domingo, 13 de marzo de 2022

Ecos de muerte (Obscure + Rotting Christ, viernes 11-03-2022, Paberse Club, Sedaví)

Este fin de semana, de primeras, tocaba un suculento doblete. Y cuando eso sucede, me pongo tan frenético que me entran ganas de comerme el mundo. Había para escoger en el menú del viernes: Corazones Eléctricos en Gandía o Rotting Christ y Obscure en Sedaví. De todos es conocida mi afición por los primeros, pero me las arreglé para verles el pasado sábado al Loco de Valencia para poder disponer de este viernes y acudir a la cita en el Paberse. Solo con pensar en el dúo que iba a actuar ya se me caía la baba. Concierto absolutamente imprescindible, especialmente para los amantes del Metal extremo, una combinación ganadora ya de primeras con los legendarios valencianos y los griegos, que son una de mis formaciones blackmetaleras favoritas de todos los tiempos. ¡Y tan cerca de casa! Pero no todo fue como esperaba. Aunque parezca increíble, me encanté a la hora de comprar la entrada… y se agotaron. Con una rabia y frustración tremenda, maldiciendo mi suerte me quedé en casa, bastante quemado y esperando ya la hora de acostarme para que pasara el día cuanto antes. Pero en la hora ya límite para poder salir hacia Sedaví, Adrián se puso en contacto conmigo para ofrecerme la entrada que me salvaría la noche del desastre, a través de Paula, una muchacha de Gandía que finalmente me vendería el preciado pase en la misma puerta de la sala. Así que, siendo ya las 20:30 pasadas, y con el tiempo justísimo para llegar a Sedaví desde donde vivo (el bolo empezaba a las 22:00) no me lo pensé ni un segundo, con una alegría totalmente renovada, me cambié tan rápido que casi me pongo una zapatilla por sombrero, cogí mi chupa de un puñao, y cagando hostias salí hacia la localidad valenciana.

Esto es tan solo una demostración de que, al final, con un poco de suerte en este caso, querer es poder, y lo demás son excusas de perdedor. Pero el tiempo no me lo puso precisamente fácil. No había ni la más mínima iluminación en la noche, y para colmo a la hora de salir de casa llovía a cántaros como hacía tiempo que no veía. Pero no podía demorarme demasiado, así que pisé el pedal todo lo que pude para intentar ahorrar todo el tiempo posible por la autovía. A toda hostia, y con bastante tráfico, llegué a Sedaví para encontrarme con un auténtico infierno a la hora de aparcar, debido al llenazo total de la sala y, supongo, a las putas fallas que provocaron que unas cuantas calles estuvieran cerradas. Hasta los cojones. A tomar por el culo. No podía perder ni un segundo más, así que abandoné el coche a su suerte en un vado, rezando a Odín para que no se lo llevara la grúa.

Acalorado, ansioso, y tras haberme puesto el cuño (gracias de nuevo a Paula por venderme esa entrada), me metí en la sala y de repente recobré el estado emocional de estar en un concierto, emocionado, y con unas ganas tremendas de empezar a darle cera al cuello al son de los temas de Obscure, que ya sonaban demoledores sobre el escenario del Paberse, un escenario que ya conocen más que de sobra, y sobre el cual ya iba a ser la tercera vez que les veía, pero esta vez, y debido a las circunstancias, con una motivación extra elevada.

