jueves, 25 de septiembre de 2025

Un Nuevo Sol (Rock the Sun, viernes 19/09/2025, Poble Espanyol, Barcelona)


Alguien podría decir, y no sin cierto grado de razón, que nuestro país empieza a estar peligrosamente saturado de grandes festivales, lo que unido a sus desaforados precios, hace que cada vez cueste más escoger unos pocos para que sean parte de nuestros mejores y más intensos días de esparcimiento. Rock Imperium, Barcelona Rock Fest, Resurrection, Sun & Thunder, Leyendas del Rock, Azkena Rock… y la lista sigue. Por otra parte, y sin embargo, siempre es de ley dar una calurosa acogida a un nuevo festival, y no solo por este hecho en concreto, sino por el de centrarse en uno de los géneros musicales más maltratados en nuestras tierras: el Rock melódico. Existiendo ya uno muy potente como el Lion Rock Fest, en este 2025 Madness Live! ha decidido rellenar todavía más ese vacío que tanto reclamamos los fanáticos de este tipo de música, apostando por su propio evento. La primera edición del Rock the Sun, que así se llama, arranca en el corazón de Barcelona, en un entorno tan dado a los conciertos como siempre ha sido el Poble Espanyol, un precioso (y muy turístico) rinconcito muy cerca de Montjuic que acogió, con un aforo de tamaño medio, a más de un millar de rockeros de la vieja escuela, presentando un cartel tremendamente atractivo con nombres ya míticos y también actuales de la escena, tanto del panorama nacional como del internacional, pero ondeando una única, orgullosa y reluciente bandera: la del Hard Rock. Esto representa, entre otras cosas, una vía de escape para todos los que estamos ya un poco cansados de ver siempre los mismos nombres y estilos en los carteles, y también de la proliferación del moderneo. Y si bien no era una entrada precisamente barata, sí era una doble jornada que no podía perderme por nada del mundo.

A priori, el recinto me pareció exageradamente reducido, mucho más de lo que esperaba, pero no tardaríamos demasiado en comprobar que era más adecuado de lo que se podía pensar. No fue en la Plaça Major del Poble Espanyol donde se construyó el escenario, sino en un encantador rincón de este, donde había una enorme carpa montada, gradas, y una explanada con mesas, sillas, puestos de comida y baños portátiles. Y aunque no era el fabuloso entorno de la ciudad recreada, también tuvo su miga. Por nuestra parte, nos instalamos en el Alexandre Fira Congress de Hospitalet de Llobregat, un espectacular hotel de cuatro estrellas que, contra todo pronóstico, nos salió tirado de precio, con expectativas de pasar una noche allí, y volvernos a casa la segunda.

Las calles del Poble Espanyol pueden ser un pequeño laberinto, y faltaban más indicaciones por parte de la organización, pero tras un pequeño descarrío en nuestro camino hacia el recinto, conseguimos llegar para ver los últimos acordes de la banda encargada de abrir la fiesta, los barceloneses Big Mouthers. También las combinaciones, y los retrasos del bus de línea tuvieron la culpa de que no llegásemos a ver la actuación completa. Mi compañero (y uno de mis cronistas favoritos) Alfonso Díaz, me comentó que se han forjado un nombre muy conocido por la zona de Catalunya, que gozan de mucho éxito, y que aparte de los dos discos que tienen en el mercado, también recorren la geografía haciendo conciertos de covers. Una lástima, como digo, que se nos hiciese tan tarde, ya que solo pudimos disfrutar de Wishes. A pesar de que el recinto todavía presentaba grandes claros, se notaba por el ambiente que estaban haciéndolo pasar en grande a sus fans. Su gran empuje en directo, su actitud escénica, los coros entre JB Ibáñez e Iván Fusté y la energía de la que hacía gala este último sobre las tablas, quedaron patentes en aquel tramo final, e imagino que serían una constante durante todo el show. En fin, ¡otra vez será!

