jueves, 27 de junio de 2024

El Rock nos hace FUERTES (Rock Imperium 2024, jueves 20/06/24, Parque del Batel, Cartagena)

La noche del miércoles llegué a casa antes de la hora prevista (prescindiendo del concierto de In Extremo), pero con un nivel de cansancio peligrosamente mayor del previsto. El madrugón, los nervios, y el insomnio de esa misma mañana me jugaron una mala pasada, y fue algo que me pasó factura. Para colmo, el jueves, este segundo día de festival, tuvo un factor con el que yo no contaba. Justo al lado de la vivienda, se estaban llevando a cabo obras, por lo que, por mucho que quise estirar hasta el mediodía en la cama, a las 8 tenía ya los ojos como platos. En fin… descansé todo lo que pude y tras prepararme el ‘condumio’ de papeo para sobrevivir la jornada, emprendí la marcha hacia el Parque del Batel a paso lento, con muchísima ilusión, pero con dudas sobre en qué estado terminaría la noche. Sea como sea, a muerte siempre. Por desgracia, la cosa en cuanto al clima no pintaba bien. Las nubes que de forma continua (incluso regalándonos alguna gotita) habían cubierto el cielo de Cartagena durante el día anterior, habían desaparecido radicalmente, y caía un sol de justicia, de los que notas cómo te quema la piel incluso de buena mañana, y de hecho, estuve en el recinto ya desde primera hora. La cola esta vez fluía que daba gusto, solo un dato más de la grandísima organización que tuvo este Rock Imperium, si cabe, mejor que el anterior. La peña, antes de que comenzaran los conciertos, se apiñaba en el puesto de merchandising a ver qué pillaba. Yo, que ando siempre con la cartera llena de telarañas, no me lo pude permitir, y fui directo a la zona de prensa, a pillar un botellín de agua, y al escenario ‘Cartagena’, donde arrancaría todo de nuevo.

Celtian: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

A los madrileños Celtian, el festival de Cartagena no les cogió por sorpresa, puesto que ya tuvieron la ocasión de participar también en la edición del 2022, y la banda haría todo lo posible por aliviarnos del sofoco con su refrescante música y sus referencias a la fantasía y a la naturaleza. De entre las bandas que abrieron cada una de las jornadas, Celtian fue la que más público atrajo, y es que a base de discos y canciones de lo más adictivas, se han ganado el respeto y fidelidad de muchos, a pesar de su relativamente corta carrera (que ya cumple siete años, ojo). Con los redobles de un siempre implicado David Landeroin a la batería, empezaba destilando energía y buenas vibraciones un tema como La Profecía. Los soportes de Sergio y Raúl estaban cubiertos de hiedra, para enfatizar todavía más ese espíritu de naturaleza que la banda siempre ha llevado implícito en sus letras, y a través de sus micrófonos, se curraban unos buenos coros. También tuvieron mucha presencia desde el inicio Txus al violín y Diego, uno de los fundadores de la banda, al whistle. Más y más gente se iba acercando para disfrutar de la siguiente Sueños de Cristal, uno de sus singles más triunfales hasta el momento, y no es para menos. Con ese estribillo tan adictivo, unos músicos tan talentosos, y el vozarrón de Xana, que nos deslumbraba al mismo tiempo con su exuberante belleza desde el centro del escenario, nos tuvieron a todos cantando y levantando las manos desde el minuto uno.

Una batería potentísima, un violín del que se escuchaba hasta el crujir del arco en las cuerdas, unos bajos muy bien encajados… y todo ello, obra del técnico de sonido Borja Bueno, grandísimo profesional, gracias a cuyo trabajo todo sonó impecable. No exagero: tuvieron una de las mejores ecualizaciones de aquella jornada. Xana se iba desatando más y más con los tonos altos, llegando a la perfección y clavando las melodías, moviéndose como pez en el agua por el escenario. Su naturalidad y armonía nos llegaban de pleno en la más dura Maleficio de Sangre, en donde atronaron las bases rítmicas, y hubo hasta guturales, aunque endulzados por las líneas de flauta y violín. Al mismo tiempo, también nosotros nos íbamos dejando llevar cada vez más, saltando y cantando a pleno pulmón esos estribillos fáciles y contagiosos que uno no se puede sacar de la cabeza. Antes de continuar, Diego se dirigía a nosotros para recordarnos los inminentes conciertos de su gira. Otro de sus grandes singles, y mi tema favorito de la banda, tampoco podían faltar. Niamh sonó de fábula, cada instrumento, cada nota, y contó con el infinito encanto de los bailes que Xana se daba de un lado al otro del escenario, sin perder el compás ni por un segundo. Un 10, hasta en los tonos más extremadamente elevados, y por supuesto, con Txus y Diego clavando sus partes, que tanto peso tienen aquí.

No sé si es cosa mía, pero me dio la impresión de que en el arranque de Serena, los ritmos se les cruzaron durante unos instantes que, por otra parte, fueron efímeros, y todo continuó como la seda, tanto respecto al sonido como a la actitud y alegría desbordante que todos sus músicos nos transmitían. También, con una simple sonrisa, Xana nos sacaba las palmas en alto, que ambientaron prácticamente todos los temas. Para el final, nos tenían preparada una buena sorpresa, y es que en esta recta final les acompañaría nada menos que la imponente Rosalía Sairem, actual corista de Therion. Ambas voces aportaron todo lo que pudieron, bailes y gestos mutuos de compañerismo, diferentes timbres, registros operísticos, y claro, más movimiento del que ya había con seis músicos entusiasmados. Tierra de Hadas, tema que en disco cuenta con la participación de Patricia Tapia, fue ideal para cantarlo mano a mano entre Xana y Rosalía. El buen rollo ascendió hasta las nubes con ella, con unos sólidos coros por parte de sus compañeros, y un final muy duro a la batería de David, que golpeaba sin piedad. La pelirroja vocalista nos pedía que le ayudásemos a cantar el estribillo de El Hijo del Ayer, y vaya si lo hicimos, hasta quedarnos sin aire, aunque ni de lejos llegamos hasta esos tonos tan altísimos que Xana ejecutó con una facilidad pasmosa. Al igual que en el anterior tema, todos los músicos terminaron rodeando la batería, antes del estruendoso final. Fantástico concierto, muy corto, eso sí. Pero las ganas que me quedaron, me las reservo para la próxima ocasión en la que pueda verles.

