
Nuevo día, y nuevo encuentro puramente casual con mi colega Fran, con el que estuve charlando un buen rato, relajándonos en las mesas, mientras esperaba el inicio del primer grupo. Parecía que iba a ser otro día realmente duro en cuanto al calor. Ni una nube en el cielo, ni una ligera bajada de temperaturas, ni una mínima brisita que pudiesen hacer un poco más llevadera la experiencia. Ya, pa qué. Total, a estas alturas…
Acrónica: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Amanecía la cuarta y última jornada de este Rock Imperium 2025, y lo hacía bien cargada de tralla. De hecho, para el deleite de los oídos más cañeros, esta iba a ser un día muy intenso en ese sentido, el que más con mucha diferencia. Formados en la misma Murcia, Acrónica salieron al escenario muy dispuestos a pisar fuerte, a machacar tímpanos, y a no dejar títere con cabeza gracias a sus letras de carácter reivindicativo.
Con su nombre bien grande al fondo, los arpegios, y la narración de la intro, nos fueron acercando al primer tema, Sobredosis de Placer, que estalló como un obús. Cera de la buena con rabia, gritos, actitud, y mucha acción por parte de sus músicos, que sudaron la gota gorda desde el primer tema. Rápidamente, su vocalista César Madrona (aka Malévolo), hizo un breve saludo, aprovechando para presentar la siguiente Nada Nuevo. Muy entregados a lo suyo, el bajista Juan Ignacio con sus molinillos, el batería Juan Santiago con su mala leche al golpear, y el vocalista, cada vez más encabronado, nos hacían llegar, a través de su música y letras, mucha potencia y un buen puñado de verdades de las que no todos quieren aceptar. La cosa continuaba en crescendo con Libelos de Sangre, uno de los temas más personales del grupo, y single de adelanto de su reciente disco “Sociedad caníbal”, en el cual basaron el setlist. El ritmo aplastante, los fulgurantes punteos de Juan Ignacio y esas duras y detallistas guitarras de Álex y José Noguera, nos empujaban cada vez más a darlo todo con el headbanging, a pesar del insufrible calor. Entre algunos de los temas, César aprovechaba para arremeter contra distintos males de nuestra sociedad, y esta vez les tocó el turno a las diabólicas farmacéuticas con Negociando Muerte. Me gustó mucho, de esta última, la cantidad de registros empleados a la hora de cantar, guturales, alaridos, y gruñidos porcinos muy afilados. El tema también incluyó un breakdown de lo más contundente, y unas buenas dosis de doble bombo que nos dejaron los oídos finos, aunque también por lo exageradamente elevados y distorsionados que sonaban los tonos bajos.
Enlazada sin respiro cayó A las Puertas, con un gran momento de lucimientos para sus guitarristas, solos largos y muy veloces y mástiles en el aire. Los sonidos densos, machacones y graves en sus riffs son pura esencia de la banda en esa mezcla de groove y hardcore (pronto, tendríamos otra sesión similar con Vendetta F.M.). Sin duda, el discurso más incisivo, cabreado y necesario, fue aquel contra los asesinos de niños en las inhumanas guerras que sacuden al mundo, mostrándose César especialmente furioso al cantar y aplastar el escenario a la carrera en Llantos Silenciados. También en ella, José, Álex, y Juan Santiago, al frente y alineados, nos ofrecían un solo simultáneo a tres bandas. Hacía ya unos cuantos temas que el público estaba de su parte, y aprovecharon para agradecer a todos los presentes, y al equipo del Rock Imperium, el buen trato que se les había dado. Solo quedaba ya un tema, un single que finalmente no formó parte del disco, llamado Decadencia Caníbal. La banda dio aquí el resto, montando un enorme estruendo con cambios radicales de ritmo, guitarras a cuchillo, un solo largo, y para el final, terminaron todos hincando rodilla en el escenario con un abrumador alarido por parte de César. Se percibía una gran satisfacción en los rostros de los músicos, pero también entre la gente, siendo uno de los conciertos de apertura más disfrutados del festival.
