El gran momento, el día “L”, había llegado por fin. Posiblemente, el Leyendas del Rock más deseado y esperado de todos los tiempos. La situación y el hecho de que cada año tengo más y más ansias de Metal, así lo pronosticaron. Tras muchos meses de planear, augurar y proponer, logramos tejer un plan para que este fuera el mejor de la historia. Todos los años se intenta, pero este se iba a conseguir. La noche anterior, como suele ser habitual, no pude pegar ojo. El miércoles, por fin, a las 8 de la mañana estábamos ya desesperados por salir hacia Villena para hacer un reconocimiento del terreno y apalancar la furgoneta en la zona habilitada para ello, que este año se había situado en el extremo de la carretera. Se suponía que un infame sol iba a sacudir Villena aquellos días, alternando con grades chaparrones. Un toldo bien amarrado nos protegería de ambas cosas, aunque en cualquier caso, yo no iba a pasar prácticamente nada de tiempo en la zona de apalanque. Todo estaba preparado, y para celebrarlo, nos tomamos allí mismo unas birras, bromeando sobre cómo íbamos a palmar de agotamiento en este Leyendas y demás. Poco después, volvimos a casa para comer algo para aguantar aquel primer día con garantías, aunque nuestra mente se quedó allí, en el campground del Leyendas. Por fin nos reunimos, nuestro particular club de los cinco formado por mi chica, Kurro, Momo, Pinxo y servidor. Con ansia viva, volvimos a Villena dos horas antes de que empezara el primer concierto interesante, poder privar un rato y arreglar los cuatro detalles restantes de la furgoneta. La alegría general por estar allí se percibió desde el minuto uno. Cervecita por aquí, cubatita por allá y demás, se acercaba la hora de entrar en el campo de batalla.
El miércoles del Leyendas (lo que yo llamo Día Zero) es un día de encuentro, de fiesta y buen rollo, con mogollón de peña conocida (que el resto de días desaparecen jeje) del pueblo y demás debido a que por solamente 8 euros se puede disfrutar de un grandísimo cartel que justifica por sí mismo la asistencia aunque no sea exactamente de tu rollo. Cuando la peña que solamente vino aquel día apostaba por S.A. o Sepultura, yo ya tenía bien claro quiénes iban a ser los putos amos de la jornada. Y es que pocos días de presentación, por no decir ninguno, me han ofrecido tantas emociones como este. El Leyendas tenía una enorme duda con los americanos Riot V, especialmente desde que se dedicó el nombre del escenario cubierto a su creador, Mark Reale, fallecido hace ya unos cuantos años. En este 2018… ¡¡POR FIN!! Les hicieron un hueco merecido en el cartel, aunque no me entusiasmaba la idea de que tocaran aquel día. Por suerte para mí, la ignorancia de la mayor parte de los asistentes de que se encontraban ante uno de los mejores grupos de la historia provocó que no hubiese apenas gente viéndoles (aunque tiene delito la cosa…) por lo que nos posicionamos en un buen sitio, muy centrados. Eso sí, hay que recriminar un poco que el concierto comenzara antes de su hora, y nos pillara bastante desprevenidos al principio… aunque muy poco tardamos en comenzar a airear la melena con Victory. Pese a que su melodía central pueda recordar a algún tema muy machacado, es 100% Riot, un cañonazo a las vértebras, con un doble bombo constante e imparable a cargo de Frank Gilchriest. En principio, podría haber sonado mejor. La voz de Todd necesitaba más volumen y los solos de Nick Lee apenas se escuchaban, pero todo fue mejorando poco a poco. Por suerte Flight of the warrior arrasó completamente, desatando las energías de todos sus fans en una vorágine de emoción creciente ante tan astronómico temazo. Puños en alto y ala, a destrozarnos el cuello, continuando con On your knees, del “Privilege of Power”. Fue un disco del que, desafortunadamente, faltaron infinidad de temas. Y es que un grupazo como este no merecía tocar tan poco tiempo, sino ser las estrellas absolutas de la noche. Todd, que poco a poco iba adquiriendo liderazgo, bromeó en castellano y estuvo muy simpático, pero sin perder el tiempo innecesariamente.
