Este fin de semana, mientras escribo estas líneas, no hay ningún concierto previsto salvo sorpresa de ultimísima hora… pero la verdad es que no me puedo quejar, porque Noviembre ha sido un mes bastante fructífero en este sentido, con prácticamente un bolo cada finde, aunque me encantaría que eso fuera lo normal jeje. Todos son especiales, por supuesto, pero de entrada este del pasado sábado tenía un toque único que no podía perderme: el último concierto del año de los reaparecidos Stravaganzza, uno de los regresos más esperados dentro del Metal patrio, una de las bandas más originales que se han forjado en estas tierras, y además con un concierto de cierre cargado de extras, como una parte sinfónica en directo, un repertorio muy cuidado y enfocado desde un punto de vista más teatral de lo normal, coreografías, invitados espontáneos… y antes que todo eso, la alegría de volver a verles en vivo tras muchos años (ya casi no recuerdo cual fue la última vez) de ausencia. La compañía era muy grata, mi chica y mi colega Kurro se brindaron a acompañarme en esta noche llena de emociones bajo un escenario a la sala Fussion, que como ya sabéis, es una de mis favoritas por su gran espacio, su distribución, por lo fácil que es llegar y aparcar fuera, y la mayoría de las veces, por su buen sonido. Con el lema en mente de “más vale prevenir que curar”, y aprovechando antes para hacer unas compras, salimos sobrados de tiempo, y llegamos a la sala casi sin darnos cuenta. Con el tiempo que nos sobraba, nos echamos unas birras en el coche mientras tratábamos… asuntos de “vital importancia” (como siempre jeje). Para terminar esta introducción, quiero dedicar esta crónica a quienes me acompañaron, pero también a mis amigos Juanma y Jose, deseándoles toda la felicidad del mundo.
Lo que tienen los conciertos sin telonero es que, por una parte la entrada puede resultar algo cara, y más en esta ocasión, con los 23 pavazos que nos estacaron por cada una. Pero por otra, no hay que esperar para el plato principal. Aunque, como digo, no fue precisamente barato, mereció la pena (sin acercarme a la barra, por supuesto). Así pues, todavía tuvimos que esperar un buen rato para la salida a escena, tras comernos una cola kilométrica para entrar de más de 45 minutos. Si no habían hecho sold-out, poco les faltaría. La cosa pintaba bastante bien basándome en las referencias y en lo poco que había leído de su gira (muy poco, la verdad, no quise auto-destriparme nada de su espectáculo). Unos minutos de música clásica y con un discurso bastante profundo, recordando los inicios de la banda y su resurgimiento cual Ave Fénix, al tiempo que tres mujeres disfrazadas de ave daban vida al escenario, comenzaron con Dios, con Patricio, Carlos, “la bestia” Leo Jiménez, y ese grandísimo artista que es Pepe Herrero, que aunque sin hacer mucho ruido, es el corazón absoluto de Stravaganzza. Todo esto, con la gente paradísima y yo desmelenándome (como suele ser habitual en los inicios). Vale que no es un tema trallero ni lo pretende, pero un poco de sangre en las venas de la gente no estaría mal. Estaba contentísimo de escuchar de nuevo este tema en vivo, incluidos los primeros agudos de Leo, aunque me percaté de que el sonido distaba mucho de ser perfecto, incluso bueno. Con …Y en soledad me lamento se podía apreciar esa base gorda, potente y grave envolviéndolo todo, pero faltaba bastante definición y claridad al conjunto, aunque no me impidió disfrutar del todo de uno de los temas más personales y definitorios del sonido Stravaganzza, oscura, lenta y agonizante… magnífica. A Leo también le hacía falta calentar todavía para poder dar el 100%, en Dios le vimos bastante comedido, en esta segunda mucho más puesto en faena pero aun sin ese fuego en la voz que tantas alegrías nos ha dado. Al ritmo de los hipnóticos pasos de Patricio Babasasa dio comienzo la que es, sin duda, mi canción favorita de la banda (Mi tempestad), y con la que me ardió definitivamente la sangre, y es que esos aires flamencos, esa instrumentación progresiva (excelente trabajo de Patricio y Carlos) y la pasión en su melodía vocal me vuelven loco, un tema cargado de fuerza y amargura a partes iguales. El único que no estuvo al mismísimo nivel del disco fue Leo, quien recortó bastante en agudos en el acojonante estribillo, restándole un puntito de intensidad, aunque hay que ser comprensivo en este sentido: han pasado más de 13 años desde la salida del Primer Acto.