Durante el rato de cambio / descanso, que empleamos en situarnos, dar un rulo por el lugar, y tomárnoslo con calma, me alarmé al ver que la música entre bandas era una enorme mierda, con bandas que no pintaban absolutamente nada en este festival. Por suerte, esto cambió para el resto de ambas jornadas. Lo cierto es que, acostumbrados a los conciertos non stop de los grandes macrofestivales, estos parones podían llegar a hacerse un poco largos, pero por otra parte, casi se agradecían cuando el día iba mermando las fuerzas y uno necesitaba coger un poco de resuello e hidratarse. En aquel momento, no era el caso. El festival acababa de empezar, y tenía unas ganas locas de más caña, algo de lo que se encargaron los suecos Remedy a base de bien.

Remedy:

Les vi el año pasado teloneando a Eclipse en la sala Mamba! de Murcia, y os he de decir que, a raíz de aquella noche, fue una de las confirmaciones que más ilusión me hicieron de este Rock the Sun. Y lo mejor, es que volveremos a bailar a tope sus temas en el Lion Rock Fest. A pleno sol, y con un calor de justicia, se presentaron los suecos sobre el escenario, ante una asistencia ya mucho más concurrida, dando el pistoletazo de salida con Living on the Edge, con un sonido realmente bueno ya de primeras, y con la banda poniéndolo todo ya de su parte. Como la gran mayoría de sus temas, su estribillo dio pie a los primeros cánticos entre el público, y se adivinaba ya más de un fan acérrimo entre ellos. La apuesta subió todavía más con Marilyn y esas palmas que a la banda no le costó lo más mínimo sacarnos, entre las rítmicas teclas de Jonas Öijvall y los movimientos y ademanes de su vocalista Robert Van der Zwan, que tuvo muy por la mano el hecho de animarnos. El tremendo calor de aquellas horas no fue impedimento para que el movimiento se fuese haciendo más y más patente entre los músicos. Así, el guitarrista y fundador de la banda, Roland Forsman, aprovechaba cada mínima excusa para saltar al frente y ofrecernos sus fastuosos solos de bien cerca.

Tampoco las temperaturas amedrentaban a Fredrik Karlberg, quien fue de menos a más en cuanto a actuación, y a la altura de Sin For Me, ya se dejaba el cuello tras los parches, sudando hasta la última gota, algo que motivó a que todos alzásemos el puño en alto. Robert alternaba partes en las que únicamente cantaba, y otras en las que rasgaba con ganas su guitarra. Uno de mis momentos favoritos llegaba con Sundays at Nine. Si una de las principales virtudes de Remedy es la creación de increíbles melodías, esta es una de las que se lleva la palma. Una balada de las que llegan adentro, con el vocalista dedicándose solo a cantar, sin coger su instrumento hasta mitad del tema. Los coros entre Roland Forsman y el bajista Jonas Dicklo cogían también su parte de protagonismo, sólidos y bien plasmados. Cómo no, los teclados de Jonas Öijvall terminaron de darle ese toque de distinción al tema que lo hizo más accesible, y más sentido a la vez. Se acabaron las baladas por el momento, y la banda volvía a arrancar con mucho entusiasmo I Wanna Have it All, el primer single de “Something That Your Eyes Won’t See”. La chispa del tema afectó a todos los allí presentes, y no solo por su coreable estribillo, sino también por gestos como las tremendas acometidas de Fredrik a la batería, o ese mano a mano entre ambos guitarristas en el segundo solo. Robert no dejaba de presentar (con esta era ya la tercera vez) a su compañero Roland Forsman para anunciar sus momentos de lucimiento, y los hubo a patadas.

Porque unido a su elegancia y presencia, el músico es un auténtico fenómeno de las seis cuerdas, con cantidad de recursos y una fluidez y velocidad pasmosas a la hora de ponerlos en práctica. El mismo, cambiaba de modelo antes de arrancar Bad Blood, uno de sus cortes más clásicos en cuanto a sonido, sonido que, por cierto, cada vez parecía ser mejor, con unos bajos de Dicklo muy presentes, y sonando de fábula hasta esa armónica con la que Robert animó el cotarro al final de la pieza. En opinión de un servidor, todavía quedaban por sonar algunos de los mejores temas, con lo que para mí, fue un setlist estructurado con muchísimo gusto. Robert nos anunciaba ahora una ‘canción feliz’, como lo es Angelina, en donde los tonos mayores y las vibraciones positivas se contagiaron, primero entre los propios músicos (que esbozaban una gran sonrisa), y después al público. Vimos mucho compañerismo en ese ‘enfrentamiento’ entre Jonas Dicklo y Roland, compartiendo micro, a lo que a posteriori este último se acercó para mostrarnos su virtuosismo en el solo. La coordinación entre ellos iba más allá de lo musical. También la apreciamos en esas coreografías de mástiles con las que iniciaban el que es mi tema favorito del grupo, esa bestial Thunder in the Dark. Si hubo un músico que destacó en ella, fue el vocalista Robert Van der Zwan, con una auténtica maratón de tonos alto que sacó con gran solvencia y aplomo, bordando el tema junto a sus compañeros, junto a esas bases de teclado, los constantes punteos de bajo, y la tralla que recibieron los parches.

