martes, 7 de diciembre de 2021

La Ley del Heavy Metal (Vhäldemar + Leize, Domingo 05-12-21, Sala 16 Toneladas, Valencia)

Por si la sesión de tralla que nos metimos en el cuerpo el pasado sábado en el Paberse Club no hubiese sido suficiente, por si el constante chorro de conciertos y alegrías que nos están dando últimamente las mejores salas de la zona no nos hubiese dejado saciados, el día siguiente, domingo, volvimos a por más. De hecho, se podría decir que en lo personal este iba a ser el concierto principal y único del fin de semana, pero no voy a engañar a nadie si digo que en este aspecto soy completamente insaciable. Así pues, más mandanga de la buena, en esta ocasión en mi queridísima sala 16 Toneladas de Valencia y con Heavy Metal de primerísima, con mayúsculas, dos bandas juntas en un mismo cartel que me molan a rabiar, cuyo bolo estaba anunciado ya desde hacía meses y no pensaba perderme por nada del mundo. Hace meses tuve mis dudas si acudir al de Valencia o dejarme caer por la mítica Garaje Beat Club, pero como para mí supone casi exactamente la misma distancia y sé que la 16 Toneladas es garantía total de buen sonido, finalmente me decidí por ella. Había muchas, pero muchas ganas de ver a ambos grupos. A los Leize les tengo muchísimo cariño, porque les conocí justo en el momento de la separación que les mantuvo alejados casi 10 años de los escenarios y no pude llegar a verles en su momento, pero con el tiempo me he saciado todo lo que he podido con ellos. Vhäldemar tampoco necesitan ninguna presentación en absoluto. Esta iba a ser mi novena vez frente a ellos, pero lo que etiquetaba a esta ocasión como especial es que justo hace 10 años que vi su primer concierto. La cosa, en general, pintaba como una noche de ensueño.

Vaaaamos al trapo. Pillé carretera y manta y me fui a Valencia solo, pero esta vez sabía que me encontraría allí con mogollón de colegas dispuestos a darlo todo. Tomando un trago en el kebab de la estación, me encontré con el también incombustible Popi y su gente, y minutos después, con el Kolega que tenía tantas ganas como yo de disfrutar del bolo. Y más adelante, muchos más.

Ya más calientes (a pesar de estar en Valencia, hacía fresquillo y unos ‘colpets’ en el bar ayudaron lo suyo), nos dirigimos hacia la sala ya ávidos de Heavy Metal y, tras presentar la correspondiente documentación, nos metimos dentro con la suerte de que justamente los Leize estaban a punto de comenzar el bolo. Lo hicieron con una introducción ambiental para seguidamente abrir, como esperaba, con Un paso más, primer corte de su nuevo disco llamado simplemente “Leize” en el que se aprecia cierta evolución en el sonido de la banda que, sin embargo, sigue manteniendo toda su esencia. Lo primero que muchos apreciamos fue el gran sonido del que gozaron ya desde el primer corte, algo que por supuesto se mantuvo en La rueda, primer gran clásico de la noche (y no digo temazo, porque todos los de Leize lo son), donde Mikel, guitarra solista que tan solo lleva con ellos un par de años, ya mostró una actitud espléndida a la hora de ejecutar los solos y moverse por el escenario, pero si hay un miembro de la banda que a mí siempre me ha flipado ahí encima, ese es Toño Rodríguez, un verdadero terremoto incansable que en temas como Caminando o Dar el salto se soltó la melena ofreciendo su mejor cara, tirándose de rodillas al escenario o, de la misma forma, encarándose con Mikel para bordar las partes instrumentales que como ya digo, sonaban de auténtica maravilla, sobradas de potencia y volumen.

A veces en estos casos es muy descarada la diferencia en la calidad del sonido entre distintas bandas que tocan en una sola noche, pero en esta ocasión se puede decir que ambas estuvieron a la par. Y bien merecido lo tuvieron. Acosándome hizo que la gente se soltara a tope, cantando a todo lo que daban las gargantas, empatizando cada vez más con una banda que ya se nos había metido en el bolsillo desde el primer saludo, cosa con la que por cierto no se entretuvieron demasiado, porque fueron todo el bolo lo que se dice ‘a saco’. Venía ya el sexto tema, Ya lo sé, y se mostraban fresquísimos, pletóricos, con unas ganas de tocar y un entusiasmo que saltaba a la vista. Fantásticas las armonías entre Mikel y Félix, que no dejaba de sonreírnos. Hasta cinco temas llegaron a caer de su recién estrenado “Leize”, al que todavía no me he llegado a acostumbrar del todo pero que tiene en su interior cortes muy guapos como esta No podrán, con ese espíritu combativo que siempre han destilado las letras (la cantamos con el puño bien alto) sin dejar atrás otros cortes que son poesía ‘made in Leize’ como Hundiéndome en la noche, mucho más melódica, con buenos coros por parte de Toño, y en la que Félix dejó momentáneamente su guitarra para tomar el micro a dos manos y acercarse más a nosotros. La recepción de Sangre de barrio (otro clasicazo de esos que me traen mil y un recuerdos) fue estupenda, y Mikel se vino arriba en ella, primero tocando de rodillas, y luego bajando entre nosotros a darle caña al solo.