Outlaw y sobre todo, Johnny’s Back saltaron algún pelo de punta e incluso alguna lagrimilla. Y es que cuando uno se introduce en el mundo Riot V, ya no existe nada más, sus temas te atrapan y te transmiten mil sensaciones. Incluso los nuevos, como el Heart of a lion, mantienen al 100% el espíritu de Mark Reale en sus melodías y en su temática guerrera. En Road racin’ Nick demostró el porqué fue elegido sustituto de Mark. Su solo, alargado, fue de lo mejorcito de todo el show, demostrando mucha fuerza en directo. Impresionante también cómo se comportó el vocalista Todd Michael Hall. Melena al viento, haciendo gestos, corriendo, saltando… con una actitud de auténtico acero. Los temas más recientes le van como anillo al dedo (Angel's thunder, devil's reign) pero también se defiende sobradísimo en temas del sr. Tony Moore. La sorprendente Angel Eyes fue solo un ejemplo. La claridad y potencia con la que alcanza los más altos tonos es realmente impresionante, su resistencia y aguante son cosa de otro mundo. Incluso mi amigo Chely, veterano y gran maestro, aunque desconfiado al principio, quedó boquiabierto ante el enorme carisma y voz de Todd. No creo que nadie se quejara de la cantidad de temas recientes en el setlist, porque cualquier cosa que haga esta gente es oro puro. Momento Bloodstreets es momento de cerrar los ojos y disfrutar de esa melodía tan increíble, de sentir la hermandad Riot durante unos minutos. Las voces del público, pese a ser menos de las esperadas, coparon el aire del Leyendas, y el tema fue dedicado a Mark Reale por Todd. Siempre luchadores, siempre guerrilleros y siempre más Heavys que la velocidad de la luz, dieron todo un ejemplo lo que pueden llegar a ser los frutos de la perseverancia, haciéndose dueños y señores del escenario. La bestia Todd continuaba arrasando en Take me Back, un tema del “Unleash the fire” que no esperaba y me trajo unas sensaciones brutales. Y justo antes le comentaba a mi colega, y de pronto cayó Swords and Tequila, así que… ¡toda la peña a botar! Una pena que no cayesen más del “Fire Down Under”… o del “Immortal Soul”, o del “Nightbreaker”… ¿cuándo cojones ha sacado Riot un disco malo?. Por supuesto, con lo que nos quedaba nos tuvimos que conformar, comenzando con Warrior, que nos puso de nuevo a todos con los puños en alto, un tema tan habitual en su setlist como especial, es la pura esencia Riot. Ahora sí, tanto el bajista Don Van Stavern (el más veterano de la banda hoy por hoy), como los guitarristas Nick Lee y Mike Flyntz se juntaron al borde del escenario para darlo absolutamente todo con Thundersteel. Todd aguantó el tirón con unos agudos asombrosos. Un vocalista de 10 y un conciertazo de los que no se olvidan fácilmente. Aun así… no pienso esperar a que vuelvan a contar con ellos en un festival. En Octubre me largo a Madrid a verlos.
Lamento haber empezado con una crónica tan larga, pero es que siento que Riot V no fueron valorados en este Leyendas como se merecieron, como una de las bandas más grandes de la historia, y es por ello que he querido dedicarles especial atención y por supuesto, hacer toda la fuerza posible para que les vuelvan a traer. Terminé tan extasiado del concierto que decidimos ir a dar un rulo y tomarnos unos cubatas extra (es lo que tiene el día zero jeje) aprovechando la actuación de Sepultura, a quienes ya he visto infinidad de veces… y ante los primeros temas, salvo alguno curioso como el Kairos dudaba que fuesen a ofrecerme algo especial. Eso sí, ni hecho adrede, retornamos justo con Arise, uno de mis temas favoritos, que sonó espectacular en boca de Derrick y con Andreas Kisser desgañitándose con él solo. Llegué a escuchar un tema de su último trabajo, el Resistant Parasites del “Machine Messiah” que no me dijo demasiado. Cañera, sí, pero fuera de mi rollo, y ya tuve exceso de moderneo con Soulfly hace unos días. Puestos a evocar recuerdos, Ratamahatta sí fue la adecuada. Destacar la labor de Eloy Casagrande, ese coloso destructor a la batería, y el propio Derrick a los timbales y voz, gran coordinación. Finalmente, no por más esperada peor recibida, Roots puso el toque más saltarín y Groove de su show, o al menos, de la parte final que vi yo. Y es que al final, termina siendo irresistible pegar cuatro berridos con este de fondo.