La voz en off del inicio de nuevo cobró protagonismo, un elemento más del concierto junto a sus coristas, sus bailarinas, sus actrices… todo un espectáculo, anunciando el comienzo del Acto II, por lo que estaba claro que el concierto iba a estar estructurado de forma que irían desgranando temas de sus discos en el orden de aparición, lo que me pareció una gran idea. Me sorprendió ver, desde el principio, a un guitarra rítmica sobre el escenario, de nombre artístico Migueloud, con quien si no recuerdo mal nunca habían contado. Su labor de apoyo estuvo genial, y también hizo justicia de vez en cuando a la parte más teatral del concierto, aunque por el momento, la guitarra de Pepe Herrero seguía comiéndose el sonido de la otra. No acababa de estar fino del todo el sonido. El aumento en la dureza y las influencias de bandas como Dimmu Borgir en sus tiempos más sinfónicos comenzaron a notarse en Esperanza, primera del “Sentimientos” en caer, un disco que dio una vuelta de tuerca más al sonido de la banda, con unas melodías más directas y un sonido más grueso y cañero, y aquí tengo que decir que Leo estuvo BRUTAL, clavando cada nota de este complicadísimo tema. Fue como su auténtico despertar en el concierto, más apasionado, moviéndose más y sacando las amígdalas en cada grito, y como más botones de prueba estuvieron Pasión, con esa increíble melodía, ese estribillo… liberador, lleno de fuerza, con un arranque extra de potencia por parte de Leo al final, o Desilusión, algo más moderna pero igualmente contundente en directo. De alucine, como nos tenía acostumbrados en sus tiempos, la pegada y creatividad de Carlos Expósito a la batería, sigue siendo rotundamente aplastante.
La voz de Leo iba adquiriendo más y más cuerpo e intensidad, y más le valía, ya que quedaban temas bastante complicados (aunque muy pocos hay en Stravaganzza que no lo sean). Dolor fue uno de ellos, y aprobó el examen con un sobresaliente alto, especialmente al final, demostrando una técnica y un control de sus agudos verdaderamente impresionante. De nuevo esos ritmos progresivos, que se fueron perdiendo poco a poco con la evolución de la banda, nos dieron la bienvenida, desembocando en otro de esos momentos lentos y personales. Pepe nos observaba, desde su posición retirada en la parte derecha, silencioso, sin destacar demasiado en la parte escénica, pero arrasando con la guitarra, con la rotundidad de sus riffs y el manejo de su guitarra, pero también al piano, cuando le tocó el turno de colgar la guitarra y substituirla por las teclas para interpretar la corta pero preciosa Nostalgia, que dio paso a uno de los momentos más intensos y esperados, entre coreografías y artes escénicas varias (insisto, mucho espectáculo visual, con atrezzo y objetos varios para hacerlo todo más vibrante y disfrutable aun). Ese momento fue Hijo de la Luna, extraída de su EP “Hijo del miedo”, que en su día les llevó a lo más grande gracias a esta versión de una de las canciones más bonitas que se han compuesto nunca, y a la que Stravaganzza añadió ese toque más siniestro y si cabe, más triste marca de la casa.
Entre grandes aplausos y ovaciones, la banda se tomó otro mini-descanso mientras se anunciaba, con acompañamiento orquestal, el Tercer acto, que vendría compuesto por temas de su tercer disco “Réquiem”, que para muchos viene a ser el mejor de toda su carrera. Y tal como imaginaba, Deja de llorar fue su primer exponente en directo, merecidamente protagonista en una explosión de melodía y fuerza a partes iguales que, como dijo Leo, si las emisoras diarias de este país no fuesen una jodida basura, este tema podría haber arrasado en esos medios. No podían (ni podrán nunca) olvidar a su querido productor, el gran Big Simon, quien se encargó de la producción de su segundo álbum, y que nos dejó repentina y tristemente en el momento álgido de su carrera. Para él, fue compuesta y dedicada esta Grande, pura emotividad, pero también muy dura en directo, en la que tanto Pepe como Patricio, que a ratos pasaban a un segundo plano, se pusieron las pilas y se comieron al escenario. Leo también hizo lo propio, pero lo mejor respecto al vocalista fue el final, una desbocada tormenta de agudos y guturales desgarradores, con saltos y cabezazos a piñón, parecía enfadado, furioso, y era como si se quisiera cargar todo el escenario a patadas. Increíble su interpretación, muy enérgica pero sin sobreactuar.
