martes, 5 de abril de 2022

Old King's Visions (Vhäldemar + Adarel, Sábado 02/04/2022, Sala Babel, Alicante)

En unos meses en los que mi agenda personal de conciertos está que revienta por saturación y mi cartera, en modo inversamente proporcional, pide clemencia a gritos, lo cierto es que a corto plazo voy a tener que hacer algún que otro ligero recorte en la seguidilla que llevo desde que comenzó el año. Es curioso como hay épocas en las que, o bien no hay un mísero bolo que llevarse ‘al cuello’, o bien vienen todos al montón, como fue el caso hace unas semanas, un fin de semana en el que llegué a contar hasta 6 conciertos en la zona por la que suelo moverme, o el que viene, donde la cifra se aproxima bastante. Sin embargo, hay conciertos que no se pueden tocar bajo absolutamente ningún concepto ni situación, ocasiones tan especiales como la del sábado pasado en la Sala Babel de Alicante, donde nos visitaron los gigantescos Vhäldemar. Y cuando algo así se presenta, cuando una banda de tamaño calibre visita tu misma provincia… debería ser sancionable no acudir. No hay patrañas ni excusas baratas que valgan, hay que ir a muerte, y punto pelota. Junto a estos grandes de Barakaldo, y a diferencia de la mayor parte de los conciertos de la gira que celebraron hasta finales del año pasado, en los que contaron con los Leize (incluyendo aquel brutal bolo que dieron el 5 de diciembre en Valencia) en esta ocasión, y en otras tantas, los cacereños Adarel serán sus acompañantes. Esta era una de esas noches en las que, antes de salir de casa, antes de recorrer el primer kilómetro, uno ya sabe que lo va a pasar como si no hubiese un puto mañana, por tantos colegas que nos íbamos a encontrar allí, por las bandas, por el buen rollo que siempre impera en la Sala Babel…

Algo de lo que nos percatamos buscando aparcamiento fue de lo extrañamente vacía que estaba la calle, un hecho inaudito tratándose de una bandaza del estatus de Vhäldemar. Pero lo cierto es que los horarios marcados para los conciertos eran tan tardíos que mucha gente se esperó hasta casi última hora para cruzar las puertas de la sala. Nada más llegar a la Babel, incluso antes del bolo, comenzamos la fiesta con Popi, Carlos, Rosa y Álex, a quienes mando un saludo desde aquí, con mogollón de risas, anécdotas y alguna situación… digna de película jajaja. Tampoco puedo dejar de mencionar a mi amigo Kolega, con quien tuve la alegría de compartir aquella intensa noche. Como no podía ser de otra forma, fue un placer descomunal pasar esos momentos con tan buena gente, que hacen que los minutos pasen como segundos, aun teniendo tantísimas ganas y ansia de que comenzaran a sonar las guitarras, la espera fue un suspiro. Ir a los conciertos en plan solitario me mola… pero obviamente, molan más coincidir con colegas de tanta altura. Lástima que no siempre pueda ser así.

En cualquier caso, al poco ya nos encontrábamos frente al escenario, disfrutando del resguardo de la sala. A pesar de que en la capital alicantina no suelen bajar excesivamente las temperaturas, la verdad es que hacía bastante fresquito en la calle. Muchas gracias, por cierto, a Maki por su amabilidad en taquilla. Sin embargo, a pesar del susodicho calor de la sala, tengo que apuntar que el panorama en cuanto a asistencia que se observaba en aquellos momentos era, más que frío… completamente desolador. No sé si llegaríamos a ser 35 o 40 personas en el momento de la entrada… y la cosa no mejoró demasiado durante el primer bolo de la noche. Adarel, que se cruzaron toda nuestra geografía para venir hasta Alicante, tuvieron que enfrentarse a un público realmente escaso, frío y distante, con la dificultad que ello conlleva. Pero es en estas situaciones, entre otras, donde una banda demuestra su valía en directo y su grado de actitud. Si he de ser sincero, no me atraparon demasiado en estudio, al menos su disco “III” y los temas aparte que había escuchado hasta el momento, aunque por supuesto no quería perderme ni un minuto de su actuación.