Lampr3a: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Lampr3a es otra de esas bandas que no conocí hasta poco tiempo antes de la celebración del festival… pero no fue ‘una más’. Desde el primer momento en que les escuché, caí fulminantemente rendido bajo los efluvios que emanaban de su música. Una propuesta muy de nicho, sin duda, café para los muy cafeteros, que a más de uno de los presentes nos dejó con los ojos como platos de incredulidad.
Habrá de aquel, y por supuesto es un punto de vista respetable, que no vea en su música más que una orgía interminable de notas, una fanfarronería de técnica pura y dura sin más objetivo que el lucimiento personal de cada uno de los músicos. Pero en mi opinión, nada más lejos de la realidad. Creo que sus temas irradian un sentimiento brutal, más allá del virtuosismo y la velocidad desenfrenada, muchas y variadas emociones transmitidas a través sus drásticos cambios, su profunda complejidad, y su intensidad sonora. Y creo, también, que ese fue el principal leit motiv de Borja y Mikel, dos de sus fundadores, a la hora de crear este complejo universo llamado Lampr3a. De hecho, la acción escénica quedó en un segundo (o incluso tercer) plano, al igual que las palabras de sus integrantes, dejando que la música fuese el único vehículo transmisor y estrictamente protagonista de su concierto. Con los sentidos bien abiertos, y agarrado a la valla, me dispuse a disfrutar de un espectáculo, sabiendo ya de antemano que me iba a dejar huella. Con un marcado apoyo de sonidos sampleados, abrían con MAGLA, con la brutalidad por bandera en los primeros compases. Blast beats de toda clase y naturaleza, una velocidad anonadante, y estructuras caóticas que no mantenían el mismo compás ni 10 segundos seguidos, pudiendo pasar de un destructivo maremágnum de notas, hasta casi el silencio más absoluto en cuestión de segundos, momentos en los cuales, por cierto, los bajos se tornaban casi insoportables entre las primeras filas.
Por suerte, este problema se suavizó tras el tercer o cuarto tema. Por ahora, continuaban con ROCD, tras el impacto inicial, en la que volvían a ofrecernos unas melodías ultra técnicas, con unas progresiones de locura, y con todo, veíamos al guitarrista Borja Mintegiaga ejecutarlas con una facilidad increíble. Desde luego, hay que tener una preparación muy estricta y especial para poder tocar así… por no hablar de la mala bestia que asoma tras los parches, Mikel Gómez. Clavando cada tempo, cada mínimo corte, y cada detalle, lo suyo era un sentido del ritmo y una habilidad que se sale de lo terrenal. Melodías, repito, generadoras de fuertes emociones, tal como fue la de EVOLVE, con voces psicodélicas pregrabadas al inicio. La mala sangre al golpear de Mikel iba en consonancia con la increíble velocidad a la que J.I. Izaguirre repasaba los trastes y cuerdas de su chapman stick, un instrumento que, por cierto, jamás había visto sonar en vivo. Y lo suyo no será un espectáculo de movimientos o artificios, pero verle tocar a una velocidad a la que casi no puedes ver sus dedos, para mí vale más que cualquier floritura escénica. Además, también fue el comunicador del grupo. Parón breve para un traguito de agua, y al turrón con XXIV VII, una de mis favoritas de “ESnSE”, su único LP hasta el momento. En realidad, y al contrario de lo que suele suceder con este tipo de bandas, los temas no suelen ser excesivamente largos, pero sí de una intensidad hirviente.
