domingo, 6 de marzo de 2022

Kamikazes en el precipicio (Corazones Eléctricos, sábado 05/03/2022, Loco Club, Valencia)

Otra noche más, como muchas otras que fueron, y muchísimas otras que vendrán, en mi querida Valencia, donde siempre me siento como en casa. Otra noche más en la que, y es un inmenso gustazo poder gritar esto a los cuatro vientos, la cantidad de conciertos disponibles en una misma noche era realmente abrumadora. Esto es algo que, después de lo putas que las hemos pasado quienes hemos sufrido una insoportable abstinencia de conciertos durante la pandemia, suena como música para nuestros oídos, y nunca mejor dicho. Teníamos a Cöntraband + Esbarzer en el Darkness de Sedaví, allí mismo también a Rosebad y Law Maker en el Paberse, a Benito Camelas en la Repvblicca, teníamos a los brutales Trallery + Contra en la Rock City y, por supuesto, a mis adorados Corazones Eléctricos en el Loco Club (y tengo mis dudas de que no hubiese alguno más). Todo un amplísimo abanico de rollos distintos y posibilidades que, si bien puede jugar en contra a la hora de que haya buena asistencia en todos ellos, suena como un auténtico laberinto en el cual uno no sabe muy bien hacia dónde tirar. Luego, en el último eslabón de la cadena, en lo más bajo, están los que se han pasado la pandemia lloriqueando porque no hay conciertos y a la hora de la verdad se quedan en casa empotrados en un sillón, escudándose en alguna excusa de mierda para no mover el culo y apoyar a alguna de estas bandas. Finalmente, aunque la verdad es que no me costó demasiado decidirme, opté por el bolo de los Corazones Eléctricos sobre todo por afinidad e interés musical, porque siempre que les he visto han sido un bombazo en directo, y porque, sencillamente, nunca me canso de ellos y el cuerpo me pedía a gritos una noche de Rock’n’Roll de las buenas.

Y eso para mí, es pura vida. A pesar de que no suelo moverme demasiado por aquella zona en concreto por la tortura que supone conducir y lograr aparcar por allí (y no estoy yo precisamente para ir pagando de más…), finalmente encontramos, mi chica y yo, un parking a precio más que razonable y bien cerquita de la sala. Prácticamente a la carrera, ya que salimos algo tarde de casa, fuimos a hacer unas compras y a llenar el buche con una cena no demasiado abundante pero deliciosa, e igualmente muy bien de precio, lo que nos bastó para subsistir el concierto. Ya pasado un tiempo desde la apertura de puertas del Loco Club, nos metimos en la sala, derechos a por una birra para amenizar la espera hasta el concierto.

Pasados unos 10 minutos tan solo de la hora prevista, la música de fondo dejó de sonar, la gente comenzó a congregarse entre las primeras filas, dejando atrás las mesas, para disfrutar muy de cerca del espectáculo musical de los Corazones Eléctricos. Y es que, a estas alturas, nadie puede dudar, sobre todo aquellos que les hemos visto ya con anterioridad, de que su directo es 100% fiable, 100% garantía de calidad, de saber hacer escénico y de un feeling rebosante que se percibe en el ambiente con cada uno de sus temas. Apostaron por algo infalible para abrir, un Por ti en la que, sin cortarse un pelo, el Sr. Pau Monteagudo ya se colocó en primera línea de escenario blandiendo la melena al potente ritmo que Quique marcaba con los palos, desatando ya de primeras un mar de voces desde el público que acompañaban al mítico vocalista ex-Uzzhuaïa. Otra vez llegaban derrapando y sin dormir, y aunque aquello solo era el principio, el frenético ritmo del tema ya caldeó el ambiente cosa fina, algo que terminó de culminar Camino al sur, sin duda una de las mayores alegrías del setlist sonando tan temprana, fuego vivo que electrificó el Loco hasta sus cimientos con esa letra tan calentorra y ese ritmo tan endemoniado. Seguían sin andarse con medias tintas, y aunque posteriormente el concierto bajaría en cuanto a intensidad instrumental (jamás respecto a feeling), Doble o nada culminó ese triplete inicial tan cañero, que ya nos dejó el cuello lo suficientemente caliente y nos hizo acercarnos más y más al escenario. Inmejorable forma de ir subiendo de vueltas el concierto nada más comenzar. El saludo por parte de Pau terminó de cautivarnos, y es que lo que este hombre es capaz de transmitirme encima del escenario, tanto con su música como con su presencia, es difícil de describir. El Rock’n’Roll corre inexorable por sus venas, y no hace lo más mínimo por ocultarlo, y junto a esa pareja que son Pete y Quique al bajo y a la batería respectivamente, sus conciertos son a la fuerza una apuesta ganadora.

