domingo, 6 de julio de 2025

Al Rojo Vivo (Rock Imperium 2025, jueves 26/06/2025, Parque del Batel, Cartagena)

El Antro del Metal - Airbourne principal
Aunque este verano va a haber otras tradiciones que se rompan para mí después de muuuuuchos años, la de arrancar la temporada festivalera con el Rock Imperium es una de las que se ha vuelto a cumplir. Y aunque desgraciadamente este año va a ser una temporada bastante escueta (se hace lo que se puede con lo que se tiene), me alegro que un año más haya arrancado a través de este festival. Un festival que ha ido, en sus ya cuatro ediciones, de menos a más, y a pasos bastante grandes. Todos los años se ha notado un consistente esfuerzo por mejorar en casi todo, y aunque aún dista de ser la experiencia perfecta, lo cierto es que este año también se han apreciado muchos detalles positivos, de esos que lo convierten, hoy por hoy, en mi macrofestival favorito de cuantos se hacen en este país. Entre sus puntos fuertes, destaca la limpieza de los baños y las zonas útiles en general. El personal parece ser cada año más eficiente, y por ello, se gana el agradecimiento y los ánimos de decenas y decenas de metaleros, que incluso se paran a hacerse fotos con ellos. Mientras otros son tan roñicas que te cobran por cagar a gusto, en este es difícil entrar a un Toi Toi y encontrártelo sucio. El resto de empleados y encargados de barras, negocios y seguridad, también suelen hacer bastante bien su curro. Este año, ni siquiera se formaron las grandes colas en la puerta de otros años en el momento de acceder al recinto. Pero una de las principales mejoras de esta edición ha sido la disposición de mesas y sillas en la amplia zona de sombra, que permiten tomarse un momento de relax y descanso, aunque no nos salven del mortal calor en los conciertos.

Obviamente, también continúa habiendo puntos flacos en los que debe ponerse las pilas… pero esos me los reservo para la introducción de otra de las jornadas (no va a ser todo de color de rosa, jeje). Por mi parte, las perspectivas iniciales y planificación no fueron demasiado distintas a otros años. De nuevo, casa alquilada en La Manga, a tomar por culo, pero era la única que podía pagarme. Muy lejos, sí, pero no sabéis lo bien que se descansa allí, alejado de la gente y del ruido en plena naturaleza. Viaje tempranito, acabando de preparar los bártulos, y saliendo de casa antes de las 9 para intentar llegar a la apertura de puertas con tiempo de sobra a ponerme mis pulseras. El madrugón jugaría severamente en contra de mi resistencia aquel primer día, pero también el propio viaje, un infierno de calor (por no tener, no tengo ni aire acondicionado en el coche xD) a pesar de las tempranas horas. Me instalé, y sin mucho remoloneo, fui tirando para, un año más, acceder a mi querido Parque El Batel. Música sin descanso, colegas, calor, y muchísimas e intensas emociones me esperaban en cuatro días por delante.

La banda que tuvo el honor de inaugurar el escenario Estrella de Levante, el primer día, fueron los marbellíes Crummy. No les vi más que a ratos sueltos, fijándome de vez en cuando desde la zona de las sillas, justo cuando me encontré con mi colega Fran de Orihuela, por lo que no voy a hacer crónica en esas condiciones (nunca fue mi estilo, y no sería justo ni honrado). Solo diré que llegaron a Rock Imperium en colaboración con la Asociación Costa del Rock de Málaga, y que su formación se compone de músicos muy rodados en la escena. Una banda cuya simiente nació a finales de los 80, nada menos, algunos de cuyos miembros siguen activos bajo el nuevo nombre. Dieron un concierto, desde luego, muy intenso y contundente, con guitarras pesadas y modernas que no dejaron de bramar en ningún momento, con mucho movimiento en el escenario y un especial énfasis en intentar que la peña lo pasara en grande.

Diabulus in Musica:

Fue la curiosidad uno de los principales factores que me llevó hasta su concierto. No es que me vuelva loco su estilo, pero hace ya unos años, vi un pequeño fragmento de su actuación en el Leyendas del Rock y me dije, ‘pues no están nada mal, tengo que verles algún concierto completo’. Y fue en este Rock Imperium donde cumplí mi auto-proposición. Desde la hermosa tierra de Iruña, Diabulus in Musica aterrizaban por primera vez en este festival decididos a hacerse valer. Lo primero que escuchamos, fue la introducción orquestal A Lucid Chaos, a todo volumen, a la que instantes después seguiría One Step Higher. Con sonidos pregrabados de apoyo (aunque nunca sobresaliendo por encima de los instrumentos), el bajo sonaba de primeras muy distorsionado, aunque pudimos apreciar bien esos dibujos de su portador, David Erro. En Ex Nihilo, que subió algunos escalones en cuanto a tralla (especialmente, en ese final retumbante), y no sin contar también con coros pregrabados, escuchábamos los primeros guturales a cargo del teclista Gorka Elso, uno de los fundadores de la banda, y también uno de los músicos más destacados que tuvo el concierto, a la par que su vocalista Zuberoa Aznárez. Esta última no solo se limitó a cantar realmente bien. La más folk / étnica Otoi, de su último trabajo “Euphonic Entropy”, y cantada en euskera, también nos trajo su faceta de flautista, instrumento con el que combinó su labor vocal, y que contrastaba enormemente con los duros pasajes de Ion Feligreras a la batería, las voces rudas y agresivas de Gorka y sus propias teclas, mucho más melódicas.

El amistoso mano a mano entre Aimar Ibarzabal y David Erro nos llevó hasta In Quest of Sense. La batería volvió a alzarse muy potente, con redobles estruendosos entre cambios de registros vocales muy acertados por parte de Aimar. También contó el tema con una narración central de Gorka. Entre gráciles movimientos y miradas al público, Aimar nos demostró que también sabía doblar el cuello y ponerse en plan bestia cuando tocaba. Tratando de animar al público y hacerlo partícipe en la medida de lo posible, Invisible, con sus más melosas líneas musicales, pero unas bases contundentes, levantó unas cuantas manos en el aire de los todavía pocos asistentes. Al final del tema, por cierto, se escucharon muy bien esas teclas de Gorka. Por desgracia, el bajo seguía sonando tan fuerte que, salvo momentos puntuales, se lo comía prácticamente todo, al menos, escuchado desde las primeras filas. Dieron paso a Lies in Your Eyes, de instrumentación muy pesada, en la cual, sin embargo, Aimar continuaba brindándonos esos movimientos sutiles y esos cantos líricos con mucha sensibilidad. Un tema muy en la onda Nightwish, que innegablemente, son una de las más grandes influencias para esta banda. Con la pieza grabada Battle of Atlantis, preludio a Earthly Illusions, se despedían, no antes, claro, de repartir mucha más cera en uno de los temas más cañeros del set. El guitarrista, a parte de sus muchas poses, nos sorprendió moviéndose casi de cuclillas por el escenario, ejecutando sus cortantes riffs. Por su parte, David mostraba mucha actitud con sus despatarramientos, y Ion dio una de sus mejores interpretaciones, dejándose las piernas con el doble bombo, y sudando hasta la última gota.

