Madrid, tierra especialmente querida por mi y bastante pródiga en conciertos y festivales año tras año, ha tenido que resignarse en este 2015 y conformarse con no tantos como otros años, refiriéndome a festivales de menor estatus que no pueden compararse a los ya consagrados Leyendas del Rock o Rockfest Bcn. Atrás quedan muchas experiencias y sensaciones vividas allí, muchas fiestas y unos cuantos conciertos, la primera vez que vi a Metallica o aquel mítico concierto de Judas Priest + Motorhead + Saxon… entre otros tantos bolos que por unas u otras cosas siempre han tenido un algo especial en la capi. Hacía mucho tiempo ya que no me dejaba caer por allí, si bien en esta ocasión no estuve en Madrid ciudad, sino en una localidad llamada Torres de la Alameda, donde se celebraba el que posiblemente fue uno de los grandes acontecimientos de la zona en lo que llevamos de año, el Rocktubre Fest. No era un concierto que llevase tiempo esperando, ni siquiera era uno de los fijos en mi agenda, pero las cosas vinieron de perlas y por muchas razones decidimos finalmente acercarnos, aprovechando así de una forma inmejorable el corto pero ajetreado puente de Octubre. Por una parte, una presencia internacional como la gran Doro ya es motivo suficiente para echarse unos cuantos kilómetros, pero entre otras grandes bandas como Leize o Lords of Black, destacaban esos Suaves que siempre han tenido un gran lugar reservado en mi corazón y que, probablemente, fuese mi último adiós a esta banda que tanto me ha dado. Así que, con todo, y añadiendo el monazo que ya tenía de Metal en directo, no había mucho más que pensar, más que hacer las maletas y rodar hacia la localidad madrileña, donde nos lo montamos con bastante comodidad.
La plaza de toros fue el lugar que acogió el evento. Por suerte, todos mis recuerdos en plazas de toros son de conciertos y festivales, y no de asesinos con capa y espada. Así que, por esta parte, también fue muy entrañable volver a pisar la arena de un ruedo al mismo tiempo que los decibelios te hacen olvidar todo lo despiadado de esta vida. Eso sí, las bebidas y todo en general a precio de capital (casi me da un pasmo cuando pillé el primer litro de kali). El acceso a las gradas estaba totalmente abierto, y las instalaciones se podían utilizar libremente, lo que daba mayor libertad y comodidad a la hora de disfrutar lo verdaderamente importante: las bandas, cuyo escenario se situaría casi al lado de una de las entradas.
Nos dimos un paseito por los exteriores poco antes de entrar, fichando lugares para cenar y en su defecto, estudiando el tema de la comida. Finalmente, nos decidimos a entrar (llegamos con tiempo de sobra para ver todo lo que queríamos ver) y vimos a unos Sinkope muy entregados (y sobre todo, a un público todavía escaso por también dándolo todo) en sus últimos coletazos. Era, digamos, el grupo que se salía un poco de la tónica más metalera del festival, pero nunca está de más algo distinto para atraer a más público que, en muchos casos, se mueve en ambas direcciones.
Llegaba el momento para los más puretas, momento de la tarde para los nostálgicos, los que ardían en deseos de volver a ver sobre un escenario a un resistente Julio Castejón por quien, a veces, parece que no han pasado los años. Ya le vi hace como 10 años en un festival de Murcia bajo el nombre de Julio Castejón y los Trípodes, aunque parece que de un tiempo a esta parte decide moverse por los escenarios bajo el nombre de su mítica banda: Asfalto. Solo el nombre evoca recuerdos, y si ya lo hace para mí (es una banda de la cual mamé ya con tan solo unos añitos gracias a los vinilos de mi padre) me puedo imaginar para aquellos que incluso llevaron a sus hijos a presenciar tan especial momento. Por la impresión que me dio, enfocaron el concierto de un modo bastante extraño, tocando temas muy poco dados al directo pero que triunfaron para aquellos que simplemente buscábamos deleitarnos con unos buenos músicos, pero también escuchar temas del calibre de Días de Escuela o Capitán Trueno (verdaderamente legendarios dentro de la historia del Rock en nuestro país, aquellos tiempos del sello Chapa…). A la guitarra rítmica y flauta podíamos encontrar (aunque de esto me enteré después) a Paul Castejón, hijo del líder de la banda, haciendo un papel fantástico, combinando sus instrumentos y añadiendo un punto escénico muy interesante. Pero en verdad, fueron muchos músicos, de hecho todos, los que destacaron por derecho propio. El mismo Julio sigue con una voz sorprendentemente bien conservada, y sobre todo mucha emoción al enfrentarse a su público. El teclista se lució en prácticamente todos los temas, de hecho, su instrumento sonó fabuloso, tintes añejos y de rock progresivo a raudales, bebiendo de muchas y muy distintas fuentes, tanto si nos fijamos en temas más recientes como Secuencia para un gran Momento o otros más clásicos, como la primera canción que compusieron. Momentos muy lentos e instrumentales, casi aleatorios, llenos de calidez y cuyo espíritu llegaba más allá de las grades. La verdad es que fue un concierto con muchísima solera que se me pasó en un suspiro, aun sin conocer con detalle todos los temas.