Puro Rock/Swing el que desprenden esas notas más calmadas y rítmicas de Todo me recuerda a ti, otra de esas que consiguen que me evada, aquí con Quique haciendo gala de unos cuantos de los recursos que guarda bajo la manga (es un batería espectacular, no me canso de decirlo) y Pau cantando de puta madre, tanto los tonos más altos como los cambios de melodía más apurados. Poco a poco, de forma muy gradual como en los conciertos que les he visto antes, las revoluciones fueron bajando para dejar mayor protagonismo a los momentos más emotivos, que se materializaron en forma de temas como Despierta, en la que fue un gustazo ver al bajista Pete, además de clavar esas líneas de bajo, danzar a lo largo y ancho de todo en escenario cuando llegó el final. Sin embargo, a estas alturas todavía fueron alternando la caña con la melodía, y entre las primeras, un subidón de esos que te hacen sudar adrenalina: los contundentes golpes de caja de Quique desataron Cama de faquir, durante la cual, un público muy entregado (desde las primeras a las últimas filas, ojo) cantamos las cuatro primeras estrofas a capela. Hubo temas que me gustaron especialmente, incluso más que en disco, no solo por su potencial para engatusar, sino por la forma en que fueron interpretados o por distintos detalles escénicos, como Sangre y revolución, con todo ese humo rodeando a Pau, Quique y Pete, en la que Monteagudo se lució por todo lo alto, bordando el tema con su innegable sentimiento vocal y haciéndonos vibrar con ese solo en la parte del medio. Esto es un ejemplo de a lo que me refiero con ‘capacidad de transmitir’.

Sin duda, minutos muy emotivos que precederían a otra gran descarga, un tema que es el relámpago mismo que adorna el logo de la banda, una de esas preguntas clave que todos deberíamos hacernos, ¿Quién salvará al Rock’n’Roll?. Quique nos hizo, con bastante humor, una demostración de las (obligatorias) palmas con las que debíamos acompañar el ritmo, y más allá de ese detalle, una demostración alucinante de su habilidad con los ritmos en la parte central del tema, que arrancó unos cuantos aplausos antes de la traca final de un tema en el que el vocalista cambió de guitarra por primera vez. Con una frase muy, muy bonita, valiente y sin ambages que me llegó al centro del alma, el mismo Pau arrancó A contraluz, que si para mí ya significaba mucho, en este concierto pasó a ser algo más especial todavía. Como sucedió en algún otro punto, el vocalista se despistó con algún fraseo, pero lo compensó sobradamente con esa actitud tan inigualable que tiene. La alegría que se vive actualmente en el seno de la banda, con esta formación tan bien compenetrada, se podía ver claramente en ciertos gestos, cuando Pau y Pete se encaraban tocando sus instrumentos en El coleccionista de fronteras y se sonreían mutuamente, o la enorme ilusión que siempre se refleja en la cara de Quique, pese a estar tocando, al mismo tiempo, como un animal. Con un inicio instrumental alargado con mucho groove (con un rollo fenomenal por parte de Pete, especialmente), el absorbente ambiente que Volver a empezar creó, fue perfecto para cambiar de nuevo el chip y volver a ponernos a bailar a todos con Rockawilly, en uno de esos contrastes que le aportan mucha personalidad a sus conciertos. En ella, nos desatamos a tope, sacudiéndonos sin poder parar mientras Pau pisaba el monitor y agitaba, al mismo tiempo, melena y guitarra. Cambiando esta última por una chulada de Flyin V, otra que sonó de auténtico lujo (para variar), y más potente y agresiva, si cabe, que en el disco fue El monstruo, sobre todo cuando cayó todo el peso de la base rítmica.

Y digo esto porque, de todas las veces que he podido verles, esta fue posiblemente la mejor actuación en cuanto a sonido. Bajo presente en todo momento, una batería con la potencia justa y perfecta, y una guitarra que se escuchaba y se sentía eléctrica y radiante, pero sin esconder la voz de un Monteagudo completamente inspirado a la hora de cantar. De verdad, qué gustazo cuando se pueden escuchar esos temas tan exquisitos con la calidad que merecen en directo. Ojalá siempre sonara todo así.

