viernes, 25 de octubre de 2024

La Llamada del Mal (Rotting Christ + Borknagar + Seth) (Martes 22/10/24, Garaje Beat Club, Murcia)

Cuando de lo que se trata es de ver a determinadas bandas en directo, uno ya sabe de antemano que apostar por ellas es ir sobre seguro. Todos tenemos nuestro listado personal de esos grupos que jamás nos han fallado sobre el escenario, y en este caso, para mí, Rotting Christ son uno de ellos. Personalmente, he tenido el privilegio de verles, contando con esta última, ya 5 veces. Y no es que en cada una de ellas hayan mantenido el nivel. Es que cada vez me parecen mejores y más atronadores. Mucho ha llovido ya desde aquel “Kata Ton Daimona Eaytoy”, disco con el que les vi por primera vez, y desde entonces, no han dejado de sorprendernos una y otra vez con joyas discográficas de primer nivel, mediante las cuales han ido renovando su sonido, pero sin perder ni un ápice de su creatividad ni entusiasmo compositivo. Por eso, y por mil razones más, la noche del pasado martes se antojaba como algo completamente imprescindible para un servidor. Por desgracia, he tenido que dejar pasar muchos bolos últimamente, pero de ninguna manera me iba a perder el más reciente asalto de los griegos a nuestra península, que han llevado a cabo en seis ciudades, haciendo incluso un rotundo Sold Out en Madrid. A puntito estuvieron también de conseguirlo en Murcia, a pesar de ser un martes, y es que la sala Garaje Beat Club lucía, sobre todo en su actuación, completamente abarrotada, lo cual es siempre un motivo de alegría. La compañía, además, fue difícilmente mejorable, junto a mis paisanos y amigos de toda la vida Kurro y Tere, a quien más tarde, pero no menos importante, también se unió mi gran amigo Popi. Y por supuesto, un agradecimiento muy especial para Carlos, que se curró el viaje al volante.

Obviamente, también sería injusto dejar de nombrar, desde ya, a las dos bandas con las que Rotting Christ está compartiendo esta gira, matraca de la buena, como no podía ser de otro modo. Los franceses Seth, y los noruegos Borknagar, bandas que rondan los 30 años de carrera ya, se unieron a aquella sesión de destrucción masiva que nos dejó a todos con los tímpanos hechos trizas.

Seth:

Cuando nos presentamos ante la Garaje, estaban a puntito de abrir las puertas, pero nos quedamos fuera charlando, comiendo y echando unos pitis antes de entrar ‘en combate’, pero al mismo tiempo, con unas ganas incontenibles de que empezase la caña, entrando con tiempo para no perdernos un solo tema de ninguno de los grupos, como tiene que ser. Seth fueron quienes hicieron los honores de abrir fuego, y lo hicieron de tal forma que nadie pudo quedar indiferente ante su soberbia actuación. Sobre un escenario amparado por oscuras y profundas luces rojas (una constante del show), aparecía el vocalista Saint Vincent ataviado con una preciosa túnica roja, haciendo formas con sus mangas, al que acompañaron el resto de sus compañeros, o bien pintados, o bien llevando también los más tétricos atuendos. No se demoraron mucho en lanzarnos su primer ataque, Insurrection, con unas baterías sonando de cojones, regalándonos al mismo tiempo esas partes más atmosféricas que son intrínsecas a su estilo, y culminando el tema con unos pianos que supieron a gloria, y que remarcaron esa esencia oscura dominante. Continuaban caldeando el ambiente con uno de sus más celebrados cortes, Métal Noir. En ella, el vocalista esgrimía amenazante un puñal de varios palmos de largo, y a su diestra, el bajista se dejaba el cuello al ritmo de esos blast beats ultra encabronados, que no obstante, dejaban emerger esas guapísimas melodías de guitarra. Cabe destacar que, solo para esta gira, contaron con dos sustitutos para el bajista habitual Esx Vnr, y para el batería Alsvid, que fueron Saroth y Jason Belial respectivamente, provenientes de bandas como Hell Militia, Pensées Nocturnes o Antaeus.