Me flipa, y no puedo esperar a volver a verla en directo. Ante la invitación de la banda, Crying Heart fue una de las más cantadas (al menos, en las partes fáciles). La cantidad de detalles en la guitarra de Roland, y los bastonazos de Fredrik Karlberg le aportaron aún más fuerza de la que tiene en disco. A estas alturas, es cuando verdaderamente uno se da cuenta de la cantidad de temazos que llenan su discografía, y el setlist podría haberse alargado una hora más sin perder un ápice de calidad… pero desafortunadamente, llegaba ya el último tema, en un concierto que se me pasó en un abrir y cerrar de ojos. Fue Moon Has the Night, de su último disco “Pleasure Beats the Pain” la encargada de encandilarnos hasta el final. Un tema muy particular, con aire moderno y mezcla de tonos que descoloca bastante, pero que se disfruta muchísimo… y engancha de lo lindo. De hecho, fue una de las más participadas. J. Dicklo se marcó un gran trabajo con sus constantes coros, la banda intentó a toda costa que nos metiésemos hasta el cuello en el concierto, y con ese final, con Roland soleando de espaldas, ya se veía venir una arrolladora ovación, ni más ni menos que la que se ganaron con su gran show.

Hitten:

Los murcianos Hitten están haciendo progresar su carrera, y su nombre, a unos pasos de gigante. Este año, sin ir más lejos, les hemos visto actuar en algunos de los principales macrofestivales de nuestro país, han sido teloneros de unos colosos del Hard melódico como Europe, y lo serán también de otros enormes como H.E.A.T. en su próxima gira. Siguen tirando de su último disco de estudio, ese fantástico “While Passion Lasts” que está próximo a cumplir dos años, y que les ha elevado, definitivamente, hasta poder ser considerados como una de las mejores bandas de Hard & Heavy que existen en nuestro país y parte del resto. Sus directos son una auténtica burrada en todos los sentidos, no tienen el más mínimo desperdicio, y en esta oportunidad que se les brindaba para lucirse en uno de los mejores carteles de este año, lo hicieron, y a lo grande.

Con bastante más afluencia incluso que en el anterior concierto, While Passion Lasts nos dio la bienvenida… ¡y de qué manera! No hubo fase de calentamiento. No hubo presentación ni tiempo de adaptación. Solo pura electricidad y frenetismo en todos y cada uno de sus músicos. Y como cabía esperar, alardes para parar un tren, comenzando con la gloriosa forma vocal de Alex Panza, y terminando por ese solo compartido entre Johnny Lorca y Dani Meseguer, que brillaron a un nivel estratosférico desde el primer segundo de concierto. Mr. Know it All, una de mis favoritas, y Blood From a Stone no solo afianzaron todavía más a la banda sobre las tablas, sino que la gente se iba apelotonando frente a ellas como atraída por una fuerza invisible. Las locuras, y la colosal actitud de Johnny Lorca se fueron desparramando por el escenario, la energía imparable de Alex nos hacía hervir la sangre, y el empeño de Willy Medina y sus golpes a la batería, fueron un auténtico lujo para los oídos, ya que, para redondear el asunto, todo sonaba de putísima madre. Ese último solo, en el que Lorca alternaba púas y dedos en su tan particular estilo de tocar, dio paso, casi sin pararse a respirar, a Ride Out the Storm. En ella, se puso a prueba una vez más la prodigiosa voz de Alex, que iba ganando en potencia conforme caían los temas, y sus dotes para animar al público resultaron de lo más efectivo. Dani se tiraba al suelo de rodillas, Johnny metía buenos coros, y no podemos dejar a un lado al bajista que les acompañó para este concierto.