Lonely Fire: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Salvo honrosas excepciones, como las de 91 Suite (a quienes, por cierto, este año eché en falta en el cartel), La Fase o GÜRU, por nombrar algunas, muy pocas bandas de AOR han conseguido hacerse un nombre verdaderamente reconocido en estas tierras, y como fan de este estilo, pienso que hacen falta muchas más bandas como estas. Es por ello que siempre es de agradecer el descubrir a cualquier formación que practique ese sonido tan elegante y pulido, y además, sangre joven y músicos de primera. Creo que muy pocos se esperaban un show de tantísima calidad como el que dieron los Lonely Fire aquel mediodía, y además, bajo la carpa que nos protegía del tórrido sol. Las melodías más latentes, las teclas más evocadoras y un considerable talento en cada uno de sus músicos, pusieron una de las grandes sorpresas, al menos para mí, de todo el festival. Ya me gustaron muchísimo sus lanzamientos de finales del año pasado, y su flamante nuevo disco recién estrenado, pero con su directo, han terminado de cautivarme hasta los huesos. Tras probar sonido tocándose parte del Separate Ways, de Journey, Don’t Break My Window fue la primera prueba fehaciente de que ellos pueden ser parte importante del futuro del AOR en este país. Pletóricos de ganas, con muchísimo movimiento, cruces entre ellos y algún salto por parte de su bajista, salieron al escenario empeñados en gustar y en dar el 100% de sí mismos, algo que no dejaron de demostrar con hechos.

Además, aprovecharon bien el corto espacio de tiempo del que disponían. En Call of the Wild destacó uno de los grandes valores añadidos de la banda, su guitarrista Carlota Ágatha, cuyos impetuosos movimientos, su forma de tocar, y sobre todo su voz, le dio un colorido magnífico a los temas, empastando perfectamente con los coros de sus compañeros. No hacía falta ser muy espabilado para darse cuenta de que ahí había calidad a borbotones. Frank Roses al micro también mostraba una imponente presencia y muchísima seguridad en sí mismo. Ya nos había dado unas cuantas muestras de su versátil rango vocal, y lo volvería a hacer una y otra vez en temas como la siguiente Casual Encounter, clavando cada nota con gran dedicación y actitud, y sin dejar de acercarse a cada uno de sus compañeros. Todo fluía a la perfección, todos ellos juntos y revueltos pero haciendo gala de una profesionalidad más que apreciable. Incluso Paul Keys, a las teclas (pieza absolutamente imprescindible en el sonido de la banda) daba saltos tras su instrumento, entusiasmado. Victory fue el último single que presentaron antes de la salida de “The Last Ride”, su primer álbum, y entró de maravilla, con esas deliciosas melodías de teclado siempre presentes y una batería a cargo de Emilio Rider que es pura elegancia, sutil cuando procede, y muy enérgico en los puntos clave de intensidad.

Recomiendo encarecidamente la escucha del disco para que se puedan descubrir temazos tan pulcros como Fighter / Lover, que tiene un aire inconfundible, tanto en ritmo, como en voz o teclas, a la época más ochentera de Whitesnake, pero con el toque soul magnífico que le dan los coros de Carlota y Antonio. Manteniendo el buen feeling entre ellos, dedicaron This Boy is Gonna be Wild a la mujer y a la criatura del mismo Antonio, guitarra solista, a quien se vio especialmente motivado en este tema. La rítmica batería, acompañada por los afilados riffs, nos puso de inmediato a bailar, y es que con ese rollazo que destila cada composición, es difícil no hacerlo. Además, disfrutaron de un sonido bastante bueno al que, por poner alguna mínima pega, le faltó un poco de claridad en la voz en ciertas partes del show. Viendo la recepción que tuvieron (no éramos una barbaridad, pero sí muy metidos en la actuación), nos dieron su más sincero agradecimiento, interpretando el primer single que vio la luz, Learn to Rock, que destiló grandes melodías de guitarra, buenos coros y tonos altísimos, y unas teclas impregnadas de la motivación que siempre mostró Paul tras ellas. Posiblemente, este es el concierto que más corto se me hizo de todo el festival, pero poco más de media hora no daba para mucho más. Lo importante es que dejaron claro que llegan pisando fuerte, y que el AOR tiene buena cantera con bandas como Lonely Fire.

Arwen: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Arwen es, para mí, sinónimo de buenos recuerdos, de cuando les descubrí con su primer LP, de aquellos tiempos de aluvión de bandas nacionales de Power Metal. Entre todas aquellas bandas de principios de década, no todas tuvieron la calidad deseable, y por supuesto, no todas sobrevivieron. Sin embargo, para mí estos madrileños siempre tuvieron un aura muy especial que les elevó muy por encima de otras bandas del montón, su personalidad, el tratamiento de sus melodías, sus letras, el hecho de cantar en inglés… y en este caso, hacía la friolera de 18 años que no tenía la oportunidad de verles en vivo (claro que hay que contar que hicieron un parón de casi 10 años). Me iba a desquitar a gusto, aunque la mayor parte de su setlist estuviese basado en el último trabajo que editaron, “The Soul's Sentence” y eso me eliminara el componente nostálgico. Sea como sea, la banda brilló a un gran nivel, y sin duda, eran los Arwen que yo recordaba, excelentes músicos, enérgicos, con una gran entrega y, para la ocasión, un sonido que empezó siendo bastante bueno pero terminó regular. Salieron al trapo, sin apenas introducción, con Hollow Days, esgrimiendo ya una gran actitud, con el guitarrista Álex luciendo melena con el pie apoyado en el monitor, y alternando el solo con su compañero de batalla Gonzalo Alfageme.

Guitarras que, por cierto, sonaron muy potentes en esos riffs aguerridos y 100% powermetaleros. Una verdadera muralla que nos seguía avasallando en Crying Blood, aunque en la parte más sutil, las melodías de David también eran una constante que nos hacía disfrutar a todos (y por supuesto, a él mismo). Un ambiente muy agradable y distendido por parte del público también, que les recibió con mucho calor. Y es que la amabilidad y la cercanía del gran José Garrido conquista a cualquiera, pero también su rango vocal por el que parece no haber pasado el tiempo. Se dirigía a nosotros con brevedad pero siempre con un mensaje estimulante. Entre las clásicas partes de Power Metal, aires ligeramente hardroqueros, y ese puntito progresivo a lo Angra que siempre les gustó darle a los temas, daban caña con Us or Them, en donde Garrido seguía en su imparable ascenso vocal y escénico, e incluso se acordaban de sus inicios, con un tema compuesto en el 96 que, si no recuerdo mal, fue Dreamland, culminada con una virtuosa parte de teclado y poderosos riffs. Magníficas también esas partes más elevadas en la voz de José, y también los acompañamientos corales por parte de sus compañeros, que también fueron siempre marca de la casa.