La pasión y concentración, al mismo tiempo, se reflejaba en la cara de Borja. A veces sin ni siquiera mirar las cuerdas, nos seguía volviendo locos con esos indescifrables esquemas. Mikel demostró, especialmente en esta última, un dominio sencillamente perfecto del doble pedal a la hora de crear muros sónicos con él. Y seguiría haciéndolo en EVØKE, tanto como Borja y J.I. Izaguirre recorriendo cada pulgada de sus mástiles, de un extremo al otro, en cuestión de segundos. Incluso este último tuvo un momento destacado en solitario, mientras el resto de músicos esperaban para volver al ataque. La sincronía entre ellos, creo que a estas alturas ya está de más decirlo, fue milimétrica. Una auténtica salvajada, incluso en las micro estructuras más rebuscadas. No dejaban de sorprender con nuevas técnicas y alardes, como esos slaps en la guitarra de Borja (que no dio ni un solo acorde en todo el show), o esos contratiempos de Mikel (por cierto, actualmente batería de Soziedad Alkohólica, ahí es nada…). Su depuradísima técnica tocó techo en ESnSE, contando también con instrumentos adicionales disparados. Mientras J.I. Izaguirre sacaba humo de su mástil chapman a dos manos, Mikel también nos ofreció en ella un espectáculo sin parangón a lomos de su batería, tocando como un verdadero animal, como una herramienta de precisión matemática, y para colmo, sin apenas inmutarse y disfrutando a muerte de ello. Esa deceleración final, perfectamente ejecutada y medida con lupa, fue la última ostentosidad técnica que nos dejaron como regalo en aquella media hora, que supo a gloria, y que se me pasó como si fuesen cinco minutos.
A mitad del concierto, me encontré con mi amigo Juanma, con el que me reuniría pasada ya la siguiente actuación.
Vendetta FM: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Desde el año 2007 llevan dando guerra Vendetta F.M., componiendo nueva música, y avalados por un sinfín de potentes directos, tanto en su tierra murciana, como en el resto del país, incluso fuera de este. Dado su estilo alternativo, fuertemente influenciado por bandas como Hamlet, Habeas Corpu o Narco, se podría pensar que no era lo más apetecible ponerse a dar saltos con ellos a las impías 3 de la tarde. Pero rápidamente la agrupación, y en especial su cantante, nos pusieron los puntos sobre las íes.
Vociferando ese ‘¡Buenas tardes, Cartagena! ¡La vamos a liar!’ fue muy difícil resistirse a doblegar el cuello ya desde su primer disparo, una Preparado para Luchar que es toda una declaración de los principios e ideales de la banda, y también de su sonido. Jacob avanzaba a grandes y fuertes zancadas por el escenario, respaldando su voz esos agresivos coros por parte del bajista Germán Lloret, que no dejaba de agitar su larga melena en ningún momento. Pero los por desgracia, los problemas técnicos fueron una constante en el show, y empezaron bien temprano. Aprovechando aquel que afectaba a la guitarra, Jacob nos saludaba con muchas ganas de guerra, y pasaban al trapo con Give it Up, con muchos aires raperos, y todavía más con la guitarra ausente. El cantante levantaba su ‘middle finger’ al aire, mostrando siempre una gran agresividad en sus movimientos y en su forma de berrear. En Apología del Fracaso, ya volvían a sonar las cuerdas del guitarrista Víctor López, y el tema cobraba la fuerza esperada, protestón, y con un Jacob sin pelos en la lengua. Su batería, Jorge Alcáraz, no es alguien que destaque especialmente por su espectacularidad visual, pero desde luego, cumplió de sobra y aportó muchísima caña al show, castigando con ganas sus tambores.
Otra vez la dichosa guitarra se apagaba. Incluso la manguera, que intentaba rociarnos a todos, tenía un escape. Estaba claro que el concierto no iba a estar exento de fallos técnicos, pero eso al grupo le importó poco, y fuesen cuales fuesen las condiciones, no dejaron de darlo todo hasta el final, ya fuese pisando los monitores, dando molinillos, bajando Jacob al foso en Llama Inmortal, o redoblando esas notas a toda hostia en la peligrosamente afilada Hombre Nuevo. Muy comunicativo, Jacob se expresaba ante nosotros con mucha seguridad y aplomo, creyendo firmemente en lo que hacen, arrodillándose para lanzar esos primeros fraseos de Siempre Fuertes, e incluso encaramándose a la valla de seguridad para solidarizarse y compartir el criminal calor con nosotros. Aunque no querían perder tiempo, tuvieron que dilatar los momentos entre trema y tema hasta que la guitarra volvió a estar operativa (por tercera vez ya)… ¡pero ahora era el bajo el que se silenciaba! Se esforzaron a muerte, pero desde luego, no tuvieron la suerte de su lado en este aspecto.