No se trataba del habitual Mr. C, sino de Jorge Serrano “Serra”, un auténtico diablo de las cuatro cuerdas con sobrada experiencia en bandas como Nigromante, Rancor y Slowburn, que se marcó un show de aúpa. Meant to be Mean continuó desmadrando el asunto, con Johnny girando sobre sí mismo, zarandeando su guitarra, y hasta dándole un lametón al mástil, seguida de Hard Intentions. Las cualidades de Alex para enamorar al público quedaron más que patentes: su carisma es tan enorme como sus pulmones a la hora de dar esos tonos inalcanzables. Las armonías de guitarra sonaron celestiales, como digo, gracias al pulcro sonido del que gozó el concierto. Nos daban (y se daban) un pequeño respiro con la cálida Something to Hide, entre silbidos y sonidos más acústicos que nos llegaron al alma, y de nuevo desataron la tempestad tirando de la más Heavy Twist of Fate, y con la batería de Willy Medina cabalgando a toda hostia, retumbando como un trueno, una sarta de bofetones sonoros que continuó con Eyes Never Lie. Entretanto, el gran Dani Meseguer tuvo unas palabras de agradecimiento para público y organización, sin olvidar mencionar a algún miembro de formaciones anteriores. También la compenetración de Serra fue total con sus compañeros, como si llevase toda la vida en la banda, alternando posiciones con ambos guitarristas, al tiempo que estos se destacaban al frente para compartir esos vibrantes solos. El bajista pateaba los monitores, mientras Johnny y Dani mostraban una pasión inconmensurable en Hold Up the Night. Viéndoles, uno se llega a preguntar cómo pueden mantener ese nivel de energía tan intacto hasta el final, por muy acalorados que estén, por mucho que uno se agote con solo verles actuar.

Verdaderamente impresionantes. Y por supuesto, lo mismo se puede decir del resto de los integrantes. Me encantó Unholy Games, una de las mayores sorpresas del repertorio, ejecutada con una clase de otro planeta: Alex sudando feeling por cada uno de sus poros, unas escalas bordadas por Serra, unos enlaces de batería magníficos, y no contentos con estar allí, ante nosotros, Dani y Johnny se bajaron del escenario y nos regalaron un solo acojonante en nuestras narices, allí, en medio de todos sus fans, alimentando aún más el fuego que nos consumía. Un verdadero subidón que no dejaron enfriarse, empalmando sin tregua con la ‘doblebombera’ Built to Rock, a saco, sin piedad. Johnny y Dani se volvían a subir a las nubes, ebrios de pasión, y Alex se soltaba a muerte con giros, patadas y agudos impensables, y lo más impresionante, con una afinación perfecta (¿cómo coño puede moverse y cantar así al mismo tiempo?), pidiendo coros y palmas al público. El solo entre J. Lorca y Dani nos puso los ojos en blanco de placer, y a golpe de soporte de micro, terminaba Alex el tema, segundos antes de volver a enfrascarse en la última arremetida de su concierto en clave de Hard Rock: In the Heat of the Night. Espectacular es quedarse corto. Intercambios de posiciones constantes, palmas coordinadas con el público y ostentosidades técnicas sin fin dominaron el tema, que les valió una intensa y escandalosa sesión de aplausos. Como dice el propio tema, ‘only the strong will survive’, y con una actitud así, sin duda ellos son unos de los elegidos. Es imposible escapar de su hechizo una vez les ves en concierto, y sin exagerar, el suyo fue uno de los mejores de todo el festival. Grandes Hitten, pero grandes de verdad.

The Night Flight Orchestra:

Aproximadamente las 20:30 era la hora de la fiesta, de los bailes desenfrenados, y de las melodías sublimes. Porque era esa la hora en la que el vuelo nocturno de The Night Flight Orchestra aterrizaría sobre el recinto de la carpa del Poble Espanyol. Fueron la gran mayoría de bandas que formaban el cartel las que me motivaron a acudir al Rock the Sun 2025, pero la confirmación de los suecos, lo convirtió en algo prácticamente obligatorio. AOR de influencias setenteras, en donde la calidad técnica de todos y cada uno de sus músicos, sus apasionadas e inspiradas composiciones, y una temática y estilo visual prácticamente único a día de hoy, prometen siempre la más espectacular y sensitiva de las experiencias. Y uno de los mejores añadidos a todo lo dicho, fue poder disfrutar (para mí, por primera vez), de esos grandísimos temazos de su reciente “Give un the Moon”, sin duda, uno de los mejores discos que se han parido en este 2025.