Nos contaban que, más que en la fantasía, sus letras recogen inspiración de vivencias personales, con lo que ahí tenemos otro de los grandes valores de la banda. Todavía quedaba mucha guerra, pero guardaban la artillería más destructiva para el final, y nos acaramelaban ahora con la preciosa Our Chance, con las guitarras de Álex y Gonzalo bajas en distorsión. La estrella aquí volvió a ser J. Garrido, cantando con un sentimiento descomunal, transmitiendo con sonrisas y la motivación por las nubes. Desconozco el motivo, o a lo mejor fue mi impresión, pero creo que el sonido a partir de aquí empezó a apelotonarse excesivamente, y los instrumentos y voces perdieron bastante definición. La favorita del vocalista se llama The Void, y supuso uno de los momentos más cañeros, incluida esa parte de de batería en la que Nacho, ya de por sí potente, casi le salta los tornillos. Sin bajar un ápice el ritmo, My Worst Self continuaba haciéndonos desmelenarnos a gusto, y para despedirse, con un volumen algo exagerado, algunos coros guturales por parte de los guitarras, y el mástil elevado de su bajista Daniel cada dos por tres, Torn From Home y sus aires orientales, nos dejó un sabor de boca excelente, con la banda sabiéndose triunfadora y diciendo adiós con una sonrisa de oreja a oreja.

Cirith Ungol:

Tras el exquisito concierto que nos dieron los murcianos Lonely Fire, y antes de ver a Arwen, me fui a la carrera hacia el escenario ‘Cartagena’, ya que allí tenía lugar uno de los conciertos más exclusivos de esta edición del Rock Imperium, nada menos que los Cirith Ungol, en su primerísima visita a España, después de 30 años de carrera activa… y casi con total seguridad, la última, ya que su intención es retirarse de los escenarios una vez terminado el 2024. Espero equivocarme con esto, pero sea como sea, me moví lo más rápido posible para pillar un buen cacho.

Mi intención era, aunque solo fuera un pedacito, ver al menos los primeros temas, aunque entre unas cosas y otras, colegas que se encuentra uno por el camino, despistes y tal… al final llegué bastante tarde. Fue el concierto que más me fastidió perderme de todo el festival, básicamente por el tema de los solapamientos, pero al menos pude catar uno poco sus mieles. El calor estaba también prácticamente en su punto álgido, lo cual me lo puso todo más difícil aún. Pero basta de quejas, y al turrón con lo poco que vi. El sonido, ya desde lejos, sonaba compacto, duro, y estable, pero me faltó algún punto de claridad en las voces. Sin embargo, los poderosos redobles y guitarras bien incendiarias sí me llegaban con claridad en el primer corte que pude ver, Atom Smasher, con un Tim Baker al que ya le noté mucho aguante vocal, unos tonos muy sólidos y una voz que ha resistido magníficamente el paso del tiempo, con todos esos años alejado de su puesto. Me llamó mucho la atención que tanto bajista como guitarrista empuñaran modelos Flying V, que además, sonaban de miedo. Cambiaban de tesituras rítmicas, de forma bastante brusca, pasando a los sonidos más densos y stoner de Black Machine, y su riff denso nos puso a todos a mover el cuello.

Obviamente, en directo no se plasmaron esas variaciones de sonido / producción entre un disco y otro, y todo sonó muy pesado y contundente, muy bien ecualizado en cualquier caso. Ante la consistente pegada del batería clásico Robert Garven, uno de sus fundadores, Tim Baker se las ingeniaba para ser cada vez más teatral en sus gestos, a veces decadentes, a veces muy tajantes. Una de las mejores atmósferas sonoras (al menos, de lo poco que vi) se formó en Looking Glass, de su último disco “Dark Parade”, que me encantó, pero no tanto como el “Forever Black”, que me pareció sencillamente soberbio, y del que desgraciadamente no pude ver nada (tampoco sé si caería algo de este). Sea como fuere, se les veía a todos muy metidos en el show, dándolo todo en su primera visita y con mucho empeño a la hora de tocar los temas. Guitarras gordas, un bajo distorsionado y con punch, y una voz, como digo, un pelín falta de definición para mi gusto, pero muy en forma en cuanto a tonos. Por cierto, el bajista Jarvis Leatherby volvería a pisar más tarde el escenario pequeño con sus Night Demon. No estoy completamente seguro de si fue Master of the Pit la que sonaba ya cuando volvía al escenario pequeño para ver a Arwen, pero eso sí, aproveché para echarme unos headbanging por el camino.

Kadavar:

No tanto como a los Cirith Ungol, pero otra banda que también me jodió bastante perderme fueron los Kadavar. Desde su formación hace ya casi 15 años, no han dejado de arrastrar consigo a toda una legión de fans que cada vez ha ido creciendo más y más, y una serie de trabajos que les han consolidado como a uno de los abanderados del Stoner Rock actual. Otra muestra ejemplar de la variedad reinante en el cartel de esta edición del Rock Imperium, y eso es algo que nunca dejaré de aplaudir, frente a otros festivales cada vez más encasillados y aburridos en cuanto a géneros y bandas. Llegué para el tramo final, pero menos da una piedra. Y además, lo hice justito para ver el inicio, con esos ligerísimos ramalazos progresivos añejos, de Die Baby Die, que pronto se transformó en caña pura y dura.