Y todo seguía sonando igual, el bajo retumbaba que daba gusto en Alambre fijo, las guitarras crujían y la batería siempre a piñón fijo de Ibi Sagarna nos llegaba hasta el estómago en temas más cañeros como Sospechoso, precedida por un breve pero intenso solo de Mikel a las seis cuerdas. La última del nuevo trabajo fue posiblemente la más coreada, esa Imparable que, hay que reconocerlo, tiene mucha miga en su estribillo. A partir de aquí, los de Félix Lasa sacaron la artillería pesada para acabar de glorificarse ante su público, que les apoyó en todo momento. Con solo nombrar Buscando, mirando, la fiesta subió exponencialmente, todos avanzamos hacia el escenario para que nos escucharan bien fuerte y es que con un temazo tan mítico es imposible no emocionarse y dar el resto. Casi sin bajar el puño, nos abordaron de nuevo, atacando directamente a la nostalgia con Devorando las calles, en la que incluso Félix llegó a encarar su micro hacia nosotros para que la cantáramos. Las voces, las palmas, los saltos… esos momentos en un concierto son impagables. No desperdiciaron un solo segundo, ni nos dejaron respirar cuando Félix gritó: ¡Que caigan los Muros! a la par que Ibi metía cera a la batería, Toño se venía arriba subiéndose a su amplificador y, de nuevo, todo el mundo coreaba este cañonazo de tema que removió los cimientos de la sala… y seguro que alguna que otra conciencia. Terminar de esta forma hubiese sido un triunfo asegurado, pero lejos de conformarse con ello, la banda, tras un pequeño descanso, volvió a la palestra con un par de ases más bajo la manga.

Casi me pillan por sorpresa, pero por suerte regresé a tiempo para disfrutar Dónde está (y todo lo Heavy que sonó esa batería), con un Mikel ultra-motivado, y para poner la guinda al pastel, otro clásico impepinable de la historia de Leize, directamente desde su “Buscando… Mirando” del ’89, Futuro para mí. Y como dice el tema, con esas ganas de vivir, nos dejaron, despidiéndose con honores, sabiendo que su rollo todavía tiene muchísima pegada en directo y que tienen verdaderos fans que apuestan por ellos. Y a mí me podéis meter en este último saco, porque creo que cada una de las veces que les he visto me ha molado más que la anterior. ¡Siempre Leize, hostias!

Un placer inmenso poder saludar siempre a gente a la que uno ve mucho menos de lo que le gustaría (Doria, Vicent, Carlos, qué grans sou mecaguen la puta) y reencontrarme con otros tantos que hacía mucho tiempo que no veía (es lo que tiene esta mierda del virus). La verdad es que siempre que me acerco a Valencia, solo por la compañía ya merece la pena. Durante el descanso, en lugar de alejarnos de la sala, nos quedamos charlando con algunos de ellos, pasando el rato agradablemente en espera del gran momentazo de la noche.

Momentazo sí, eso estaba claro de antemano, pero ni por asomo podríamos haber adivinado lo que se cernía sobre nosotros. Porque Vhäldemar es una de esas bandas que, a poco que conozcas su trabajo o hayas visto en directo, sabes que no defraudan ni queriendo. Pero aquella noche puedo dar fe, yo y todos los que estuvimos en 16 Toneladas, que aunque parezca imposible… consiguieron superarse a sí mismos con creces. Se me hace hasta difícil darle un enfoque a esa crónica, porque hubo tantos momentos de descojone, y otros tantos que nos dejaron con la boca abierta, tantos detalles y anécdotas, tal amplitud de sensaciones, que es sencillamente imposible explicarlo todo con palabras: había que estar allí, de pie frente a ellos, viéndolo y percibiéndolo con los cinco sentidos. Aquello no solo fue un concierto. Fue un auténtico espectáculo en el sentido más abierto de la expresión. Una actitud fulminante. Una calidad musical de infarto. Una comunión absoluta con el público… y con todo esto aún me estoy quedando corto.

