
La primera velada de Rock the Sun me había dejado con el cuerpo electrificado, especialmente por aquel final de órdago con The Night Flight Orchestra y Nestor. Por suerte, y a pesar del ‘paseíto’ a pie que nos pegamos desde Montjuic hasta nuestro hotel en L'Hospitalet de Llobregat (unos 40 minutos), al día siguiente, mi chica y yo amanecimos bastante descansados, solo con las lógicas secuelas físicas de haber vivido un día tan a saco. Pero todavía quedaba mucho, mucho por disfrutar. Para la gran mayoría de opiniones, este segundo envite era el más flojo de los dos. La caída de los legendarios Raven casi a última hora, y su sustitución por 91 Suite, equilibraba el cartel a favor de las bandas nacionales, algo que a muchos les sentó bastante mal, y tampoco es de extrañar, principalmente debido al alto precio del abono, o incluso de las entradas por día. No obstante, servidor no puede despreciar en ningún caso la presencia de una de sus bandas de Rock favoritas de este puto país como son los hard rockeros murcianos, y de hecho, como ya comenté en redes, para mi gusto musical el cambio fue incluso positivo. Sin duda alguna, los principales baluartes con los que contaba esta segunda jornada eran el portentoso Robin McAuley, y los siempre triunfales H.E.A.T., que aunque no dieron el mejor concierto que les he visto, estuvieron a un nivel que muy pocas bandas de creación relativamente actual pueden igualar. Con lo dicho, para mí el atractivo de ambos días estaba casi a la par, y esta vez no pensábamos perdernos ni un minuto de actuación. Respecto al clima, el calor, aunque hablemos de finales de septiembre, iba a ser otra vez el protagonista de aquel sábado de Rock the Sun, haciendo honores al nombre del festival.
Ya apretaban las temperaturas de buena mañana. Para mi gusto, los horarios del festival fueron un acierto. Se saltaban la parte más insoportable del día (entre las 12 y las 16), y terminaban a una hora aceptable para no tener que llegar a casa a las tantas. Evidentemente, a quienes van a emborracharse desde el primer grupo y después continuar la fiesta hasta caer de rodillas, no les pareció tan bien, pero no es ese mi rollo. Por nuestra parte, aprovechamos la mañana sin tener que alejarnos mucho del recinto del festival, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, donde se exponían las magníficas pinturas murales románicas de Sigena, en la que podría ser nuestra última ocasión de contemplarlas. A parte, nos dimos un buen baño de arte gótico y barroco con los cuadros y objetos allí expuestos. Posteriormente, ya acercándonos a la hora de apertura de puertas, comimos en el mismo Poble Espanyol, en un bar llamado Casa Massana, donde el papeo estuvo cojonudo, a un precio más que razonable, y nos atendieron de lujo. Ya con la panza a reventar, era el momento de afrontar la gran batalla del sábado.
Poco a poco nos fuimos reencontrando con tod@s es@s grandes amig@s a quienes cité en la primera crónica. Su compañía, especialmente durante los descansos, fue invaluable, y el festival no hubiese sido lo mismo sin ell@s. Ya sabéis quiénes sois :)
Al igual que el día siguiente, la carpa estaba prácticamente vacía al inicio de la primera actuación, pero poco a poco el público fue trayendo consigo más y más calor. La carpa, por cierto, no estaba cubierta (me daba mucho miedo que lo estuviera por el tema del sonido). Las nubes y el sol se iban alternando, dando algunos momentos de respiro. A pesar del bochorno típico de Barcelona, y de la poca afluencia inicial, unos Hard Love apetecían mucho.
Hard Love:
Y es que ha llovido ya bastante desde que les conocí en directo en aquel escenario del camping del Leyendas del Rock 2017 (tarde, lo reconozco). El año pasado pude ver una pequeña parte en el Rock Imperium, de la que quedé con muchas ganas, y ahora, al fin, pude desquitarme con un concierto completo de quienes son uno de los mejores exponentes de Rock melódico que tenemos hoy por hoy en nuestras tierras. “Ilusión” es un disco en el que estuvieron trabajando y promocionando durante mucho tiempo, y finalmente vio la luz el pasado año, mostrando claramente una evolución técnica en su música, pero sin abandonar ese sedoso Hard / AOR que siempre llevaron por bandera. Ya pasada la intro, Ilusión, fue precisamente Cazador el primer tema interpretado, y además, una de las más cañeras de su discografía, en el que incluso tuvimos una buena dosis de doble pedal ofrecida por su batería Manuel. Pese a no mostrar todavía demasiado movimiento, la banda iba poco a poco atrayendo al personal, aguantando estoicamente la que caía sobre el Poble Espanyol a esas horas. Arena es un ejemplo de aquello a lo que me refiero con ‘evolución’ técnica. Las guitarras de Juanjo Parrón y Charly García estuvieron petadas de detalles, que además se escucharon bastante altos y claros, destacándose este último, como tantas veces lo haría, con su acelerado solo en esa parte ligeramente progresiva. También del “Ilusión” nos llegaba esa Noches de Invierno. Guitarras elegantes, ritmo cautivador y un Pedro Oliva al frente que, balanceándose adelante y atrás, ponía mucho corazón en su forma de cantar, sin dejar de mirar al público y tratando de levantar los ánimos.
