Desde la misma llegada al hotel, estaba un poco acojonado por si alguna cuadrilla de greñudos locos se le iba la fiesta de las manos y la liaba parda en el hotel. Por suerte no fue así, y pudimos disfrutar de un gratificante aunque corto descanso. En estos festivales tan intensos ya se sabe: son una auténtica prueba de resistencia (a no ser que seas un abuelo y solo veas 3 o 4 bandas por día). Pegarte unas 7 u 8 horas casi seguidas viendo grupos, descansar lo mínimo y luego, tumbarte en la cama sobre las 4:30 de la madrugada para dormir unas escasas 7 horas y vuelta a empezar, así hasta que termine el festival (cosa que, a pesar de esto, desearía que nunca pasase). A la mañana siguiente a la primera jornada, las cosas amanecieron de modo bastante más favorable que el día anterior. Milagrosamente, mi terrible dolor de espalda había casi desaparecido (a pesar de los zarandeos que me metí el primer día, que pensaba que no podría ni caminar derecho), hacía un calor dentro de lo normal, pero el cielo estaba casi totalmente encapotado, lo que al menos nos ahorraría unas cuantas sudadas en las primeras horas. A la bajada al hall del hotel, todos tenían bastante cara de muerto debido al cansancio, pero no podíamos darnos ninguna tregua: había que ir a muerte a por un segundo día que para mi gusto resultaba más atractivo que el anterior. Veríamos grandes nombres que para mí son sagrados, sinónimos de la calidad más absoluta, y bandas legendarias con más de 40 años de existencia, lo cual también es toda una garantía de buen hacer. Tras una rápida parada en el Carrefour para comprar los víveres justos para la supervivencia, nos pusimos en marcha para llegar sin problemas a todas las bandas que queríamos ver.
Un poco acojonado, también, por el hecho de que la primera actuación prevista para empezar el día tenía lugar en la nefasta carpa. Para no sufrir el agobio y el pestazo a sudor del otro día, decidimos entrar por la parte de detrás e ir haciéndonos hueco poco a poco. Fue fácil, ya que no había excesiva gente dentro, lo cual se agradecía mucho: poder ver a Orden Ogan tranquilamente, sin sol y sin agobios. Desde que les vi por primera vez, hace ya unos cuantos años, me cautivaron bastante, y parece que no soy el único al que le ha pasado esto. Sus temas son realmente buenos, sus melodías te atrapan, y tienen unas habilidades musicales dignas de ver en directo. Lo suyo es hacer temas con mucho sabor a himno, y que dieron mucho juego a la participación. No debían llevar ni 10 minutos de concierto cuando nos metimos ya en el meollo, con Here at the end of the World sonando. Lo que yo digo, ejemplo de tema atractivo y con un estribillo totalmente genuino y que te atrapa. A la banda, pese al reducido espacio y tiempo que tenían para tocar, se les veía muy entregados. Su sonido era bastante chapucero, aunque no tanto como el de los grupos que tocaron en la carpa el viernes. Al menos aquí se podían apreciar bastante bien los detalles del bajista Niels Löffler (aun sonando demasiado distorsionado y fuerte) o los juegos de platillos de Dirk (un batería que, por cierto, hacía mucho con muy poco). Nos presentaron dos temas nuevos: Gunman (basada en historias del salvaje oeste) y Fields of Sorrow, un poco más tarde, con un ritmo muy endurecido, pesado y basto, que obligaba a derretir el cuello a cabezazos. Con trozos como este ya estaban calientes las cervicales. Además, la peña se lo pasó en grande colaborando bajo “las órdenes” del vocalista y guitarra Sebastián Levermann. Sorrow is your tale fue probablemente el tema que más me gustó, una genialidad que me entró de maravilla, sin parar de meter headbanging. Y es que la épica de sus temas no te deja escapar, con los coros (aunque no se escuchaban muy bien) y sus excelentes armonías, sin olvidar el potente doble bombo que lo envolvía todo, cabalgando a todo trapo. Esperada por todo el mundo, estaba claro que F.E.V.E.R. iba a ser una de las últimas en caer, casi cerrando la actuación con méritos propios (¡qué coros! ¡qué mensaje! ¡¡qué estribillo!!), pero aun les quedaba tiempo para meter un tema de su “Ravenhead” The things we believe in, disco al que más cancha dieron en su setlist. Así se hacen las cosas, sí señor. 100% recomendables a quien aun no les haya escuchado.
