jueves, 13 de julio de 2023

Spirit of Summer (Zurbaran Rock 2023, Sábado 08-07-2023, Plaza San Agustín, Burgos)

El viernes de este Zurbarán Rock 2023, que en teoría era el día “pequeño” o “de presentación” (o como se le quiera llamar), de relajado no tuvo un pelo. Llegamos al recinto a las 16:00 y lo abandonamos casi a las 3 de la madrugada. Cinco conciertos seguidos, presenciados y vividos de cabo a rabo que nos dejaron con muchas ganas de volver al día siguiente, y mezclarnos de nuevo entre aquel maravilloso ambiente que se vivía en la Plaza San Agustín. En una parte del recinto (aunque no era un lugar realmente delimitado) estaba el escenario principal, no monstruosamente grande, pero sí lo suficiente para que las bandas se explayaran sobre él a gusto. Al otro extremo, estaba el escenario pequeño, que albergó conciertos y Djs que pincharon música durante todo el día. También se encontraban allí los puestos de comida y de merchandising. Al principio, pensé que el perímetro se quedaría pequeño, pero era más amplio de lo que parecía. Había bancos y césped, bares cerca, monumentos como la majestuosa catedral de Burgos a 10 minutos andando, así como zonas de tapeo y peatonales… un lugar precioso que me cautivó. Para redondear todavía más el tema, los precios eran realmente asequibles, había cerveza, había kalimotxo, y también comida, todo fantástico hasta ahí. Sin embargo, hay un aspecto que deberían considerar muy seriamente para el futuro, y es el de la venta de los tickets. No solamente porque las colas eran de infarto, sino porque además, iban lentísimas, y con todo, al final la organización del festival dejaría de ganar un montón de pasta. Un par de ventanitas más, o incluso más casetas de venta, podrían ser la solución. También me extrañó que hubiese tan pocos WC portátiles, pero lo cierto es que en ningún momento tuve que esperar demasiado.

Sobre las 12:30, ya saciados de nuestro descanso, tuvimos la oportunidad de ir a dar una vuelta por la hermosa y deslumbrante ciudad de Burgos, sobre todo por esas callejuelas tan rebosantes de encanto y aglomeraciones, en las que se respiraba un ambiente muy multitudinario pero al mismo tiempo, acogedor. Tras una buena caminata, encontramos al fin el Restaurante Casa Pancho, donde pasamos el resto del mediodía, con la grata compañía de Rafa y Estrella (Rafabasa.com) y José Antonio (Senderos del Rock), a quienes no puedo referirme sin dar mi más sentido agradecimiento por esa conversaciones, y por esas cervezas y esas tapas tan ricas de morcilla de Burgos que nos recargaron a tope las pilas. Después, una rondita de cafés, y a descansar unos minutos en casa, preparándonos ya para la gran maratón del sábado.

Ópera Magna:

El día anterior ya tuvimos una buena serenata de Power Metal de la mano de Freedom Call, y puestos a escoger un exponente nacional del género, no se me ocurre ninguno mejor que los valencianos Ópera Magna. A la espera de que den un nuevo paso discográfico, aparte del recientemente editado “Of Love and Other Demons” (que son regrabaciones en inglés de sus tres últimos EP), creo que dentro de su estilo tienen muy pocos rivales que puedan plantarles cara, ni en cuanto a técnica, ni en lo que respecta a nivel compositivo, en nuestro país. Sin embargo, a pesar de lo dicho, y comparándola con las innumerables veces que les he visto en directo, aquella no fue su mejor tarde.

Y no es que no demostrasen que como músicos son unos portentos extraordinarios, pero el sonido, que no les acompañó en absoluto, el horario, y los cambios en el line up de casi última hora, provocaron que su actuación quedara más limitada de lo habitual. También es lo que tiene cuando una banda te acostumbra a la excelencia en todo lo que hacen. Tras la introducción musical, ya sonaba a todo trapo Por Un Corazón De Piedra, con unos templos medidos y encajados al máximo, y conforme avanzaba, fueron subiendo de nivel técnico para dar una buena muestra de lo que son capaces, destacando ya de primeras un José Broseta descomunal en esos agudos impensables. Durante gran parte del concierto, emplearon bases pregrabadas (algo habitual en ellos) para ensalzar esa fuerza épica de sus temas. Una de las grandes sorpresas, recuperada en directo desde no hace mucho, fue Tierras de Tormento, de su primer álbum “El último caballero”, brillando ese solo de bajo a cargo de Alejandro Penella, al que siempre es un gustazo ver tocar, y con el añadido de esas teclas que no estuvieron en la grabación original.