Me faltó algo de volumen en los teclados, tan presentes en estudio, aunque ciertamente los coros se escucharon muy bien. Charly volvía a poner su virtuosismo al servicio de la pasión con la que nos ofrecía cada solo. Ahora sí, teclas en primera línea para Princesa de Hielo, chocando con los potentes riffs de Juanjo que creaban esa dualidad sonora. A destacar también ese duelo entre ambos guitarristas, que estuvieron a un gran nivel. Hacían un pequeño parón para saludar a la peña, y agradecer a la organización el hecho de haber contado con ellos. Y ya que habían levantado el pedal, nos entró de perlas una excelente balada como Siempre a tu Lado. Lo que más me gustó fueron esos enlaces rítmicos en la batería de Manuel, tan potentes y precisos. En la parte delantera del escenario, el movimiento se iba afianzando poco a poco, pero para ser sinceros, faltaba algo de nervio. Claro que las horas eran bastante criminales, y eso es un handicap. Sea como fuere, más gente se les iba acercando para disfrutar de cortes como Ladrón de sueños, primer single del “Pasión”, y una de las pocas concesiones que hicieron a su primer álbum. Fue sin duda una de las mejores interpretaciones de Pedro Oliva, que afinó realmente bien, imprimiéndole al tema el feeling de estudio, y paseando su palo de micro de color rojo de un lado a otro del escenario, como también hizo en Pasión de Vivir, una de mis grandes preferidas del repertorio.
La conjunción entre guitarras y teclas fue fantástica, con gran cantidad de detalles sobre todo en las cuerdas de Charly, que volvió a revelarse como el gran virtuoso del grupo. Sus melodías nos envolvían suavemente y nos iban sumergiendo cada vez más en el concierto, y es que esta es una de las mejores virtudes de la banda. Por ejemplo, esas deliciosas ‘lluvias de teclado’ que Javi Ros dejaba caer en nuestros oídos para el siguiente tema, o esas armónicas estructuras de bajo que tan bien ejecutaba Pedro Garcia (fundador de Hard Love junto a su hermano Charly). Libre fue un compendio de todo lo que mejor saben hacer, y además, aquella en la que más empuje escénico mostraron, con Juanjo y Pedro cruzándose, y el cantante bajando el escalón del escenario para ponerse a nuestra altura. Pero no serían sus acordes lo último que escucharíamos de ellos. En un recuerdo tremendamente emotivo a Xava Drago, de los míticos mejicanos Coda (que tristemente nos dejó hace muy poco), y aprovechando la tonalidad y cadencia de esta última Libre, nos regalaron un fragmento del Si te tuviera aquí, que Pedro Oliva aprovechó para intentar levantar en el aire todas las manos y voces posibles en aquel entrañable momento, que estuvo a punto de saltarme una lagrimita. Un precioso y necesario homenaje que les honra todavía más como formación. Me alegré mucho de comprobar, no solamente que Hard Love siguen en la buena dirección, sino de que con el tiempo, igual que los buenos vinos, han ganado en calidad y personalidad. ¡Larga vida!
Strangers:
Muy pocas bandas de Hard Rock melódico salidas de la capital española han sido tan persistentes y luchadoras como los Strangers. Pero los muchos obstáculos que han tenido que sortear, los cambios de formación, unidos al hecho de practicar un estilo que no se aprecia lo suficiente en este país, no les ha hecho sino ser aún más fuertes, como precisamente reza uno de sus más recientes temas. Los capitaneados por Miguel Martín (guitarrista) y Abel Ramos (batería) han seguido imparables y cabezotas hacia adelante, progresando con el paso de los años, y con su último trabajo, han dado un buen lavado de cara a su estilo y a su line-up que bien podría interpretarse como un nuevo comienzo para su carrera. Precisamente en este nuevo disco, titulado “Boundless”, y aparecido hace poco más de un mes, basaron su repertorio, mostrándonos prácticamente todos sus registros, aunque también incluyeron varios singles que quedaron en ese formato. Enfrentarse a un público todavía poco concurrido, y a unas horas de calor de lo más intempestivo, fue uno de los grandes retos que tuvieron que superar en este Rock the Sun. Worth a Shot fue su primer estandarte sonoro, presentándose Celia Barloz, como siempre espectacular, con muchas ganas de gustar y hacer las cosas bien, dando el do de pecho desde ese primer corte. Tampoco Miguel parecía tomárselo menos en serio, adelantando posición para desgranar su solo, y batiendo la melena como si no hubiese un mañana.
