viernes, 28 de junio de 2024

El Rock nos hace FUERTES (Rock Imperium 2024, viernes 21/06/24, Parque del Batel, Cartagena)

No creo que fuese solo mi impresión, ni que exagere, cuando afirmo que cada día que pasaba de este Rock Imperium era más caluroso que el anterior. Si bien empezamos con un miércoles muy nublado, algo que se agradeció enormemente, a partir de entonces las nubes desaparecieron casi por completo, aliviándonos solo en momentos puntuales. Obviamente es mejor esto, que el que se pase todo el día lloviendo, pero joder… Antes de salir hacia el festival, tras un sueño bastante largo y reparador (¡por fin!), estudié concienzudamente los horarios y las bandas que el cartel nos deparaba para hoy. Siguiendo la tónica de este excelente festival, la variedad imperaba. Teníamos Heavy Metal de la NWOBHM, teníamos progresivo, teníamos sinfónico, gótico, Black Metal, Hard melódico, Grindcore / Death, teníamos marcianadas rollo Igorrr y hasta pop chicle de la mano de Tete Novoa y sus bailarinas (¿?). Para todos los gustos, en definitiva. Un cartel deslumbrante, alejado de los típicos estereotipos estilísticos que ya cansan en los macrofestivales, y también del A-B-C que se repiten hasta la nausea, y eso es algo que aplaudiré y defenderé hasta el infinito. Tuve el placer de ver algunos de los mejores conciertos de bandas que ya conocía, pero también descubrir muchísimas más por primera vez en vivo. Para mi gusto personal, brillaban con luz propia nombres como Beast in Black, los todopoderosos Saxon, Einar Solberg, y por supuesto, Nestor. Y lo mejor de todo, es que ninguno de ellos me decepcionó lo más mínimo. Huelga decir que durante el día, también me encontré con gente extraordinaria, colegas, y alguna nueva amistad, que hicieron que todo fuese aún mejor, si cabe. También destacar, salvo en el caso que más adelante comentaré, la decente puntualidad con la que todas las bandas hicieron su aparición, otro gran aspecto de la organización.

Rainover: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Apoyando la escena local en el cartel, como debe ser, el Rock Imperium nos ofreció un plantel de lo más variado en estilos de bandas nacionales como Invicti, Vatican Spectrum, Celtian, Lonely Fire, Nÿhem, o quienes tuvieron la nada despreciable tarea de abrir un día tan extremadamente caluroso como fue el viernes, los murcianos Rainover (anteriormente conocidos como Remembrance), que nos aliviaron el sofoco con su Metal sinfónico / alternativo, voces líricas y ritmos bastante contundentes. Las altas temperaturas no les intimidaron en absoluto, y asaltaron el escenario pisando fuerte y con mucha acción. Precisamente, la que mostraba Antonio Perea, dando saltos y elevando el mástil de su bajo o el batería Quini Pelegrin, metiéndole con ganas ya desde el primer tema, Rebirth, el mismo que abría su primer LP “Transcending the Blue and Drifting into Rebirth” (me encanta el título). Las voces, tanto del propio Antonio como de la frontwoman sonaban bastante claras, y la presencia de esta última no tardó en ganarse la gran mayoría de nuestras miradas. Para empezar a congeniar con el público, lanzaba el primer saludo, pero sin demorarse demasiado en meterle caña al segundo corte, ahora de su más reciente “Nox”, False Saturn Devours.

Muchas ganas y empuje en el guitarrista Álex Yuste, que pisaba el monitor con gran aplomo, mientras la guapísima Andrea Casanova lo hizo de 10 en el tema vocal, de principio a fin, dominando el escenario, moviéndose con mucha gracia y sin dejar de gesticular para darle ese punto dramático extra a temas como la siguiente, Lobo. Con su perceptible energía, nos incitaban a saltar, pero también a cantar, aullando todos en el estribillo del tema junto a Andrea y su aterciopelada voz, capaz de golpear notas muy altas. Álex y Antonio buscaban cualquier superficie para elevarse sobre el escenario, al tiempo que el Arturo Fernández también lo vivía ante las teclas. Para despertar todavía más ánimos, dispararon toda una lluvia de papelitos azules, dándole cera a Vértigo mientras tanto, con unas bases y unas teclas muy bien organizadas y un ritmo pesado y bastante moderno, cuyo compás todos siguieron balanceándose. La sensualidad de Andrea se iba desplegando a cada paso que daba, presentando cada tema y sonriendo a su público, como sucedió, por ejemplo, en Her Last Flight. La introducción grabada tardó unos segundos en sonar, pero la entrada instrumental fue apabullante, contrastando con esas melódicas notas de teclado.