Por fin parecía que todo estaba en su lugar, así que todos a una apostaron por La Ley de la Calle. Los gruñidos llenos de ira, y la forma de ametrallar de Víctor con su guitarra, nos fueron envalentonando más y más, llegando a formar grandes pogos a pleno sol a los que, ni corto ni perezoso, se unió el vocalista, saltando a la arena de batalla como uno más. Para la siguiente, Espíritu de Lucha, dieron otro paso adelante en brutalidad, intentando materializar su título en un severo wall of death, que acabó con mucho empujón motivado por el atronador doble bombo de Jorge, y muchos de sus participantes tirados por el ardiente suelo. Lío y más lío, es a lo que incitaba Jacob acercándose al borde del escenario y presentando esa última De por Vida, con potentes coros que complementaron sus letras, y un Germán que se lo pasaba de miedo subiéndose a la plataforma de la batería. Nos dejaron a todos hechos unos amasijos de sudor y polvo, despidiéndoles con el puño en alto, y visto lo visto, no hay duda de que lograron su objetivo, a pesar de los casi interminables percances técnicos.
Tras un largo descanso, viendo a Death Angel y a Municipal Waste con tranquilidad y sobre la marcha, charlando con mis colegas, y disfrutando de un rato de merecida sombra, aguardaban las bandas (junto a los ya vistos Lampr3a) que más me interesaban de la jornada.
D-A-D:
Los reyes del cow-punk-rock daneses eran, por decirlo fácil, mi gran banda del día, y no podía perdérmelos por nada del mundo. En las tres veces que les había visto anteriormente, me dejaron alucinado con sus directos llenos de actitud y calidad interpretativa, además de un volumen bastante subidito y un repertorio a rebosar de temazos, de esos que inevitablemente te contagian las de ganas de saltar. Pero sin duda, en esta cuarta vez frente a ellos, es donde más les he disfrutado.
Debido a la cancelación de Cattle Decapitation de última hora (que a mí, ni fu ni fa), y al no poder, o no querer encontrar un buen sustituto para ellos, la organización decidió dar más tiempo a las actuaciones de Till Lindemann y precisamente, a la de mis queridos D-A-D, lo cual fue todo un golpe de suerte para quienes flipamos con ellos. El horario que les tocó tampoco fue el mejor, que digamos, pero tampoco se puede pedir todo, y de seguro que ya harían lo que fuese necesario para contrarrestar el calor.
Extinguiéndose ya esa introducción de cariz militar que emplearon como introducción, los músicos, engalanados con sus clásicos y siempre extravagantes modelitos, hicieron aparición. Y en cuanto al primer tema del directo, solo diré que abrir así, de buenas a primeras, con Jihad… joder colegas… eso es empezar MUY fuerte. ¡Ufff, qué caliente me puso! Querían vernos dándolo todo desde el primer segundo, y doy fe de que lo consiguieron, pero también ellos se pusieron rápidamente las pilas, brindándonos ese torrente de energía y efusividad tan único en sus conciertos. Con pasos alargados, y con mucho brío, un auténtico cachondo mental como es el bajista Stig Pedersen se paseaba por el escenario mientras sonaba ya 1st, 2nd & 3rd, primer exponente de su último disco “Speed of Darkness”, que a mí personalmente me ha gustado mucho a pesar de ser especialmente melódico. No es nada fácil llevar más de 40 años como formación y seguir sacando discos de tanta calidad. Stig ostentaba un bajo guapísimo, de cuerpo, y con las únicas dos cuerdas que ya estamos acostumbrados a verle. Y no obstante, sorprende lo que es capaz de hacer con ellas. Cogiendo más carrerilla, se lanzaron a por Girl Nation, volviendo a ese fabuloso “No Fuel Left for the Pilgrims” que tanto renombre les dio. Las guitarras de Jacob Binzer tuvieron ese deje limpio, contrastando con la mayor potencia de las de su hermano Jesper, quien con su imparable energía, subía y bajaba sin parar de la plataforma que tenía dispuesta al frente. También Jacob y Stig nos dejaron unos buenos coros vocales, y sin querer dejar atrás en ningún momento al público, pedían palmas con mucha frecuencia.