En la parte derecha del escenario (según nuestra perspectiva), estaba ya preparado ese cubo con una refrescante botella y unas copas para darnos el brindis de bienvenida. La ovación al recibirles, tampoco se quedó corta. Y las ganas de que los motores arrancaran, eran casi incontenibles. Precisamente con un corte de “Give us the Moon”, esa primera Status, dio comienzo la gran fiesta, entre humo, trajes blancos de impoluta elegancia, y una atmósfera completamente ensoñadora. De momento, en los primeros compases, y desde donde estábamos nosotros, el sonido no era del todo bueno, pero el colegueo entre los músicos, era total, acercándose entre ellos a ratos, y en otros, lanzándose hacia delante del escenario como diciendo ‘¡aquí estamos!’. Tras una breve intro pregrabada, adivinábamos esa Divinyls en las teclas de John Lönnmyr, una apuesta muy, pero que muy fuerte a una hora tan temprana, señal de que no querían tardar demasiado en ponerlo todo patas arriba. Mil coros en el aire, otros tantos bailes y manos alzadas la convirtieron en un triunfo desde la primera nota, con el incomparable Björn Strid abriéndose paso hasta primera línea de escenario, ostentando tanto su elegante capa de brillos, como su enorme voz. Si bien esta última no se escuchaba del todo nítida, así como algún instrumento, las guitarras de Sebastian Forslund (siempre ocupando un segundo plano), y sobre todo, Rasmus Ehrnborn, crujían que daba gusto escucharlas.

Todavía tardaría unos temas en alcanzar un sonido equilibrado, pero sin perder tiempo, solo tras un simpático brindis protagonizado por las encantadoras Aerománticas, dio continuación el show con Shooting Velvet y su rematadamente genial melodía, que alimentó los bailes de las coristas, al tiempo que Sebastian se flipaba tras los bongos, aún empuñando las seis cuerdas. Pocas otras del “Give us the Moon” triunfaron como esta, pero repito que el disco que se han sacado de la manga, en su totalidad, es para quitarse el sombrero. Björn, con su reconocible pose, y su forma de coger el micrófono, nos preguntaba: are you feeling good? Y la respuesta, fue más que obvia. ‘Si todavía no os habéis soltado la melena, esto os hará bailar de verdad’, nos afirmaba el vocalista. No se estaba echando un farol. La desenfrenada Gemini fue toda una explosión de alegría y movimiento constante, encima y debajo del escenario, con un excelente solo de Rasmus que, desbordando chulería y aptitudes, se marcaba en primera fila. Estábamos en los primeros compases del bolo todavía, y casi me dolía ya el cuello de tanto bailar. Y es que la música de The Night Flight Orchestra consigue atraparme como muy pocos grupos han logrado en muchos años, y creo que están destinados a ser los próximos gigantes del AOR, si es que eso se puede conseguir a día de hoy por ser un estilo tan minoritario. Algo que me apenó un poco, es que no todos supieron apreciar la grandeza de una obra maestra como Cosmic Tide, que posee una sensibilidad arrebatadora, y unas partes técnicas impresionantes. Claro que la razón de esto pudo ser el sonido.