Muy bien llevados esos cambios rítmicos a cargo de Christoph Bartelt, bien empastados con los bajos de Simon Bouteloup, aunque noté que a estos últimos les faltaba un pelín de presencia en la mezcla, sobresaliendo más las guitarras, y eso es un punto en contra, dada la importancia de las cuatro cuerdas en su sonido. Lindemann cantaba y rasgaba con entrega, y también se iba despidiendo ya del personal, pero afortunadamente, todavía quedaban un par de cortes que pude paladear. Uno de ellos, All our Thoughts, fue de los más coreados de este último tramo. Sus movimientos eran acordes al tipo de estilo que practican, con especial actividad por parte de su cantante y guitarrista, y me fijé en detalles como esa mirada quieta, penetrante y lúgubre de su bajista en el último tema, Creatures of the Demon, También me fliparon, en esta, la energía con la que el batería Bartelt aplastaba sus baquetas contra los parches, esa guitarra bien preñada de wahwah, y sobre todo, su final ultra desacelerado y de atmósferas asfixiantes, como debe ser, muy bien plasmado y controlado hasta la última nota.

Richie Kotzen: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Para el que subscribe, el mítico guitarrista, que aportó su inmenso talento a bandas como Poison o Mr. Big, y sigue haciéndolo con los grandiosos The Winery Dogs (que tuvimos en este mismo festival el pasado año), y en su carrera en solitario, era uno de los grandes caramelos de este cartel del Rock Imperium 2024. A parte de con los ya mencionados The Winery Dogs, le he visto en directo en dos ediciones del MORC, y no ha conseguido sino mi respeto y admiración más incondicional. Un Rock muy particular, muy de su propia impronta, que venía a desgranar a Cartagena por primera vez, tirando únicamente de temas de su carrera individual, más una versión que caería al final. Un concierto que puede que no fuese plato de buen gusto para todos los asistentes, sobre todo para aquellos que gustan de más caña, pero que en cuanto a clase y calidad, fue prácticamente insuperable. Todavía algo estático y tratando de calentar su voz poco a poco, con Losing my Mind toco registros más asequibles. Ayudándole en las labores vocales, tenía a sus dos compañeros, Dylan Wilson al bajo, y para la ocasión, un batería no era ni Mike Bernett, ni Daniel A. Potruch, sino Kyle Hughes, de la Graham Bonnet Band. Sea como sea, este hombre no busca a cualquiera para que le acompañe en sus conciertos, y la más rimbombante calidad está garantizada de antemano, tal como fue en este Rock Imperium. El mismo batería abría con sus baquetas para War Paint.

Mucho feeling, Richie y Dylan que se van soltando por el escenario y encarándose con pasión, la distorsión en el punto justo, y si acaso, una ligera falta de volumen en el sonido, pero todo más que correcto. Ahora ya al 100%, Kotzen clavaba cualquier virguería vocal que se le pusiera por delante. Tal que así fue en Fooled Again, en esos precisos e inconfundibles registros soul que salen de sus cuerdas vocales, y que acompañaba con el efecto wah de su guitarra, aunque no es el típico guitarrista que se pasa el concierto pendiente de su pedalera. Siempre que puede, se aleja del micro para disfrutar junto a sus compañeros, como sucedió, por ejemplo, en Bad Situation, contagiándonos con el elegante y buen ambiente que surgía del escenario. Tampoco es un músico excesivamente comunicativo. De vez en cuando presentaba algún tema, pero sobre todo, se centraba en ellos como si el mundo exterior desapareciese. Su mirada casi perdida, los gestos en su rostro, los matices que da a su voz… es un sentimiento que te va cautivando incluso si nunca has escuchado nada de su carrera. Las líneas más pesadas de bajo, y los múltiples cambios rítmicos fueron la tónica en Fear, destacando también la forma de golpear las cuerdas del propio Richie, a lo que también hay que añadir su muy particular forma de rasgarlas, sin usar púa en ningún momento, pero tocando como Dios, sin perder una sola nota, y con una sutileza y clase descomunales, empleando técnicas de shred y tapping a partes casi iguales en sus fastuosos solos.

El guitarrista dedicaba unos segundos a afinar su instrumento del que surgió a continuación Love is Blind, y un solo especialmente eléctrico. El repaso de registros vocales nos dejó a todos atónitos, especialmente en el tramo final, que reventó de feeling. A resaltar también la perfecta medición en los tempos de temas como Remember, etérea y suave como la seda en algunos tramos, con guitarras casi chirriantes en otros, y con tonos vocales muy altos y cálidos. Una de mis favoritas es también una de las más difíciles de cantar para el músico, aunque lo que prosiguió con Help me… fue algo más que una increíble interpretación vocal. También Dylan Wilson voló muy alto con sus cuerdas, con partes en las que se quedó solo, demostrando su inmenso virtuosismo (slaps rapidísimos incluidos) y su solvente voz. A nivel instrumental, el corte fue lo más impresionante del concierto, y además, uno de los temas más cantados. La versión inicialmente comentada fue la del Shapes of Things, de The Yardbirds, llevada por supuesto a su terreno más soul y aterciopelado, y con un buen puñado de tecnicismos extra, como los constantes cambios rítmicos y cortes de su batería Kyle Hughes. Con Richie ya haciendo hablar y llorar a su guitarra, y algún que otro arranque de doble pedal, emocionando a todos los presentes, Richie nos dijo adiós… aunque mejor desearía que fuese un ‘hasta pronto’.

TNT: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

En lo personal, le debo muchísimos agradecimientos al Rock Imperium por la gran cantidad de bandas no convencionales que siempre ha incluido en sus carteles, pero pocos tan sentidos como el que merecen por traer de vuelta a los noruegos TNT. Y es que desde aquel Lorca Rock del 2004, hace 20 años redondos, cuando me convertí en fan acérrimo de forma instantánea, no había podido volver a verles. Así que no hace falta decir mucho para que imaginéis las inconmensurables ganas con las que aguardaba este concierto en concreto. Por suerte para quienes queremos acercarnos a primeras filas, y por desgracia para el tema del apoyo y demás, las bandas de Hard Rock suelen las menos concurridas en este festival. En fin, supongo que es cuestión de gustos… La cosa es que me situé entre las primeras filas, con los nervios a flor de piel. Por la introducción en pantalla, y la ostentosa presentación, con el In the Hall of the Mountain King sonando bien alto, se podía adivinar un concierto con buenos medios. Sin embargo, el inicio me resultó, si bien no decepcionante, sí un poco desalentador. A pesar de que el tema escogido fue un auténtico subidón de adrenalina e impagables recuerdos (el mismito Invisible Noise con el que abrieron aquel Lorca Rock 2004), el sonido era muy, pero que muy flojo, y bastante mediocre en temas de ecualización, con algunas pistas muy por encima de otras que ensombrecieron el inicio. Para colmo, Tony Harnell no pasaba por su mejor momento, con una voz débil, inestable y desafinada que parecía no querer salir del todo.