Me quedé bastante descolocado cuando vi que tras la batería no estaba Adrián Romero, sino Jorge Alcázar de los también residentes en Valencia Dragonfly. Con una semana escasa, según nos contaron, para aprenderse el repertorio, les sacó del apuro, hizo lo que buenamente pudo, pero se echó mucho en falta su batería anterior, que parece haber partido caminos con la banda. El vocalista se soltaba la melena en Donde Latía un Corazón. A partir de aquí, Penella empleó los dedos para tocar, que es como más me gusta verle, y F. Javier Nula nos deslumbró con uno de sus solos a cien por hora, pulcro y exacto hasta la última nota: salta a la vista que es un guitarrista fuera de lo común en lo que a velocidad y técnica respecta. Con José Broseta puedo aplicar lo dicho al inicio de la crónica. Se esforzó al 100%, tanto en su faceta de frontman como en lo vocal, con un control tremendo en temas como El Entierro Prematuro, pero le costó conectar, y aunque consiguió dar el do de pecho en cada estrofa (porque de recursos, va sobrado), estuvo un pelín por debajo de lo que nos tiene acostumbrados, forzando y padeciendo más. Nula nos sirvió otro espectáculo en bandeja, con shredding, tapping, tirando de palanca, de armonías… una auténtica bestia de las seis cuerdas, provocado por el vocalista para que tocara más y más rápido. Caña bruta para El Corazón Delator, levantando, ahora sí, saltos y cuernos a tope entre el público. Pródiga en florituras por parte de Alejandro y Javier Nula, fue uno de los puntos tope en cuanto a agudos por parte de Broseta, con un final verdaderamente espeluznante, alcanzando unos tonos casi ilógicos.

El mismo, ofreció una amplia variedad de registros al principio de Hijos de la Tempestad, que nos enganchó a todos a cantar. Soberbio en este sentido, y también como frontman, J. Broseta continuó peleando para encandilar al respetable, al tiempo que las cuerdas de Nula volvían a sacar humo con esas escalas a la velocidad del rayo, y Alejandro, con sus dedos cabalgando, se asomaba al borde del escenario. Otra que tocó gran variedad de tempos fue Después de ti, desde aquellos más suaves hasta los más complejos y enrevesados. Los que se fijasen en la ‘carrera de notas’ que se echaron entre el guitarrista y el teclista Nacho Sánchez, arropados por una base sinfónica, sabrán a lo que me refiero. Por desgracia, el ‘regulero’ sonido continuaba haciéndoles un flaco favor. Debido a problemas técnicos, y posiblemente, a que Jorge arrancó antes de hora (o al límite de tiempo que tenían), Para siempre fue tocada sin Enrique sobre el escenario, y eso se notó en el peso de las guitarras, especialmente en la parte del solo. Eso sí, fue una de las más coreadas, y una de esas en las que Broseta volvió a dejarnos con los ojos abiertos de par en par. Ya con el gran Enrique Mompó de vuelta, imprescindible para la siguiente Horizontes de Gloria, se marcó el único solo, como tal, que ejecuta él en directo, con gran actitud, combinando a la perfección las notas con Javier, y en general, notándose un gran compañerismo entre todos los músicos. Los cuatro en línea, durante el último punteo, y sin parar de agitar el cuello, nos acompañaron disfrutando hasta un final de lo más virtuoso.

Edge of Forever:

El sábado no había hecho más que arrancar, y servidor estaba famélico, a más no poder, de más Rock y Metal que llevarse a los oídos. De entre las bandas que poblaban el cartel de este segundo día, había una desconocida para mí (al margen de Grave Noise, que no vimos) que llamaba poderosamente mi atención. Eran los italianos Edge of Forever, una banda que, de hecho, cuenta ya con 20 años de carrera a sus espaldas, algo por lo que todavía me extrañó más no haberles escuchado con anterioridad.

