Sabíamos que un miércoles no sería el mejor día para verles triunfar a tope, como se merecen, y tal vez la capital no es el sitio concreto donde más se les valora… pero al mismo tiempo, precisamente esa fue una razón más para estar ahí dándoles nuestro calor. Mi chica y yo llegamos a Madrid esa misma tarde, y todo fue muy exprés. Dejar los trastos en el hotel, meternos en el metro, andar un rato, y casi sin darnos cuenta, ya estábamos a las puertas de la sala Silikona, que era la primera vez que visitábamos. Y cuál fue mi enorme sorpresa, que allí mismo me encontré, sin haber quedado ni avisar, no con uno, sino con dos colegas a quienes me alegré infinito de ver. Uno de ellos, mi colega vallecano Jose, al que ya casi no me debería sorprender encontrarme, ya que está metido en todos los saraos habidos y por haber. El otro, el gran Rockberto del fanzine Sounds Like New y redactor en Dioses del Metal, a quien conocí este mismo año en el Monsters of Rock Cruise, una persona tan amable como curtida en el mundo del Rock (¡¡muchísimas gracias por esas cervezas amigo!!). Ambos hicieron que la noche fuese todavía mejor.
White Tygër:
Con este ambiente tan guapo e impagable compañía, tras unas charlas de reencuentro y música, nos metimos directos al turrón tan pronto abrieron las puertas. La sala, en cuanto a distribución y espacio, me dio muy buenas impresiones (me comentaron que fue remodelada hace un tiempo), bastante amplia y sin esquinas ni formas incómodas para disfrutar de los conciertos, al menos, para aquellos no demasiado concurridos. Otra cosa bien distinta ya fue el sonido, que en la mayor parte de ambos conciertos, hizo aguas por todas partes. Los ingleses White Tygër no tardarían mucho en pisar las tablas. Muy entregados e ilusionados, venían con un setlist basado en su único disco hasta el momento, ese “This is the Life” del 2022, que reconozco que escuché por primera vez en directo. Pero ante una interpretación como la suya, el factor sorpresa no fue sino un valor añadido. Permanent Vacation (el tema que abre el disco, y no una versión de Aerosmith), fue la escogida, y a pesar de la escasa asistencia, no veáis cómo le dieron caña desde el primer guitarrazo. Aportaban sus voces, casi a partes iguales, el guitarrista Chris Hingley, el bajista Stephen Timmins y, por descontado, el frontman Nip Turner, que se comportó como un auténtico tigre sobre el escenario, hambriento de Rock’n’Roll y ganas de comérselo todo a bocados, dando además dos solos cojonudos en el primer corte. A este le siguió Heartbreak Hotel, un tema también de connotaciones más pesadas, pero sin dejar de lado cierta esencia ochentera, con muy buenas armonías vocales entre Chris y Nip, excelentes agudos, y el constante despatarramiento de este último, que pisoteaba el bombo de la batería en el momento del solo. Una energía considerable que no tardaron en transmitirnos, y todo ello a pesar de la timidez inicial y el probable desconocimiento por parte del público.
Mucho más hardrockera, Midnight Lovers también reveló, a parte de un suculento estribillo, mucha compatibilidad entre sus músicos, que se apoyaban y bromeaban entre ellos con la mirada. Nip cada vez se abría más de piernas, hasta el punto que daba la impresión de que se iba a partir. En otras palabras, también hubo actitud a borbotones. Relajaban un poco el ritmo con uno de los temas más conocidos que nos tocaron, el We All Die Young de Steelheart, que formó parte en su día de la flojilla película Rock Star. El inicio más pop dio paso a una de las mejores interpretaciones vocales de Nip de todo el concierto, ciertamente espectacular en esos tonos altos y en la modulación de sus cuerdas vocales. De auténtico 10. Mucho más feroz cayó sobre nosotros la encarnizada Speed Demon, con una batería a toda hostia por parte de Jack Ryland-Smith, a quien veíamos pasarlo en grande. Un tema que ya prácticamente nos obligó a batir las cervicales a gusto, haciendo honor a su título. Buenos coros, un solo aguerrido de Nip pisando su monitor y los rapidísimos dedos del bajista Stephen Timmins terminaron de clavarla del todo. Me llamó la atención, sin conocerles previamente, las muchas influencias que se encuentran en su música, que pueden ir desde Skid Row hasta Extreme o Guns’n’Roses, pasando por los mismísimos Metallica. Esto último lo vi claro en varios de sus riffs y tempos, en la pose que adoptaba el bajista Stephen (con su bajo colgando por debajo de las rodillas y su forma de tocar), y por supuesto, en ese cover del Seek and Destroy que se marcaron, sin cortarse con las revoluciones, y poniendo toda el alma en él.