Llegábamos a la parte más calmada de la noche, a la que muchos consideraron la hora del bocata. En alguna otra situación quizá yo también me habría decantado por esa opción, pero tal como ya ha anunciado su gira de despedida, este concierto de Rosendo prometía ser de los más emotivos que he visto. Además, mis padres se desplazaron hasta Villena casi en exclusiva para verle en acción (o lo poco que ya queda de ella, jeje), así que entre unas cosas y otras pensé: qué hostias, vamos ahí a muerte con la peña. Y lo cierto es que a estas alturas y después de haberle visto taaaantas veces no pensaba que disfrutaría tanto de su concierto. Un concierto del que no esperaba tanto, ya que Rosendo hace mucho tiempo que dejó desde aquel joven rebelde que no paraba quieto y se comía el escenario. Ahora lo hace a su manera. Un exquisito setlist, que combinó temas de todas sus épocas, comenzando por la conocida Aguanta el tipo, creo que perfecta para abrir, a la que siguieron, ya de primeras, muchos gritos de Rosendo Rosendo. Otros temas más actuales como Por meter entre mis cosas la nariz o Muela la muela tuvieron menos repercusión entre el público, que estaba bastante parado al principio. Pero empezaron a caer sorpresitas, como Cosita, del “Jugar al gua” del 88, con un sonido excelente, donde podíamos distinguir perfectamente la Fender Stratocaster del maestro, el bajo de Rafa Vegas o la rítmica batería de Mariano Montero, formación con la que continúa al pie del cañón desde hace ya más de 20 años. Deja que les diga que no dio paso a No dudaría, una versión del más que conocido tema de Antonio Flores con el que no demasiada gente se arrancó a cantar, pero sí prestaban toda su atención incluso desde bien lejos del escenario. Como siempre, el cantante y guitarrista estuvo continuamente agradecido, sin ser excesivamente comunicador, pero manteniendo su clase, elegancia y sus particulares gestos sobre el escenario. Uno de los temas más modernos en sonar fue Cúrame de espantos, de su último disco hasta la fecha (y probablemente, último de su carrera) “De escalde y trinchera”, que nos regaló el año pasado.
Sabíamos que no iba a sorprender, pero de igual forma, teníamos claro que si uno sabe a lo que va, nunca defrauda, y siempre recuerda sus viejas épocas con temas muy celebrados como Mala vida o …y dale! que son clásicos indiscutibles de nuestro Rock urbano, a los que siempre añade la coletilla del ‘muchas gracias’. Sigue tocando los cojones a su modo, con letras que llevan escondido el mensaje de la crítica social, del desprecio al sistema y de la lucha de clases, siempre engalanado con poesía callejera, como se entrevé en Amaina tempestad (“A veces cuesta llegar al estribillo”, 2010) y especialmente en Vergüena Torera, donde todos cantamos aquello de ¡‘qué mierda de país’!. Pero fue realmente la segunda parte del concierto (por llamarla así) la que hizo que todo el mundo se levantara, y empezara a botar y a cantar como si no hubiese mañana, y que empezó con El tren de los legendarios Leño y por supuesto, con la eterna Flojos de pantalón. Incluso los más puretas del lugar disfrutaron como locos tanto con su letra como con su solo, uno de los más míticos de nuestro Rock. Y es que Rosendo siempre será genio y figura, haga lo que haga, toque donde toque. También incluyó en esta recta final uno de los más grandes hits de sus últimos tiempos: Masculino singular. ¡¡Y no veáis como triunfó!! La fiesta ya no se podía parar, y Pan de higo llego para animarla más todavía, aunque ya no se note ese deje más macarra en la voz de Rosendo de sus primeros discos, el ritmo no decayó ni un segundo gracias a la caña de Mariano a la batería. Tan Agradecido como siempre o más, volvió a mirar atrás para traernos esa esperada Maneras de vivir que nunca ha faltado en sus conciertos, y de un registro más rockero a otro más acelerado, subieron una marcha más para despedirse con Navegando, ante una enorme y merecida ovación que puede ser la última que muchos le dediquemos al ‘viejo’ en directo. ¡¡Siempre grande!!