Por suerte para mí y para muchísima gente, el hard rock está casi viviendo una segunda juventud. Obviamente (y por desgracia) ya no es ese hard rock farlopero de pelos cardados y limosina plagados de chulería barata y ostentosidad, pero hay bandas que con su música pueden devolvernos por momentos 3 o 4 décadas atrás. Lo de Gotthard siempre ha sido el rock duro con mucha influencia de los años 70, con muchísima personalidad, temas imbuidos de melodías refrescantes y gran carga positiva. Y llevan ya la nada despreciable cifra de 25 años haciendo lo mismo. Siempre que les he visto han triunfado, pero desde la gran desgracia acaecida con su cantante Steve Lee (R.I.P.) no había vuelto a verles sobre un escenario. Apenas seguí su discografía, pero no hay duda de que supieron sobreponerse y seguir a piñón sacando buenos discos con grandes temas. Y el setlist brilló con luz propia, mezclando cortes de todos sus trabajos. Empezar con Silver River fue como un rayo de luz, una bocanada de aire fresco, con ese estribillo tan fantástico y animado. Su vocalista Nic Maeder (ataviado con gafas de sol), inseparable compañero del fundador Leo Leoni, parecía muy feliz por estar de nuevo en nuestro país, a parte de la energía radiante que desprendía, como dice el tema Electrified. Clásico conocido por todo el mundo, Hush es un tema original de Joe South que la banda, año tras año, ha hecho suyo (y no sería la única vez que lo cantaríamos aquella noche). Hubo lugar, por supuesto, para temas más lentos y emotivos, como Stay With me (acompañados en todo momento por varias imágenes elegidas por la propia banda) que me transmitió mucho. En algunos momentos era bastante descarado que a Leo Leoni el sonido no le funcionaba del todo bien, algo lamentable, ya que muchos de sus punteos apenas se escuchaban. Por suerte, tuvo un gran apoyo de su compañero Freddy y como no, del bajista Marc Lynn, que siempre ha hecho un gran trabajo con sus notas tan originales. No entró nada mal un pequeño toque de modernidad con What you get, ¡su estribillo puso a botar a medio Rock Fest!, tras la cual llegó el que, para mí, fue el momento más sensible y emotivo del todo el festival, con una balada enorme como Heaven, en la que además aparecieron imágenes del inigualable Steve Lee en pantalla. Pero lo mejor de todo, es que su voz también tomó protagonismo en la canción, alternando con la de Nic en un acto de reconocimiento, un detalla de recuerdo precioso, genial, en el que fue difícil no soltar alguna lagrimilla al son de aquella bonita melodía con una letra tan apropiada para el momento. Para que no nos quedásemos con una sensación triste, aun quedaban una serie de temas de lo más animados y brillantes, empezando por Top of the World, que es precisamente donde yo me sentía en aquellos momentos inolvidables de festival. Dejaron para el final la representación de su disco más exitoso hasta el momento, su cumbre discográfica, podríamos decir. Tras un pequeño solo de batería, este dio paso sin tregua a Lift U up, reconocida por todo el mundo al instante, ¡¡y no veáis cómo se descontroló la peña al escucharla!! Todo el mundo saltando y gritando con el puño en alto, disfrutando cantidad de este temazo, que casi sin parón enlazó con Anytime, Anywhere, también celebradísima, en un final muy, muy feliz tanto para la banda como para la gente.