Abrieron la velada con Sin sangre, el tema inicial de su último trabajo hasta la fecha, con las primeras filas vacías y muy poco movimiento… y sin embargo, hay que reconocer que su actitud sobre el escenario, desde el minuto uno, fue totalmente opuesta a la del público. Se crecieron ya durante los primeros compases, con el headbanging de David al bajo, la pegada de Primi a las baquetas y por encima de todo, esa gran presencia que su vocalista Celia Maya demostró con creces. Si bien la producción del último disco me parece bastante floja, los temas ganaron bastante en directo. Con los saltos de David y la implicación de su guitarrista líder, Ángel Seco, y sin dejar a Primi (el miembro más reciente en la banda) descansar ni un segundo, empalmaron con La hora de la purga, que fue subiendo de nivel y temperatura hasta desembocar en unos ritmos más potentes en los que las bases fueron las protagonistas, incluso más allá de las armonías de guitarra de Ángel y Sergio. Maya ponía toda la carne en el asador desde primera línea, animando, pidiendo palmas, voces, y mirándonos directamente a los ojos, haciendo gala de su dominio del escenario y una voz que estoy seguro de que sorprendió a propios y extraños, arropada por los coros de David casi en todo momento. Cuando todavía parecía que el público no había despertado de su sopor (y no precisamente porque la banda no se esforzara), cayó Ten piedad, en la que la vocalista volvió a demostrar, más todavía si cabe, de qué pasta estaba hecha con esos estremecedores agudos en el estribillo del tema, dedicándonoslo a nosotros, y aderezando sus compañeros el final del tema con los riffs del Heaven and Hell de los Sabbath. Costaba subir el calor, hacer que todo el mundo se soltara, pero continuaban intentándolo a tope con Inmortal y sus baterías cabalgantes, un instrumento que por cierto tuvo uno de los mejores sonidos en aquel concierto, nítido y potente. Paraban unos segundos para saludar e intentar crear más vínculo con el público; algunos se acercaban ya tímidamente a las primeras filas.

De nuevo, esas armonías de guitarra tan clásicas, reminiscencias del Heavy / Power más noventero, abrían el tema Cuento y destino, también de su último disco, “III”, al que dieron mucha cancha en su setlist, y posiblemente esta fue una de las que más me gustó. Ahí seguía Maya, con ese micro tan guapo y ese palo envuelto en cadenas de metal, llenando el escenario con su gran voz y presencia escénica. No es extraño que su timbre y tono puedan recordar a la Diosa Azucena, y desde luego, creo que con ella al frente el grupo ha ganado en calidad y personalidad musical. El insistente estribillo de Dragón y mujer le vino que ni pintado para volver a intentar una vez más conquistarnos a todos, sugiriendo palmas al ritmo del imparable ritmo que marcaban David y Primi, remontándose ahora a su segundo trabajo “Ángel de fuego”. Se adelantaba Sergio para dedicarnos unas palabras, muy amable, deseándonos que estuviésemos teniendo una excelente noche de Heavy Metal. Mientras tanto, volvía a las tablas Maya, ataviada con unas tupidas alas negras (un detalle que me encantó) para afrontar la última fase del concierto, y siguiendo con La parca, que pareció insuflar un poco más de energía al respetable, pero en ningún caso tanta como esa pedazo de versión de Santa que se marcaron, nada menos que Reencarnación, que fue como un gran empujón para los ánimos de todo el mundo y en la que innegablemente Maya se encontró como pez en el agua, haciéndonos pasar un rato de alucinar mientras Sergio y Ángel coordinaban los movimientos de los mástiles de sus guitarras. Dejaron para el final uno de sus grandes himnos como banda, esa Heavy Metal cuyo videoclip se estrenó no hará un año todavía, y que con su contagioso estribillo, puso fin a un concierto en el que hubo grandes diferencias entre la entrega que mostró la banda y el comportamiento del público… y aun así, creo que todos salimos con unas impresiones bastante notables. En mi opinión personal, sin duda esta banda es en directo donde más desarrolla su potencial, con temas directos y estribillos muy coreables, y con este cambio de formación en los últimos años (entrando el guitarrista Sergio y la cantante Maya), creo que todavía les queda una larga senda por recorrer. ¡Esperemos que así sea!