Volviendo ahora a su primer disco, Cycles nos regaló también la voz de Álex Yuste (que cantó muy bien, y en varias ocasiones). Éramos pocos y bastante dispersos entre el público, pero desde las primeras filas, entre las que me encontraba, el ambiente era realmente bueno, y se notaba el calor humano. A parte de una voz inmaculada, hay que decir que Andrea también tiene una pronunciación admirable. En E-motionless nos pedía saltos, siendo ella misma la primera en predicar con el ejemplo, al tiempo que cantaba de fábula a pesar del constante movimiento. El headbanging del guitarrista, la pegada del batería Quini Pelegrin, el bajista señalándonos de rodillas… eran detalles que inflamaban aún más el ambiente, y les ayudaban a conectar y a ponernos en seguida con el puño en alto. Con mucha amabilidad, Andrea se despidió en nombre de los suyos, no sin antes apuntar y disparar con esa pegadiza Lumina Omnia que, además, fue la gran triunfadora del concierto, muy cantada, con un muy buen solo de guitarra, coros (también guturales) y Andrea andando con paso firme. Una vez más, explosión de papelitos azules en el aire, y aplausos calurosos para premiar el gran trabajo que acababan de hacer.

Invicti: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

En mi anterior crónica de Rainover, cité a Invicti como una de las bandas “de la tierra” que formaban parte del cartel, y ahora llegaba precisamente el momento de que demostraran su valía sobre el escenario, aunque esta vez bajo la carpa, en el “Festivales Región de Murcia”. Sus integrantes formaban antes del 2022 un tributo a Manowar, pero a partir de entonces decidieron dar el paso adelante y crear sus propios temas, un acto que siempre considero de gran valentía en cualquier banda. Sin embargo, el espíritu de los americanos sigue presente en su música, en sus letras, y en su forma de actuar, lo cual para un servidor son palabras mayores. Antes de empezar, tuvimos que soportar un tema que se repitió como cinco o seis veces, y que desafortunadamente no pegaba nada con lo que escucharíamos sobre el escenario. Aquí no hubo más que puro Heavy Metal, y no tardaron mucho en dar el primer golpe sobre la mesa. Anunciados con una pista disparada de rimbombantes y estruendosos metales, como mandan los cánones, y un discurso que casi parafraseaba al de Manowar, salieron ya machacando las tablas con Riders of Death, y con solo unas notas, ya nos conquistaron hasta el tuétano, gritando todo el mundo junto a ellos ese Fight!! Kill!! que rezaba su poderoso estribillo.

Ese recorrido de escalas por parte de Josemi Cassani puso a las claras que también habría grandes dosis de virtuosismo en sus instrumentos, incluyendo también a Joey Vera, cuya pose al manejar su bajo es clarísimamente heredada del mismísimo Joey DeMaio. Y como digo, todos esos detalles eran música para mis oídos. Subían aún más la cadencia con Rock, Drink and Fuck, toda una filosofía de vida, en la que escuchamos los profundos coros de Joey, un solo con mucha miga, y la apisonadora Marta Grimaldi quedándose a gusto tras sus parches. Y sobre todo, actitud, mucha actitud, muchas poses, muchos gestos y un paso muy firme que parecía decir: hemos llegado para quedarnos. Hubo covers, también, aunque no de Manowar, como muchos habríamos firmado, sino nada menos que el Hall of the Mountain King de los míticos Savatage. Josemi y su frondosa melena nos recibían con un ardiente solo de tapping, mientras chuleaba con su compañero Joey al bajo, juntos y por separado, en medio del escenario, soltándose con el headbanging. Dizzy Duarte, vocalista, también lo hacía cada vez mejor. Tiene una voz fabulosa, con un timbre muy personal y amplio, capaz de llegar a cualquier nota y hacerlo con mucha furia en los agudos, cada vez más desgarradores.

Este salía unos segundos del escenario, para volver portando dos bolas de ‘acero’ encadenadas, toda una declaración de intenciones hacia el auténtico Metal, con las cuales interpretó Balls of Steel. Me gustaron especialmente algunas partes de batería muy trabajadas, y ese solo endiabladamente rápido por parte de Josemi, que de nuevo, se deshacía en pura actitud. El predominante bajo y la agresiva voz fueron ahora las principales señas en Invicti, su tema bandera, que nos animaron a cantar hasta quedar sin aliento. Joey aporreaba sus cuerdas (literalmente, a hostias) para Heavy Metal is Painful, otra subida de intensidad, y no solamente en la batería de Marta, sino en el comportamiento de todos los músicos, que se dejaban la piel. Ya nos avisaban de que solamente restaba un tema en el setlist, y aunque no niego que me habría encantado ver cómo se defendían con un tema de Manowar, Midnight Resistance también fue perfecta para cerrar el cotarro, aderezada con coros de Joey y Josemi que la hicieron todavía más gruesa y rabiosamente épica. Creo que no quedó ninguna duda, entre los que estuvimos viviendo el concierto, de que esta gente es puro acero. ¡¡Bravo, Invicti!!