Gustaron mucho, a pesar de las temperaturas con las que les tocó lidiar. Tal vez si se hubiesen ahorrado alguna de las introducciones pregrabadas (también hubo outro), habría cabido algún tema más. El sonido, especialmente los bajos, podrían haber deslucido gravemente la actuación, pero esta consiguió mantenerse en pie y salir adelante con creces gracias al talento y buen hacer de sus músicos.

Iron Curtain:

No se puede dejar de ver un espectáculo como el que ofrecen Iron Curtain, y mucho menos cuando juegan en terreno propio, sabiendo ya de antemano la que son capaces de liar. A pleno sol, a primera hora, sin todo el público que merecieron tener… ¿Qué más da? Muchos sabemos ya, por pura experiencia, que esta gente no se achanta ante ninguna circunstancia. Con su Heavy / Speed Metal de guerrilla, añejo y clásico, de parches, tachuelas y descosidos, siempre van a por todas con una actitud tan sólida, y sobre todo, tan auténtica, que los hace indestructibles cuando se crecen sobre un escenario… cosa que nunca ha dejado de ocurrir.

Declarando sus principios ya con esa And the Bands Played On de Saxon sonando por los altavoces, los comandados por el gran Mike Leprosy se lanzaron, cuchillo entre los dientes, a no dejar piedra sobre piedra en el escenario Estrella de Levante como tercera banda del día, dejándonos uno de los conciertos más memorables de este primer tramo del Imperium. Devil’s Eyes, a zapatilla, con las guitarras rugiendo con violencia, y un ritmo que nos dio en toda la cara, fue su primera apuesta, dejando claro que no iban a perdonar ni una, seguida de la sucia Gypsy Rocker, en la que se atisbaron ya unos cuantos puños en el aire desde el público, pidiendo guerra. Con ese rollazo inconfundiblemente Motörhead (de quienes se nota que Leprosy mamó cantidad), hacía aparición Rattlesnake, destacando en ella la coordinación rítmica entre Joserra y un batería por el que, personalmente, tengo especial predilección, como es el joven, aunque grandísimo, José Vicente Aldeguer. Portento privilegiado de la música en general, este acompaña a la formación para el directo desde el año pasado, y sus habilidades quedan más que plasmadas en forma de potencia.

Ahí estuvo por ejemplo, Metal Gladiator, que gracias a la agresividad de Leprosy, los frenéticos riffs, y la gigantesca pegada e incombustible energía de Aldeguer, fue una de las grandes triunfadoras del show, obligándonos inevitablemente a destrozar nuestras cuerdas vocales gritando con ella. Que una banda con tan larga carrera sea capaz a estas alturas de seguir sacando temazos de esta envergadura, demuestra que su momento está muy lejos todavía de haber pasado. A la diestra de Mike, imposible no fijarse en la inconfundible silueta de Miguel Ángel “Cachorro”, que durante muchos años fue el guitarrista principal de la banda, y en esta ocasión les acompañaba en directo. Curtido en mil batallas, y prolífico en otras mil bandas (ya son literalmente incontables aquellas por las que el músico ha pasado), se sirvió de actitud y su infinita experiencia para bordar cada riff y cada solo, y haciéndolo siempre con una chulería incontestable en temas como Scream & Shout o Evil is Everywhere, que sonaron como un auténtico disparo, a pesar de que al sonido le faltaba mucho por pulir. La maquinaria funcionaba impecable entre Joserra y Aldeguer, y especialmente este último, estuvo a una altura que a muchos otros baterías les costaría siquiera igualar. Impresionante la matraca que le metía a Satan’s Race, una bestialidad, con muchísima entrega y pasión.

Pero la rudeza no solo se quedó ahí, también estuvo presente en esos coros de Joserra, en ese riff ardiente de Cachorro, y en esos golpes que Leprosy se auto propinaba en la cabeza. Con ese cachondeo socarrón y montones de mala baba que forma parte de la identidad de la banda (y lo suele ser de su público), y entre gritos de ‘¡Perro!’ y aplausos llegaba el final, ametrallando con la infalible Kaláshnikov 47. José Vicente se dejaba la puta piel reventando los parches, y Leprosy y Cachorro, espalda contra espalda, sacaban las últimas llamaradas de sus guitarras, con el público llegando al límite del envalentonamiento. Lo cierto es que, con tanto material reciente que hubo en el setlist, fue una lástima que no nos dedicaran ningún tema de su último EP “Obsidio Celeritas Interitus”, y es una de las pocas veces en las que no ha estado ahí su mítica Brigadas Satánicas. Detallitos, no obstante. No por ello el concierto fue menos intenso o celebrado. Iron Curtain, como siempre, entregadísimos y mostrando un comportamiento y unas tablas escénicas que ya quisieran otros. Sí, ACTITUD, en su máximo esplendor, es la palabra.

Far East Groove: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Nos preparábamos a continuación para presenciar algo realmente distinto. Una banda de recentísima creación que cuenta, como padre, frontman y compositor principal de esta, con uno de los músicos más conocidos y respetados entre los aficionados al anime: el maestro japonés Yasuharu Takanashi. Tras unos cuantos años dando conciertos, en solitario y con distintas agrupaciones, Far East Groove es su nuevo proyecto, con el que pretende llevar al directo algunos de sus clásicos que pusieron banda sonora a la animación. Y es que, en verdad, Rock y anime han confluido, desde hace décadas, en innumerables obras de este tipo.