También estuvo allí mi colega Aitor, dando el callo, como debe ser, con quien me encontré después de mucho tiempo (no coincidimos tanto como me molaría), siempre un placer gigantesco poder hablar con él de música, conciertos, cine, etc. Salimos a tomar el fresco (pero fresco de verdad) un rato a la puerta, a charlar y a hacer tiempo para la próxima actuación que, ahora sí que sí, nos traería a los vizcaínos Vhäldemar en todo su poder y plenitud. Una banda que, a día de hoy, vive su época más dulce, más exitosa, y más reconocida, y no es precisamente fruto del azar, sino del trabajo duro, de dejarse la puta piel en cada concierto hasta límites que, quienes no les hayan visto sobre un escenario, no pueden ni imaginar. Seis discazos de estudio, cada uno mejor que el anterior, de auténtico Heavy Metal que pueden volarte la cabeza, pero en directo… eso ya es incluso otro nivel, y lo he podido corroborar en todas y cada una de las 10 veces que les he visto ya en directo. Y les vería 100 más, porque la forma en la que se crecen y arrasan con cada escenario que pisan es de un nivel jodidamente cósmico. Ya pensaba que eran algo grande cuando les conocí con su segundo disco, pero hoy en día, no me cabe ni la más mínima duda de que es la mejor banda de Heavy Metal que tenemos en este país. Aplastantes. Arrolladores, y con una actitud tan auténtica que te empuja para atrás cada vez que se sitúan ante ti.

Con la distracción que teníamos en la calle, estuve a punto de llegar tarde al comienzo. Suerte que escuché los primeros guitarrazos y de una carrera entré junto con mis colegas para situarnos en primerísima fila de combate. Ahí estaban, los enormes Vhäldemar, con Carlos Escudero al frente, ataviado con su chupa, sus tachuelas y sus guantes de cuero, sujetando el micro como si fuese un arma mortífera, balanceándose al son del corte, Death to the wizard, que abre su última obra “Straight to hell”, que les ha hecho alcanzar cotas de popularidad merecidamente superiores. Sin artificios, sin mascaritas, ni filigranas de escenografía, solo puto Heavy Metal en vena. Nos regalaba a la batería Jandro ese delicioso juego de platillos a mitad del tema, y a saco con 1366 (Old king's visions pt. V), una salvajada de tema en el que tanto Pedro como Raúl, esos astros de las cuerdas, potenciaron con su enorme talento y sus continuos coros.

La sala se había llenado notablemente, y aunque no lo llamaría un llenazo absoluto, nada que ver con cómo comenzó la noche. Era el ambiente justo que me gusta, con calor, con movimiento, pero sin estar apretujados. Carlos, que seguía llevando su chupa, y hasta entonces había sido medianamente moderado, se la arrancó de golpe, como si estuviese ardiendo, y empezó a sacar la furiosa bestia que lleva dentro para Straight to hell, que con esa cadencia tan rítmica y clásica nos puso a todos a meter headbanging, y Afterlife, con la que la actitud de la banda no dejaba de crecer y crecer. Pedro J. Monge bien despatarrado, Raúl inclinándose con su bajo, y Jonkol a las teclas (un miembro hoy por hoy fundamental en la banda) poniendo colorido y virtuosismo a todo lo que sonaba. Con el palo del micro en alto, y tras hacer el primer brindis (de las decenas que llegarían más adelante jeje) con nosotros, nos advirtió del temazo que sonaría a continuación. TE-MA-ZO, con todas las letras, esa Metalizer, que a mí personalmente me vuelve loco… y ese solo de guitarra… impresionante, digno de un auténtico maestro de las seis cuerdas, de un virtuoso que es capaz de dejarte blanco como la pared, de nuestro Malmsteen particular: el imbatible Pedro J. Monge, que se marcó un show para caerse de rodillas. El vocalista rondaba por primera vez entre el público, y terminó todo tirao en medio del escenario, ejecutando el agudo final del tema. HEAVY METAL IS THE LAW!!!