Después de esta descarga de ortodoxo Heavy Metal que nos dieron los sevillanos Invicti, tocaba cambiar radicalmente de registros otra vez… y cómo mola esto. Es esa variedad, ese colorido musical, una de las cosas que, personalmente, consigue mantenerme fresco después de tanta actuación. Sin alejarme, de momento, del escenario ‘Festivales Región Murcia’, me disponía a ver los primeros instantes del concierto de Hard Love, una banda que sigo casi desde sus inicios, y que ya tuve el placer de ver en vivo en un Leyendas del Rock. Junto a Lonely Fire, eran uno de los pocos exponentes de Hard Rock melódico / AOR en el cartel, por lo cual les tenía muchas ganas. Lamentablemente, el sonido que tuvieron fue muy desequilibrado, al menos, en sus primeros compases. No reconocí el primer tema, seguramente por formar parte de su nuevo disco, “Ilusión”. Y es que, por algún motivo que no puedo entender, a pesar de llevar ya 3 años trabajando en él, y de que así fue anunciado hace un tiempo, todavía no está disponible para escuchar en ninguna plataforma… La cosa es que especialmente la voz y la batería sonaban tan suaves y escondidas que apenas se podían apreciar detalles. La sección de cuerdas ya era otro cantar, bastante en primera línea, con los hermanos Carlos y Pedro García (guitarrista y bajista respectivamente) luciendo y entregándose de pleno desde el principio. Eso no quiere decir en absoluto que Pedro Oliva y Carlos ‘Corey’ Pulido (vocalista y batería) no lo hicieran, pero sus labores quedaron bastante eclipsadas por esa falta de nitidez.

Estaba muy pendiente de la hora, porque Nestor era un absoluto Top 5 para mí de este Rock Imperium, así que tras disfrutar de esas primeras melodías, hice marcha hacia el escenario principal izquierdo, para coger un buen sitio. Después, ante el enorme retraso que sufrieron Nestor (diría que el mayor de todo el festival), me dio rabia haberme pirado tan pronto, pero claro… ¿cómo iba a saberlo? Por suerte, allí me encontré con una compañía sencillamente insuperable, Cris, Inma, Bolilla, Ángela, Pablo… con quienes, posteriormente, compartiría uno de los mejores momentos extra-musicales de todo el festival. Grandes como la vida misma.

Nestor: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Reconozco que el año pasado sufrí una terrible decepción con su caída del cartel, y aunque ya les había visto por partida doble, con Nestor sencillamente no tiene uno suficiente. Por otra parte, aplaudo esa acción honesta que tuvo el Rock Imperium con los fans de la banda, de contar con ellos tan pronto como fuese posible, y así se hizo finalmente. Una de las grandes exclusividades del cartel, sin duda. Nos íbamos a desquitar a lo bestia, pero antes, todos rezábamos para que todo saliese perfecto en lo que respecta a la actuación. Y vaya si lo fue. Solo puedo decir que en mi opinión, junto a Saxon, dieron el mejor concierto de toda la jornada. Lo tuvieron absolutamente todo a su favor, quizá salvo las fortísimas temperaturas que sufríamos a aquella hora, lo cual, tampoco fue impedimento para que una considerable multitud se acercara a verles. No les echamos en cara el hecho de que saliesen con casi 20 minutos de retraso (pero francamente, me fastidió porque seguramente tuvieron que recortar el setlist debido a ello). Sea como sea, la emoción se podía palpar mientras sonaba ya disparada The Law of Jante, introducción del segundo disco, con esos sonidos de 8 bits tan característicos formando la melodía de 1989, intercalados con las notas del Tubular Bells de Mike Oldfield. Su salida al escenario fue una explosión de adrenalina descontrolada, un alborozo generalizado, con Kids in a Ghost Town sonando a un volumen y potencia prácticamente perfectos, y una ecualización pulcra y muy bien traída.

Precedida por esas notas con la guitarra de Jonny Wemmenstedt apuntando al cielo, la fiesta comenzaba por todo lo alto. Tobias Gustavsson, con su flamante chaqueta de flecos, rápidamente se hacía el amo del escenario, y en su rostro se veía claramente la alegría de poder estar al fin frente a nosotros. Rápidamente presentó a la banda, y se fue junto al teclista Martin Frejinger, justo al inicio de These Days, donde volvió a bajar, a echarse unas carreras, a dar unas vueltas… muy animado, asomándose al público, entre gritos y coros. El mismo Frejinger se apartaba también de su teclado para echarse unos bailes, y entre palmas y palmas, el bajista Marcus Åblad volteaba su instrumento por el hombro, sin dejar de tocar. Como veis, aquello fue puro fuego desde el principio. Ante tan ruidosa acogida, parece mentira que estemos hablando de una banda que tiene tan solo cinco años “funcionales” de carrera, pero es que el arrollador exitazo que obtuvieron con su primer disco, “Kids in a Ghost Town” está fuera del alcance de la gran mayoría. El teclado asentaba una atmósfera muy sutil y cálida, justo la que necesitaba Perfect 10 (Eyes Like Demi Moore), y en concordancia, Tobias la empezaba a cantar sentado en la plataforma de la batería. Suaves cuando como el terciopelo cuando era necesario, pero también muy aguerridos a la hora de infundir ánimos y ejecutar perfectamente esos tempos, se mostraron completamente inmersos en aquel concierto.

