banda. Algunos a nivel personal me causaron otra pequeña decepción, y es que al estar celebrando en esta gira sus 20 años como banda, cayeron muchos temas de sus primeros discos (que apenas soporto) y muy poco material de sus últimos trabajos, en los que poco a poco han vuelto al Metal (aunque sea de refilón) y me resultan bastante más atractivos. Ni gota del “Enslaved”, ni del “Savages”, y por desgracia, ni un solo tema de su última obra, “Arcángel”, que me ha gustado especialmente tras muchísimos años que hace que les perdí la pista por falta de interés en su estilo. Pero respecto a este tema, sí hubo una gran sorpresa: un tema nuevo, de su disco previsto para este mismo verano, llamado The Summoning, con un comienzo brutal que nos quitó la caspa a hostias, y que al mismo tiempo marcó otro paso más en la mejora del sonido. Con Mars, Cavalera lo pasó un poco mal. Ya atisbábamos desde el principio que su forma vocal no es la mejor, y en temas como este casi desaparecía, muy falta de fuerza, a lo que se unía el desastroso sonido. Sus intervenciones “en solitario” fueron, como poco, bastante pobres, limitándose a repetir notas de guitarra (tocando un fragmento del Iron Man de Black Sabbath, por ejemplo) y dar cuatro golpes a los timbales que de vez en cuando tenía frente a él. Por suerte para él y para todos, a su izquierda estaba el gran hombre, Marc Rizzo, quien es y debe ser considerado como lo que es: un guitarrista excepcional. Sin ofrecer un gran movimiento escénico, pero con una técnica y una rabia (especialmente en los solos) memorable. Cogió su guitarra electroacústica para acabar con este último tema, y tras el No Hope = No Fear, darnos unas clases magistrales con un solo vibrante, rápido y fogoso, lleno de shredding y armonías, que nos dejó encandilados. Ahora, sonando sola, sí se apreciaba la tremenda calidad de su guitarra y de su forma de tocar, influenciada sin duda por maestros como Kerry King. Incluyó, no obstante, fragmentos del Raining Blood, y de otros temas de Metallica, Black Sabbath, Pantera… Y se puede decir que, para mí, prácticamente aquí terminó lo bueno del show, ya que la retahíla de temas que vino a continuación se me hizo condenadamente larga. Bleed, Tribe y Bumba, todas ellas perteneciente a su primer disco “Soulfly”, cantidad de modernas y saltarinas que no me hicieron demasiada gracia, a pesar de que su frontman participó con tambores e incluso dejó aparcado el micro un rato para golpear con brutalidad el suelo. Cuando Max preguntó qué era lo que queríamos escuchar, y pese a la insistencia del público gritando ¡¡Arise!!, finalmente Back to the primitive rompió un poco mi monotonía (más que nada por conocerla un poco más) y sobre todo, la de la peña, que se pusieron a saltar y a darse empujones como animales. Incluso Babylon, del “Dark Ages” me sonó excesivamente moderna, dado también el bajo sonido de la guitarra de Marc y del bajo de Mike. Mucho mejor fue la inclusión, como novedad y sin que sirviera de precedente, de Policia, del Chaos A.D. (cover de Sepultura de la banda Titas), con ese sonido más punk y descarado. Llegaron los últimos temas, y ya casi al final, Cavalera nos hizo sentarnos a todos en el suelo, para levantarnos de un tirón con Jump da fuck up. Por suerte, solo fueron los primeros compases (no soporto este tema…), que dieron paso a Eye for an eye, que estuvo mucho mejor. Tras algún que otro guiño más a bandas clásicas, Max nos pedía que levantásemos las manos, al mismo tiempo que colgaba una camiseta del Hércules sobre el bombo, y con Rizzo y Mike Leon tocándose el principio de The Trooper, el concierto llegó a su fin.
¿Impresión? Un sabor de boca bastante agridulce. Como carta de presentación frente a quienes todavía no les habíamos visto, bastante floja, la verdad. El sonido no rindió al 100% en todo el concierto, lo que probablemente no fuese culpa de Max y compañía, pero hemos visto a la The One en muchas mejores condiciones. Por otra parte, la banda olvidó su faceta más metalera, centrándose en temas antiguos mega-modernos que te incitan a dar cuatro botes y poco más. Claro que esto ya son gustos personales. El sr. Max, toda una leyenda viva, demostró seguir teniendo carisma, capacidad de levantar a sus fans, pero aportó muy poco a nivel musical. Los guturales le resultaban agotadores a ratos y su guitarra no brilló lo más mínimo. Todo esto en escasísimos 1 hora y 20 minutos. Por suerte, Zyon estuvo a un gran nivel, Mike demostró una gran actitud sin parar con la melena y Rizzo fue, sin duda, el mejor de la noche con diferencia. Unas cosas pueden llegar a compensar las otras… pero espero poder tener otra ocasión para darles otra oportunidad y por fin salir satisfecho al 100%.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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