martes, 12 de marzo de 2024

Let's get CRAZY!! (Monsters of Rock Cruise 2024, Pre-Party, viernes 01/03/2024, Magic City Casino, Miami)

Desde nuestra llegada a Miami, el día 27 de febrero, no paramos quietos un solo minuto, prácticamente solo para dormir. Durante la primera noche, nos dedicamos a comprar avituallamiento para el resto de días que íbamos a pasar allí, para no gastar una fortuna en restaurantes y demás (solamente con los precios de los supermercados de allí, uno sale ya bastante escaldado…). Todavía siguiendo el horario español, nos acostamos muy temprano, ya que a las 3 de la madrugada debíamos estar en pie para nuestra primera visita. Disfrutamos de las vistas durante un largo trayecto de 4 horas en autobús, más de 180 kilómetros, a través de esa maravilla de la ingeniería llamada Overseas Highway, que nos llevaría hasta Key West, donde pasamos todo el día, visitando lugares emblemáticos y dando un paseo en barco. Pero para mí, lo mejor de todo fue poder convertir otro sueño en realidad: visitar el Fort East Martello Museum y al fin poder ver, en persona, a Robert the Doll, cuya figura y leyenda me han fascinado casi hasta la obsesión durante muchos años. El día siguiente, entre otras cosas, dimos un buen paseo por Miami Beach, visitando la zona del art déco, el cementerio de Miami (precioso) por la tarde, y ya cayendo el sol, tuvimos la “genial” idea de visitar Little Haiti, de donde tuvimos que salir casi escopetados por el mal rollo que daba la zona. Al día siguiente, prometí no levantarme de la cama hasta mediodía para ahorrar todas las fuerzas posibles. La pre-party estaba tan solo a un tiro de piedra, y las ganas incontenibles iban a hacer de aquella noche algo irrepetible. Para celebrar el día, ir calentitos a la fiesta de presentación, y ahorrarnos allí los ridículos precios de los cubatas, nos trincamos en casa una botella de bourbon entre los tres. Pocas horas más tarde… comenzaba la locura.

El Magic City Casino, un año más, se alzaba ante nosotros, y el nivel de ilusión estaba en su máximo esplendor. La pre-party, la fiesta antes de la gran fiesta, el evento donde todos acuden ávidos del que será el primero de seis días de Rock duro a lo bestia, una noche perfecta para hacer las primeras amistades del crucero, y un cartel perfecto para darlo todo hasta la madrugada. A todo esto, cosas de la organización… no se llegaron a dar en ningún momento los horarios de las cinco bandas participantes, ni siquiera se desveló quién iba a ser el misterioso “Surprise Guest”… aunque echando cuentas, estaba prácticamente cantado que iban a ser los titanes suecos Hardcore Superstar, por el hecho de ser la única banda (además de las otras participantes en la pre-party) que tan solo actuaba una vez durante la travesía. Cabe decir que antes del primer concierto, haría su performance Dj Will pinchando temas de Rock y Metal, aunque esto ya era menos interesante para nosotros. Lo bueno, lo fuerte, lo más esperado, si todo seguía un orden lógico, era el concierto del gran Ted Poley. ¿Qué mejor forma de empezar la velada que con el que fue designado Capitán para este MORC 2024?

Ted Poley:

Tampoco esperaba ninguna bestialidad de concierto, simplemente con que tocasen un buen puñado de clásicos de Danger Danger, ya me iba a dar por satisfecho. Pero yendo con esta perspectiva, he de decir que me gustaron mucho más de lo que pensé. El bueno de Ted Poley, que actuaba en solitario junto a buenos amigos formando parte de la banda, salió hecho un toro al escenario, tremendamente excitado y dispuesto a no dejar títere con cabeza, a pesar de sus problemas actuales de salud. Nadie hubiese adivinado esto último, ya que la energía y buen rollo que este tío desprende, lucían intactos, impregnándolo todo. Algo que añadía un enorme plus de interés al show era la participación, como único guitarrista, del más que reputado Neil Zaza, levantando aún más las expectativas generales. Y para que viésemos que la cosa no iba de broma, arrancaron, como un tiro, con la cañera y guasona Horny S.O.B., precisamente una que me quedé con ganas de ver hace dos años, cuando el vocalista vino con Tokyo Motor Fist. Acompañándole en esta ocasión, y sacando músculo, el bajista Marc Dube, y a la batería, Paul del Boccio, aunque todavía tendríamos otra sorpresa, con la aparición en escena de la corista Theresa Rose. Mientras tanto, el propio Poley, experto en conquistar a su público, lo lograba sin esfuerzo durante la irreverente Monkey Business, haciendo continuos acercamientos hacia nosotros, un par de guiños, alguna de sus poses… y ya nos tenía comiendo de su mano. También debo recalcar que, pese a las circunstancias que he comentado, su voz se encuentra en un estado más que plausible, y ese toque dulzón, casi aniñado en su registro, sigue siendo su principal seña de personalidad. Visto lo visto, no iban a faltar los grandes éxitos de Danger Danger, como aquel hit llamado Bang Bang, con Theresa a los coros ya destacando, y Marc y Zaza mostrando señales de colegueo, o la ensoñadora Don’t Walk Away, con unos registros más AOR que dieron un punto extra de calidez a aquella tarde. Durante esta, con total naturalidad, Ted bajó y recorrió casi todo el escenario entre su gente, dando la mano, saludando, derrochando tanta simpatía como amabilidad, lo que nos llevó hasta un fin de lo más emotivo.