Sonrientes y amigables, fueron maestros a la hora de crear un ambiente insuperable desde la primera nota, e incluso el vocalista intentaba comunicarse con nosotros en español (¡mejor de lo que cabría pensar!). Los 80 fueron su cuna, y siguen siendo su esencia a día de hoy, y pocas bandas lo transmiten como ellos a través de su música. Victorious fue un auténtico pelotazo en la cara, con palmas resonando desde todos los rincones, y una voz fuerte y sólida de la cual, además, se escuchaba hasta el más mínimo detalle, tal era la calidad de sonido de la que estábamos disfrutando. Le tienen muy pillado el punto a los estribillos, y eso hace que cada uno de ellos, como el de la siguiente Stone Cold Ice, desate un mar de voces y saltos. Y los músicos tampoco se quedan cortos. Jonny y Marcus nos flipaban con ese cruce de mástiles, y sus miradas de complicidad. De las tres veces que les he visto, esta fue sin lugar a dudas la mejor de todas en lo que a la voz de Gustavsson se refiere. Hasta las teclas sonaban que era una verdadera delicia. Los gritos ensordecedores de ¡Nestor! ¡Nestor! casi no les dejaban ni proseguir, aunque al hacerlo con Caroline, se llevaron el gato al agua definitivamente. El humo inundaba el escenario, y Gustavsson bordaba desde los registros más sedosos a los más exigentes, aunque nos pedía ayuda para entonar ahora Signed in Blood, precisamente por ser una de las más complicadas para él.

De nuevo, una maravilla las teclas de Martin, ensoñadoras, subyugantes, y ese Jonny Wemmenstedt que se desmarcaba en medio del escenario para clavar el solo. La triada de temas que nos tenían reservada para el final fue simplemente espectacular, y cuando abrió On The Run… sobraron las palabras. El teclado de la introducción fue pura magia, y la gente se volvió completamente loca, cantando la letra de pe a pa. Tobias Gustavsson, luciendo sus flecos frente al batería (que también hizo un trabajo formidable con esos ritmos), se paseó con una elegancia y una clase descomunales, y no solo eso, también cantó de una forma estrictamente idéntica al disco. Hasta coqueteó con su compañero Wemmenstedt, dándole un beso en la frente. No querían perder un segundo, y en breve, arropados por mil palmas, dieron caña a lo más Heavy que han compuesto, esa Firesign arrasadora. Bajista y guitarrista se entonaron alguna frase, y Gustavsson volvió a confirmar que estaba en la cima de su plenitud vocal. Y tras un fulminante ‘oeoes’ como pocos vi en todo el festival, la gran culminación, con letras de oro, llegó con ese gran hit llamado 1989. Pasión y frenesí a partes iguales entre las primeras filas, una banda que lo dio absolutamente todo en ese inolvidable final, e incesantes gritos de ‘Nestor’ y ‘otra, otra’ que eran una muestra de cuánto habíamos llegado a disfrutar con ellos. Me quedo sin palabras para definir el momento que vivimos. Ojalá vuelvan pronto, y a ser posible, con una gira de salas, porque me tendrán a sus pies.

Beast in Black: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Siempre ha sido algo habitual que, a partir de las escisiones de determinadas bandas, nazcan otras nuevas con componentes ‘fugados’. Este fue el caso de Beast in Black, que en el año 2015 se estableció como una formación que decidía seguir apostando por guitarras duras y melodías con mucho gancho, pero añadiendo a ese sonido Battle Beast un componente mucho más bailable, mezclando influencias de la música de los 80 y 00, y bases que rozan la electrónica suave, sin dejar de lado el Rock y el Metal. Tras el considerable retraso que sufrieron Nestor, por causas que se me escapan, el ejército de Anton Kabanen logró recuperar el horario establecido, y salieron a una hora bastante puntual, empeñados en hacernos saltar y cantar hasta quedar exhaustos, aun luchando con el terrible calor que todavía azotaba Cartagena a esas horas. Primero salió Atte Palokangas, elevando sus baquetas tras la batería, y luego el resto, directos a la yugular con Blade Runner. Las coreografías tan típicas de la banda no se hicieron esperar, con Kasperi Heikkinen, Anton Kabanen y Máté Molnár, tres en raya, agitando sus mástiles a un lado y a otro. Yannis Papadopoulos, cargadísimo de energía hasta los topes, salió corriendo ya de buenas a primeras los 100 metros lisos, sin dejar un centímetro de escenario sin pisar.

Continuó la caña, a un buen nivel de intensidad, con Hardcore y The Fifth Angel, con sus respectivos samples (también santo y seña de la banda), y Heikkinen especialmente apasionado, que iba de un lado a otro con su guitarra. La forma física y vocal en la que se mostraba Yannis ante nosotros era digna de alabanza, pero nada todavía comparado con lo que vendría después, especialmente en cuanto a los sobrehumanos agudos que nos regalaría. Paraban unos segundos para presentarse, por si alguien no les conocía aún, y volvían al trapo con Born Again. La tunda que Atte metió a su batería, completamente desmelenado, y los coros de Kabanen y Máté Molnár, nos pusieron bien arriba, ignorando el calor y colaborando con ellos hasta el último grito. Siempre he pensado que sería lo suyo incluir algún teclista en la banda, pero como siempre, sus samples pregrabados hacen ese papel y más. Una buena muestra fue Sweet True Lies, que triunfó una barbaridad con esa melodía ochentera, y los constantes despatarramientos de Kabanen a las seis cuerdas, marcándose unos solos muy apurados. Yannis no paraba ni para tomar aire, una auténtica fiera de escenario que se lo comía a bocados, ofreciéndonos un agudo impresionante para arrancar el No Surrender. Heikkinen y Kabanen se turnaban el solo con mucha fluidez, y en determinado momento, los cuatro mástiles se juntaron en el centro del escenario, regodeándose en el fiestorro que estaban liando ante ellos.