Todavía más movida fue My Dream, empalmada con la anterior, y ya vimos en ella a un Abel Ramos muy crecido, castigando tanto su cuello como sus parches con gran pegada. Celia provocaba a las escasas primeras filas que ya se iban formando, y en cuanto al sonido, destacaba el de los coros entre Miguel y César Chacón al bajo, mientras que el instrumento de este último parecía completamente silenciado. Durante la primera mitad del show, esto fue algo que le restó un poco de ‘chicha’ a los temas, aunque por suerte, se acabaría solventando. Emplearon una pequeña introducción antes de lanzarse a por Lose Yourself. El sol daba pequeñas treguas por momentos, pero indiferentemente, Celia ponía toda la carne en el asador, sin importar si se estaba achicharrando o no. De hecho, de las veces que les he visto, podría asegurar que esta fue la que mejor cantó de todas en lo que a afinación respecta. No perdieron demasiado tiempo en comunicaciones de más, y Language of Love, con ese inicio tan groovy, puso a bailar a más y más gente. Otra muestra de las evoluciones estilísticas que presenta este “Boundless”. Los movimientos de Celia resultaban cautivadores. Se mueve como una pluma sobre el escenario, y a veces resulta imposible apartar la mirada de ella. Sin embargo, para muchos, su forma de interpretar fue demasiado estridente, cebándose mucho con los tonos altos, una y otra vez. Esto, que por una parte, y sin duda, fue una muestra aplastante de poderío vocal, no convenció a todo el mundo.
Extraída de su EP “Whispers” (primer trabajo de adelanto que nos dejaron de su nuevo enfoque musical), Stronger Than Before sigue siendo una de las que más me gustan. Un tema con mucha fuerza que Celia se encargó de bordar escrupulosamente, llegando con soltura a todas sus notas, mientras a su alrededor, César y Miguel se debatían entre poses y movimientos perpetuos. En el solo de este último fue cuando definitivamente se notó que el bajo de César fallaba a ratos intermitentes. El tremendo calor desafinó las cuerdas de la guitarra, algo que fue rápidamente puesto a punto, antes de seguir con la profunda balada Freedom. En ella, la vocalista mostró sus registros más soul, y el veloz solo de Miguel, de nuevo frente al público, le dio mucha chispa y cuerpo, alternando tapping y púa con gran maestría y experiencia. Subían el volumen y la caña con Still the One, también del “Boundless”. Miguel seguía con su inagotable pasión, despuntando (y apuntando, con su mástil) en esas partes tan detallistas, a pesar de estar visiblemente acalorado. La profesionalidad, por encima de todo, eso es lo que nos quiso transmitir con su gran trabajo. En ella usaron coros pregrabados, aunque en su justa medida para no eclipsar los instrumentos. La química entre Celia y el resto de músicos, se hacía cada vez más notoria, dejando entrever muchos gestos de complicidad.
Lástima que no lleven un teclista en directo, pero haciendo uso de samples, complementaron la animada Flames, con varias sesiones de headbanging por parte de Miguel y César, que se movía con mucha elegancia ante su micro, y cuyo bajo había recuperado la voz. With You fue el single por excelencia de esta nueva andadura, y sin duda, uno de los cortes más triunfadores del setlist, en el que la mayoría nos arrancamos con voces y coreos para acompañar a la frontwoman, quien nos dedicó toda una lección de canto en su inicio. El acaloramiento no amedrentaba a los componentes, que hasta se animaban con algún que otro salto y balanceo. Into the Night resultó una de las más complicadas para Celia, que sacó con nota gracias a esas bien sostenidas notas, y unos picos agudos capaces de romper un vaso, empastando perfectamente con los coros de César. Para el final, dejaron Enemy, tal vez la más moderna, pero también una de las mejor recibidas. Tras marcarse un solo de aúpa, Miguel sacaba a escena una enorme bandera de “Strangers”, que Celia ondeó al viento mientras cantaba, antes de poner el punto y final con un buen golpe de virtuosismo, con Miguel vaciándose por completo al borde del escenario, y Abel aporreando con saña su instrumento.
