Aprovechando las muchíiiisimas horas de vuelo que todavía me separaban de casa, he querido empezar a escribir, a más de 40.000 pies de altura, estas líneas que ahora leéis. Pese a estar triturado por el cansancio, desorientado por tanto cambio y madrugón, y con dificultad para mantenerme despierto, este me parece el mejor momento, antes de que pase más tiempo, para hacer un resumen de adelanto de todas las ideas, sensaciones y vivencias que ha dejado plasmadas en mí la increíble experiencia de este Monsters of Rock Cruise 2024. Mirándolo de esta forma, hace tan solo unas pocas horas que nos despedimos de nuestro camarote, de los conciertos, de tantos colegas y nuevas amistades, de la inmensidad del mar del Caribe… y aun así, todavía no estoy del todo seguro que esto haya sucedido de verdad, o sea producto del delirio provocado por el cansancio acumulado, que ahora empieza a vencerme por completo. Han sido seis días de fiesta casi ininterrumpida, de vivir nuestro propio sueño americano, con la música que nos apasiona y nos mantiene vivos, con muchas bandas que aquí en España solo podríamos soñar con ver en directo, y con el pequeño extra de ser ya nuestro segundo año navegando, esta vez, a bordo del Independence of the Seas, una enorme una ciudad flotante, que ha sido nuestro hogar durante cinco días y cinco noches, y que hemos exprimido hasta el límite, con momentos bastante extremos de cansancio, pero en general, con un nivel de disfrute como pocas veces he tenido en mi vida, con el Hard Rock por bandera, recorriendo los lujosos pasillos y salones del barco, prácticamente conviviendo con grandes artistas, gozando de insalubres atracones de deliciosos manjares y de un ambiente insuperable entre gente que, al igual que nosotros, acude allí a hacer de la música en directo una forma de vida.
Pero antes de embarcar y dejarse llevar por el éxtasis y la libertad que solo un lugar así puede ofrecer, hubo unos cuantos meses de preparativos, de papeleo, de cubrir posibles imprevistos para un viaje de 10 días, de mirar excursiones y añadidos al propio festival, buscar alojamiento… desde luego, no es algo que se pueda preparar en una semana. Afortunadamente, la era COVID quedó atrás, y nos ahorramos cosas como los dichosos test de los cojones (que tanto nos dieron por culo hace dos años), certificados, y un largo etc. Esta vez tan solo fueron necesarios los pasaportes, el ESTA, y algún que otro papelajo imprescindible para entrar en los Estados Unidos. Y sobre todo, los horarios bien guardados en el bolsillo que, por suerte, este año se desvelaron con más antelación.
El cartel, como siempre, fue un auténtico manjar para los paladares más exquisitos, y mayormente exclusivo, mirándolo desde el punto de vista de las bandas a las que podemos acceder por estos lares. Más de 40 grupos, muchos de ellos de Hard Rock americano, a los que iba a ver por primera vez. Este ha sido, muy por encima de todo, y con mucha diferencia, el principal aliciente para volver a realizar este mastodóntico viaje, con la seguridad casi total de que iba a merecer la pena. Confeccionar nuestro running order personalizado fue una de las cosas más divertidas y placenteras que pudimos hacer antes de partir. Puesto que cada banda ofrece dos actuaciones en días y escenarios distintos, contando también la fiesta de presentación, es un auténtico currazo evitar los solapamientos y conseguir ver, al menos, un concierto de cada banda favorita, que en mi caso, eran prácticamente todas jejeje. Joe Satriani, Firehouse, Winger, Quiet Riot, Treat, Heaven’s Edge, Extreme, Hardcore Superstar, Lizzy Borden, H.E.A.T., Slaughter, Dangerous Toys… algunos, nombres tan inalcanzables por aquí que, tan solo de verlos juntos en un mismo cartel, ya me hacían babear cual perro, y frotarme las manos por el fiestón que me iba a pegar.
Pero el festival tuvo otro gran aliciente: la gente con la que pude compartirlo. Poder vivir esta increíble odisea con mi chica (artífice de la planificación de prácticamente todo el viaje) y nuestra amiga Elena lo hizo todo incluso más frenético y divertido, y tampoco puedo continuar sin mencionar a Aitor Navarro (ex–Hitten) y su colega Inma, que también se apuntaron este año, dos auténticos maestros en este rollo con quienes compartir conciertos y hablar de música en general fue un honor de los que el dinero no alcanza a pagar. También fue también un placer conocer a peña, tanto de allí, como de aquí, como Diego Sixx, un auténtico crack, o Roberto, del magazine Sounds Like New y Dioses del Metal.