Pero claro, obviamente no todo iba a ser alegría y felicidad. Las nubes oscurecían peligrosamente el cielo (y no lo digo de forma metafórica…) cuando los peligrosos Carcass se aproximaban a escena. Esperaba esta actuación en candeleta (de hecho, di saltos de alegría en cuanto les confirmaron), ya que para mí era una de las 3 actuaciones más interesantes y esperadas de aquel día. Y es que no se puede negar: son un valor seguro. Y lo son por su experiencia, por su personalidad, y sobre todo por su actitud y por la habilidad de transmitirnos el sentimiento de sus temas. Allá que iba Buried Dreams, al poco de empezar, extraída de su última obra llamada “Surgical Steel”, con la que creo que la banda ha tocado techo, tanto en su evolución como en su personalidad, y este era un perfecto ejemplo. La gente tenía mucha furia contenida, y no tardaron en aparecer los primeros mosh, con los que recibí algún puñetazo en las costillas. Nada, lo justo para mantenerse en tensión. Pero los circle pits iban aumentando en tamaño y en furia conforme sonaban temas tan guarros y “podridos” como Incarnated solvend abuse u otros que mezclan más el death melódico (en el que sin duda fueron uno de los grupos pioneros) con el grind más deliciosamente desagradable como Captive bolt pistol, con rabiosos blastbeats llenos de mala hostia a cargo de Daniel Wilding, tercer batería que pasa por la banda. Y no me atrevería a decir que es el mejor de todos, pero su brutal actuación y sus innumerables recursos me hace pensar que, al menos, es tan bueno como los anteriores. Ya no vemos a Michael Ammot en la formación, quien desertó para poder dedicar más tiempo a Arch Enemy (al igual que hizo Erlandsson). Una lástima, porque para mí Carcass están a años luz por encima. Sin embargo, aquí los putos amos son Bill Steer (fundador) y Jeff Walker, sin duda uno de los músicos a los que más respeto en este puto mundo, por su actitud, por su creencia en lo que hace, y por ser jodidamente auténtico y haber demostrado que evolución y cambio no tiene nada que ver. Me encanta poder seguir sintiendo el hedor a putrefacción que desprenden temas como Exhume to consume o la mismísima Reek of putrefaction, verdaderos emblemas del grindcore añejo y auténtico. Mientras los participantes en el circle pit se encabronaban más y más al ritmo de los solos de Bill o los hostiazos a la batería de Daniel, llegó como un trueno esa genial Corporal Jigsore Quandary, que como casi todos los temas de la banda, habla de operaciones quirúrgicas técnicas o enfermedades terminales. Aunque Heartwork añadió el toque de melodía (con gran griterío de la gente, que la esperaba con ansias), la oscuridad y angustia que Carcass transmite en cada concierto no desapareció ni un ápice, incluso empezaron a poner en la pantalla gigante imágenes de disecciones y desmembramientos reales (¡brutal!). Tras terminar de echar el resto de hostias que quedaban por soltar, Carneous Cacoffiny dio el portazo al setlist, en la que Jeff continuaba acercándose a nosotros con esa inconfundible sonrisa maliciosa, como diciendo: dadle duro, ¡¡joder!! Su actuación, aunque sin demasiada amabilidad como de costumbre, fue impecable, en cuanto a actitud y en cuanto su característica forma de tocar el bajo. Incluso se permitió la sorna de decirnos: me han dicho que en España sois muy fans de Mago de Oz jajaja, a lo que la mayoría tajantemente gritó que no. ¡¡Siempre tan mordaz y tan cabronazo este Jeff!! Fueron despedidos con una enorme ovación, como se merecen.
Las nubes que encapotaban el cielo iban aumentando en consistencia y negrura conforme avanzaba el concierto de Carcass, tanto que llegaba a preocupar el hecho de que cayese un tormentón. Por suerte, las primeras gotas empezaron a caer con el mismo final del show, y la cosa iba a más y más. Mientras me calaba vivo, esperaba a mi chica (que prefirió ir a ver a Gloryhammer, uno de los solapamientos más lamentables para mi gusto…). Me comentó que el concierto fue bastante bueno, músicos bastante virtuosos y temas para levantar el puño bien alto (lo que he escuchado de ellos me encanta), pero que los componentes eran excesivamente freaks, vestidos como niños de 8 años en un carnaval. En cuanto tenga la oportunidad, pienso verles.
Una vez más (para variar jeje), tuve que ir solo a ver la siguiente actuación, que no me hubiese perdido ni aunque tuviese que haberla visto bajo la lluvia. Por suerte, no llegó la sangre al río, y al final solo resultaron ser, por suerte, cuatro gotas, que refrescaron pero no jodieron ningún concierto. Pero antes de llegar a esa parte, teníamos un momentito de tregua, por lo que, para descansar unos instantes, fuimos para el coche (que esta vez no pudimos aparcar en el parking, completamente abarrotado cuando llegamos) a refrescarnos el gaznate en plan botellón. Y muy orgulloso de decir que, hasta el momento, no le había dado a la organización ni un puto duro en bebida. La lástima es que en ese momento estaban tocando unos auténticos clásicos atemporales, los curtidos Blue Öyster Cult, que han arrastrado a varias generaciones con su rock añejo y lleno de clase. Como quería llegar aunque fuese a ver un trozo, no nos dormimos en los laureles, paramos lo justo para echar 4 tragos cada uno. Las piernas pesaban, los pies empezaban a hincharse con bastante dolor, el hambre apretaba y todavía quedaba más de medio festival, pero la comida tendría que esperar su turno.