Con una base todavía más electrónica (lo cual, desató unos desenfrenados bailes), Die by the Blade fue acompañada con muchos coros, y al por otra parte, mucho más metalera, esa Beast in Black nos hizo doblegar el cuello a base de bien, mientras Máté y Heikkinen apoyaban espaldas uno contra el otro, y continuaban con sus particulares coreografías. Desaparecen del escenario, salvo el batería, que se queda solo con el sample de turno sonando de fondo, y en un momento, reaparecen todos, sin perder el nivel de intensidad que se habían trabajado hasta ahora. La peña respondió de lujo a Moonlight Rendezvous, y es que solo con ver esa actitud tan Heavy de Kabanen te calentaban la sangre, juntándose con sus compañeros para esos movimientos tan a lo Judas Priest en Eternal Fire. El bombo retumbaba muchísimo, casi demasiado, comiéndose a veces todo el brillo de las melodías, por lo que el sonido, pese a ser bastante bueno en general, tampoco fue perfecto. Se echó de menos algo más de claridad en la voz de Yannis, pero la gran mayoría de matices sí se podían apreciar bien. ¿Estoy yo loco, o alguien les lanzó un tanga al escenario? Sea como sea, el vocalista se lo tomó con mucho humor, dando vueltas sobre sí mismo y saltando en la siguiente To the Last Drop of Blood, cuyo estribillo nos pidió cantar con fuerza.

Un cantante enormemente versátil, con un rango casi inexplicable, nos sorprendió a todos con esos registros casi femeninos al inicio de Blind and Frozen, cantando posteriormente de rodillas, mientras a sus espaldas, Atte se dejaba la melena ensañándose con sus baquetas. El triunfo del tema fue indiscutible, pero todavía quedaba mucha leña por repartir. Se formó un estruendo enorme entre el público. Palmas, gritos, puños en alto y oes para vitorear a la banda, actuando Yannis, incluso, como director de esa ‘orquesta’ que componíamos entre todos. Siguió a dicho momento la también ganadora Cry Out For a Hero. Yannis, ahora más relajado, nos contaba historias sobre viajes a Tokio (con lo que One Night in Tokyo estaba prácticamente servida en bandeja), y nos anunciaba que el día 27 de Junio saldrá un nuevo tema del grupo llamado Power of the Beast. También alababa a una criatura en las primeras filas, que se pasó todo el concierto haciendo ‘air drumming’. Con estas muestras de simpatía y confianza, End of the World puso la guinda al pastel. Gritos muy enérgicos desde el público, un batería cegado en reventar los parches, y mucha actitud por parte de Máté, fueron las mejores escenas que nos dejó. Por último, nos quedamos un buen rato bailando con el Burning Heart de los Survivor que sonaba por altavoces.

Einar Solberg: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Conocía a Leprous desde hacía bastante tiempo, pero no fue hasta la edición del 2022 de este mismo festival, cuando me enamoraron hasta las tripas con su directo. Desde entonces, he deseado volver a verles. No pudo ser en este 2024, pero al menos, los organizadores sí han tenido la bondad de acercarnos a su vocalista y alma mater en su banda en solitario, llamada simplemente Einar Solberg. Lo que nos deparó su concierto, fue una de las experiencias más astrales, surrealistas y al mismo tiempo inmersivas de cuantas disfruté en todo el festival. Un concierto que todavía tengo muy latente. El vocalista, y en determinado momento también teclista de Emperor e Ihsahn, llegaba a Cartagena presentando su único trabajo hasta el momento, llamado “16”, de donde saldrían todos los temas del set. Un show del cual no sabía muy bien qué esperar, pero que me hacía especial ilusión ver, y es que la voz de Einar es absolutamente única en el mundo, y además, me transmite una infinidad de sensaciones muy intensas. Y con eso ya tenía más que suficiente. Acompañado por el bajista Chris Baum, el guitarrista Ben Levin, y el batería Keli Guðjónsson, además de violinista y teclista en directo, el cantante, productor, compositor, letrista y arreglista se abrió de par en par ante nosotros ya desde el primer tema. Grotto, al mismo tiempo, abrió la puerta a esas ambientaciones siderales, a ese mundo oscuro y con apenas luz en el que se sumía el escenario. Costaba ver a algunos de los músicos, pero desde luego, aquello sonaba como un cañón.

En las partes más profundamente atmosféricas se escuchaba cada detalle, por sutil que fuese, y en el momento en que subían los bajos, aquello se convertía en un infierno, opresivo y casi delirante. Einar transmitió a mares durante todo el concierto, pero especialmente en las partes más íntimas, como las de Remember me, junto a esos teclados intensamente progresivos que nos seguían sumergiendo más y más en el concierto. Esto no iba de ponerse a dar botes o hablar con tu colega el de al lado, sino de dedicarle la más estricta atención a cada uno de los miles de detalles musicales que nos brindó. Decisión valiente y acertada basar el repertorio única y exclusivamente en sus propios temas, sin contar con nada de Leprous en este. 16 es el tema que da título al disco, el que lo destapa y posiblemente, el que mejor resume su esencia. En este trabajo, Einar se desnuda emocionalmente, todavía más incluso que en su banda madre, expresando sus sentimientos acerca de los años de pesadilla que vivió en su adolescencia. El resultado es una música muy apagada, y sin embargo, vibrante en sensaciones. Einar se plantaba ahora frente al teclado superior, dejando los samples por un momento, para volver minutos más tarde a su posición. La suavidad de las voces y los violines contrastaban con los golpetazos que Keli Guðjónsson propinaba a su batería sin piedad, con una precisión de cirujano. El sonido, en unas tesituras y otras, resultaba estremecedor. Deslumbrantes esos teclados en Where All the Twigs Broke, con partes más moviditas (dentro de lo que es su música, claro), en donde todos los integrantes se coordinaron con el headbanging.