Ataviados, en la mayoría de los casos, con indumentarias de lo más extravagante, las ganas de salir a escena eran más que obvias cuando, antes incluso de sonar la intro, todos los componentes se encontraban ya sobre las tablas. Su mezcla de Rock, sonidos tradicionales, y aires folk anunciaba mucha diversión en directo, y además, es sabido que los japoneses suelen hacer mucho hincapié en el espectáculo visual. Tras haber dado el primer concierto de su historia en Helsinki dos días antes, llegaban a nuestro país cargados de ilusión, y lo demostraron ya desde el primer corte, Dragon Force, perteneciente a la aclamada serie Fairy Tail. En su papel de líder, Takanashi-san se posicionaba en el mismo centro del escenario, blandiendo su chulísimo keytar y dejando, de momento, un papel secundario para la vocalista de la banda, que se encargaba de golpear su aro y aportar coros. La pegada del batería Tino Jäntti (Vanguardian) se hacía bien de notar, aunque por el momento, los bajos sonaban excesivamente saturados, y no dejaban disfrutar con claridad del conjunto. El segundo corte, tema principal de Fairy Tail, despertó muchas alegrías entre el público, especialmente en aquellos aficionados a la serie.

Envueltos en un humo ligero, los bailes de Yasuharu y el violinista Tuomas Rounakari (no se puede negar que es un ex–Korpiklaani) ponían el toque festivo, que se complementaba a las mil maravillas con el colorido de las escenas que aparecían por pantalla. Tras dos temas instrumentales, y un ‘¡Hola, España!’, arrancaron de nuevo con Beyond the Quest. Llegaba la hora de que Juno nos mostrase sus cualidades, y lo hizo alternando líneas muy melódicas, sorprendiendo con algún alarido, y con mucha teatralidad y salero en sus movimientos. El violín de Rounakari sonaba muy predominante en este último corte de Fairy Tail, que dio paso a Amazing Muscle. Sí, también Yasuharu trabajó en la divertidísima serie Kinnikuman, más conocida aquí como Musculmán. No pasó mucho hasta que esos coros iniciales, y ese jolgorio en general, se contagiasen al público, que empezaba ya a dar saltos y a alzar las manos en el aire, algo que, a la vista estaba en su sonrisa, satisfacía cada vez más a Yasuharu. Lástima que su micro no se escuchase ni papa. Con Naruto Main Theme, dieron un paso más en la conquista de sus espectadores, probablemente, la más coreada de todo el concierto.

Y es que, en general, fueron unos temas muy fáciles de asimilar, bailables, divertidos y moviditos. Juno volvía a desatarse con unos buenos alaridos, bailando de un lado a otro del escenario, y ostentado un vestido de pura fantasía animada, aunque no tanto como el del guitarrista Nozomi Wakai, una verdadera marcianada de lo más vistosa. Contaron con alguna pista disparada en varios momentos, con las que el batería Tino Jäntti se coordinaba a la perfección. Yasuharu nos regaló uno de sus mejores solos de teclas, arrodillado, poco antes de Heaven Shaking Event, que a su vez, sucedió a la instrumental corta Shipudden. Continuaban las imágenes en pantalla animando el cotarro, Rounakari nos ofrecía algunas virguerías con su violín, y el segundo teclista (al fondo), soplaba un instrumento de sonido similar al de una gaita que le dio el toque distintivo al tema. Los bajos de Jesper Anastasiadis (Turisas), ya más nivelados, sonaban nítidos y sin molestar como antes. Además de todo lo dicho, y como ya habréis notado, los músicos que Yasuharu ha escogido para esta nueva andadura, no son precisamente unos desconocidos.

Con unos bajos muy virtuosos, las sonajas de Juno, y las guitarras pesadas de Wakai, Standing Upon Rumbling Ground se abría paso en el setlist, perteneciente a la OST de Naruto Shippuden, y siendo uno de los cortes más duros del show (hasta noté cierto parecido, en esas flautas iniciales, con el riff del Heaven and Hell). Las mangueras desde el foso, nos refrescaban considerablemente antes de la llegada de Become the Wind, en la que, a través de los sólidos coros de Nozomi, Jesper y el mismo Yasuharu, nos invitaban a corear esos gritos de guerra. Mientras tanto, Juno se encargaba de poner el contrapunto melódico, dominando especialmente bien los tonos bajos, entre los que emergía de vez en cuando alguno de sus espeluznantes gritos. Los seguidores de Naruto estaban de enhorabuena. Este último tramo del concierto estuvo dedicado de pleno a su banda sonora, y del mismo modo, Reverse Situation pondría final a la actuación. Máximo protagonismo en ella para Yasuharu, que saltaba y danzaba de aquí para allá mientras nos brindaba esas rápidas melodías con su keytar, aunque sin olvidar ese ‘cara a cara’ protagonizado por Wakai y Rounakari, o los variados ritmos con los que Jäntti alimentó el tema de principio a fin. La inmensa mayoría de asistentes quedaron muy contentos con el concierto, tanto, que los gritos de ‘¡otra, otra!’, mientras los músicos se despedían, retumbaron en las primeras filas durante un buen rato.

Satan: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Satan encarnaban, en el Rock Imperium, la faceta más clásica del Heavy Metal, con lo que era una cita ineludible para los amantes de los sonidos más old school de la NWOBHM, movimiento del cual la formación es una de sus abanderadas. Además, tampoco es que se dejen caer con demasiada frecuencia por nuestro país, así que el aliciente era doble. Las incógnitas principales se centraban en el estado físico y vocal de Brian Ross, al frente de la banda desde hace más de 40 años, al igual sus compañeros, lo cual nos deja una formación que se ha mantenido sorprendentemente estable.

A la hora de abrir fuego (y nunca mejor dicho), y aunque su presentación fue extremadamente sobria, sin telón, ni la más mínima escenografía, ni siquiera introducción, si mal no recuerdo, no quisieron errar el tiro y fueron a lo seguro, con ese gran temazo llamado Trial by Fire, que pronto engrasó y puso la maquinaria en movimiento, incluyendo el sonoro estruendo con el que arranca esa joya inmortal llamada “Court in the Act”. Unos punteos rápidos de bajo… ¡y al turrón! Caña desde el primer momento, ración de virtuosismo a las guitarras de Russ Tippins y Steve Ramsey, y el propio Brian Ross desplazándose de lado a lado del escenario, señalando sin parar a sus fans, y atreviéndose incluso con gritos agudos. Una muestra de cómo empezar un concierto asegurando el éxito. Atendiendo a más clásicos de su repertorio, Twenty Twenty Five era un tema que no podía faltar precisamente en la gira de este año (aunque la profecía de su letra no se ha cumplido, jeje), quedando muy bien plasmadas esas armonías vocales tan características del grupo, gracias a Brian y a los coros de Steve Ramsey, que afortunadamente, entre la maraña de bajos que volvía a distorsionar el sonido, se escuchaban bien. Sí, lo cierto es que faltaba bastante definición en el sonido, y o bien fue mejorando a lo largo del show, o bien nuestros oídos acabaron acostumbrándose. Sea como sea, de detenían ahora unos segundos para saludar brevemente (Brian prometió no hablar demasiado), y vuelta a la marcha con Ascendancy, potente, incisiva, con una notable pegada del batería Sean Taylor y unos movimientos constantes del siempre inquieto Steve Ramsey.

