Debido a estas últimas, parecía que iba a ser un concierto auténtico, pero un poco extraño, ya que no sabíamos a ciencia cierta de cuáles se trataba. A las 23:00, teórica hora de apertura de puertas, nos encontrábamos frente a ellas con la puntualidad de un reloj, expectantes, algo dubitativos, pero sobre todo, en mi caso al menos, tremendamente nervioso, casi como si fuese mi primer concierto. Y es que insisto, cuatro meses se me han hecho una eternidad. Se pusieron a la venta 90 entradas, lo que viene a ser un tercio del aforo máximo de la sala. Cada vez siento más devoción por la 16 Toneladas. Una sala acogedora y familiar que siempre se mantiene activa al máximo, apoyando a tope la escena local y al contrario de lo que hacen algunas otras, apostando por bandas de verdad en lugar de por tributos de tres al cuarto. El método que usaron para que todo aquello pudiera llevarse a cabo fue “dividir” la sala por mesas para los grupos de gente que acudieron. Había la suficiente separación entre ellas como para disfrutar cómodamente del concierto y poder hacerlo junto a los colegas sin demasiada diferencia de lo que vendría a ser un concierto en su forma habitual. El resto ya dependía de la precaución que cada uno quisiera tomar. Así que nada más entrar, nos agenciamos una de estas mesas y tres taburetes y los arrastramos hasta el borde mismo del escenario, esperando con gran ansia a que las luces se encendieran y el escenario explotara en llamas con un fiestón del calibre que solamente Jolly Joker pueden liar. Y puedo asegurar con total solemnidad que todo, absolutamente todo lo que vimos aquella noche, estuvo a un nivel de locura. ¿Acaso esperabais leer otra cosa?
La sensación de los primeros golpes de batería de I am Rock n’Roll me supieron a gloria. Esto era lo que durante tanto tiempo he estado soñando. Ver a la banda al completo salir al escenario corriendo, con hambre, deslumbrantes de alegría y ganas de quemarlo todo me llenó de una emoción que apenas pude contener después de tantos meses de frustración. Intenté comportarme, pero me fue completamente imposible permanecer ni un minuto sentado al sentir la energía con la que Lane Lazy se liaba a cabezazos en los primeros compases del tema. La electricidad me envolvió. Ver a toda la gente moviéndose, desfogándose plenamente, dejándose la piel aun sin apartarse de sus localidades supuso un golpe emocional muy positivo, y la maquinaria de Jolly Joker ya era algo imparable mientras sonaban Sidewalks y la chulesca Hey You, en la que la banda nos miraba sonrientes esperando nuestra colaboración en el estribillo, con la misma ilusión que el primer día. Y es que esta movida tan loca y precipitada no solamente tenía por objetivo darnos el gustazo. Ellos lo necesitaban por encima de todo. No hacía falta que lo dijeran: se notaba a un puto kilómetro de distancia en sus miradas, en la forma que se apoyaban unos a otros y en la desbordante energía con la que se hacían dueños y señores del escenario. Y no os podéis imaginar, a nivel personal, cuántas ganas tenía de volver a escribir sobre un concierto. Lo hubiese sobre cualquiera que se hubiese presentado, pero al tratarse de mis queridísimos Jolly Joker, la ilusión se eleva exponencialmente.
Apuraba Lane Lazy las últimas gotas de su birra… sobre su cabeza, para dar paso a Perfect Life, otro clásico en su repertorio, de intensidad creciente y muy efectivo en directo. Se juntaban nuestros Tyler / Perry particulares (como a mí me mola llamarles jeje) demostrando gran complicidad entre ellos y es que la bestial actitud que muestran sobre el escenario está fuera de toda duda. No esperaba cambios en el setlist (salvo esa sorpresa que SIEMPRE cae en sus conciertos), pero no me importaba. Cada tema está en su sitio, suena como tiene que sonar y de poner a la gente on fire también se encargan ellos. Porque además, la 16 Toneladas sonó magnífica anoche. Batería contundente, bajos perfectamente diferenciados y guitarra ruidosa pero sólida a cargo de un Yannick que, para variar, se salió por los cuatro costados, apasionado desde el principio y encarándose al público para meter los solos, como hizo en Full of Beans, que además nos ofreció más imágenes de la hermandad que existe entre el guitarrista y el vocalista, cantando partes a dos voces en un mismo micro. Si este tema de normal me vuelve loco (es de mis favoritas), imaginaos anoche, y lo mejor de todo es que no fue solamente a mí… y para colmo, empalmada con la apertura potente que Alex le da a Fuck It All.