Antes de volver a pasar a la acción, fuimos a recobrar fuerzas a las gradas. Allí, como digo, muy buena compañía, anécdotas, contrastación de opiniones, y unas cuantas risas mientras nos tomábamos un refrigerio, lujo que me pude permitir por esta vez, y sin que sirva de precedente, gracias a la absoluta incompetencia de Renfe, cuyo billete me salió gratis.
Como ya dije anteriormente, el cambio de Raven por 91 Suite no contentó a todo el mundo. De hecho, debo ser yo el raro que lo prefirió, pero es que es ver su nombre en cualquier cartel y se me ponen los ‘ojicos tiernos’. Si hablamos de una cuestión de caché, con respecto al elevado precio de la entrada, me parece normal que muchos se quejaran. Pero en cuanto a la calidad pura y dura, creo que los murcianos tienen poco o nada que envidiar a las grandes bandas internacionales de su rollo, y es en ese momento en e a mí el caché me la suda, y tiro siempre por la calidad, y por supuesto, por gustos personales.
91 Suite:
Ciertamente, les estamos viendo mucho actuar, en los últimos tiempos, como sustitutos de otras bandas caídas de diversos carteles. Tanto en este festival, como en el Rock Imperium, han respondido a la llamada cuando los organizadores se lo han pedido, y en ningún caso han desaprovechado la oportunidad de lucirse como los grandes del Rock melódico que son. Hasta el momento, para mí era la actuación más interesante del día, así que antes de que comenzara, nos situamos entre las primeras filas para verles bien de cerca.
Si bien en sus inicios suelen hacer prevalecer la elegancia por encima de la energía desbocada, la excepción es el gran Jesús Espín, su frontman, y una de las grandes voces del estilo en nuestro país. Con saltos imparables, vueltas, y gestos de compañerismo, el cantante se comía el escenario a bocados, ávido de soltar toda esa pasión que lleva dentro. Y qué mejor tema para desfogarse que Seal it With a Kiss, que nos permitió ya regalarnos los ojos (y oídos), con la perfecta técnica del bajista Antonio Muñoz, el desbordante empeño de David Koto, y esos teclados que espolvoreaba Daniel Morata sobre los potentes riffs de Iván González y Paco Cerezo. Por poner una pega en este arranque, decir que el sonido no era el mejor. Las cuerdas de Paco apenas se apreciaban, y los bajos estaban un poco por encima de lo deseable. Eso sí, a cada paso, estos pequeños fallos se fueron arreglando. Con ese estruendoso fin, y las virguerías de Paco, dieron paso a Times They Change, y David terminaba de soltarse la melena, pegando como un descosido, mientras Jesús seguía recorriendo imparable el escenario, y regalándonos cantidad de gestos con los que acabó cautivándonos. Tanto su voz como su carisma, algo a lo que nos tiene acostumbrados, estaban al máximo nivel, arropadas por los coros de sus compañeros. A Antonio, en particular, le vi especialmente contento, acercándose más de lo habitual al público con una gran sonrisa.
Las notas de colegueo entre ellos eran una constante, y se enfatizaron aún más con la fenomenal Give me the Night, que nos hizo viajar hasta el “91 Suite” (su primer lanzamiento). La suavidad de las guitarras eran pura seda, crujientes y evocadoras, y los teclados, una delicia infinita, así como los coros de Paco. Tanto estaban gustando, que palmas espontáneas brotaban de entre el público, arropando el ritmo que marcaba David en Starting All Over. Al tiempo, Paco hacía buen uso de su talk box. En su parte central alargada, no desperdiciaron la oportunidad de demostrarnos (como si no lo supiéramos), lo enormes que son como músicos, con toneladas de virtuosismo y clase a partes iguales. Dábamos la bienvenida a All For Love con el mismo énfasis con el que un encabronado David le metía cera de la buena a sus parches, motivación que pareció contagiarse a todos los músicos, pero en especial a Jesús, que se volvía loco corriendo por todo el escenario. Otro que me hace preguntarme cómo puede mantener ese nivel vocal con lo que se mueve. El sonido, por cierto, había mejorado un mundo desde el principio. Ahora se escuchaba cada mínimo detalle, y todos los instrumentos sonaban completamente nivelados, cosa que nos permitió degustar con todo lujo los teclados de Daniel, elemento imprescindible en el sonido 91 Suite.