Se respiraba un ambiente de tremendo buen rollo, muy familiar gracias a la cercanía que mostraban los músicos. Continuaba el espectáculo, y de forma especialmente literal si nos referimos al bajista en Speed of Darkness. Ya fuesen temas más rápidos o lentos, como este último, el tío estaba que se salía, dando zancadas, saltando desde la plataforma, dando vueltas sobre su eje… un auténtico fenómeno. Cambiando su modelo de guitarra, Jacob Binzer abría a continuación para Grow or Pay, secundada por unos buenos coros que ensalzaron aún más esa chulísima melodía. Si además vimos a Jesper Binzer marcándose una de sus mejores interpretaciones vocales, pues ‘chapeau’… teniendo en cuenta que tampoco sabe quedarse quieto, correteando entre sus compañeros, agitando su instrumento, e incluso yéndose a saludar, en mitad del tema, a los que estaban esperando en el escenario anexo. Tuvo una parte alargada, y en ella fue un particular gustazo fijarse en su batería, el impresionante Laust Sonne, que con su forma de tocar y su técnica más jazzística, improvisaba, daba cambios y redoblaba hasta la extenuación. Es de esos baterías que te agotas físicamente solo de verle tocar, y al mismo tiempo, te transmite una pasión gigantesca por lo que hace.
En lugar de Jesper, era el bajista quien paraba a saludar, tan dicharachero como siempre, y seguidamente, nos sorprendían con un corte de su primer disco “Call of the Wild” (el único que sonó, en verdad), Riding With Sue. De hecho, él mismo, junto al cantante principal, fueron los que cargaron con el trabajo vocal a medias, sin olvidar esas partes de puro lucimiento para Laust, y ese dantesco final con Stig enseñándonos el culo, de forma literal. La peña se descojonaba a mandíbula batiente, y no sin razón. The Ghost, con otra de las mejores interpretaciones de Jesper al micro, estuvo petada de detalles a la guitarra de Jacob, y tras otro pequeño discurso, ahora del cantante, Something Good llegaba para apaciguarnos un poco con sus suaves arpegios, pero en el mejor de los sentidos, haciéndonos partícipes de esa genial melodía mientras ondeábamos las manos en el aire, inspirados por la cercana presencia de Jesper junto a la valla. Su actitud escénica, ahora sin la guitarra a cuestas, y esa chulería de Stig, también en primera línea de escenario, fueron santo y seña de un tema al que sucedió la potente Reconstrucdead. Si hay algo negativo que decir, es que para mi gusto la voz de Jesper sonaba un pelín baja… o a lo mejor, es que la rugiente guitarra de Jacob estaba demasiado elevada. En cualquier caso, tampoco fueron fallos graves que empañasen el concierto, que seguía un ritmo cada vez más imparable, y llegaba a uno de sus picos con Rim of Hell. De verdad, qué puto rollazo que tiene este tema, sin duda uno de mis favoritos de la banda.
Entre las carreritas de Stig, y el privilegio de poder ver tocar a alguien como Laust, con ese empuje y soltura, fue un disfrute infinito, a quienes se unía en las piruetas el siempre imponente Jacob, en este caso, con un divertido juego de pies mientras tocaba Monster Philosophy. Laust se iba viniendo más y más arriba conforme pasaban los temas, cogiendo más protagonismo, hasta el punto en que, durante la fantástica Everything Glows, Jesper se adelantaba en el escenario para hacernos gritar (en español) ‘¡¡Laust, pega fuerte a la batería!!’. Esta forma de bromear también era un indicativo del buen clima que se vivía en el seno de la banda. Bad Craziness sirvió de trampolín para dar el salto a la recta final, una elección cañerísima, y muy potente gracias al buen sonido, con unos coros de puta madre. Tal vez rompieron un poco el subidón con su salida del escenario, pero pronto lo recuperarían con Evil Twin, tirando de unas guitarras extra-sucias, excelentes armonías vocales, y esa locomotora tras los parches que es Laust. Jesper bajaba al escalón del escenario, sin empuñar su guitarra hasta mitad del tema. Y ya, para poner la guinda al pastel, la infalible, e imprescindible Sleeping My Day Away llegó para reventarlo todo y dejarnos completamente afónicos cantando su mítico estribillo. Entiendo que a alguien el alargamiento que tuvo en su parte central se le pudiese hacer algo pastoso, pero no hay duda de que la ejecución fue tan impecable como espectacular en todas sus formas.