Me situé todo lo cerca que pude del escenario derecho, en espera de que los MIGHTY Emperor hicieran su estelar aparición, aunque por supuesto, al mismo tiempo pude disfrutar de los últimos temas de los míticos Blue Öyster Cult. Parece, en algunos sentidos, que el tiempo no haya pasado para ellos, ya que continúan transmitiendo ese feeling de principios de los setenta, con melodías sencillas pero muy efectivas que pusieron a todo el mundo (parejas y solteros) a bailotear por todo el recinto. Es de justicia mencionar que sonaron de auténtico lujo, supongo que una banda tan experimentada rara vez tendrá problemas en este sentido. Vestidos de riguroso negro la mayoría de ellos pero con estilo muy clásico, y desgranaron temazos de toda la vida como Don’t fear (the reaper) o la celebradísima Cities on flame with rock’n’roll, (de hecho, de las pocas que conozco de ellos) con ese rollazo tan guapo y tan rockero que sus riffs te meten en el cuerpo, y con una banda que animaba continuamente y a esas alturas parecía ya tener al público ganado.
Ahora sí, en cuanto terminó la actuación de Blue Öyster Cult, los noruegos fueron presentados a lo grande: por primera vez en la historia en Barcelona, EMPEROOOOR!! ¡Qué ganas de verles otra vez! Auténticas leyendas, para muchos los señores de la oscuridad por excelencia. Una banda que, por lo que pude ver hace 3 años en Francia, siguen en plena forma aunque solo existan a tiempo parcial (con lo que verles es aun más un privilegio). Si en aquella mi primera vez desgranaron con toda su brutalidad su primera obra maestra, el “In the nightside eclipse”, esta vez tocaba hacer lo propio con el que, para muchos, es su mejor disco, el gran “Anthems to the Welkin at Dusk”. La intro comenzó de lo más melódica y apacible, con la banda ya al completo sobre el escenario, ideal para concentrarse en cada uno de los instrumentos, pero poco tardarían en comenzar a taladrarnos el cráneo con Thus spake the nightspirit, un ataque feroz y despiadado, con la maquinaria a pleno rendimiento. Y es que los músicos que Ishan lleva detrás son para quitarse el sombrero. Impecable la actitud del bajista de directo Secthdamon, con un molinillo de cuello perpetuo que no hacía sino avivar las llamas de la brutalidad que se vivía también debajo del grupo. Y por supuesto, delito no nombrar a Samoth, uno de los miembros fundadores. Lo que sí me jodió fue la ausencia de Faust, que si estuvo en el Hellfest 2014 (tras 10 años de libertad, ya que pasó 16 meses en la cárcel por asesinato de un homosexual) y desde luego es un batería superior. Eso sí, el papelón de Trym Torson fue bárbaro, con una somanta de palos a la batería que nos dejaron absolutamente locos, en cortes como Ensorcelled by Khaos (vaya temazo, joder) o The wanderer, pura brutalidad oscura y desquiciada la primera y angustiosa y demente la segunda. Y como no, hablar de Ishan es hacerlo de un maestro inconmensurable, un compositor con un talento inigualable y un guitarrista monstruoso, con una técnica refinada y sutil que sin embargo sabe escupir las peores maldiciones con su guitarra. Las llamaradas no paraban de salir desde el extremo del escenario, y es probable que llegaran directamente desde el mismísimo infierno. El sonido también se acercó mucho, mucho a la perfección. Quizá faltó algo de volumen a los teclados (se escuchaban mejor sus coros), pero todos los instrumentos se escuchaban de vicio, atronadores, altísimos, de esos sonidos compactos que te llegan hasta los huesos y los hacen añicos. Estuve pendiente, sobre todo, de la guitarra de Ishan, como mete los solos, como se inventa complicadas estructuras y por supuesto, atento a la compenetración general que era casi perfecta. Hacia el final, y a modo de regalo, nos tocaron un par de su “In the nightside eclipse”, la aclamadísima I am the black wizard un violento torbellino sonoro de brutalidad visceral que casi nos tira de espaldas (parecía que el concierto cada vez sonaba más fuerte) e Inno a Satana, con sus grandes melodías y velocidad instrumental. En cuanto a sonido, uno de los mejores de todo el festival. En cuanto al día, para mí sin duda uno de los 3 mejores conciertos. Y en cuanto a bestialidad, a la par que Carcass, tremendos, impresionantes. Solo me irrita bastante el look de jodido hipster que lleva Ishan (ya te vale, tío…) pero es que en cuanto lo escuchas tocar… se te caen los huevos al suelo. Por último, no puedo dejar de recordar esa escena, con un padre y un hijo (que tendría 12 o 13 años), conversando, comentando… disfrutando juntos del concierto, ambos con camiseta de Emperor. Ese es el buen camino para que tu hijo tenga criterio musical y no termine escuchando putas basuras para retrasados mentales como los despacitos y demás. HAIL, EMPEROR!!!