Puro nervio ese Nip Turner, acercándose con su guitarra a cuestas, dando patadas al aire, saltos, carrerillas… ¡no se podía quedar quieto un solo segundo! Tras esa tormenta de riffs, compases y gritos, no desentonó en absoluto Skum Town, a la que le vi un claro aire ‘Skid Row’, sobre todo por su estructura y cadencia, a lo que hay que añadir lo eléctricas que sonaban las guitarras. Esto no quiere decir que el sonido fuese bueno, de hecho, todo lo contrario. Con mucha frecuencia, la ecualización formaba una pelota sonora ininteligible y lo que es peor, bastante saturada, que complicaba mucho la labor de reconocer los temas o los instrumentos. Una verdadera lástima, aunque ya me avisaron de que esto, en la sala Silikona, solía ser el pan de cada día. Stephen continuaba zarandeando su bajo de un lado a otro, tocando de forma bastante agresiva, y agitando la melena en la siguiente This Is The Life, cañera y guitarrera, que nos incitaron una y otra vez a cantar, hasta que lo consiguieron con su estribillo. Su tono festivo también puso a bailotear a la mayoría de nosotros. Para mí, sobresalieron esos coros de Stephen y Chris, que dieron todavía más color al tema. Rematando el setlist, una de sus creaciones más contundentes y cercanas al Heavy Metal, como es Don’t Give a Fuck. Sobrado de actitud, Chris tiró mucho de de wah con su pedalera, y Nip nos instigaba a que pusiésemos toda la carne en el asador para este último disparo. Lo cierto es que, a lo tonto, terminé su concierto con una buena sudada. Repito, lástima lo del sonido mierdoso, que deslució parte de su actuación. Pero como músicos, y como temas, no se puede poner absolutamente ninguna pega, y al final, eso es lo que importa de verdad.
StOp, sToP:
Ante un concierto de los StOp, sToP, más vale antes abrocharse bien los cinturones para no descarrilar, porque la velocidad y el frenesí al que te arrastran, es de auténtico vértigo. Cualquiera que les haya visto en directo lo sabe de sobra, pero aun así, no dejan de sorprender en cada actuación. No importó una mierda que fuésemos pocos, o que el sonido fuese bastante chabacano. Ellos siempre salen a dar el 100%, a poner sus mejores cartas sobre la mesa, con la misma entrega o más que la que tenían cuando se establecieron, hace nada menos que 15 años ya. Y lo hacen como pocas bandas nacidas en la península. Esa actitud es lo que les ha llevado a estar donde están, a no tener un solo fin de semana de descanso, empalmando un concierto tras otro. Tenerles en Madrid (o en cualquier otro lugar), fue un putísimo privilegio, aunque las condiciones no fuesen las que merecían.
Orgullosos de su más reciente trabajo (y con razón), metieron mucho del “Tangled” en su repertorio, pero sin olvidar los cortes que más éxito les han reportado desde sus inicios. Así, el desmadre arrancaba con la macarra Hasta Luego, en la que Jacob, cargando con su bajo, y con su habitual micrófono-auricular, salía a la carrera hasta posicionarse con mucha chulería en el centro del escenario, obsequiándonos ya con esos pasos tan habituales en su forma de actuar. Sus compañeros tampoco le fueron a la zaga, y no esperaron para echarle toda la pasión al asunto. Danny disfrutaba como un animal tras los parches en la marchosa Renegade, literalmente empalmada con la anterior. Y a Lewis Alcock, que es el guitarrista de la banda desde hace ya un tiempo, se le vio algo tímido al principio, pero pronto empezó a destacar con su gran pericia en los solos, y a elevar su instrumento por los aires. La banda, que está ya muy rodada por estos mundos de Dio, pronto se dio cuenta de que algo no iba bien en el sonido, y pidieron unos arreglos para el micrófono. Algo mejor se le escuchó a Jacob ya en Toilet Party, arropado por los coros de sus compañeros, especialmente de Danny, que formaba piruetas y figuras con sus baquetas al tocar. Siempre un espectáculo, este hombre, y con una pegada bestial. Jacob iba en todo momento a más, soltándose, enloqueciendo por todo el escenario, sin dejar esos divertidos pasos, y en The Last Call, nos arrancó la primera sesión de palmas, que a su vez, fue obsequiada con snippets de míticos temazos.
Sonó el Johnny B. Goode del maestro Chuck Berry, el Great Balls of Fire de Jerry Lee Lewis, sin olvidar a AC/DC y su It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'N' Roll). Vueltas, patadas al aire, y movimientos meticulosamente coordinados, pero siempre dejando espacio para la improvisación… y ese ‘derribo’ de Jacob al guitarrista Lewis… conformaron algunos de los más grandes y fervientes momentos del concierto, al que todavía le quedaba muchísima tela que cortar. A parte de gran cantante y frontman, Jacob también es un magnífico comunicador que siempre termina estableciendo una gran cercanía con el público, ya sea hablando de su estilo de vida con mucho humor, o presentando el significado de cada tema. Así fue como saltaron de nuevo al ruedo con 9 to 5, en la que el mismo cantante también demostró una gran habilidad con las cuerdas (la cuarta gran virtud que me quedaba por citar). Un saltito hacia atrás, hacia el “Lowcost Life” (para mí, uno de los mejores discos de su carrera), y sin dar un solo segundo de descanso, nos hacían descojonarnos con el cachondeo de Let Me Fill Your Void, pero también machacarnos el cuello con sus adictivos riffs. Mientras Danny le metía duro, Jacob se paseaba por el escenario, provocándonos a cantar el estribillo, hacer palmas, y en general, a que disfrutásemos sin ninguna vergüenza aquel fiestón de desmadre y Rock’n’Roll. Las palabras que dedicó al tema, tampoco tuvieron precio, jejeje. Traían, además, un setlist muy bien compensado, escogiendo lo mejor de cada disco y encajándolo de maravilla, aunque es cierto que iban a faltar muchísimos temas.