Por suerte para todos (sí, para ti también que estuviste allí) ese pseudo grupillo llamado Burdel King (solo el nombre ya produce risa, y no de gracia precisamente) se cayeron del cartel, dejando paso a una figura que lo ha dado absolutamente todo por el Metal desde hace casi 40 años, y por eso es considerada la verdadera e indiscutible reina del Metal, y para muchos, la gran atracción de este Rocktubre Fest 2015. Aun sabiendo que Doro nos visita con mucha asiduidad, a pesar de que ya se el 85% del setlist que van a tocar, y a pesar de que ya la he visto unas cuantas veces en vivo, no deja de llenarme de admiración encontrarme frente con esta diva del Metal. Ya cuando había caído la noche desde hacía un rato, la banda también comenzó a despegar, y de que forma, con I Rule the Ruins para ir calentando los motores. Si alguien echaba de menos algo de caña ahí tuvieron su dosis con Hellbound, Burning Witches, Earthshaker Rock… doble bombo a saco, y yo dispuesto a dejarme el puto cuello en cada canción, animado siempre por la gran actitud del grupo en directo. Y es que de verdad que, aunque suene a tópico, todos estuvieron que se salieron. El batería sudó tinta empleándose a fondo, y daba gusto ver a la pareja de guitarristas turnarse los solos, casi compitiendo amistosamente entre ellos, totalmente sincronizados y con muchísima química. Parece ser que más a su puta bola iba el bajista Nick Douglas, pero oigan, vaya espectáculo dio el tío. Parecía absolutamente poseido por la música, dando vueltas, saltando, gritando al público… joder, eso sí es pasión en el escenario. Después de este concierto ha ganado enteros en mi lista de preferencias. Pero por supuesto, no podemos olvidar a esa impresionante mujer y frontwoman llamada Doro Pesch, auténtica como el acero, feroz como una tormenta sobre el escenario, y con una voz de auténtico acero forjado que también es capaz de regalarnos los momentos más tiernos con la fantástica Fur Immer o una que realmente me sorprendió: Without You. Y es que, a parte del vozarrón que conserva y la forma que tiene de cantar, hay que verla, como domina el escenario, como sonríe y cierra los ojos al cantar las partes más sentidas… Eso es feeling y lo demás son chorradas. Porque no solo de nombre puede vivir un artista y Doro lo demuestra cada vez que mira de frente a su público. Una mujer que solo se casa con su música y su rollo… no puede ser de otra forma que auténtica como el acero, como reza el último tema que tocaron, True as Steel. Porque es la única puta forma válida de ser. Y tras otras joyitas como The Nigth of the Warlock o la archiconocida (tanto, que yo sinceramente la cambiaría por otra) All We Are, ahí estaba uno de mis temas favoritos para cerrar y despedirse (espero que hasta pronto). El propio Mariskal, que presentó gran parte del festival, le entregó en persona un galardón con el que la revista Heavy Rock premia de nuevo a la elegida mejor voz del Metal. Se lo merece coño, claro que sí.