Afortunadamente, se les vio plenamente integrados, tanto en lo escénico como en la parte técnica, en esa masacre sonora que se prolongaba con La Destruction des Reliques. Desde un lateral del escenario, destacaban esas teclas limpias a cargo de Pierre Le Pape, incluso sobre el poderoso doble bombo, algo que dice mucho de la buena ecualización con la que contaron… faltando, si acaso, algo de brillo extra (que no potencia), en las guitarras. Saint Vincent volvía a lucirse en su trabajo, alternando de fábula voces rasgadas y clásicas del Black Metal, con otros registros que irradiaban la más tormentosa de las agonías. Tenían un tiempo más bien limitado, y no se durmieron en los laureles a la hora de presentarnos la siguiente La Morsure du Christ, que comenzó con unas baterías de Jason realmente asesinas, y nos transmitieron unas ganas irrefrenables de machacarnos las vértebras con ellas. También Saroth al bajo se iba envalentonando, tocando con saña, y cada vez más inquieto recorriendo las tablas. Lo cierto es que estaban sorprendiendo gratamente a propios y extraños. Sus principales rasgos de personalidad son su aspecto (con maquillajes y ropas de lo más chulo), sus letras en francés, y los remarcados cambios de intensidad en distintos fragmentos de sus canciones, repletas de la más cruda caña, pero también de pasajes lúgubres y decadentes, como esa parte forjada solamente con voz y piano antes de que llegasen los tres últimos bises. Para romper el breve silencio, emplearon una introducción pregrabada, mientras todos los músicos se situaban mirando hacia la batería.

De repente, estallaron esos blast beats de Et que Vive le Diable !, con una rabia inusitada, y ambos guitarristas Heimoth y Drakhian se posicionaban en primera línea de defensa, pisando los monitores y castigando las cuerdas. La banda está celebrando sus 25 años de carrera, por lo que algún tema antiguo tenía que caer (como ya nos avisó, en inglés, el vocalista). Con las luces rojas todavía invadiéndolo todo, solamente llegábamos a ver su fantasmal silueta, pero nunca su rostro, al igual que sucedió con el resto de músicos. Esa ‘buena mierda’ clásica correspondió a Hymne au vampire, acte I, de su primer LP “Les blessures de l'âme”. Saint Vincent, machete en mano otra vez, se apoyaba en su compañero Saroth, continuando con esa actuación tan teatral que mostró desde el principio. Los coros de Pierre Le Pape al teclado fueron casi continuos en esta, pero si en verdad me flipó un músico, ese fue el batería, con partes ultra aceleradas, cambios y redobles exactos, y en general, detalles muy trabajados, con un doble pedal que hacía retumbar los cimientos de la Garaje. A estas alturas ya tenían al público entusiasmado, que levantaba los puños sin parar de animar y/o vociferar, y para rematar por todo lo alto, caía a continuación la tercera parte de su saga, Hymne au vampire: acte III. Volvían a adelantarse esa pareja de hachas formada por Drakhian y Heimoth, derrochando entrega, actitud y mala uva a partes iguales, para clavar esos ‘trémolos’, y Saint Vincent, de un lado al otro del escenario, combinaba esas voces agresivas y agoniosas con mucha maestría. Qué mejor final que esos fúnebres arpegios entre ambos guitarristas, tras los cuales, la oscuridad absoluta volvió a adueñarse del escenario.

Borknagar:

Desde Noruega, y a pesar de proceder de la tierra del Black Metal más ortodoxo y auténtico, seguramente Borknagar no fueron lo que más de uno esperaba, sobre todo, aquellos que acudieron a su concierto sin haberles escuchado previamente. He de reconocer que, en los primeros tientos que les di, no llegaron a convencerme, pero poco a poco su estilo me fue atrapando, y fue definitivamente en directo donde me convencieron al 100%. Su música, con toques progresivos, cambios extremos de tesituras, y esa esencia indómita de conexión con la naturaleza y el espíritu, fue todo un viaje sensorial, tal vez el mayor de la noche. Con la primera Nordic Anthem, por ejemplo, decidieron arrancar con registros más melódicos, místicos y etéreos, y pudimos ver a unos músicos ya completamente metidos en su papel. Las voces corrieron a cargo, por el momento, de Lars A. Nedland (quien ya tenía su teclado delante), pero no tardarían en poner las suyas casi todo el resto de integrantes. La más machacona The Fire That Burns fue aún más apasionada, vibrante y ecléctica, con partes que fueron desde los más intensos guturales hasta aquellas en las que predominó el teclado, y que aprovecharon para levantar las primeras palmas de entre el público. A ello, se unieron también unos cuantos coros, que durante todo el bolo sonaron de fábula, siendo un elemento imprescindible en la mayoría de sus temas.