A decir verdad, ni siquiera les tenía marcados como imprescindibles, pero pasé a verles durante unos minutos… y rápidamente me engancharon hasta el final del concierto. Una vez inmerso en este, lo primero que me chocó es ver a Alessandro Del Vecchio, el hombre de las mil bandas, el músico de los mil talentos, ocupando el puesto de vocalista, aunque también hizo su buen papel, en contadas ocasiones, tras su teclado. Con la primera The Road Goes On, pudimos reconocer inmediatamente ese, por decirlo así, ‘sonido Frontiers’, aunque en este caso se trataba de un grupo que también pisa terrenos algo más Heavy de lo que suele ofrecer dicho sello, sin descartar en ningún momento esos estribillos llenos de melodías suaves y accesibles, como puede ser perfecto ejemplo la siguiente Get Up on Your Feet Again que por una parte, nos trajo baterías de lo más contundentes y riffs muy graves, pero por otra, buenas armonías y melodías de guitarra muy elegantes. Afortunadamente, Alessandro Del Vecchio presentaba todos los temas, y estuvo a la altura como frontman, dirigiéndose a nosotros e incluso narrándonos alguna anécdota. Marco Di Salvia, baterista al que también vi a finales del pasado año con Hardline, me pareció un músico muy solvente y adaptable, aporreando sin piedad en algunas partes (casi se levantaba de su taburete) y marcando el compás con más sutileza en otras, también haciendo gala de un gran dinamismo a la hora de tocar en algunas partes, como en Native Soul, con otra chulísima melodía que por momentos se acercaba más al Hard melódico.

El de Carry On es el solo favorito, según nos lo contó, del líder de la banda, tema perteneciente al mismo disco (“Native Soul”), en donde este último lució unos registros bastante elevados, dejando a las claras que, aparte de ser un excelente teclista, también se le da de muerte cantar, volviéndonos a sorprender con ese pedazo de agudo al final de Shift the Paradigm. Un tema que habla sobre cambios en la vida, y en el que el guitarrista Aldo Lonobile, incorporado en los últimos cambios de formación, puso su talento, clase y actitud al servicio del público, apoyando el pie continuamente en los monitores. Y aunque no hizo demasiado espectáculo escénico, tampoco falló una sola nota. En esta ocasión, para Crime of Passion, se situaba Alessandro en las teclas, en la parte central del escenario, para unirse, con un delicioso sonido Hammond, al solo de su colega Aldo, un ratito que me hizo disfrutar especialmente con ese rollo tan Purple. Arrancaba Di Salvia, pero no para un nuevo tema, sino para hacer colchón y darnos pie a seguir las líneas vocales que nos iba lanzando Alessandro, al frente del escenario, muy seguro de sí mismo y al mismo tiempo, contento con la ritmo de la actuación. Y es que, aun sin grandes florituras musicales, el concierto tuvo un ‘algo’, llamémosle química, que hacía que no pudieras apartar la vista de él, ni dejar de moverte al compás de sus temas, gracias también, en parte, al suavizado pero bien distribuido sonido. Momento de la preciosa balada Breath of Life. Poniéndole mucho sentimiento al asunto, Alessandro volvía tras los teclados, entre las luces tenues del escenario, para deleitarnos, no solamente con unas conmovedoras teclas, sino también con una de las mejores interpretaciones vocales de todo el concierto, dejándose el alma en ella.

Cambio extremo de tercio, de líneas emotivas y sutiles, a los tremendos baquetazos de del imparable Marco Di Salvia en Calling, en donde el mismísimo Jeff Scott Soto también pone su voz en estudio. Muchas armonías, riffs y bajos que lo endurecieron bastante, y un solo deslumbrante para uno de los temas que se quedaron fuera de su último trabajo, “Seminole”, y grabaron a posteriori en forma de single. Nos contó el vocalista que la inspiración para componerlo fue el libro escrito por Bruce Lee ‘Artist of Life’. Lo que no entendí muy bien fueron esos teclados disparados antes de Prisioner (pudiendo haberse encargado de ellos Alessandro), aunque luego sí se puso tras su instrumento, para alternar pequeños fragmentos del solo con el guitarrista Aldo Lonobile y el bajista Nik Mazzucconi, coordinados a la perfección. Muy agradecido con el público, tras habérselo ganado con creces (el sentimiento era mutuo también), volvió a presentar a sus camaradas de grupo, y Edge of Forever nos dejaron esa última Feeding the Fire, de su primer disco del 2004, que nos supo la mar de bien. Con todo, fue un concierto con unos músicos más que correctos, sin alardes que les hiciesen realmente sobresalir, pero con un ritmo y una capacidad de atracción fantásticas. Seguramente hubiese encajado mejor para abrir la jornada pero, al menos yo, quedé muy contento con ellos.

Mystic Prophecy:

Cambio de escenario, y de la imagen mostrada en su pantalla, mientras quedábamos a la espera de que Mystic Prophecy invadieran el escenario. Desde Alemania, y con toneladas de Heavy Metal como para parar un tren, se trataba de una de las confirmaciones, por decirlo así, más atípicas del cartel, y al mismo tiempo, también de las más agradecidas. Tenía muchas ganas de verles, sobre todo tras la cancelación, en 2021, de las cinco fechas que nos los iban a traer por aquí.