Estuvo de puta madre este arranque de coraje, con toda la rabia del recuerdo de la pérdida, que pareció afectar a todos los miembros de la banda. Lo que no estuvo tan bien fueron los cabreos “reales y con razón” de la banda. A Leo se le veía bastante disgustado, y en ocasiones la actitud y expresión de Carlos Expósito era un poema. Todo esto debido, obviamente, a la dudosa y regulera calidad del sonido, que dejó bastante que desear. Respecto al mal sonido y a los diversos problemas técnicos, el propio Carlos Expósito aclaró en las redes sociales que el foco de tanto desbarajuste recayó en algún incompetente cuya cabeza no estuvo donde no debía, más pendiente de leer su whatsapp que de procurar un buen trabajo sonoro. Y la verdad, este impresentable debería ser despedido de inmediato, porque con lo que podría haber sido la orquestación, los músicos invitados, el conjunto en general… se quedó en un intento que no fue capaz de exteriorizar completamente a través de un gran sonido la pasión y el buen hacer de los músicos. Aun así, especialmente Leo, la banda no dejaba de pedir aplausos, gritos, que cantáramos, agradeciendo siempre e invitando a ponerle más ganas al asunto, confesando que a pesar de que en el concierto de Madrid hubo más gente, aquí se lo estaban pasando mejor.
Me encanta cuando hace tiempo que no escuchas un tema y de repente, casi ya sin recordar sus detalles, suena en directo y te devuelve de golpe todas las emociones que sentiste escuchándolo en su día. Máscara de seducción fue LA CANCIÓN representativa de lo que me refiero. Un tema que siempre me resultó extraña por su melodía, con algo siniestro y diabólico que no sabría explicar del todo en su estribillo, mezcla entre brutalidad y un aura de extrema sensibilidad, un contraste genial. No podían omitirla de ningún modo, y disfruté como un jodido enano con ella, pero no menos con la amarga Réquiem, cuya lentitud y contraste con los blastbeat de la anterior, creo un clima idóneo, en el que los coros y los violines fueron absolutamente sublimes, haciendo honor al nombre del tema, al cual siguió su final en el disco, Inmortal, que el gran Pepe interpretó de nuevo al teclado. Un momento deliciosamente mortuorio.
De este modo, acercándonos poco a poco al nunca deseado final, sobre todo cuando se está disfrutando tanto, llegábamos al Cuarto acto, protagonizado por el que Leo describió como su “disco fantasma”, el “Raíces”. Cierto es que posiblemente fue el disco que menos repercusión tuvo, probablemente porque prácticamente fue aparecer este y desaparecer la banda, aunque eso no quiere decir que sea un trabajo flojo ni mucho menos, tiene temazos guapísimos y además hicieron de él una gran selección. Como empieza el disco, igual comenzó esta recta final. Carlos y Patricio preparaban el colchón sonoro para que Pepe se uniera en un ritmo devastador en Cuestión de fe. Por supuesto, tras ellos no paraban ni un momento de aparecer actrices a dar el callo con trabajadas y rítmicas coreografías. No quisieron tampoco pasar por alto su último single, Sin amar, que completó el repaso por toda su discografía, aunque es un tema que no recordaba demasiado, francamente. Leo se sentía como pez en el agua dentro de las tesituras vocales de este disco, más agresivas, más rasgadas y con más mala hostia, y con muchos cambios de registro como es habitual. Para sorpresa de muchos (no terminaban nunca), en Impotencia II (cuando la anunció Leo, muchos creyeron que iban a tocar la primera parte jeje) tuvimos dos invitados, dos zamarros de tíos que gritaban como si no hubiese un puto mañana, tremendamente enfrascados en su papel, pisoteando el escenario y aportando un punto de agresividad, aunque también de excesiva modernidad que no me terminó de gustar al 100%. Pero Stravaganzza siempre ha sido una banda a cuyo sonido ha sido prácticamente imposible pegarles una etiqueta de estilo, y que han recorrido desde los pasajes más lentos y sutiles hasta auténticas barbaridades sonoras cargadas de doble bombo, breakdowns, guturales y guitarras fugaces, pasando por covers sorprendentes e inusitadas. El final fue el único momento del show que se hizo un tanto lento. El sonido deslució ligeramente Un millón de sueños, que tampoco era una de mis favoritas, aunque de nuevo ese aliño flamenco es algo con lo que Stravaganzza hacía grandes a muchos temas. Y puede que aplatanara demasiado el ánimo de algunos, pero la propia Raíces me pareció un ending perfecto, lúgubre y con claro aire de despedida, con una gran orquestación disparada y con Leo rompiendo la voz de una forma descomunal; como esos discos que terminan con temas lentos y profundos y te dejan tan buen sabor de boca, pues lo mismo se puede extraer de este concierto en esencia. Eso sí, lo digo sin pelos en la lengua: ojala este tema hubiese puesto punto y final al concierto, aunque una de las mayores decepciones del show fue la ausencia de su temazo Miedo. Es increíble, pero algo deben de tener en contra de este tema, ya que ni siquiera lo incluyeron en su recopilatorio de despedida, pero a mí me parece una obra maestra de la que no pueden ni deben prescindir.