En dicha versatilidad vocal tomaron parte ICS Vortex (un ex–Dimmu Borgir, por cierto), con líneas más limpias, y el guitarrista Jostein Thomassen, tirando de guturales más burros en la siguiente The Rhymes of the Mountain, una de las que más me gustaron. Y fue así, sobre todo, por unas exquisitas partes y cambios en las baterías que te elevaban todavía más el espíritu. El de Jostein, por cierto, fue uno de los primeros solos de guitarra destacados del concierto. Con el charles a toda hostia, abría ahora Up North. Las excelentes voces corales volvieron a resaltar ese brillo de las fantásticas melodías que esta banda es capaz de componer, unidas a esas bases rítmicas tan abiertas y libres que cada vez nos iban absorbiendo más y más, como si de toda una experiencia psicotrópica se tratase. Voices, a pesar de ser una de las más sosegadas de la noche, también se convirtió en una de mis favoritas. Lars A. Nedland fue uno de los grandes protagonistas, con un foco que le estuvo alumbrando a él (y nada más que a él) en toda su duración. Una auténtica maravilla para los sentidos que continuó con la más poderosa, pero no menos alucinógena, Colossus. Los músicos se soltaron mucho en ella. Lars cogía a Jostein, amigablemente por el cuello, y se marcaban una buena sesión de headbanging, al tiempo que Vortex fue el encargado de cantar, llegando a dar en varias ocasiones unas notas sorprendentemente agudas, que encajaban de perlas con esas notas más psicodélicas del teclado.

Como ya he remarcado, el virtuosismo de la batería fue clave en todo momento, también en temas como Moon o Summits, ambas de lo más cañero que escuchamos aquella noche. La tormenta de luces del escenario, la pasión con la que Vortex se adelantaba a cantar y tocar, las teclas tan bien encajadas, los brillantes arpegios de Øystein Garnes a la guitarra rítmica, o esos gritos desgarradores, hicieron de esta una de las partes más intensas, y al mismo tiempo, más tradicionalmente ‘blackers’ de la noche. Las atmósferas eran cada vez más sólidas y cautivadoras y los retazos más étnicos y espirituales se adueñaban de nuestros sentidos, existiendo fragmentos en los que era muy fácil sumergirse completamente hasta casi perder la noción del tiempo. Sin embargo, para el final, apostaron por dos cortes algo más duros. El primero de ellos, Dauden, directamente extraído de su primer álbum “Borknagar”, fue todo un bombazo, y levantó tal algarabía entre a peña a la hora de cantar los coros, que el mismo Vortex nos encaró el micro para que estos se escucharan más fuertes. Y en la última, Winter Thrice, fue Jostein Thomassen (con su actitud siempre a lo Zakk Wylde), quien nos animaba a hacer palmas con mucho énfasis. Y puedo decir, casi con total convicción, que con ella, la banda logro llegar al cenit de su conexión con el público, que cayó rendido a los pies de este temazo, y de su actuación en términos generales. Enormemente recomendables, los noruegos Borknagar. Ni se os ocurra pasarlos por alto.