Y ahí estábamos todos, con el dedito levantado preparados para castigar el cuello mientras Lane se desgañitaba a gritar arrodillado ante nosotros. Fue un gran FUCK, para el virus, para la mala racha, para las incoherencias que esta situación nos ha traído… un momentazo de esos que se quedan grabados viendo al mismo tiempo como Yannick se despatarraba a tope para ejecutar el solo con su guapísima Flying V blanca. También me gustó mucho su forma de interpretar el de Nasty Habits, un tema cachondo, corto e intenso que se te clava entre ceja y ceja y no hace sino contribuir al desmadre general. Subiendo varios puntos de elegancia a la noche, y con un Lane armado de su aro para acompañar, su single Believe hacía acto de presencia y a pesar de tener un ritmo más pausado (lo cual no quiere decir que Alex le diera unas buenas hostias a la batería), ¡¡Yannick terminó subido a un taburete cerca del escenario para tocar el solo!! Se mascaba el desmadre. Se respiraba el Rock’n’Roll que tanto necesitábamos todos con miradas sonrientes entre Andi y Alex. El bajista, como es habitual, se hizo kilómetros encima del escenario, fiel a su modelo Thunder Bird, saludando y sonriendo a sus fans mientras se lucía tocando piezas como la cañera Stay Behind (siempre me ha molado especialmente su solo con ese toque southern tan guapo) que nos dejó las vértebras bien calientes fue el momento idóneo para unas palabras por parte del vocalista, sobre todo de agradecimiento al público y al equipo que hizo posible esa gran noche que muchos no olvidaremos, por el conciertazo y por la situación tan especial.
Pero todavía estábamos, por suerte, muy lejos del final del show, y la primera gran sorpresa de la noche hizo acto de presencia, ni más ni menos que Never Enough de sus adorados (y míos también) L. A. Guns, con un entusiasmado Alex que no dejaba de meterse más y más en su papel como si le llevase el mismísimo diablo… la cosa es que le tema fue un puntazo y como todo aquella noche, sonó de perlas y con una entrega bestial. Al paso del tema, nos preguntaba Lane algo que me hizo abrir bien las orejas, algo sobre si queríamos un cuarto disco de Jolly Joker… y si esto iba en serio… ¡¡ojala podamos tener pronto noticias al respecto!! Porque sería la rehostia viendo el paso adelante que dieron con el “Never say forever” del que por cierto, sonaría a continuación una de mis favoritas por lo especial de su composición, Set my soul on fire, con la que el vocalista volvió a buscar sus sonajas para darle ese rollete al completo que tiene en el disco. Los juegos de platillos de Alex, una maravilla. Zona caliente, muy caliente con Sucker, que siempre resulta ser muy coreada en sus conciertos, es macarra, es vacilona y tiene todo el espíritu del Hard Rock de los 80 en cada una de sus notas, y si me apuráis, sube unos cuantos grados la temperatura. Aunque la gente estaba un poco más relajada que al principio, no dejaban de faltar los botes y los gritos que daban al ambiente ese calor especial que tanto añorábamos muchos de nosotros. A estas alturas, por cierto, la botella de Jack Daniels que Lane Lazy suele repartir entre los gaznates de los asistentes andaba ya casi vacía, no digo más.