No lo voy a negar: mi efusividad inicial se fue diluyendo y transformando en tristeza y cabreo, parcialmente compensado por la elección del siguiente tema, también del “My Religion”, esa She Needs Me que contó con coros (casi inaudibles) del bajista Sid Ringsby y un gran solo de su ilustrísimo Ronni Le Tekrø, como siempre, abriendo la boca de par en par mientras nos ametralla con sus cuerdas. También tengo alguna duda razonable sobre si hubo alguna voz pregrabada, a pesar de la presencia de dos mujeres coristas que se encargarían de apoyar a Harnell en su labor. Por si os lo preguntáis, no, tampoco se escuchaban apenas. Todo apuntaba al desastre, y sin embargo, todo fue hacia arriba a partir de ese momento. Tras un sobrio saludo de Harnell a su público, este fue soltándose más y más por el escenario, y también su voz comenzó a mejorar ostensiblemente, algo que ya se pudo percibir en Desperate Night, con líneas más sólidas y varios buenos agudos. Aunque algo continuaba petardeando en el sonido, y el teclado carecía de la fuerza exigible, la definición iba aumentando poco a poco, y ya se escuchaban crujir mejor las guitarras de Le Tekrø. Por cierto, me llamó la atención que la segunda parte del solo la hiciera sin púa. Del setlist si que no tengo absolutamente nada malo que decir, todo lo contrario. Un surtido de sus mejores temas y éxitos, que sonaron a cada cual más fresco y eléctrico, gracias a la paulatina mejora del sonido.

Como ejemplo, Tonight I’m Falling, una pasada verla en directo, donde ya se escucharon bien las teclas de Roger Gilton, que ya lleva unos añitos con ellos, o My Religion. Acalorado, Harnell se despojaba de su chupa para proceder, ahora sí, a darlo todo. Su voz sonaba más intensa y confiada, salvando obviamente las limitaciones que conllevan el peso de los años. Ambas coristas bailaban sin parar, alimentando la parte escénica, y sus voces tuvieron bastante peso durante Downhill Racer, que también nos trajo unos espectaculares vídeos de Harleys en pantalla. Ese solo 100% Ronni Le Tekrø (que junto al batería Diesel Dahl es estrictamente el único miembro original que hay en la banda) dio paso a uno de los momentos más bonitos y sentidos del concierto, un momento en forma de canción llamada Northern Lights, dedicada al cielo noruego, y que me puso los pelos de punta. Diesel empleó baquetas gruesas en su inicio, al tiempo que Ronnie tiró en sus partes de guitarra de cilindro metálico. Por cierto, el bajista pareció, en un momento determinado, mosqueado con el técnico por algún motivo. Pero atención, porque aquí dio comienzo el mejor tramo del concierto, al menos para mí, y desde luego, el que más hizo cantar y moverse al público, ya bastante más animado. La entrada, con el ritmo cruzado fue magnífica, la voz estuvo ya a un gran nivel, y hasta Sid destacó en sus cuerdas con Forever Shine On.

Escuchar a todo el mundo cantarla a viva voz fue una sensación increíble, y no fue algo puntual, ya que tras un cambio de guitarra, Intuition subió las revoluciones todavía más, teniéndonos a todos coreando varias veces el estribillo a capela, con una intensidad creciente en las guitarras y unos teclados en primera línea que me emocionaron. Claramente, dada la respuesta, una de las más deseadas fue 10,000 Lovers (in One), iniciada de forma distinta, a base de acústica y susurros, para estallar en el temazo descarado y potente que es. Pero no todo iba a ser sota, caballo y rey, así que cuando cayó Break the Ice… definitivamente se ganaron mi corazón… ¡¡vaya temazo!! ¡y cómo sonó de bien! Vale, continuaba faltando mucho volumen, pero al menos, ahora cada cosa estaba en su sitio, y Harnell estaba en su momento cumbre. Como buen especialista en shredding, Le Tekrø se marcó una sesión que nos quitó el hipo. Y sin cambiar de disco, pero con guitarras más heavys aún, Knights of the Thunder, junto a las coristas y al propio cantante, nos incitó a corear a tope, dando el subidón final antes de la buenrollera Seven Seas. Los barcos vikingos navegaban en la pantalla, y Ronnie se hacía el amo del escenario, con la boca bien abierta y el fuego saliendo de su guitarra en forma de solo. Repetimos varias veces el estribillo, y la alegría general se podía percibir en el ambiente. Fue, en conjunto, un concierto con algunos altibajos, pero que afortunadamente, mejoró a cada paso, y creo que el regusto que dejó al final fue bastante dulce.

Glenn Hughes:

Tuve el privilegio de poder ver al mítico cantante Glenn Hughes hace cuatro meses aproximadamente en el Monsters of Rock Cruise 2024. Fue la primera vez para mí, y cada vez que me acuerdo de ese concierto, se me vuelve a calentar la sangre. Todavía no me explico cómo Glenn puede cantar de esa forma, con esa voz que parece congelada en el tiempo, ese feeling descomunal, esa capacidad de improvisación y de clavar todas y cada una de las notas que salen de sus cuerdas vocales. Algo verdaderamente asombroso, casi inexplicable a través de la lógica, cuando algunos de aquellos míticos cantantes de su generación ya no le llegan ni a la sombra de la suena de sus zapatos. Mi objetivo para esas horas era el guitarrista y compositor australiano Plini, ya que a Glenn, como digo, le vi hace relativamente poco, pero decidí apurar todo lo que pude el inicio de su concierto antes de moverme al escenario cubierto. Aconsejé a todo el mundo que no se lo perdiera por nada del mundo, y me alegré al ver que contaba con una asistencia bastante poblada. La introducción fue, básicamente, un mix con trocitos de temas de cuantos sonarían aquella noche. Ya en el escenario, y abriendo con todo un estruendo de baterías, guitarra, teclados y bajo, fueron a por el primer corte, Stormbringer.