Tras esta parte inolvidable… el cantante nos presentó a su madre desde el escenario y como siempre, se mostró muy cercano y humano, y es esa sensación que me transmite la que hace que le adore. Sea como sea, uno de los grandes temazos de toda la velada estaba a punto de caer, esa electrizante Don’t Blame it on Love, que no veía en directo desde que vi a los propios Danger Danger (o lo que quedaba de ellos) en el 2008. De hecho, el setlist que tocaron entonces fue casi idéntico al que vimos aquel viernes. Nos desgañitamos con ella, y aunque es imposible que Ted la pueda cantar ya en la tonalidad original, la disfruté como loco, incluido el tremendo solo de Neil Zaza, que se había aprendido muy bien la lección, e incluso pudimos ver como añadía ciertas partes de cosecha propia. También los coros cobraron importancia, tanto de Neil, como de Marc, como de la soberbia Theresa Rose, en esta última y en Everybody Wants Some, arrancada por la contundente batería de Del Boccio, y con Ted soportando su guitarra por primera vez. Fue un tema muy dado a la participación, pero todavía se escuchó cantar más fuerte con el Purple Rain de Prince. Por supuesto, las luces moradas contribuyeron al ambiente, pero también el elevado volumen de los instrumentos, y Theresa, que se acercó junto a Mr. Poley a cantar. Otro hit como Naughty Naughty fue escogido para cerrar el concierto. Aquí todos los músicos fueron a por todas, Zaza muy apasionado, luciéndose en sus solos, y Marc dando también unos punteos bien guapos. Pero fue en el reprís final cuando Theresa Rose se quedó con nosotros, eclipsando a cualquier músico sobre el escenario, con esa voz celestial, en plan góspel, que nos dejó con la boca abierta y los pelos como escarpias. Con Ted Poley anunciando ya una próxima jubilación (aunque cueste creerlo, está ya en los 60), fue un gustazo escuchar, quizá por última vez, esos temas tan entrañables que tanto han significado para quienes fuimos acérrimos de Danger Danger.

Soto/Bieler:

Era el turno del combo Soto/Bieler, formado, obviamente, por Jeff Scott Soto (no necesita presentación) y Jason Bieler (Saigon Kick), pero aunque pensábamos asistir un rato, no llegamos a hacerlo. Los motivos eran varios. Primero, les vi hace dos años y para echarse unas risas está bien, cachondeo, birras, improvisaciones, versiones interesantes… mola para pasar un buen ratejo, pero no me apetecían demasiado en ese momento. La otra razón fue que tocaron en un rincón de las gradas, en lugar de hacerlo en el escenario principal, y dicho rincón estaba bastante superpoblado. Desde fuera escuchamos algunos temas, como el Wonderwall de Oasis (esa no me la esperaba), el Love is On the Way de Saigon Kick, y algún trozo, si mal no recuerdo, del Just Between us, de Talisman, mientras ambos vocalistas (Jason con la guitarra) se lo tomaban con calma, sentados en sus taburetes, todo en plan acústico, y sin parar de lanzarse amigables puyas. Decidimos también descansar unos minutillos, porque ahora sí que llegaba un crescendo que daba hasta miedo, con tres bandazas como Rhino Bucket, Hardcore Superstar (ya se daba por hecho) y los gigantescos Y&T.