Y ahora decidme: ¿en cuántos festivales habéis estado en los que tengáis el inmenso privilegio de poder ver, seguidas, a tres bandas del calibre de Deep Purple, Alice Cooper y Saxon? Porque yo he visto pocos carteles como el de este año, vamos (siempre, insisto, para mi gusto personal).
Vamos con los más clásicos y conocidos. Los ingleses Deep Purple, cuyo concierto, para bien o para mal, no dejó indiferente a nadie. Por mi parte, puedo decir que, de las tres veces que les he visto, esta ha sido sin duda la mejor de todas, con 2 horas completas de un show innegablemente espectacular, virtuoso, y con los músicos dando de sí al 110%. Y eso que el principio con Time for Bedlam no me acabó de convencer, pero cuando ya lanzaron su bola de fuego con Fireball, empezó a ganar puntos de forma exponencial, pasando por CLASICAZOS (en mayúsculas) como Bloodsucker o sobre todo Strange kind of woman, que pareció el desencadenante para que, automáticamente, todo el mundo se pusiera a saltar (y éramos unos cuaaaaantos miles de personas allí). Y de acuerdo que Gilan hace mucho tiempo que no pasa por su mejor momento vocal, pero en tonos bajos el feeling que transmitió, especialmente en este Strange kind of woman, fue enorme. Y lo mismo se puede decir de los cortes más nuevos; desde su último disco nos llegaba Johnny’s Band, y ojo que estamos hablando de temazo, con un sabor 100% Deep Purple y que podría haber sido compuesto en cualquier otra época dentro de sus más de 50 años de historia por su gran calidad y su adictivo estribillo. Absolutamente nadie podía dejar de mirar la pantalla, que además de secuencias de lo más lisérgico y surrealista en varias canciones, nos mostraba en primera persona el inmenso trabajo de Don Airey, un teclista que no puede ser definido de otra forma: podidamente asombroso. Sin duda, para mí y para muchos, fue el gran vencedor del concierto. Ian Paice se lució con su estilazo, Steve Morse nos dejó doblados con su técnica y especialmente Roger Glover, sorprendentemente simpático y sin dejar de moverse, con ese look tan característico y eterno. Todos demostraron su gran valía en momentos como Lazy y su parte instrumental. Pero lo de Airey, como digo… fue de otro planeta. La banda conquistó con su ritmo y su sonido (excelente, por cierto), y con toneladas de sentimiento a todo el mundo. Había momentos instrumentales que, lejos de amansar o aburrir, conseguían un efecto totalmente hipnótico, la gente se dejaba atrapar por la música y todos bailaban y se movían sin parar. Y hubo muchos momentos así que no olvidaré nunca.
Pero para momentazo, el que llegaba a continuación, con un solo… perdón, un SR. SOLO de teclado increíble, impresionante, colosal, ¡¡ACOJONANTE!!, largísimo, con fragmentos de música clásica, fragmentos de virtuosismo gratuito, e incluso un trozo del himno dels paisos catalans: Els Segadors, que encandiló y se metió en el bolsillo más todavía a la gente (en Madrid seguro que tocaron la mierda del himno nacional). Y seguía dándole a las teclas, haciendo unos movimientos impecables, con una clase inmensa… creo que es la mejor demostración de virtuosismo al teclado que he visto en mi vida con permiso de alguna del Sr. Jordan Rudess (Dream Theater). La peña estaba casi en trance, y solo un tema podía devolvernos a la realidad, tan cañero y delicioso como Perfect strangers. ¡Y otra vez todo el mundo a saltar y a darle al air guitar! ¿Y con Space trucking o Smoke on the water, himno de himnos? ¡Pues más de lo mismo! Muy emocionados todos por poder vivir (quizá por última vez) aquellos mágicos momentos. En este punto he de hacer un inciso importante, pero lo trasladaré al final. Por segunda vez en el día, Hush (versión de Joe South) siguió animando aquella fiesta, cuya alegría alcanzaba también a todos y cada uno de los músicos. Incluso Ian Gilan, tan soso normalmente, parecía haberse acoplado al buen humor reinante, con una voz que, todo hay que decirlo, no estuvo nada mal incluso en los pocos gritos. Quizá si sobró un poco el duelo entre Ian Paice y Roger Glover, supongo que para dejar descansar al vocalista, pero si luego vino Black night, esto nos curaba ya de espantos, una de las más coreadas de todo el show. Despedidos con gritos y oeoeoes varios, el calor y el sentimiento de comunidad que hubo en aquel concierto fue tan vívido que me quedé incluso con ganas de más pese al tremendo cansancio.