El bueno de Glenn Hughes no necesitó ni calentar, y tan solo ayudado por un efecto eco, empezó a darlo todo con unos despampanantes gritos en los que ya se podía apreciar la buena salud y solidez de su timbre. Además, se le veía ya con muchas ganas, elevando el mástil de su bajo, como diciendo: ¡por fin estoy aquí! Afortunadamente, llegué a ver uno de mis grandes temas favoritos, ya no solo del setlist, sino de toda la carrera de los Deep Purple. Su directo estuvo extraído de los álbumes en los que él cantó, y Might Just Take Your Life me llegó hasta el tuétano. He de decir que el sonido no fue tan prístino y perfecto como aquel que tuvo sobre las aguas de Miami, le faltaba bastante cuerpo a la voz… pero obviando esto, su interpretación fue completamente deslumbrante, a la que se unieron, por supuesto, las fundamentales teclas de Bob Fridzema, marcándose un solo de categoría, y la arrolladora batería de Ash Sheehan, un verdadero monstruo a las baquetas. Glenn volvía a vacilar, elevando su bajo, y daba el carpetazo al tema. Hasta entonces todo fluyó rápido, aunque imagino que a partir de aquel momento iría alargando más los temas, metiendo partes instrumentales, y fardando de los impresionantes músicos que tiene a su alrededor. Con Sail Away, aunque me costó, tuve que irme, y pude disfrutar de su cadencia y enorme sentimiento por el camino. Un placer, por cierto, compartir aquel pequeño fragmento de show con el gran Alan.

Plini: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Diría que junto al concierto de Einar Solberg, que se celebraría al día siguiente, el del artista independiente australiano Plini Roessler-Holgate, fue lo más indescriptible, chocante y rompedor que pude ver en todo el festival. Su música es, ni más ni menos, que una maravilla cósmica que te transporta a otros mundos si eres capaz de poner todos tus sentidos en ella, cerrar los ojos, y abrir bien los oídos. Aunque, pensándolo bien… hacerlo implicaría perderse la descomunal técnica y precisión a la hora de ejecutar dichos temas. Y creedme, lo de este hombre, y en general, la formación que llevó en el Rock Imperium… fue algo digno de contemplarse en toda su grandeza. Lo suyo es Rock, es progresivo, tiene algún puntito de jazz… pero ante todo, es matemática pura. Es uno de los recitales más pulidos y precisos que he visto nunca, y será muy difícil de olvidar. Ante la introducción del primer tema, The Red Fox, aparecían los integrantes de la formación dispuestos a darnos una lección magistral de virtuosismo exacerbado. Poco a poco, nos fueron introduciendo en su mundo onírico, ayudados por las suaves luces, y poco a poco también se iban encabritando a nivel técnico. Entre las partes más sutiles de I'll Tell You Someday, y aquellas más duras, todo un mar de melodías oscilantes en intensidad, arropadas por una batería que sonaba sólida, cortante, cercana al Djent, y un dominio asombroso del propio Plini con su instrumento. Tiraron de algunas partes disparadas, bases de acompañamiento, o algún sonido, como el mosquito que sonó antes del tercer tema, titulado extrañamente como Papelillo (¿?). Concretamente aquí, la batería adquirió un cariz muy grueso, golpeándonos como si de un trueno se tratase. Los cambios de ritmo drásticos fueron la nota dominante, y no solo en este tema, con todo el equipo coordinándose con una perfección que casi asustaba.

En ocasiones, el guitarrista que acompañaba a Plini se detenía en algunas partes, dejando al artista principal todo el peso de sus cuerdas, acompañado por un bajista que también pulsaba las cinco cuerdas de su instrumento con una fluidez pasmosa. Plini tiró de una verdadera colección de guitarras durante el concierto, cambiando de modelo cada dos por tres, y sorprendía (o me lo pareció a mí) el reducido tamaño de estas. Ember nos acercaba en su inicio unos ligeros toques étnicos, sobre todo en el sonido de las guitarras, que para seguir la costumbre, nos regalaron punteos kilométricos. Plini nos miraba como si no pasara nada, confiado, relajado, pero sus dedos alcanzaban una velocidad de vértigo. Aquí hubo más bases disparadas que formaron parte del tema, de sus bajones opiáceos y subidas anfetamínicas, todo ello arropado por una batería complejísima. Destacaron, en Impulse Voices, esas notas tan agudas de bajo, que le daban un toque distinto al sonido, ejecutando también unos dibujos de lo más laberíntico, al compás de unos contrastes que le dejaban a uno descolocado. En cuanto a presentación escénica, la verdad es que tampoco ofrecieron mucho. Salvo unas luces muy cuidadas y variedad de modelos de instrumentos, no hubo demasiado movimiento ni comunicación. Sencillamente dejaron que la música creara profundas imágenes en cada uno de los espectadores, que hablase por ellos. Plini y su guitarrista, cada vez más, se iban acercando, como desafiándose con la mirada (y es que este último también se marcó unos solos de aúpa). Las partes más etéreas rompían en verdaderas tormentas de notas cruzadas y estructuras imposibles, como sucedía en temas como Still Life o Handmade Cities. Por su parte, el batería le sacaba un partido fantástico a los platos, y a todos los componentes de su instrumento en general, dando con mucho énfasis, y también con mucha pasión, incluso reclamando protagonismo con algún pequeño solo.

El ritmo increíblemente técnico en el inicio de Sunhead, o las celestiales y sutiles melodías de The Glass Bead Game son ejemplos válidos de esos contrastes diametralmente opuestos que tanto me gustaron. Partes de batería que se apagaba, y de repente, estallaban en momentos de auténtica locura, luces parpadeantes, o ritmos que te hacían retorcer el pescuezo de lo lindo. Totalmente impredecible. Muchos no cabíamos en nuestro asombro. Continuaron flipándonos con la más moderna (si cabe) Cascade, o Paper Moon, en la que vimos a Plini cruzar mástiles con su compañero, cada uno a la suya, pero al mismo tiempo, tremendamente compenetrados, hasta que este último se adelantó para tocar su solo. Poca comunicación con el público, como digo, pero eso sí, con bastante humor por parte del australiano, que nos hacía levantar los cuernos con mucha sorna, y amenazaba con despedir a su guitarrista si fallaba una sola nota. Nosotros, por nuestra parte, andábamos cada vez más alucinados y metidos en el concierto. Las palmas eran fijas a cada tema, también las merecidas ovaciones. Para el final, el escenario se llenaba de humo, recibiendo así a los últimos temas, que fueron Pan, con una batería que sonó realmente aplastante, y Electric Sunrise, en donde ambos guitarristas alcanzaron el pico máximo de coordinación en un solo fulgurante a dos bandas, cara a cara. Plini se despedía sobre la marcha, agradeciendo la asistencia y la atención que le brindamos. Como dije al principio… una experiencia casi religiosa para amantes de sonidos técnicos y enrevesados. En este sentido, lo mejor del festival, para mí, sin duda.