Jonkol y esa maravillosa melodía que te pone los pelos como escarpias, preludio de Howling at the Moon, elevaron el concierto a otro nivel, a ritmo más powermetalero, y con la banda desfasando ya de lo lindo, Raúl atronando las cuerdas de su bajo, ese solo a dos bandas (Pedro / Jonkol) y este último cantándose el primer puente del tema, metiendo incluso guturales. Carlos bromeaba sobre las grandes voces que hay en la banda, pero en verdad, poca broma, porque a continuación, fue Raúl quien se cantó parte de Fear, uno de los temas más personales, distintos y que más me gustaron a primera escucha en estudio (con ese rollo Manowar en su inicio), y lo hizo con un talento vocal que sorprendió a propios y extraños, clavando el sonido en disco. Creo que debería potenciar más esa faceta suya, porque tiene una voz fenomenal. Aunque, por supuesto, Carlos Escudero cada vez lo hace mejor, a nivel de tonalidades, registros y agudos, y además sin parar quieto un segundo (a veces no sé cómo puede mantener ese ritmo, cantando, agachándose, haciendo mosh entre el público, tirándose al suelo…).

El buen rollo que se respira entre los componentes de la banda es algo que salta a la vista. Guiños y puyas de unos a otros, la perenne sonrisa de Raúl, el cachondeo que siempre lleva encima Pedro… y la expresión de Carlos cada vez que comienza un tema, sin importar cuál… no tiene precio. Felicidad y pasión absoluta. Y es por estos motivos, entre otros cientos, por los que son tan enormes. Esa actitud y esa forma de vivir y disfrutar cada show es lo que hace grande de verdad a una banda, y por ende, se transmite al público inevitablemente. La ametralladora Pedro Monge nos ‘escupía’ ahora ese brutal riff de My spirit, y lo hizo varias veces para ponernos bien calientes, antes de que Jandro le metiera caña burra al tema. En su parte final, Carlos, que ya se había tomado otros tantos ‘brindis’ de su botella de whisky, cogió la otra guitarra de Pedro y se puso a tocar con él… aunque en plan coña, jeje. El vocalista nos introducía en el siguiente tema, Black mamba, dedicada al gran jugador Kobe Bryant, con actitud y modales directos, irreverentes y a la yugular, un tema que de nuevo sacó a relucir la inmensa calidad de todos y cada uno de los músicos, desde los coros y notas de Raúl tan presentes, hasta el aplastante bombo de Jandro al final del tema, que nos dejó el cuello doblegao. Y es que, como digo siempre, cada miembro del grupo tiene una importancia fundamental en el sonido y en la actitud de acero que muestra Vhäldemar como conjunto.

Hecho ya una furia, chorreando de sudor y puteando amistosamente a su amigo Pedro, Carlos bajó de un salto del escenario mientras sonaba ya The old man, única representación en el setlist de “Shadows of combat”, pero que creo que se ha convertido en una imprescindible ya de sus directos. Su estribillo te incita, te obliga hasta el límite a levantar el puño y dejarte las amígdalas cantando. Que pedazo de tema, cojones. A mitad de este, y entre lingotazo y lingotazo, presentaba el Sr. Escudero a su banda, a sus compañeros y amigos, en uno de los momentos más desternillantes de la noche, en el que el fuego del whisky comenzaba a hacerse patente en él, para definitivamente lanzar el envite final del tema y dejándonos a todos con las palmas de las manos peladas de tanto aplaudir ante tamaño espectáculo. Y es que con ese comportamiento tan salvaje y primitivo, con esas paridas continuas y chascarrillos de Carlos… uno apenas puede evitar pasarse todo el concierto descojonándose de risa. Este último citó como su favorita del “Straight to hell” a Old king's visions (Pt. VI), otra que gana en fuerza, si cabe, en directo, y que nos volvió a poner con el puño en alto cantando ese victorioso estribillo.