Con su letra plagada de las típicas consignas del Heavy Metal, y contando con un sonido atronador, Metal Division fue la primera carta que pusieron sobre la mesa, desplegándose ante nosotros una banda muy engrasada desde el principio, que invirtió mucha energía en hacernos disfrutar, especialmente presente en la bajista Joey Roxx, que no abandonaba las primeras línea, y la contundente batería a toda mecha de Hanno Kerstan en el inicio de Burning Out, que también puso nuestros pies en movimiento de inmediato, alentados por las continuas carreras sobre el escenario. Sorprendentemente, había muy pocas gente viéndoles, con grandes huecos en la parte próxima al escenario. Eso sí, los que estuvimos allí, disfrutamos a tope del pesado Metal que desprendían temas como Hellriot, muy de directo, con una batería que de nuevo se escuchaba aplastante. La interacción con el público de Roberto Diapakis, frontman y líder de la banda, fue constante, pidiendo palmas e invitándonos a cantar todos y cada uno de los estribillos, presentando los temas y contando anécdotas sobre ellos. A veces interrumpía demasiado el ritmo del concierto, pero cuando comenzaban de nuevo a sonar, lo hacían como pura dinamita, con Evan K dando vueltas por la parte trasera del escenario en Killhammer y Joey, una bajista que está más que rodada en directo, tirando de actitud en War Panzer, pisando los monitores y arqueando la espalda.

Roberto se movía como pez en el agua, sorteando a sus compañeros y dirigiéndonos miradas y gestos cómplices, incitándonos a corear la pesada Unholy Hell (ojo, cómo sonaban esos riffs y ese bombo) mientras Markus Pohl aportaba sus coros. Siempre con una sonrisa en la cara, también tenía mucha química con su colega Evan K, y ambos tiraron del carro más que nadie en momentos como el que nos traía Hail to the King, despatarrándose en ella ambos guitarristas. La celebrada Dracula subió el termómetro entre los relativamente pocos que seguíamos siendo entre las primeras filas, aunque hay que decir que el público en general era ahora mucho más numeroso. Buen solo de Evan y poderosísimo doble pedal de Hanno, cuyo impecable sonido nos conquistaba cada vez más. Y es que la mayoría de temas, aunque no los hayas escuchado previamente, poseen estribillos y ritmos que son un imán para cantarlos. Se equivocaba Roberto al presentar el siguiente tema, que en realidad correspondió a Demons of the night, Heavy como el infierno, con el que seguían dando cancha a su último trabajo “Hellriot”. Ahora sí era el turno de la sorprendente versión del tema Shadow on the Wall (Mike Oldfield), revestida de cuero y tachuelas para la ocasión. Y triunfó, vaya si triunfó, a raíz de todas esas voces que se escuchaban entre la peña. El vocalista pidió a todas las mujeres allí presentes que gritasen con él (aunque algunos parecieron no captar el mensaje) para posteriormente dedicarles a todas Here Comes the Winter de su “Metal Division” (2020), el disco que más sonó aquella tarde. Como siempre, Markus Pohl aportaba ese semblante tan positivo, pero también unos buenos coros, potentes riffs y punteos de apoyo.

Por su parte Joey se mostraba sumergida y entregada al 100% en el concierto, y siempre que podía, venía a plantarnos cara, a apuntarnos con su bajo, e incluso a bromear con sus compañeros. Imprevisto, aunque divertido, ese coscorrón con Evan, que no tuvo más repercusión, durante Eye to Eye. Roberto, entre frase y frase, captaba ese momento en que lo pasábamos en grande para acercarnos el pie de su micro, y escucharnos todavía más fuerte. Como anécdota, comentar que en la pantalla ‘se colaron’ imágenes del logo de Killus durante este tema. El tramo final quizá se me hizo un tanto cuesta arriba, a pesar del cañonazo que supusieron los tres ases que les quedaban en la manga, por la relativa linealidad de los temas. Si bien casi todos los instrumentos gozaron de muy buen sonido, este no fue perfecto, y lo peor le tocó al guitarrista Markus Pohl, ya que las partes en las que más se lució en solitario, apenas se escucharon. El vocalista seguía empeñado en pedir palmas para Ravenlord, y precisamente fue un solo de Markus en que abrió la fulminante Metal Attack, uno de esos temas que son, al mismo tiempo, una declaración de intenciones y un futuro fijo en sus directos, aunque esté también extraída de su último disco que, por cierto, me ha encantado. Para poner punto y final, con Metal Brigade nos exprimieron hasta la última gota de sudor, haciéndonos colaborar con nuestras voces mientras, emocionado, Roberto no paraba de bascular de un lado para otro, con la mirada siempre puesta en nosotros. Eso sí, para mi gusto, alargaron demasiado esta última.