Magnífico concierto, repito, para mí lo mejor del domingo, en el que los daneses salieron pisando muy fuerte el acelerador, y se despidieron sin apenas haber tocado el freno. Un valor 100% seguro en directo, unos verdaderos genios que no nos visitan con toda la asiduidad que desearíamos.
Así, completamente chorreando de sudor, volví a reunirme con Juanma y Jaime. Pero no habría demasiado tiempo que perder, ya que en unos segundos llegaría el turno otro de los grandes nombres del día.
Soen: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Con Soen, volvíamos a explorar los sonidos más ambientales, oscuros y emocionales de la música. En esta segunda participación en el Rock Imperium, les tocó actuar en una hora muy distinta a aquella que tuvieron en 2023, donde cerraron el segundo día a las 2:00 de la madrugada. La luz del sol no suele sentar del todo bien a la cadencia tan especial de este tipo de bandas, pero los de Suecia no se dejaron deslumbrar, poniendo en escena un setlist algo más cañero que en su anterior venida, y mostrando tantas ganas como entonces.
Una narración, con una épica muy contrastada, sirvió de introducción. Bastante gente esperaba su salida, y Sincere fue su carta de presentación, con sus ligeros aires progresivos, y cambios rotundos de intensidad. Joel Ekelöf, una de las piezas clave de la banda gracias a su incomparable voz, portaba un gran pañuelo rojo, y ya nos regalaba las primeras poses junto a sus compañeros. Por su parte, el rubio Lars Enok Åhlund fue, probablemente, el más activo en lo musical. Continuamente alternando entre su guitarra y las teclas, estas dieron un toque muy íntimo a Martyrs, sin olvidar ese pedazo de riff que Cody Lee bordó hasta la última nota. Hablando de las guitarras, y concretamente de la distorsión, se percibía algo raro en ella, no a nivel de volumen, sino en cuanto a ecualización, que no terminaba de convencer. No digo que el sonido fuese malo, de todas formas. Las atmósferas sí sonaron limpias y envolventes, algo fundamental para el sonido tan particular de los suecos, como en la anterior canción, o en la siguiente Memorial, a la que nos condujeron unos latidos disparados. Cody, Stefan y Lars, codo con codo, se marcaban unas buenas dosis de headbanging bien coordinado, antes de que este último pasase a tocar, de forma casi simultánea, teclado y guitarra. Y no me refiero a descolgarse la guitarra para sentarse al teclado, sino a tocar teclas mientras rascaba las cuerdas. Impresionante. Joel hacía un uso perfecto de sus aterciopelados registros en Lascivious, a través de la cual, el concierto cayó en nuevos niveles de densidad, tanto oscura como progresiva en ese ritmo central, dejando a las claras el enorme nivel de sus músicos.
Dirigidas por el también considerable talento de Martín López, ex-Opeth y fundador de Soen, las piezas iban sonando fluidas y con esa necesaria capa tenue que se percibe en los discos. Tampoco carecen de grandísimas líneas melódicas y estribillos efectivos, como el de Unbreakable, que gritamos a viva voz en su tramo final, tras una parte muy destacada de ambos guitarristas, justo cuando el escenario se petaba de humo. Muy cañera, Deceiver, una de mis grandes favoritas, contó con unos buenos coros, tanto de Cody como de Lars, que seguía moviéndose incansable entre las teclas y el centro del escenario, mientras sonaba ese estribillo que nos enamoraba a todos. Y no por tratarse de unos temas más bien suaves, con muchas partes cercanas a lo ambiental, se divisaba poca acción sobre las tablas. Otro ejemplo lo vimos en Monarch, que arrancó con todos los componentes encarados hacia la batería, para poco después dispersarse y sincronizarse de fábula por todo el espacio disponible, dando pie a un verdadero ambientazo que también se contagiaba al público. Partes como el inicio de Illusion, con un sentido teclado y la voz casi en solitario, son pura identidad de su sonido. Cody estuvo especialmente soberbio en ella, regalándonos muchas poses y detalles con su guitarra, al igual que hizo Martín López durante Modesty, saliéndose en esas partes más complejas con una sutileza y tranquilidad impensables.