Tras una de tantas rondas de chupitos que cayeron entre los músicos, quedaba mucha noche por delante, y por supuesto, muchas ganas de disfrutar y energía, pero reservaríamos esta última para un poco más adelante, porque ahora tocaba dejarse secuestrar de pleno por la magia de Sempiterno, que con Pau tras las teclas (y cantando de miedo, por cierto), fue descaradamente el momento más profundo de la noche, más todavía cuando a él se unieron Pete y Quique… y es que es uno de esos temas que, sencillamente, no pueden ser compuestos por una persona con un nivel de sensibilidad normal y corriente. A pesar de la negativa del bajista, Pau le presentó ante el público, pero su gran trabajo nos ha demostrado en repetidas ocasiones que es un miembro ya de pleno derecho en la banda, sin duda alguna.

Enfilaban ya el último tercio del bolo, y qué mejor tema que En las estrellas, que fue single de su “Arte y oficio”, y es otro perfecto ejemplo de la mezcla entre pasión y sensibilidad que destilan todos los temas de la banda, con guitarras más limpias pero con un estribillo que te hace subir… eso mismo… hasta los mismos astros. El desmadre se avecinaba, y para darnos a probar un poco, Contra las cuerdas, con ese ritmo tan 50s que luce al principio, nos puso de nuevo a todos a bailar y a marcar el paso de forma casi inevitable, para casi empalmar, sin descanso, con otra parte alargada instrumental que daría pie a Fuera de sí, y ahí se notó una subida de intensidad bestial, tanto encima como debajo del escenario, con Pau desmelenándose, Quique machacando su batería (siempre con una exactitud asombrosa) y Pete que no paraba de moverse por toda la superficie, un arranque espectacular para el final del tema, y para la explosión definitiva, nada mejor que Valentina (vaya vaya, no conocía la inspiración real de este tema hasta que Pau lo explicó anoche, muy curioso jeje). Cuando el vocalista dio los primeros guitarrazos, Quique encendió el motor, y Pete empezó a convulsionarse… ¡ahí ya no había nadie que pudiera pararles! Y a pesar de que a Pau se le fue el santo al cielo con algunas partes de la letra, no importó una mierda, porque ya todos estábamos completamente hipnotizados por la arrasadora energía del tema, expeliendo sudor y adrenalina a partes iguales. ¡¡Vaya conciertazo, colegas!! Pero esperad… que eso no fue todo, ni mucho menos.

Se retiraron momentáneamente al camerino y dieron el último respiro antes de volver al último asalto. Y estábamos convencidos de que todavía guardaban alguna sorpresa de las suyas para dejar el Loco Club ardiendo. Parafraseando al propio Pau: ‘Por si el mundo se acaba... Nosotros seguiremos cantando, tocando, dejándonos la piel y los huesos cada noche!’ Y ese fue el espíritu y vocación que demostraron hasta el final. Muchos reconocieron, ya desde el inicio, ese Come together de los Beatles, cuyo estribillo sonó bien alto desde nuestras gargantas, tal era el nivel de entrega que todavía quedaba en la sala. Pero lo que puso el final fue una sorpresa todavía más mayúscula, si cabe, y sobre todo, más inesperada, porque estoy seguro de que nadie iba a adivinar que una banda como los Corazones Eléctricos se marcara un cover de los mismísimos Judas Priest… ¡¡y con Living after midnight, nada menos!!. Pensándolo bien, su esencia más rockera encajó de lujo con el rollo del concierto. Fue, según nos dijo Pau, una broma casi improvisada con sus compañeros, pero Quique cogió el ritmo prácticamente al vuelo e inmediatamente Pete se unió a la fiesta, contagiándonos inmediatamente de esa ilusión y esas ganas que se le adivinan a kilómetros, y así montar un sarao en el que, al final del tema, Pau derribó de una hostia su atril y se acercó al público, como una insinuación de ‘ahora, terminadlo todo vosotros’. Acabamos dejándonos la voz, mitad incrédulos, mitad emocionados y sobre todo, muy dispuestos a darlo absolutamente todo hasta el último acorde, como está ‘mandao’.

Muchas gracias al Loco y a Corazones Eléctricos por brindarnos una velada tan intensa y vibrante. También gracias a Álex y a Marta por ser tan de puta madre y por esos buenos momentos y risas compartidas, gente auténtica con la que uno no puede evitar sentirse a gusto, y por supuesto, a mi chica por acompañarme y estar ahí siempre, en lo bueno y en lo malo, y por las pedazo de fotos que completan esta crónica. Fue una de esas noches en las que la hora y media de vuelta a casa se me paso en un abrir y cerrar de ojos, y con la sonrisa en la cara que me duró prácticamente hasta que caí reventado en la cama.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Corazones Eléctricos, sábado 05/03/2022, Loco Club, Valencia

Kamikazes en el precipicio (Corazones Eléctricos, sábado 05/03/2022, Loco Club, Valencia)

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