Llegué como llegué al concierto… tarde y mal, desgraciadamente, pero gracias a la densa y brutal ambientación que Obscure crean en todo momento sobre el escenario, no me fue nada difícil sumergirme, casi de inmediato. Entré ya con Skunk into oblivion empezada, y no pude adelantar más que unos metros respecto a la puerta, tan abarrotado como estaba el Paberse, pero eso no me impidió ni un ápice disfrutar de las poderosas guitarras y la profundidad que el tema desplegaba por toda la sala, de los intensos guturales de Beleth o la tremenda pegada de Enri a la batería. Por lo que me comentaron varias personas, y por lo que pude escuchar yo desde mi posición, el concierto debía escucharse mucho mejor desde atrás que en primera fila (algo que tampoco carece de lógica), así que al menos, eso me gané. Lo cierto es que los instrumentos se distinguían bastante claro y sonaban tremendamente agresivos, por lo que, aunque lejos, la gente a mi alrededor también estaba bastante ‘crecidita’, animando a tope el cotarro, al mismo tiempo que Xavi Beleth se inclinaba al borde del escenario para pedir más y más jaleo, desafiando al personal antes de emprenderla con Through self-repulsion, en la que el vocalista nos mostró, como es habitual, sus enormes dotes escénicas y su mortífera actitud amparado por la oscuridad que desprendían las bases de Anselmo y Enri, perfectamente coordinados y sonando como un auténtico tiro. Gritaba el vocalista ‘¡por fin os vais calentando!’, y es que entre las primeras filas se podía apreciar bastante barullo, aunque sinceramente, ¡me sorprende que fueran capaces de moverse! En la sala, como digo, no cabía un solo alfiler.

Ahí venía, para continuar devastando el Paberse, uno de mis temas favoritos del LP de la banda (y de hecho, de toda su carrera) como es After Life, con ese ritmo tan apabullante que le imprime Enri a los palos, es un tema con el que uno no puede dejar de castigar el cuello, y con esos riffs por parte de Rafa y Boris tan encabronados y maléficos que transmiten a saco. Sin duda Obscure es una banda que desata todo su potencial en vivo, y eso ya lo he constatado en varias ocasiones. Su experiencia como conjunto, y con todos sus miembros originales (salvo Beleth, que además le aporta un extra de potencia, agresividad y valor escénico) es algo que salta a simple vista, ese sonido tan pulido, esa incontestable actitud y la seguridad aplastante con la que se desenvuelven se queda marcada en temas como Into utter darkness, muy variada a nivel de ritmos y con ese sonido tan grave y envolvente característico. Rafa y Anselmo, mano a mano, se posicionaban al frente ahora, mirando con cierta malicia al público al tiempo que ese doble pedal de Enri retumbaba en toda la sala para introducir End destination en el setlist, que una vez más, creaba estragos entre las primeras filas, con todos los miembros de la banda metiendo headbanging hasta hartarse. Hasta en eso se demuestra la compenetración que existe entre ellos. Beleth ponía ya toda la carne en el asador, con unos berridos especialmente destructivos, tirando del cable de su micro y dejándose la piel, siendo un más que digno sucesor de Vicent (actualmente en Devotion, a quienes también tengo muchísimas ganas de ver). Para terminar, y además de forma muy representativa respecto a esa joyaza de álbum que grabaron (¡por fin!) en 2019, sonaba, o más bien atronada, el tema homónimo Darkness must prevail, con unos blastbeats enloquecidos por parte de Enri que nos volaron la sesera, sonido gordo por parte de Rafa y Boris y un Beleth muy cabreado cuya presencia siempre resulta imponente en primera línea de escenario, puro Death Metal old school selecto que nos hizo disfrutar como cerdos.

No hay duda de que solamente por la mitad de concierto que vi (tal vez algo más) de Obscure, ya mereció la pena todo el estrés y la locura para llegar a la sala, y es que son un puto valor seguro en directo. Pero lo que vino a continuación con los Rotting Christ no le fue a la zaga. Antes de adentrarme lo más posible entre la multitud para intentar no quedarme tan atrás y esperar al inicio de la actuación de los griegos, fui a echarle un ojo al coche para asegurarme de que no se lo había llevado la grúa. Todo en orden, y dispuesto a librar la siguiente batalla.