Desde donde nos encontrábamos (insisto), la mala ecualización llegó a su cenit, y los magníficos, potentes y cambiantes compases en la batería de Jonas Källsbäck se lo comían prácticamente todo, especialmente la voz de Björn, por lo que el tema quedó algo deslucido. No fui el único que se percató de ello, y sin embargo varios colegas, que estaban en otro punto del recinto, no notaron este desajuste. Misterios del sonido. Sea como fuere, el sarao proseguía, y afortunadamente, los problemas de sonido se fueron minimizando rápidamente. Miraban hacia su primer “Aeromantics”, otra genialidad de trabajo, para recordar un tema menos habitual en sus repertorios como es This Boy’s Last Summer. Aquella noche, era Sharlee D'Angelo, y no Mats Rydström, quien se hacía cargo de las cuatro cuerdas, y para mí fue otra novedad, ya que era la primera vez que le veía actuar en la banda. Aunque más sobrio escénicamente que Mats, hizo sin duda un trabajo impecable, a la altura de su estatus como músico en otras bandas de las que forma parte como Arch Enemy o Black Earth. Basada en una historia real, e introducida por un fragmento de teclados a cargo del siempre eficaz John Lönnmyr, Paloma y su accesible melodía extendieron en el cielo barcelonés esa atmósfera casi onírica que caracteriza al sonido de la banda. Uno de esos temas para degustar cada segundo de su duración, suave y embriagador, con una letra maravillosa, y que además contó con la participación más activa de Anna Brygård, quien abandonó por momentos su posición lateral.

Con el sonido ya luciendo mucha más claridad, la banda nos tenía a la mayoría comiendo de su mano, momento idóneo para lanzar Satellite, en donde Sebastian Forslund nos seguía regalando su gran clase desde el fondo del escenario, todavía sin dedicarse plenamente a los bongos, instrumento que, por cierto, eché un poco de menos. Por su parte, su compañero Rasmus, con esa sonrisa siempre presente, se acercaba a Åsa y Anna para brindar una copichuela con ellas. Pequeños gestos indicativos del buen clima que se vive en el seno de una banda engrasada al 100%, que continuaba brindándonos grandes momentos, ahora con Can’t Be That Bad, precedida por un pequeño solo de teclado. Tras ella, Björn dedicaba unos minutos a contar la historia de la banda, y de paso, presentar uno de los temas más especiales y exclusivos de la noche, Transatlantic Blues. En su larga duración, pudimos deleitarnos con todo tipo de florituras y ‘sobradas’ musicales, una verdadera delicia. Teclados mágicos, el aro de Sebastian, ese feeling descomunal de Rasmus al frente, esa perfecta progresión en la entrada de cada instrumento, o ese encabritamiento final por parte de Jonas Källsbäck le dieron motivos, si cabe, todavía más ensoñadores al momento. No, no era el tema festivo que muchos hubiesen deseado, pero su inclusión fue para mí un detalle impagable. Eso sí, aquellos que deseaban seguir bailando hasta que se les descoyuntaran los huesos… tendrían también lo suyo en la recta final.

Burn for me incluso fue cantada a capela por el vocalista en sus primeros compases, antes de que todo volara por los aires con la entrada de los teclados, puro éxtasis que nos hacía tocar el cielo y que nos llegaba también a través de ese envidiable aguante de Björn con los tonos más elevados, el apoyo constante entre D’Angelo y Rasmus, y los exóticos bailes de las Aeromanticas. Doble sesión discotequera, pues, con el fulminante single White Jeans, que enloqueció por completo al personal con esas guitarras redobladas, la virtuosa batería de Jonas, y claro, ese chorrazo de carisma que destila Björn, quien por cierto, al fin se quitó la capa. ¿Cansado? ¡Para nada! Su voz aún tenía mucho que decir, y entre fraseos y cantos de soul, presentaba de forma muy dinámica el que sería el último tema de su setlist, West Ruth Avenue. Ahora sí, los bongos cobraron una gran presencia, y no solo en las partes improvisadas de los preliminares. Los firmes punteos de Sharlee D’Angelo, el uso del slide de Rasmus, y el espectáculo que eran las voces a pleno rendimiento de Anna y Åsa, definitivamente contribuyeron al enorme feeling del tema, sin dejar de lado, claro está, ese tren que se fue formando entre el público, incitado por el vocalista. Qué jodida maravilla. No importa las veces que les haya visto, o cuántas les vaya a ver en el futuro. Siempre va a ser una banda que me mueva hasta el fin del mundo, porque sus conciertos son una garantía absoluta, y a partes iguales, de calidad musical impecable, fiesta non stop, y un ambiente sin parangón.