Jesús se mostraba comunicativo, pero en su justa medida, sin pasarse como en otras ocasiones, y anunciaba uno de los temas nuevos que ha grabado la banda. Give me your Heart, y ese sabor tan Whitesnake en su arranque nos dejaba con grandes interpretaciones, como la de Daniel, cuyas bases fueron suculentas, coloristas y gruesas. También Paco se esforzaba al máximo con sus coros, su compañero se salía con sus punteos, y mano a mano, se curraron unas armonías que sonaron celestiales. Fue, igualmente, una de las canciones más cantadas por el público. Puestos a cantar, Jesús nos invitó a darlo todo en Hard Rain, y respondimos repitiendo ese estribillo a capela, varias veces, tanto antes como durante el tema, algo que finalmente hizo que el vocalista se cayese al suelo de puro placer. El solo compartido entre Iván y Paco, y los mamporrazos de David, hicieron de ella una de las más potentes del show, aunque sin duda, mi favorita fue la siguiente, Perfect Rhyme. Y es que, joder, esa melodía es oro puro, pero si además, la interpretación roza la perfección, como sucedió con las voces de Jesús Espín, las teclas de Daniel, o los compases de Antonio, la cosa ya se convierte en algo casi extrasensorial.
Volviendo la vista de nuevo a su segundo LP, “Times They Change”, nos brindaban esa Wings of Fire tan llena de glamur (sobre todo en su introducción instrumental) y virtuosismo, brillando con luz propia los dibujos de Antonio Muñoz y el alma que Espín ponía en cada frase. Lejos de estar cansados de sus ostentosidades técnicas, y de su soberbia elegancia, la llamada al final con See the Light nos pareció (al menos, a mí), demasiado temprana, ¡pero vaya final! Siendo un tema tan reciente, no imaginé que fuese a tener una acogida tan brutal entre la peña. Claro que, los continuos ademanes de Jesús, señalándonos e invitándonos a cantar pegado a nosotros, unidos al impecable ritmo que había cogido el show, nos animaban una barbaridad a dejarnos las amígdalas en ella. Tras la despedida, y la clásica photo-finish, no dejaron de retumbar en todo el recinto unas palmas muy efusivas y prolongadas, señal inequívoca de cuánto gustaron en general. Si eso, tenemos que darles un pequeño tirón de orejas por terminar antes de hora, pudiendo haber aprovechado para marcarse algún temazo más de la talla de I Will Stand By You, Fuck Me Up, o Sunrise of Your Love, pero al César lo que es del César: salvando este detalle, fue una actuación impecable.
Robin McAuley:
… Y la cosa continuaba poniéndose seria a medida que avanzaba el día, o en este caso, ya la noche, que había caído hacía unos instantes sobre el Poble Espanyol, creando un clima idóneo para disfutar de uno de los nombres más legendarios (si no el que más) de cuantos formaban el cartel de esta primera edición. Me estoy refiriendo, como todos sabréis sobradamente, al gran Robin McAuley. Lo suyo es media vida dedicada a la música y a los escenarios. Especialmente reconocido por ser durante unos cuantos años, discos y proyectos el vocalista que acompañó a Michael “Mad Axeman” Schenker, su carrera en solitario ha seguido evolucionando especialmente en los últimos años, tanto en Black Swan, como bajo su propio nombre. Y su último trabajo de creación propia, llamado “Soulbound”, ha sido uno de los principales motivos por el que el vocalista se ha acercado a nuestras tierras, ya sea en el Zurbarán Rock, ya sea a este Rock the Sun, en el que todos estábamos impacientes por verle.
Con un sonoro ‘Make some fucking noise, Barcelona!!’ salía al escenario, con los brazos en alto, y con las pilas muy cargadas. Arrancaba con esa Bad Boys del “Save Yourself” que fue un indicativo de que no solo en su carrera en solitario iba a estar fundamentado el setlist. Como era de esperar, la recepción fue de lo más calurosa, adelantándose toda la formación en línea, donde destacaba la agresiva imagen de Alessio Lucatti, su cresta roja, y su teclado portátil curvado. Las ganas y las expectativas se tradujeron en palmas cuando McAuley anunció Standing on the Edge, la primera cata en directo de su antepenúltimo disco (homónimo). La banda al completo se fue creciendo más y más, y los músicos ya se desperdigaban y ocupaban cada centímetro del escenario, reluciendo sobre todo el solo de Andrea Seveso, que por norma general, se ocupó de las partes más técnicas, mientras que su colega a las seis cuerdas, Alessandro Mammola, aportaba solidez y fortaleza con sus riffs. Y a por otra del “Standing…” con Goodbye, esta vez tirando de arpegios que sonaban muy claros en contraste con el bajo de Andrea Arcangeli, que nos llegaba realmente pesado. Ni que decir tiene que McAuley dominaba plenamente las tablas, pero lo mejor de todo, es que su voz y su actitud sobre ellas parecían las de un jovenzuelo con 40 años menos. Schenker ha tenido a grandes cantantes a su servicio… pero lo de McAuley, a día de hoy, les da un repaso a todos los demás juntos que se escucha hasta en la China.