Por ejemplo, Home, un tema que en realidad es bastante denso y agobiante, se puede considerar como una de las más rápidas, y además, una de las más variadas en cuanto a registros vocales e instrumentales. Armonías, susurros casi inaudibles, celestiales pianos, e incluso partes rapeadas de las cuales se encargó el guitarrista Ben Levin con gran soltura. El instrumento de este último, por cierto, no siempre estuvo presente en directo, guardando silencio en muchas partes, aunque concretamente aquí, si dio un buen solo, y muy técnico. A Beautiful Life basó gran parte de su personalidad en los samples disparados. La voz de Einar se volvía más sentida a cada estrofa, y es un vocalista que cuando canta, parece salirse por completo del mundo. Over the Top fue un descenso musical a los abismos de la desesperación. Angustiosa, lentísima, depresiva, con teclas y violines que parecían llorar, y un control pluscuamperfecto en la forma de cantar de Einar. Sin embargo, en su mitad vimos al bajista retorcerse en esa crecida de intensidad, marcada especialmente por la batería. Las luces cobraron muchísima importancia durante el show, empleándose básicamente las blancas para crear contrastes con la tenebrosa oscuridad reinante en el escenario, y junto al humo, fueron lo mejor en ese sentido durante el último tema, The Glass is Empty. Los músicos echaron el resto, haciendo gala de multitud de recursos y habilidades. Esos golpes en los bordes de las cajas de Keli, esos pianos casi barrocos, esos falsetes extremos o ese violín que nos elevó hasta el nirvana… y para el final, una crecida de intensidad que duró varios minutos, desde las iniciales caricias a la batería, hasta los brutales martillazos, desde los susurros vocales, hasta los agudos más desgarradores… para mí, quedará como uno de los momentos más increíblemente intensos y sensoriales de todo el festival.

Saxon: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Con tan solo unos minutos de descanso, y la cabeza todavía en otro mundo por el conciertazo que nos regaló Einar Solberg, era el momento de volver al más clásico Heavy Metal, y frente a una de las bandas más grandes que ha dado la historia del género. Saxon nos visitan con mucha frecuencia, y seguramente todos les hemos visto alguna que otra vez ya, pero lo que siempre tienen en común sus directos es que siempre vuelan a una altura vertiginosa, y eso hace que no haya razón para perdérselos, con la certeza rotunda de que nunca van a fallar. Si a esto le añadimos un setlist que rezuma clásicos de principio a fin, entonces ya se convierte en casi una obligación. Pero no terminaba ahí la lista de alicientes que nos aguardaban en Cartagena. Además de todo lo dicho, ya veíamos sobre el escenario a su mítica águila de luces, con lo que el más brillante (nunca mejor dicho) espectáculo, estaba ya garantizado. Los láseres rojos que salían de sus ojos ambientaban esa intro narrada (The Prophecy, “Hell Fire and Damnation”), y de repente, todo explotaba en un fogonazo de luces que nos dejaba ver, por fin, a los míticos anglosajones en acción, con nada menos que Hell, Fire and Damnation sonando a piñón fijo. Tampoco faltaron los fuegos y los chorros de humo para darle más movida al cotarro, y esa estupenda primera actuación levantó también las primeras palmas, de las muchas que llegarían. Porque la retahíla de clásicos fue de órdago, empezando por la desenfrenada Motorcycle Man, que sonaba súper potente gracias a una ecualización prácticamente perfecta, que duraría todo el show.

Un show, con mayúsculas, en donde la banda arrasaba el escenario con toneladas de actitud, y esa es otra de sus eternas virtudes. Parece que no pase el tiempo por el Sr. Biff Byford. Su clase, su porte, su carisma, su elegancia y su fiereza en directo son de un nivel casi divino, impone verle pasear por delante, pero sobre todo, maravilla la gran voz que todavía conserva. Y ya aviso, que aquella noche estuvo pletórico a más o no poder, como hacía tiempo que no le veía. Sus tres hachas, y el batería Nigel Glockler le arropan en una auténtica tormenta de Heavy Metal, y todos ellos se machacaban el cuello al unísono bajo los poderosos riffs de Power and the Glory. El montaje del escenario, en general, resultaba de lo más espectacular y vistoso, y sus efectos como las columnas de fuego, estaban perfectamente coordinados con la música. Madame Guillotine fue una de las pocas incursiones en su último trabajo (que también fue un placer escuchar, ojo). Los coros del Nibbs Carter, y su implicación durante todo el concierto, fueron de aplauso. Y mientras tanto, Biff Byford señalaba y miraba al público, conquistándolo a cada instante, y saliéndose del mapa, particularmente, en su interpretación del Heavy Metal Thunder, sin fallar una sola nota, sin sufrir demasiado, siquiera, tocada a toda hostia para deleite de nuestros cuellos. Nos estaban subiendo los humos pero bien. Nuevamente, el bajista Nibbs se desataba furioso en Dallas 1 PM, blandiendo su melena como si no hubiese un mañana, y esta última fue toda una sorpresa… ¡creo que nunca la había visto en vivo! Aunque todavía quedaba otra que me gustó aún más.