Nestor:

Y no obstante, para muchos el plato realmente fuerte de la noche llegaba a continuación. Para mí, digamos que estaba al mismo nivel de ganas del anterior show, porque estaba convencido de que volvería a disfrutar como un animal. Y es que recuerdo pocos festivales, en mucho tiempo, que me hayan ofrecido un final de jornada tan increíblemente inolvidable como este Rock the Sun 2025. Era hora de quemar por completo cualquier rastro de energía que pudiera quedar en el cuerpo, y hacerlo por todo lo alto. En las tres veces que les había visto hasta entonces, ni una sola estuvo exenta de pequeños accidentes. A una llegue tarde. Otra sonó como el puto culo. Y otra, fueron ellos los que salieron con retraso y tuvieron que recortar el setlist. ¿Saldría esta a pedir de boca?

Con trajes de lo más llamativo y estrafalario (sin desentonar con The Night Flight Orchestra, precisamente), el teclista Martin Frejinger, seguido del resto de sus compañeros, salían a escena ante un gran clamor. Creo que todos sabíamos que íbamos a disfrutar un pilón… pero pocos pudimos adivinar hasta qué punto. Salieron ya pisando el acelerador con We Come Alive, mostrando su versión más dura, aunque dentro de lo comercial que es su sonido. El doble pedal apretaba, y sonaba como una tormenta, igual que el resto de los instrumentos, con lo que ya de primeras, disfrutamos de un sonido inmaculado, que por suerte, se mantendría hasta el último acorde. Qué gustazo arrancar así, una de las bandas más deseadas del momento dentro del Rock melódico, y que además suenen así. La ensordecedora ovación, con un único tema, fue sinónimo incontestable de un triunfo masivo, y más que lo sería. Kids in a Ghost Town, desde su primer disco, nos hacía levantar las manos al ritmo de su pegajoso estribillo, magistralmente cantado por un Tobias Gustavsson completamente sembrado de voz y actitud, que paseaba el palo de su micro, de un lado al otro, por todo el extremo del escenario. El solo, que no se quedó atrás en pulcritud, fue ejecutado Jonny Wemmenstedt justo al borde, varias señales de que la banda tenía muchas ganas de acercarse a su público en todos los sentidos posibles. Iban sobre seguro, tocasen lo que tocasen. La intachable calidad de sus, hasta el momento, dos trabajos, les ha llevado a liderar, en tan corta carrera discográfica, el panorama mundial del Hard melódico junto a algunos pocos elegidos como ellos.

Como dije en alguna ocasión, el éxito y calidad del primero, podría haber sido fruto de la suerte o la casualidad, pero con el segundo, se descarta por completo esa posibilidad. El recinto estaba más lleno que nunca, y todos queríamos sentir de cerca cada temazo, como ese In the Name of Rock’n’Roll. En su afán por dar espectáculo, el bajista Marcus Åblad volteaba su bajo con la correa en su cuello, y después pasaba a marcarse unos saltos con el vocalista, al mismo tiempo que el guitarrista volvía a regalarnos el solo a unos pocos metros. Los coreos entre el público, cada vez más fuertes y apasionados, llegaban a uno de sus máximos apogeos en Perfect 10 (Eyes Like Demi Moore). Las teclas iniciales le dieron la ‘salsa’, y el tremendo feeling del guitarrista la electricidad, sin que pudiésemos evitar caer encandilados bajo las miradas y gestos de Tobias, que demostraba un dominio aplastante del escenario. Para rematar, encendieron por primera vez los láseres, que junto al humo del ambiente, creaban un efecto tridimensional casi hipnótico. Aquello estaba siendo mágico. También por primera vez, el cantante (que por cierto, reside desde hace ya bastantes años en Sitges) paraba para dirigirse a nosotros, dedicando la siguiente canción a su hija. Y no fue otra que la arrebatadora The One That Got Away, que cantó sentado en un taburete, en el centro del escenario, cobrando máximo protagonismo su aterciopelada voz. A pesar de la suavidad del tema, la batería retumbaba que era una delicia.