Sin embargo, y cosa rara, si aquella noche hubo unos auténticos cabezas de cartel, fueron aquellos de Orense que llevan el gato salvaje por bandera. Todos sabéis a quienes me refiero, a una de mis bandas nacionales favoritas desde hace mucho, mucho tiempo. Con 1 hora y 40 minutos a disponer, tenían todas las cartas para hacer una buena jugada, aun cuando el público no era demasiado numeroso. Sin embargo, se vivía un buen ambiente, el peligro de lluvia parecía cosa olvidada y yo esperaba con ansia el comienzo. Con todo el calor de los focos, salieron a escena con un sonido un tanto regular, que se comía prácticamente la voz de Yosi, y una batería muy artificial. Poco a poco la cosa fue por el buen camino (o será que yo me acostumbre al sonido regulero…) y no hubieron incidentes al menos hasta la parte final. Alberto Cereijo a la izquierda, Fernando Calvo a la derecha, Yosi dando la cara (y el culo, aunque afortunadamente no de forma literal), a los palos el gran Tino Mojón, que a pesar de ser el miembro menos veterano de la banda, ya lleva más de 12 años con ellos. En tierra de nadie, como siempre, el insustituible (por carisma y por simpática presencia) Charly Domínguez al bajo. Lo que viene a ser casi una super banda nacional. Musicalmente, sobre todo, por la excelsa combinación, el equipo dorado que forman Fernando y Alberto a la guitarra, que pulen cada una de las notas que salen de sus guitarras y las convierten en oro, a pesar de que escénicamente no son un dúo cercano, pero la música habla y actúa por ellos. La calidad de la pegada de Tino es incuestionable, y Yosi… bueno, todos sabemos como se las gasta. A su favor hay que decir que, al igual que sucedió en el concierto del Leyendas, estuvo bastante comedido, cantando casi todas las letras (salvo un par de canciones, que se le fue el santo al cielo, y pidió ayuda entre sonrisas al público) y muy animado, dando voces a gritos por el micro y haciendo alarde de su humor tan particular (y de su barriga tan prominente). El espectáculo visual fue mayor de lo habitual. Hasta cuatro banderas sacaron al vuelo, “Dios es Suave”, “Suaves somos todos” y posteriormente, la bandera de la comunidad de Madrid y la de Galicia, ante el griterío generalizado. Las primeras filas ardían con pasión, mientras que las más retrasadas se limitaban casi a observar sin excesos. Quizá algunos esperaban que Yosi la liara más, pero personalmente prefiero quedarme con buen sabor de boca y no recordar su último concierto como algunas de las penosas actuaciones que alguna vez nos ha ofrecido el vocalista. En un par de temas, (además, de mis favoritos) hubo sendos estallidos con miles de papelitos volando por el cielo, mientras Yosi saltaba con los brazos abiertos, Charly sonreía sin parar y tanto Cereijo como Calvo seguían con su concentración habitual. Es cierto que cada vez se han vuelto un poco más sosos en directo, pero escucharles sigue siendo algo apoteósico, sobre todo en los solos más técnicos, y cuando de vez en cuando nos ofrecen solos tan brutales como el de este concierto, de más de 10 minutos, combinando partes de Highway Star como ya hicieron en Leyendas. La despedida fue de lo más tronchante. Cereijo acabó con un cubo de confeti en la cabeza (siempre de buen rollo, ojo), pero Yosi empezó a querer sobrepasarse (intentos de tirarse hacia el público y demás) y los de seguridad tuvieron que empezar a actuar, hasta el punto de que en el último tramo de la canción final tuvieron que retener y secuestrar al vocalista, llevándoselo al backstage de donde ya no volvió a salir. De todas formas, esta anécdota no ensució para nada un gran concierto para el recuerdo, con un setlist a gusto de todos, donde tocaron la mayor parte de discos de su carrera, como “Santa Compaña”, “Ese día Piensa en Mí”, “Malas Noticias”, “Maldita sea mi suerte”… Olvidándose por completo de El Jardín de las Delicias o de sus dos primeros álbumes. Peores fueron los problemas que tuvo Fernando Calvo con su instrumento, que dejó de sonar durante casi toda la última canción, pero afortunadamente se solventaron a tiempo para su gran despedida.
Los Suaves es una banda tremendamente especial dentro del panorama, y este concierto tuvo mucho sabor de despedida. No es ninguna novedad la noticia de que, al mismo tiempo que la banda está en la recta final de su carrera, el rock muerte un poco a cada concierto que dan, pero al mismo tiempo, se alza hasta hacernos tocar el cielo. Este fue un show que viví con especial intensidad, mucha emoción como siempre pero con un punto de tristeza porque tantos momentazos que he vivido con ellos en directo se acercan al fin con cada canción. Pero allí estábamos con ellos, dándoles calor y apoyo, el mismo que nos han dado siempre ellos, Preparados para el Rock’n’Roll a muerte, para saltar, para gritar junto a Yosi (incluso más que él con su maltrecha voz). Porque… ¿Qué hacer cuando los sueños se van? Vivir los últimos momentos como se merecen, como los grandes fans que siempre ha tenido esta banda lo han dado todo por ellos. Porque ellos siempre tienen Palabras para Julia, y