Rhino Bucket:

Rhino Bucket parecen ser uno de los “eternos fijos” del Monsters of Rock Cruise, ya que han figurado en muchos de los carteles durante muchos años. Y no es de extrañar. Su directo es de alto octanaje, disparan a matar desde el minuto cero, y son de los que te ponen las pilas a presión incluso si ni siquiera les conoces. Ya me dio esa impresión cuando les vi, hace un par de años, y esta vez me parecieron incluso mejores. La banda salía a escena, ya entre gritos y ovaciones, para descargar un montón de temas clásicos de sus primeros álbumes, pasando de refilón por alguno de los posteriores, yendo a lo seguro para contentar a sus fans de toda la vida. Con ese sonido AC/DC tan inconfundible (quieran o no, siempre se les va a comparar con ellos) sonaba, de primeras, One Night Stand, a toda hostia, a un volumen bastante fuerte, y levantando mucho movimiento y headbanging al ritmo de sus cortantes riffs, y prosiguieron con la marchosa The Hardest Town. El año pasado, hubo un cambio muy relevante en la formación. El bajista y miembro fundador Reeve Downes abandonó el grupo, siendo reemplazado por el polifacético e inquieto Sean McNabb, que ha militado en infinidad de bandas de los 80, desde Quiet Riot a Rough Cutt, pasando por XYZ, Dokken o Great White. Lo cierto es que se mostró muy experimentado y con mucha actitud, siempre apoyando a su compañero Georg Dolivo (que ya es el único miembro original que queda) en cortes como Hey There, haciendo también unos buenos coros, o Who’s Got Mine, despatarrándose en medio del escenario.

Dolivo, aparte de lucir buena voz, con su particular y gritón timbre, se expresó con mucha simpatía con el público, y también estuvo muy inmerso en el concierto, tratando de hacer disfrutar lo máximo posible con su guitarra. Otro instrumento que daba gusto escuchar eran las baterías de Dave DuCey, desde las que ahora salía un gran chorro de humo. Aporreando sus parches con mucho ahínco, I Was Told y She’s a Screamer continuaron subiendo la temperatura, y el subidón que llevaba la peña es un claro indicio del porqué se les aprecia tanto aquí. Como digo, a mí me estaban gustando más incluso que la primera vez que les vi, en aquel mismo escenario. Lo único reprobable en cuanto a sonido fue que, en ocasiones, los bajos estaban demasiado fuertes y quitaban presencia a otros instrumentos, pero en términos de ritmo, fue un concierto compacto, con las paradas justas para que Georg agradeciera y bromeara con el personal. Los destacados solos de otro de los grandes valores que conforman la banda, el elegante y majestuoso Brian Forsythe, atraían miradas en sus momentos de máximo protagonismo, como aquel que tuvo en Hammer & Nail, extraída de su cuarto disco de estudio. Mirando de cerca la evolución de la banda, se nota que lo suyo no son los cambios de estilo, y eso, en cierto modo, es algo que les honra. Con la cañerísima y clásica a más no poder Ride the Rhino, Dave DuCey metía los últimos baquetazos del show, mientras esos riffs tan frenéticos nos insuflaban las últimas energías para disfrutar a tope del final. Un show bastante corto que se me pasó volando, y me quedé con ganas de más, incluso de escuchar algo del “The Last Real Rock N' Roll”, que me encantó en su momento.

Hardcore Superstar:

Y llegaba, al fin, el que para mí era el momento más esperado de la noche, incluso por encima del de Y&T (y mira que también les tenía unas ganas brutales): el bolo de los Hardcore Superstar que tanto me flipan. Hacía la friolera de 11 años que les vi por primera y única vez, pero… aaah sí, esta vez pensaba desquitarme como un animal frente a ellos. Ya no había duda de que eran ellos los invitados sorpresa de la noche. Antes incluso del concierto, era una verdad a gritos, precisamente por los del personal pidiendo su salida. Salieron más o menos puntuales, y lo hicieron como un puto huracán desbocado, con Sadistic Girl que atronó el Magic City Casino, la gente se vino arriba inmediatamente, se agolpaba entre las primeras filas (donde se encontraba un servidor), siguiendo con las miradas las primeras y galopantes carreras con las que Jocke Berg se fulminaba el escenario, imparable, demoledor, se cansaba uno solamente de verle, pero al mismo tiempo, era pura adrenalina en las venas. De que había unas ganas terroríficas de verles en directo por allí, no cabía ninguna duda. Los humos iban subiendo con Guestlist, y también el nivel de actitud de los músicos, incluso el más tranquilote Martin Sandvik al bajo metía headbanging y pisaba sus cuerdas como un poseso. También en el seno de la banda ha habido novedades muy recientes. Tras 25 años en esta, hace poco más de un mes su batería Adde nos decía adiós (o hasta más ver), algo que conmocionó bastante a sus fans. Eso sí, su sustituto, Johan Reivén, dio el 100% en los dos conciertos que le vi. Obviamente, se notaba la diferencia con Adde, pero estuvo realmente espectacular en temas como Electric Rider, súper contundente, o Have you been Around, dando cera por un tubo, un tema que, por cierto, no es nada habitual de escuchar fuera de Suecia. Esto nos lo contaba el mismo cantante, quien se mostró igual de entusiasmado que sus seguidores. Dirigirse a nosotros y conectar instantáneamente, fue todo uno, cantando y moviéndose con una actitud abrumadora, como la que demostró en Above the Law, paseando ese ‘middle finger’ por todo el escenario.