El apoyo entre los músicos era casi continuo. Stefan y Martín se miraban cara a cara tras sus respectivos instrumentos, los dos guitarras coordinaban sus movimientos, y Joel, por su parte, terminaba el tema apoyándose, decadente, en el monitor frontal. El bajista, por cierto, regresó a la formación este mismo febrero, tras cinco años de ausencia, en los cuales su puesto fue cubierto por Oleksii Kobel. Haciendo un pequeño inciso, el batería Martín, de origen uruguayo, nos alegraba con unas palabras en nuestro idioma, antes de afrontar la recta final, que arrancó con uno de los temas más deseados, y más emotivos del concierto: Lotus. Justo entre los chorros de humo que emanaban de la parte delantera, Cody abría el tema con arpegios, dejando paso a un Joel que se lució tirando de su inmensa sensibilidad al cantar. Final bastante animado con Antagonist. Más erupciones de humo, y más cánticos desde el público para acompañar las voces y coros del tema, cambios de posición entre músicos, y una batería que sonó especialmente grave y rotunda. La encargada de rematar la jugada fue Violence, con marcada teatralidad y movimientos por parte de todos, incluido por supuesto Joel, que recitó las últimas frases de rodillas, en una culminación redonda.
Se podría haber pedido otro horario más amable para ellos, o un sonido más acorde y compacto en las guitarras, pero en cuanto a su performance, fue difícilmente mejorable. Fantásticos. Por mí, pueden volver cuantas veces quieran.
Y de esta forma, un tanto prematura tal vez, sin casi darme cuenta, terminaba para mí el Rock Imperium 2025. Es cierto que todavía quedaban tres actuaciones como las de In Flames, Till Lindemann, o los industriales Mind Driller. Pero es igual de cierto que, tal vez con la excepción de estos últimos, ninguna de las tres me motivaba lo suficiente para quedarme hasta el final, ni eran bastante aliciente para llevar el cansancio ya acumulado todavía más al límite. Despidiéndome de mis amigos Juanma y Jaime, todavía tuve una última alegría y fue encontrarme con otro amigo como Gorka y su familia, con el que, a lo largo del festival, tuve múltiples e interesantísimas conversaciones musicales.
Como siempre, no me gustaría dejarme a nadie en el tintero, pero hubo muchos más colegas de cuya compañía disfruté, en un momento u otro. Vicent, Fran (con sus colegas, y su chica), Jose, Cris, Manu, Vanessa, Enrique, Doria, Kike y Jose, Inma, Ángela, Pablo, Suni, Camilo, Alfonso, Jose, Anna, David, Juan y Ana, Diego y Juani, Leandro, Parches, mis compañeros de Raba Basa Alejandro y César (al resto no llegué a verles) y de otros medios. Recuerdos a la gente que conocí en persona por primera vez en el festival, y también a todos aquellos con los que no pude coincidir, bien porque no asistieron al festival, o bien porque no les pude encontrar. Seguro que me dejo a alguien, y por ello, pido disculpas por adelantado. Si lee esto, que me lo haga saber.
Y ahora sí, sin nada más que contar, me despido, con unas sensaciones muy positivas, y todavía latentes, de esta cuarta edición del Rock Imperium a la que asisto, esperando y deseando que se vuelva a celebrar el año que viene, y que lo haga manteniendo el mismo camino musical y sin caer en modernidades infantiles como otros festivales. Si es así, pueden contar conmigo para el 2026.
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