Doug Scarratt y Brian Tatler, quien sustituye desde hace un año a Paul Quinn, lucían palmito orgullosos en primera línea de escenario, transmitiendo una fuerza gigantesca en sus movimientos y actitud. Con The Eagle Has Landed, la cadencia se relajó un poco, pero el espectáculo no hizo sino aumentar. El águila descendía, con todas sus luces encendidas, al tiempo que el tema ganaba en intensidad. Me encantó sobre todo el curro del batería Nigel Glockler en la primera parte, tocando la perfección con los dedos. Y en estas, que Byford se dirige a uno de los fans en primera fila, y le pide que le lance su chaleco (literalmente forrado de parches de Saxon), para seguir cantando un rato con este puesto. Esa humildad y cercanía que siempre ha tenido con sus seguidores, es lo que le ha valido el más alto de los respetos. Continuaban, nada menos, que con Strong Arm of the Law, pepinazo, y uno de mis temas favoritos, en la que vimos disfrutar mucho a Byford. También And the Bands Played On, durante la cual, todas las portadas de sus discos (y ya van por el vigésimo séptimo…) aparecieron en pantalla, recordándonos que su carrera es una de las más prolíficas e intachables de la historia, a pesar de que siempre han conservado ese aire de culto. Y a continuación, ahora sí, la que para mí fue la mayor sorpresa del setlist, su versión de Christopher Cross, Ride Like the Wind, que no escuchaba en directo desde aquel Metalwäy 2009 de Zaragoza, y con la que flipé a manos llenas, dejándome la poca voz que me quedaba ya.

Byford, con ese orgullo siempre latente en él, se paseaba por las pasarelas superiores, y después de un pequeño discurso sobre las nuevas generaciones del Rock, volvió a la palestra para seguir peleando en Denim and Leather, con el que abría el tarro de las más suculentas esencias ya hasta el final. La batería atronaba como una tempestad, una bestialidad de sonido que parecía incluso ir a mejor. Asimismo, empezaron a estrecharse los guiños y colaboraciones entre banda y público, con muy buena respuesta. Cantadísima, 747 (Strangers in the Night), con guitarras tanto rugientes como limpias sonando fenomenales, y la gigantesca águila planeando arriba y abajo. Tras semejante espectáculo, esa animalada de tema llamada Wheels of Steel cayó como una bomba, y mientras hacíamos palmas, el cantante nos grababa con su propio móvil. Al terminar, Byford devolvió el chaleco a quien se lo prestó, y se retiraba, junto a sus compañeros, detrás del telón. Pero la parada fue efímera, y les quedaban dos buenos ases bajo la manga. Crusader fue recibida con muchísima ansia, con ‘eh eh’ casi continuo, y cantada a mil y una voces. Ahora era Brian Tatler quien se subía a la plataforma superior, desde la cual terminó el concierto, ya con Princess of the Night. Imprescindible ese subidón de caña para mantener el pulso hasta el final… y diría que con el volumen al 11, ya puestos a despedirse por la puerta grande. Las erupciones de fuego, y el último vuelo del águila, remataron un concierto de clase ‘triple A’, impecable en todos los aspectos. Lo dicho, uno no puede esperar menos de Saxon.

Emperor:

Todavía con las enormes vibraciones latentes que nos dejaron los Saxon y su descomunal show, Emperor era la última apuesta de la noche, ¡y vaya apuesta! Los promotores del festival han luchado durante años para tenerles en el cartel, y al fin lo han conseguido. Emperor fueron uno de los pocos, pero sin duda, el mayor exponente para los amantes del Black Metal en el Imperium (junto a Marduk). Una cita imprescindible incluso para los que no somos acérrimos de este estilo, ya que no es una banda nada fácil de ver por estos lares. Me siento muy afortunado de haberles visto ya en dos ocasiones anteriores, y además, con conciertos bastante distintos: una de ellas, hace 10 años en Hellfest, tocando íntegro su “In The Nightside Eclipse”, y otra, en Barcelona hace 7 (por primera vez allí en toda su historia), dando un repaso completo a su segundo disco, “Anthems to the Welkin at Dusk”. Dos de las mayores obras maestras, indiscutibles, incontestables, que ha dado el Black Metal desde sus inicios. En este tercer concierto, el setlist ya fue escogido de entre todos sus discos, aunque predominaron estos dos.