Antes de ponernos con el gran plato principal de la noche, unas notas extra-musicales. No veo del todo bien que no te permitan salir de una sala después de los conciertos, y más si se trata de una velada de duración media o larga. Al menos, la Garaje Beat Club pone a disposición un área de fumadores, pero en este caso, y aún sin lluvia, había un enorme techo plegable tapándola que convirtió aquello en una nube de humo insoportable. Menos mal que la terminaron por abrir... El ambiente durante toda la noche fue genial, buen rollo, ganas de ver a las bandas, aunque había más de uno que habló más que escuchó, de los que acaban molestando y te dan ganas de decirles cuatro cosas. El sonido fue mayormente bueno, mejorando conforme avanzaba el tiempo, aunque lo de Rotting Christ, refiriéndome al brutalísimo volumen y saturación, fue a todas luces exagerado. Y dejo para el final el único punto realmente desagradable de la noche: la temperatura en la sala. Entiendo que pongan el aire durante las primeras actuaciones para disipar el calor y refrescar el ambiente, pero aquello, depende de donde uno estuviera, era una puta nevera. De hecho, me volví a casa con tres secuelas: afonía, dolor de cuello (estas molan y son efectos secundarios del disfrute), y un resfriado y dolor de riñones del copón debido al frío. Señores de la sala, ténganlo en cuenta, por favor.

Rotting Christ:

Ahora sí que sí, a la hora prevista (incluso unos minutos antes, diría), los hermanos Tolis, junto a su séquito, estaban ya a punto para dejar, en otra noche más de las que han conformado su extensa gira española, la sala hecha pedazos. De la expectación, estábamos hasta nerviosos, y no porque temiésemos que algo podía fallar (con esta gente, sería insólito), sino por el ansia de tenerles ya delante atronando.

Cuando comenzó a sonar la introducción y sus profundos coros, y Sakis se posicionó, saludando, en medio de la tarima… ya no había vuelta atrás. Aealo, voces étnicas incluidas, nos golpeó con muchísima fuerza, la misma con la que Kostas Heliotis al bajo, y Kostis Foukarakis a las seis cuerdas, castigaban sus pescuezos con unos headbangings de lo más violento, para encender todavía más la llama. Al mismo tiempo, el vocalista no nos dejó a la deriva. En todo momento estuvo pendientes de nosotros, encargándose de que participásemos de aquella brutal arremetida, haciéndonos sentir como uno más de la banda. Su cercanía y empatía con el público fueron una de las principales constantes del concierto, y eso hizo que su música y su actitud nos llegasen de inmediato, siguiendo a continuación la senda marcada por “Pro Xristou”, con uno de los temas más emblemáticos de este último trabajo, llamado Pretty World, Pretty Dies. Grandes chorros de humo emergían a un lado y al otro del escenario, y las continuas palmas entre el público indicaban que todo iba como la seda. Tan solo, insisto, el desmesurado y exageradísimo volumen, y la saturación que ello conllevaba, me estaban privando de disfrutar al 100%. Por suerte, mis oídos se fueron acostumbrando (pobres de quienes estuviesen delante de los altavoces…), y para Demonon Vrosis, ya pude apreciar mejor el rugido de esas guitarras sin temer una explosión craneal.

Contaban con un telón de fondo llamativo, pero sin duda, las miradas se centraban en su mayoría en el líder y vocalista Sakis Tolis, entregado, apasionado, carismático y teatral como pocas veces le he visto. A sus dos costados, bajista y guitarrista no lo vivían precisamente con menor intensidad, elevando sus mástiles, asomándose al público, y pisando monitores, tirando de actitud a raudales. Aunque la sala ya estaba que ardía, era cuestión de poco tiempo que la cosa se desbocara completamente, y así fue en el momento en que Kata Ton Daimona Eaytoy empezó a sonar. Un explosivo y gigantesco moshpit arrasó con todo, ante la mirada de satisfacción del grupo, que aun así, no paraba de echar leña al fuego, sabedores ya de su temprano triunfo. Aunque por otra parte, también relajaron un poco el ambiente con otro de los temas estrella de “Pro Xristou”, el single Like Father, Like Son, último tema nuevo que caería. Los riffs crujientes y contundentes de Kostis prácticamente nos obligaban a retorcer el cuello, a la vez que sonaban de auténtico lujo, tal como el devastador muro formado por el doble bombo de Themis Tolis tras los parches, o las armonías que compartían ambos hachas. Siguiendo con este plan más guitarrero, en …Pir Threontai, Sakis volvía a pedirnos otra sesión de palmas. Tal era su nivel de implicación con nosotros, que en ocasiones hasta colgaba su guitarra, dejando a su compañero Kostis seguir quemando ese ‘trémolo’ salvaje. Los coros a mil voces desde el respetable, por supuesto, tampoco se hicieron de esperar, y la cosa volvió a coger muchísima temperatura con Elthe Kyrie.