La parte negativa, la mencionada saturación de bajos, y algunas notas en las que Brian se salió claramente de tono, aunque creo que en general dio un concierto entre decente y bueno. Aprovecharon bien el escaso tiempo de actuación, empalmando ahora con Burning Portrait, de cabalgante batería y guitarras en primera línea, tanto sonora, como física, culminando con una sentida reverencia de Brian Ross hacia su público. El vocalista hacía referencia a alguna de sus series favoritas, con buen humor, pero sin excederse, antes de meterle a otra del “Court in the Act” que no esperaba para nada en el setlist, Break Free, una de las mayores alegrías del bolo. El constante batir de cuellos de Tippins / Ramsey, siempre avanzados en el escenario, nos instaban a hacer lo propio. Lástima que un problema técnico en la guitarra del primero cortara un poco el rollo, alargándose más de lo deseable. Incluso probó a cambiar de modelo, pero nada. Aprovechando la ocasión, el cantante sacó a relucir una vez más su buen humor. Solventado el percance, cayó como un martillazo de puro Metal uno de mis temas favoritos de su último disco, “Songs in Crimson”, llamado Sacramental Rites. No hay duda, con cosas así, que siguen en buena forma a nivel compositivo, y también en directo estuvo acojonante (a pesar de la inestabilidad en el sonido), especialmente en lo que respecta a la batería, con un tremendo currazo de Taylor con sus platos, y un solo compartido de ambos hachas, al que la gente respondió con mucho ajetreo y manos en el aire.

No es que fuese el público más eufórico del mundo (el calor hacía estragos…), pero respondió cuando tocaba, y sobre todo en temas cañeros como Into The Mouth Of Eternity. Tippins (para quien, por cierto, parece que no pasan los años) arrancaba el tema de rodillas, con la mirada puesta en sus seguidores, mientras Brian se situaba en primera línea de frente, cantando bastante bien salvo por algún que otro gallo. El solo a dos bandas entre ambos guitarristas, y ese final ‘a zapatilla viva’ fueron los momentos más destacados. Brian cambiaba de tesitura al dirigirse a nosotros, poniéndose serio para lanzar mensajes contra las guerras y las consecuencias del cambio climático. Con un rollazo tremendamente old school llegaba Ophidian. Hay que señalar que cada músico hizo muy bien su trabajo, con actitud, entrega y compenetración, pero por otra parte, hubo muy poco contacto entre ellos, lo que me dejó una sensación un tanto fría. Subieron a más no poder las revoluciones con Testimony, de ese trabajazo llamado “Life Sentence”, en el que sobresalieron buenas armonías, tanto vocales como de cuerdas, terminando con una buena sudada el batería Sean Taylor. Brian anunciaba ya el final del concierto no sin antes estar dispuestos a dar el resto con Alone in the Dock. A pesar del calor sofocante, los músicos no escatimaron en esfuerzo físico, lanzándose de rodillas Russ Tippins para dar su solo, elevando su mástil Steve Ramsey, y con una buena interpretación vocal por parte del frontman. Este último quiso culminar el concierto con un bonito, y sobre todo necesario, mensaje de paz, que fue secundado con dilatados aplausos.

Gun: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

El hecho de que GUN ofreciesen una gira de 10 conciertos a mediados del año pasado, no le restaba ni un ápice de atractivo a esta, su actuación en Cartagena. De hecho, en lo personal era un poderoso valor añadido en el cartel, ya que por desgracia me quedé sin entrada en el citado tour. Su Rock, orgullosamente comercial, plagado de éxitos y rebosante de la más suprema clase escocesa, prometía ser una de las actuaciones más sonadas de aquella primera jornada.

Ni telón ni artificios, solo pura elegancia y un repertorio muy cuidado. Así es como afrontaron el concierto los de Glasgow, dispuestos a aguantar el todavía intenso calor de las 19:00 de la tarde para darnos a probar su medicina, hacernos vibrar a golpe de temazo, y a la postre, aprovechar el buen sonido que les tocó. El concierto fue de menos a más a una velocidad de vértigo, con Lucky Guy como primer exponente. Tras 27 años de actividad, y 38 desde su formación, la banda vuelve a estar en la actualidad en uno de sus momentos cumbre, y en parte es gracias a ese discazo que sacaron el pasado año, “Hombres”. El primer corte fue una buena muestra de ello, pero también del excelente estado de forma en el que se encuentran. La enorme pasión que Giuliano Gizzi desprendía a la hora de plasma sus riffs en Fake Life, la visible alegría y entusiasmo con los que Andy Carr se chuleaba, a pecho descubierto, al frente del escenario, o la personalidad y seguridad con la que Dante recorría cada metro, eran pura adicción ya de primeras. Echábamos en falta a Paul McManus a la batería, y su sustituto no fue Joe Lazarus, que ya ha cubierto el puesto en varias ocasiones, sino un joven y enérgico Rory Bryce, que se desmelenaba tras los tambores a cada golpe.

Con tan brillante inicio, conquistaron al público sin remisión, que por ahora, era el más abultado del día. Y todavía quedaba lo mejor, con todo lo dicho elevado a la enésima potencia. En Don’t Say it’s Over, la gente se desató a cantar por completo, viniéndose arriba gracias a detalles como los constantes saltos de Andy, o los intensos gestos de Dante al cantar. Incluso este último se atrevió con algunas frases en español, en el cambio entre esta última y la siguiente All Fired Up, otro tema del “Hombres”… y otro triunfo por todo lo alto, algo de lo que uno se daba cuenta en seguida al ver lo emocionado que estaba el público coreando su estribillo. Dante no paraba de dar palmas y pedir ánimos, mientras MacFarlane se adelantaba al borde del escenario, se despatarraba, y seguidamente, volvía al ruedo echándose unas buenas carreras. Con manos en el aire y silbidos fue recibida Money, en la cual nos tocó participar a petición del vocalista, creando uno de esos momentos de una soltura, dinamismo y feeling monumentales. A pesar del problema con su micro, Giuliano no dudó en lucirse en los primeros compases, y al mismo tiempo, la energía que derrochaba su hermano sobre el escenario parecía no tener fin. Este último, todavía llevando una chaqueta de manga larga (la elegancia, por encima de todo), hizo gala de todos los recursos y matices de su preciosa voz en la más calmadita Falling, con un acompañamiento coral prácticamente perfecto entre Andy y Giuliano, y coronada con un gran solo de su compañero a las seis cuerdas.