Es casi imposible atender a la lógica (aparte del hecho de haberse cuidado más que el resto, obviamente) para conocer la razón del cómo sigue cantando de esa forma, porque es verdaderamente impresionante. Y además, sin parar quieto ni un segundo. Tras recordar unos instantes su actuación en Burgos el pasado Julio, nos daba las gracias por acompañarle en esta ocasión, y proseguía, de la mano de Thy Will Be Done, esparciendo su infinita clase a cada paso que daba, a cada nota que alcanzaba, en cada gesto que nos dedicaba. Ahora la iluminación estaba mucho más presente, y le daba una atmósfera oscura e íntima al escenario, aunque por pedir, un poco menos de humo no habría estado mal. Muy grandes esas armonías entre Alessandro y Andrea, trasmitiendo a raudales, antes de dar un paso más en el setlist con Alive, que fue tranquilita hasta que pegó el zapatazo con esas guitarras particularmente heavys. La prolongación de esas notas, sin gallos, sin fallar, por parte de Robin, puso a las claras su excelente estado vocal, por el que parece no pasar los años. Y todavía más duro golpeaba Feel Like Hell, gracias a una pulida ecualización que nos permitía degustar cada detalle de cada instrumento. Y eso son cosas que, junto al ímpetu de los músicos por hacernos participar (como esas palmas de Alessandro), realzaban todavía más el gran clima que estábamos viviendo.
Y no es que los músicos que acompañan a McAuley sean leyendas de élite con un nivel estratosférico, pero técnicamente estuvieron más que correctos, echándole la pasión y presencia necesarias al asunto, y como ejemplo, esa parte de guitarras de Dead as A Bone, en donde haciendo uso de la plataforma, o cayendo de rodillas, ambos guitarras acabaron compartiendo el solo en máxima comunión. Y la empatía que existía entre ellos también era algo palpable, encarándose, sonriéndose entre ellos, o cambiando posiciones, alimentando el espectáculo visual. En Soulbound, supongo que por la dificultad del tema, vimos a un McAuley más concentrado en dar sus notas, pero nada que ver con cansancio, ya que pronto volvió a desatarse la melena en 'Til I Die, alcanzando notas altísimas al tiempo que pisaba los monitores, o se recorría la primera línea del escenario con gran soltura. Entre tema y tema, aprovechaba para presentar a alguno de sus compañeros, y también las propias canciones, contando alguna anécdota sobre ellas, o haciendo promoción. Y con una elegancia tan suprema como la que ostenta el vocalista, es difícil no beberse sus palabras. The Best of Me fue la última antes de una larga retahíla de clásicos ochentosos, y muy bien escogida. A base de pura tralla, el batería Alfonso Mocerino encendía el fuego, llegando incluso a levantarse de su taburete en alguna parte, sin desmerecer de ese chorro de virtuosismo por parte de Andrea Seveso, ametrallándonos con su mástil. Pero definitvamente fue Gimme Your Love (del Perfect Timing), la que supuso el cambio entre unos buenos ánimos, y una locura generalizada, con voces tan altas que incluso eclipsaban a la del propio cantante.
Puesto que, por algun motivo que escapa a todo entendimiento, Michael Schenker se niega a tocar en directo temas de aquella época salvo en contadísimas ocasiones, verlas esta vez, aunque fuese sin el rubio alemán, fue una gozada inimaginable. Pero no todo iban a ser alardes veloces y caña a doble pedal. También los medios tiempos tuvieron su lugar, como esa This is my Heart del Save Yourself, que nos llegó al alma. Decir que el solo, interpretado con mucho acierto, no desmereció tanto del original, y la gran chulería con la que Alessandro Mammola elevaba su mástil, nos puso calientes para entrar al trapo con Anytime, otro exitazo de los 80 que cantamos hasta quedar afónicos. El bajista Andrea Arcangeli nos miraba, emocionado, despatarrado al frente del escenario, a quien se unía su compañero A. Seveso, brillando con su punteo. Pero teníamos que mantener una reserva de fuerzas, porque todavía quedaba el mayor trallazo de la noche para los bises, esa DESCOMUNAL Love is not a Game que me puso a 100 por hora, un tema que para mí puede ser perfectamente representativo de toda una década y un género. El estallido volcánico de energía entre el público, lo dejó bien claro: aquello fue un finalazo de los que marcaron el festival. Y en cuanto a la actuación, McAuley apuró y bordó cada altura del tema, no sin esfuerzo, pero con muchísima solvencia. A sus 72 tacos… esto es digno de nuestra más sentida reverencia, y una muestra incontestable de que muy pocos cantantes de su generación continúan a su altura. Como anécdota, os diré que fue el concierto que más rápido se me pasó de este Rock the Sun, pero eso sí, cada segundo supo a gloria bendita.