para todos y cada uno de nosotros, nos llamemos como nos llamemos. Y yo tampoco puedo pensar precisamente “¡Maldita sea mi suerte!”, ya que he tenido la ocasión de verles muchas, muchas veces (como 12 o 13 mínimo) a lo largo de muchos años, festivales, Viajando al fin de la noche junto a ellos, en conciertos que han rozado la calamidad y otros con los que he conseguido rozar el éxtasis, y es que normalmente un concierto de Los Suaves puede ser una lotería, pero no deja de ser un Dulce Castigo el hecho de que Yosi pueda salir totalmente borracho al escenario, que balbucee en exceso, que apenas se tenga en pie o que olvide la letra, ya que es algo que los fans llevamos asumiendo mucho tiempo y aun así todos hemos visto, aunque haya sido Por una vez en la Vida, ese concierto perfecto de los orensanos, en el que no ha faltado un solo tema y en los que, a pesar de las excentricidades del vocalista, me he sentido como en Mi Casa. Y es que, entre otros, ellos me han enseñado que, quiera o no quiera, me guste o no me guste, No puedo Dejar el Rock es una adicción sin la que la vida no tendría el menor sentido para mí. Malas, muy Malas Noticias para la gente que les seguimos y para el Rock en general. Y es que, aunque seguramente volveremos a ver a Cereijo o a Fernando Calvo sobre un escenario, la calidad será la misma, pero no el conjunto. A Yosi le imagino al retirarse como el viejo Afilador de su canción, ese eterno triste y cansado poeta de la calle que regresa a casa en donde se ahoga el sol, pero hasta el final siguen haciéndonos recordar que Phil Lynott Murió, homenajeando a la banda que siempre ha sido su mayor inspiración, o contando la interminable historia de que Dolores se Llamaba Lola. La Noche se Muere un poco sin ellos, a cada concierto, a cada tema que dan en esta su última gira apodada “la música termina”, pero nunca, nunca se despedirán de nosotros sin lanzarnos un cordial Ya nos Vamos. Con el corazón en un puño, también les lancé mi personal “adiós y gracias por todo”.
Ya bien cenados y bebidos, la vuelta a los ruedos tenía un nombre propio y en mayúsculas: Leize. Si alguien me hubiese dicho como 18 o 20 años antes que en un futuro les vería varias veces sobre un escenario, tras muchos años de parón, hubiese dudado de su palabra. Pero a día de hoy es toda una realidad patente que Leize han vuelto con muchísimas ganas de comerse el escenario. Y es que, musicalmente son tan polivalentes que se les puede ver desde en un Aupa Lumbreiras hasta en un Leyendas del Rock. Su rock urbano combativo es de los que calan, y sus temas de los que no se olvidan. El frío empezaba a picar bastante a esas horas (aunque por suerte, seguía sin llover) y nos buscamos un buen sitio en las gradas para ver el concierto. Mucha gente, por lo visto, decidió tristemente irse a casa. Les presentaron asegurando que iban a dar un conciertazo y bien lo sabía. Leize arrancaron la maquinaria con mucha actitud y motivación, con temas míticos y alguno de más reciente factura. En su haber hay clásicos incontestables como Acosándome o Por Detrás, y no las echamos de menos en directo, con toda la fuerza que da la experiencia y el saber estar en un escenario, con esas letras tan comprometidas en Sangre de Barrio o Y Otra Vez, esa apología de la clase obrera que siempre han llevado en su ideología, aunque también cayeron cosas bastante heavys que despertaron a todo aquel que pudiera estar dando cabezadas. El final fue una auténtica delicia, y con Devorando las calles casi salto del sitio donde estaba para estamparme contra las primeras filas. ¡¡Vaya fuerza y actitud!! Y que ganas de cantar estos temas a grito pelao como verdaderos himnos, como también lo fue Buscando Mirando. En ambas (y en muchas otras) buscaron la participación del público y la encontraron. Éramos pocos pero bien avenidos. El chispazo final vino, como no podía ser de otra forma, de la mano de la frenética Muros, de lo más heavy de su carrera, con un estribillo que nuevamente y como cada vez que les he visto, consiguió ponerme todos los pelos de punta por su intensidad y su capacidad para traerme grandes recuerdos. Desde luego, un concierto que me puso las pilas a pesar de las horas y el frío.
Y esta fue para nosotros la gran despedida del Roctubre Fest 2015 (con la promesa de acercarme a ver a los Lords of Black tan punto se acerquen por aquí). Un festival que ha tenido una discreta promoción, y cuyo nivel de asistencia fue proporcional al bombo que se le dio, aunque la verdad es que se estaba muy a gusto con espacio para respirar y sin agobios en una plaza de estas características. Puede que, si repiten el año que viene, el cartel sea todavía más atractivo (ojala no se quede en una única edición y se acabe consagrando), aunque una cosa es casi segura: por desgracia no estarán mis Suaves.
Por último y a nivel personal, espero no volver a pasarme dos meses sin pisar un concierto porque la vena empezaba a picarme seriamente ya jejeje. Nos leemos en el próximo, peña.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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