También del “Never say forever” llegaba caía la soberbia I wanna go, una auténtica pieza maestra y sin duda mi favorita del álbum, un corte que me pone frenético en directo (ya la hostia habría sido ver a Frank Suz tras las teclas), me va directa a las costillas y creo que debería quedarse siempre en su setlist. Ese punto salvaje, esos coros, la posibilidad de colaboración del público en el estribillo, los afilados riffs… ¡¡es que lo tiene todo!! Y valga decir que esta condujo ya a la recta final, en la que sabíamos que nos esperaban locuras de la talla de Rockin’ in Stereo, en la que resultó muy jodido contenerse y no mandar a tomar por culo las distancias, entre el cachondeo de todos los músicos de la banda, la muerte de la botella de Jack Daniels y ese punto entre Ramones y los primeros Green Day, es un acierto descarado para ir cerrando y no dejar que nadie se duerma un solo segundo… pero el desfase total llegaría a su máximo apogeo con Dressed to kill, en la que un Yannick completamente envalentonado se plantó encima de la mesa que ocupábamos, con dos huevos, para lanzarnos el solo en todos los morros, mientras Andi le miraba descojonándose y a posteriori Lane, tras una de sus espectaculares sesiones de patadas al aire, pedía un fuerte aplauso para este puto crack de las 6 cuerdas cuya actitud y calidad como músico no puede dejar indiferente a nadie que entienda un mínimo de qué va esta movida. Pero el tiempo daba para un tema más. ¿Qué nos aguardaría? ¿Repetirían con The Cult como en sus últimos bolos? Pues no, y la sorpresa volvió a ser de órdago, dejándome con el culo torcido con un cover de Demolition 23, antigua banda de Michael Monroe, llamado Hammersmith Palais, llenando el escenario de desenfreno, Lane saltando y adoptando una actitud macarra y desafiante, Yannick pateando al aire, Andi con su headbanging y Alex, como es habitual, apretando los dientes con toda la pasión del mundo puesta en su instrumento. Una auténtica flipada que me encantaría que mantuviesen durante un tiempo. Tiempo ahora para la despedida y la foto en conjunto.
Me gustaría recalcar un detalle, y es que la temperatura dentro de la sala, algo que es más raro de lo que se podría pensar, fue prácticamente perfecta, con el aire acondicionado al punto ideal para que pudiésemos disfrutar del concierto más a gusto si cabe. Aunque ya sabía que esto iba a suceder antes de empezar, el bolo se me hizo cortísimo (ahora mismo, mientras escribo estas líneas, vuelve a sonar de fondo vía Facebook, por donde también se retransmitió íntegro anoche para los que no pudieron asistir) por muchas cosas, sobre todo por la intensidad con la que estos cuatro músicos interpretan cada tema y por la especial ilusión con la que viví todos y cada uno de ellos como si fuese la primera o la última vez. Me gustaría lanzar muchísimos agradecimientos por este rato de felicidad. Fueron muchas emociones desahogadas, mucha energía quemada y un sentimiento de liberación que me dio el trozo de vida que me faltaba desde hacía ya demasiado tiempo. Agradecimientos a todo el mundo que asistió por apoyar la escena. A Jolly Joker por los huevos que le pusieron al asunto, por ser TAN ENORMES y por devolvernos el Rock’n’Roll en vivo y en particular, a Andi también por su inmensa amabilidad y atención con el tema del merchandising. A la 16 Toneladas, un auténtico tesoro de sala, por jugársela a doble o nada. A la peña de AFS y en general a toda la involucrada por hacer posible esta movida. Y por supuesto, dedicar la crónica a mis amigos que me acompañaron y a toda la gente que por A o por B no pudieron asistir, especialmente a mi chica y a Cristina, que sé que se morían de ganas. Esta mañana, cuando he abierto los ojos, parecía que todo tenía otro color mucho más brillante.
Jolly Joker (Viernes 3-07-20, Sala 16 Toneladas, Valencia)
Hola,
ResponderEliminarPor motivos personales me gustaría comprarte una de tus entradas, ¿sería posible?
Silvia
Hola Silvia,
ResponderEliminarGracias por ponerte en contacto. Te respondo por privado.
Saludos.