Mono, un
monazo terrible de concierto. Lo habría en cualquier época y lugar hace 15 años
con tantas semanas sin un bolo, pero actualmente, en verano y con la que está
cayendo, es algo peor todavía. Prácticamente no pasa un solo día en que vea
caer al suelo otra y otra ilusión más en forma de concierto que se pospone o
directamente, se anula. Es precisamente por esto, por esa ansiedad que no puedo
liberar de la forma que más me gusta, por lo que el espectáculo de anoche (porque
no se puede llamar de otra forma a lo que presenciamos) fue, más que un evento,
más que un concierto, un auténtico regalo impagable. Pero también fue algo
incluso más importante si cabe, una reivindicación de que SÍ SE PUEDE, de que
hay medios y formas para seguir adelante, que nuestra cultura, por muchas leyes
de mierda que quieran tumbarla, debe continuar como sea, y lo de anoche fue un
magnífico y perfecto ejemplo. Celebrado en la explanada San Francisco de Yecla,
por dos míseros euros de entrada, el concierto formaba parte de “Las noches al
raso”, un ciclo de eventos culturales en el que participa el ayuntamiento de
Yecla y que consta de diversas actividades como cine y conciertos, siendo estas
últimas las más interesantes para quien suscribe. Pero sin duda, los de nuestro
rollo veíamos un objetivo principal en estas noches, el concierto del
reconocido Juan Saurín, un guitarrista de auténtica élite de quien ya
esperábamos un gran concierto, pero no el movidón que nos tenía preparados para
aquella velada, y que nos dejó sin aliento a más de uno, no solo por la inmensa
calidad que el guitarrista desprende en cada una de sus notas, sino también por
el acompañamiento de músicos, por la coordinación, por la caña, por la
diversidad…
En
resumen, una noche para el recuerdo por muchísimos motivos. Y más diría yo, un
fin de semana completísimo y muy reconfortante que supuso un soplo de vida para
quienes ya no podemos aguantar más sin nuestra forma de vida. El jueves nos
acercamos al Morgul para hacer un buen tardeo (pero sin pijos), con unas
cuantas birras y encuentros agradecidos con mis colegas Cristina y Roge, que
además fueron los únicos que al final le echaron agallas y acudieron al
concierto, por lo que disfruté de una compañía inmejorable. El viernes, el día
de la verdad, acudimos a la localidad de Yecla (cuánto tiempo sin pasarme por
allí…) con bastante anticipación, ya que no teníamos entradas y el aforo del
lugar fue bastante limitado, 160 plazas disponibles. Tuvimos tiempo de charlar
largo y tendido, tomar unas cañas en un bar cercano, cenar con tranquilidad en
un parque y, con muchos nervios (por el bolo, no por otra cosa), acercarnos
hacia el principal objetivo de la noche, que era la pedazo de liada que el
genial Juan Saurín nos tenía preparada. Hubo control para las entradas y
salidas del recinto, hubo gel al entrar, hubo control por DNI, la explanada fue
dividida con sillas con más de un metro de separación entre ellas, mascarilla
obligatoria (incluso para los músicos)… medidas sobradas para garantizar la
seguridad sanitaria de todos los asistentes. Y sí, no voy a negar que un concierto
sentado en una silla sea algo muy raro. Incluso más cansado que estar de pie
(al menos para mí, ya que no puedo soltar la tensión del todo). Pero las
condiciones fueron inmejorables. No iba a ser el formato habitual, pero al
menos se hizo, y se demostró que SE PUEDEN hacer más. Además, la gente que
asistió mostró un civismo y una responsabilidad ejemplares.
Ya
sentados los tres en nuestras “butacas” y esperando a que empezara la función
mientras disfrutábamos de una noche extraordinariamente calurosa, eché la vista
atrás para comprobar con alegría que las entradas habían sido completamente (o
casi) agotadas, demostrando la buena voluntad de apoyo por parte de la gente.
Había de todo, gente mayor, gente más joven, niños… y un ambiente más que
aceptable para el panorama que estamos viviendo. Ahora, cualquier cosa que sea
concierto, en el formato que sea posible, es oro puro para mí, algo que bajo
ninguna circunstancia me puedo perder. Y espero que promotoras, asociaciones y
demás vayan siguiendo este ejemplo en la medida de lo posible.
El
guitarrista yeclano salió a escena con sus tres músicos principales, dos pertenecientes
a su propia escuela de música, como fueron Arturo a la batería (con un trabajo
brillante durante todo el bolo) y el no menos currante Iván al bajo, y otra
cara más conocida para mí, Fer a la guitarra rítmica (de quien ya he disfrutado
en varias ocasiones, con una bandaza como Infernale o en su tributo a
Metallica), músicos todos ellos que trabajaron duro junto a Saurín dándolo todo
y poniendo el máximo empeño y talento. Y el resultado final fue el que mereció ser.