Con una fantástica sensación tras este conciertazo fuimos, antes de que nuestro organismo empezara a auto digerirse, a buscar algo de comida. Probamos dentro del festival y el resultado fue comida aceptable, con tamaño justito y a precio de auténtico robo. No volvería a pasar. Nos zampamos un bocata de carne y nos fuimos reincorporando tras un breve paréntesis de 5 o 10 minutos de descanso. En el escenario derecho había alguien muy, muy grande dando guerra con su guitarra y sus fieles acompañantes: me refiero a Rosendo. Decidimos ver sus últimos temas a mitad de gas, mientras nos acercábamos para posicionarnos bien en Alice Cooper. Pero cuando tocó Flojos de Pantalón (tras caer alguna de Leño) exploté y nos tuvimos que parar un rato para verla bien, y es que este tema me apasiona. Grité todo lo que pude y comprobé que el gran Rosendo todavía está en condiciones sobradas de cantarla y también de interpretar ese mítico solo conocido por todo el mundo. A parte, pudimos disfrutar de nuestro propio mundo hecho canción con Maneras de Vivir y algún tema de su nueva etapa, como Masculino singular. Lo creáis o no, este pequeño rato me subió aun más los ánimos.
Inexorablemente nos acercábamos al final de la segunda noche en el Rock Fest. El dolor de pies (y de espalda) se empezaban a notar más de lo deseable, haciéndose bastante insufrible por momentos, pero las emociones estaban por las nubes, demasiado como para pensar en “minucias” como esas. Había que continuar sin tregua, sin descanso, porque la ocasión merecía la pena.
Otros que, inevitablemente, no tardarán demasiado en anunciar una gira de despedida. Me refiero, como no, a Alice Cooper y sus huestes. Los ojos de Alice Cooper (como dice aquel disco) nos miraban atentamente, fijamente, con ese toque psicópata, desde el gran telón, cuya espectacular caída fue la antesala de un show para el recuerdo, un verdadero teatro de hard rock macabro que nos iba a dejar con la sangre helada. Desde luego, el comienzo en lo musical fue bastante decepcionante y poco apropiado con Brutal Planet, perteneciente sin duda alguna a la peor época discográfica del Sr. Cooper, un tema que parece sacado de algún disco de Rob Zombie, mogollón industrial y poco inspirado. Pese a todo, hay algo que, de primeras, y a parte de la enorme clase de Alice a la hora de interpretar, nos dejó a todos patidifusos: la ACTITUD de su guitarrista Nita Strauss. Desde el mismo inicio, mostró un comportamiento y una pose digna de los grandes guitarristas de la historia, 100% ochentera, 100% espectacular, la vimos recorrerse el escenario a 1000 por hora, saltar, volver a saltar, dar vueltas sin parar sobre ella misma, apoyarse con muchísima chulería sobre los monitores… ¡¡y no se cansaba!! Era un auténtico torbellino imparable: una actitud escénica perfecta… ¡¡ese es el espectáculo que quiero en un guitarrista!! Y sin duda, una de las protagonistas del show, porque tampoco se cortaba a la hora de meter buenos solos en la dicharachera No more mr. nice guy o en la rockanrolera Under my wheels. Con todo, por cierto, hacía un total de tres guitarristas, con lo que la vistosidad estaba asegurada. A parte, el sonido perfecto, las guitarras y el bajo donde debían estar sin ser comidas por la batería ni la voz de Alice sonando demasiado baja.