Tierra Santa:

Tierra Santa es una de esas bandas en cuyos directos puede haber enormes diferencias, dependiendo de la forma con la que enfoquen y confeccionen su setlist. Son capaces de hacer correr electricidad por tus venas en el mejor de los casos, o de causarte el mayor de los sopores en otros menos afortunados. Por suerte, tras la pausa que les tuvo alejados unos años de los escenarios, parece que aprendieron bien la lección, y nos están dejando unos directos de lo más compacto, bien petados de clásicos, y sin apenas concesiones a la velocidad.

Y de hecho, así lo hicieron el Zurbarán Rock 2023, y como en otros tantos festivales que les he visto, les disfruté de lo lindo, y evidentemente no fue debido a que sean un prodigio musical, sino porque fueron directos al grano, a esos estribillos que todos conocemos, a castigarnos el cuello con una batería que no paró un instante, a empalmar temas sin descanso… ¡A gatillo! Renovaron temas en el repertorio sustituyendo algunos clásicos por otros de su último trabajo, “Destino”, pero eso sí, muy bien escogidos e insertados de forma coherente entre el resto. Por ejemplo, para empezar, tiraron de Pecado de Ángel, de cadencia más relajada, y luego se sirvieron de un valor seguro que todos cantaríamos a piñón, como Indomable. Y ¡sorpresa! Ángel San Juan, que tiende a tomarse su tiempo para “arrancar” a moverse, ya comenzó de lo más contento y animado, blandiendo su melena, acercándose a sus compañeros, etc. Y cuando el público, en el segundo tema, ya grita sin parar el nombre de la banda a coro, es que las cosas se están haciendo muy bien. Y allá vamos con la retahíla. De momento, otra del “Destino”, Por el Valle de las Sombras menos acelerada pero con buenos compases rítmicos en su mitad de parte de Alain Díez (que ha sustituido en los últimos bolos a Álex Alonso, que a su vez, tomó el relevo de Francisco Gonzalo en agosto del pasado año), para continuar con Sangre de Reyes, levantando unas cuantas manos al viento.

Y no sé muy bien si fue por accidente o formaba parte del show, pero Roberto Gonzalo se fue al suelo de espaldas, susto que quedó en nada, y ni siquiera interrumpió la curva creciente de intensidad, que continuaba imparable con Apocalipsis. La cuestión es que, precisamente, ese ánimo extra que envolvía a la banda también alcanzaba a Roberto, que mostró muchísima más soltura escénica de lo que suele ser habitual en él, agachándose, levantando el mástil, saltando… Dentro de sus posibilidades, estaban acertando de pleno, y se les veía contentos de estar allí. Y no era para menos. Posiblemente se trataba, ojo, del concierto más concurrido de todo el festival. Otelo, con mucho más protagonismo de su teclista Juan Antonio San Martín y esos aires más Hard que quisieron imprimirle a sus temas a partir del “Indomable”, empastaba de maravilla con ese trueno llamado Tierras de Leyenda, que lo puso todo patas arriba. Ángel lo hizo (a diferencia de otras…) bastante bien con los tonos elevados, y Alain sudó la gota gorda, pero nunca levantó el pie del acelerador tras sus parches. El Dorado es mi favorita del “Destino”, sonaron geniales esos coros, y Drácula fue una de las pocas que nos trajeron desde su “Legendario”, con un solo cojonudo del ex–Red Wine Dan Díez… aunque Ángel, por su parte, la masacró cantando los estribillos totalmente fuera de tono. Más bases chulas de teclado en Otelo, y Dan comportándose sobre el escenario, con sus movimientos, en plan Wolf Hoffmann, enfocando el mástil hacia nosotros. Otra muestra de que los temas más recientes también gozan del cariño multitudinario es que, incluso antes de pronunciar el título de La Leyenda del Holandés Errante todos la recibimos ya con grandes ovaciones, e incluso pasamos por alto algún que otro compás fallido en la batería.