Los
vídeos de la pantalla de fondo eran muy vistosos (quizá faltaban los focos). Durante
los últimos compases de la introducción disparada Ex Nihilo… de su
último trabajo “Supremacy”, Juan revisaba meticulosamente cada detalle del
escenario mientras todos se colocaban el posición y, tras una cuenta atrás, ya
hicieron lucir sus instrumentos con Change Nothing, del mismo disco, un
tema que sirvió de calentamiento… aunque realmente no se puede considerar así,
ya que el guitarrista principal se posicionó sin pensárselo dos veces en
primera línea de escenario, desbordando pasión y zarandeando el mástil de su
guitarra de un lado a otro, como si ya estuviese al 100%, contentísimo de poder
estar de nuevo tocando en directo para su público. Un tema muy cañero para ir
desatándose, al que siguió Carpe Dying con esas primeras notas con
regusto del medio este, sin bajar el ritmo, Saurín seguía en primera fila
sudando la camiseta y sin dejar de desmelenarse en las partes más intensas.
Aquí el sonido, tras un comienzo algo amontonado y poco claro, empezó a ser cada
vez más nítido, y cada instrumento iba cogiendo más fuerza.
Juan
presentaba a su banda y reivindicaba la música en directo, veladas
insustituibles para muchos de nosotros que, con las medidas necesarias y
precaución, se pueden llevar perfectamente a cabo. Y lo hizo ya entre grandes
aplausos que nos arrancó con su simpatía pero al mismo tiempo con su firmeza y
pasión sobre el escenario. Weak and Tired fue el tercer tema
interpretado aquella noche, sin salirse todavía de su “Supremacy”, en mi
opinión, su mejor disco hasta la fecha y en donde ha plasmado como nunca su
gusto por los riffs potentes y gruesos, casi Groove en ocasiones. A partir de
aquí, fueron apareciendo las estrellas invitadas. Caras desconocidas para
algunos de nosotros que sin embargo nos dejaron una impresión inmejorable, con
talento y profesionalidad a raudales. Las primeras en hacer acto de presencia
fueron Katia al violín e Isa con el violonchelo para el primer cover de la
noche, que para mi gusto, no pudo ser más sorprendente y acertado, Dead or
Alive (Bon Jovi), a la que la sección de cuerda le aportó un aura
magnífica. Fer, por su parte, hizo un papelón, tanto con su acústica como con
su voz, pero os puedo asegurar que en esta faceta fue mejorando conforme cayeron
los temas que le tocó cantar. Juan, cogiendo su eléctrica a mitad de tema, lo
dejó bordado. Ya era hora de una de sus bonitas baladas, y dicho turno
correspondió a La luna abraza al sol, con la cual llegó la segunda
colaboración de la noche, con Judith y Raquel subiéndose, al principio algo
tímidas, al escenario, pero soltándose rápidamente para regalarnos sus armonías
vocales y sus distintos timbres. Las despedimos con un gran aplauso, pero no
sería su última aparición.
Mar es una de las composiciones más
sentidas de “Human” y una de las que deseaba ver en directo. Casi se olvida
Juan de presentar a otra nueva incorporación (algo que ambos se tomaron con toda
la amistad y buen rollo del mundo), Juan Miguel Ortuño al bajo, con lo que para
este tema hubo dos músicos simultáneos a las cuatro cuerdas pero jugando con
distintas líneas. Un corte que me recuerda mucho, en esencia y composición, a
algunas baladas de Axel Rudi Pell. Juan Miguel se quedaría durante un par de temas
más, uno de ellos fue el segundo cover de la noche, y de nuevo los pelos como
escarpias. Una To be with you (Mr. Big) que fue una absoluta delicia,
incluso para degustarla sentados como estábamos, mientras Fer volvía a lucirse
cantándola muy bien, adaptando partes y sentando el ritmo con su acústica
(acompañado por el resto de músicos, claro está) que sonaba alta y clara. Quizá
faltaron las segundas voces del tema, pero aun así, perfecto. Y si este fue un
momento tremendamente emotivo, lo fue más todavía (con idéntica distribución de
músicos) esa eterna balada de Eric Clapton llamada Tears in Heaven,
maravillosa, que nos tocó el corazón a todos, entre la melódica voz de Fer y la
sección de cuerda con arcos. El que tal vez fue el momento más íntimo del
concierto fue complementado con otro tema muy especial, esta vez de cosecha
propia, como es Pure Love. El tema se tuvo que recomenzar a los pocos
segundos, pero lo hicieron con tal elegancia y coordinación que apenas nos
dimos cuenta. A partir de aquí, como la seda fina, tanto los arpegios de Saurín
como el violonchelo / violín de Isa y Katia. Cuando el tema cogió potencia, me
gustó mucho, sobre todo, las partes de batería de Arturo, siempre entregado y
exacto con su instrumento. De hecho, a partir de aquí llegaron algunos de sus
momentos de mayor protagonismo en los siguientes temas, como una pieza que
consistió en un ritmo base tribal muy bien interpretado (una pasada esos