Lost in America, a pesar de ser de los 90, sonó de lujo, 100% Alice Cooper, y es que su repertorio abarcó prácticamente toda su discografía, desde su época como banda hasta un recorrido por su carrera en solitario. Desde auténticas rarezas como Pain, a temas inmortales como Welcome to my nightmare. La misma, fue a la vez el preludio del espectáculo principal, que nos descubriría un montaje bestial en el que se iría desarrollando una mini-historia enlazando varios temas con sus propias historias, empezando por Billion dollar babies. En este mismo instante, empezaron a caer unas gotas que fueron aumentando rápidamente en intensidad. El cielo no pintaba nada bien, y comencé a tener miedo, aunque seguí disfrutando de Alice mientras cantaba la cañera The World needs guts o Woman of mass distraction. Los músicos ni se daban cuenta, y continuaban al trapo. A parte de la citada Nita, sus colegas más experimentados Ryan y Tommy tampoco le iban a la zaga, desmelenándose y mostrando unos grandes dotes para aumentar el grado de espectacularidad. En cuanto a su batería… sin duda este chico merecía su propio solo, ya que en ocasiones me quedaba embobado viendo cómo le zurraba a la batería, en la contundencia de sus movimientos… y al final cayó uno, pero no antes de sonar el que sin duda fue el tema más coreado y que más alegrías repartió, la esperadísima Poison, uno de sus temas emblema (y para mí, de su mejor disco), en la que casi no se podía ni escuchar al vocalista, o la lisérgica Halo of flies, del año 71. Todos agradecimos que durante todo el concierto, en la pantalla aparecieran imágenes con todo detalle de los músicos, para poder apreciar los solos y las lindezas musicales varias que nos ofrecían a los que estábamos un poquito lejos. A mí, el tema que más me gustó de todo el concierto (casi sin esperarla) fue Feed my Frankenstein. ¡¡Que ROLLAZO más guapo colegas!! ¡¡Que feeling más ochentero!! (con el apoyo estético de su guitarrista, además) Ideal para desmelenarse y volverse medio loco, con esos trompazos a al batería. Además, como parte del show, apareció en escena un monstruo gigantesco que pululó durante un rato por las tablas. Y a partir de aquí, cada tema tuvo su parte teatral: en Cold Ethyl (flipante) una muñeca era zarandeada sin parar por el Sr. Furnier, en Only women bleed (maravillosa… y cantadísima también) una inquietante bailarina se mezclaba entre los músicos, y finalmente, en Ballad of dwight fry, una enfermera ataba a Cooper con una camisa de fuerza, maltratándolo y tirándolo por el suelo, hasta acabar cortándole la cabeza en una guillotina… ¡¡BRUTAL!! Los aplausos y la incredulidad general ante tan magno show eran generalizados. Yo ya le vi hace 7 años y, sin que el show haya cambiado mucho, flipé como su hubiera sido la primera vez. Pero, tras un minúsculo bis (no hay ni un descanso, pese a sus 68 añazos…), Alice reaparecía vestido con un traje dorado y brillante para interpretar I love the dead (otra del “Billion dollar babies”), y mientras la peña disfrutaba e intentaba asimilar lo visto, embistió con I’m eighteen, donde la peña se deshizo en aplausos, y como colofón, la conocidísima School’s out, en la que, a mitad de tema, metieron un fragmento de The Wall, de Pink Floyd, para volver a recuperar el tema. Y si esto aun podía ser más legendario... se subió a tocarla con ellos... JOE PERRY!!! Una ensordecedora despedida, llena de oes, de aplausos, de querer mucho más… y los comentarios de la gente. “no tengo palabras para lo que he visto”, “el mejor concierto de todo el festival” o “la hostia, como se conserva el tío” aun fueron pocos para aquel grandioso espectáculo.