Salvo el nimio problemilla mencionado, todo les estaba saliendo de maravilla. El público, volcadísimo. Las vibraciones entre los músicos, inmejorables. Y el sonido, posiblemente uno de los mejores del día. Así pues, aprovecharon la ola en el momento justo, descargando algunos de sus mayores éxitos para regocijo de todos los presentes, y la locura, los bailes, los cánticos y los puños en alto explotaron por completo en su famosísima cover de Word Up!, solo separada por unos escandalosos aplausos de otro de sus hits como es Better Days. Y ya no quiero ni deciros lo muchísimo que la disfruté en lo personal. Puro soul en la voz de Dante, Giuliano y Ruaraidh haciendo piña y lanzándose miradas, y Andy sudando de tal forma, que el vocalista tenía que ir con un trapo a limpiarle el sudor de la frente. A día de hoy, tratar de recomponer toda la trayectoria, y los innumerables cambios que ha habido en las distintas formaciones de GUN, puede llegar a ser de lo más mareante, pero al final, ¿qué carajo importa esto, cuando sobre el escenario vemos a una banda tan unida, compenetrada, y con semejante clima entre sus músicos?

Dispuestos a dejarnos sin voz, pedían más y más colaboración. Cambio de SG a LesPaul para MacFarlane, y su compañero abriendo a guitarrazo limpio, el siguiente corte, con ese rollo tan guapo a lo Aerosmith. Take me Home, nos trajo de nuevo pasión y buen hacer, e Inside Out, regresando a los tiempos de “Taking On the World”, más toneladas de energía inagotable, con el bajista Andy Carr participando en unas buenas armonías vocales, pateando el suelo a su paso, y juntándose con ambos guitarristas. Sonaron también nuestros coros a pleno pulmón, en ese crescendo de instrumentos que volvió a encender el fuego, el mismo que percibimos en la rocanrolera Steal your Fire. Movimiento perpetuo en el escenario, todos junto a todos, corriendo, saltando y agitando la melena, y ¡por fin! Dante desprendiéndose de su chaqueta. Reconocía, antes de iniciar el último tema, que estaba exhausto. No era de extrañar… aunque tampoco lo parecía, porque volvió a comportarse como un auténtico torbellino en la celebradísima Shame on You. Con Rory Bryce pegando a muerte, y Giuliano señalando y pidiendo ánimos, supieron mantener el furor encendido hasta el último segundo. Vaya un señor conciertazo, a todos los niveles. Esperemos que no tarden mucho en dejarse caer otra vez por nuestro país.

Lamento enormemente que no haya fotos de este pedazo de concierto, pero estuve tan inmerso en él, fue tan rematadamente bueno, que ni se me pasó por la cabeza sacar la cámara. Mea culpa total.

Airbourne:

Airbourne es una de esas bandas, como me ha sucedido con otras tantas, que en una determinada época les vi tantas veces, y en tan corto espacio de tiempo, que llegaron a saturarme. Pero aquí la única verdad objetiva que hay, es que la agrupación ha seguido su camino sin torcerse lo más mínimo, y sigue descargando unos directos que son adrenalina pura. No importa que sus discos ya no tengan el mismo impacto que los primeros. Da igual que suelan dejarse caer hasta la saciedad por aquí, o que en los últimos años haya habido un casi indescifrable baile de guitarristas rítmicos en su lineup. Lo suyo es el Rock and Roll clásico, eléctrico, y rabiosamente cargado de energía, siempre lo ha sido, y siempre lo será. Y para mí, esa consistencia en los principios musicales de una banda, vale oro.

Haciendo uso de uno de los temas más empleados como introducción de la historia (y no sin razón), la melodía principal de Terminator 2 nos bañaba en la gloria de su épica, pero el cambio radical de tercio no tardaría en llegar de la mano de Ready to Rock, como un auténtico tortazo en toda la cara. Los sentidos entran en shock de golpe, cuando de repente, de la nada, el escenario se llena de carreras, giros, agachones y cruces entre músicos, elevando la temperatura de 0 a 100, con pasos de pato, mucho headbanging, más vueltas y apurados coros en otro clásico como Too Much, Too Young, Too Fast. Joel O'Keeffe, que de momento se cargaba la banda a las espaldas, actuando con toda su alma, se encontraba en estado de gracia. En otras ocasiones le he visto algo flojo de voz al principio de los conciertos, pero en este caso, su fuelle estaba al 100% como si por él no hubiese pasado el tiempo. De su primer disco “Runnin' Wild”, de allá por el 2007, daban un buen salto hasta el último “Boneshaker” (2019), del que por cierto, ya han pasado unos añitos. Su primer tema representante fue Burnout the Nitro, no sin que antes Joel nos profesara un elocuente saludo para romper el hielo… si es que no lo habían hecho ya desde el primer segundo, claro. Porque éramos multitud viéndoles, y muy venidos arriba cuando esto solo había hecho que empezar.

Si añadimos al coctel esas miradas casi psicópatas de Joel hacia nosotros, los constantes gestos, y esa furia eléctrica que nos transmitían, podréis imaginar que fue uno de los conciertos más moviditos de todo el festival, algo que ya se veía venir con la elección de temas. En Back in the Game, el frontman tardaba bastante en hacer sonar su guitarra, dedicándose solo a sus gritos y a recorrerse el escenario. Y precedida de un fuerte estruendo, caía como una bomba esa Girls in Black, con patadas al aire en el escenario, gritos desbocados del bajista Justin Street (que supera los 20 años en la formación), juegos de focos en la parte trasera, pequeños duelos entre Brett Tyrrell (rítmica) y Joel… y no satisfecho con toda esa marabunta de acción, el propio vocalista se bajó, a lomos de alguien de seguridad, a pasearse con su instrumento entre el público, alborotándolo todavía más. Las luces, por cierto, también estuvieron a la altura, muchos cambios de color e intensidad que daban un rollo especial al concierto, entre el clásico alumbrado, focos, tubos led… Durante Bottom of the Well, cuando la luz ya empezaba a decaer, adquirieron mucha notoriedad, tanto como la forma de aporrear de Ryan O'Keeffe, aprovechando la mayor potencia de este corte, o el hecho de que Joel, foco en mano, nos alumbrara directamente.