Silencio por parte de la banda, y de repente… una Pegaso a toda leche, muy esperada, en la que por una parte, ambos guitarristas se coordinaron de lujo, pero por otra, la guitarra de Ángel, al igual que sucedió en el concierto de Mystic Prophecy con la de Markus Pohl, sonaba tan baja que apenas se escuchaba tras la bulla que armaba la batería. También se agradecieron, de vez en cuando, esos dejes más AOR, como sucedió en El Laberinto del Minotauro, sobresaliendo las teclas de Juan Antonio, muy disfrutada por todo el mundo. Inexorablemente, nos acercábamos al final, un final que, no por menos predecible, acaba partiéndolo por todo lo alto, con Alas de Fuego y, sobre todo, Legendario, tocada a tres alturas entre las cuerdas de Ángel y Dan, junto a los teclados, aunque a decir verdad, por el tema del sonido de la guitarra de Ángel… sonó algo extraña al faltar una de las armonías. Al menos, todo ello desde el punto en el que me encontraba. Pero una cosa también es cierta: a nadie pareció importarle esto último, porque todo el público seguía completamente volcado con ellos cuando, tras una breve y escueta despedida (típica de Tierra Santa), nos regalaron esas dos partes de la triunfal La Canción del Pirata, que terminó con la banda alumbrada por luces rojas, momento muy emotivo, y ese estallido de guitarras en su parte final que levantó nuestras últimas pasiones frente a ellos.

Mike Tramp (Songs of White Lion):

Durante el cambio, hice memoria de todos esos temazos de White Lion que tanto me gustaban (y me siguen gustando) para tratar de adivinar cuáles caerían aquella noche, y al mismo tiempo, recordaba también aquel concierto en el Lorca Rock 2008, que tuvo momentos muy irregulares, pero que a grandes rasgos, me convenció. No voy a mentir si digo que aguardaba el momento con muchas ganas, pero finalmente, terminó siendo un show… muy distinto a lo que yo esperaba.

Tal vez después de dos descargas tan feroces como las de Tierra Santa y, sobre todo, Mystic Prophecy, necesitaba algo más cañero que perpetuara esa intensidad para no terminar cayendo rendido, o quizá fue el hecho de que los temas fueron interpretados con mucha lentitud y con una tonalidad muy bajada respecto a los originales… pero el inicio con Hungry me dejó bastante chafado, ya de primeras. Mike Tramp, con su guitarra colgada, incluso en ese comprensible momento de calentamiento vocal, me sonó excesivamente desmejorado, si bien físicamente se mantiene en muy buena forma. Desgraciadamente no fue algo puntual, y a lo largo del concierto, el mítico ex-frontman de White Lion se mantendría en esa tónica salvo momentos concretos. De hecho, diría que puso mucho más énfasis en conectar con su público, algo que sí consiguió de forma evidente, que en poner más sangre a la hora de cantar sus canciones. En Lonely Nights, hacía piña con su inseparable compañero Marcus Nand, guitarrista con quien lleva ya unos años compartiendo escenarios, e incluso regrabando junto a él varios temas clásicos de su antigua banda, en ese último lanzamiento llamado “Songs of White Lion”. Una jugada comercial que, por otra parte, y a nivel de opinión muy personal, me sobra, como la inmensa mayoría de regrabaciones. Y siendo sincero, Marcus fue para mí, y con muchísima diferencia, la estrella que más brilló en aquel concierto.

Tramp no ha perdido el tiempo a la hora de rodearse de excelentes músicos, como también lo es Claus Langeskov al bajo. Tanto, que quizá lo eclipsaron demasiado. Tras un cambio en la guitarra del cantante, recordaba él mismo los (olvidables) inicios de su carrera musical en nuestro país, y se lanzaba de nuevo con Tell me. El tema nos arrancó unas cuantas palmas y nos llenó de grandes recuerdos, respaldando la voz de Tramp esos coros de Claus y Marcus, quienes se movían por el escenario con mucha comodidad y soltura. Entre Mike y Marcus, lograban acercarse cada vez más con sus seguidores, uno chapurreando español, y el segundo, hablándolo a la perfección. A la hora de cantar temas algo más exigentes como Living on the Edge, era inevitable no fijarse en esos quiebros vocales que chirriaban bastante. Y no digo que casi 35 años después tenga que cantarla necesariamente igual… pero lo cierto es que Tramp tampoco destacó precisamente por ser la mejor voz de los 80. Dedicándola a los niños del mundo, el vocalista dejó su guitarra al margen para acercarse a nosotros y mostrarse más suelto a la hora de cantar Cry for freedom, contando siempre con el impecable respaldo musical de sus compañeros, y en un momento dado, poniéndose en línea junto a ellos Entre tema y tema, volvían las adulaciones a un público que tampoco terminaba de arrancar, al menos, desde donde yo lo percibía. Otro detalle que no me gustó absolutamente nada fue la brusca interrupción una vez comenzada Little Fighter, cargándose parte del feeling de uno de mis temas favoritos de la discografía de White Lion. Más cambios de guitarras, esta vez también para Marcus, que volvió a bordar, con sus pulidos movimientos, su enorme elegancia, y su impoluta forma de tocar, un tema muy meloso como Love Don’t Come Easy, de aquel queridísimo (y último) disco de White Lion llamado “Mane Attraction”, o Wait, en un escenario imbuido de luces suaves y niebla que acentuaban esa sensación de nostalgia.