redobles y contrapuntos) al tiempo que Fer y Saurín combinaban sus acordes
acústicos. Ahora, solo cuatro músicos sobre el escenario, y aun se disminuyó más
el número cuando Iván y Arturo se retiraron por unos minutos, quedando solo
ambos guitarristas en el escenario para regalarnos otra de las grandes
sorpresas de la noche. Imposible no conocer el More than words (Extreme)
desde la primera nota, y fue una nota que me volvió a poner la carne de
gallina. Aquí yo vi el momento álgido de Fer a la voz, y es que a nivel de
entonación y sentimiento estuvo soberbio, con los cambios de todo, con los
falsetes…
Ahora
fue Saurín, indudablemente el gran protagonista de la noche, quien se quedó
solo para interpretar una virtuosa y profunda parte de guitarra clásica (la
primera mitad de Éxodo), sentado y con calma, se le veía tranquilo y muy
entregado a su instrumento. El silencio del público solamente era roto por las
notas de su acústica, otro de esos momentos perfectos para disfrutar con el
calor del verano a cielo descubierto. Juan Saurín no solo se mostró como un
guitarrista excepcional en cualquier formato. También dio una lección magistral
como director de su pequeña orquesta, como coordinador, como presentador y como
maestro de ceremonias. Antes de terminar dicha pieza, volvieron al escenario la
mayoría de invitados, y el bajo de Iván daba el toque de salida para la segunda
parte del tema. La artillería pesada de covers de la noche estaba a punto de
caer, y Nothing Else Matters (Metallica) a pesar de ser la menos
rebuscada, por decirlo así, fue una de las más celebradas y aplaudidas. Otra
vez, los arcos de Isa y Katia le dieron toneladas de feeling al tema, que
resultó bastante emocionante desde los primeros compases, y no menos la versión
de Purple Rain (Prince), con la suave base de Iván y Arturo, muy bien
cantada por Fer y por las chicas Judith y Raquel, que se incorporaron a mitad
del tema, pero sobre todo, con un bestial solo de Juan frente a su público que
se salió por los cuatro costados, fácilmente el que más me gustó de toda la
noche, de esos que te transmiten la electricidad (y actitud) a raudales.
Extrañamente,
no había caído nada todavía de su primer LP “Génesis”, pero precisamente para
él estaba dedicada esta última recta final del concierto. Con unas sentidas
notas de piano, Saurín se lanzó con los temas que abren y cierran el disco, Chronicles
I: Choosing Death y Chronicles II: Choosing Life en ese mismo orden,
de una intensidad que fue creciendo por segundos, al ir incorporándose los
instrumentos. Una parte larga pero en absoluto pesada, casi hipnótica y muy
emotiva. Ya se despedía Saurín, muy contento e ilusionado, agradeciendo al
público su asistencia, recomendando cautela y deseando salud y felicidad para
todos, pero no sin antes tocar para nosotros una de sus composiciones más
conocidas, Ímpetus, también de su “Génesis”. Con ella, daban ganas de
levantarse y mandar a rodar las sillas ante esos riffs potentes y cañeros, pero
había que conservar la compostura jeje, ya que no hubo ni el más mínimo
problema en toda la noche.
Pero un último tema nunca está de más, y antes de que nos
retirásemos definitivamente, decidieron hacernos un último regalo, una versión
del archiconocido tema de Eagles, Hotel California, que muchos
canturreamos alegremente bajo nuestra mascarilla. Según dijo el propio Saurín,
para él y para Fer es un tema muy especial, así que… ¿qué mejor forma de
ponerle el broche a la actuación? Este último puso voz y guitarra con mucha
elegancia. Junto a los bajos de Iván, lo más destacado.
El pasado año ya tuve el placer de ver a Juan Saurín en
Alcoy, concierto lleno de virtuosismo que me gustó mucho, pero con este, definitivamente
ya puede contarme entre sus fans. Dos señoras horas de concierto, de una
diversidad musical enorme, partes muy heavys, otras lentas y llenas de
sensibilidad, pianos, magníficas versiones y mejores temas propios. Un
concierto hecho para agradar no solo a sus fans: a todo el que estuviese
dispuesto a ir. Dos horas que fueron algo así como una evasión casi inmediata
bajo la noche yeclana de la cruda realidad que nos azota, y que sin duda
recordaré como uno de los conciertos más especiales de este año, y no por la
escasez, sino por el espectáculo que nos ofrecieron cada uno de los músicos,
por el cariño con el que todo se llevó a cabo, por la simpatía, la elegancia y
la empatía, y por el hecho de que, a pesar de tener que permanecer sentados
durante toda la actuación, el ambiente que se respiró allí fue inmejorable.
Ojala no tardemos mucho en poder disfrutar de otra noche
así. El show debe y va a continuar, le pese a quien le pese.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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