Otro desmadre de tema llamado Breakin' Outta Hell, golpe mortal de energía, volvía a ponerlo todo en llamas, y además, de forma literal, viendo las erupciones de fuego que manaban del escenario. Incluso se pidió abrir un wall of death entre el personal. Ryan O'Keeffe, por su parte, seguía a su rollo, pegándose la fiesta en solitario, pero eso sí, sin errar un solo golpe. Pero en esa fiesta, también quisieron incluir a quienes no están, a esos que nos faltan desesperadamente. Y el Dios Lemmy siempre será uno de ellos. Incitando a corear su nombre, mientras tanto Joel recibía un cajón con la palabra LEMMY escrita, una suculenta botella de Jack Daniels, y cuatro vasos, que llenó en plan bruto para repartir entre sus compañeros, y al mismo tiempo, presentarles. Y todo ello, con Brett Tyrrell, Justin Street y Ryan O'Keeffe manteniendo caliente esa It's All for Rock 'n' Roll, que en un último sprint, estalló con Joel de rodillas, y mucha, mucha electricidad. Tal vez Gutsy no fuese recibida con tanta euforia, siendo el último tema que han grabado, pero tampoco fueron pocas las voces que la cantaron. Brett Tyrrell me parece un gran fichaje para la banda, a tenor de cómo interpretó sus partes. Las secciones de guitarra son una parte especialmente fundamental en Airbourne, y hay que cuidarlas bien. Si no me salté nada en este intervalo (tuve que ir corriendo al WC jeje), era el momento de los bises, y con ellos, el numerito de la sirena a manos de Joel, que la hizo sonar, con cierta malicia en su mirada, hasta dejarnos sordos, y enlazar el momento con Live it Up.

Esta tuvo partes guitarreras bastante alargadas, quizá un poco más de la cuenta, y como casi todas las canciones de este último tramo, mucha involucración desde el público con coros y gritos. Precisamente, ese último berrido de Joel supuso el corte antes de Rock 'n' Roll for Life, durante la que se paseó ya con más calma, sin apenas tocar la guitarra, y centrándose en empatizar con nosotros. Eso no quiere decir que el tema estuviese carente de fulgor, ni mucho menos. Ya se encargarían de ello las cuerdas de Brett, o las imparables cajas de Ryan. Entre la soberbia actuación, el calor y el repertorio, nos habían dejado más calientes que el palo un churrero, por lo que la culminación lógica, esperada, pero no menos deseable fue esa electrizante Runnin’ Wild. Ahora sí, parecía que el fuelle vocal de Joel iba tocando a su límite, costándole un montón llegar a las notas altas, aunque de fuerzas… aún iba sobrado. Sin dudarlo, se plantó en la valla del foso bromeando y teniendo bonitos gestos con su crew, al mismo tiempo que el resto de la banda hacía que ese final fuese insuperable. Cientos de tiras de papel fueron disparadas por los aires, concentrándose en dicho acto la alegría, el desenfreno, y las vibrantes emociones que nos transmitió el concierto.

Tema aparte, y ya terminado el show… no sé de quién sería la “fabulosa” idea, pero es para degollarlo. Después de algunos conciertos, acompañando a cierto anuncio, nos teníamos que tragar una nauseabunda basura reggaetonera por altavoces. Creo que ya tenemos que sufrir esta condenada inmundicia a diario, por casi todos los medios, como para que además nos la embutan en medio de un festival de Rock. Y me da igual que sea algún patrocinador. Que le cambien la puta música al anuncio. NO al reggaetón en los conciertos de Rock, ¡¡ni un solo segundo!!

Esta última actuación, que pensaba tomarme con un poco más de calma, al final se convirtió en la fiesta padre. Y es que a ver quién es el guapo que se puede quedar quieto ante la presión sanguínea de esos riffs y actitud de los australianos… ¡imposible! Cuando terminó, sin embargo, me notaba muy machacado. Siendo el primer día de contacto con las insufribles temperaturas y el intenso ritmo del festival, aparte de todo lo dicho antes (viaje extenuante, madrugón, mis habituales problemas de sueño pre-festivaleros, las prisas con todo…), me encontraba muy bajo de forma y fuerzas, restando todavía nada menos que tres bandas, y no poco interesantes.

King Diamond:

Haciendo acopio de todo lo que me quedaba ‘en la reserva’, descansé unos minutos, y me dispuse a disfrutar de uno de los shows más impresionantes de todo el festival. El Rey había vuelto a nuestro país. La caída de la noche, además, vino que ni pintada para que King Diamond y sus secuaces del infierno nos introdujeran en su tétrico universo de pesadilla, y para mayor alegría, con un show completo. Un gran telón cubría en su totalidad el escenario, para salvaguardar la sorpresa: era obvio que tras este se escondía algo gordo. Tanto para quienes nunca le han visto en directo, como para quienes ya lo hemos hecho varias veces, nunca deja de impresionar tal montaje y las artimañas teatrales que los daneses siempre esconden en la manga.

Así, el mismísimo King Diamond se presentaba ya en el escenario, perpetrando un sádico ritual con una muñeca y un puñal y envuelto en oscuridad de color azul. La pieza disparada The Funeral, todavía le añadía un extra de canguelo al asunto, pero la caña de verdad llegó con Arrival, explotando con imponentes guitarras y una batería que hacía temblar el suelo. Volumen bastante alto, pero desafortunadamente, de momento faltaba bastante claridad en la mezcla. King se situaba en la tercera de las alturas que tenía un escenario que dio mucho juego a todos los músicos. La gente recibió este inicio con mucho alborozo, pero el primer gran golpe en la mesa lo dio A Mansion in the Darkness, ese temazo tan descomunal, sinónimo de puro Heavy Metal, con el doble pedal de Matt Thompson a saco y las virguerías en la guitarra de otro histórico como Andy LaRocque, pero sin olvidar ese descarado protagonismo escénico que iba cogiendo Pontus Egberg a pasos agigantados. Sin parar de aquí para allá, elevando su mástil y dejándose los cuernos en cada nota, estuvo hecho un verdadero relámpago. El Rey presentaba a su banda de forma bastante temprana, incluida, por supuesto, la exuberante Hel Pyre, que se hacía cargo de los teclados y coros, casi siempre desde la segunda altura, junto al batería. Otro de los grandes triunfos de esta primera mitad fue Halloween. Muy bien King en todos los tonos y registros, dejando claro que todavía está en una forma admirable. Otra cosa es que su timbre y sus cualidades vocales puedan gustar o no a todo el mundo.