Mike se ponía en ese mismo plan, contándonos historias sobre las canciones (parando demasiado el show, a veces), y especialmente bonita fue la relativa a When the children cry, el único momento del concierto que consiguió erizarme la piel, con unos arpegios deliciosamente ejecutados por parte de Marcus, mientras los focos se centraban en su figura, y Tramp sentado al borde del escenario con su guitarra. Como imaginaréis, fue una de las más cantadas de toda la noche, algo que el frontman agradeció enormemente. También hay que recalcar que el sonido fue excelente en todo momento, muy suave, quizá hasta demasiado refinado, pero cristalino y muy bien ecualizado. Entre esta última y Broken Heart, confeccionaron mi parte favorita de concierto, tocada en su versión completa, con arpegios y feeling al principio, y con bastante garra en toda su extensión. En ella, Tramp añoraba a Vito Bratta, afirmando, como resignado: ‘But there’s nothing we can do about it…’, algo que me sonó un poco a desplante respecto a Marcus Nand que, repito por enésima vez, hizo un trabajo verdaderamente digno de sobresaliente alto, con una maestría, profesionalidad y un rollazo a lo Joe Perry que quitó el hipo. Tal vez si hubiesen dejado el concierto aquí, con esos ‘oes’ que les dedicamos tras ese gran hit, me hubiese dejado una mejor impresión, pero Lady of the Valley, a pesar de la solidez en las bases y la pegada en la batería, me volvió a llegar mustia, carente de chispa y alma. Y ya para concluir, en mi opinión, no podrían haber escogido un tema más desangelado que Farewell to You, que aunque nos hizo colaborar, me dejó una sensación, como el concierto en general, algo pastosa y más agria que dulce.

Perros de Paja:

No dieron un concierto tan espectacular a nivel de músicos, ni tampoco lo pretendieron, pero sí se mostraron muchísimo más enérgicos, y eso, aunque realmente su estilo tampoco me llegase al 100%, fue algo que se agradeció enormemente a esas horas, con ese peso ya en piernas y espaldas. Con un estilo más moderno de lo que imaginaba, mezclando algunos elementos de Heavy Metal urbano con Rock de los 90 en sus riffs y melodías, Perros de Paja nos transmitirnos la rabia y el inconformismo que poseen sus letras con mucho empuje. Esta vez desde el escenario pequeño, situado a la otra punta de la plaza, la banda era consciente de que el suyo era uno de los últimos conciertos de la noche (tan solo quedaba el de Killus, en el escenario principal), y salieron a muerte, con las pulsaciones a tope para mantener arriba los ánimos. Las Sombras que nos Cuidan ya nos trajo una buena sesión de riffs implacables, gruesos, también con cierto toquecillo Stoner, por parte del guitarrista, que fue uno de los músicos más activos sobre el escenario. Retorciéndose y tocando con muchas ganas, nos acercó también solos rápidos y eléctricos que contrastaban a veces con las tonalidades bajas de sus temas, como sucedió en La edad del sol. No es que hubiese una barbaridad de gente viéndoles, pero se veía en sus miradas que estaban muy a gusto, encantados de poder regalarnos su música y transmitirnos esos mensajes combativos, llenos de mala uva pero también de inteligencia.