En cualquier caso, el disfrute y la locura estaban asegurados. Un buen repaso de Black Metal old school que, aunque fuese a última hora y con la espalda ya triturada, mereció la pena con creces. La vaciada de peña fue monumental. Solo unos pocos, relativamente, nos quedamos a verles en las primeras, pero eso no les amedrentó en absoluto. Incluso fueron presentados a viva voz antes de su salida, honor que merecen por decreto. La ambientación tenebrosa, las luces oscuras y esa intro que arranca su “In The Nightside Eclipse”… abrieron la olla a presión con Into the Infinity of Thoughts, dándonos una tunda, ya de primeras, que se nos cayeron los cojones al suelo. Ritmo y agresividad extremos, incluso más acelerada que en disco, miradas altivas, un teclista completamente espitado, y una buena dosis de virtuosismo en las guitarras de Ihsahn, cuya voz, por el contrario, sonaba bastante baja (aunque esto mejoraría). 10 minutos de tralla asesina que fueron un puñetazo en la boca. El saludo de su vocalista no pretendía demorarse mucho, y In the Wordless Chamber subió la velocidad hasta límites casi grotescos, un huracán de blast beats, una atmósfera de lo más malévolo, y esos molinillos rompe-cuellos por parte de Secthdamon, que fue quien les acompañó al bajo para la ocasión. La guitarra de Ihsahn sí se escuchaba realmente bien, igual que esos pequeños acompañamientos disparados, como violines, que complementaron el tema.

El sonido, en general, se fue aclarando un poco, sin dejar de ser atronador y rudo, en Thus Spake the Nightspirit, donde el teclista Jørgen Munkeby nos animaba a venirnos arriba (él ya lo estaba desde hacía rato, creedme), y al trapo llegaba después una de mis favoritas del “Anthems to the Weklin at Dusk”, esa brutalidad llamada Ensorcelled by Khaos, presentada por Ihsahn con toda la maldad posible, y asomándose este último hasta nosotros con su guitarra. El teclista, literalmente, enloquecía tras sus teclas, pisándolas con mucha furia, al tiempo que el bajista se dejaba el lomo a headbanging. Esos blast beats… joder, sonaron a odio puro. Daban paso a otra del “Anthems…”, que ya se adivinaba que tendría el mayor protagonismo, como fue The Loss and Curse of Reverence, más caña burra de primera categoría, en la que también entraron en acción esas luces parpadeando a muerte, creando una sensación todavía más infernal y delirante. Secthdamon e Ihsahn compartieron voces en algún trozo, y este último se salió de madre con ese fulgurante solo, mostrándose como el inmenso guitarrista que es. Hasta ahora, ningún seguidor de los True Emperor más old school, si es que Emperor se pueden meter en ese saco… se podría quejar del repertorio que estaban descargando.

Se tomaban un pequeño descanso, y el vocalista presentaba a grito pelao el siguiente tema, With Strength I Burn. Poca broma con las baterías de Trym Torson, a gatillo con el doble bombo, en una de sus acometidas más bestiales, aunque tampoco podemos olvidar las partes más técnicas de Ihsahn, que igualmente, sacó voces limpias, combinándolas con las de su compañero al teclado. Las luces parecían sumirnos cada vez más en las tinieblas, y aunque el legendario Samoth fue con diferencia el músico más estático del concierto, también tuvo su magia negra. Curse You All Men! fue la única en sonar del “IX Equilibrium”, tan petada de cambios rítmicos (pulcramente ejecutados), y fue el inicio de una recta final que fue un auténtico martirio para nuestras vértebras. Exprimieron de puta madre cada minuto, continuando sin parones con The Majesty of the Nightsky. Otra vez las luces se desbocaron, parpadeando al ritmo de esos violentos blast beats y doble bombo, dando paso, tras un trueno acojonante desde la batería de Trym, y una breve presentación de los músicos, a I Am the Black Wizards, otro puto cañonazo con mucha mala baba, tanta como mostraba Secthdamon con la púa a toda hostia, y ese trémolo en las guitarras de Samoth / Ihsahn.

Aunque la esperaba para el final, sin duda Inno a Satana fue la gran triunfadora del concierto, con mucha gente cantando los coros (aquello parecía una misa negra), y bastante alterada en las primeras filas. Destacar la facilidad de Ihsahn para cambiar entre voces limpias y demoníacas. Esta fue la última ‘paliza’ antes de los bises, que reanudaron el show tirando de The Burning Shadows of Silence. El teclista, que volvía a enajenarse tras su instrumento, se encapuchaba para alimentar ese aire de misterio, y de nuevo, arrasaban los trémolos y esa batería que sonaba como el jodido apocalipsis. Ya presentando la última, se ponían a la faena con Ye Entrancemperium, posiblemente, la más rabiosa y cabreada del setlist, tal como sonaban voces y guitarras. Munkeby, que también cantó partes, hizo lo posible por destrozarse el cuello, mientras la intensidad entraba en su punto de ebullición, y las primeras filas lo daban absolutamente todo. Espectacular esta recta final, que nos dejó con un tinnitus ensordecedor y un regusto inmejorable por lo vivido.

Otra gran batalla a vida o muerte superada. Además, por muy sorprendente que suene, este fue el día que menos jodido físicamente terminé de los tres primeros, claro que no fue tan exageradamente intenso como el jueves, o como lo sería el día siguiente. Otro día en el que el Rock Imperium dejaba el listón bien alto, y otro día en el que fue un placer cósmico compartir algunos conciertos y momentos con tan buena gente.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Rock Imperium 2024 (viernes, 21/06/24, Parque del Batel, Cartagena)

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