Recuerdo que, cuando tuve conocimiento de este cartel, me emocioné bastante (y de ahí, entre otras cosas, la inmensa rabia por haberme quedado sin entradas). Nunca he ocultado mi debilidad por una banda tan especial como Rotting Christ, y la idea de que fuesen a tocar en mi ‘casi’ segundo hogar que es Valencia me ponía a tope. Tras echar un cigarrito y tener alguna charla con gente como Harris, Juani o Salva (tus amables palabras no quedarán en el olvido), tras encontrarme con Rafa (Obscure), a quien también agradezco su ayuda y la motivación que me dio para acudir aquella noche, y estrechar la mano a Enri por su gran curro, me fui lo más delante que pude ante un Paberse que comenzaba a abarrotarse otra vez hasta los topes, esperando la inminente salida a escena de los grandísimos Rotting Christ, a quienes les tenía muchísimas ganas después de 8 años sin verles.

Ya se posicionaban estos sobre el escenario, y la introducción del tema 666, con esos coros oscuros y majestuosos invadían la sala de cabo a rabo, una sentida oda a Satán que sirvió para ir dando mecha y calentando el ambiente. Lo primero que me sorprendió fueron los profundos y salvajes guturales de Kostas Heliotis, el bajista que les acompaña en directo actualmente, y que fue una figura muy destacada del concierto, incluso más allá de su habilidad con el bajo. Terminando el tema con esos fraseos de Sakis, no se demoraron en presentar P'unchaw kachun - Tuta kachun, que iniciaron a grito pelao para envalentonar a un público a quien no le hicieron falta demasiados estímulos para vivir a tope el bolo y disfrutar con cada tema. Por suerte, no fue la única que cayó del “Kata ton Daimona Eaytoy”, que fácilmente podría ser mi álbum favorito de la banda. Un breve saludo (parcialmente en español) por parte del vocalista y co-líder de la banda Sakis Tolis, que aprovechó para presentar el siguiente tema, Athanati Este, pidiendo palmas sin parar, impidiendo que nadie se durmiese en los laureles, y en el que vimos a un Kostis Foukarakis muy integrado y soltándose con sus virguerías a las seis cuerdas, un instrumento que por cierto, sonó con una claridad pasmosa durante todo el concierto.

Por la pantalla lateral de la sala desfilaban las portadas de sus discos, sin un orden en concreto. Y en lo musical, pasábamos de un tema con ritmos tribales a otro realmente delirante como es Elthe Kyrie, con esos blastbeat de Themis que sonaban a todo trapo encajando con las voces femeninas disparadas, que transmiten un clima de lo más desasosegante. El humo se apoderaba del escenario, mientras los tres miembros (Sakis, Kostis y Kostas) permanecían de espaldas a nosotros. Esa luz roja, diabólica, infernal, ponía el toque de gracia al momento en que comenzaba Apage Satana, otro de esos temas (como tantos otros de la banda), que se aleja diametralmente del Black más ortodoxo y casi parece extraído de una tribu de chamanes de la jungla profunda. No hace falta decir que, para variar, el público se mostró muy participativo en ella, alzando los puños al unísono cada vez que sonaba el nombre del tema. A pesar de que, probablemente, la sala se le quedaba pequeña, a los hermanos Tolis se les veía muy contentos, con tantas ganas de disfrutar como nosotros. Por su parte, Kostis a la guitarra solista y Kostas al bajo se dejaban el puto cuello, sin piedad, con Dies Irae, que fue precisamente el único tema (si no me equivoco) que sonó de su último trabajo, ese magnífico “The Heretics” del que gocé a lo bestia en su día. Otro pequeño parón para agradecernos la asistencia y la entrega (de verdad que el ambiente era absolutamente espectacular en la sala) y comentarnos que iban a empezar a tirar de algunos temas antiguos en esa segunda mitad.