H.E.A.T.:
Tocaba hacer acopio de las últimas fuerzas que nos quedaban después de dos días tan intensos a las espaldas… y no eran pocas las que necesitaríamos para aguantar la que se nos venía encima. Y es que solo con hacer referencia al directo de los suecos H.E.A.T., uno ya empieza a segregar adrenalina a chorros. La primera vez que les vi fue en 2014, exactamente cuando me enamoré perdidamente de ellos, y con esta que ahora os cuento, ya van doce veces las que he flipado con ellos en vivo y en directo. Y aunque parezca cosa de incomprensible magia, podría afirmar que se encuentran, tanto a nivel de actuación, como en cuanto al estudio, más fuertes que nunca.
Al fondo del escenario, ya con las luces a todo gas, aparecía un extraño ojo hinchable, emblema del último disco de la banda, y un enorme telón con su nombre, además de una plataforma elevada de la que se haría uso intensivo. La banda, no por el hecho de venir año sí, año también a nuestro país, deja de ser una de las más deseadas, y a la vista estaba que aquello iba a ser, con mucho, el concierto más multitudinario de todo el festival. No nos iban a defraudar. El setlist que nos tenían preparado era para echarse las manos a la cabeza, capaz de reventar al más pintado con tan solo cuatro o cinco temas. Cuando uno escucha The Heat is On, la introducción habitual, ya sabe que tiene que ir echando a rodar el mecanismo, y al fin, Disaster nos puso los puntos sobre las íes, haciendo temblar el recinto entero con la fuerza desmedida que, ya de primeras, nos transmitía Kenny Leckremo, trotando como un animal por todo el escenario, y soltando sus clásicos alaridos de bienvenida, cuando apenas sus compañeros sí se habían posicionado. El resultado de esta primera acometida fue un triunfo arrollador, pero no se regodearon demasiado en él, y aceleraron todavía más con Emergency, que hacía algún tiempo que no veía en directo, resultando en otro hostión de cara, para que nadie se relajase.
Las flipadas en el solo de Dave Dalone, y los tremendos saltos de Kenny, que no dejaban de sucederse, dieron paso a uno de los mayores subidones de la noche para mí, esa Dangerous Ground que me la puso como el rodillo un panadero. A pesar de faltar esos ‘gritos’ de guitarra, fue un auténtico bombazo, a todo trapo y sin piedad, que no tardó en arrancar unas cuantas palmas de participación. Lo dicho, un inicio de infarto… ¡y lo que quedaba! Porque las revoluciones en lo que respecta a los temas, y al pulso de los músicos, no paraban de subir, alcanzando uno de sus máximos apogeos en la tremenda Hollywood, un tema que difícilmente podrán quitar de su repertorio en vista de la respuesta que obtiene. También despuntó aquí la chulería y actitud de Jimmy Jay, que se echaba unas carreras y nos apuntaba con su bajo, pletórico, emocionado, extasiado como pocas veces le hemos visto. Las voces del público se habían vuelto tan ensordecedoras que se escuchaban al mismo nivel que las del vocalista, a pesar de la potencia de la que gozaba el sonido. Teclas guapísimas, coros muy claros, poses por doquier… ya no había quien parase aquello, salvo ellos mismos, con unos segundos de descanso. Las teclas de Jona Tee reanudaron la marcha con Rise, que me cayó como un verdadero regalo.
De Crash, no habíamos visto más que su melena entre sombras de momento, pero sus enfurecidos golpetazos resonaban en todo el recinto. Kenny aprovechaba para aligerar ropa, y es que la acalorada que llevaba encima era acojonante, pero no por ello dejaba de subir y bajar de la plataforma sin parar. También tenía la lengua bastante suelta aquella noche, algo que tal vez jugó un poco en contra del ritmo del concierto, pero que fue compensado con temazos de la talla de la poderosa Nationwide. Si bien el cantante la aprovechaba para descansar un poco sus cuerdas vocales, el frenetismo de Jimmy parecía no tener fin, visiblemente contento y muy venido arriba. En Cry, sin embargo, fue Jona Tee quien alcanzó sus mayores dosis de protagonismo. Una pieza más AOR, relajante y atmosférica, que fue culminada con un espectacular grito, en el cual se notaron ciertos problemas con el micrófono. Fue poca cosa, y para ese cañonazo rocanrolero llamado Beg Beg Beg, todo estaba en orden… salvo paradójicamente, el caos que se formaba encima del escenario. Los cambios de posición eran constantes, las vibraciones eran de las que te golpeaban fuerte, y sencillamente, no podíamos dejar de bailar y gritar. Un reto para el vocalista que sacó con notable, incluso contando con la parte final elevada de la que en ocasiones han prescindido.