No se puede pedir todo… pero por mí se podrían haber estado 3 horas tocando, hasta que cayésemos de rodillas. Continuando con el imparable aluvión de temazos, presentaban con mucho empeño uno de los singles del “Tangled”, la divertida, carismática y adictiva a partes iguales Too Cool for School, en la que especialmente Danny estuvo que se salió, con esa forma de tocar tan aplastante, pero también destacó el solo de Lewis Alcock, ejecutado en el mismo centro del escenario. Otro de mis grandes temas favoritos de su discografía, que espero no dejar de escuchar nunca en sus directos, fue Turned My Life Around, con la que disfruté a lo puto bestia, cantando, saltando, y sudando la gota gorda. Liada máxima también con Join' the Party!, y más generalizada, si cabe, con toda la peña levantando los puños y echándole una mano a Jacob en el estribillo, que nos conquistaba con su gran carisma. Un veloz punteo de bajo, y un final con Danny castigando a saco los parches, nos llevaron hasta la siguiente, regresando a su último álbum. Parece que el sonido fue mejorando ligerísimamente (o fueron mis oídos quienes se acostumbraron), pero aunque no llegó a ser realmente bueno, noté que no había tanta saturación. Fire, Fire! acometió con unos buenos coros de parte de Danny y Lewis, un corte hecho a medida para no dejar de gritar su letra. Después, tuvimos una de las mayores sorpresas del show. Jacob llamó a filas a quien presentó como la guía espiritual de la banda desde tiempos inmemoriales, su compañera Afryca Soler.
Además de llevar el puesto de merchan, y ser la manager del grupo, además de ser guapísima y encantadora, pudimos comprobar, en Real Friends, que tiene una voz alucinante, y bordó el tema con sobresaliente alto. Su timbre y el de Jacob, además, empastaron de lujo en esas armonías finales, y me dio la impresión de que en general, las guitarras sonaron más pesadas que en estudio. Una aparición inesperada que, además, subió considerablemente los ánimos de la sala, y de aquí hasta el final, ya no hubo tregua. Lo que si hubo, fue otra buena tanda de sorpresas. MTV, con su rollo más sureño, secundó de forma inmejorable aquel momentazo, llenando la Silikona de bailes y palmas de apoyo, y con Stop, Stop! llegó, más que el final del show, todo un espectáculo de variedades. Entre pasos del pato por parte de Jacob, y solos varios de bajo y guitarra, el vocalista presentaba a sus compañeros Danny y Lewis (¡tenemos chica nueva en la oficina!). El percusionista salió junto a sus compañeros, únicamente con caja y baquetas, y empezaron a mezclarse, dando vueltas por entre el público, mientras interpretaban de esa guisa y sin descanso fragmentos de What’s Up? de 4 Non Blondes, el Rock and Roll de Led Zeppelin, Proud Mary de los Creedence, y recordaron de nuevo a los AC/CD con Thunderstruck. Acto seguido, y al grito de Stop! Stop! se desplomaron todos en el suelo, en medio de la sala, mientras todos les mirábamos atónitos recuperar el aliento. No teniendo suficiente, todavía se levantaron para un último reprís, que dejó la Silikona en llamas ante tal cortocircuito eléctrico.
Como digo, a pesar de las adversidades, se lucieron con un concierto al que no le faltó de nada: un setlist de puta madre, una actitud imparable, y unos músicos de primera con mucha gula de escenario. ¿Todavía no les has visto en directo? No me seas mendrugo, y no faltes al próximo que puedas. Esta gente nunca, jamás va a defraudar, sea donde sea y cuando sea, precisamente porque viven por y para el Rock’n’Roll, y eso queda más que patente desde que salen al escenario hasta que se marchan de él. Pero es que hubo más: después del bolazo que nos dieron, sin ni siquiera sentarse a descansar, fueron directos a saludarnos, a hacerse fotos con nosotros, a aguantar el tirón con su mejor sonrisa y su mayor amabilidad. Y solamente por este tipo de detalles, se merecen todo lo bueno que les pueda pasar, y mucho más. Sin duda, uno de los conjuntos más enérgicos, currantes y divertidos de cuantos han nacido en nuestra península.
No me enrollo más, pero no quiero despedirme sin agradecer de corazón a todos los músicos por sus grandes conciertos, su paciencia y simpatía, a Rockberto y a Jose por la inmejorable compañía, también a Martí de Lleida (eso es un fan con dos cojones), y por supuesto, a mi chica que también lo pasó de locura. Dos días después, emprenderíamos la ruta hacia León, donde por segundo año consecutivo, volveríamos a vivir la increíble experiencia del Lion Rock Fest.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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