El baterista Jandro fue el primero en asomar el morro al escenario, al que siguieron Raúl y toda la banda, posicionándose todos ellos tras sus instrumentos y, sin preámbulos y ante un doble bombo aplastante y los ardientes solos de Pedro J. Monge, dio comienzo este indescriptible show con toda la potencia de Death to the Wizard!... y ahí salía el gran hombre, ese Carlos Escudero que fue, si cabe más que el resto, el alma de la fiesta, con una chulería exacerbada, sus gafas de sol y ese reconocible palo de metal con el que no dejó de castigar a hostias el escenario de la 16 Toneladas. Con el agudo final, demostrando que el vocalista está al 100% en todos los registros, física y vocalmente, continuaron con un tema magistral de su “Against all kings” (para mí, el mejor disco que han parido en toda su carrera), 1366 old king's visions, con el que nos pusieron más calientes que el palo un churrero, la locura se extendió por toda la sala con headbanging, empujones, saltos, gritos… coronado por un alucinante duelo de teclas y cuerdas entre Jonkol (otro músico clave en el concierto) y Pedro. Sin dejar de dar hostias con su palo al suelo, Carlos se mostraba provocativo, irreverente, con esa ‘arrogancia amistosa’ que es santo y seña de su comportamiento sobre el escenario en toda una metáfora de reventar el escenario para continuar con Straight to hell. Nos contaban que este disco, sexto y último de su carrera hasta hoy, les hace sentir muy orgullosos… y con toda la razón del mundo. Y es que como nunca me canso de decir, en este país y en su rollo sencillamente no tienen rival. Lo han demostrado en disco y en directo, por activa y por pasiva, con esa actitud descarada y agresiva, yendo siempre a muerte hasta el final. Absolutamente todos los instrumentos sonaban de locura. Las crujientes guitarras del astro Pedro Monge, las teclas… hasta los coros de Jonkol… una jodida maravilla en After life.

En este segundo concierto de la noche hubo muchísima más interacción entre banda y público. Carlos ya nos daba un ultimátum: ‘O os dejáis la puta piel o nos largamos ya mismo. Y al que no haya venido me la suda, no le quiero ver más’, vociferaba el vocalista completamente extasiado, exaltando al personal y diciendo verdades como puños. No contento con ello, en Metalizer, aparte de dejarnos la banda el cuello echando humo, el voceras abandonó el escenario, que se le quedó pequeño desde el principio, y se metió a cantar entre el público durante todo el tema ante nuestra incredulidad. Volvía al escenario, se revolcaba por el suelo, nos soltaba impertinencias continuamente… convirtiendo a aquello en mucho más que un simple concierto. Las teclas de Jonkol para la corta instrumental Vulcano, the Noblest Steed me pusieron los pelos como escarpias, y el poderoso bombo de Jandro a continuación con Howling at the moon hizo temblar la sala y puso de nuevo el fuego a hervir a toda potencia. No solo se limitó a tocar las teclas como Dios, Jonkol también puso su voz al tema, demostrando su amplitud de registros, un tema en el que, por cierto, también estuvo implicado en la composición. El compañerismo y coordinación entre este y Pedro, o Carlos, se hizo patente durante todo el bolo. Ahora fue Raúl al bajo el que nos dejó boquiabiertos, cantando las partes de voz limpia de Fear, un tema de lo más interesante por salirse, en muchos aspectos, de las líneas más clásicas de la banda, con algunas partes melódicas casi hardrockeras. ¡¡Hasta se marcó un agudo del copón bendito!!

Continuaron al trapo, después de otras ‘amables’ palabras de Carlos, con el segundo tema de su “Straight to hell”, My Spirit, con la guitarra de Pedro de nuevo ardiendo en un riff inicial a toda hostia con sabor a puro Heavy Metal del que ellos saben hacer mejor que nadie en este puto país. El ambiente que se vivía en las primeras filas era simplemente explosivo, y Carlos no dejaba de echarle leña al fuego. Se puso ‘casi’ serio para explicarnos que el siguiente tema, Black Mamba, iba dedicado al famoso jugador de basket apodado así, y que llevaba su espíritu de ir siempre a muerte, algo que casa perfectamente con la esencia Vhäldemar. Para completar este triplete directamente extraído de su “Straight to hell”, Black mamba sonó con una batería y bajos atronadores, de los que te golpean en el estómago gracias al sonido prácticamente perfecto y, obviamente, a la gran entrega de ambos músicos. Se le volvía a ir la pinza a Carlos, que saltaba del escenario y cogía del cuello a mi colega para forcejear con él (brutal jajaja) y posteriormente cantarse con él y con la peña ese pedazo de Dusty Road que con el tiempo se ha convertido en una imprescindible de sus setlist (de hecho, fue la única en sonar del “Metal of the world”). El solo rebosante de neoclasicismo de Pedro remató el tema por todo lo alto.