Lo del final… por supuesto, habrá opiniones para todo, pero desde luego a mí me pareció un completo horror, y lo digo con el ceño fruncido y con cierta lástima, ya que salvo por el tema del sonido, fue un concierto absolutamente brillante. ¿Qué cojones fue lo que pasó? Pues que a veces ser excesivamente abierto de mente, y más en el mundo del Metal, es lo que viene a tener y es algo que no comparto en absoluto. La versión del Desátame de Mónica Naranjo… pues hombre, poco puedo decir de ella. A mí el tema ni frío ni calor, pero puedo llegar a entender la presencia de este cover en el setlist por tratarse de una grandísima voz a la que Leo admira y de la cual tiene muchas influencias, a parte del hecho de que Pepe Herrero sea actualmente su compositor y guitarrista. Pero aquello poco a poco se iba de las manos. Leo comenzó a cantar estrofas de Los chunguitos y demás, y el temor empezó a adueñarse de mí. Pensé en salir por patas de aquel descabellado final, pero decidí esperar por si tocaban su particular versión de Eloise o alguna sorpresa de última hora como Frustración o la susodicha Miedo. Y la sorpresa nos la llevamos sí, pero fue algo bochornoso. Camilo Sesto. Sí, repito, el jodido Camilo Sesto. Una versión nada más y nada menos que de Vivir así es morir de amor. Aquello era surrealista, y pasé gradualmente de la confusión a la mala hostia. Y me cuestiono yo: si evito a toda costa entrar a garitos para pijos de mierda para no tener que soportar esta puta basura… ¿Por qué me tengo que tragar este despropósito en un concierto de Metal? Además, su interpretación fue simplona, sin ningún añadido personal ni extra… me sentía como en un jodido karaoke para abuelas, mirando incrédulo a mi alrededor y sintiendo por momentos vergüenza ajena. Y no, no me vengáis con esa mierda de que hay que tomárselo a broma y divertirse, porque no soy un tipo divertido ni pienso serlo para una cosa como el Metal, que es mi única religión. De haber sabido, encima, que este iba a ser el último tema del setlist, habría abandonado la sala un buen rato antes. Joder colega… eso no se hace…
Peeeeeeero bueno damas y señores, a pesar del agrio sabor de boca con el que abandonamos la sala, no pienso dejar que los últimos compases del concierto me cieguen ante lo que fue una interpretación plagada de espectáculo, de unos músicos de órdago, de una gran orquestación, unos fantásticos decorados (con pantalla incluida) y actrices, y sobre todo de una sensación de comunión muy cercana con la banda, que salvo por el tema del casi constante mal sonido, fue capaz de disfrutar lo mismo que todos nosotros allí abajo. Por cierto, pensaba por equivocación que aquel fue su último concierto de reunión, pero parece que va a haber mucho más en el inmediato año que ya está a la vuelta de la esquina. Espero volver a disfrutarles muy pronto, en sala a ser posible. Por último, un gran y sincero aplauso a Damask Events por arriesgarse a montar este tipo de conciertos y que les haya salido tan bien la jugada.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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