No sé si fue algo deliberado, pero curiosamente, todos los días terminaban con la actuación de algún grupo nacional. En este caso, y salvando a Gigatron (valiente pandilla de mamarrachos, que asco me dan), los alavenses Soziedad Alkoholika tuvieron el honor de cerrar el día para deleite de todos aquellos a los que nos encanta su caña burra. La brutal Alienado fue el gran pistoletazo de salida de su actuación. Venían a darlo todo y esto solo era su carta de presentación, sin cortarse, escupiendo lo que muchos piensan pero no tienen cojones de decir con esa dureza, con esa sinceridad. La situación actual requiere este tipo de lucha musical, y S.A. son su máximo estandarte. Vimos Tiempos oscuros y Política del miedo (my bien traída) desde la barra, esperando ese litro de kalimotxo que nunca parecía llegar. Finalmente, echándole un poco de morro nos hicimos con él, pero todos nos quedamos bastante confusos y temerosos cuando se cortó completamente el sonido. Por suerte fue un hecho aislado, y con Alkohol siguieron metiendo cera, alimentando aquella tardía fiesta en la que nos integramos totalmente, bastante cerca del escenario desde donde se veía perfectamente lo que se cocía, es decir, muchísima rabia y denuncia social, un fuego que crecía con Palomas y buitres y la gran sorpresa de toda la noche: Estado enfermo, que no sé cuántos años hace que no la veía en directo… ¡¡brutal!! Un ritmo devastador que parecía crecer en intensidad con cada tema. Sangre al fin, que abre su “Mala sangre”, Cienzia asesina (mi tema favorito de siempre de la banda) o la rabiosa y combativa Fugitivos, para que os hagáis una idea. Claro que muchos de los que me estéis leyendo estaríais allí dejándoos las cervicales, así que sobran más explicaciones. Nos estaban dando un concierto bestial, con chorros de humo incluidos, pero sobre todo, mucha furia que explotaba de la mano de Juan a las voces, Jimmy e Íñigo a las guitarras, el siempre eficiente y cada vez más técnico Pirulo al bajo y por último pero no menos importante, Alfred Berengena a la batería, que fue una apisonadora.
Los clásicos fueron poco a poco adueñándose del setlist, y aunque hubo muchos menos que en las últimas veces que les he visto, no se puede ser indiferente ante trallazos como S.H.A.K.T.A.L.E., Automarginao y Ratas, que se han convertido en marca registrada de sus conciertos desde hace mucho tiempo. Tocar estas tres seguidas es sinónimo de desmadre absoluto, creándose circle pits entre el público y una marea humana de destrucción encabronada que llegaba incluso a nuestras posiciones. Y es que, francamente, Soziedad Alkoholika en directo me pueden, me ponen a mil y me cuesta mucho no meterme a darme palos entre las primeras filas (una de las últimas veces que lo hice acabé tullido, pero es lo que hay). De este último disco, también cayó La aventura del saber, que fue una de las más coreadas y guerreadas, o No kiero participar, que se caga en todas las religiones habidas y por haber. Disfrutaron de sus 80 minutos para repartir toda la traca posible y meter muchos temas, sin parones, sin discursos, solo alguna punzada de vez en cuando hacia el sistema opresor, contra la gentuza, contra esos gangsters que nos gobiernan, contra el fascismo y el racismo. Uno de los puntos álgidos llegó de la mano de Peces mutantes (que desde hacía un tiempo no tocaban) y Piedra contra tijera, ambas ya consagradas, y que son el vivo ejemplo de que, lejos de amedrentarse por todas las amenazas y persecuciones de los fascistas, continúan con más fuerza y agresividad que nunca. La peña enloquecía cada vez más, al ritmo al que caían nuevos temas, cada vez más conocidos, como Cuando nada vale nada, o la sorpresa bailona Pauso bat (¡ni un paso atrás!). Me estaba cogiendo una sudada del copón a base de saltar y empujar, junto a muchos colegas del pueblo, fue un ambiente fantástico y memorable. Parecía que la intención del grupo era no dejarnos ni un hueso entero. Juan continuaba calentando, con toda su mala gaita y diciendo las cosas a la puta cara. A estas alturas, con todo el mundo empapado en sudor y cardenales por doquier, Sin dios ni na de su primera maketa cayó como un bombazo, y prácticamente empalmando con Nos vimos en Berlín. El sonido se mantuvo a un nivel escandaloso durante todo el concierto, eso también ayudó a caldear el temporal, pero sobre todo, un gran setlist variado, enfocado a la caña, una actitud de no rendirse jamás y mucha rabia. Y lo mejor de todo, tanto en sus letras como en sus canciones, cada vez van a más. Y esa, gente, es la única actitud válida. ¡¡¡¡¡A muerte HOSTIAS!!!!!
Y no era cuestión de rendirse, es que para nosotros el día terminaba con estos salvajes. Y estábamos molidos, uniendo el concierto a lo temprano que nos levantamos. Sobre todo había que tener en cuenta que esto, aunque fue algo brutal, solo había sido un adelanto, un tentempié para los tres días de sol a sol que nos quedaban de Leyendas. Estaba deseando descansar, recuperarme de la paliza, y empezar la batalla de nuevo.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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