Como suele ser habitual, aprovecharon la parte más guitarrera para incrustar un snippet de otro tema, y rindiendo todo un cariñoso homenaje a Ozzy Osbourne, esta vez le tocó a buena parte de War Pigs. Había que estar allí para poder entender y sentir el calor de más de mil voces cantándola al unísono. Sin embargo, otro discurso, el solo de batería, y la celebración del aniversario de un gran amigo de la banda (que incluso subió al escenario), volvieron a desequilibrar la cadencia del show, aunque por suerte, la peña estaba muy cachonda a estas alturas, y con Back to the Rythym, volvieron a provocar saltos en masa, acompañados de grandes columnas de humo que brotaban del escenario. Los imprescindibles coros, de parte de Jimmy y Dave, estuvieron en su justo punto. El segundo y último exponente de “Welcome to the Future” llegó con Running to You. Y aunque creo que tiene temas mejores, la fulgurante batería de Crash, y las ostentosidades vocales de Kenny (que salvo algún pequeño gallo, estuvo pletórico), la dejaron bordada, y se levantó tras ella una gran sesión de ‘oes’ entre el respetable que silenciaron al vocalista, por mucho que se esforzaba en hablar. La adoración que suscita H.E.A.T. en nuestro país, sea cual sea el concierto, no tiene límites, y hasta las teclas de Living on the Run cantamos a pleno pulmón, mientras un técnico se paseaba por el escenario tratando de reparar algún problemilla.
Un clásico infalible, junto a otra no tan típica como 1000 Miles, de su primer disco (2008) que empalmaron sin respiro, tratando de apurar a tope un tiempo que se les acababa. Más y más chorros de humo, unas baterías precisas y aplastantes pese a la cadencia melódica del tema, y muchísimas voces en alto la ampararon, para llevarnos de la mano hasta otro petardazo del “H.E.A.T. II”, para mí uno de los mejores redondos de toda su carrera, y al mismo tiempo, uno de mis cortes favoritos de este: One by One. Ahora era Jimmy quien no dejaba de subir a la plataforma, y Kenny… bueno, directamente enloqueció en ella, dando vueltas, tirando de headbanging, gritos imposibles, y pisoteando todo el escenario, dando todo lo que le quedaba. Es increíble cómo logra mantener un nivel físico tan increíble durante todo el concierto, y además, cantando de la hostia. Y no descansaría precisamente en ese final tan apreciado con A Shot of Redemption, iniciada con un pequeño solo de Dave bien petado de feeling. Alentados por los constantes gestos del frontman, no hubo una sola garganta en todo el recinto que no la cantase, la saltase, o la bailase, y es que, si precisamente terminan con ella, es para liar esa participación masiva y dejarnos a todos exhaustos hasta el límite.
Empapados en sudor, les despedimos con honores, nos hicimos la foto con ellos (aunque muchos ya se la habían tomado más de cerca en la sesión de firmas) y, por desgracia… se acabó la fiesta, eso sí, con un subidón en el cuerpo de aquí te espero.
En resumen, diría que esta primera edición del Rock the Sun fue todo un éxito. A pesar de ser un festival de aforo bastante reducido, quedó demostrado que el Hard Rock melódico también tiene su legión de incondicionales, que durante dos noches se reunieron en el corazón de la ciudad condal para vivirlas de forma muy intensa. Yo al menos, lo pasé de nunca olvidarlo, con un cartel que no tuvo el más mínimo desperdicio, y un sonido que en gran medida acompañó a la perfección. Si tengo que quedarme con tres actuaciones, para mí las mejores fueron las de Nestor, Robin McAuley y The Night Flight Orchestra. El entorno quedó como un lugar perfecto, sin masificaciones insoportables, con las instalaciones necesarias, wc suficientes y bastante limpios, puestos de comida y bebida (a precios de estafa, eso sí), mesas, zona de descanso, etc. Parece ser que ya hay previsiones de una segunda celebración del Rock the Sun, y eso es algo que me alegra enormemente. Tanto este, como el Lion Rock Fest (que se celebrará el 8 de Noviembre en León, y para el que ya no puedo esperar), son actualmente los principales pilares en los que nos apoyamos los amantes del Hard Rock en la península, y solo nos queda esperar que sigan presentes durante muchos años, e incluso que más promotoras sigan el ejemplo.
Como decían aquellos, ¡larga vida al Rock’n’Roll!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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Strangers
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91 Suite
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Robin McAuley
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H.E.A.T.
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