Es bastante obvio que la banda, apoyándose en su último álbum, ha dado un buen lavado de cara a su repertorio con la intención de no estancarse, dando un ligero repaso por el resto de su discografía e incluyendo hasta 7 temas del “Straight to hell”, un disco que tuve semanas sonando en bucle en mi equipo... vamos, como todos los que han sacado. Pero no cabe ninguna duda que a todo el mundo le ha encantado: la peña coreaba, a continuación, el estribillo de Old King's Visions (Part VI) y flipábamos con esa parte de teclado y guitarra que se alternaban en toda una ostentación de virtuosismo, mientras Raúl, más a la suya, nos ametrallaba con su bajo. Sin más que hablar (de momento), nos dijeron que hasta la próxima. Pero era demasiado pronto. Estábamos todavía demasiado alterados para que nos dejaran así. De momento, con toda esa brutal descarga, era como si nos hubiese caído un relámpago en la sesera. Pero como sospechábamos, todavía quedaba la liada final, que fue de órdago.

Desde el backstage Pedro J. Monge nos lanzaba un solo. Es impresionante escuchar a este hombre, pero lo es más todavía verle tocar. Una combinación perfecta de pasión, técnica y velocidad que te hace temblar las piernas. De esta forma volvían todos a la carga con The old man, pero Carlos se largó directamente hacia la barra para cantar el tema encima de ella sin perder esa actitud provocativa. Había veces que se le escuchaba y ni siquiera sabías dónde podía estar. Aparecía y desaparecía como por arte de magia, dejándonos a todos con un palmo de narices y sin darnos cuenta, reaparecía a nuestras espaldas. Se asentó unos minutos en el escenario para presentar a la banda, hasta que Pedro le robó el micro para terminar la faena con todo el cachondeo y la mala leche del mundo. Los interminables aplausos que les lanzamos desde el público aún fueron pocos para los que merecieron. En ningún momento cesó el desmadre en las primeras filas, pero se reavivó notablemente con un valor seguro llamado Breakin’ all the rules, cantada con muchísima actitud y empuje, con una batería, de nuevo, arrasadora. Y por si aún no se había visto suficiente virtuosismo sobre el escenario, Pedro y Jonkol se ocuparon de dejarnos con los ojos como platos con ese pique en el que uno retaba al otro y viceversa. Servidor babea al ver estas cosas.

Reservaron los últimos minutos para darnos un homenaje del “Fight to the End” con los dos últimos temas del concierto, para empezar un Lost World con una tralla imparable. Viendo estos temas más antiguos en directo se nota la sobresaliente evolución vocal que Carlos ha logrado con el tiempo, sonando mucho más compacto y agresivo, mejor entonación y potencia, incluso dándole caña burra a esos gritos desgarradores. Sudando a saco la camiseta, otra imprescindible, otra ganadora en sus directos como es Energy nos trajo el fiestón final, uno de esos que me costará olvidar por la intensidad con la que lo viví. De primeras, llamó a filas a Mikel, guitarrista de Leize, que tocó ‘a medias’ la guitarra con Carlos mientras la peña se dejaba el cuello y la garganta con el estribillo, ese que todos conocíamos de sobra, para quedarnos con un palmo de narices cuando el mismísimo Félix Lasa abordó el escenario para cantar junto a Carlos (a pesar de que no se sabía la letra en inglés jajaja), pero la cosa todavía se desfasó más, porque al rato comenzaron a intercambiarse los instrumentos sobre la marcha con el tema sonando, primero Pedro y Raúl, y después Carlos con el bajo… y todos deslomándose y descojonándose al mismo tiempo delante de nosotros… ¡QUÉ PUTA LOCURAAA!

Si fuese por mí aquella noche todavía duraría. Nos dejaron exprimidos, exhaustos, y empapados en sudor, pero creo que todos queríamos todavía más. Un auténtico desmadre de concierto, hilarante (aunque Carlos me echase en cara que no parara de partirme en dos jajaja), a veces surrealista, a veces incluso confuso, pero siempre eléctrico y demoledor desde la primera nota, puro y auténtico Heavy Metal hasta la médula, del que te deja el cuello como un jodido muñeco de goma, y actitud a toneladas. ¿Qué podrían haber tocado 20 temas en vez de 15? Fácilmente, pero también nos habríamos perdido la otra parte del show, la parte más cafre y desmadrada, y creo que hay que saber disfrutar de todo lo que el concepto de espectáculo engloba. Alucinante. Un fiestón de puta madre que ni siquiera de Vhäldemar esperábamos. Más fuertes que nunca. Su Heavy Metal es LEY. Insisto: no vale una mierda que te lo cuenten. Tendrías que haber estado allí.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_



Vhäldemar + Leize, Domingo 05-12-21, Sala 16 Toneladas, Valencia

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