El guitarrista Vic Zino, visiblemente enaltecido también, se asomaba al público, sonriente, al tiempo que Jocke se retorcía una y otra vez en Hateful, primera en sonar de su célebre “Hardcore Superstar”. De hecho, pensaba que caerían muchos más de este, pero se los guardaron a buen recaudo para el segundo envite, ya a bordo del crucero. Al fin y al cabo, tampoco me esperaba nada del “Bad Sneakers and a Piña Colada” y ya llegó la sorpresa. Jocke no es solamente un magnífico vocalista y un gran frontman, también es un entertainer de cuidado, como demostró entre algunos de los temas. Nos subía la tensión antes de algunos como Moonshine y, sobre todo, ese pepinazo llamado Last Call for Alcohol que fue una putísima locura. Carreras, saltos, vueltas, hincando rodillas… os juro que sudé con ella hasta la última gota, berreando el estribillo y tratando de no caerme en medio de aquel subidón del público. Y ojo, que lo más brutal aún estaba por llegar. Ante unos ‘¡¡eh eh eh!!’ casi ensordecedores, caían los primeros riffs de la incendiaria Dreamin’ in a Casket, y aunque Jocke se las vio algo apuradas para cantar las notas altas, el griterío bajo el escenario era tal, que casi tapaba esas pequeñas imperfecciones. Los coros de Martin Sandvik y Vic Zino fueron importantes para You Can’t Kill my Rock’n’Roll, mientras, en medio y al frente, Jocke no dejaba de dar botes bien agarrado al pie del micro. Por supuesto, no podría haber faltado, como la gran culminación de aquel conciertazo, un himno como We Don’t Celebrate Sundays. Gamberrismo a tope sobre el escenario, y al mismo tiempo, muy buena onda entre Vic Zino y el vocalista, que no dejaban de acercarse y lanzarse miradas de complicidad, terminando el tema este último de pie sobre el bombo de Reivén, gritando ese “make some fuckin’ noooooise”, y delante del clamor popular, dando un salto tremendo que puso punto y final a la actuación, un actuación que, más que cualquier otra de aquella noche, se me hizo terriblemente corta. Ya me estaba frotando las manos pensando en el segundo día del crucero, cuando iban a repetir.

Y&T:

Para hacer los honores todavía más grandes y darle más glamour al asunto, fue el mismo Eddy Trunk quien saltó al escenario, minutos antes del concierto, para presentar a tan consagrada y mítica formación. No hay ni que plantearse el por qué Y&T fueron los cabeza de cartel de esta pre-party 2024. 50 años de carrera y desmesurada calidad les avalan, Dave Meniketti es una presencia fundamental en la historia del Heavy / Rock, y gracias a sus temas y a su trayectoria, son una de las bandas con más clase de este puto planeta. Puedo aceptar que a alguien le molen más o menos, pero esto último, es un hecho científico. Sea como sea, por la afluencia que tuvieron, se notaba que era la banda más deseada de la noche. Lo que íbamos a presenciar era un auténtico derroche de buen hacer y profesionalidad que no dejaría a nadie impasible. Es increíble cómo pasa el tiempo, pero de la única vez que les vi, en un Lorca Rock… ¡¡¡hace ya 21 años!!! Joder, qué vértigo… así que, como he dicho antes, os podéis imaginar las ganas que tenía. Y con la cantidad de discazos en su haber, estaba igualmente impaciente por conocer el setlist.