Pero mucho ojito, que por muy brutal que hubiese sido aquel show, la cosa no había terminado. Y es que, ante la actuación de una banda como Saxon, nadie puede decir que lo ha visto todo en una noche. ¿Porqué si no siempre les meten a última hora o en horarios más jodidos? Porque hay una puta verdad universal (0% subjetiva, 100% objetiva) en el mundo del Heavy Metal. Saxon arrasan. SIEMPRE. Sea donde sea y cuando sea. No puede estar uno lo suficientemente cansado, hambriento o tullido como para no disfrutar de las enormes actuaciones de los ingleses. Y es que, por mucho que ya les habré visto como 7 u 8 veces, siguen siendo incomparables, y en cada concierto suyo disfruto como si fuese el primero. Abrieron ya con la idea, en plan: ¡¡aquí no se duerme ni dios!! con Crusader, así por la cara, y les salió de lujo, ya que a esas horas ver a la gente saltar desde el minuto 0… hay que currárselo para conseguirlo. La intensidad, tanto sobre como debajo del escenario, fue aumentando con Battering ram y tuvo su punto culminante (por el momento) con la feroz Motorcycle man, que Biff cantó con un entusiasmo fuera de serie, una voz arriesgadamente alta que sin duda bordó. ¡¡Hay que ver como sigue cantando este hombre!! Mientras tanto, su bajista, que andaba todo loco encima del escenario, nos ponía las pilas, tocando de una forma brutal y castigando el cuello a piñón fijo. Tanto en esta última como en Sacrifice, me di cuenta de lo bien que se escuchaban los coros. Una vez más, sonido de lujo, súper asentado, clarísimo y potente desde el principio. Y así continuaron, con fuego en las venas y temazos del calibre de Power and the glory (lo mismo que rezaban los dos estandartes que había a cada lado del escenario) o la gran sorpresa del setlist, 20000 ft., todo un acierto, un tema 100% de directo, rápida y con un solo acojonante. La formación de la banda parece que se mantiene muy estable. Yo al menos siempre les he visto con la misma, salvo Jörg Michael, que ocupaba el puesto de batería la primera vez, allá por 2003 o 2004.
Solo hay que ver como se compenetran en directo, tanto los guitarras, haciendo una piña indestructible, o la base rítmica, mientras Biff va a la suya, dirigiéndose a nosotros sin parar. Aquella noche parecía estar más contento incluso de lo habitual, y no paraba de lanzarnos “zascas”, pero siempre con cariño. El águila aterrizó de forma literal, y desde el techo bajaron su espectacular águila de luces al ritmo de The eagle has landed, una parte del show que ya lucían en los años 80 y que recuperaron hace unos cuantos. A partir de aquí, sorpresas pocas en cuanto al setlist (quizá Battalions of steel de su fantástico “Into the Labyrinth”), pero esto también implica auténticos himnos, lo que muchos esperaban. No es para tomarse a broma el feeling brutal y la fuerza de Strong arm of the law o Heavy Metal thunder (casualmente, mis dos temas favoritos de siempre de Saxon) que, encima casi seguidos, me hicieron olvidarme completamente del horroroso dolor de pies/espalda que llevaba sufriendo ya un buen rato. La otra en discordia fue 747 (strangers in the night), que en este concierto me gustó más que en cualquier otro anterior, por alguna razón conecté mejor con ella. Para los moteros heavys, Wheels of Steel, que nunca falta en sus repertorios, así como Denim and leather, un tema que es sinónimo de llevar tus principios hasta el final, hasta la muerte si es necesario antes que cambiar. Biff continuaba pasándoselo de lujo, nos miraba, sonreía, y pese a que sabía de sobra que estábamos reventados, nos seguía metiendo caña, hasta que por fin llegó la queridísima Princess of the night, que levantó de nuevo las voces hasta la afonía y los puños hasta el mismo cielo. Lo he dicho 100 veces y lo diré de nuevo: ¡Qué jodidamente grandes son!
Y ahora, el “pequeño” inciso al que me refería antes. Cosas que odio profundamente y que me producen rabia homicida. Que se te meta delante un tío muy alto es una putada, pero bueno, te mueves o te buscas otro sitio porque nadie tiene la culpa de eso. Que alguien saque su cámara para echar unas fotos, pues vale, entra dentro de lo normal. Pero que un gilipollas se pegue más de medio concierto grabando temas con su móvil en lugar de vivir el momento con toda la intensidad que merece… es muy penoso. Pasarse la mitad del concierto viéndolo por una mierda de pantalla en lugar de disfrutarlo es su problema, pero también es el mío que me tengo que estar todo el rato moviéndome cuando yo SÍ quiero disfrutar del momento en vivo y en directo. Y en temas como Smoke on the water, School’s out, The final countdown… por citar los más conocidos… fue algo exagerado. Se veían más móviles que cabezas. Así que, amigo, si tu eres uno de esos que, en lugar de apreciar lo que estás viendo prefieres grabar un video de mierda, que se escuchará fatal y posiblemente no verás nunca, te puedes meter el puto móvil por el culo y dejarnos disfrutar a los que sí estamos allí para ver el concierto con nuestros propios ojos y no a través de tu pantalla. Ah, y mira, si tienes un jodido palo de selfie, te lo puedes meter más hondo todavía.
¡Nos leemos en el tercer día!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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