Pero para mí, sin duda la gran alegría, el gran momento del concierto, y posiblemente de toda la jornada, llegó con Last to Know, que nunca había visto en directo. Pura clase, y pura seda. Su cadencia, su tono, su estribillo, joder, esto sí que es Música con mayúsculas, y encima cantada con un sentimiento brutal. Tan emocionado estaba el propio Tobias, que incluso lo hizo de rodillas durante un momento. Ya llegando al ecuador del concierto, y en pos de ir subiendo poco a poco las revoluciones, se entonaban ahora Signed in Blood, con Tobias, Jonny y el bajista Marcus Åblad en línea al principio, y esas teclas de Martin Frejinger sazonando el estribillo, que para colmo, se escuchaban de fábula. Y esto se puede aplicar también a los coros de Marcus, que lucieron especialmente en Unchain my Heart, aunque el músico aún mostrase cierta discreción escénica. El buen rollo reinaba entre los músicos. Durante Stone Cold Eyes, muy deseada por el respetable, vimos como Tobias se acercaba a Martin y, tras ‘abrillantar’ su calva, le daba un beso. Solo uno de tantos y tantos gestos que vimos entre ellos. La siguiente fue dedicada a todos aquellos deportistas de entre el público. Un single cuyo estribillo nos hizo volver a tocar el cielo, nada menos que Victorious. Los saltos y voces desde abajo acompañaron hasta el final, pero de nuevo, el gran triunfador volvió a ser Tobias, que para mí, hizo la mejor actuación vocal de todo el festival (sí, incluyendo a McAuley).

A nivel de potencia, a nivel de afinación, a nivel de detalles, de fidelidad al disco… estuvo muy, pero que muy cerca de la perfección absoluta. Al menos yo, nunca le había visto cantar a tal nivel. Caroline fue otro trallazo que subió los ánimos por las nubes (¿acaso bajaron alguna vez?), y fue aquí donde definitivamente Marcus Åblad se vino arriba, ¡y de qué manera! Cantó varias estrofas, dio vueltas, saltos, e innumerables muestras de entusiasmo, sin dejar de aporrear las cuerdas. Al final, llegó nuestro turno de cantar esas últimas estrofas a capela. Aunque para trallazo directo a la yugular, esa Firesign, que cayó como un tifón. Las cuerdas de Jonny rugieron como nunca, la batería de Mattias Carlsson sonó explosiva, y la voz de Tobias, como la de los putos ángeles, incluso cuando se asomó a chocar manos con sus fans. Si alguien no había implosionado todavía, solo hacía falta una chispa del tamaño de On the Run. Casi se escuchaban más fuertes las voces de la peña que las del propio Tobias, con eso os lo digo todo. ¡Tremenda! El punto de intensidad al que había llegado el concierto era difícilmente superable. Hacía falta artillería muy pesada, pero la banda tenía aún varios ases en la manga.

Si bien Teenage Rebel nos dio unos segundos de respiro, de nuevo nos desbocaríamos al mismo ritmo al que el bajista agitaba su melena y el mástil de su bajo. La historia de Nestor, es justo como el vocalista la contó. De banda que no logró salir adelante en los 80, a convertirse, casi cuarenta años después, en estrellas del Rock (porque, joda a quien joda, es así). Y es que son muchas las bandas recientes que han tratado de capturar toda la esencia de la música de los 80, pero poquísimas lo han logrado a la altura de los suecos. Y como muestra, el último botón, esa gloriosa 1989, que incendió por completo la carpa del Poble Espanyol, llenándola de gritos ensordecedores, solos apasionados, palmas y toneladas de emoción incontenible. Para muchos, entre los que me incluyo, Nestor fueron los grandes triunfadores de este Rock the Sun 2025, y no se les puede negar el mérito de haberlo conseguido por sus propios medios. Con un directo tan explosivo como bien ejecutado, y unas melodías que encandilan aunque sea la primera vez que se escuchan, se les adivina una carrera tan larga y exitosa como años pasaron en silencio.

La ilusión y las inmensas sensaciones que me dejaron las cuatro bandas que pude ver en aquel primer día, fueron suficiente motivación para no caer muerto tras los cuarenta minutos añadidos de caminata que nos separaban del hotel. Pero también fueron una parte muy importante del festival aquellos amigos con los que nos encontramos. Gente tan infinitamente agradable como Porti, Doria, Ángela, Pablo, Inma, Boli, Vicent, Vanesa, Suni, Alicia… y a quien se me pueda haber olvidado, un recuerdo muy especial para tod@s vosotr@s. Para el día siguiente, ya amaneciendo en Barcelona, teníamos planes extra-festivaleros añadidos, por lo que convenía pegarse un buen descanso.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Big Mouthers



Remedy



Hitten



The Night Flight Orchestra



Nestor

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