Black Tiger despejó un poco mis dudas. Tema tremendamente clásico y rápido para abrir fuego (aunque, valga la redundancia, Open Fire también habría sido crema), y además, con un sonido absolutamente exquisito, tal como merecían. Todo clavado, y si empezaba ya con estas vibraciones, continuaría todavía mejor. La figura de Dave Meniketti se acercaba a nosotros con su aplomo habitual, al tiempo que ejecutaba su solo, siempre mostrando esos gestos, siempre tirando de esa infinita y casi desgarradora pasión con la que toca cada nota… y a él se unió el otro guitarrista, John Nymann, formando ambos un equipo de fábula durante todo el show. Dos verdaderos hachas mano a mano que arrancaron también Rock & Roll's Gonna Save the World, con ese puntillo 70s que siempre me ha parecido escucharle. Entre el público, personalidades como Jeff Scott Soto o Reb Beach participaban también del disfrute de aquella explosión súbita de elegancia que seguiría conquistándonos sin remisión, y tras unas breves palabras de Meniketti, nos hacían viajar al pasado con el tema más añejo del setlist, ese Struck Down que, claramente, sonó más potente que en su versión original, gracias especialmente al enérgico sonido del bombo, golpeado por el carismático Mike Vanderhule. Las armonías de cuerdas, y la chulería de Aaron Leigh al bajo nos acompañaron hasta Don’t Stop Running, que tuvo una aceptación bárbara, o Don’t be Afraid of the Dark, para la cual Meniketti cambió de modelo de guitarra (¡y sonó de cojones!), y posteriormente, nos haría corear su melodía. Y Aaron, a su rollo, con esas maneras de milhombres por el escenario. A estas alturas, con tan solo un puñado de temas, nos tenían a sus pies, y los gritos de ¡¡Y&T!! que emergían de entre el público eran la mejor prueba. Cuando les dejamos por fin continuar, Long Way Down, con ese crescendo al final (y el solo de aúpa, de la mano de Meniketti) y sobre todo, Midnight in Tokyo fue de lo más triunfal del concierto, con borbotones de humo emergiendo desde el fondo del escenario.

Algunos temas eran convenientemente presentados. Otros entraban directamente al trote, como el relámpago Mean Streak, con Aaron Leigh liándola de lado a lado del escenario, y Meniketti flipándonos con todos y cada uno de sus solos, sin excepción. Y es que la pasión que este hombre le pone a cada nota es sencillamente de otro planeta, como se contonea, como cierra los ojos, como levanta el mástil de su guitarra… para mí, un auténtico genio, un portento de la música como pocos existen. Y si hablamos de su voz, otro tanto se podría decir. 70 palos le caen ya, y su voz sigue teniendo ese timbre inconfundible, casi inmaculado, que te arrastra y te sumerge inevitablemente en sus canciones. Todo lo dicho, junto con las armonías vocales entre el cantante y John Nymann, le viene al pelo para describir otro temazo como I’m Coming Home, y también Winds of Change, cuyos arpegios limpios y punteos (sobre todo, el primero) me pusieron la carne de gallina. Esta era otra de las que no me esperaba. No hubo “falsa despedida”, pero Dave ya nos avisaba de que iban a despegar los dos últimos temas de la noche, que también fueron de aúpa. Una de ellas, la refrescante Summertime Girls, dio también la ocasión a John Nymann de lucirse con los coros, además de con sus siempre apurados riffs. Y después de todo lo dicho, cuesta creerlo, pero para mí lo mejor llegó justo en el último tema, que no fue otro que Forever, incluyendo esos sentidos punteos del inicio (a cargo de Meniketti, que se carga a las espaldas la mayoría de ellos) que me llevaron directo al paraíso. En los últimos compases del tema, y ya para decir adiós, el frontman aprovechó para presentar a su banda. Un concierto soberbio, impoluto, incandescente en todos los aspectos. Vamos, lo que uno espera de una banda de la talla de Y&T…¡¡monstruosamente buenos!!

En verdad, y pese a la intensidad con la que disfruté, sobre todo, estos dos últimos conciertos, me encontraba bastante fresco, y me habría ‘zampado’ unos cuantos más, pero siendo sensatos, esto no había hecho más que empezar. A pesar de lo guapísimos que estuvieron los bolos que vi, esto solo iba a ser un pequeño entrante del menú de lujo y oropel que nos esperaba una vez a bordo. Incluso las bandas que volví a repetir de esta pre-party, me gustaron más allí. Como digo, ya compartimos parte de esta noche con nuestros colegas alicantinos Aitor e Inma, y al final, también el Uber que nos dejó a cada cual en su alojamiento. Por nuestra parte, tuvimos un merecido descanso, que nos dejaría 100% dispuestos para a enfrentar la descomunal aventura que nos esperaba los cinco próximos días. Hasta el momento, por cierto, no más cancelaciones ni disgustos. Y me acosté con los dedos cruzados para que esto siguiese así.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Monsters of Rock Cruise 2024 (pre-party, 01/03/2024)

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