No es para menos. Themis le metía a las cajas como si no hubiese mañana, y ese atronador ritmo del tema levantó otro wall of death de puto miedo, que por poco nos arrastra a todos. Dirigiéndose a nosotros en el descanso, Sakis nos preguntaba ‘¿queréis más?’. La respuesta fue más que obvia, y lo que tenían preparado a continuación, grandioso, con tres de los temas más apabullantes de todo el repertorio que nunca suelen faltar. Seguían las hostias y los empujones, sin tregua, con The Sign of Evil Existence, y el bajista Kostas Heliotis, al que no se le escapa una sola letra de ninguna canción, se acercaba constantemente a nosotros, asomando la cabeza para ver de cerca la locura que se cocía bajo sus pies. Literalmente empalmada, Non Serviam fue un jodido terremoto que no dejó piedra sobre piedra, y para culminar aquella jugada maestra, Societas Satanas (el cover de Thou Art Lord, un valor seguro) fue, tal vez, la más cantada de todo el concierto, y una de las que más motivó al personal. Solamente deciros… que prácticamente no había un solo metro cuadrado de la sala en la que uno pudiese refugiarse de los devastadores moshpits. Sakis y Kostas se despidieron con un grito prolongado y agresivo, tras el cual, se hizo la oscuridad, que dejó paso a unos coros pregrabados. No tardaron nada en volver a parpadear las luces a lo bestia, ni a sonar unas guitarras como cuchillas que laceraron sin piedad nuestros tímpanos con In Yumen-Xibalba.

Como si de un nuevo comienzo se tratase, guitarra y bajista volvían a las andadas extra motivados, con un headbanging bestial, no vaya a ser que les quedase una vértebra sana al terminar el concierto. Sin abandonar su undécimo disco, “Kata Ton Daimona Eaytoy” (para mí, uno de los grandes de su carrera), entre gestos y ademanes de Sakis Tolis, la emprendían con un cañonazo de la talla de Grandis Spiritus Diavolos, poniendo a toda (y lo digo literalmente) la sala a botar ya con los primeros compases. Desde luego, había ganas de todo menos de que el concierto terminase. Y aunque este se encontraba ya en sus últimos movimientos, todavía quedaba mucha cera por repartir. Así sucedió con The Raven, en donde ambos guitarristas se coordinaban de puta madre, incluso cruzaban sus mástiles, completamente empapados en sudor, pero sin ceder ni un ápice al cansancio. Quedaba un último bis bajo la manga. Más que pedir, exigíamos a grito pelao de ‘¡Rotting Christ!’, ‘¡Rotting Christ!’ la reaparición a escena de la banda. Sakis nos avisó de que la siguiente sería la última, y quería vernos a todos disfrutándola hasta el límite. Así, con unos grandes coros, unas guitarras que seguían sonando increíbles, y muchos saludos al público (estrechando manos, incluso), se coronaron a lo grande con Noctis Era, entre vítores y palmas que no cesaron hasta que, definitivamente, la banda desapareció de escena.

Vaya puto conciertazo, damas y caballeros. Rotting Christ siguen demostrando, sin dejar el más mínimo rastro de duda, que son una verdadera apisonadora en directo, con una entrega y una calidad como músicos excepcional, y una capacidad de comulgar con su público que ya quisieran la mayoría de las bandas de su estilo. También, como ya he dejado constancia de ello, salimos muy satisfechos con las actuaciones de Seth y Borknagar, un acompañamiento que fue un auténtico lujo, y contribuyó a poner el punto de variedad a la noche. Y hablando de compañía, a parte de una velada de lujo de puro metal, también fue una noche de diversión entre amigos, que lo pasamos de puta madre, antes, durante, y también después del concierto, celebrando por anticipado, y por todo lo alto, el cumple de mi colega Popi, jejeje. Lo mejor para completar una tarde / noche de las que no se olvidan.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


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