Avantasia: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Literalmente, a la carrera, salí del escenario pequeño para intentar llegar a ver el inicio de Avantasia. Y aunque no lo logré, al menos conseguí ver el final del primer tema. La cosa es que ambos artistas se solaparon durante unos pocos minutos, y no caí en la cuenta, así que para los fans de los de Sammet y compañía (entre los que me incluyo sin duda), pido disculpas. Avantasia sigue siendo en sí mismo un espectáculo tremendo, una oda a la grandilocuencia que, por muchos años que pasen, y por muchas veces que hayan venido a nuestro país, seguirá mereciendo la pena presenciar. Justo en los últimos acordes de Spectres me situaba en una posición relativamente buena (dado lo abarrotado que estaba el recinto) para disfrutar, ahora sí, con los cinco sentidos, y además, con uno de mis temas favoritos, uno de los mejores temas de Power Metal rápido que se han compuesto nunca llamado Reach out for the Light. Como todos sabemos, sus shows son un continuo desfile de artistas y músicos de primer nivel, y en esta ocasión, fue la espectacular Adrienne Cowan la que le echó una mano a Tobias con el tema, quedando fantástica esa combinación de voces. Por su parte, parece que Tobias tenía una de sus mejores noches, algo que definitivamente confirmó en los siguientes temas. Junto a Bob Catley (qué presencia, y qué carisma, ¡por Dio!), y bajo la presencia del teclado a cargo de Miro Rodenberg, se marcaron la ensoñadora The Story Ain’t Over.

Bob y Chiara Tricarico, la otra gran corista, se marcaron un último dueto antes de otro de los temas que más brillo en el setlist, The Scarecrow y sus más de 10 minutos, ya que la tocaron íntegra, incluyendo esa parte más atmosférica pero llena de solos y virguerías. Los fogonazos, los cánticos y apoyos desde el público, la espectacularidad del montaje y de sus músicos, le pusieron el broche. Un 10 también para Herbie Langhans, que bordó de una forma impecable las partes originales de Jorn Lande (poca broma). Toby bromeaba con el público continuamente, casi entre cada tema, y anunciaba seguidamente Promised Land, que arrancó con una caña frenética desde la batería del siempre implacable Felix Bohnke. Tobias se cargó el tema entero a las espaldas, y ya digo, es una de las veces en las que le he visto en mejor forma vocal. Todo un highlight ese solazo compartido entre Sascha y Arne Wiegand, quien ocupó el puesto de Oliver Hartmann a finales del año pasado. Un inicio de concierto de lo más intenso, no cabe duda, y ya iba siendo hora de presentar también temas de su última etapa, como lo fue Alchemy, del “Moonglow”. Los focos se centraban en el teclista, que iniciaba con un sonido realmente bueno y claro, y en ese momento, hacía acto de presencia el bueno de Ralf Scheepers con su portentosa voz, dando unos agudos de mucho cuidado. Continuando con el “Moonglow”, Invincible y The Book of Shallow atronaban ahora el escenario, con Ralf en una de sus mejores actuaciones, y Adrienne Cowan tirando de un rollo muy teatral en los respectivos temas.

Por lo visto, aquella noche había partido de fútbol, así que Sammet pidió un aplauso para quienes estuvimos allí dando el callo en lugar de frente al televisor. Una de las grandes sorpresas de la noche llegó con la salida a escena de Tommy Karevik (Kamelot), por lo visto, nuevo fichaje para los directos. Con el teclado marcando el inicio, Dying for an Angel sonó potente y hechizadora a partes iguales, y Tommy se lució en sus partes, al igual que Sascha en su solo. Seguidamente, volvía Adrienne Cowan junto a Toby para entonarse juntos Kill the Pain Away, mientras aparecían divertidos dibujos en pantalla, y ante mil palmas de ovación, y más columnas de fuego saliendo del escenario, aterrizaba otro de los temas más largos de la noche, la bestial Let the Storm Descent Upon You, del “Ghostlights”, que dio muchísimo juego en todos sus 12 minutos. En ella, a parte de los teclados, los principales protagonistas fueron el propio Sammet, Tommy Karevik y Herbie Langhans. Sascha, muy emocionado en sus gestos y en sus expresiones, no dejaba de dar caña junto a su compañero al bajo… que por cierto, se trataba ni más ni menos que de Dirk Schlächter, de Gamma Ray. Un pequeño solo de guitarra enlazó con uno de esos temas ‘distintos’ como es la más gótica Draconian Love. Y ante esos registros extremadamente graves de Herbie, yo me quito el sombrero. ¡Qué pasada de voz! El concierto ya rondaba la hora y media, y todavía quedaba una recta final de infarto, llena de grandísimos clásicos, que disfrutamos a cada cual más que el anterior.

Avantasia, con Catley y Langhans puso a todo, absolutamente todo el recinto a dar saltos, y Farewell (ojalá no la quiten nunca del repertorio) fue pura emoción, especialmente en la parte cantada por Chiara Tricarico, con cientos manos ondeando en el aire. Toby nos recordaba que allí mismo fue donde dieron su primer concierto post-covid hace dos años, y con esa energía positiva que consiguió levantar, recibimos con gran jolgorio las siguientes Shelter from the Rain y Mystery of a Blood Red Rose, con colaboraciones estelares de Ralf Scheepers y Bob Catley, haciéndolo fenomenal cada uno en sus correspondientes registros. También se salió Tobias cantando en Lost in Space, muy teatral en todo momento, que nos llevó ya de la mano hasta los bises. Nadie se movió un ápice, pues nadie quería perderse ese grandísimo final. Lucifer fue la calma antes de la tormenta, con un piano muy bonito y emotivo a cargo del fenómeno Miro Rodenberg, y de repente, estallaba ya Sign of The Cross, que no necesitó presentación alguna. Las palmas y las voces desde el respetable fueron inmediatas, y muy intensas, contando el tema con la celestial voz de Chiara Tricarico… y de aquella guisa, se subía absolutamente todo el equipo para cantar, sin parar de saltar, el estribillo de The Seven Angels. El escenario se convirtió en un fiestón sin precedentes, y el confeti, los fuegos, el humo y los coros… dejaron un ambiente impresionante, saliendo todos los artistas por la puerta grande y con honores.