La salida de la banda del escenario no implicó, afortunadamente, el final del concierto. Poco esperábamos, de hecho, el satánico desmadre que vendría a continuación, uno de esos que convierten a cada actuación de Vhäldemar en algo único e irrepetible, por lo que la excusa de mierda de ‘es que ya les he visto’ no tiene el más mínimo sentido. Encaramos la recta final del bolo con más que un solo, un duelo en toda regla entre Pedro y Jonkol, cuyo pique se tradujo en un disfrute brutal de virtuosismo. Tal como se unió a este Raúl, al final, salió la banda al completo amenazando con volver a largarse si no vivíamos A MUERTE los temas que faltaban, comenzando por ese trallazo, ese himno inmortal del grupo llamado Breakin’ all the rules, con un flipante solo de estilo neoclásico por parte del fenómeno Pedro que nos volvió a dejar ojipláticos, en primera línea de escenario, en nuestra puta cara. Carlos, de nuevo tomando protagonismo, dejó bien claro una vez más que para él el escenario no es ningún límite, y en cuanto giramos la vista, pudimos verle cantando, desfasando y saltando de pie sobre la barra, al otro extremo de la sala, completamente desatado y dominado por los efluvios del alcohol, pero sobre todo, del Heavy Metal, que él vive como nadie. ¡¡A MUERTE, HOSTIA!!

Muchos la esperábamos como perros famélicos, y es que Dusty road es uno de esos temas que, al menos a nivel personal, me vuelven loco, cantarla en directo a pleno pulmón se traduce en chorros de adrenalina, paladear cada nota del solo de Pedro, que volvió a quedar a la altura de los dioses de la guitarra, es un placer casi orgásmico, y los rebotes en la batería de Jandro “tukutaka” (como le apoda el vocalista) son de puto órdago. Por supuesto, no era yo solo el que lo pasaba como un animal, y ahí estábamos todos, también mis amigos Kolega, Popi, Aitor, Carlos, Rosa… dejándonos hasta la última vértebra con ellos. La cosa, definitivamente, se fue de madre, y alcanzó cotas de locura auténticamente delirantes. La botella de whisky hecha pedazos en el suelo, el palo de micro cayendo sobre la cabeza de una de las asistentes y posteriormente tirado de mala manera en el escenario, que estaba literalmente inundado de alcohol y sudor, Pedro abandonando su guitarra en la parte final de Lost World y bajándose entre el público como si fuese uno más, e incluso lanzándole birra al cantante, mientras este se encargaba de las seis cuerdas (notándose que al principio él se hacía cargo de las rítmicas en la banda), la guitarra de Pedro literalmente empapada y chorreando… y yo con un dolor de barriga de tanto partirme de risa que ya no podía soportarlo más. Si es que noches como esta me dan la vida, joder. Incluso Carlos Escudero, en un estado ya de desfase total, se arrancó a tocar los primeros acordes del Kingdom Come de los Manowar junto a sus compañeros (uno de esos tantísimos detallazos por los que adoro profundamente a Vhäldemar) antes de volver a lanzarse entre el público a predicar la sagrada palabra de Metal con Energy, a la que nunca he visto fallar en directo, levantando los ánimos del personal ya por las nubes, con un combate de Wrestling incluido entre ellos, y la peña cantando, saltando y pasándolo de nunca olvidarlo con el tema. El final de este nos dejó escenas tan alucinantes como Pedro y Carlos frente a frente bajo el escenario, lanzándose cerveza mutuamente, o el bajista Raúl dando un solo de guitarra que, al menos a mí, me dejó paradísimo.

Con la sala Babel temblando hasta sus cimientos y tras la foto final de las dos bandas de la noche con el público, dimos por terminada otra de esas veladas increíbles, de la que al día siguiente te levantas pensando: ‘coño, ¿y todo eso pasó de verdad?’. Peña cantidad de auténtica y buen rollo en el ambiente, Heavy Metal puro y duro, un SHOW brutal con todas las letras (y la sorpresa para bien de Adarel en directo), una noche de esas que repetiría todas las veces que pudiese sin dudarlo. Alicante también existe, y necesita muchas más movidas como esta para volver a recuperar la grandeza de antaño. Gracias a la Babel (un privilegio tenerla tan cerca de casa), a la organización y a todo el personal implicado por conseguir que todo esto saliese sobre ruedas.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_



Vhäldemar + Adarel, Sábado 02/04/2022, Sala Babel, Alicante

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