Conversos fue otro buen ejemplo de ello, pero también de la desacomplejada variedad de ritmos y espontaneidad en la batería de Samu. Son casi 10 años los que Perros de Paja van ya rodando por el mundo, y muchos con la misma formación, lo cual se reflejó en una gran sincronía, y retroalimentación anímica en sus gestos para con ellos mismos. Aquí hubo cera para todos, poniendo el foco en los curas a la hora de traernos El Altar de los Cómplices, sacando poco a poco dicho espíritu protestón. Riffs cortados y potentes, y ritmos rebotados, pero como digo, más cercanos a unos Pearl Jam a veces, que al Groove más moderno, eso sí, con un sonido más contundente, al que aportaban mucho también los tonos bajos de Jesús “Pitu”. De hecho, ellos mismos han citado, en redes y entrevistas, a ese tipo de bandas de los 90 como una de sus principales influencias. Tampoco se salvaron de la quema los politicuchos corruptos, a quienes dedicaron, con la merecida falta de decoro, un tema como El Odio Perlado. Aunque musicalmente me gusto menos, su vocalista David puso todas sus fuerzas en transmitirnos, con esos ademanes tan tajantes y enérgicos, la protesta y el cabreo intrínseco en sus letras. Mucho mejor a nivel de frontman que de cantante (posee buena voz, pero se salía de tono cada dos por tres), este exprimió cada centímetro del escenario, sin dejar de moverse y agitarse, y soltando toda esa furia contenida con golpes al aire. También se mostró cercano y directo con el público, a la hora de brindar por la música, por la escena, y por la asociación Metal Castellae.

Me encantó esa parte central en la letra de Otra morada, en formato de poema prosaico, recitada desde el corazón, antes de volver a líneas más agresivas. Incluso musicalmente tuvo algún pequeño retazo más técnico en guitarras y en la batería de Samu, desmadrado como él solo a lo largo de todo el concierto. La inquietud volvió a adueñarse, tanto de Álvaro, a quien parecía que se le quedaba pequeño el rincón del escenario, como de su vocalista, que desplazándose adelante y atrás, continuaba desahogando tensión con esos movimientos tan provocadores. Era el último tema, Las Mentes que Hoy Señalan, había que darlo todo, y a ello nos motivó también esa forma de zurrar los parches de Samu. Se despidieron efusivamente de un público diverso, tras un concierto intenso, rebosante de ganas y honestidad. Estábamos los que fuimos desde el desconocimiento, algunos por pura curiosidad, y otros fans del grupo, a quienes se les vio cantar cada uno de los temas. Pero entre todos, dimos un ambiente muy propicio y cálido para este ‘casi’ final de festival. Solo quedaban por terminar los industriales Killus, que ya andaban reventando el escenario principal a lo bestia.

Aunque sí estuve atento durante los primeros temas desde las filas más alejadas, finalmente preferí esperar a que terminase tomándomelo con calma desde uno de los muchos bancos del parque. Lo digo sinceramente, pero con todo el respeto, no soporto ese género, y menos a aquellas horas y tan saciado de conciertos. Sí vi que se estaban cargando el escenario a patadas (casi de forma literal), saltos, headbanging, y estaban armando un barullo de mil demonios, estoy convencido de que sus fans (y no fans, también) disfrutarían de lo lindo con ellos, porque suenan a banda internacional y de caché. Pero ya digo, un rollo industrial tan moderno… me supera con mucho, y quizá, de haber tocado a otras horas, les habría prestado más atención, pero no a aquellas. Aunque también es lógico que con la caña que metieron, les relegasen al final del horario.

Así pues, di por terminado en este punto el festival. Intentando mitigar el frío, mientras esperaba a mi colega, recopilé momentos y escenas que me habían dejado estos dos maravillosos días. Definitivamente, el festival había roto en pedazos incluso mis mejores expectativas, me lo pasé de auténtico vicio, conocí a muchísima gente, de Zaragoza, de El Bierzo, de Barcelona, de la misma Burgos, de Madrid, de Cáceres… y también a mucha peña guapa de otros medios de comunicación, más grandes y más pequeños, de esos que se lo curran a muerte contra viento y marea para mantener vivo el Rock y el Metal en nuestra prensa, oficial o no. Así que, un fuerte y cariñoso abrazo a la peña del canal de Youtube Metal the World, a Josune de El Mirador del Rock, al gran José Antonio de Senderos del Rock, a Sara de Heavy Mettle (¡por fin nos conocemos!) y, por descontado, a Rafa Basa y Estrella. Mi eterno respeto para la Asociación Metal Castellae, por llevar tanto peso a las espaldas para hacernos a todos felices. Desde luego, entre lo que me marcó este último Rock Imperium y las inmensas sensaciones que me ha dejado este pedazo de Zurbarán Rock 2023, si el resto de festivales que quedan siguen la misma línea, este va a ser un verano de los que me dejan huella para siempre.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Zurbaran Rock (Sábado 08-07-2023, Plaza San Agustin, Burgos)

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