Kamelot: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

El cansancio y el peso de tantos conciertos hacían mella de forma bastante seria ya en muchos de nosotros, pero eso no fue óbice para que los siempre bienvenidos Kamelot contaran con su más que respetable legión de fans esperándoles al pie del cañón. Aunque a su último trabajo de estudio, “The Awakening”, le han caído no muy buenas críticas, los americanos rara vez han fallado en sus directos, y estos suelen ser bastante espectaculares a nivel visual. Para mejorar lo presente, optaron por un setlist que creo que en general gustó, lleno de viejos y nuevos clásicos. Repartieron bien sus cartas, creando un buen ritmo desde el principio, sin abusar de tempos medios ni repertorio excesivamente actual. Con la sinfónica Overture pregrabada, salían todos los músicos y al final, hecho un toro, el mismo Tommy Karevik al que minutos antes veíamos con Avantasia, algo que supongo que le serviría ya de calentamiento. El mismo, empezó de rodillas, cantando con ese timbre tan elegante, y que tan bien encajó con el de la bellísima y exótica Melissa Bonny, en la banda desde hace bien poquito para los directos. Esto fue Veil Of Elysium, a la que seguiría la más celebrada Rule the World. El bombo de Alex Landenburg y nuestras palmas eran un todo en aquellos momentos, el teclado se escuchaba relativamente bien, y Tommy estaba en muy buena forma.

Se presentía conciertazo, salvo por el tema del sonido, algo embarullado y sucio. Tommy nos hablaba por primera vez, saludando antes de continuar con Opus of the Night (Ghost Requiem), del “The Awakening”. La tralla desde la batería era la gran dominante, junto al humo constante que se expandía por todo el escenario, y el lujoso atuendo de Melissa, que lógicamente, atrajo miradas constantes. Las luces también estuvieron bien escogidas, con ese verde intenso que alumbraba ahora al grupo durante Insomnia. Decir también que ambos encargados de las bases rítmicas salieron a pleno rendimiento, Alex con una pegada que se escuchaba y se sentía, y sobre todo, un Sean Tibbetts que fue un auténtico espectáculo, metiendo headbanging allá donde iba, retorciéndose al borde del escenario, dando patadas al suelo… verle conseguía hasta quitarte el cansancio. En realidad, todos sacaban provecho a las plataformas y a cada rincón del escenario. Turno ahora, con el doble bombo arremetiendo a piñón, y Sean tocando a toda hostia, de When the Lights Are Down, mucho mejor recibida que la siguiente New Babylon, aunque también tuvo su punto. De repente, salieron al escenario dos personas encapuchadas, a quienes se unió Melissa en la parte inferior del escenario, dando voces limpias y unos guturales terroríficos. Nótese también que la sección de los platos estuvo muy cuidada en esta última. Pero nada comparable a la que lió Karma, cuando todo el público se desató al 100% por primera vez.

En cuanto al sonido… algo mejor, pero ciertas partes resultaban bastante molestas, sobre todo en los graves, sobresaliendo aquí el teclado con esa melodía por todos conocida. Para continuar, emplearon unas voces pregrabadas, que precedieron a Sacrimony (Angel of Afterlife), el único tema rescatado de su “Silverthorn” para este directo, en la que hubo un poco de todo: aportes guturales, un muy buen nivel vocal por parte de Tommy, las salvajadas físicas de Sean Tibbetts, que no se cansaba ni a la de tres, y un solo de teclado bien plasmado. Luchan a contrarreloj por mantener el pulso con una audiencia ya muy cansada pero que resistía firme en las primeras filas, salvo algunos vacíos localizados. Pero si para mí hubo un TEMA, con mayúsculas, en el setlist, esa fue Center of the Universe, que en los últimos años tocan con cuentagotas. Una gozada poder escuchar esos coros en riguroso directo, y también ver cómo Tommy la superó con muy buena nota. Nightsky no tuvo demasiada repercusión, y ahora sí, algunos asistentes en las primeras filas comenzaban a marchar… aunque desde luego, no sería por falta de tesón del vocalista, siempre intentando que no decayesen los ánimos. Tras ella, los focos se centraron solamente en la batería, y era fácil adivinar lo que tocaba: un solo. Para este, sonó una base sampleada que le dio más chicha, aparte de detalles como el buen uso de los bordes de las cajas y las constantes colaboraciones de Alex con la peña.

Durante March of Mephisto vimos mucha compenetración y colegueo entre los músicos, juntándose unos con otros, Sean y Thomas Youngblood de rodillas, y hasta al teclista dejándose la melena allí arriba. Claramente, Forever iba a ser uno de los momentos cumbre de su concierto, y su introducción fue magnífica, primero con unas notas de piano, después Youngblood tocando su melodía a la guitarra, y entonces, todos al trapo, y a triunfar a lo grande. Tommy, que por cierto, se vio un poco lleno en las partes más difíciles, conservaba mucha energía aún, y de un salto, bajó al foso a darse un baño de multitudes, invitándonos a cantar el estribillo varias veces. Salieron del escenario, pero rápidamente volvieron a primera línea de ataque One More Flag in the Ground, en donde a Tommy empezaba a notársele un poco el cansancio vocal. Para rematar la jugada, Liar Liar (Wasteland Monarchy), con un buen estallido en su estribillo, y con duelos vocales entre Tommy y Melissa, que hicieron una pareja de fábula durante todo el concierto. Una buena dosis de fuego y chispas que iluminaron el escenario fue perfecta para culminar este segundo día.

El tramo final, sobre todo a partir de Avantasia, fue agotador. Y sí, terminé hecho puré, pero no tanto como imaginaba aquella misma mañana. Así pues, con el deber cumplido, y tras despedirme de la peña conocida con la que me crucé, di con mis huesos en la cama para quedarme frito al instante. El día siguiente, teóricamente, era un poco menos concurrido que este, pero más valía echar un buen descanso.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Rock Imperium 2024 (Jueves, 20/06/24, Parque del Batel, Cartagena)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2