Estar allí, y lo digo sin eufemismos, es estar literalmente en el puto paraíso. Las únicas urgencias vienen marcadas por los propios horarios de cada cual, y si acaso, por las excursiones extra en las dos paradas que realiza el crucero, que en principio, iban a ser Jamaica y Nassau, aunque la primera fue sustituida, debido a la delicada situación del país, por Cozumel (México), que ya visitamos en 2022. Más allá de todo esto, la libertad es absoluta. Comer hasta reventar, a cualquier hora, descansar en tu propio camarote cuando sea necesario, usar baños impecables, visitar la distintas plantas con todo tipo de cafés, restaurantes y tiendas, fumar en las zonas designadas, acudir a los eventos extra (duelos de pianos, cursos de pintura, jams varias, exposiciones, experiencias con los artistas…), llevarte tu bebida por ahí y dejar el vaso donde te plazca (ya lo recogerá alguien), y sobre todo, muy importante, música, música sin parar allá donde vayas, Hard Rock y Heavy Metal en los pasillos, en los ascensores, en los sitios para comer, hasta en los wc y, por descontado, en cada uno de sus cuatro escenarios durante más de 12 horas al día. Cada cual tendrá su idea de lo que es el paraíso, pero para mí, sin duda es esto.
Este año, la experiencia fue muy, pero que muy distinta a la anterior de hace dos años, si bien tuvimos algún disgusto en cuanto a cancelaciones. Lo de TNT, por una excusa ridícula, dolió, y también lo de Vixen y Bang Tango, esta última, una de las bandas que más ganas tenía de ver. Pero francamente, comparado con la pesadilla que viví en 2022, cuando cada día, por sorpresa y sin previo aviso, amanecíamos con dos o tres grupos caídos del cartel por la puta cara, fue gloria bendita, y casi no me puedo quejar. La organización, para tratarse de un evento tan mastodóntico como este, me sigue pareciendo bastante regulera, con un buen susto nada más comenzar el festival a bordo (que me hizo presagiar lo peor…), muchos retrasos, unas colas de infarto para los conciertos y poca información respecto a ciertos cambios.
Faltan muchas cosas por pulir en cuanto a gestión, y lo peor de todo, es que parece que quejarse está mal visto por allí, a pesar de la fortuna que hay que invertir ¿?. Por suerte, como digo, todo salió infinitamente mejor que en 2022. El mejor escenario, con diferencia, continuó siendo el del Royal Theater, cómodo, y con un sonido de lujo, seguido del Studio B (el más parecido a una sala convencional) y, por último, el Pool Stage que, en ocasiones, pinchó en el sonido, y no tiene buena distribución. Respecto a este último punto, sin duda, hay una cifra que resume lo mejor de este festival: 3000 o 3500 personas. Esto significa que, salvo en momentos y bandas muy puntuales, nunca, jamás se siente uno agobiado. La masificación es prácticamente inexistente, y tras haber vivido algo así, me pregunto cómo puedo soportar las inmundas ratoneras que son los festivales convencionales de por aquí, con 10 o 15000 asistentes por día.
Innegablemente, es un festival con un carácter bastante elitista, y no me gusta sacar pecho por ello. No es algo que todo el mundo pueda costearse, y mucho menos un muerto de hambre como yo, por lo que tengo que expresar aquí mi eterno agradecimiento, amor y admiración a mi chica, gracias a quien pude cumplir, por segunda vez, este gran sueño que nunca me atreví ni siquiera a imaginar. Por otra parte, como todo en esta vida, es cuestión de prioridades. Con unos 3000 euros (lo digo para quien esté interesado) y evitando cualquier tipo de excesos, se puede cubrir perfectamente el viaje, el camarote, los transportes por ciudad y la estancia la noche de la pre-party en Miami. Eso sí, respecto al alcohol y comida de pago en el barco, los precios son de espanto. Lo suyo es ir directamente a los buffets libres y pasar a base de agua, café o limonada (gratuitas). Ah, y hincharse a birra o champán en el evento de bienvenida, jeje.
Por mi parte, el festival no podría haber sido más productivo y aprovechado. Me lo pasé de auténtica locura, y cumplí todos mis objetivos, tal vez, menos el de Armored Saint, que cancelaron su último bolo por causas de fuerza mayor. Nada menos que 42 conciertos vistos, de entre ellos, 10 a medias por tema de solapamientos y 32 completos, muchos de los cuales quedarán para siempre en mi recuerdo.
Me estoy muriendo de sueño, y mi castigado cerebro ya no da para más. Al final me he extendido más de lo que pensaba, y espero no haberme dejado nada importante en términos generales. Voy a intentar sobar todo el viaje, y contaros lo verdaderamente importante, las crónicas, ya desde casa, tras un obligatorio descanso.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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