Arriba, sobre esas poses continuas de Andy y Pontus, azotaba duro Matt Thompson a sus parches, acompañando las percusiones disparadas de Voodoo, en la que también vimos actuar, bailar y echar una mano a King en sus delirantes atmósferas a la actriz Jodi Cachia, que tuvo un muy importante papel en el plano teatral. Abandonaba King el escenario, para volver a salir por la puerta con una máscara de piel humana, listo para interpretar el más reciente single Spider Lilly, rodeado de los grotescos detalles que inundaban el escenario. Lilly, por cierto, fue representada por la misma Jodi, y ya silenciados los arpegios disparados, Andy y Mike Wead se pegaban codo con codo para hacer sus propios solos. Por cierto, tengo mis sospechas de que también el vocalista llevaba algunos arreglos pregrabados de apoyo. Sea como fuere, continuaba aquella fiesta de terror con la atmósfera creada por la pieza Two Little Girls, donde King, en solitario y completamente sumido en la oscuridad, continuaba haciendo de las suyas con muñecas y atrezos varios, pasando a mayores con Sleepless Nights, donde la banda al completo se reintegró. Pontus, imparable, pisoteaba el monitor, sin quedarse quieto ni dos segundos seguidos. Mike Wead alternaba entre sus guitarras eléctrica y acústica y por último, Andy LaRocque nos lanzaba uno de sus metódicos y pulidos solos. A destacar también esas baterías, que nos ponían a caldo cada vez que reentraban. Abría King Welcome Home con un grito muy bien parido y con otro de sus disfraces, al igual que Jodi Cachia, con aspecto de vieja decrépita.

De momento, no fallaba su garganta, y por supuesto, tampoco el resto de los músicos. También la teclista se lucía con sus coros, al mismo tiempo que pisaba sus teclas. Buenos cambios de luces en el momento apropiado, y mucha potencia sonora, aunque seguía faltando mucha definición en cada instrumento, especialmente, en el bajo. Bromeaba el frontman, preguntándonos si nos gustaba su esposa, señalando a una silla de ruedas vacía. Con ello, muchos ya intuimos la siguiente The Invisible Guests. Desde luego, King Diamond sigue manteniendo ese atractivo, carisma, y capacidad para hacer realidad sus historias y actuaciones de terror y misterio y sumergirnos en ellas. Esta vez fue Mike Wead quien hizo un trabajo fino y lleno de detalles en su solo. La gente lo estaba pasando bien en general, pero tampoco se veía una euforia desatada entre las primeras filas, algunos por incredulidad, otros por cansancio. La escenografía se teñía de rojo, con Hel Pyre poniendo su teclado al servicio de la profunda atmósfera que se respiraba, preludio ideal para The Candle. Con paseos constantes de Pontus (¡el tío no paraba ni queriéndolo!), un cambio de máscara para King Diamond, y una buena afinación en su voz (realmente, para su edad y trote, le vi realmente bien), este último terminó dedicándonos un aplauso y reverencia por nuestra participación en aquel grandioso espectáculo. Un tema más nuevo como Masquerade of Madness también funcionó muy bien, con el escenario albergando a varios músicos que se paseaban por las escaleras y alturas de este. La anterior enlazó perfectamente con otra del mítico “The Eye”, como es Eye of the Witch.

En las partes instrumentales, era donde las teclas se escuchaban especialmente bien, aunque veces las aplastantes bases rítmicas también las devoraban por completo. King seguía a la suya, con sus movimientos, su micrófono en forma de cruz de huesos, y sus ademanes tan teatrales, que mantenían el calor de la actuación, aunque he de confesar que este último tramo, por el cansancio, se me estaba haciendo un poquito cuesta arriba. Afortunadamente, fueron ya bastante a saco hasta el final, empezando por Burn, No estoy seguro de si realmente Jodi tocaba el violín en las alturas de la estructura, pero al menos, llevaba uno entre manos. Lo mejor de todo, fueron esos cambios constantes y bien realizados de los múltiples registros de King Diamond, por los cuales es especialmente inimitable. Se les acababa el tiempo, por lo que también la salida de los músicos fue breve, y a la vuelta, atacaron donde más duele, con el tema más deseado, sin duda, de todo el setlist, la legendaria Abigail. Los tonos altos de King sonaron de fábula, con fuerza y atino, y trató de conquistar con ella incluso a los más escépticos. Todo ello junto a Jodi, que daba sus últimos pasos de baile antes de la despedida final, que se produjo ante un estruendoso aplauso y muchos ‘oes’. Fueron muchos detalles y momentazos, un SHOW en mayúsculas digno de ver por todo el mundo. Aunque esta, mi tercera vez frente a él, careciera del impacto de la primera (realmente, no ha habido un cambio demasiado sustancial en los conciertos, salvo la inclusión de temas más nuevos), me alegré y disfruté enormemente de principio a fin.

Kissin’ Dynamite: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)

Asomándonos ya casi al inevitable final de la primera jornada, todavía nos quedaba por pasar un buen rato, o mejor dicho, un fiestón por todo lo alto, con los Kissin’ Dynamite. Los alemanes son expertos, y con cada disco más aún, en componer temas perfectos para liarla en el escenario y bajo de este, con estribillos facilones, melodías muy coreables, toneladas de buen rollo y conexión con la peña. Habiéndoles tocado una hora difícil (y escasa), tendrían que poner toda la carne en el asador desde el primer acorde.

Tan solo una iluminación de color azul, bastante molesta, por cierto, rompía la oscuridad imperante en el escenario, ya con la introducción sonando. La asistencia era bastante respetable, y todavía se respiraban bastantes ganas de pasarlo en grande. La explosiva Back With a Bang, es el tema de cabecera de su último disco, de idéntico nombre, con el que los músicos se han encontrado a ellos mismos más que nunca en el terreno musical. Y precisamente con ella, dieron paso al concierto. Sobre el escenario, ya veíamos a ambos guitarristas, Jim Müller y Ande Braun, situados encima de las plataformas laterales, dispuestas para la ocasión, y a Johannes Braun, hermano de este último, saliendo a la carrera entre ellos, pidiendo juerga con gran entusiasmo. Sabía que iba a ser complicado… pero con estribillos como el de este tema, nada es imposible. La batería sonaba muy grave, no sé si de forma intencionada, pero lo que sí estaba claro es que Sebastian Berg iba a por todas. Con coreografías muy bien medidas, enlazaron con DNA, y con ella, empezaron los coreos, tanto de Ande como del público, y los botes bajo el escenario, pudiendo apreciarse aquí un buen curro a los platos de la batería.