Cumpliendo con lo dicho, King of stellar war fue bastante celebrada, causó unos cuantos headbangings al son del hipnótico ritmo y excelente calidad como batería de Themis, y nos permitió dejarnos la voz acompañando al grupo en los coros. Esto pareció retroalimentar el ímpetu en la banda, con un apasionado Kostas al bajo dándolo todo, incluso saltando y dando palmas, y Kostis y Sakis encarándose con sus respectivas guitarras, y continuando nada menos que con Fgmenth, thy gift, de su primerísimo álbum, sonando muy cruda y primitiva en toda su duración y con el solo de guitarra interpretado con el mástil en alto, algo que fue bastante habitual en Kostis. Pero si hay que resaltar un momento de destrucción absoluta, ante cuyo solo nombre todos nos emocionamos a piñón, fue el que protagonizó Societas Satanas, que cambió la personalidad de Rotting Christ por la mandanga más thrasher del tema, incluyendo peña volando por el aire (mi colega Porti entre ellos jeje), incitación al desfase por parte del grupo, y unos mosh bastante potentes en primera fila. Otro pequeño parón para tomar un respiro (lo cierto es que fueron bastante a piñón fijo, en general) después de esta somanta de palos y la banda de nuevo girada de espaldas, esperando a volver a dar guerra cuando terminasen los coros disparados de In Yumen-Xibalba, con unos profundos y demoníacos guitarrazos y una base de lo más contundente formada por Themis y Kostas.

El ambiente no perdía ni un ápice de su intensidad y, os lo digo sinceramente, no podéis imaginaros lo bien que lo estaba pasando y lo infinitamente contento y emocionado que estaba al poder haber ido finalmente (no tengo bastantes agradecimientos hacia Adrián y Paula por el tema de la entrada). Mientras que de los guturales más brutos y agresivos se encargaba el bajista Kostas, Sakis se centraba en las voces más limpias y en esas frases habladas que existen en sus temas, pero también de otros detalles que me encantaron especialmente, como esas voces ultra-graves de Grandis Spiritus Diavolos. Ahí volvíamos a ver a su bajista súper emocionado, dando saltos, mientras el respetable no soltaba el estribillo mientras sonaba. Tras ese grito de ‘Fuck pandemia’ por parte de Sakis, la emprendieron con el, supuestamente, último corte de la noche, la bestial Under the name of Legion. ¡Y más gente por los aires! Entre la iluminación, esos deliciosos coros, la pasión que mostró la banda y el excelente sonido del que disfrutamos en todo el bolo, fue uno de los momentos más intensos de la noche… lo cual hubiese sido una lástima que marcase el punto final. Como nos temíamos (y esperábamos ansiosamente), la banda volvió a dar la cara para el último envite, que fue absolutamente memorable, con dos cortes de la talla de The sign of evil existence, primitiva y violenta, con las luces parpadeantes cayendo sobre esos blastbeat de puta locura, y Non serviam, cuyo poderoso mensaje se encargó Sakis de gritar fuerte y claro, con el puño bien alto, mientras nosotros le seguíamos en su empeño, completamente rendidos ante ellos y ese acojonante concierto que no olvidaré fácilmente. Ahora sí, con un mensaje de ‘Stay safe, stay strong’, saludando y despidiéndose, los cuatro músicos abandonaban el escenario siendo conscientes (supongo), que nos habían hecho pasar una noche insuperable.

Posteriormente, me encontré con mis colegas Doria, Porti y el gran Manu, otro fan acérrimo de la banda, con gran alegría, y con quienes terminé definitivamente la noche de la mejor manera posible, como no podía ser de otra forma. Y sobre todo, con una satisfacción personal casi indescriptible, por haber logrado lo que a priori ya me resultaba prácticamente imposible, cuando ya había abandonado las esperanzas por completo, por haberme jugado el culo y haber llegado a tiempo. Tampoco puedo dejar de saludar desde aquí a Álvaro (¡cuánto tiempo!) y a su chica, a quienes también fue un placer encontrarme. También, por supuesto, al siempre presente en primera línea de combate, Frank, a Harris y a Juani, a Salva, a Vicent, a Enri y a Rafa de Obscure… y en general a toda la gente con la que charlé, ni que fuesen un par de minutos. Sin embargo, esta vez me gustaría dedicar la crónica a dos personas ‘desconocidas’ que fueron, en realidad, los ‘culpables’ de que yo acabase allí esa noche, que son Paula y Adrián (no dejéis de escuchar, por cierto, la banda de este último, Cienfuegos, que va a dar mucho de qué hablar en un futuro muy cercano). Significó muchísimo para mí ese gesto y esa confianza, y sin duda, os debo una.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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