Johannes, con una sonrisa de oreja a oreja, se encaraba al gentío por primera vez, saludando en un aceptable español, y presentando la cachonda No One Dies a Virgin, al tiempo que pedía palmas para su inicio. Un tema de esos que lo puede todo, a cualquier hora y en cualquier circunstancia. Antes del solo de Braun, bien ejecutado, se alineaban los cuatro músicos, vacilando y avanzando por el escenario, como diciendo ¡aquí estamos! Hasta los punteos de guitarra, cantamos. Otro estribillo de lo más accesible y canturreable que se nos venía encima era el de I’ve Got the Fire. Basta con escucharlo un par de veces para que se te quede dando vueltas por la cabeza, y el vocalista aprovechó esto para conectar aún más con nosotros, de un lado a otro del escenario, sin parar ni a respirar, y uniéndose a sus compañeros en saltos al unísono. Su dominio de ambos papeles, tanto el de cantante como el de frontman, es algo que le viene ya de serie. De forma prevista, la oscuridad volvió a adueñarse del escenario unos instantes, hasta que salieron de nuevo a la carga con My Monster, entre humo y luces verde oscuro. En el centro del escenario, nos vacilaba el bajista Steffen Haile, bien abierto de piernas y aporreando con gusto sus cuerdas, mientras el cantante nos regalaba un buen repertorio de poses.

Como digo, no éramos demasiados, pero sí muy animados, y era fácil colarse entre las primeras filas. De entre bambalinas, salía ahora Johannes con una capa real y simulada arrogancia para I Will be King, y sin salirse de su papel, abrió un camino en mitad de los asistentes, en un intento de wall of death y de jugar con nuestras voces. Con una buena ración de doble pedal, Sebastian ponía a caldo su batería, y también nuestras cervicales. Abandonaban el escenario otra vez… y puede que esta ya fuese excesiva, aunque también es cierto que de aquí hasta el final, irían a piñón fijo. Unas risotadas grabadas marcaron el inicio de The Devil is a Woman, para mí una de las más divertidas del repertorio. Más pesada que la media, gracias a esos mamporrazos de Sebastian, la teatralidad cobró presencia a través del frontman y sus constantes movimientos y ademanes. Para relajar el ambiente, bromeaban entre ellos entre tema y tema, pero nos decían muy en serio que les encanta nuestro país. Only the Dead desembocó en otro fiestón de gritos y bailes, un buen rollo que se elevaba a tope tanto entre el público, como entre los músicos, con constantes acercamientos y gestos entre ellos, y la cosa estaba más caliente de lo que uno puede suponer a esas horas.

En general, la comunicación física entre los componentes de la banda era casi constante, y esto también ayudaba. Johannes nos hablaba ahora de los tiempos duros en su vida personal que inspiraron algunas de las canciones siguientes, como Not the End of the Road, marchosa y enérgica a más no poder. Curiosamente, solo el cantante estuvo alumbrado por un foco, quedando el resto en la sombra, que no precisamente apagados, vistos esos movimientos de Ande Braun, retorciéndose guitarra en mano. Y cuando del público brotan esos ‘eh eh’ y ‘oes’ espontáneos, sin que nadie los pida, es que se están haciendo bien las cosas. Visiblemente emocionado, Johannes agradecía de corazón, y bajaba al foso para anclarse a la valla, desde donde interpretaría parte de You’re not Alone con bastante subidón. Tanto, que sin pensárselo dos veces se lanzo a ciegas sobre la gente, que no estaba preparada, y casi acabó besando el suelo. Afortunadamente, todo resultó en una simple anécdota sin daños, y terminaría el tema con total normalidad. Con la misma sonrisa con la que comenzó el show, nos pedía, para terminar, que levantásemos nuestras copas para brindar por los 20 años de existencia de Kissin’ Dynamite, y qué mejor tema para acompañar ese brindis que Raise your Glass, con un ambientazo de primera y bajista, cantante y guitarristas formando equipo en medio del escenario, incluso un pequeño castillo al final del tema y concierto.

Y a continuación… me encantaría deciros que también vais a leer crónica de la actuación de Triumph of Death… pero por desgracia, no va a ser así. Soy consciente que era una oportunidad única de presenciar algo realmente especial, ni más ni menos, que temas en vivo y en directo, rescatados desde las profundidades ancestrales de los orígenes del Black Metal, de esa banda legendaria, germinal y pionera en el sonido, junto a otras como Venom o Celtic Frost (aunque de mucha menor repercusión mediática) llamada Hellhammer. Activados a finales del 2023, Triumph of Death pretenden rendir un solemne tributo, con algún miembro de las formaciones clásicas de Hellhammer, a aquellos temas que muy pocas veces o jamás han sido interpretados en directo, 40 años después de su creación. Un proyecto ideado por el mismísimo Tom Gabriel Fischer, junto al bajista Martin Eric Ain, aunque este último no participa en directo, siendo su puesto ocupado por la guerrera Jamie Lee Cussigh. La formación la completan André Mathieu a la segunda guitarra, y Tim Iso Wey a la batería.

Como digo, esto ya fue excesivo para mí, sobre todo por el estilo que practican y las avanzadas horas. No tuve mi mejor día, y el agotamiento ya apenas me dejaba mantenerme de pie como para asimilar toda la tralla que deparaba la actuación. Prometo que si vuelvo a tener la oportunidad, y las condiciones lo permiten, (y más que nada, por deleite propio), no me los pierdo. Pero esta vez no ha podido ser. Cada día (salvo el domingo) de este Rock Imperium iba en crescendo en cuanto a interés personal, así que tenía que intentar ahorrar fuerzas para llegar al gran sábado en toda plenitud.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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2 comentarios:

  1. Pedazo de crónica, crack!!!!! Una maravilla. De los citados me hubiese encantado ver a Airbourne y a Kissin Dynamite, pero la pasión que reflejas en la crónica con todos te hace querer ver a todos. Un abrazo. Rockberto.

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    1. Vaya, tío... muchísimas gracias, no sabes cuánto me anima que me digas eso. Pues ya lo ves. Airbourne, como siempre, hechos un relámpago, y Kissin' Dyinamite, aunque les tocó lidiar con altas horas, se lo curraro mucho, con cantidad de hits, para animar al personal. Y vaya si lo consiguieron. Me gustaron todavía más que la vez anterior que les vi en el Leyendas. Y si el jueves y el viernes estuvieron cojonudos... espérate al sábado (que publicaré hoy, si todo va bien). Sin duda y con diferencia, las mejores actuaciones para mí de todo el festival. Lo de Michael Monroe, en particular... indescriptible. ¡¡Un fuerte abrazo, Roberto!!

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